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- La parte que ocupa el Estado Español dentro de la Península Ibérica (492.494 Km2),
- Los archipiélagos de Canarias (7.242 Km2) y Baleares (5.014 Km2)
- Las ciudades e islotes del norte de África (Ceuta y Melilla) (32 Km2)
- Los límites de la España peninsular están marcados por el Mar Cantábrico, el Mar
Mediterráneo y el Océano Atlántico, junto a la frontera con Portugal, establecida con algunas
variantes posteriores, en el siglo XIV, la francoandorrana, establecida a finales del siglo XVII
siguiendo esencialmente la línea de cumbres de los Pirineos y la disputada frontera con Gibraltar.
- En África, las ciudades españolas hacen frontera con Marruecos, de una enorme
importancia geoestratégica.
- En el contexto general de Europa, España es un país grande, el cuarto de Europa, el segundo
en extensión de la Unión Europea, tras Francia. Consecuencia de su gran extensión y de su carácter
peninsular tan acentuado, es la longitud de sus costas, 3.904 Km. que, sumando las de los
archipiélagos, se acerca a los 6.000 Km.
Estos intentos ilustrados provocaron el nacimiento del conflicto entre el concepto unitario
del estado español y el concepto plurinacional (foralismo) del mismo partidario de una división que
reconociera el particularismo de las distintas regiones conformadas por la historia.
Frente al foralismo federalista y tradicionalista del Carlismo, los liberales hicieron suya la
bandera de una concepción racional, unificada y eficaz del estado, por lo que procedieron a la
división del territorio en circunscripciones administrativas y electorales, que, aun respetando en lo
posible las identidades históricas, se basarían más en criterios de estandarización superficiales,
territorios de similar tamaño, y de similar acceso a los recursos naturales esenciales (agua, campos
de labranza, serranías forestales). Desde esta perspectiva surge la división provincial de 1833,
dictada por Javier de Burgos, que dividía España en 49 provincias administrativas, en 1927 se elevan
a 50 por la división en dos de Canarias, que formarían la red administrativa y electoral del país. De
esta manera se establecía la estructura básica de la administración territorial: municipios
gobernados por ayuntamientos y provincias, entendidas como circunscripciones electorales y
administrativas fruto de la unión de diversos municipios con una administración común coordinada
por las Diputaciones Provinciales.
Pese a los intentos de respetar la adscripción y vinculación histórica de los distintos municipios
con la ciudad capital de cada provincia, es un hecho que la división provincial, optaba por el modelo
puramente administrativo, puesto que no incluía para nada el reconocimiento a las regiones
históricas forjadas a lo largo de los siglos. La creciente fortaleza de los movimientos regionalistas, la
tradición foralista y federalista, verdaderamente nacionalista en territorios como Cataluña y País
Vasco, hacen que tanto la Primera República como la II República, se planteen la necesidad de
crear un nivel intermedio de administración entre el Estado Central y la provincia que, además
sirva para darle personalidad jurídica y política a esas regiones, surge así el concepto de autonomía
política regional que será eliminado drásticamente durante el franquismo.
La llegada de la democracia entendió que había que reconocer la gran diversidad regional de
España con la creación de las Comunidades Autónomas, de acuerdo con el artículo 2 de la
Constitución Española que reconoce el derecho de las nacionalidades y regiones a constituirse en
autonomías, como un nuevo modelo de división política que supere la puramente administrativa.
Los objetivos esenciales de esta división se centran en:
- Dar respuesta al deseo de autogobierno de muchas regiones.
- Modernizar las estructuras del Estado, buscando una mayor democratización de las
instituciones y una mayor descentralización administrativa.
- Adecuar la realidad cultural e histórica de los pueblos de España con su marco territorial
- Permitir políticas de desarrollo regional autogestionarias