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CARRERA DE NOTARIADO
INTEGRANTES:
ASUNCION – PARAGUAY
2022
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CONTENIDO
INTRODUCCION........................................................................................................................3
ANTECEDENTES REMOTOS.......................................................................................................4
EPOCAS ANTIGUAS DE EUROPA. ESTATUTO DE LA REINA ANA. ETAPAS DE LA EVOLUCION
LEGISLATIVA DE LOS DERECHOS DE AUTOR.............................................................................8
ETAPAS DE EVOLUCION DE LOS DERECHOS DE AUTOR..........................................................11
LA PROTECCIÓN EN LATINOAMÉRICA A LAS OBRAS LITERARIAS Y ARTÍSTICAS EN LA PRIMERA
MITAD DEL SIGLO XIX.............................................................................................................14
NATURALEZA JURIDICA TEORIAS: ANALISIS CRITICO DE CADA UNA DE ELLAS.......................24
DERECHO MORAL DEL AUTOR. CARACTERISTICAS.................................................................30
DERECHOS DE EXPLOTACION O DERECHOS PATRIMONIALES................................................39
LIMITACIONES DE LOS DERECHOS DE AUTOR........................................................................45
DERECHOS CONEXOS.............................................................................................................48
SOCIEDADES DE GESTION COLECTIVA EN NUESTRO PAIS......................................................51
CONCLUSION..........................................................................................................................57
BIBLIOGRAFIA.........................................................................................................................58
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INTRODUCCION
Los derechos de autor son derechos que se les debe otorgar a las personas
que son creadoras de sus propias obras, desde el momento que se inicia con
su creación o desde el momento que nace, para ser publicada al mundo. Cada
persona que haga uso de cualquier obra es necesario que tome en cuenta que
los derechos de autor no se deben desconocer ni mucho menos vulnerarlos,
cuando el usuario haga uso de cualquier información debe tener la
responsabilidad de proteger al 100 % los derechos que tiene el autor.
Al saber que existe personas que son creadoras de información para el mundo,
debe ser utilizada para un beneficio propio donde use la información para
obtener aprendizaje propio, y conocimiento. Pero también están los derechos
Morales de los autores que son una forma de protección, a estos derechos
también son conocidos como económicos, lo importante es que todos los
países no cuentan con derechos Morales.
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ANTECEDENTES REMOTOS
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una página tuya en mis obras, empero la huella fiel del autor está plasmada,
huella que muestra a la luz del día que tus versos constituyen un robo
manifiesto, al igual que la túnica hecha groseramente con Lingons mezclara a
estos su tejido ordinario deshonrando así las vestiduras púrpura-violeta; mis
libros no necesitan ni testigo ni juez. Tu página se erige contra ti mismo y te
dice ‘eres un ladrón’ (dock, 1974: 148).
El MEDIOEVO
El reconocimiento de un autor como creador de una obra, así como el
anonimato, obedecen a circunstancias, lugares y momentos precisos; en ese
sentido, la mayoría de obras creadas en los monasterios son anónimas, ya que
la forma de creación en el monasterio es comunitaria, colectiva; imposible el
reconocimiento en la división de la creación y adjudicar una autoría: es un
derecho de la abadía. Frente a las obras laicas, la situación es diferente; por
ejemplo, en el caso de los trovadores alemanes e italianos que asignan su
paternidad a las obras, la reivindicación de autoría “implica a la vez una toma
de conciencia de la particularidad de la creación y un reconocimiento del aporte
individual” (dock, 1974: 158).
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En este sentido, la figura del autor no necesariamente aparece con la imprenta.
Desde los finales de la circulación de los manuscritos, la representación del
autor por medio de su retrato denota la existencia de un autor, el cual posibilita
la asignación del escrito a una persona particular, lo cual es común en los libros
de los siglos xvi y xvii. Surge la imagen como representación de autenticidad de
la obra, designa así una representación de creación original.
Roger Chartier, analizando las creaciones de petrarca, afirma que las obras
literarias en la Edad Media alcanzan a estar dominadas por la función autor, al
señalar que en Petrarca el contenido y el continente se funden, ya que petrarca
establece la necesidad del autor como copista, autor de la obra y del
manuscrito que contiene la obra: manifestando un sentido de interpretación
auténtico que iba a ser transmitido sin interferencias, de forma directa en la
relación entre autor y lector.
El privilegio como “gracia del Rey”, que establece un monopolio, no tiene las
características del derecho de propiedad. Los privilegios surgen para proteger a
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los impresores y no a los autores, y son otorgados por un periodo limitado de
tiempo. El impresor obtenía el derecho por la cesión del manuscrito, práctica
que se daba comúnmente por un contrato de compraventa; en ese sentido las
defensas por la perpetuidad de los privilegios estaban a favor del impresor
(molina, 1994: 119).
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abogado marion, representando los intereses de dos libreros de París, alegó
que la creación establecía un derecho al autor, que comprendía su derecho a
ser retribuido por la publicación de su obra. En España las reflexiones de
martín Sarmiento escritas en 1743 abogaban por que se concedieran
privilegios que duraran el tiempo que tomara vender todos los ejemplares de la
obra, transformando sustancialmente el periodo de diez años que era
concedido en la época (martín, 2000: 114).
La concesión del privilegio al autor es con la finalidad administrativa de
endilgarle responsabilidad por lo publicado. Aún así, subsisten y concurren
múltiples funciones en el uso del privilegio, desde una perspectiva de
sociología textual: en la página de presentación de la obra y en la forma
espacial y visual como se articulan los diferentes componentes del libro se
presentan diversas realidades; así, en el privilegio de impresión se encuentra la
“afirmación de la paternidad literaria del autor” (Chartier, 1994: 75).
GRAN BRETAÑA
El Estatuto de la Reina Ana de 1710 crea en Inglaterra un régimen subjetivo de
protección que produce la desaparición del régimen de privilegios a las obras;
en Francia sólo con la legislación posrevolucionaria se crea el derecho
patrimonial de autor sobre la obra. Mientras la legislación inglesa y la
estadounidense de 1789 se enfocan en “la necesidad de reglamentar la
competencia entre los Publisher” (de Sanctis, 1974: 206), la legislación
francesa se enfoca en el autor, lo que es evidente en el plazo de protección,
que tiene en cuenta la vida del autor. En el sistema anglo, la protección
comenzaba con la publicación.
2
Con la legislación de 1710 se destruye el monopolio de la Stationer´s
Company, ante lo cual “sus abogados inventaron la figura del autor propietario
de su obra; alegaban que su derecho era imprescriptible, por haber recibido del
autor la cesión de una propiedad entera e infinita sobre la obra” (Chartier, 1999:
70). Lo que se plantea es una propiedad no sobre el objeto tangible, manuscrito
o libro, sino sobre la obra inmaterial, propiedad independiente de cualquier
modalidad de reproducción. Blackstone, abogado de los editores londinenses,
lo expresaría así: “La identidad de una composición literaria reside enteramente
en el sentimiento y el lenguaje; las mismas concepciones, vestidas con las
mismas palabras, constituyen necesariamente una misma composición; y sea
cual fuere la modalidad escogida para transmitir semejante composición a la
oreja o al ojo, mediante la recitación, la escritura o el impreso, cualquiera que
sea la cantidad de sus ejemplares o en cualquier momento que sea, siempre es
la misma obra del autor la que así es transmitida; y nadie puede tener el
derecho de transmitirla o transferirla sin su consentimiento, ya sea tácito o
expresamente otorgado” (citado por Chartier, 2006: 237). Los editores
londinenses atacan el estatuto de 1710 que permite una sola renovación por 14
años4, y que además permite al autor entrar a competir con el librero, pero aun
así, en los análisis que realiza mark Rose sobre la Inglaterra del siglo xviii: “The
Author of any Book or Books already Composed and not Printed and Published,
or that shall hereafter be Composed, and his Assignee, or Assigns, shall have
the sole Liberty of Printing and Reprinting such Book and Books for the Term of
fourteen Years, to Commence from the Day of the First Publishing the same,
and no longer”: Statute of Anne, United Kingdom, 1710. y la figura del autor,
concluye que la idea de un autor propietario está basada en un interés de
mercado de los editores londinenses, en contra de los editores de provincia,
que basaban su negocio en las ediciones que realizaban de las obras que
perdían los derechos, especialmente en Irlanda y Escocia (Chartier, 1999: 70).
b. francia
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1994: 128). Lo anterior, inscrito dentro de una corriente filosófica individualista.
Unos de los centros de discusión que se van a generar es el del monopolio de
las ideas; los que defienden la propiedad literaria resaltan que se protege la
forma, la originalidad es lo que fundamenta la protección, se genera un
equilibrio: ideas comunes, formas privadas.
La propiedad literaria surge para defender los privilegios de los libreros, “fueron
los libreros quienes inventaron al autor como propietario de su obra” (Chartier,
1999: 69). Esta concepción ataca el sistema que permitía al monarca la
revocación de los privilegios y la revocación de la perpetuidad (renovaciones
indefinidas) de éstos.
La decisión del Consejo Francés de 1777, bajo el fundamento de una “gracia”,
permite al autor solicitar un privilegio a perpetuidad, “para él y sus herederos”,
ésta fundamenta una posición que involucra un reconocimiento a la labor del
escritor como un trabajo: “S. M. ha reconocido que el privilegio de librería es
una gracia fundada en justicia que tiene por objeto, si es otorgada al autor,
recompensar su trabajo; si es obtenida por un librero, asegurarle el reembolso
de sus adelantos y la indemnización de sus gastos; que esa diferencia en los
motivos que determinan los privilegios debe producir una en su duración”
(Chartier, 1994: 67). Cuando los autores cedían sus derechos a los editores o
se concedían los privilegios primigeniamente a editores, estaban limitados a la
vida del autor. Luego de estos decretos se aviva la discusión sobre el tema, en
especial por escritos a favor de los derechos de los autores, que eran
publicados por los editores para proteger sus intereses. En Francia, diderot
ataca la posibilidad de restringir la renovación de los privilegios, intenta igualar
el privilegio con un derecho de propiedad, concedido no por gracia del monarca
sino como un fruto del trabajo. Bajo la decisión de 1777, los requisitos para la
efectividad del privilegio eran: “depósito de ejemplares en las bibliotecas
nacionales, inserción del texto del privilegio en cada ejemplar impreso e
inscripción de los ejemplares en el registro de la corporación de editores”
(Ginsburg, 1991: 136).
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ETAPAS DE EVOLUCION DE LOS DERECHOS DE AUTOR
Luego de la invención de la imprenta, y con el posterior y lento surgimiento de
un mercado editorial, se presentan dos fenómenos particulares que van a ser
de suma importancia para la consideración legal y filosófica de la existencia del
derecho de autor: 1. la creación de un autor o un individuo creador, que parte
de una filosofía individualista; 2. el desarrollo de tecnologías para la transmisión
y reproducción de la información.
A mediados del siglo xvii, con la centralización de los impresores franceses en
París y la perpetuación de los privilegios, se generaron monopolios que
tuvieron como efecto el nacimiento de un mercado de ediciones piratas. El
carácter internacional de este fenómeno se da por cuanto el privilegio de
impresión sólo tiene un efecto en el territorio en el que es concedido; la
introducción de las ediciones extranjeras está prohibida, por lo que se realizan
de forma ilegal. Los mayores piratas del siglo xvii son los Elzevir de
Ámsterdam, y los principales editores piratas se encuentran “en las Provincias
Unidas (Holanda y los Países Bajos actuales), los principados alemanes y las
ciudades de Suiza” (Chartier, 2000: 41). A finales del siglo xviii, filósofos y
autores alemanes como Fichte y Kant abogan por un derecho que evite esta
situación. “Que de aquí adelante no se conceda á nadie privilegio exclusivo
para imprimir ningún libro, sino al mismo autor que lo haya compuesto.”
La publicación de una obra pone en juego el honor y la reputación del autor,
bienes e intereses de la persona que resultan de extrema importancia para el
individuo; de esta manera, aunque se cedan los derechos para la publicación,
la personalidad del autor continúa en juego, por lo que se empieza a pensar de
forma sistemática en establecer que los derechos morales sean inalienables.
La dogmática jurídica que se empieza a construir, de lo que sería el derecho de
autor, busca que el autor pueda controlar el uso de la obra aun en
circunstancias donde no se le produzca un daño patrimonial, es decir, el control
en la esfera personal (molina, 1994: 158).
Empieza a surgir la idea del autor soberano frente a su obra. En los escritos del
filósofo alemán Johann Gottlieb Fichte a finales del siglo xviii, se diferencia
entre contrato de edición y contrato de venta (pfister, 2005: 170), reconociendo
un derecho moral; así, el editor se asemeja a un usufructuario y en ningún caso
puede realizar modificaciones; el editor sólo tiene el uso correspondiente a la
reproducción de la obra.
Los filósofos alemanes del siglo xviii, en especial Kant, defienden una teoría
que hace de la forma expresión individual y original. Se separa la materialidad
del objeto y el discurso8. En Kant, se alude a un derecho natural, que surge sin
necesidad del privilegio legal, al usar la expresión de derecho personal para
referirse al derecho del autor sobre su obra, ubicando esta protección en los
derechos de la personalidad y dentro del derecho privado (molina, 1994: 162-
164).
Fichte, también abogando por la propiedad literaria, expresaba que “cada uno
tiene su propio curso de ideas, su manera particular de formarse conceptos y
relacionarlos unos con otros. Como las ideas puras sin imágenes sensibles no
solamente no se dejan pensar, tanto menos presentar a otros, es muy
necesario que todo escritor dé a sus pensamientos cierta forma, y no puede
darles ninguna otra que la suya propia, porque no tiene otras”; así, “nadie
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puede apropiarse de sus pensamientos sin cambiar su forma. Por lo cual, ésta
será para siempre su propiedad exclusiva” (citado por Chartier, 2006: 237).
Fichte expresa de forma sistemática el contenido del derecho de autor (un poco
antes ya lo había hecho Kant), escindiendo en tres elementos los derechos
alrededor de un libro: 1. el derecho de propiedad sobre el objeto físico; 2. las
ideas contenidas en el libro, las cuales una vez hechas públicas, son del autor
y del público que las recibe; “resulta entonces que el pensamiento ajeno se
asimila siempre bajo
“El libro es, de una parte, una producción artificial (opus mechanicum)que
puede ser imitada (por quien se encuentra en posesión legítima de un ejemplar
de la misma) y por lo tanto se está frente a un derecho real; de otra parte, aún
cuando el libro es también mero discurso del editor ante el público, éste no está
autorizado para expresarlo públicamente sin haber recibido permiso previo por
parte del autor (praestatio operae) de ahí que sea también un derecho
personal; y se incurre, por tanto, en un error cuando se confunden ambos
aspectos” Immanuel Kant. Werke: Schriften zur Ethik und Religionsphilosophie,
Zweiter Teil, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, Sonderausgabe,
Band 7, Seiten 404-405 (traducción de Ana maría montoya, profesora de
filosofía del derecho, Universidad Externado de Colombia).
forma distinta a como ha sido emitido”; 3. la forma concreta como se
manifiestan las ideas, es decir, la expresión original, que son de propiedad
exclusiva del autor (molina, 1994: 154-155).
Hegel, siguiendo los planteamientos de Fichte, considera que existe
independencia de derechos entre el objeto y la obra intelectual, por lo tanto la
enajenación del objeto físico no implica la enajenación del derecho sobre la
obra intelectual (molina, 1994: 156-157).
En el siglo xix se fortalece la idea que viene desde el siglo xviii, de que la obra
es parte del autor, que consiste en “la propiedad más personal”, de tal forma
que las ideas de Kant sólo fueron asumidas en la discusión jurídica a mediados
del siglo xix (martín, 2000: 121). Esta posición responde como reacción a la
teoría contractual, con una consecuencia práctica bastante clara: “Al contrario
de lo que pretenden los partidarios del contrato social, no es la publicación de
la obra sino su creación lo que es la fuente del derecho privativo del autor”
(pfister, 2005: 158). La fundamentación filosófica de Fichte y Kant en la cual el
objeto de protección legal es inmaterial, es recibida de forma temprana en el
siglo xix en la teoría jurídica dogmática, y hace carrera en la doctrina alemana
del siglo xix, pero sólo es reflejada en normas a finales del siglo (molina, 1994:
157).vii. la abolición de los privilegios y las primeras normas de propiedad
literaria y artística
El concepto de propiedad literaria se conformó a través de discusiones
realizadas desde finales del siglo xviii y en el siglo xix, que abordaron asuntos
económicos, estéticos, políticos y principalmente jurídicos. El deseo jurídico de
generar una ruptura con el sistema de privilegios hizo que la protección a las
obras literarias y artísticas se diera bajo el concepto de propiedad, usado para
los bienes tangibles, pero definitivamente con un contenido diferente, como se
hace evidente con la limitación temporal del derecho, punto que va a generar
fuertes discusiones en la segunda mitad del siglo xix.
Se empieza a perfilar así una modificación sustancial en la ubicación dentro de
la sistemática jurídica, se empieza a trasladar los privilegios como mecanismo
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administrativo, a un modelo de propiedad literaria del derecho privado (molina,
1994: 135). Como afirma de Sanctis, la creación de la categoría jurídica de la
propiedad literaria y artística generará una autonomía de la protección de los
bienes inmateriales, con uno de los efectos más importantes e interesantes: el
traslado de un sistema de privilegios que podemos ubicar en el derecho
administrativo, hacia una institución del derecho civil, así: “La autonomía del
derecho de autor en aquella época se afirmó no sólo en el sentido de que logró
su integración como una disciplina específica y unitaria desprendida como una
rama del derecho privado sino, asimismo, por el hecho de que proporcionó
ciertas normas al derecho penal y administrativo” (de Sanctis, 1974: 220).
Serios problemas enfrentaron la noción de propiedad sobre las creaciones
intelectuales, ya que la doctrina del derecho civil en un principio planteaba que
la propiedad sólo es aplicable a cosas materiales. La teoría de la propiedad
literaria o sobre bienes inmateriales se puede justificar desde la filosofía
iusnaturalista, especialmente con las ideas de John locke, que comprenden en
la propiedad un sentido objetivo que implica las cosas apropiadas y el
subjetivo, que es el dominio (pfister, 2005: 124).
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es el fundamento de la propiedad (Ginsburg, 1991: 144). En ese sentido,
Ginsburg señala que la diferencia entre el origen del sistema del copyright, de
tradición anglosajona, y el sistema de propiedad literaria que reemplazó a los
privilegios en la Europa continental, tiene unas fundamentaciones similares: por
un lado un sentido individualista de protección al autor y por otro un sentido
utilitarista de beneficio social, ante lo cual la diferencia de ambos sistemas en
sus orígenes es mínima. Una de las principales diferencias es la duración de la
protección, que en la primera legislación de copyright será de 14 años luego de
la publicación, mientras que en la francesa de 1791, que rompe el modelo de
privilegios, se instaura una duración de protección de la vida del autor y
algunos años más.
Por ser de gran interés, observemos dos citas de los antecedentes
estadounidenses que refiere Ginsburg para demostrar su tesis. La primera es
una carta de profesores de Princeton y Pensilvania que en el caso de N.
Webster, autor de obras educativas, dirían:
Toda tentativa de ese género merece sin duda alguna el aliento del público; ya
que gracias a tales tentativas se perfecciona la instrucción poco a poco en cada
país y que los elementos del saber se hacen más fáciles de adquirir. Los
hombres con interés y talento, sea cual sea su carácter, tienen derecho a la
propiedad de sus producciones; y se estimula la invención y el
perfeccionamiento garantizándoles esa propiedad mediante determinadas
leyes, como se ha hecho en los países europeos con beneficio y éxito. Y mi
opinión es que reconocer, en virtud de una ley, el derecho exclusivo a publicar
y vender tales obras a los autores de estas no puede tener ninguna
consecuencia nefasta para el Estado, y puede serle favorable (cit. de N.
Webster. A Collection of Papers on Political, Literary and Moral Subjects,
Nueva York, 1843 [Ginsburg, 1991: 144]).
La siguiente cita la trae del preámbulo de legislaciones estatales que
anteceden a la legislación francesa y que recalcan la primacía del autor, como
la de Massachusetts de 1783: Considerando que el principal estímulo que
pueden tener tales personas para realizar grandes y benéficos esfuerzos de
ese género debe residir en el reconocimiento legal a ellas de los frutos de sus
estudios y de su interés; y que tal reconocimiento constituye uno de los
derechos naturales del hombre, ya que ninguna propiedad pertenece más
legítimamente al hombre que la que es el fruto del trabajo de su ingenio […]
(Ginsburg, 1991: 146).
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creadores de obras literarias y artísticas. Pero el desarrollo legal de esos
derechos en la primera mitad del siglo xix sólo se dio en Colombia, Chile,
Venezuela, Perú y México.
Las condiciones históricas propias de Latinoamérica no encajaban en las
circunstancias que hicieron posible las transformaciones jurídicas del modelo
de privilegios a uno de propiedad literaria en Europa. Los regímenes jurídicos
se adaptaron a las realidades propias de las nacientes repúblicas y en especial
a los diversos proyectos filosóficos y jurídicos para la construcción de un
modelo de estado y nación.
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culturales, durante el periodo de 1840 a 1886 habían realizado entre sí tratados
de propiedad literaria, que se relacionan así: España y Francia realizaron
tratados en 1853 y 1880, Francia y Gran Bretaña, en 1851 y 1875; y España y
Gran Bretaña, en 1857 y 1880. Francia fue el país que más tratados realizó
durante este periodo, y el que realizó los primeros tratados bilaterales con
repúblicas latinoamericanas y con países europeos con la finalidad de proteger
intereses relacionados con estas repúblicas.
a. los tratados bilaterales entre España y Francia y el mercado pirata con
destino a Latinoamérica
De tal forma que los primeros tratados entre España y Francia tienen como
telón de fondo las tensiones que predominan en los intereses poscoloniales
relacionados con la hegemonía cultural, política y económica sobre las
repúblicas recién creadas en América.
A continuación, se usa la información de las investigaciones de pura
Fernández, investigadora científica del Instituto de Lengua, Literatura y
Antropología del csic de España, quien ha realizado estudios doctorales y
posdoctorales alrededor de la literatura y la edición. Dos artículos resultados de
sus investigaciones, publicados en 1998, permiten comprender el papel de
Latinoamérica en la geopolítica del conocimiento, en particular de la propiedad
literaria y artística a mediados del siglo xix; en especial en la confección de
tratados internacionales entre países europeos cuyo principal objeto es la
disputa por el mercado latinoamericano.
Luego de la constitución de las repúblicas americanas se inicia un proceso de
“internacionalización del mercado editorial” dentro del siguiente contexto: 1.
explosión demográfica; 2. desarrollo de medios de transporte y sistema postal;
3. crecimiento urbano; 4. planes de alfabetización; 5. reducción de costos en la
producción editorial; y 6. libertad de imprenta.
Desde el siglo XVIII, Francia había consolidado una posición dominante en el
mercado editorial europeo, coadyuvada por impresiones piratas y por la
circulación clandestina de impresos. Durante el siglo xix, Francia desarrolla un
mercado editorial que abastece en gran parte la demanda de libros de
Hispanoamérica y de España. En la segunda mitad del siglo xix, Francia había
generado una red comercial y de circulación de libros más grande que España
en Latinoamérica, y sólo en los inicios del siglo xx algunas casas editoriales
españolas expanden el comercio con América Latina.
La independencia de las colonias españolas promueve el deseo de hegemonía
política y comercial sobre estos territorios por parte de Inglaterra, Estados
Unidos, Francia y España. Este último país, antigua metrópoli, tiene la
desventaja de sufrir la animadversión por parte de las elites americanas
durante el periodo siguiente a las independencias; las repúblicas intentan
construir su propia literatura y es en Francia donde se van concentrar las
relaciones culturales, intelectuales y políticas entre Europa y las nuevas
repúblicas, en rechazo a España y a Estados Unidos de América. Tanto así,
que la construcción conceptual de Latinoamérica se efectúa en la segunda
mitad del siglo xix, por intelectuales americanos radicados en París,
especialmente por el colombiano José maría Torres Caicedo, quien, además,
luego sería uno de los principales promotores de la creación de un sistema
universal de derechos de autor, y quien exponía claramente la posición cultural
en el concepto de Latinoamérica cuando en 1856 escribiera en Venecia Las
dos Américas, donde se destacan estos versos:
2
La raza de la América latina al frente tiene la sajona raza, enemiga mortal que
ya amenaza.
La creación de un mercado lector en las repúblicas americanas y la mayor
demanda de impresos fue un negocio altamente rentable para Francia y
constituyó además una forma de colonización cultural que estaba siendo
disputada esencialmente con Inglaterra, Estados Unidos y España. La escasa
producción editorial americana, por el reducido número de imprentas y los altos
costos de producción, produjo una gran demanda de importaciones de libros de
Gran Bretaña, Francia y España. En las primeras décadas de la Independencia
se incrementó el número de las ediciones británicas de textos en español de la
imprenta de Rudolph Ackermann con destino a Latinoamérica (Roldán, 2003).
Múltiples editoriales en Francia tuvieron como eje la edición en español, de las
cuales se destacan: Garnier Fréres, Éditions Bouret, Rosa y Bouret, Mézin,
Baudry, Bélin, Colin, Roger y Chernoviz, Éditions Privat y Éditions Ollendorf,
que tuvieron en el mercado hispanoamericano su principal cliente. Así,
Hispanoamérica se convierte en el segundo mercado editorial de Francia: para
mediados de 1850 representa el 26,89 por ciento de las exportaciones
registradas legalmente, con lo que se logra la consolidación editorial hispana
en Francia.
El mercado editorial de Francia hacia Latinoamérica fue en gran medida de
ediciones piratas. Tanto los editores ingleses como los españoles sufrían los
perjuicios de los impresores franceses. En 1826, el editor inglés Ackermann
publicaba la siguiente nota al final de una de sus ediciones:
El editor de esta obra ha sabido que se están imprimiendo en Francia todas las
que ha publicado en lengua Castellana, con el designio de introducirlas en
América, y venderlas á precios más cómodos, como es fácil hacerlo cuando no
hay que pagar los originales. Los Congresos de las Repúblicas Americanas le
han asegurado la propiedad literaria, y es de esperar que el público justo é
ilustrado de aquellos países la confirme, rehusando todo estímulo y favor á una
violación tan escandalosa de un derecho sagrado. El Editor ha tomado la
precaución de comunicar su catálogo á las oficinas de las Aduanas, á fin de
que se impida la entrada de estas ediciones ilegales (Saverio, 1826: 450).
El informe confidencial del 6 de septiembre de 1851 por el comisario inspector
de la librería francesa establece que múltiples editores franceses están
dedicados al tráfico ilegal de impresos en castellano con destino a
Latinoamérica, en particular las editoriales Baudry, Bélin, Garnier Fréres,
Mézin, Rosa et Bouret, Lepreieur et Morizot y Chaumas de Bordeaux. Se
afirma en dicho informe que “des livres anciennes et quelques productions d
´auteurs modernes que des éditeurs francaises contrefont pour les exporter
Dans l´Amérique du Sud”; de acuerdo con las investigaciones de pura
Fernández, el gobierno francés protegió a sus editores piratas.
Las editoriales francesas realizaban impresiones piratas tanto en Francia como
en otros países europeos donde se les facilitaba, por la flexibilidad normativa,
editar sin mayores riesgos. Así, “Bélgica, beneficiada por el régimen de libertad
de imprenta establecido por Guillermo I y por sus competitivos costes de
impresión, se convirtió en el paraíso de las publicaciones clandestinas”; las
leyes belgas de 1841 y 1842 intentaron frenar esa situación. La editorial de
Charles Bouret, especializada en libros en castellano, tuvo imprenta en Bélgica;
Rosa y Bouret, que instaló una oficina en México, controló en gran parte el
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mercado editorial de dicho país. Otros editores, como los Garnier, se
enriquecieron en parte gracias a la piratería (Fernández, 1998: 174).
El tratado bilateral de protección de obras literarias entre España y Francia
estuvo precedido de litigios entre los autores españoles y las editoriales
francesas. El affaire Escriche fue un espinoso y resonado caso, donde la viuda
del abogado español Joaquín Escriche demanda a editores franceses por la
impresión y circulación ilegal del Manual del abogado y el Diccionario razonado
de legislación civil, penal y comercial, los cuales se enviaron a América10. El
diccionario fue reimpreso ilegalmente en 1848 con el título de Ciencia de
legislación, y enviado esencialmente a México y Perú (Fernández, 1998: 176).
Un informe de 1860 señala que el tratado entre España y Francia redujo el
número de obras francesas editadas sin autorización, mas no las españolas
editadas en Francia. El mercado hispanoamericano es fuente de gran interés
para los tratados internacionales entre España y Francia (Fernández, 1998:
206). Se expone en 1861 al ministro del Interior francés el affaire Ballesteros,
donde se indica la preocupación de los autores españoles por las ediciones
fraudulentas francesas “que inundan el mercado de las antiguas colonias
españolas de América” generando daños patrimoniales y morales en tanto que
se alteran los textos originales (Fernández, 1998: 206).
Otro pleito importante, con repercusiones en la industria editorial francesa, es el
del autor ollendorff, quien denuncia a “Rosa-Bouret Libraire Espagnole” por la
edición de un manual compuesto por él, para el aprendizaje de diversos
idiomas,
10. En la biblioteca nacional de Chile se encuentra un ejemplar del diccionario
de Escriche, complementado con notas sobre la legislación en los diferentes
ramos del derecho patrio de Chile, Bolivia, Perú, Nueva Granada, la República
Argentina y el estado Oriental del Uruguay, las adiciones son realizadas por el
licenciado Juan Rodríguez de San miguel. En el pie de imprenta aparece el
libro editado en Valparaíso por Imprenta del Mercurio, 1845. El título completo
del libro es Diccionario razonado de legislación civil, penal, comercial y forense,
o sea resumen de las leyes, usos prácticos, costumbres y doctrinas dispuesto
por orden alfabético de materias, con la explicación de los términos del
derecho, por Joaquín Escriche. No sabemos si esta edición contó con la
autorización del autor, lo que es poco probable y que había sido traducido sin
su autorización por Eduardo Benot, e impreso en diferentes ediciones, en miles
de ejemplares, con pies de imprenta falsos, sin menciones de editor, y otros
anónimos, cuyo destino era América. Por esta razón el editor Bouret no pudo
instalarse en Madrid (Fernández, 1998: 176-177).
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la obra, generada más por una preocupación mercantil, pero sin lugar a dudas
resultado también de las preocupaciones de los autores por la integridad de
sus obras, como manifestaba Juan Valera: “[…] contribuiría al esplendor y
difusión de nuestra literatura y anularía y sepultaría para siempre en el olvido
las malas y groseras ediciones que salen de las prensas […]”. Además, el
control policivo administrativo, de la responsabilidad por lo impreso, hacía que
la omisión de la publicación del pie de imprenta fuera punible tanto en España
como en Francia (Fernández, 1998: 173).
El tratado de 1853 se ratifica de nuevo el 23 de julio de 1880, estableciendo
una extensión en los derechos de acuerdo con la legislación francesa de 1866
(cincuenta años post mortem).
b. el convenio de berna y el sistema multilateral de protección de obras
literarias y artísticas
La insuficiencia de los tratados bilaterales para la protección efectiva a nivel
internacional de las obras del espíritu encaminó los esfuerzos de los juristas,
literatos y editores a plantear la discusión de un sistema multilateral de
protección, lo que implicaba también el debate sobre el contenido mismo de la
propiedad literaria y el régimen internacional que se debería adoptar.
Con los congresos literarios y artísticos organizados en Bélgica en 1858, 1861
y 1877 se realizarían las primeras reuniones internacionales donde se
plantearían los modelos de una convención internacional de propiedad literaria
y artística. En especial, los resultados del congreso de Bruselas de 1858
constituirían el lugar de referencia más importante para los posteriores
encuentros donde se continuó con los debates sobre el contenido y alcance de
un modelo internacional de propiedad literaria. Dentro de los objetivos del
congreso de Bruselas se destaca: establecer principios universales de
protección, es decir las normas esenciales que debería contener una ley
universal de propiedad intelectual; otro objetivo importante fue el de “la
eliminación de las barreras aduaneras y fiscales, que dificultaran la circulación
de las obras intelectuales” (Cavalli, 2006: 111). Se destaca dentro de las
discusiones que se presentaron, que si bien un grupo de los participantes
estaba a favor de la perpetuidad del derecho, asimilándolo a un derecho de
propiedad, el congreso resuelve que se debe establecer una propiedad literaria
limitada en el tiempo, tomando como base la vida del autor o el acto de
publicación como en el caso de las obras anónimas.
El paso decisivo que precipitó la cristalización de más de medio siglo de
discusiones internacionales, en la formación de un convenio multilateral de
protección a las obras literarias y científicas, fue la creación de la Asociación
Literaria Internacional (ali). Fundada formalmente en 1880 por el diplomático
colombiano José maría Torres Caicedo y por los literatos franceses pierre
Zaccone y Jules lermina, bajo la autorización del Ministerio del Interior francés
del 3 de marzo de ese año, la ali tuvo como objetivo número uno la defensa del
principio de la propiedad literaria.
La fundación de la ali, que desde 1884 se llamaría Asociación Literaria y
Artística Internacional (alai), fue el resultado del congreso literario internacional
celebrado en 1878 en París bajo la presidencia de honor de Victor Hugo, en el
marco de la Exposición Universal. Dicho congreso fue convocado por la
Sociedad de Gentes de Letras de Francia (sgdl) con el propósito de debatir y
plantear un sistema internacional de propiedad literaria.
2
Para esta época, la labor creativa de un autor había pasado de la noción del
Ancien Régime de ser una actividad desinteresada, a aceptarse con toda
devoción que el trabajo intelectual, como acto de justicia, merecía ser
remunerado; así lo explicitaba la Sociedad de Gentes de Letras en su crónica
de abril de 1878, al referirse a la organización del congreso de París: Yo sé que
se nos va a reprochar de preocuparnos especialmente por el dinero en
nuestras cuentas, en lo que en definitiva es la vida misma de nuestra Sociedad
y de nuestros asociados. ¿Qué podemos hacer? Nosotros queremos ser libres,
y para serlo debemos ser independientes. Ya no hay más mecenas para las
letras, además, todo mecenas es un jefe y para hacerse respetar hoy en día
debemos poder vivir de nuestro instrumento de trabajo [citado por Cavalli,
2006: 138].
2
diplomáticos de Chile (Alberto Blest Gana), Uruguay (Juan díaz) y el ministro
plenipotenciario de la República de El Salvador, el colombiano Torres Caicedo.
Además de estos latinoamericanos, participó el profesor de la Universidad de
Lima oswaldo Ygazza.
El congreso literario de 1878 crea un comité de honor compuesto por 12
personas; entre otros se encontraban Victor Hugo, J. M. Torres Caicedo, Jules
Simon y Emilio Castelar. El 21 de diciembre de 1878, en la sesión de la ali se
designa a una comisión integrada por dos miembros del comité de honor, José
da Silva mendes y José maría Torres Caicedo, y por tres miembros del comité
ejecutivo para visitar a Victor Hugo, presidente de honor de la asociación, para
informar formalmente del inicio de sus actividades, la publicación del boletín de
la ali, y enseguida se dio paso a la organización del congreso literario de
Londres del año 1879.
El tema principal del congreso de 1879 sería la discusión sobre el derecho de
traducción y de adaptación. En esta oportunidad Torres Caicedo “qui, de ce
jour, devint le plus fervent appui d l´Association qu´il présida pendant plusieurs
années” (lermina, 1889: 14) presentó un estudio sobre la literatura de América
Latina, el cual se divide en ocho partes, y donde ubica en el plano internacional
a la América Latina como una construcción histórica con identidad propia, con
una literatura en gestación. La primera parte describe los adelantos y
desarrollos por los cuales los Estados Unidos de América, o, en palabras de
Torres Caicedo, la “América anglo sajona”, es admirada a nivel internacional.
En contraposición muestra los maltratos que se hacen a la idea que se tiene de
la América Latina, y señala sus riquezas geográficas y biológicas.
Torres Caicedo hace referencia a los avances políticos de los países
latinoamericanos, las libertades que se han consagrado, los derechos y
sistemas políticos de estirpe liberal que se han establecido en estos países. Y
enfatiza en la ventaja de los elementos comunes a estos países: forma de
gobierno, lengua, culto. Señala los progresos de estos pueblos, el crecimiento
demográfico, destacando que en Chile se consagra una suma
proporcionalmente superior a la de Francia para la educación. Observa que en
Europa se denigra y difama de la América Latina; de forma aguzada dice: “Si
un latino-americano ignora el nombre de un condado de Inglaterra o el de uno
de los departamentos de Francia; si no conoce las proezas de tal o cual
hombre de Estado, de tal o cual actor célebre […] entonces se le llama en
seguida salvaje. Por el contrario, parece muy natural que se ignore en Europa
que en nuestra rica y fecunda América hay gentes que saben pensar y escribir,
que piensan con acierto y luchan por la verdad”. Indica cómo nuestro proceso y
nuestras revoluciones son tan normales como las de Europa.
El congreso literario era el lugar para divulgar la literatura y la existencia de
unos autores latinoamericanos. Torres Caicedo indica que “esos
revolucionarios en estado crónico” tienen una literatura y literatos. Divide la
literatura latinoamericana en tres periodos y en cada una indica los exponentes
más representativos y las características de cada uno: la del régimen colonial,
la de duración de la guerra de la independencia, desde el fin de la guerra de la
independencia hasta sus días (1879). Defiende la existencia de una literatura
latinoamericana, concediendo que existen algunos autores originales y otros
imitadores.
La cuarta parte se enfoca en la originalidad, señalando cómo se debe
aprovechar el recorrido de la literatura europea. Dice Torres que “nuestra
2
literatura es original en cuanto a la descripción de los objetos, imitativa en todo
lo demás”. Indica cómo la imitación ha sido una constante en el progreso de las
letras. Explora el futuro de la literatura latinoamericana y señala las
características que debe tener, propone que debe ser democrática en el
sentido de tener como tema “al hombre, la sociedad, la humanidad, Dios”, y la
contrasta con la que denomina “literatura aristocrática”.
Torres Caicedo señala los progresos tecnológicos del hombre en transporte,
salud y telecomunicaciones, para luego sentenciar que el papel que está
llamada a desempeñar la literatura latinoamericana es el de impulsar el
progreso de la humanidad. Enumera una cantidad representativa de autores
latinoamericanos y narra brevemente algunas biografías: Andrés Bello, José
Joaquín olmedo, Heredia, Zea, entre otros. También dedica un apartado de su
exposición a la prensa periódica, hace una lista de autores (poetas y literatos)
de diferentes países de América Latina y aborda la solución de diferentes
interrogantes alrededor del periodismo y de las publicaciones periódicas: ¿Cuál
es el rol del periodismo en la América Latina? ¿Cuál es la situación de los
periodistas? ¿Cuál es la influencia que ejercen? Afirma Torres que en América
Latina la prensa es un sacerdocio. Exalta cómo los periódicos de América
Latina no son observados como negocios, no son rentables, y cómo la
remuneración del periodismo en América Latina es insignificante; solamente en
casos de gran prestigio y talento literario los escritores reciben un buen salario.
Caracteriza a la prensa latinoamericana como un espacio de discusión literaria
y científica.
2
estos tratados y de empezar a organizar las reuniones para un convenio
multilateral de propiedad literaria.
Del reporte de los trabajos de las sesiones de 1879-1880 elaborado por Jules
lermina se señala la conformación de grupos nacionales de alai. Se crean los
dos primeros comités nacionales: el alemán, que funciona en Berlín bajo el
impulso del Dr. loewenthal, y el comité colombiano, con sede en Bogotá, bajo la
presidencia de Rafael núñez, presidente de Colombia. Una de las principales
actividades de estos comités es la consecución de la firma de tratados
internacionales bilaterales y acelerar el proceso diplomático que hiciera posible
una convención multilateral; así lo demuestra el hecho de que Colombia
empezara en el año de 1882 las negociaciones para su primer tratado de
propiedad literaria que sería firmado en 1885 y ratificado en 1886; Alemania, en
el transcurso de 1880 a 1885, firmaría cuatro tratados bilaterales para la
protección de obras literarias y artísticas, con Suiza (1881), Francia (1883),
Bélgica (1883) e Italia (1883).
Luego del congreso de Londres se realizaron congresos en Lisboa (1880),
Viena (1881) y Roma en 1882, donde paul Schmidt, representante de la
Asociación Alemana de Editores de Libros, propuso la creación de la Unión
Internacional para la Protección de los Derechos de los Autores.
Torres Caicedo, presidente perpetuo de la asociación, y que no había podido
asistir al congreso de Roma, es informado inmediatamente de la propuesta,
ante lo cual se pone en contacto con el gobierno federal suizo para emprender
las acciones diplomáticas necesarias para la realización de una unión de la
propiedad literaria, análoga a la unión monetaria y postal. Desde 1883 a cargo
del jurisconsulto suizo numa droz, se realizarían las conferencias de Berna
para la consolidación del convenio internacional.
Durante las diferentes conferencias de 1883, 1884, 1885 y 1886 en Berna se
discutieron de nuevo múltiples asuntos relacionados con la naturaleza de la
propiedad literaria y el sistema de protección a las obras literarias y artísticas.
La participación en dichas conferencias fue de muchos más países que las
actividades organizadas en los congresos de alai, pero en todo caso los
resultados finales adoptados en la convención diplomática de Berna el 6 de
septiembre de 1886 fueron firmados sólo por Alemania, Bélgica, España,
Francia, Gran Bretaña, Haití, Italia, Liberia, Suiza y Túnez. La agitación política
de El Salvador durante estos años, el derrocamiento presidencial de Rafael
Zaldívar hizo imposible que Torres Caicedo tuviera la autorización para la firma
del convenio como ministro plenipotenciario; aún así, como presidente de alai
realizó todas las gestiones preliminares que hicieron posible el convenio.
Los elementos esenciales del convenio son:
1. Conformación de la Unión para la Protección de Autores de obras
literarias y artísticas.
2. Reciprocidad de protección, condicionada al cumplimiento de las
formalidades requeridas en la legislación nacional donde se pretenda la
protección.
3. Se considera país de origen el lugar donde se publique por primera vez;
para las obras inéditas, el país de origen del autor.
4. Se podrá gozar del convenio sin importar la nacionalidad del autor.
5. Derechos mínimos, pero se establecen límites en la traducción,
representación y ejecución.
2
6. El derecho de traducción se protege por diez años luego de la
publicación del original.
7. Protección a todas las obras que no habían entrado al dominio público.
8. Aplicación extensiva del convenio a las colonias de los países de la
unión.
9. Se crea la Oficina de la Unión Internacional para la protección de obras
literarias y artísticas, bajo la administración de la Confederación Suiza.
10. Se establece el embargo de obras fraudulentas, como medidas de
frontera, al momento de la importación a un país de la Unión.
11. Protocolo anexo que establece protección de obras específicas:
fotografías, coreografía.
Luego del Convenio de Berna se presenta un fenómeno principal: se da la
uniformidad en las legislaciones nacionales y se establece como elemento
común el que la duración de la protección sería la vida del autor y unos años
más, dejando de lado un modelo de perpetuidad, que sólo sería adoptado por
Guatemala en 1879 y por Portugal en 1927.
TEORÍA DE LA PROPIEDAD
Esta teoría considera que el derecho de autor es equiparable al derecho real
que recae sobre cualquier bien corpóreo. En efecto, el autor ha desplegado un
arduo trabajo en la creación de su obra, lo que legitima la propiedad sobre la
misma. Este esfuerzo intelectual es tan valioso como cualquier otro que podría
realizar de manera física, de tal manera que materializada la obra, su creador
podrá disponer de esta como mejor considere. Sobre la obra no puede recaer
otro derecho más que el de la propiedad.
Desde la aparición de la imprenta es que se empieza a impulsar, por parte de
editores y autores, la necesidad de contar con la protección jurídica de sus
inversiones y creaciones, respectivamente. Será en la época de la Revolución
Francesa cuando la teoría de la propiedad llega a consagrarse, y las leyes que
se crearán no harán menos que reconocer la propiedad sobre las obras
literarias y artísticas. El ponente de la Ley de 1791, Le Chapelier, dirá: “La plus
sacrée, la plus légitime, la plus inattaquable, et, si je puis parler ainsi, la plus
personnelle de toutes les propriétés, est l'ouvrage, fruit de la pensée d'un
écrivain; cependant c'est une propriété d'un genre tout différent des autres
propriétés. La ley del 19 de julio de 1793 tuvo como relator a Lakanal quien
pronuncia: “De toutes les propriétés, la moins susceptible de contestation c'est
sans contredit celle des productions du génie ; et, si quelque chose doit
étonner, c'est qu'il ait fallu reconnaître cette propriété, assurer son libre exercice
par une loi positive”. Dicha ley regulará, por primera vez, los derechos de
propiedad literaria y artística que la abolición de los privilegios había dejado sin
protección (Chatain, 1880, p. 16). Se afirma que si hay una verdadera
propiedad para el hombre esta es la de su pensamiento, pero que es una
propiedad especial, distinta a las demás, que es justo que el autor pueda
beneficiarse de esta durante toda su vida y aún después de su muerte durante
cierto tiempo para luego cederla a la sociedad.
2
La campaña impulsora de estos reconocimientos legislativos estuvo
fuertemente influenciada por el pensamiento de Locke y de la Ilustración
respecto al derecho natural de propiedad. Aunado a ello, el derecho romano y
su tradicional clasificación de las cosas, guiaban el espíritu legislador de ese
entonces. De esta manera la propiedad brinda al problema de los derechos de
autor una solución lógica dentro del sistema normativo que se iba
construyendo.
Dentro de esta teoría podemos diferenciar dos posturas: las que alegarán que
sobre la obra recae un derecho de propiedad absoluto y por lo tanto sin
ninguna limitación, y las que entenderán que el derecho de propiedad no es
asimilable totalmente a las creaciones intelectuales las cuales no presentan
todas las características de esta, en consecuencia, la conciben como un
derecho de propiedad especial o sui generis.
2
Frente a la imposibilidad de asimilar totalmente el derecho autor al de la
propiedad, se opta por concebirla como un derecho de propiedad especial,
pues el fundamento que lo explica sigue siendo el mismo. Gustave Huard
explicando esta postura afirma lo siguiente:
La propiedad intelectual no es propiedad en el sentido estricto de la palabra, ni
un privilegio otorgado por el legislador, ni una forma particular de nuestra
libertad personal; Por tanto, es cierto que se trata de un derecho de carácter
especial. El error es clasificar bajo un nombre común la propiedad intelectual
con diferentes derechos, como la ley de marcas. Si el industrial y el
comerciante tienen derecho a apropiarse de signos que los distingan a los ojos
de la clientela, es porque sin esta facultad no podrían ejercer libremente su
industria; todo lo demás es la base de la propiedad intelectual. La clasificación
propuesta debe rechazarse porque crea una lamentable confusión. (1903, p.
34)
Gumersindo de Azcárate también nos dice:
Pero si no se puede negar que el fin que se toma en cuenta, al regular esta
relación, es de carácter económico (…) y, por otra parte, no nace este derecho
mientras no hay un objeto exterior material, sin el que aquél no existe, parece
evidente que es una relación de propiedad, aunque sea sui generis, y no puede
entrar por lo mismo en las antiguas formas históricas, lo cual nada tiene de
extraño (…). (1880, p. 320)
Las principales objeciones que se hacen a la Teoría de la Propiedad son las
siguientes:
– La propiedad es esencialmente perpetua, resultaría una
contradicción otorgarse un derecho de propiedad al autor y al mismo
tiempo declarar su temporalidad.
– Un derecho real recae sobre objetos corporales que se
caracterizan por su materialidad e impersonalidad, y la obra
intelectual no responde a esa naturaleza.
– Las formas de adquirir la propiedad común no pueden ser
aplicadas al derecho de autor que nace exclusivamente con la
creación de la obra.
– La disposición de un derecho real es absoluta, mientras que el
autor jamás se deslinda de su obra aunque por más que permita que
otros la exploten.
– Se busca definir el Derecho de autor desde un punto de vista del
aspecto económico utilitario, dejando de lado el aspecto moral y
personal de las creaciones.
2
característica que no tiene cabida en las creaciones intelectuales, y también
genera derechos distintos a los que generan las obras. Delia Lipszyc explica la
postura de Kohler en los siguientes términos:
(…) el dominio, en su construcción tradicional sólo puede referirse a las cosas
materiales, en tanto que el derecho del creador no es de esta clase: se trata de
un bien exclusivo sobre la obra considerada como un bien inmaterial,
económicamente valioso y, en consecuencia, de naturaleza distinta del derecho
de propiedad que se aplica a las cosas materiales. (Lipszyc, 2017)
2
En efecto, Picard añade una nueva categoría para englobar a los derechos
intelectuales, a la cual llama jura in re intellectuali, que abarcará los derechos
sobre las obras literarias, artísticas, científicas, marcas y patentes de invención.
Se trata de concepciones mentales cuya protección jurídica brinda un derecho
exclusivo a su titular durante un tiempo determinado, a cuyo vencimiento se
convierten en communia omnium, es decir cosas que no tienen dueño, sobre
las que todo el mundo tiene un derecho de uso. (Picard, 1921, p. 54)
TEORÍA DE LA COLECTIVIDAD
El principal exponente de esta teoría es Renouard, para quien la creación de
los autores no puede estar sujeta a una apropiación por parte de estos, pues
una vez que la obra es puesta al público el autor deja de tener la exclusividad
de la misma, en consecuencia el término propiedad intelectual no es acorde a
la naturaleza del derecho de autor. Sin embargo, es necesario reconocer y
proteger los intereses de los autores, y para ello se les debe otorgar el derecho
exclusivo de reproducción sobre sus creaciones, que en realidad resulta una
especie de “privilegio”. Para Renouard la obra es un escrito mediante el cual el
autor dirige las concepciones de su mente al público, es un servicio que hace a
favor de la comunidad comunicándole sus pensamientos, y por el cual es
recompensado con la protección de sus creaciones bajo determinadas
condiciones. (Renouard, 1838, p. 457)
Por su parte, Clemente Fernández Elías explicando las diversas posturas sobre
los derechos de autor, presenta esta teoría en los siguientes términos:
[…] los que sostienen la doctrina contraria, además de la idea que hemos
indicado de que cosas de tan valía no podían ser de propiedad particular, ni
dejar al arbitrio de algunas personas el que el mundo pudiere ó no
aprovecharse de ellas, dicen que las obras de la inteligencia, desde el
momento que se producen, mejor dicho, que se hacen públicas, se separan por
completo y en absoluto del autor; pierde éste sobre ellas su paternidad y sus
derechos; entran en una esfera más amplia y elevada; pertenecen á todos los
hombres y á todas las inteligencias, que puedan modificarlas ó aceptarlas.
(1880, p. 66)
Una postura extrema es representada por la opinión de Luis Blanc, quien citado
por Luis de Ansorena, la expresa en los siguientes términos:
2
No sólo es absurdo declarar al autor propietario de su obra, sino que también lo
es proponerle como recompensa una retribución material. Rousseau copiaba
música para atender á las necesidades de su vida y componía libros para
instruir á los hombres. Tal debía ser la existencia de todo hombre de letras
digno de este nombre. Si es rico, que se dedique al cultivo de su pensamiento,
tarea fácil para él; si es pobre, que sepa combinar con sus trabajos literarios el
ejercicio de una profesión que subvenga á sus necesidades. (Luis de
Ansorena, 1894, p. 6)
TEORÍA DE LA PERSONALIDAD
A diferencia de las teorías ya expuestas, la teoría de la personalidad centra su
atención en el aspecto moral del creador. Esto no quiere decir que esta teoría
sea la primera o única en reconocer este aspecto, nada menos cierto que eso,
sino que a diferencia de las demás, la consagra como el aspecto sustancial que
define el derecho de autor. Esta teoría tendrá como fundamentos los
postulados de Kant, para quien el derecho de autor es un derecho personal,
inalienable e intransferible, un jus personalissimum.
2
intelectual. Quien no crea una obra espiritual, sino que sólo la saca a
la luz, no adquiere un derecho de autor para sí mismo.
– Sólo el autor como dueño de su producto intelectual puede
gestionar y disponer de su creación, en ese sentido puede
desarrollarse al mismo tiempo un derecho de propiedad. Sin embargo
toda esta área de control responde a la naturaleza y núcleo personal
de este derecho.
– En la medida en que la obra es entregada al público, esta se
desprende de la persona del autor, cualquiera podrá disfrutar de la
obra, incluso podrá ser utilizada como fuente de inspiración creativa,
pero de ninguna manera se rompe el vínculo entre la obra y su autor.
Aun así, esta sigue siendo suya, una revelación de su mente, un
rasgo de su personalidad.
– Si bien el autor ha renunciado al dominio exclusivo de su
pensamiento y en cierta medida lo ha convertido en un bien común,
este no ha liberado su derecho para la explotación de la obra.
– Durante su vida, el autor puede ceder su derecho de publicación,
de ejecución, de reproducción, de traducción, etc. También puede
conceder a otra parte el pleno poder de disposición sobre la
publicación. Sin embargo, incluso entonces, el derecho de autor
creado por él, en la medida en que sigue existiendo como tal, sigue
estando arraigado en su persona, en cuanto a su sustancia, está
inseparablemente ligada a su creador. En efecto, incluso después de
su muerte, el derecho de autor, aunque se transmite íntegramente a
sus herederos, extrae existencia y vitalidad sólo de su personalidad.
Ahrens afirma que el trabajo espiritual es una íntima manifestación de la
personalidad, distinta a aquel que hace nacer la propiedad sobre bienes
materiales. La creación intelectual reflejada en un manuscrito casi sin valor,
nace con vocación a ser reproducida, y en ese sentido genera un derecho
exclusivo para tal efecto. Esto último es lo que se sostenido para considerar el
derecho de autor como una propiedad. Así, menciona:
2
Se reconocen los derechos morales, que tienen un carácter personalísimo (que
forman parte del autor) y son unos derechos irrenunciables e inalienables.
Tienen como finalidad proteger a la persona del autor a través de su obra. Los
derechos morales no se transmiten mortis causa, respecto a su ejercicio tras la
muerte del autor. Como en el caso de la irrenunciabilidad, no se puede
transmitir la titularidad del derecho moral, pero se pueden permitir, válidamente,
usos determinados que supongan su ejercicio por un tercero.
El derecho moral no protege a toda persona, sino solo a la del autor y lo hace a
través del producto de su creación, inherente a esta, que nace entre la persona
del autor y su obra. Su fin esencial es garantizar los intereses intelectuales del
propio autor.
En definitiva, los derechos morales son aquellos que no tienen nada que ver
con la explotación de la obra, es decir, el beneficio de la obra tras la
comercialización de la misma. Pertenecen al autor y son irrenunciables.
El derecho de divulgación
Según CASTELLOTE el autor tiene, de forma única y exclusiva, la facultad de
decidir la divulgación de la obra. Se trata de una facultad discrecional que el
autor puede o no ejercer, porque solo a él le corresponde determinar cuándo
una obra está lista para que el público la conozca.
Se entiende por divulgación de una obra toda expresión de la misma que, con
el consentimiento del autor, la haga accesible por primera vez al público en
cualquier forma; y por publicación, la divulgación que se realice mediante la
puesta a disposición del público de un número de ejemplares de la obra que
satisfaga razonablemente sus necesidades estimadas de acuerdo con la
naturaleza y finalidad de la misma.
2
Con anterioridad al ejercicio de este derecho, la obra forma parte de la esfera
íntima del autor y por tanto está excluida de toda explotación económica. Y es
cuando sale de esa esfera íntima cuando puede ser susceptible de
prerrogativas patrimoniales. Lo que no significa que la facultad de divulgación
tenga un carácter pecuniario; habrá que distinguir entre la divulgación que
forma parte de las facultades morales y la facultad de explotación económica
en que esa divulgación se materializa.
La divulgación requiere de una expresión o exteriorización, que se manifiesta
en la comunicación material y física de la obra al público. Pero no basta con la
comunicación a unas pocas personas, es necesario que la obra salga de la
esfera íntima del autor de verdad y que llegue al conocimiento del público en
general.
El ejercicio del derecho de divulgación es el presupuesto imprescindible para la
explotación de la obra. Una vez que se ha divulgado la obra por el autor solo
puede evitar el acceso del público mediante el ejercicio del derecho de retirada
de la obra. Como bien afirmas los autores PALAU MARTÍNEZ, F Y PALAO
MORENO el derecho de divulgación se encuentra limitado, que permite la
reproducción, distribución y comunicación pública de una obra con fines de
seguridad pública o para el correcto desarrollo del procedimiento
administrativo, judicial o parlamentario.
La doctrina ha discutido sobre cuándo se agota el derecho de divulgación. Para
algunos autores, la divulgación de una obra se produce una única vez con
independencia de la forma que se haga accesible al público, agotando el
derecho a la divulgación. En cambio, otros autores consideran que cabe hablar
de tantas divulgaciones cómo formas o modalidades diferentes de explotación
existen; ello supone que el derecho de divulgación se agota para cada
modalidad de explotación.
Los conflictos más recurrentes en relación con el derecho de divulgación o de
inédito se refieren a su relación con el encargo de la obra. Permite al autor,
mientras no haya entregado al comitente la obra que le fue encargada por este,
el ejercicio de su derecho inédito para no terminar o no entregar la obra. No
obstante, el ejercicio de este derecho no impide que el incumplimiento
contractual sea subjetivamente imputable al autor, y por tanto, el comitente
puede ejercitar la facultad del complimiento específico que deberá sustituirse
por el equivalente pecuniario.
La vertiente negativa del derecho de divulgación es el llamado derecho de
inédito. El autor puede decidir negativamente acerca de la divulgación de la
obra. El derecho de inédito sería el derecho del autor a no hacer la obra
accesible al público. Si la obra accede al público por primera vez sin
consentimiento del autor, tal divulgación habría de considerarse ilícita y según
ha señalado algún sector de la doctrina, la obra debería ser considerada a
efectos jurídicos como inédita.
Por otra parte, el derecho de inédito expresa el dominio total y absoluto que
tiene el autor sobre su obra durante el periodo anterior a la divulgación. La Ley
reconoce al autor la facultad de divulgar, pero no le impone ninguna obligación;
por lo que el autor puede decidir libremente entre divulgar la obra una vez
creada, aplazar su divulgación o incluso no divulgarla nunca.
El derecho de divulgación (que corresponde en exclusiva al autor) puede ser
ejercitado mediante derechos de terceros autorizados, usualmente por medio
de contrato por el autor: una editorial, por ejemplo.
2
Además del derecho a decir sobre la divulgación de la obra, el autor tiene
derecho a determinar la forma en la que la misma tendrá lugar, como la
edición. El autor se ha comprometido a crear una obra y a entregarla al
comitente, solo podrá rechazar su entrega o realización argumentando razones
morales, e indemnizando, está claro, al comitente. En cambio, si la razón de
ruptura del compromiso contractual se halla en que el autor ha celebrado con
otro sujeto un contrato en condiciones económicas más ventajosas, el autor
podrá verse obligado a entregar la obra. En pocas palabras, es el derecho que
tiene el autor de la obra de considerar si quiere que su obra se dé a conocer
por el público o no.
El derecho a la paternidad
La doctrina divide este derecho en dos. Por un lado, la vertiente positiva, ya
que se dice que el autor tiene todo el derecho a exigir que se le reconozca su
condición de autor de la obra.
El autor tiene ante todo derecho a que se le reconozca la autoría de la obra
fruto de su ingenio. Se presumirá autor, salvo prueba en contrario, a quien
aparezca como tal en la obra, mediante su nombre, firma o signo que lo
identifique.
Y por otro, en la vertiente negativa, dispone que el autor tiene derecho a
determinar si tal divulgación ha de hacerse con su nombre, bajo seudónimo o
signo, o anónimamente.
Algunos autores consideran que el derecho al anonimato proviene del derecho
a la privacidad y al secreto, siendo la obra anónima aquella que es divulgada
sin indicar el nombre o seudónimo del creador.
En el artículo 6.1 del Convenio de Berna, se dice que independientemente de
los derechos patrimoniales del autor, e incluso después de la cesión de estos
derechos, el autor conservará el derecho de reivindicar la paternidad de la obra
y de oponerse a cualquier deformación, mutilación u otra modificación de la
misma o a cualquier atentado a la misma que cause perjuicio a su honor o a su
reputación.
Es decir, el autor igual no quiere que su obra se relacione con él o desea
guardar su identidad, ocultarla. No es obligatorio que aparezca su nombre;
corresponde al autor el derecho de decidir, si la obra será anónima o no. Si se
elige que sea anónima, la obra no tendrá el reflejo de la personalidad del autor
de cara al público, pero tampoco figurará ningún otro nombre.
2
constituye una infracción del derecho de paternidad. En todo caso, resulta
conveniente determinar a quiénes corresponden estos derechos, y sobre todo
el plazo de duración hasta que el autor dé a conocer su identidad.
Cuando la obra se divulgue en forma anónima o bajo seudónimo o signo, el
ejercicio de los derechos de propiedad intelectual corresponderá a la persona
natural o jurídica que la saque a la luz con el consentimiento del autor, mientras
este no revele su identidad.
Los derechos de explotación de las obras anónimas o seudónimas a las que se
refiere el artículo 6 durarán setenta años desde su divulgación lícita. Cuando
antes de cumplirse este plazo fuera conocido el autor, bien porque el
seudónimo que ha adoptado no deje dudas sobre su identidad, bien porque el
mismo autor la revele, y los derechos de explotación de las obras que no hayan
sido divulgadas lícitamente durarán setenta años desde la creación de estas,
cuando el plazo de protección no sea computado a partir de la muerte o
declaración de fallecimiento del autor o autores.
En relación con el autor de la obra, hay regulación para los contratos de edi
ción y representación. Las obligaciones del editor, que son: reproducir la obra
en la forma convenida, sin introducir ninguna modificación que el autor no haya
consentido y haciendo constar en los ejemplares el nombre, firma o signo que
lo identifique. Además, en caso de obra con video o voz, las obligaciones del
cesionario deberán efectuar esa comunicación sin hacer en la obra variaciones,
adiciones, cortes o supresiones no consentidas por el autor y en condiciones
técnicas que no perjudiquen el derecho moral de este.
Haciendo un repaso por la aplicación jurisprudencial del derecho a la
paternidad, observamos que en la práctica totalidad de los casos llevados a los
tribunales se encuentran referidos a la falta de reconocimiento de la condición
de autor. En algunas ocasiones esa falta de reconocimiento se produce con
usurpación de la paternidad. Otras por plagio, conforme a esta doctrina
jurisprudencial, por plagio hay que entender toda copia de una obra ajena en lo
sustancial. Otras veces, como la falta de reconocimiento de la condición de
autor tiene lugar por la mera omisión de su intimidad.
El derecho a la integridad
Se reconoce al autor, entre otros derechos morales, el derecho de exigir el
respeto a la integridad de la obra e impedir cualquier deformación,
modificación, alteración o atentado contra ella que suponga perjuicio a sus
legítimos intereses o menoscabo a su reputación.
Como bien expresa ANTEQUERA PARILLI el autor tiene derecho a exigir que
la divulgación de su obra se realice con el debido respeto a la integridad de la
misma, estando por ello facultado para impedir supresiones adiciones o
modificaciones que alteren la concepción de la obra o su forma de expresión.
Esto quiere decir que la obra debe permanecer igual, que sea conocida tal y
como fue hecha por el autor, que se mantenga así hasta que el autor quiera
introducir modificaciones en la obra.
Por ejemplo, en una obra escénica, una alteración como el papel de un
personaje, el lugar, contexto distinto o variación de la temática, infringiría en
este derecho, al sufrir una modificación o deformación sin el consentimiento del
autor después de haberla vendido o autorizado el uso de explotación de la
2
obra. Ya se trate de la destrucción, mutilación, fragmentación, eliminación o
modificación, cualquier alteración que se produzca en la obra, ya sea por
modificación, por cambiar la versión de pensamiento del autor respecto de la
obra que ha creado. Es importante conocer los derechos de explotación que el
autor ha cedido, deben constar por escrito en el contrato estipulado.
Cabría decir que una modificación o alteración es sustancial cuando es
susceptible de transmitir un sentido diferente al que el autor buscaba en la
obra. Ahora bien, representar una obra deformándola es un atentado a la
integridad, pero no lo es quemar un ejemplar cualquiera de una obra.
Se destaca que no se debe introducir ninguna modificación que el autor no
haya consentido. A ellos se ceden los derechos de reproducción o
representación, pero no pueden sin la autorización del autor realizar ninguna
supresión o añadido en la obra. Otra cosa sería si se suscribe un contrato de
adaptación, que como la palabra indica, permite hacer variaciones en la obra,
vamos pequeñas modificaciones, sin verse afectado el estilo y espíritu que el
autor plasmó en ella.
El derecho de modificación
El autor tiene derecho a modificar la obra, respetando los derechos adquiridos
por terceros y las exigencias de protección de bienes de interés cultural.
Como bien dice VEGA VEGA el ser humano, en su constante aprendizaje en
general, modifica sus opiniones y caracteres en búsqueda de la perfección; en
virtud de ello, los autores pueden encontrar con el transcurso del tiempo, a sus
obras como imperfectas e incompletas, o que las mismas no satisfagan las
aspiraciones espirituales e intelectuales.
2
Se trata de la facultad que posee el autor de evitar que otro modifique su obra
sin su autorización; además, si bien un tercero no puede hacerlo, es lógico
suponer que su creador sí pueda, dado el carácter personal del nexo que surge
entre el autor y su obra, lo que hace que el mismo busque ir actualizando,
modificando, agregando o suprimiendo su creación con el transcurrir del
tiempo.
Según FUENTES PIZÓN el autor puede modificar e impedir la modificación de
la obra. El derecho de modificación de la obra por el autor no es fácil que
pueda ejercitarlo si existen derechos adquiridos en exclusiva por terceros o en
el caso de venta del soporte en obras plásticas, fotográficas o similares. Es
decir, el autor en algún momento dado puede querer realizar cambios en su
obra, por lo que está autorizado a hacer ciertos cambios, siempre respetando la
ley.
2
El autor tiene derecho a retirar la obra del comercio, por cambio de sus
convicciones intelectuales o morales, previa indemnización de daños y
perjuicios a los titulares de derechos de explotación.
El derecho moral protege el arrepentimiento del autor respecto de su decisión
de comercializar una determinada obra, y lo hace reconociéndole una facultad
dirigida a desautorizar o paralizar la explotación ilícita de la obra que realiza el
cesionario de derechos de explotación sobre una obra. Una vez ejercitado
válidamente el derecho de retirada, el cesionario de derechos ya no está
legitimado para explotar la obra y su conducta anteriormente lícita constituirá
una infracción de derechos de autor.
Este derecho permite al autor desvincularse del contrato de cesión sobre el que
se apoya la explotación de la obra, con base en motivos de orden moral o
intelectual. Como bien dice REBELLO dado que la obra es una emanación del
pensamiento del autor y aceptando que el mismo puede rectificar posiciones o
desistir de ideas u opiniones expresadas con anterioridad, las legislaciones
nacionales han establecido que el autor puede impedir que la obra así siga
siendo reproducida, comunicada o distribuida, ya que la explotación y cada vez
mayor difusión de su obra puede ocasionar al autor un daño moral o personal.
Al establecer esta facultad, el legislador ha debido considerar que el daño
moral que puede sufrir un autor es mayor que los daños materiales que puede
sufrir el empresario por el retiro de la obra en el mercado.
2
que el autor decida de nuevo explotar su obra, el cesionario afectado por la
decisión del autor goza de un derecho de explotación preferente .Es decir, si el
autor de la obra una vez retirada al propietario de derechos de explotación,
después de esto, el autor decidiera volver a explotar la obra, deberá dar
preferencia y en las mismas condiciones que al cesionario originario y no a
otro.
El derecho de acceso
El autor tiene derecho a acceder al ejemplar único o raro de la obra, cuando se
halle en poder de otro, a fin de ejercitar el derecho de divulgación o cualquier
otro que le corresponda. Este derecho no permitirá exigir el desplazamiento de
la obra y el acceso a la misma, se llevará a efecto en el lugar y forma que
ocasionen menos incomodidades al poseedor, al que se indemnizará, en su
caso, por los daños y perjuicios que se le ocasionen. Se permite al autor
acceder al ejemplar que contiene su obra, aun cuando dicho soporte
pertenezca a un tercero.
Se trata de un derecho instrumental, que sirve al autor tanto para ejercer las
facultades morales (el derecho de divulgación y el de modificación siempre y
cuando este último no se ejerza frente al propietario del soporte material donde
se incorpora la obra), como cualquiera de las facultades patrimoniales. De ahí
que se haya criticado su inclusión dentro de las facultades morales del autor.
Entendemos que, si la obra se encuentra en manos del propietario cesionario
con derecho de explotación, y no con el autor, este último puede acceder a la
obra con posterioridad, ya sea para poder verla, firmarla, divulgarla, ejercer el
derecho de reproducción o cualquier derecho que le corresponda.
La regulación es claramente insuficiente en la medida en que no abordan ni
resuelve el principal problema que se plantea en este ámbito: que el autor
puede localizar al propietario o poseedor de un ejemplar único o raro.
El derecho de acceso es aplicable respecto a toda clase de obras, aunque lo
más frecuente será que se refiera a las obras plásticas, ediciones literarias
raras o únicas.
Los derechos para cuyo ejercicio se reconoce el derecho de acceso son el
derecho de divulgación o cualquier otro que corresponda al autor, como el
derecho de reproducción o el del derecho de comunicación pública, excepto el
derecho de exposición, y salvo pacto en el contrato, el autor puede acceder a la
obra para realizar una fotografía con la finalidad de que se incluya en un
catálogo. Es discutible, no obstante que el derecho de acceso permita al autor
realizar ejemplares idénticos que puedan desvaluar el valor del primer ejemplar
de la obra propiedad de un tercero, aunque en ausencia de prohibición expresa
de la ley, parece admitirse .
No permitirá exigir el desplazamiento de la obra, por el grave atentado que
supondría a la titularidad dominical del adquirente. Sin embargo, no sería un
problema si en el momento de formalizar la venta, el autor llega a un acuerdo
con el comprador para que la obra pueda ser desplazada a un museo o a
cualquier otro centro, con el fin de reproducirla o fotografiarla. Pero el acceso
ha de efectuarse en tiempo y forma conveniente a fin de ocasionar la menor
incomodidad posible al poseedor.
Y, por último, el autor está en la obligación de indemnizar los daños y perjuicios
ocasionados al poseedor o titular de la obra. La cuantía de la indemnización
dependerá de que el poseedor tenga algún derecho de explotación sobre la
2
obra. En el caso de cesionarios de derechos de explotación y de propietarios
con facultad de exposición pública, la indemnización comprenderá tanto el
daño emergente como el lucro cesante. En los restantes supuestos (meros
propietarios del soporte, sin derecho patrimonial alguno), la indemnización
estará en función de los daños efectivamente causados. Aunque en nuestro
derecho los legítimos intereses del propietario o poseedor de la obra no
aparecen como límite explícito a la facultad de acceso, habrá supuestos en que
podría impedirse. Por ejemplo, en los retratos y en la protección al derecho a la
imagen e incluso al de la intimidad personal y familiar.
El derecho de reproducción
El derecho de reproducción es definido como el derecho a ‘’la fijación directa o
indirecta, provisional o permanente, por cualquier medio y en cualquier forma,
de toda la obra o de parte de ella, que permita su comunicación o la obtención
de copias’’. Este artículo también se aplicará a otros titulares de derechos de
propiedad intelectual reconocidos en el ámbito comunitario, como los artistas,
intérpretes y ejecutantes, los productores de fonogramas y películas y los
organismos de radiodifusión por lo que respecta a los datos protegidos por el
derecho de reproducción.
De la misma manera se expresan el artículo 9.1 del Convenio de Berna y el
artículo IV bis de la Convención Universal (Revisión de París, 1971) cuando
afirman que el autor tiene el derecho exclusivo de autorizar la reproducción de
su obra bajo cualquier procedimiento y en cualquier forma. Lo mismo se
proclama en el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad
Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), art. 193 así como en el
Tratado de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
2
Como bien señala COLOMBET, la expresión más frecuente es la de
reproducción bajo cualquier forma material. Sin embargo, a pesar de existir
distintos términos, parece evidente que el tipo básico de explotación que queda
bajo la cobertura del derecho de reproducción consiste en la obtención de
copias o ejemplares de la obra a partir de su exteriorización en un soporte
tangible.
En relación con el artículo, la reproducción directa sería aquella que se hace
sin ninguna fase intermedia; en cambio la reproducción indirecta sería aquella
en la que las reproducciones se producen a través de una fase intermedia.
Reviste una gran importancia histórica en el derecho de reproducción, en base
a los derechos de autor, aunque no faltan voces para cuestionar que este
derecho está perdiendo primacía en beneficio del derecho de comunicación
pública, además de ser el derecho exclusivo más importante en términos
económicos y, con el que el advenimiento de la tecnología, el más vulnerado
de todos los derechos patrimoniales.
Se trata por tanto del derecho a la mera producción de ejemplares de la obra,
de producción de copias de esta. La evolución histórica de los medios
tecnológicos ha ido configurando y afectando al concepto mismo de
reproducción. Hoy, por ejemplo, se incluyen dentro del concepto de
reproducción las copias digitales de la obra en la memoria de un ordenador,
incluida la memoria RAM, en la que las copias se producen en el ordenador del
usuario cuando esté visualizando u oyendo una obra o prestación protegida en
la pantalla o mediante los altavoces de su ordenador mientras navega por
internet, y se borran tan pronto como la obra desaparece de la pantalla o se
apaga el ordenador.
Este derecho se remonta al siglo XV con la invención de la imprenta;
posteriormente se plasmó en un texto internacional que fue en el Convenio de
Berna en 1886. Este derecho surge con la invención de la imprenta,
posteriormente con las videocasetes y ahora actualmente con la digitalización
de los contenidos. El acto de poner una obra o prestación protegida en Internet
a disposición del público, introduciéndola en un servidor, implica de forma
necesaria realizar un acto de reproducción digital.
Como resultado, una reproducción puede ser una copia tangible permanente,
como un libro, pero también puede considerarse un acto de reproducción una
copia que tras el transcurso de un periodo de tiempo se haga invisible en la
memoria de un ordenador; pero con la nueva regulación, guiada por el deseo
de marcar un elevado grado de protección, queda claro que las copias
temporales, al igual que las permanentes quedan vinculadas al derecho de
reproducción. La noción comprende toda reproducción en soporte físico, como
por ejemplo las típicas fotocopias realizadas en cualquier papelería o librería, y
también todas aquellas reproducciones cuyo soporte generalmente
imperceptible al ser humano .
2
producen en el sistema de transmisión de la misma por Internet. Y ello debilita
la exigencia de corporeidad (multiplicación de objetos corpóreos idénticos) que
se predicaba tradicionalmente del derecho de reproducción. La fabricación de
cualquier ejemplar de la obra implica el ejercicio del derecho de reproducción.
El derecho es independiente del derecho de distribución y del de comunicación
pública, aunque frecuentemente sea instrumental con respecto a los mismos.
Por ejemplo, un cesionario puede estar autorizado para fabricar ejemplares y
no por ello podrá distribuirlos; así como otro puede estar autorizado sólo a
distribuirlos y no así a fabricarlos.
Se establece una definición del derecho de reproducción para cubrir todos los
posibles actos de reproducción, especialmente la digitalización de la obra o la
carga o descarga de una obra desde la memoria del ordenador, ya sea en línea
o fuera, de línea de forma tangible o intangible. En conclusión, el derecho de
reproducción, al igual que acontece con el resto de las facultades patrimoniales
reconocidas en nuestra Ley al creador de una obra intelectual, es una
prerrogativa exclusiva y absoluta que otorga a su titular la posibilidad de
determinar las condiciones en las que se va a reproducir su obra y, al mismo
tiempo, impedir que cualquier persona pueda interferir en el ejercicio de este
derecho.
El derecho de distribución
Se entiende por distribución la puesta a disposición del público del original o de
las copias de la obra, en un soporte tangible, mediante su venta, alquiler,
préstamo o de cualquier otra forma. Todos aquellos modos de explotación que
no permiten la incorporación física de la obra no pueden ser considerados
como distribución, por ejemplo, la exhibición pública de una estatua, la
proyección en un cine de una obra audiovisual, el acceso a una base de datos.
De acuerdo con la Ley de Propiedad intelectual, existe distribución con el solo
hecho de la comercialización del original de la obra, aunque lo normal es que la
distribución se realice mediante copias. El simple ofrecimiento al público del
original o copias de la obra es suficiente para hablar de distribución.
La delimitación del número de ejemplares necesarios para que haya
distribución nunca será fija, aunque el número de ejemplares o copias
distribuidas haya reducido, puede considerarse que haya distribución. En
cualquier caso, resulta preciso que el ofrecimiento del original o copias de la
obra se realice públicamente, es decir fuera de la esfera privada del autor y
dirigido a un grupo indeterminado y relativamente abierto de personas. Cuando
no haya habido previa divulgación, la distribución de ejemplares que satisfaga
razonablemente las necesidades del público implicará la publicación de la obra.
La transmisión de la propiedad a cambio de una cantidad de dinero puede
tener cabida en otro tipo de contratos o actos que no reúnan tales
características. La ley no supedita a la existencia de un carácter estrictamente
oneroso, aunque sea lo más usual, pero puede haber actos de distribución de
actos de título gratuito tales como la donación.
El titular de derechos, una vez puesta la obra o prestación en el tráfico, por sí o
por un tercero con su consentimiento, ve derogado su derecho de prohibición o
su derecho de autorizar la distribución respecto del original o copias
distribuidas.
Quedan excluidas del concepto de alquiler la puesta a disposición con fines de
exposición, de comunicación pública a partir de fonogramas o de grabaciones
2
audiovisuales, incluso de fragmentos, y la que se realice para consulta in situ.
Debe de tratarse de un contrato oneroso. Para su concreción es preciso acudir
al apartado siguiente de la disposición que indica que no existirá este beneficio
cuando el alquiler por un establecimiento accesible al público de lugar al pago
de una cantidad que no exceda de lo necesario para cubrir sus gastos de
funcionamiento.
El derecho estudiado está sujeto a unos límites. Como se afirma cuando la
distribución se efectúe mediante venta u otro título de transmisión de la
propiedad, por el propio titular del derecho o con su consentimiento, este
derecho se agotará con la primera, si bien solo para las ventas y transmisiones
de propiedad sucesivas que se realicen en dicho ámbito territorial. No es
admisible, pues, el agotamiento del derecho de distribución en el ámbito
internacional.
El derecho de distribución se agota desde que el original de la obra o sus
copias son vendidos o su propiedad es transmitida en cualquier otro modo. Las
licencias de uso de software descargado desde Internet deben considerarse
ventas, calificación que resulta todavía más clara cuando el software es
comercializado en soportes tangibles. También existirá agotamiento en los
casos de donación, permuta y actos unilaterales que supongan una transmisión
de la propiedad de la original o copias de la obra. Dicha venta o transmisión de
propiedad ha debido de ser realizada por el titular de los derechos o por una
persona con su consentimiento. Un acto de distribución de copias de las obras
por una persona no autorizada no agota el derecho. El agotamiento se refiere
al derecho de distribución, es decir, el titular puede seguir controlando el resto
de los derechos sobre la obra.
En conclusión, el derecho de distribución consiste en poner a disposición del
público la obra original o copias de esta con un soporte tangible, a través de la
venta, alquiler, préstamo u otras formas; por ejemplo, cuando vendemos un
cuadro, lo alquilamos o lo préstamos, siempre y cuando haya consentimiento
por parte del autor. Además, en el caso de las ventas, con que en la primera
venta haya consentimiento del autor para su distribución.
2
Cuando hablamos del ámbito doméstico, este se produce en las relaciones de
amistad cercanas o de familia, y es indudable que si se da el carácter de
ámbito doméstico se excluye la sujeción del acto de derecho exclusivo del
autor.
Así, el ámbito estrictamente doméstico debe entenderse aquel espacio
destinado por una persona natural a vivir en la intimidad con su familia y a
desarrollar en este aspecto su vida privada. Si el acceso a la obra tiene lugar
efectivamente en un lugar de ámbito espacial reducido y limitado, el acto no
será de comunicación, sino de recepción.
A diferencia del derecho de distribución, en el que la explotación de la obra
tiene lugar por incorporación a un soporte tangible que posteriormente es
objeto de comercialización en el mercado, el acto de comunicación pública no
se caracteriza por la explotación de dicha incorporación, sino que, al contrario,
la explotación se confunde con la accesibilidad de la obra por parte del público,
siendo dicha explotación intangible por naturaleza. Lo decisivo para catalogar a
un acto de explotación como de comunicación pública es el hecho de que se
haga accesible a una pluralidad de personas, pero no a través de ejemplares o
copias físicas. En conclusión, las personas que quieran tener acceso a una
obra lo tendrán sin previa distribución de ejemplares a cada una de ellas,
excluyendo los ámbitos domésticos, con la debida autorización por parte del
autor al hacer que su obra se convierta en objeto de comunicación pública.
El derecho de transformación
La definición del derecho de transformación no es tarea fácil, ya que el
concepto comprende actividades muy diferentes: desde una traducción o una
colección antológica hasta la actualización de una obra original. Derecho de
transformación es el último de los derechos de explotación expresamente
previstos en la ley de propiedad intelectual, pero no por ello es el menos
importante ni el más sencillo.
Como se puede extraer de la Ley de Propiedad Intelectual, el derecho de
transformación es el derecho a autorizar o prohibir modificaciones en una obra
preexistente de la cual resulte la creación de una nueva obra. Puede hacerse
mediante cualquier tipo de modificación, adaptación o traducción de la original,
adquiriendo la titularidad de la obra derivada o compuesta resultante el autor de
la transformación, sin perjuicio de que su explotación ha de ser autorizada por
el titular de la obra original mientras no esté en dominio público. La actividad
transformativa recrea la obra convirtiéndola en una expresión diferente a la
original.
El autor de una obra derivada basada en otra caída en el dominio público no
puede oponerse a que terceros traduzcan, adapten, modifiquen o compendien
la misma obra originaria, siempre que sean trabajos originales distintos del
suyo. El derecho a realizar obras derivadas supone el derecho exclusivo a
modificar o transformar una obra adquiriendo la titularidad de la obra derivada
resultante de dicha transformación.
Los derechos de propiedad intelectual de la obra resultado de la transformación
corresponderán al autor de esta última, sin perjuicio del derecho del autor de la
obra preexistente de autorizar, durante todo el plazo de protección de sus
derechos sobre esta, la explotación de esos resultados en cualquier forma y en
especial mediante su reproducción, distribución, comunicación pública o nueva
transformación. Según el artículo 12 del Convenio de Berna: “Los autores de
2
obras literarias o artísticas gozarán del derecho exclusivo de autorizar las
adaptaciones, arreglos y otras transformaciones de sus obras”. En el artículo
11 de dicho Convenio, contiene una ejemplificación de las obras derivadas:
“Sin perjuicio de los derechos de autor sobre la obra original, también son
objeto de propiedad intelectual: las traducciones y adaptaciones; las revisiones,
actualizaciones y anotaciones; los compendios, resúmenes y extractos; los
arreglos musicales. Cualesquiera transformaciones de una obra literaria,
artística o científica”. A diferencia de otros derechos de explotación, el ejercicio
de la transformación, en la medida en que la obra resultante requiere
originalidad, va a exigir una intervención creativa. El derecho de transformación
es el derecho exclusivo a modificar o transformar una obra, adquiriendo así la
titularidad de la obra derivada o compuesta artículo (9 y 11 de la Ley de
Propiedad intelectual) resultantes de dicha transformación. Por consiguiente, la
traducción y la adaptación de una obra constituyen ac tos de transformación.
Resulta bastante concreto el concepto de traducción, pero el de adaptación es
un concepto bastante amplio. Adaptar, según el Diccionario de la Real
Academia Española, supone modificar una obra científica, literaria o musical
para que pueda difundirse entre el público distinto de aquel al cual iba
destinada, al darle una forma diferente de la original.
Se sanciona que habrá transformación siempre que se produzca una
modificación de la forma de la obra de la que resulte una obra diferente. De la
definición propiamente dicha puede deducirse que dos serían los elementos
fundamentales y necesarios de la transformación: la modificación de la forma
de la obra originaria y la obtención de una obra diferente. Un tema crucial para
la explotación del derecho de transformación es el de su relación con el
derecho moral de integridad que es renunciable e inalienable.
En algunos casos en principio se pretenderá ser fiel a la obra original
(adaptación); en otros simplemente se pretenderá tomar o incorporar algunos
elementos de la obra original alterando el resto, por ejemplo, tomando solo el
personaje. El derecho de transformación plantea algunas cuestiones
interesantes en el entorno digital. Es más fácil crear obras derivadas, sobre
todo a partir de otras previamente publicadas en internet. En primer lugar, cabe
plantearse si digitalizar una obra que previamente existía en el formato
analógico supone un acto de transformación. La respuesta debe ser negativa.
En la digitalización lo único que hay es un cambio de formato de la obra, como
en el caso de una canción en formato digital contenida en un CD que se graba
en un casete analógico, pero no hay una aportación original que haga surgir
una obra diferente a la anterior.
2
El artículo recoge en primer lugar el derecho del autor en su vertiente positiva,
autorizar la transformación de su obra, y en su vertiente negativa, impedir
transformaciones no autorizadas. Ello implica que aquel que desee explotar la
transformación de una obra, además de recabar la autorización de su autor
para el acto de transformación, deberá expresamente obtener asimismo la
autorización para explotar el resultado de la transformación. En conclusión,
este derecho permite, con la debida autorización por parte del autor de la obra,
que terceros puedan hacer arreglos, adaptaciones, sin que la obra original se
trastoque, creando preexistente una nueva obra derivada.
2
a) que la obra esté publicada en forma gráfica;
b) que el uso sea estrictamente personal, esto significa que se debe
reproducir en un solo ejemplar y que no puede salir del ámbito personal; y
c) como consecuencia de lo anterior, la copia no se puede poner en
circulación.
Por su parte, la ley peruana especifica que la copia debe ser de "breves
fragmentos" pero no precisa lo que eso significa: un capítulo, dos capítulos,
toda la obra menos el índice y las conclusiones, o si depende del número de
páginas de la obra. En Italia, por ejemplo, no se establece una mención similar
a la de nuestra ley y se señala "...Será libre la fotocopia de obras existentes en
las bibliotecas hechas para uso personal o para los servicios de las
bibliotecas...'.
Cuando la copia personal es de grabaciones sonoras o audiovisuales, en
algunas legislaciones se establecen determinadas exigencias en cuanto a la
forma en que éstas deben ser hechas. No se especifica, es decir, que las obras
pueden ser lícitamente copiadas, independientemente de si la copia se realiza
en un estudio de grabación o en la casa de una persona. Lo que sí determina la
ley son los casos en los cuales no se permite la copia personal. Tal es el caso
de una obra arquitectónica, una base de datos o la copia integral de un libro.
El derecho de cita
Teóricamente, citar es repetir textualmente lo que alguien ha dicho o ha escrito.
En materia de propiedad literaria y artística, citar es insertar en una obra uno o
varios pasajes de una obra ajena. El derecho de cita es una de las limitaciones
más aceptadas en las distintas legislaciones. La ley peruana establece que
está permitido, sin autorización del autor ni pago de remuneraciones, citas de
obras lícitamente divulgadas, con la obligación de indicar el nombre del autor y
la fuente y a condición de que se haga de acuerdo al fin perseguido y conforme
a los usos honrados.
Requisitos de esta limitación:
a) Que las obras ya estén divulgadas. No hay derecho de cita sobre una
obra inédita;
b) Que no haya remuneración, la utilización debe ser libre;
c) Que se haga conforme a los usos honrados y de acuerdo al fin
perseguido. Nuevamente la ley peruana deja abierta la posibilidad de
interpretar el contenido de la norma.
Algunas de las preguntas que pueden surgir a partir del ejercicio de este
derecho son: cuántas veces se puede citar al mismo autor o cuántas líneas o
palabras debe tener la cita para considerarla lícita. Como la ley no define estos
temas, la licitud de la cita será materia de interpretación en cada caso. En la
práctica, las citas son usadas en distintos tipos de contextos; es decir, no están
2
limitadas a su uso en el ámbito de la docencia, pueden ser usadas en una tesis
de grado, en un artículo informativo, en una obra nueva, en un documento
técnico, etc. Lo importante es determinar hasta qué punto su uso no ha
sobrepasado la frontera de la licitud y se está atentando contra el derecho de
explotación del autor.
En el caso de la edición de obras literarias, muchas veces existe la necesidad
de insertar ilustraciones en las mismas. En estos casos, la utilización debe ser
autorizada, cuidándose mucho de que no haya problemas con el propietario de
la obra plástica, salvo que se trate de la fotografía de una obra de arte
expuesta en las calles o plazas, siempre que se indique el nombre de la obra,
el del autor y el lugar donde está expuesta.
Uno de los mecanismos que se ha utilizado para determinar la normalidad del
uso es revisar el estado de las costumbres que varían según el tiempo y los
lugares. Este mecanismo se fundamenta en criterios de interpretación
subjetivos y su aplicación no es sencilla. Legislaciones como la argentina
establecen requisitos más objetivos, como el reducir el análisis a un número de
palabras como criterio para considerar la cita lícita o a un número de compases
musicales para determinar si su incorporación en otra obra musical es válida.
2
La otra forma de interpretar la racionalidad de estas normas,
independientemente de su condición de normas, es considerando que no se
han aclarado los supuestos donde se establecen requisitos para el uso libre de
una obra, con la finalidad de otorgarle mayor flexibilidad a su aplicación. En
este sentido, en el marco de una disciplina jurídica que puede ser considerada
controvertida, lo más importante no es sólo conocer el deber ser de las normas,
sino profundizar en la razón de ser de las mismas. En el caso del Derecho de
Autor, ésta es retribuir al autor por el fruto de su trabajo, del cual todos
disfrutamos intelectualmente.
DERECHOS CONEXOS
2
El reconocimiento de los derechos de los artistas intérpretes y ejecutantes se
justifica en la medida en que se considera necesaria su intervención creativa,
por ejemplo, a los fines de la realización de obras cinematográficas y obras
musicales, dramáticas y coreográficas; también son justificables los intereses
que tienen en la protección legal de sus interpretaciones individuales. El
reconocimiento de los derechos de productores de grabaciones sonoras se
justifica en la medida en que sus recursos creativos, económicos y de
organización son necesarios a los fines de poner a disposición del público
grabaciones sonoras, a menudo basadas en obras musicales, en forma
comercial y por cuanto tienen intereses legítimos en contar con los recursos
jurídicos necesarios para tomar medidas contra toda utilización no autorizada,
ya sea la elaboración y distribución no autorizadas de ejemplares (piratería) o
la radiodifusión y comunicación no autorizadas al público de sus grabaciones
sonoras. Análogamente, los derechos de los organismos de radiodifusión se
justifican habida cuenta de la función que desempeñan en la puesta a
disposición del público de las obras y de sus intereses legítimos en el control
de la transmisión y retransmisión de sus emisiones. El reconocimiento de los
derechos de los artistas intérpretes y ejecutantes se justifica en la medida en
que se considera necesaria su intervención creativa, por ejemplo, a los fines de
la realización de obras cinematográficas y obras musicales, dramáticas y
coreográficas.
2
Principios básicos del derecho de autor y los derechos conexos
En las legislaciones nacionales, por lo general, se contemplan los siguientes
derechos para las tres categorías de beneficiarios de derechos conexos de
acuerdo con los tratados mencionados (aunque no todos los derechos se
estipulen en la misma ley):
• En lo que respecta a los artistas intérpretes y ejecutantes, se estipulan sus
derechos a impedir la fijación (grabación), la radiodifusión y comunicación al
público sin su consentimiento de sus interpretaciones o ejecuciones en directo,
así como el derecho a impedir la reproducción de fijaciones de sus
interpretaciones o ejecuciones en determinadas circunstancias. En cuanto a la
radiodifusión y la comunicación al público, puede estipularse la obligación de
una remuneración equitativa en vez de un derecho a impedir esos actos.
Habida cuenta de la naturaleza personal de ese tipo de creaciones, en algunas
legislaciones nacionales se conceden también derechos morales a los artistas
intérpretes y ejecutantes, a los fines de impedir la utilización no autorizada de
su nombre e imagen o la modificación de sus interpretaciones o ejecuciones en
la medida en que vayan en detrimento de su reputación. Cuando el Tratado de
Beijing entre en vigor, estos derechos se ampliarán a los artistas intérpretes y
ejecutantes en relación con sus interpretaciones y ejecuciones audiovisuales.
• Los productores de grabaciones sonoras tienen derecho a autorizar o prohibir
la reproducción, importación y distribución de sus grabaciones sonoras y copias
derivadas de los mismos y a una remuneración equitativa por la radiodifusión y
comunicación al público de sus grabaciones sonoras.
• Los organismos de radiodifusión tienen derecho a autorizar o prohibir la
retransmisión, la fijación y la reproducción de sus emisiones. En algunas
legislaciones se contemplan derechos adicionales. Por ejemplo, cada vez son
más los países en los que se concede a los productores de grabaciones
sonoras el derecho de alquiler respecto de las grabaciones sonoras (y respecto
de obras audiovisuales para los artistas intérpretes y ejecutantes). En otros
países también se conceden derechos específicos en relación con la
transmisión por cable. Análogamente, en el WPPT se estipula el derecho de
alquiler del que gozan los productores de grabaciones sonoras (así como todo
titular de derechos sobre grabaciones sonoras en virtud de la legislación del
país de que se trate). Cuando el Tratado de Beijing entre en vigor, el derecho
de alquiler se ampliará a los artistas intérpretes o ejecutantes en relación con
sus interpretaciones y ejecuciones audiovisuales. Como en el caso del derecho
de autor, en los tratados sobre derechos conexos y en las legislaciones de
unos y otros países se contemplan limitaciones y excepciones sobre los
derechos conexos. Esas limitaciones permiten la utilización de interpretaciones
y ejecuciones, fonogramas y emisiones protegidos, por ejemplo, con fines de
enseñanza, investigación científica y utilización privada y la utilización de
pequeños extractos a los fines de informar sobre temas de actualidad. En
algunos países se contemplan las mismas limitaciones respecto de los
derechos conexos que las que se contemplan en relación con el derecho de
autor, incluida la posibilidad de conceder licencias no voluntarias. En el WPPT
se estipula que esas limitaciones
2
Deben limitarse a determinados casos especiales que no sean incompatibles
con la utilización normal de las interpretaciones y ejecuciones de grabaciones
sonoras y que no causen un perjuicio injustificado a los intereses legítimos de
los artistas intérpretes y ejecutantes ni a los de los productores. En la
Convención de Roma se contempla un plazo de protección de los derechos
conexos de 20 años contados a partir del final del año en que:
a) se haya realizado la grabación, en el caso de las grabaciones sonoras y las
interpretaciones y ejecuciones incluidas en las grabaciones sonoras
b) se haya realizado la interpretación o ejecución, en el caso de
interpretaciones y ejecuciones no incorporadas en grabaciones sonoras; o
c) se haya realizado la emisión.
En el Acuerdo sobre los ADPIC se estipula que los derechos de los organismos
de radiodifusión también quedarán protegidos durante 20 años contados a
partir de la fecha en que se haya realizado la emisión. Ahora bien, en el
Acuerdo sobre los ADPIC y en el WPPT se estipula que los derechos de los
artistas intérpretes y ejecutantes y los productores de grabaciones sonoras
gozarán de un plazo de protección de 50 años contados a partir de la fecha de
fijación de la interpretación o ejecución. Cuando el Tratado de Beijing entre en
vigor conferirá asimismo un plazo de protección de 50 años. En lo que respecta
a la observancia, por lo general, las medidas de subsanación en caso de
infracción o violación de los derechos conexos se asemejan a aquellas a las
que pueden acogerse los titulares del derecho de autor, a saber, medidas
cautelares o provisionales; medidas civiles de subsanación; sanciones penales;
medidas en frontera; y medidas y sanciones contra el abuso respecto de
dispositivos técnicos e información en materia de gestión de derechos. Como
en el caso del derecho de autor, en los tratados sobre derechos conexos y en
las legislaciones de unos y otros países se contemplan limitaciones y
excepciones sobre los derechos conexos.
SOCIEDAD COLECTIVA
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Esta responsabilidad es, además, solidaria; alcanza a todos los compromisos y
obligaciones sociales aun contratados por un solo socio, con tal que lo hayan
sido con la firma social.
La sociedad colectiva actúa bajo una razón social constituida con el nombre de
uno o varios de los socios, con inclusión de las palabras "sociedad colectiva", o
su abreviatura. Debe contener las palabras y compañía", cuando en ella no
figura el nombre de todos los socios (Art. 1026, Código Civil).
Los pactos que confieran la representación a sólo alguno de los socios o que
limiten los poderes de representación no pueden ser opuestos a terceros, a
menos que se pruebe que éstos estaban en conocimiento de ello (Art. 1030,
Código Civil). El administrador que tiene la representación de la sociedad
puede llevar a cabo todos los actos que entran en el objeto social, salvo las
limitaciones que resulten del acto constitutivo o del poder. Las limitaciones no
son oponibles a los terceros, si no se registraran, o si no se probara que los
terceros han tenido conocimiento de ellas (Art. 1031, Código Civil).
2
llamada sociedad regular colectiva es una de las formas societarias mercantiles
de carácter personalista. En esta todos los socios, siempre como colectivo y
bajo la misma razón social, se comprometen participar en la empresa, dentro
de la proporción que se establezca antes de las mismas en cuanto a
obligaciones y derechos. De esta manera los socios responden antes las
deudas sociales generadas de firma subsidiaria, personal y solidaria.
Resumiendo, se trata de una forma jurídica que obliga a responder a los socios
a priori en el nombre de la empresa, con su propio patrimonio personal, en
caso de tener que solventar las deudas contraídas por dicha sociedad.
Por este motivo, muchos profesionales prefieren apostar por otro tipo de
fórmulas mercantiles que no supongan tanto riesgo para los socios, como
ocurre en la Sociedad Limitada o en la Sociedad Anónima, en las que solo se
tiene la cuenta el patrimonio social para hacer frente a deudas.
Dentro de los socios que componen la empresa podemos distinguir entre: socio
capitalista (aquel que aporta bienes a la sociedad) y socio industrial (el que
desarrolla la actividad profesional en forma de servicios, trabajo, etc.). Hay una
diferencia entre ambos grupos, y es que los socios industriales no tienen por
qué intervenir en las pérdidas de la empresa salvo que exista un pacto expreso.
Antes de formar una sociedad colectiva es necesario saber cuáles son los pros
y los contras de este tipo de empresas.
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Inconvenientes de las Sociedad Colectiva
Como todas las formas jurídicas, las Sociedades Colectivas también poseen
una serie de desventajas para las personas que eligen este tipo de sociedad.
• Los socios poseen responsabilidad ilimitada (se pueden limitar en el
momento de inscribir la sociedad)
• La admisión de nuevos socios requiere la aceptación de todos los demás
socios
• La Sociedad Colectiva se disuelve si fallece uno de los socios
• Es complicada la financiación mediante el incremento del capital social
• Cada uno de los socios depende de los actos de los demás
• Es difícil deshacerse de un socio que no deseas
http://ingresosjudiciales.csj.gov.py/LiquidacionesWeb/formulariosParticulares.se
am
1(un) original y 3 (tres) copias autenticadas de la Escritura Pública
2(dos) originales de la Minuta de Inscripción para Personas Jurídicas y
Asociaciones,
http://ingresosjudiciales.csj.gov.py/LiquidacionesWeb/formulariosParticulares.se
am
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DOCUMENTOS ADICIONALES NECESARIOS PARA CONSTITUIR UNA
SOCIEDAD COLECTIVA:
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administradores por la ley o por los estatutos, salvo las limitaciones que
expresamente se les impongan.
Si se delega la administración de la sociedad a varias personas y no se
determina las facultades y funciones que estos podrán ejercer, se entiende que
cada uno podrá de manera separada ejecutar cualquier acto en virtud de la
administración, pero si por el contrario se establece que deben actuar de
consuno, no pueden efectuar actos de manera separada.
Al ser la sociedad colectiva una sociedad que se caracteriza por ser intuito
personae es apenas lógico que en principio la administración y la
representación legal de la sociedad este en cabeza de los socios, sin embrago
la delegación es una forma de agilizar las relaciones comerciales, por ejemplo,
cuando los socios no pueden ejercerla por algún motivo.
La delegación de la administración de la sociedad debe estar contemplada en
los estatutos sociales, y cuando ha sido delegada el delegante podrá
reasumirla en cualquier momento, sin embargo, cuando la delegación de la
administración no está contemplada en los estatutos deberá otorgarse con las
formalidades establecidas para las reformas estatutarias.
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CONCLUSION
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BIBLIOGRAFIA
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CORREA CARLOS M. (2005) Propiedad Intelectual y políticas de desarrollo
en: temas de Derecho Industrial y de la competencia. Buenos Aires:
Editorial Ciudad Argentina, volumen 7.