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Habrá que entrar a la sala intentando dejar afuera el juicio rápido, el River-
Boca, el tomar partido, porque cuando sólo hay buenos o malos, la realidad se
encoge a niveles en los cuales vivir es casi estéril, y pensar se vuelve tan
incómodo que se descarta por imposible.
Es difícil leer Las venas abiertas de América Latina sin sentir un nudo en la
garganta. Conocida por muchos como la “biblia latinoamericana”, se trata del
más conocido libro del genial escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano
(1940-2015). Aunque fue publicada en 1971, Las venas abiertas de América
Latina continúa siendo un importante referente en las artes y en la identidad
cultural de muchos latinoamericanos. Solo para brindar una idea de su alcance,
podemos afirmar que ningún otro ensayo histórico ha inspirado tantas
canciones en esta parte del mundo. Y es que no solo es un libro de historia
bien escrito. Es la denuncia aún viva de todo un continente que sufrió el
saqueo, la opresión y el control de muchas potencias extranjeras a lo largo de
su historia. Es una denuncia cuyas evidencias reunidas abarcan casi cuatro
siglos.
El poema hace referencia a una vieja leyenda de la cábala judía. Los cabalistas
sostenían que si la creación fue hecha por las palabras divinas “Hágase la luz”
(Génesis 1:3), la palabra puede crear; además si la Biblia es palabra de Dios es
un libro absoluto y nada en él puede ser casual. San Juan, ya cristiano y
evangelista, siguiendo esta vieja tradición nos dirá que “Al principio era el
Verbo” (Juan 1:1), siendo “Verbo” la traducción tradicional en este pasaje del
término griego “Logos”, que también significa “razón”, de donde deriva la
palabra “lógica”; el mundo es lógico porque fue creado por la palabra y esa
razón que rige todo es en última instancia Cristo y Dios, según San Juan.
Para la tradición judía, el ser creado nunca puede llegar a ser más que una
sombra de aquél que lo creó, una imagen, y en este caso, una imagen de una
imagen: todo Golem carece de alma. Si se le ordena llevar a cabo una tarea, la
llevará a cabo de un modo sistemático y literal; no hay metáfora allí.
Se cuenta que la esposa del rabino Lowel le pidió al Golem que fuera «al río a
sacar agua»; la criatura obedeció, fue al río y comenzó a sacar agua sin parar,
hasta que terminó por inundar la ciudad. La pregunta es si toda criatura solo
puede aspirar a ser una imagen de su creador; si de poder crear vida,
necesariamente esa vida será peor, más imperfecta. Tal vez sea solo un
prejuicio religioso. A fines de prevenir el sacrilegio, conviene pensar que la
criatura únicamente puede llegar ser una imagen porqué sino, la alta altura de
Dios puede que no sea tan alta. Además valdría preguntarnos seriamente, si
todo hombre tiene alma y si no hay hombres de carne y hueso que solo
obedecen sin cuestionar, como meros Golems.