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Dentro de cada sociedad, habita un deber-ser implícito que es dado según las reglas
establecidas dentro de la misma, por ejemplo, en las comunidades en donde el cristianismo
es asumido se espera cierto tipo de comportamientos y se rechazan otros según los
preceptos morales contemplados que determinan lo que es bueno y lo que es malo, pues es
aquello que avala el comportamiento de quienes integran un grupo social.
En uno de los episodios del podcast Mujer incómoda titulado El miedo visceral a la mujer:
brujas, hechiceras, figuras femeninas, Vanessa Rosales y Susana Castellanos hablan de
varias representaciones que se han cimentado como modelo para la mujer desde la religión
cristiana y anterior a esta, siendo la Virgen María la figura de lo que está bien asociándola
con la bondad, con lo maternal y lo hogareño, sancionando otros matices que también se
pueden tener desde lo femenino que no responden sólo a que se categoriza como benévolo;
por tanto, un carácter fuerte, autónomo, las ganas de poder, la sabiduría, se terminan
relacionando con lo que no es correcto y, en consecuencia, con lo demoniaco al ser contario
a lo que se designa para las mujeres dentro de la comunidad.
Una de las figuras características que sirve para hablar sobre un modelo de mujer
heterodoxo es la bruja que simboliza, como dice Susana, “rebeldía e independencia” por la
manera en la que la perciben los otros. Una bruja es una mujer solitaria, incontrolable, que
no se enmarca dentro de lo establecido y por esto debe crearse una manera de regularlas. El
Malleus maleficarum (1486), es escrito por Enrique Kramer y Jakob Sprenger, dos monjes
dominicos, con el fin de acabar con este tipo de mujeres. En su libro consignan todas
aquellas cosas que se deben tener en cuenta a la hora de distinguir a una bruja y de realizar
su persecución, porque, al ser, según ellos, amantes de Satanás e ir en contra de los
preceptos religiosos, deben ser cazadas y, posteriormente, quemadas en la hoguera. Desde
allí, se instaura una imagen de las brujas que tienen repercusión en el imaginario colectivo,
y esto se evidencia, de entre tantos ámbitos, en la literatura.
Quisiera no tener miedo, evadirse. Piensa en Buenos Aires; acaso en Buenos Aires,
donde no la conocen. Acaso Buenos Aires. Pero su razón le dice que mientras se
lleve a sí misma consigo el miedo ahogará su felicidad en todas partes. Quedarse,
entonces, y ser pasablemente dichosa. Crearse una vida hogareña, envolverse en el
cumplimiento dé mil pequeños deseos, de los caprichos minuciosamente destruidos
en su infancia y su juventud. Ahora que ella puede; que lo puede todo. Dueña del
mundo, si solamente se animara a... Pero el miedo y la timidez le cierran la
garganta. Bruja, bruja. Para las brujas, el infierno.
Según lo dicho, pareciera entonces que ella no elige la soledad, la sociedad de la que hace
parte no le ofrece las condiciones idóneas para su existencia, ya que, al satanizarse el poder
femenino, la protagonista se espanta por descubrirse bruja y por lo que serlo acarrea, teme
que la señalen, la juzguen, la persigan por lo que encarna, así que se resigna a “ser
pasablemente dichosa” y a inventar una vida que se lo permitiera. Es por esto que este
cuento de Cortázar es interesante; muestra otra perspectiva de lo que son las brujas, ya que
se dedica a exponer de cerca cómo se siente la protagonista por estar obligada a la
segregación, cómo se transformó su vida y a sí misma por su condición, y no por hablar
solo de lo que se piensa de ella desde el exterior, sin embargo, también lo es porque retrata
a una mujer que, a pesar de que tiene mucha grandeza y es consciente de eso, se halla
amedrentada y también infeliz por estar forzada al exilio para ocultar y censurar lo que es.
REFERENCIAS: