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LIBERTAD, ¡CUANTA SUMISIÓN SE PREDICA EN TU NOMBRE!

(Faro de Vigo, 24/09/2021)

Últimamente no dejamos de oír por todas partes clamar por la libertad. Frente a las restricciones
impuestas por la pandemia, algunos gritan ¡libertad! Que si se regulan precios o se interviene en
algo el mercado, ¡libertad!. A primera vista parece indudable que cuantas menos regulación e
intervenciones, más podrá hacer cada uno lo que quiera. Sin embargo, esto de la libertad es menos
simple de lo que parece.
Si por libertad se entiende lo que acostumbra a proponer el pensamiento liberal, a saber, que
libertad se da cuando no hay interferencia alguna en nuestra acción voluntaria, entonces, con cada
ley, con cada regla o norma, que suponen siempre prohibiciones o limitaciones, la libertad en la
misma medida quedaría restringida. Eso es lo que le llevaba a decir a Hobbes que bajo la ley no
había diferencia entre la republicana ciudad de Luca y la despótica Constantinopla, todos tienen la
acción restringida. Pero esto resulta demasiado grueso, pues ahí no se cuestiona si la interferencia es
arbitraria, porque es impuesta autoritariamente o no está justificada; no se pregunta por si cumple
los dos rasgos de democracia y razonabilidad. Razonemos sobre la base de que se cumple el primer
supuesto, que las normas o medidas sean democráticas, esto es, que de algún modo podamos decir
que nos las hemos dado nosotros, por lo que podemos decir que somos auto-nomos (Rousseau,
Kant). Parece que, por ejemplo, cuando se limita nuestra acción a conducir por la derecha tal
interferencia de nuestras posibilidades de acción es razonable. El liberal contestaría que sí que es
razonable, pero que usted es menos libre, y lo mismo diría respecto de las restricciones por la
pandemia, de las intervenciones económicas, etc. Nos diría que no debemos confundir libertad con
otros valores que pueden sernos igualmente deseables, como por ejemplo la seguridad, la salud, la
igualdad... y que en función de ellos limitamos razonablemente, pero limitamos al fin, nuestra
libertad. Pero también podríamos pensar que, cuando tratamos de garantizarnos cierta seguridad,
salud y equidad, con ello también nos aseguramos el mantener las condiciones de la libertad, pues si
por no limitar mi libertad de conducir por cualquier mano o por no aceptar tal o cual restricción
sanitaria me veo obligado a ser hospitalizado y en el límite no sobrevivo, ¿de qué libertad podría
hablar?. De manera que aquella separación entre unos valores (seguridad, salud...) y otros (libertad)
no es tan clara como parecía, y si solo veo en la norma la restricción y no lo que posibilita en una
perspectiva más amplia, estoy simplificando abusivamente el problema. No me estaría apercibiendo
de que una limitación puede ser posibilitadora, que si restrinjo mis posibilidades de ir por donde
quiera garantizo mejor mi libertad de desplazarme a un punto, pues de otra manera puede que
quedáramos todos atascados sin poder desplazarnos. Y además no estoy considerando que aun no

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teniendo de facto una interferencia real a mi libertad, podría no ser libre, pues, siempre que alguien
tuviese la potencia de interferirnos aun cuando no lo hiciera nosotros estaríamos dependiendo de ese
poder, no seríamos pues libres, como no lo es un esclavo que dependiendo de su benéfico amo, este
apenas interfiere, y le permite esto y aquello, pero él sabe que en cualquier momento todo le puede
ser negado. ¿No ha consistido tantas veces en eso la “libertad” de muchas mujeres en el
matrimonio, o del trabajador en la empresa, o en fin del sin recursos ante cualquier sujeto con cierto
poder? A esto apunta la concepción republicana de la libertad como no dominación. La cosa, como
vemos, es algo más complicada. No solo debo saber si la interferencia es arbitraria o no, sino si hay
interferencias potenciales (Pocock, Pettit, Skinner.).
Todo esto supone, por lo demás, que no puedo considerar mi libertad con independencia de los
otros. Cuando hablamos de libertad, a menudo damos por supuesto el añadido de “para todos”. Y
pensamos bien, pues si no incluimos esa universalidad, esto es, la igualdad fundamental al respecto,
la libertad de unos podría significar la restricción para otros. Si permitimos a algunos el privilegio
de que circulen por la mano que quieran, los demás nos veremos obligados en más de una ocasión a
tenernos que desviar de la nuestra, de la misma manera, si concedemos a alguno la libertad de,
siendo portador de un germen letal, circular por donde desee, los demás nos veremos obligados a
evitar ir por donde él va, (cuanto menos tengan unos respecto de otros, más posible es que se den
situaciones de dominación,) etc. En consecuencia la libertad es co-libertad, y supone universalidad
e igualdad en lo fundamental.
Y aún hay más. Estamos viendo que la norma es en efecto limitación - y en esto se quedaba el
liberal-, pero que es también posibilitación pues al garantizarnos nuestra seguridad, nuestra salud,
propicia nuestra capacidad de acción que de otro modo podría verse, esta vez sí, fuertemente
restringida o hasta definitivamente anulada. Pero al poner el énfasis en lo que propicia la norma
estamos reparando en que la libertad requiere de unas condiciones para ejercerse. Mal puede el
enfermo obligado a permanecer en una habitación encerrado, con la mente sedada ejercer
posibilidades de acción. Y esto lo podríamos llevar más lejos, sin limitarnos al ámbito de la
seguridad y la salud; qué posibilidades de acción tengo si carezco de bienes básicos, si mis
capacidades (A. Sen, Nussbaum) están limitadas, no tengo medios materiales, ni cultura; si vivo en
el continuo temor a perder mi precario empleo, al desahucio, o a no poder correr con los gastos de
una enfermedad... ¿puedo entonces decir que soy libre, pues nadie me impide por norma alguna
intentar adquirir más bienes, estudiar, desplazarme, etc y aun lo soy tanto como el que dispone ya
de todo eso, pues por un igual ni para él ni para mí existe norma que nos lo impida?. Parece que
esto contradice nuestra intuición básica de lo que es libertad, y todos concluiríamos que el segundo,
porque reúne condiciones o capacidades, tiene más seguridad de no ser dominado y más

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posibilidades de acción que el primero, que sus opciones no dominadas están reducidas y que en
consecuencia el primero tiene claramente restringida su libertad, que está más expuesto al arbitrio
de otros y que como aquel enfermo encerrado en su habitación y sedado, que no hay norma que le
impida salir, se ve por fuerza postrado.
En efecto, vemos que eso de la libertad no depende de que no haya una norma o medida que
interfiera, que la interferencia, si es razonable y autónoma, lejos de limitar nuestra libertad puede
estar favoreciéndola. Que si se orienta a que todos podamos tener condiciones que supongan el
sacarnos de aquel encierro y postración, la regulación que interfiere es posibilitadora de nuestra
libertad lejos de ser su limitación. Parece, pues, que tenemos que pensarnos algo mejor esto de la
libertad, no sea que su malentendimiento coadyuve a nuestra sumisión.

Jorge Álvarez Yágüez

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