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Lawfare: una guerra invisible

“Todo el arte de la guerra se basa en el engaño. El supremo arte de la guerra es someter al


enemigo sin luchar” El Arte de la Guerra, Sun Tzu.

Ninguna persona que usualmente consuma noticias podría admitir desconocer la palabra
“Lawfare”. ​“Lawfare” ​es un término foráneo, importado de la lengua anglosajona, el cual no
posee una traslación exacta a nuestro idioma castellano. Necesariamente existe una
pérdida de sentido propio al realizar dicha traducción . Literalmente ​“Lawfare”​ significa ley
“law”​ y guerra ​“warfare”​. Algo así como guerra legal, guerra jurídica.

Aparece por primera vez en el año 1975, dentro de un artículo donde dos australianos
observaron cómo el sistema jurídico oriental tomaba distancia de un sistema oriental
mutando hacia un estilo más polémico e utilitario, perdiendo un sentido humanístico.

Luego, en el año 2001, Charles Dunlap Jr., perteneciente a la fuerza aérea de los Estados
Unidos, inaugura la utilización moderna del neologismo, aconsejando su adopción como un
nuevo medio para conseguir lo que de otra manera se conseguiría con la aplicación
tradicional de la fuerza militar, mediante la ley como medio para alcanzar tal fin.

El “​lawfare”​, siguiendo semánticamente su análisis, implica la existencia de una guerra que,


a simple vista, muestra como único actor participante al poder judicial. No se involucra, al
menos manifiestamente, ninguna otra parte o partes en la contienda. Claro que esto resulta
ser una trampa; en la práctica se sirve de diferentes ejércitos como puede ser el poder
político, económico, financiero, mediático, entre otros.

Esto habilita entonces un margen amplísimo de impunidad que permite operar más allá de
las coyunturas histórico políticas que se sucedan; haciendo más fácil la anulación y
neutralización del supuesto enemigo, configurándose en la figura de chivo expiatorio. Esto
significa que acabará por convertirse en el depósito de todos los males, asumiendo
responsabilidades ajenas, bajo la creencia de que a través de su eliminación se recuperará,
como única vía posible, el equilibrio social.

Las corporaciones mediáticas serán entonces el arma por excelencia para llevar adelante
este “enfrentamiento bélico”. Serán los encargados de comunicar -y crear- discursos
vindicativos serviles a diferentes intereses políticos. Aparecerán entonces las denominadas
“fake news”: ​noticias falsas que diseminan viralmente información falsa, a sabiendas de tal
carácter, con ánimos de generar un impacto emotivo en los individuos, pudiendo moldear de
esta manera la opinión pública e influir en determinados comportamientos sociales.

El discurso de la antipolítica es un aliado estratégico; bajo sutiles técnicas de comunicación


la política comienza a presentarse como sucia, corrupta. Los nuevos personajes actuantes
se presentan como no políticos, “a-políticos”, quienes vendrían a ser inocentes justicieros en
busca del bien común y la paz social.

Los sistemas de vigilancia son también parte esencial en todo este modus operandi. Y
claro, no se trata sólo de espiar a aquel político demonizado -y a los no demonizados
también- , sino que el control se ejerce masivamente sobre toda la sociedad en su conjunto.
Es una manera indirecta, a través de la recopilación masiva de datos, para moldear y
disciplinar, en parte, ese llamado “sentido común”, adjudicado casi siempre como algo
innato y propio en los seres humanos.

La práctica ​“lawferiana”​ tiene como objetivo a corto plazo la destrucción de un enemigo


concreto que obstaculiza lograr otras finalidades no manifiestas. Una de ellas puede
tranquilamente tratar de violentar la democracia para así reducir el Estado de Derecho,
generando un terreno fértil para sembrar nuevos poderes políticos y económicos.

El golpe final estará dado por la servicial agencia judicial; magistrados y magistradas
dispuestos a coronar la victoria del embate. Llegado este momento, la “ley”, a través de
jueces y juezas, hace su aparición otorgando aspecto de legitimidad a las prácticas
desplegadas anteriormente. La guerra, como tal, es un hecho político, no jurídico. Aquí es
cuando abiertamente podremos decir que es una guerra ilícita que lejos está de enmarcarse
dentro de determinado derecho.

Rafael Correa, Lula Da Silva, Evo Morales, para no mencionar dolorosos ejemplos de
nuestras tierras, han sido víctimas de ​“lawfare”, ​que ha quedado claro es mucho más que
un mero término.
Persecución mediática-judicial, guerra jurídica; casualmente -o no tanto-, muchos de los
líderes atacados han llevado adelante gobiernos donde se implementaron un sin número de
políticas sociales inclusivas, ampliatorias de derechos.

Stefanía Alba Nájera


Docente Cátedra I Derecho Penal I FCJyS UNLP

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