Fundamentos, Proceso, Enfoques y Concepciones en Política Pública
Erika Sofía Serna Pérez
Ángela María Marín Vanegas
José Fabricio Solarte Saavedra
Escuela Superior de Administración Pública, Territorial Valle del Cauca
Administración Pública Territorial, VI Semestre
Gobierno y Políticas Públicas
Juan Carlos Casto Banos
12 de septiembre de 2021 POLÍTICAS PÚBLICAS “Doce retos del siglo XXI1 Primera Parte: ¿Qué son las Políticas Públicas?
SÍNTESIS
A partir de la urgencia de un modelo de políticas para el desarrollo en democracia,
que recupere el Estado como principal responsable de diseñarlas y gestionarlas, teniendo a la sociedad como primera destinataria y participe de estos procesos, es que el autor elabora el texto, con la intencionalidad de incidir desde dos ámbitos: 1) como punto de partida en los proceso de aprendizaje de las políticas públicas y 2) como instrumento para el análisis, el diseño, la gestión y la evaluación de políticas en las democracias latinoamericanas. Las políticas públicas que buscan un desarrollo integral en el marco de la democracia deben tener en cuenta una serie de retos que atienden a las necesidades del desarrollo local, territorial y nacional. Esto pretende consolidar procesos de desarrollo integral regional, que apuntan a satisfacer las necesidades de vivienda, obras y servicios, crecimiento que genere más empleo y menos pobreza, acceso a la educación, la salud y un ambiente sano, con más seguridad y justicia social. Estos retos apuntan a la lucha contra la ineficiencia económica, la corrupción política, la debilidad institucional y la anomia social. En esta primera parte del texto el autor sigue un modelo relacional que vincula las políticas públicas con tres retos específicos: - Accionar lo planificado o planificar lo accionado - Gobernar y administrar con responsabilidad - Participar antes para no lamentarse después. De acuerdo con el autor, “las políticas públicas son planes y actividades que tienen al Estado como responsable principal y a la sociedad como primera destinataria y partícipe necesaria” (Graglia, 2017: 27) así pues, el Estado lleva a cabo unas acciones a través del gobierno, en conjunto con los actores privados y ciudadanos, con el fin de perseguir los fines sociales del Estado. El reto 1 consiste en planes accionados o de acciones planificadas (Aguilar, 1996 citado en Graglia, 2017), estas se entienden como los planes que se implementan 1 Graglia, José Emilio (2017) políticas Publicas: 12 retos del siglo 21. 1ª ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Konrad Adenauer Stifttung. posteriormente a las políticas públicas; así mismo, las políticas públicas son aquellas que se formulan antes de implementarse una actividad. Las políticas son públicas por dos razones: la primera, porque el sujeto es el Estado como responsable, y la segunda, porque el objeto de dicha política debe ser la sociedad participe y primera destinataria. Es por esto que no le corresponde al gobierno ni a la administración del Estado actuar de manera unilateral, sino junto con los actores de la sociedad civil provenientes de sectores privados y ciudadanos en la búsqueda del bien común. Si bien, el autor planea la necesidad de que existan los planes para que existan políticas públicas, esta no es una condición suficiente, pues sin actividades, los planes que se formulan para resolver problemas prioritarios y satisfacer necesidades graves o urgentes, que, si no se accionan, es decir, si no se convierten en actividades, los problemas y las necesidades seguirán intactas. La planificación es necesaria, pero solamente su puesta en marcha es suficiente para que las políticas públicas cumplan sus fines, objetivos y metas en términos de satisfacción social y aceptación ciudadana. En Latinoamérica es usual encontrar planes que son papeles escritos sin concreciones ni realizaciones, sin objetivos ni metas, es por esto que Graglia (2017) recomienda que la formulación de planes se haga en relación a la planificación estratégica del territorio, que implica consensos políticos e intersectoriales a largo plazo (más de 10 años) y sobre temáticas muy amplias y profundas. Sin dudas, al momento de formular y luego implementar una política pública, si hubiera un plan estratégico, la recomendación es tomarlo como punto de partida. Pizarro (2007) citada en Graglia (2017), asevera que las finalidades de un plan estratégico son: definir una estrategia e identificar los proyectos e infraestructuras que van a resultar clave con los actores; y la segunda, ser conscientes de las interdependencias. Teniendo en cuenta que las etapas de la planificación estratégica apuntan a consolidar una visión de futuro establecida en un estudio prospectivo previo, que es la determinación de esa situación ideal que se pretende alcanzar o en palabras de Osorio (2003) citado en Graglia (2017) el “momento operacional”, que consiste en las acciones emprendidas para alcanzar los objetivos, o sea, con el hacer y el recalcular. El autor plantea que, al momento de planificar cualquier política pública, lo óptimo es tener un plan estratégico que delinee la puesta en marcha de los planes programas y proyectos, pero que, de no existir planeación estratégica, la salida es elaborar un plan estratégico, pero no deductiva sino inductivamente. La recomendación es formular e implementar las políticas públicas incrementalmente y, sobre esa base, elaborar el plan estratégico. Estos planes sirven de base para consolidar unas políticas de Estado, es decir, políticas que ha sido formulada e implementada por un gobierno y es seguida por otro u otros gobiernos, sin importar la vertiente política a la que pertenezca el mandatario de turno. La continuidad no depende de los consensos previos ni de los plazos o las materias de la planificación, sino de los resultados posteriores a la implementación. ¿Por qué un gobierno continuaría las políticas públicas de otro gobierno? Sin dudas, por los resultados en términos de satisfacción social y de aceptación ciudadana. Si una política pública ha satisfecho necesidades sociales y si ha sido aceptada por sus destinatarios y por la sociedad en general, entonces, el costo político de interrumpirla o el beneficio político de seguirla fuerzan la continuidad. En un segundo apartado, Graglia (2017) establece una relación entre los resultados obtenidos por una política pública y la retroalimentación que alimenta el diseño y la gestión de las políticas, basado en el enfoque sistémico de Easton. A este proceso de retroalimentación el autor lo denomina “estudios de determinación” y consisten en establecer lo que se debería hacer y lo que se hace realmente en materia de política pública. La retroalimentación que consiste en analizar las políticas existentes y determinar si hay planes, programas y proyectos sobrantes o faltantes. Este diagnóstico que debe ser participativo. Sobre esa base, se formulan los planes con sus programas y proyectos integrantes y las actividades a gestionar, es decir, a ejecutar, comunicar y controlar. La decisión busca un diseño lo más representativo posible. Junto con la dirección de las actividades planificadas, la difusión de las actividades planificadas o ejecutadas forma parte de la gestión. Según el modelo relacional, para no difundir demagógicamente, hay que hacerlo después de decidir los planes con sus programas y proyectos integrantes o después de ejecutar las actividades planificadas. En la difusión se comunica a los sectores privados y ciudadanos lo planificado o lo ejecutado. Sobre esa base, se controla la comunicación. La difusión busca una gestión gubernamental y administrativa lo más transparente posible. El reto 2 consistente en gobernar y administrar con responsabilidad apunta a que los gobiernos hoy en día deben ser representativos y además rendir cuentas. Pero también hace falta que sea receptivo, satisfaciendo las necesidades sociales, y legítimo, ganando la aceptación ciudadana. Es así que “la capacidad y eficacia directiva de los gobiernos se ha colocado en el centro de las disciplinas que estudian el gobierno y en el corazón de la preocupación ciudadana” (Aguilar Villanueva, 2010, p. 5). El mismo autor sostiene que dos han sido las líneas generales de respuesta en relación con los problemas de la eficacia directiva de los gobiernos. Por un lado, la gobernabilidad y, por el otro, la gobernanza. En las democracias latinoamericanas, la gobernabilidad implica representatividad y rendición de cuentas, mientras que la gobernanza incluye ambos factores de la representación política, pero agrega la receptibilidad y la legitimidad. Eso depende de que los gobiernos diseñen y gestionen las políticas públicas que satisfagan las necesidades sociales y que los ciudadanos apoyen tanto en su origen como en su desempeño. Graglia (2017) resalta la importancia de comprender con claridad el papel diferenciado del gobierno y la administración pública entorno a las políticas públicas: La responsabilidad del primero es la decisión política de los planes. La segunda es responsable de la acción operativa de las actividades. Esas son sus naturalezas. Por eso es elegido el gobierno y para eso está organizada la administración pública. Parte del reto de gobernar con responsabilidad es tomar decisiones sin improvisar, es decir, sin basarse en un diagnostico situacional sobre el cual se va a implementar una medida para resarcir alguna situación problemática. Sobre la inacción y la improvisación es necesario que el gobierno y la administración pública colaboren y cooperen relacionalmente. La participación de los administradores públicos potencia la eficacia de las decisiones tomadas por los gobernantes. A su vez, el apoyo de los gobernantes potencia la eficiencia de las actividades implementadas por los administradores públicos. La relación entre ambos es clave en el proceso de las políticas públicas. El reto 3 que consiste en participar antes para no lamentarse parte del principio fundamental que la sociedad es la primera destinataria y participe necesaria en el proceso de la formulación de las políticas públicas, dado el papel de las políticas que deben buscar la satisfacción de las necesidades sociales y la consiguiente aceptación de los destinatarios y de la sociedad en general. Ahora bien, las necesidades sociales pueden estar demandadas o no demandadas. Graglia (2017) plantea que las primeras son carencias cuya satisfacción es peticionada por actores provenientes de los sectores privados o ciudadanos. Las segundas, en cambio, son carencias cuya satisfacción no es requerida. Son varias las razones por las cuales hay necesidades que no son demandadas por quienes las sufren, abarcando, entre otras, la persistencia de necesidades insatisfechas más urgentes, la falta de conciencia de quienes sufren las carencias con respecto a sus derechos y la falta de medios de expresión de sus necesidades. Junto con las necesidades (demandadas o no), hay demandas que no responden a necesidades. A veces los sectores privados y ciudadanos demandan lo que no necesitan a partir de promesas demagógicas de campañas electorales, que al ser atendidas pueden causar crisis fiscales e ingobernabilidad. En síntesis, un buen gobierno (García Pizarro, 2007) debería ocuparse, primero y principalmente, de las necesidades que son demandadas. Es una cuestión de sentido común. Mientras tanto, debería preocuparse de las necesidades que no son demandadas, elaborando los planes y buscando los recursos para satisfacerlas. A su vez, debería desactivar las demandas que no respondan a necesidades, con la firmeza necesaria para no causar crisis fiscales, pero con el diálogo suficiente para no promover crisis políticas. Finalmente, no debería formular planes ni implementar actividades si no hay necesidades demandadas o no demandadas. En América Latina la principal prioridad debería ser reunir los principios y valores con la acción política, de tal manera que el Estado sea responsable planes y actividades que tengan a la sociedad como primera destinataria y partícipe necesaria, hay que recuperar los principios y valores del humanismo. Sin esa recuperación, las políticas públicas en general, y particularmente las políticas para el desarrollo en democracia, no tienen fundamentación ni sentido. Las acciones de los gobernantes y administradores del Estado deben inspirarse en principios y valores. También las acciones de los actores privados, con fines de lucro y sin fines de lucro, y, por supuesto, las acciones de los ciudadanos. El autor plantea que en Latinoamérica existen 4 problemas irresueltos que forman una pirámide, a saber: la ineficiencia económica, la corrupción política, la debilidad institucional y la anomia social. Por supuesto estos problemas estructurales tienen unas características particulares de acuerdo al territorio que se examine, pero lo cierto es que en los últimos años ha crecido la protesta como una forma de reivindicación de derechos políticos y libertades, lo que habla de una ciudadanía cada vez más activa. Esta participación activa de las ciudadanías son las que marcan la pauta para contrarrestar esos problemas generalizados que por años y años se han mantenido en Latinoamérica.