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- OTRAS ENFERMEDADES
La práctica de la medicina de Los Andes tiene gran parte de sus raíces en la medicina de
la época precolombina. Se trata de una sabiduría que a pesar de todo se ha conservado
de generación en generación y continúa en vigencia para curar las enfermedades del
hombre según los sistemas de pensamiento y las posibilidades técnicas del hombre
andino. La salud y la enfermedad son consideradas globalmente como resultado de una
negligencia del hombre.
Hay varias maneras de explicar la enfermedad del hombre aymara, esto puede ser
debido a la perdida del alma, llamada “ajayu” (aliento vital) o puede explicarse como
una consecuencia de algún tipo de posesión por un espíritu maligno que causan
malestares y manifestaciones somáticas dañinas.
El ajayu.- se podría decir que es como una sombra que se presenta componentes, la
sombra más oscura es el ajayu, la sombra semioscura es el kuraji y la sombra más clara
es el ánimo. Es este último, el componente del ser humano el que sale del cuerpo lo que
causa que el cuerpo se enferme, existen varias razones para que esto suceda; también el
contacto con otros seres humanos puede causar la enfermedad.
Según el yatiri (terapeuta aymara), “los doctores no tienen capacidad para curar el ajayu
ni el ánimo”. Frente a las enfermedades, el hombre aymara reacciona de una manera
emotiva, religiosa y empírica, más que de una manera científica. Busca ante todo
identificar a los agentes sobrenaturales que son los causantes y trata de apaciguarlos con
el fin de que se garantice la curación del enfermo. Esta conducta podría considerarse
como una actitud religiosa que puede llevar a pensar que este pueblo es supersticioso y
que sus prácticas curativas son de creencias y prácticas mágicas.
Para el aymara, los dioses y lo espíritus tutelares o divinidades son los que provocan las
enfermedades corporales, psicológicas y la desgracia social. Cuando los campos no
brindan sus productos o cuando el hombre es víctima de las epidemias o enfermedades,
el hombre aymara atribuye estas desgracias a la negligencia de los mismos hombres con
respecto a los dioses tutelares. Por esta razón, cuando los hombres están enfermos, los
aymaras piensan que se trata de un castigo impuesto por los dioses sobrenaturales;
Achachila, Tunupa, Pachamama, Qullus, y otros.
Las regiones donde moran los anchanchus que son los representantes de la gente
antigua, según Carmona Cruz, Aurelio (1987, p. 56), son lugares que suelen provocar
enfermedades desconocidas a los hombres que se acerquen o que caminen por ellas.”
Asimismo, algunos manantiales, para Quintero, Blas (1976, p. 13), son las puertas por
donde entran y salen seres malignos, las cataratas, son lugares sagrados pues ahí
habitan seres tenebrosos. Junto a estos lugares sagrados se celebran rituales importantes;
en las cataratas están las siete puertas, en el charco, que se forma por la caída del chorro
de agua, vive Bube, ser espiritual, maligno, temido, que es amarrado por los que poseen
el poder para hacerlo; únicamente podrá hacerlo un varón que haya pasado el ritual de
iniciación masculina. Usualmente, estos son temas considerados tabú o algo privado del
que no se debe hablar en público, y menos aún en presencia de los no iniciados . Sin
embargo, todo esto se desarrolla y tiene lugar en el mismo nivel que los seres humanos
y no humanos compartimos; el mundo del aka pacha.
En resumen, en el contexto aymara, existen algunos lugares que pueden causar ciertas
enfermedades psicosomáticas tanto en el hombre y como en la mujer, estos son: los
manantiales, lagos, montañas, ríos, el frio, el sol, la sombra, algunos cruces de caminos,
puentes y otros.
Según Aguiló Federico (1982, p. 30) “los ritos de hoy tienen, o un carácter
“sincrético” u otro “autóctono” con respecto al cristianismo. Así, cabe referirse a las
milluchadas, la siyawra, la q’uwarada, los sahumerios, la kacharpaya y las ch’allas
como ritos sincréticos en los que las invocaciones a deidades católicas son muy
frecuentes”
Cuando en una persona se detecta alguno de estos síntomas, el enfermo deberá acudir al
yatiri para averiguar la causa de la enfermedad. El yatiri dará su diagnóstico leyendo las
hojas de coca o bien por medio del ritual de la “qulla”. Generalmente el “yatiri”
explicará la razón del mal y el no cumplimiento con el pago “churaña” a los espíritus
tutelares y solo podrá vencer el mal sometiéndose a dichos rituales. Por esta razón el
tratamiento consistirá primeramente en aplacar la cólera de los espíritus tutelares
descuidados, por medio de ritos (luqt’aña-killt’aña), sacrificios, etc. Según la gravedad
del mal, se administrara paralelamente un tratamiento a base de fusiones de plantas o
minerales, según la prescripción del “qulliri”. Pero, también conciben que exista un
espacio hostil en el que las enfermedades son más frecuentes y peligrosas. Este espacio
se opone al doméstico que se piensa como propio de la Pachamama.
Sin embargo, el imaginario andino no fija las características de las deidades según una
oposición maniquea que diferencia las buenas de las malas. Ninguna entidad tiene
rasgos unívocos asociados con el premio y el perdón, ninguna se caracteriza sólo porque
provocaría el mal, castigaría y sería implacablemente vengativa. Toda figura mítica o
religiosa en los Andes, trasciende cualquier límite conceptual de carácter unívoco y
maniqueo, adquiriendo una fisonomía ambigua, ocupando varios espacios y provocando
en los hombres y la comunidad, efectos contrarios. Así, la enfermedad refiere una
dimensión mágica sobre la cual es necesario obrar si se quiere restablecer la salud. Tal
dimensión mágica es allanada, tanto preventiva como curativamente mediante
asociaciones simbólicas que interpelen a las deidades Algunas otras enfermedades
comunes, producidas por agentes sobrenaturales son:
En la cultura aymara se cree que son en especial los vientos que soplan en el crepúsculo
los más peligrosos, atacando especialmente a los humanos. Girault., (1988, p. 96) dice
“se piensa que en estos lugares los abuelos reclamaban sus derechos y que allí sopla
un aire muy particular. En la sociedad aymara el viento y el aire son considerados
como malos y responsable de muchas enfermedades (suphay thaya, supay ch’aska)”.
Por otro lado, se considera Inversamente el agua posee un carácter positivo pues ella es
el lugar de origen de los hombre, pero solo las aguas estancadas son consideradas como
el caldo de cultivo y fuente de enfermedades donde habitan los espíritus malignos.
Ajayu (aliento vital del hombre).- Sin él, el hombre llegaría a enfermar de cualquier
tipo de enfermedad, en algunos casos, estos males podrían ser incurables. “cuando la
gente se encuentra enferma hay que ver sus ojos.…cuando los ojos están unido y
rojos….seguro que esta enfermos del ajayu…es pues,.…a veces…. viene gente y dice
que está mal llamamos el ajayu y se pone bien…..”(Diagnóstico de Juan Condori,
Amawt’a).
El amawt’a es el sacerdote andino, es el que conoce los medios y los ritos para aplacar
a los espíritus. El amawt’a busca asegurar la salud y prosperidad por medio de los ritos.
En otras palabras, él está especializado en el diálogo con las fuerzas sobrenaturales del
aka pacha.
enfermedad del lari lari .- usualmente ingresa al cuerpo de las mujeres embarazadas
en el momento del parto o después; cuando están solas y se quedan dormidas. Esta
enfermedad se presenta como un viento ligero que ingresa a la habitación y toma
posesión de ella y luego empieza a deteriorarse la salud de la persona (mujer), es decir,
que las agota.
Este hecho es ratificado por Frizacho (1984, p. 65) “entre los aymaras aún se lleva una
vida intensa entre mezclada con la leyenda del Lari lari, ser maligno que entra a las
mujeres en el momento del parto como especie de aire para provocarla muerte”. Existe
una gran diversidad de formas en que se manifiestan las enfermedades en la cultura
aymara; el lari lari, el katja, el uraqi, el thaphuti y otros que son amenazas que
rondan la comunidad.
Según Montes (1985, p. 148-149), los bolivianos aymaras en ciertos casos atribuyen las
enfermedades de los niños a un espíritu maligno llamado lari lari que ha logrado
apoderarse de su cuerpo. Para ahuyentar al espíritu maligno, realizan la quema de q’uwa
q’uwa o akhana con añil en la habitación del enfermo; suponiendo que el fuerte humo
producto de la quema debería hacer que el espíritu maligno abandone a su víctima.