Está en la página 1de 12

Economía, Política y Populismo

1
Enrique A. Bour

Continúo abordando la obra de grandes autores, que han contribuido a nuestra com-
prensión de la economía, subrayando el costado político que, como se verá, tiene varios
puntos de contacto con la realidad de nuestro país, Argentina.

El tema que trataré se refiere al comportamiento de los grupos que toman decisiones,
en cuyo campo hay bellos y sorprendentes resultados cualitativos, como la inexistencia
de procesos ideales de votación de Kenneth J. Arrow, y el teorema de Gibbard-
Satterthwaite sobre manipulación de las elecciones. Estos teoremas clásicos han teni-
do un impacto considerable sobre el campo de la elección social. En forma previa, in-
troduciré algo de la reciente literatura macroeconómica sobre populismo, que es tam-
bién relevante para la apreciación de las dimensiones económica y política.

1. Populismo, en versión macroeconómica

Dornbusch y Edwards (1982) han escrito sobre el fenómeno conocido como populismo,
haciendo énfasis en algunos aspectos macroeconómicos, que por ser más conocidos en
América Latina conviene plantear en primer término: los autores hacen hincapié en la
macroeconomía del populismo no porque piensen que carecen de interés otros aspec-
tos del fenómeno, sino porque creen que en la esfera macroeconómica son particular-
mente débiles las experiencias populistas. Dicen: Una y otra vez, en un país como en
otro, los gobernantes han aplicado programas económicos que recurren en gran me-
dida al uso de políticas fiscales y crediticias expansivas y a la sobrevaluación de la
moneda para acelerar el crecimiento y redistribuir el ingreso. Al aplicar estas políti-
cas, por lo general no ha habido preocupación por la existencia de restricciones fisca-
les y cambiarias. Después de un breve periodo de crecimiento y recuperación econó-
micos, surgen cuellos de botella que provocan presiones macroeconómicas insosteni-
bles y que finalmente conducen al derrumbe de los salarios reales y a graves dificul-
tades de la balanza de pagos.

Drake (1982) ha destacado tres elementos de una definición provisional: el populismo


usa “la movilización política, la retórica recurrente y los símbolos destinados a inspi-
rar al pueblo”; se basa en una coalición heterogénea donde predomina la clase trabaja-
dora pero que incluye sectores importantes de los estratos medios y altos que la diri-
gen; por último, el populismo “implica un conjunto de políticas reformistas que inten-
tan promover el desarrollo sin provocar un conflicto clasista explosivo”. Los progra-
mas responden normalmente a los problemas del subdesarrollo al expandir el acti-
vismo estatal para incorporar a los trabajadores en un proceso de industrialización
acelerada, mediante medidas de mejoramiento de la distribución.

Conniff (1982, p.5) ha sostenido que “los programas populistas se traslapan frecuente-
mente con los del socialismo”. Se destaca aquí que el objetivo de la redistribución es la
parte central del paradigma. Para Dornbusch y Edwards, populismo económico es un
enfoque de la economía que destaca el crecimiento y la redistribución del ingreso y
menosprecia los riesgos de la inflación y el financiamiento deficitario, las restriccio-
nes externas y la reacción de los agentes económicos ante políticas agresivas ajenas al
mercado (Dornbusch y Edwards, 1982). Federico Sturzenegger, por su parte, señala
que el paradigma populista rechaza el pensamiento conservador dejando de lado la
2
idea de que hay restricciones de recursos. El trabajo desempleado y la capacidad de
capital no utilizada son vistos como evidencia de una carencia de demanda y de la
necesidad de políticas expansivas. Las reservas existentes dan lugar a relajar las res-
tricciones externas, sobrevaluar el tipo de cambio, y consiguientemente generar un
incremento del salario real. No se considera que la expansión de la demanda sea in-
flacionaria (Sturzenegger, 1991.) Sturzenegger demuestra luego la carencia de sustento
de seguir estas políticas inconsistentes. Pero ¿Por qué se siguen políticas populistas?
Una posibilidad que él menciona es la corrupción (si el gobierno representa a cierto
factor de producción). El problema de esta hipótesis es que las políticas implementadas
terminaron perjudicando eventualmente a su representado. Con todo, concluye Sturze-
negger, “esta explicación debe aproximarse mucho a la verdad”.

Los análisis previos presuponen que existe un marco de toma de decisiones sociales que
permite llevar adelante las políticas en cuestión. Para analizarlo, se requiere realizar el
correspondiente análisis político.

2. Los teoremas de la “dictadura”

Arrow buscaba una respuesta a la pregunta: ¿Es posible agregar los órdenes de prefe-
rencia individuales entre estados sociales de tal forma de generar un orden social que
satisfaga condiciones de racionalidad semejantes a las características de los órdenes
individuales? Arrow comenzó dentro de la tradición de la economía del bienestar teóri-
ca. Con la desaparición del utilitarismo a manos de Lionel Robbins, los economistas
habían redescubierto a Pareto, pero el enfoque clasificatorio paretiano no facilitaba un
medio de seleccionar entre distintas posiciones que satisfagan el criterio de optimalidad
de Pareto. Utilizando instrumentos de la lógica simbólica, Arrow llegó a la dramática
conclusión de que semejante ordenamiento no puede alcanzarse a menos que se im-
pongan restricciones fuertes sobre los órdenes de preferencia individuales. Arrow pu-
blicó posteriormente su ahora famoso libro, Social Choice and Individual Values, que
incluye el teorema de imposibilidad, que a partir de entonces ha ejercido un impacto
profundo sobre el pensamiento de economistas y científicos sociales, estimulando una
extensa investigación. Arrow demostró que no existe un sistema de votación justo en el
sentido de producir un ganador preferido a los demás y que al mismo tiempo asegure
que la elección sea decisiva.

Lo que Arrow estableció – y con menor énfasis Duncan Black, algunos años antes – es
que la democracia, interpretada como equivalente a la elección de las mayorías, puede
no funcionar. Ambos científicos habían descubierto – o redescubierto, luego del mar-
qués de Condorcet en el siglo XVIII– el fenómeno de los ciclos de votación mayorita-
rios, y demostrado de modo riguroso que, con algunos conjuntos de órdenes de prefe-
rencia, la votación por mayoría en una sucesión de comparaciones de a pares generará
ciclos continuos, sin alcanzar un equilibrio o punto de parada.

La dificultad puede ser apreciada con un ejemplo de tres votantes que deben escoger
entre tres alternativas. Estos tres votantes componen la Comisión Ministerial de Coor-
dinación y Decisión sobre el Gran Gasoducto del Sur, aunque el ejemplo es válido para
cualquier comité o proceso de votación. Según información disponible, el Gran Gaso-
ducto del Sur es un proyecto multiestatal pactado entre Argentina, Brasil y Venezuela.
Según un cable, el proyecto tendría una inversión estimada de 20 mil millones de dóla-
res, previéndose que genere un millón
3
de puestos de trabajo y que alcance una
extensión mayor a 10 mil kilómetros en
tuberías a través de las cuales se podrán Julio de Vido Edison Lobāo Rafael Ramí-
(Arg.)(1) (Brasil)(2) rez (Venez.)(3)
distribuir cerca de 150 millones de pies A B C
cúbicos del combustible a siete países B C A
sudamericanos. En julio de 2007, el pre- C A B
Ejemplo - Paradoja de Condorcet
sidente venezolano Chávez reconoció
que el interés por su construcción se
había "congelado". Esta declaración fue posterior a que en junio de ese mismo año el
presidente de Petrobras, afirmase que pasarían entre 25 y 30 años antes de que el gaso-
ducto estuviera en funcionamiento. Supóngase ahora que hay 3 opciones de diseño A, B
y C entre las cuales deben elegir los miembros de la comisión (las que, por ejemplo,
podrían diferir en cuanto a su impacto ecológico). Los votantes ordenan a esas alterna-
tivas según la matriz adjunta. Ahora supóngase que cada ministro, indicado mediante
(1), (2) y (3), tiene preferencias consistentes sobre las tres opciones de elección. Así, (1)
prefiere A respecto a B, pero entre B y C, prefiere B. Luego, se infiere, prefiere A a C. En
cambio, (2) prefiere B a C, pero prefiere C a A. Finalmente, el ministro venezolano (3)
prefiere C a A y ésta a B. Cada votante, representando un mandato político recibido en
sus países, tiene preferencias consistentes dentro de su campo de elección. La consis-
tencia implica dentro de este marco esencialmente transitividad. Ahora considérese
una secuencia de elecciones de a dos por medio de la regla mayoritaria: A derrotará a B
(es decir, 1+3 derrotarán la postura de 2), B derrotará a C (1+2 derrotarán a 3), pero ¡C
derrotará a su vez a A (2+3 derrotarán a 1)! No existe ninguna alternativa que ostente
una mayoría contra todas las otras. Hay un ciclo, y el ganador dependerá de la agenda
de votación que se lleve a cabo (la cual, por supuesto, es arbitraria).

La dificultad de todos los sistemas de votación radica en que se puede demostrar que
no existe un sistema satisfactorio. Esto fue lo demostrado por Kenneth Arrow y es el
resultado conocido como Teorema de Imposibilidad de Arrow. Repasemos brevemente
el enunciado. Arrow establece cuatro condiciones que debería cumplir el sistema de
elección social:

A) Condición de Pareto: Si todos los votantes clasifican a alguna opción más alta que
otra, también lo debe hacer el esquema “social” de elección.

B) Independencia de alternativas irrelevantes. La clasificación social de dos alterna-


tivas depende sólo de la clasificación relativa de esas alternativas, y de ninguna otra.

C) No-dictadura. No hay dictador, es decir, no hay elector cuya clasificación siempre


coincida con el resultado social.

D) Dominio universal. Cada votante puede elegir cualquier ordenamiento, en el senti-


do de que no se excluye a priori ningún ordenamiento.

Estas condiciones aparentemente tan leves de razonabilidad no pueden ser satisfechas


simultáneamente por ninguna regla de votación: eso dice el teorema de imposibilidad
de Arrow.
Esta imposibilidad es contraria a la intuición puesto que uno puede pensar que debería
4
haber una forma satisfactoria de agregar los deseos de los individuos en términos de
una política de la sociedad en conjunto. Después de todo, nuestra idea de la democra-
cia está basada en este concepto.

Economistas como James Buchanan han considerado que este teorema, con la multi-
plicidad caótica de la democracia refleja un factor de fuerza, no de debilidad: Cualquier
logro del equilibrio político mediante la regla de la mayoría equivaldría a la imposi-
ción permanente de la voluntad de la mayoría sobre la minoría. Mi preocupación ha
sido impedir la discriminación contra las minorías, en lugar de asegurar la estabili-
dad de los resultados políticos. Buchanan ve que este teorema de Arrow es una solu-
ción a un problema planteado por los “padres fundadores” de Estados Unidos: ¿cómo
pueden las democracias evitar la tiranía de la mayoría? Bueno, aquí tenemos una ma-
nera, dijo: Dejen que la democracia se comporte normalmente. Siempre que la gente
sea lo suficientemente diversa en sus puntos de vista para que los supuestos de Arrow
sean válidos, las facciones en el poder cambiarán con frecuencia: ¿No es preferible
garantizar una rotación de resultados, que permita a los miembros de la minoría en
una ronda de votación, volver en rondas posteriores y ascender a la situación de ma-
yoría? (Buchanan, 1954).

Como sea, el tenor del teorema de Arrow es una antítesis de los ideales políticos de la
Ilustración. La paradoja de Condorcet ilustrada previamente no es de hecho una ano-
malía aislada, o la falla de un método de votación específico. Más bien, manifiesta un
problema mucho más amplio, con la idea de recoger muchas preferencias individuales
en una sola; lo que dice el teorema de Arrow es “simplemente” que no puede haber una
voluntad común de todas las personas en relación con las decisiones colectivas, que
asimile los gustos y valores de todos los individuos que componen una sociedad. No
hay tal cosa como la voluntad general.

Veamos ahora otra dificultad. El voto táctico (llamado también sofisticado) se presenta
en elecciones con más de dos candidatos viables, cuando el votante apoya a un candida-
to que no representa sus preferencias sinceras, a efectos de impedir un resultado inde-
seado. El teorema de Gibbard-Satterthwaite (1973, 1975) establece que cualquier méto-
do de votación exento de manipulación estratégica debe ser o dictatorial o no deter-
minista. Un ejemplo de su aplicación son las elecciones británicas, donde hay tres par-
tidos principales representados en el parlamento: el Laborista, el Conservador y los
Demócratas Liberales. De ellos, muchos votantes consideran semejantes a los laboristas
y a los demócratas liberales. Mucha gente que prefiere a los demócratas liberales vota
por un candidato del partido laborista cuando éste es más fuerte, y recíprocamente
cuando los demócratas liberales son más fuertes, a efectos de impedir que gane el can-
didato del partido conservador. En Argentina, es probable que el voto táctico haya sido
la estrella en diversas oportunidades; p. ej., es posible que los resultados del ballotage
entre Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau en 2015 hayan sido influidos en
gran medida por el voto táctico. Ambos teoremas, el de Arrow y el de Gibbard-
Satterthwaite pueden ser amalgamados bajo el rótulo de teoremas de la dictadura.

3. Populismo y Public Choice

¿Es defectuosa la democracia? No se pregunta si la democracia, tal como se practica en


Argentina o en Estados Unidos, es defectuosa, sino si el proceso mismo de la democra-
cia es defectuoso como institución de gobierno. Winston Churchill sugirió que la demo-
5
cracia era la peor forma de gobierno aparte de todo el resto. ¿Es esto realmente lo me-
jor que se pueda decir?

Cuando hablamos de democracia, uno piensa in-


mediatamente en algunos atributos deseables co-
mo 1) la participación popular en el gobierno del
país; 2) la igualdad de todo ciudadano en cuestio-
nes como las elecciones, la aplicación del derecho,
etc. 3) last but not least, la libertad. Puede apre-
ciarse que la votación es el núcleo de una demo-
cracia. En los últimos años, en gran medida como
resultado del masivo y creciente cuerpo de la lite-
ratura de elección social, los procedimientos de-
mocráticos han sido vistos como necesariamente
defectuosos. Se ha argumentado que no se puede
pensar que las instituciones -tanto de la democra-
cia representativa como de la directa- demuestren
legítimamente los verdaderos intereses de los
votantes o ciudadanos. Uno de los principales de-
William Harrison Riker (1920-1993)
fensores de este punto de vista fue William H. Ri-
ker. Su trabajo seminal, Liberalism Against Popu-
lism (1982), expuso una nueva y controvertida teoría de la democracia. Utilizó la lógica
estratégica para cuestionar la idea de que la democracia conduce a políticas públicas
especialmente buenas y representativas, sugiriendo en cambio que tenía poca ventaja
sobre otras formas de gobernanza en esa dimensión. La gran ventaja de la democracia
radicaba en la facilidad con la que se podía echar a los bribones. Riker hizo una dis-
tinción fundamental entre los resultados colectivos en economía y en política. Él veía
los resultados colectivos en política como el producto de procesos estratégicos cons-
cientes. Esta es una distinción crucial porque el actor racional en los ámbitos políticos
calcula intencionalmente cómo lograr objetivos en un entorno estratégico con otros
agentes de actuación estratégica, haciendo de la teoría de los juegos la herramienta
analítica central para modelar procesos políticos.

Riker fue un politólogo influyente, fundador de la Escuela de Rochester, compuesta en


gran parte por académicos entrenados por él. Riker estaba fascinado por la cuestión de
la estabilidad. Pensaba que la ciencia política es la verdadera ciencia triste, ya que se
refiere al desequilibrio, mientras que, según él, la economía se refiere al equilibrio. La
Escuela de Rochester podría definirse por su concentración en las instituciones forma-
das para poner orden en el mundo social, un mundo que de otro modo sería caótico.
Riker popularizó la importancia del teorema de Arrow y la teoría de la elección social
para estudiar elecciones, sistemas electorales y procesos de la política en general. Exa-
minó el intercambio de favores (o comercio de votos), llevando el análisis formal a los
estudios del Congreso, y promovió el análisis espacial y la teoría de los juegos. Su in-
fluencia en todos los campos de la ciencia política fue enorme (Dowding, 2006.)

¿Por qué Riker pensaba que la política trata del desequilibrio? Sus puntos de vista se
derivan de los resultados de la teoría de la elección social y pueden explicarse más
fácilmente considerando el ciclo de Condorcet. Para ciertas preferencias individuales
consistentes y transitivas, la preferencia de grupo es intransitiva, como surge en el
6
ejemplo precedente (pág. 3). Cualquier mecanismo de agregación de preferencias que
permita que surja este ciclo asegura que no habrá equilibrio. Todo mecanismo que no
le permita emerger produce un resultado arbitrario. Por "arbitrario" Riker no quiere
decir aleatorio, o incluso impredecible, sino más bien que el resultado no puede reflejar
la estructura verdadera de las preferencias. Con ciertos perfiles de preferencia, diferen-
tes mecanismos dan diferentes resultados incluso con el mismo conjunto de preferen-
cias individuales. No tenemos intuiciones obvias sobre qué mecanismos son los mejo-
res. Usando los resultados de Arrow, y de Mckelvey y Schofield (que también estudia-
ron el problema), Riker pensó que ésta era la forma general de la política. Por lo tanto,
dedujo, todo resultado electoral es arbitrario.

Una de las críticas que se le formuló fue que la Escuela de Rochester, al igual que otra
de las grandes escuelas de public choice -los virginianos, con J.M. Buchanan a la cabe-
za- era escéptica sobre las instituciones de la democracia, si no completamente hostil a
ellas. Riker cuestiona el papel del voto en la democracia. ¿Cuál es el propósito del voto?
Hay dos puntos de vista principales. Según el primero, la opinión liberal, los ciudada-
nos votan sólo para controlar (i.e. seleccionar, castigar, reemplazar) a los funcionarios
elegidos. Este punto de vista, que podría atribuirse al cuarto presidente de EE UU, Ja-
mes Madison (1751-1836), implica que “la votación genera libertad restringiendo a los
funcionarios elegidos” (Riker). Un segundo punto de vista es la visión populista. Fue
iniciado por Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), y afirma que los ciudadanos votan
para establecer la voluntad del electorado. Los funcionarios electos son en este sentido
una extensión directa de la voluntad del pueblo. Como sugiere el título de su libro, Ri-
ker afirma que el punto de vista liberal es el único válido: "el pueblo" no puede gober-
nar como un cuerpo corporativo. Citando a [Riker, 1982], "La función del voto es con-
trolar a los funcionarios, y no más" (énfasis en el original). Para argumentar por su
causa, Riker utiliza argumentos de la teoría de la elección social. La votación como un
medio de representación populista, dice, es imprecisa, porque distintos sistemas de
votación dan lugar a resultados distintos partiendo de exactamente el mismo perfil de
preferencias de votantes individuales; y sin sentido, pues el resultado de la votación es
siempre manipulable por el teorema de Gibbard-Satterthwaite y, además, es imposible
distinguir los resultados manipulados de los no manipulados debido al carácter incog-
noscible de las intenciones privadas que subyacen a las acciones públicas. Riker toma a
Rousseau como el ejemplo paradigmático del tipo de populismo que se supone des-
acreditado por la teoría de la elección social.

En resumen, según Riker una democracia populista es incoherente. Y como él mismo


señala, la votación es el acto central de una democracia: Quiero señalar que la co-
herencia depende del hecho de que todas las ideas democráticas se concentran en el
mecanismo de votación. Todos los elementos del método democrático son medios para
que el voto sea prácticamente efectivo y políticamente significativo, y todos los ele-
mentos del ideal democrático son extensiones morales y elaboraciones de las carac-
terísticas del método que hacen que el voto funcione. La votación, por lo tanto, es el
acto central de la democracia, y este hecho pone de manifiesto la relevancia inmedia-
ta de la teoría de la elección social (Riker, 1982, p. 5). Luego, en este sentido, la posi-
ción de Riker puede ser vista como antidemocrática. (Feys, 2015) Y más adelante: El
populismo como imperativo moral depende de la existencia de una voluntad popular
descubierta por el voto. Pero si el voto no descubre ni revela una voluntad, entonces el
imperativo moral se evapora porque no hay nada para ordenar. Si la gente habla en
7
lenguas sin sentido, no pueden pronunciar la ley que los hará libres. El populismo
falla, por lo tanto, no porque sea moralmente erróneo, sino simplemente porque está
vacío (Riker, 1982, p. 239.)

La crítica de Riker al populismo hacía eco a las objeciones de Schumpeter a lo que éste
llamaba la concepción "clásica" de la democracia y su preocupación por la voluntad del
pueblo (Schumpeter, 1942, p.42.) Schumpeter buscaba demostrar la incoherencia de la
voluntad popular estableciendo la indeterminación e incoherencia de las opiniones
políticas de los individuos, pero la crítica actualizada de Riker pasaría incluso bajo el
supuesto caritativo de que todos los individuos tuvieran opiniones políticas racionales.

Riker sostiene que la votación es tan susceptible a ciclos y al comportamiento estratégi-


co que los resultados no pueden ser entendidos como expresando los valores de los vo-
tantes. Por lo tanto, "el significado de las opciones sociales es bastante oscuro": las
elecciones pueden reflejar los verdaderos valores de los votantes, un comportamiento
estratégico exitoso o la "amalgama accidental de lo que los manipuladores (tal vez
involuntariamente) produjeron". Según Riker, los resultados no guardan ninguna rela-
ción particular con los puntos de vista de los votantes sobre las políticas públicas, y cree
que cualquier pequeño cambio en la situación puede conducir a resultados tremenda-
mente diferentes. La probabilidad de ciclos depende del número de votantes, del núme-
ro de temas y de la distribución de las preferencias. Un teorema bien conocido, a veces
llamado el teorema del caos, sugiere que dado un gran número de votantes y cuestio-
nes, y supuestos razonables sobre las preferencias, los ciclos serán casi inevitables e
incluirán todos los posibles resultados (Riker, 1982, p.186-88.) En tales circunstancias,
alguien que controle la agenda puede conducir a la legislatura por la nariz a cualquier
resultado deseado (Id., p. 169-95.)

Es importante apreciar el mensaje de Riker. Los fenómenos de free-riding y de oculta-


miento estratégico de las preferencias individuales ya habían socavado la legitimidad
democrática; los buscadores de renta y los burócratas contribuyeron a su “desgaste”.
Estos teoremas son, según la expresión de Dennis Mueller, la lápida sepulcral de la
literatura que inició Arrow. El ataque de Riker a la democracia populista – que los pro-
cedimientos democráticos puedan agregar las preferencias individuales de modo razo-
nable – trasmite el sabor de toda esta literatura.

Un aspecto que ha sido criticado de la aproximación de Riker es su relevancia empíri-


ca. Un ejemplo digno de mención debido a su importancia histórica es la elección de
1860 del presidente Lincoln. En aquel entonces, la mayor controversia en EE UU era en
qué medida se permitiría la esclavitud en los nuevos territorios, la así llamada "tierra
libre". Riker utilizó este ejemplo específico para demostrar que con diferentes reglas de
votación habría sido elegido un presidente diferente, y que mediante una elección de
Condorcet (basada en la regla de la mayoría en comparaciones de a dos) se hubiera
producido un ciclo. Hay continuas disputas sobre la relevancia empírica. Los investiga-
dores tienen puntos de vista muy diferentes en cuanto a la ocurrencia empírica de la
paradoja de Condorcet. Mackie (2003) sostiene que los ciclos son empíricamente im-
probables; en Democracy Defended, sostiene que la mayoría de las afirmaciones de
Riker en contrario son falsas. Los investigadores de las ciencias sociales, especialmente
la psicología, a menudo parecen pensar así, también. Los psicólogos han encontrado
poca evidencia empírica para las paradojas de la votación y, hasta ahora, poco apoyo de
8
comportamiento para la famosa incompatibilidad de los métodos de elección social.

4. ¿Involucra el teorema de imposibilidad dejar de lado la votación por mayoría?1

Cuando todo ha sido dicho, ¿cómo lidiar con el teorema de Arrow en la práctica? Eric
Maskin (2009) advierte que no cabe ser excesivamente pesimista. Un aspecto clave,
señala, es el supuesto de que las reglas de votación satisfacen el axioma de dominio
universal. Este axioma indica que todos los ordenamientos están disponibles para los
votantes, es decir que no hay limitaciones a la voluntad de los mismos. Resumidamen-
te, Maskin sostiene que ésta es una consideración más teórica que práctica. Una cues-
tión fundamental es: ¿cómo vota la gente en realidad? En la práctica, puede que sea
frecuente que algunas preferencias no sean muy probables. Si una determinada regla de
votación no satisface algunas de las propiedades deseables sólo en instancias improba-
bles, "degeneradas", entonces tal vez no deberíamos preocuparnos por la paradoja des-
pués de todo.

Maskin da el ejemplo de las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2000. Bush


y Gore habían estado cabeza a cabeza. Quedaba claro que todo iba a ser decidido en las
elecciones de Florida: el candidato (fuera Bush o Gore) que ganara las elecciones de
Florida, se convertiría en el nuevo presidente. Sin embargo, el quid de la historia es que
en realidad había otro candidato, Nader, que jugó un papel decisivo. De hecho, pode-
mos decir con seguridad que su presencia en las elecciones resultó en que Bush fuera
elegido como presidente en lugar de Gore. Sorprendentemente, entre unos 6.000.000
de votos emitidos en Florida, el margen entre el número de votos para Bush y Gore era
de sólo 600 votos. Casi 100.000 personas votaron por Nader.

De diversas fuentes confiables sabemos que un montón de gente que en realidad votó
por Nader, habría votado por Gore en caso de que Nader no hubiera sido candidato en
la elección. Como resultado, casi seguramente Gore se habría convertido en presidente
si Nader no se hubiera presentado a la elección. Nader era, en palabras de Maskin, un
candidato sin posibilidades [spoiler]. Éste es un buen ejemplo de una elección en la que
la condición de independencia de las alternativas irrelevantes fue fuertemente violada:
la alternativa "irrelevante" (Nader) no fue en absoluto irrelevante. Por el contrario,
hasta cierto punto fue más relevante para la elección que los candidatos "reales" (Bush
y Gore). Citando a Maskin [2009], "hay un sentido en el cual eso es algo muy antide-
mocrático, porque, después de todo, Nader obtuvo menos del 2% de los votos en Flori-
da, y sin embargo terminó determinando todo el resultado de la elección".

Imaginemos que los votantes en las elecciones de Florida hubieran emitido una clasifi-
cación completa de los candidatos Bush, Gore, Nader.2 En ese caso, la preferencia de
cada votante correspondería a uno de los elementos del siguiente conjunto Ζ:

G B N G N B
B G G N B N
N N B B G G

1Seguiré en esta sección la excelente exposición de Fays, 2015.


2Para que quede claro: esto no sucedió en realidad. Estamos llevando a cabo un "experimento
mental".
La investigación demostró que un gran número de votantes optaron por una de las tres
9
primeras clasificaciones, y entre las dos primeras significativamente más que la última.
Por otro lado, hubo muy pocos votantes que seleccionaron una de las dos últimas clasi-
ficaciones. Esto no es sorprendente, ya que Bush y Nader estaban en extremos del es-
pectro político: Bush era el candidato más derechista, mientras que Nader era de estos
tres candidatos claramente el más izquierdista. Por lo tanto, las combinaciones "me
gusta más Bush, y en segundo lugar Nader", así como "me gusta más Nader, y en se-
gundo lugar, Bush" no son plausibles, asumiendo un grado moderado de "consistencia
ideológica”. En otras palabras, la gente a la que Nader le gusta más, casi siempre le gus-
ta menos Bush, y la gente a la que le gusta más Bush, casi seguramente le gusta menos
Nader. Siguiendo a Maskin, llamamos a estas dos últimas preferencias ideológicamente
inconsistentes.

El punto central del argumento viene ahora: se deduce de un teorema general (Sen y
Maskin, 2014) que, descartando las dos preferencias ideológicamente inconsistentes,
¡la regla de la mayoría (aplicada sobre pares de candidatos) en realidad nunca da lugar
a la paradoja de Condorcet! Este es un ejemplo de las llamadas preferencias de punta
única (Blau, 1957): hay un ordenamiento de "izquierda a derecha" sobre las alternativas
de tal manera que cualquier votante prefiere x a y si x está entre y y su alternativa su-
perior con respecto al ordenamiento (Endriss, 2012). En muchas elecciones políticas, es
algo bastante natural asumir punta única. La regla de la mayoría satisface todas las
condiciones de Arrow en ese caso.3 En la práctica, además de las preferencias de punta
única, se pueden encontrar otras restricciones de clases de preferencias que pueden
hacer que la regla de la mayoría evite la paradoja de Condorcet. Un ejemplo interesante
de esto, dado en Sen y Maskin (2014), es la elección presidencial francesa de 2002.

Por entonces, los tres principales contendientes eran Jospin, Chirac y Le Pen. Según la
investigación, Le Pen, del Frente Nacional de extrema derecha, tenía fuertes efectos
polarizadores: casi el 100% del electorado lo clasificaba primero o último entre los tres
candidatos. Se puede demostrar que tal restricción (es decir, que haya un candidato que
no ocupa el segundo lugar de ningún votante) hace que la regla de la mayoría sea deci-
siva. Dicho esto, algunas investigaciones indican que la mayoría de los electores de la
vida real no satisfacen plenamente las restricciones, tales como tener preferencias de
punta única (Piotr Faliszewski, Edith Hemaspaandra, Lane A. Hemaspaandra, y Jörg
Rothe, 2009).

Según Maskin, la pregunta de seguimiento natural con respecto al teorema de imposi-


bilidad de Arrow es: dado que el teorema nos dice que ninguna regla de votación satis-
face todas las propiedades deseables ya mencionadas, ¿cuál regla de votación las satis-
face tan frecuentemente como sea posible? Metafóricamente hablando, sabemos con
certeza que no podremos alcanzar la cima de la montaña, pero ¿qué camino nos condu-
cirá al punto más alto alcanzable, proporcionando la vista más agradable?

Sin formalizar la presentación, puede decirse lo siguiente. Consideremos clases de pre-


ferencias, es decir subconjuntos de todas las preferencias. Por ejemplo, tomemos las

3 Estas son: la condición de Pareto, Independencia de Alternativas Irrelevantes, la no-


dictatorialidad y el carácter Decisivo. Decimos que una regla de votación es decisiva si logra
evitar la paradoja de Condorcet (equivalentemente, siempre hay un ganador de Condorcet, o la
regla es racional).
primeras cuatro preferencias del conjunto Ζ y llamemos a ese conjunto Ω. Dada una
10
regla de votación fija y una clase de preferencias, diremos que la regla de votación da-
da funciona bien para esa clase de preferencias si la regla de votación satisface todas
las propiedades deseables (la condición de Pareto, la IAI, la no dictatorialidad y la ca-
pacidad de decisión) del Teorema de Arrow, toda vez que las preferencias de los votan-
tes pertenezcan a esa clase de preferencias. Por ejemplo, la regla de la mayoría funciona
bien para la clase Ω. Nuestro objetivo, entonces, es buscar reglas de votación que "fun-
cionen bien" para el mayor número posible de clases de preferencias. Sorprendente-
mente, este objetivo puede lograrse en cierto sentido. La respuesta la da el Teorema
siguiente (ver Teorema 2 en Sen y Maskin, 2014) que, puesto informalmente, afirma:

Teorema de Dominancia Sea f una regla de votación y Ω una clase de preferencias. Si


f funciona bien en Ω, luego se cumplen las dos condiciones siguientes: 1) La regla de
la mayoría también funciona bien en Ω; y 2) Además, existe una clase de preferencias
Ω’ en la cual funciona bien la regla de la mayoría, pero no f.

En otras palabras, siempre que una regla de votación funcione bien, también la regla de
la mayoría funciona bien, pero hay casos donde la regla de la mayoría funciona bien,
pero la regla de votación dada no. De
esta manera podemos decir que la
regla de la mayoría domina todas las
demás reglas de votación.

Citando a Maskin (Maskin, 2009), "...


volvemos a este viejo método, antiguo
en cientos de años: la regla de la ma-
yoría. Creo que en cierto sentido cabe
extraer una conclusión satisfactoria Eric Maskin Annual Kenneth Arrow Lecture 34m
(...) Él [Arrow] fue llevado a conside-
rar varias alternativas posibles como reglas de votación, pero en un sentido pene-
trante cabe afirmar que, en última instancia, en realidad no podremos lograr nada
mejor que un gobierno de la mayoría después de todo".

5. En conclusión

Como bien subraya Pattanaik (Pattanaik, 1996) a primera vista, los resultados de impo-
sibilidad en la literatura sobre elección social pueden parecer ejercicios puramente in-
telectuales sin mucho interés práctico. Si el objetivo de estudiar la teoría de la elección
social es proporcionar una solución al problema normativo de cómo la sociedad debe
elegir una de muchas opciones diferentes disponibles (o, alternativamente, cómo la
sociedad debe clasificar estas diferentes opciones), entonces ¿por qué debería alguien
interesarse en una proposición que demuestre que ciertas propiedades atractivas de un
procedimiento de decisión social son lógicamente incompatibles en el sentido de que
ningún procedimiento de decisión social puede satisfacer simultáneamente todas estas
propiedades? Esta pregunta retórica tiene un punto a favor. Los teoremas de imposibi-
lidad, por sí mismos, no proporcionan una solución al problema perenne de cómo la
sociedad debe elegir una opción del conjunto de opciones disponibles. Sin embargo,
también es posible exagerar ese punto. Aunque los teoremas de imposibilidad, de por
sí, no proporcionan una solución al problema ético básico de elección social, sí generan
ideas valiosas y agudizan nuestra intuición ética de varias maneras. Al demostrar que el
11
procedimiento de decisión social no puede satisfacer simultáneamente ciertas propie-
dades deseables, un resultado de imposibilidad nos obliga a reexaminar el contenido
intuitivo de estas propiedades aparentemente atractivas y enfrentar el problema de
las compensaciones que uno puede tener que hacer entre los diferentes valores encar-
nados por estas diferentes propiedades. El resultado a menudo es una percepción mu-
cho más aguda de lo que está realmente implicado por estas propiedades - una percep-
ción que no podría haber sido alcanzada sin el resultado de imposibilidad considerado.

En este artículo hemos visto cómo el teorema de imposibilidad identifica una dificultad
que no puede ser superada por una comunidad que busca tomar decisiones colectivas
sobre la base de un gran “acuerdo” social (que satisfaga ciertas premisas básicas enun-
ciadas en las condiciones impuestas por Arrow). Ningún mecanismo de agregación de
sus objetivos individuales – ya sean la votación, el mercado, etc. – permitirá expresar
los objetivos de esa comunidad de una forma que sea compatible con sus preferencias.
Los economistas han analizado el problema investigando cómo es posible levantar al-
gunas de las condiciones arrovianas. Nosotros hemos mostrado cómo Maskin lo logra,
y entonces podemos decir que la regla de la mayoría domina todas las demás reglas de
votación en un sentido específico. Por su parte, el teorema de Gibbard-Satterthwaite
sobrela manipulación de las elecciones también tiene un mensaje negativo, alertando
sobre el hecho omnipresente de que cualquier método de votación exento de manipula-
ción estratégica debe ser o dictatorial o no determinista. Obviamente, si la dictadura es
indeseable esto deja sólo como posibles las votaciones aleatorias; todas las demás podr-
ían ser manipuladas. Finalmente, hemos repasado los argumentos del politólogo Riker
acerca de los enfoques populistas en elección social. Riker enfatizó la gran diferencia
entre un enfoque liberal y uno populista, siendo la principal que la manifestación de las
voluntades individuales no puede ser captada en el segundo, pero sí en el primero de
estos regímenes.

Sin duda el problema de traducir los objetivos individuales en un objetivo de la comu-


nidad seguirá siendo un tema de interés teórico y empírico en los próximos años.

Referencias

Arrow, Kenneth J., A Difficulty in the Concept of Social Welfare, The Journal of Politi-
cal Economy, (Aug., 1950).

Arrow, Kenneth J., Social Choice and Individual Values, 2nd edition, 1963. 1st ed. 1951.

Blau, Julian H. (1957) The Existence of Social Welfare Functions. Econometrica: Jour-
nal of the Econometric Society, 302-313.

Buchanan, J. M., Social Choice, Democracy, and Free Markets, Journal of Political
Economy, Volume 62, Number 2 | Apr., 1954.

Conniff, M. (1982), Latin American Populism in Comparative Perspective, Albuquer-


que, University of New México Press.
Dornbusch, Rudiger y Sebastián Edwards, Macroeconomía del Populismo en la Améri-
12
ca Latina. Fondo de Cultura Económica. México, 1992.

Dowding, Keith, Can Populism Be Defended? William Riker, Gerry Mackie and the
Interpretation of Democracy, Australian National University, School of Politics & In-
ternational Relations, June 2006.

Drake, P. (1982), Conclusion: Requiem for Populism?, en M. L. Conniff, Latin Ameri-


can Populism in Comparative Perspective, Albuquerque, University of New México
Press.

Endriss, Ulle (2012), Computational Social Choice. Lecture Slides.

Feys, Frank, Fourier Analysis for Social Choice, 2015.

Gibbard, Allan, Manipulation of voting schemes: A general result, Econometrica,


41(4), 1973.

Mackie, Gerry (2003), Democracy Defended, Cambridge, Cambridge University Press.

Maskin, Eric, Second Annual Arrow Lecture, Social Choice and Individual Values.
Video Lecture, 2009.

McKelvey, Richard D., General Conditions for Global Instransitivities in Formal Vo-
ting Models, Econometrica, 47 (1979), pp. 1084–111.

McKelvey, Richard D., Intransitivies in Multi-dimensional Voting Models and Some


Implications for Agenda Control, Journal of Economic Theory, 12 (1976), pp. 472–82.

Pattanaik, Prasanta K. (1997), Some paradoxes of preference aggregation, en Dennis


C. Mueller, Perspectives on public choice, A Handbook, Cambridge.

Piotr Faliszewski, Edith Hemaspaandra, Lane A. Hemaspaandra, y Jörg Rothe. The


Shield that Never Was: Societies with Single-peaked Preferences are More Open to
Manipulation and Control. En Proceedings of the 12th Conference on Theoretical As-
pects of Rationality and Knowledge, pág. 118-127. ACM, 2009.

Satterthwaite, Mark Allen, Strategy-proofness and Arrow's conditions: Existence and


correspondence theorems for voting procedures and social welfare functions, Journal
of Economic Theory, 10 (2) April 1975.

Schofield, Norman, Instability of Simple Dynamic Games, Review of Economic Stu-


dies, 45 (1978), pp. 575–94.

Schumpeter, Joseph A., Capitalism, Socialism and Democracy, 1942.

Sen, Amartya y Eric Maskin (2014), The Arrow Impossibility Theorem, Columbia Uni-
versity Press.

Sturzenegger, Federico, Description of a Populist Experience: Argentina, 1973-1976,


Rudiger Dornbusch and Sebastian Edwards, editors, The Macroeconomics of Populism
in Latin America, 1991.

También podría gustarte