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PAG 28: VIABILIDAD

Democracia y mercado
Reformas políticas y económicas en la Europa
del Este y América Latina

ADAM PRZEWORSKI

Traducción de Mireia Bofill Abelló

5 67 ·

CAMBRIDGE
UNIVERSITY PRESS

U'1'Yfü:~1;~A D fif S.4N MJDRES


B1suo·1 t::CA
Democracia y mercado

también significa que han tenido lugar bajo las mismas condiciones
ideológicas y políticas mundiales. A ello debe sumarse un efecto
de contagio. La contemporaneidad induce una homogeneidad: las
nuevas democracias pueden aprender de las ya establecidas y de
sus respectivas experiencias.
En segundo lugar, nuestro repertorio cultural de instituciones
políticas es limitado. Pese a algunas pequeñas variaciones, los
modelos institucionales para la democracia son escasos. Las demo-
cracias son sistemas con gobiernos presidenciales, parlamentarios
o mixtos; que recurren a elecciones periódicas destinadas a ratificar
los acuerdos alcanzados por los políticos; con una organización
vertical de los intereses; y casi sin mecanismos directos de control
de la burocracia por parte de la ciudadanía. Existen, sin duda,
diferencias importantes entre los distintos tipos de democracia,
pero la diversidad tipológica no es tan amplia como la de las
condiciones bajo las cuales se producen las transiciones.
En otras palabras, el punto de destino es tan importante como
el de origen. Las transiciones analizadas son transiciones desde
el autoritarismo y las características de los antiguos regímenes
influyen sobre sus modalidades y su rumbo. Pero también son
transiciones a la democracia y el destino común hace converger
sus caminos.

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3
Capitalismo y socialismo

Introducción

-Podríamos dar de comer a todo el mundo - afirmó plenamente


convencida mi hija un día a la hora de la cena.
¿Podríamos?
Lo que ella quería decir es que poseemos, que la humanidad
posee, la capacidad tecnológica y organizativa suficientes para
producir en el futuro inmediato lo indispensable para satisfacer
las necesidades básicas de todos los habitantes de la Tierra. Sin
embargo, no lo hacemos. Al contrario, pagamos a los agricultores
para que no cultiven, a los vinateros para que transformen sus
cosechas en líquidos venenosos, a los ganaderos para que no
críen ovejas. Nos quedamos con la _eroducción de los agricultores
y acumulamos montañas de mantequilla capaces de acomodar una
pista de esquí. Y procedemos de este m odo mientras millones de
personas pasan hambre.
Es una situación a todas luces absurda. Sin embargo. nos hemos
acostumbrado a convivir con ella. Hasta concedemos premios a
personas que describen este mundo como racional dadas unas
condiciones que no dependen de nosotros. Y bajo esas condi-
ciones, en efecto lo es; si no puede hacerse nada mejor, hacer
cuanto está a nuestro alcance puede considerarse racional. Pero,
¿es cierto que no somos responsables de esas condiciones?
El interrogante se remonta a los tiempos de la revolución

171
Democracia y mercado

industrial (Elster 1975), pero mi generación es la última que


puede confiar razonablemente, y comprometerse, con el modelo
particular plasmado en Europa entre 1848 y 1891, esto es, la
"administración racional de las cosas para satisfacer las necesidades
humanas", el socialismo. En estos momentos en que las reformas
orientadas hacia el mercado se están imponiendo en los paises que
experimentaron el "socialismo real", no es posible seguir creyendo
en esta visión.
Un buen sistema económico produciría la mayor cantidad
posible de los bienes que la gente deseat por procedimientos
que minimizasen la utilización de recursos naturales y de fuerza
de trabajo, a la vez que aseguraría un bienestar material mínimo para
todo el mundo. Ni el capitalismo ni el socialismo, tal como hemos
podido conocerlos, han salido demasiado airosos del empeño.
Pregs. I De ahí que nos preguntemos: ¿La subutilización del potencial
productivo se debe a la organización social de nuestros sistemas
económicos? ¿El fracaso del socialismo invalida la crítica socialista
contra la irracionalidad del capitalismo? ¿Sería posible reformar uno
u otro de estos sistemas a fin de asegurar el bienestar material para
todo el mundo?
Para abordar estos interrogantes, ante todo intentaré establecer
primero algunas definiciones y aclarar la estructura lógica del
problema. A continuación examinaré diversas críticas del capi-
talismo y el socialismo, en cuanto a (1) sus respectivos proyectos, (2)
la viabilidad de estos proyectos, (3) sus realidades y (4) la posibilidad

1 Doy por supuesto que la gente sabe o es capaz de pensar qué es lo que
desea. Por consiguiente, considero las necesidades como algo definido
subjelivamente y equivalentes a las preferencias entre todos los bienes
producidos y entre los diferentes niveles de ocio y esfuerzo.

172
Capi_ralismo y socialismo

de reformar estas realidades. En las conclusiones volveré sobre los


interrogantes centrales.

Consideraciones metodológicas preliminares


Utilizo el término "capitalismo" para designar cualquier sistema
económico con (1) una división óptima del trabajo, tan avanzada
que la mayoría de las personas producen para satisfacer las necesi-
dades de otras, (2) propiedad privada de los medios de producción
y de la capacidad de trabajo y (3) mercados para ambos factores.
Designo como "socialismo" un sistema con (1) una división del
trabajo igualmente avanzada, (2) propiedad públlca de los medios
de producción y (3) asignación centralizada, por dictado, de la
mayor parte de los recursos productivos, con la sola exclusión,
como máximo, de las prestaciones laborales. En algún momento
también consideraré otras formas de organización de los sistemas
económicos, incluido el "sosialismo de mercado"; sin embargo,
salvo indicación explícita en otro sentido, emplearé el término
"socialismo" como sinónimo de coi';trol centralizado de la asigna-
ción de recursos.
Antes de entrar en materia, será preciso establecer algunos
criterios en cuanto a la validez de las inferencias. Tanto los adalides
del capitalismo como los defensores del socialismo suelen citar
las deficiencias de uno de los dos sistemas como argumentos en
favor del otro. Se apela a la miseria y la opresión frecuentes bajo
el capitalismo para apuntalar la defensa del socialismo; se citan
los desaguisados de la planificación centralizada para reforzar los
argumentos en favor del capitalismo. Sin embargo, estas con-
clusiones no son válidas a menos que se cumplan una serie

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Democracia y mercado

de condiciones (Dunn 1984: cap. 1). Como mínimo, cualquier


insuficiencia del capitalismo (socialismo) debe poder subsanarse
bajo el socialismo (capitalismo). Si algo falla en un sistema porque
falla en todos los sistemas concebibles, nada demasiado sigrúficativo
puede deducirse de ello. En vez de enumerar las condiciones que
deben cumplirse, tal vez merezca la pena empezar por preguntarnos
ante todo por qué plantean tantas dificultades las comparaciones
entre el capitalismo y el socialismo.

Preferencias endógenas
Las preferencias por un sistema económico pueden ser endógenas.
Examinemos la Tabla 3.1, donde una preferencia lJ significa que "un
individuo que vive bajo I prefiereJ".2 y designemos las combinaciones
de preferencias CC y SS como "conservadoras" y las combinaciones
SC y CS como "revolucionarias". Tanto las preferencias conservadoras
como las revolucionarias son endógenas.
Quienes propugnan uno u otro sistema han alegado a veces
que pu ede h acerse abstracción de las preferencias conservadoras.
El argumento es el siguiente: (1) Las personas que viven bajo
I prefieren I frente a ] simplemente porq ue desconocen ]. (2)
Si estas personas viviesen bajo J. preferirían ] frente a l. (3) En
consecuencia, la preferencia por I bajo I (o por ] bajo J) no es
"auténtica", "válida" o "independiente". Las personas que prefieren
el socialismo bajo el socialismo h an sufrido un lavado de cerebro,
dicen los estudios psicológicos financiados por el Ministerio de

2 Elscer 1986 incluye una tabla parecida.

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Capi~alismo y socialismo

Tabla 3.1 Preferencias en relación a los sistemas económicos

Prefiere

Capitalismo Socialismo

Persona bajo el. { Capitalismo ce es


Socialismo se SS

,.
Defensa de los Estados Unidos. A su vez, el argumento comunista
consideraba justificada una dictadura transitoria por la necesidad
de "reeducar" a la población.3 Sin embargo, la simetría misma del
razonamiento lo invalida.
El mismo tipo de simetría descalifica las preferencias revolu-
cionarias. Aunque el capitalismo ha gan ado legitimación en todo el
mundo en los últimos años,4 muchos sectores intelectuales y gentes
pobres continúan creyendo en la superiorioridad del socialismo
como sistema económico. A su vez, en los paises del Este la mayoría
de los grupos salvo las trabaja~oras y trabajadores no cualificados
y la burocracia del partido se inclinan a favor del capitalismo. De
...

3 La bibliogralla marxista, sobre todo la de las décadas de 1960 y 1970,


condene abundantes argumentaciones sobre las "falsas necesidades".
Según esas explicaciones, los individuos que viven bajo el capitalismo
sólo lo prefieren porque éste crea necesidades artificiales de consumo.
que luego satisface. Si se les permitiera reconocer sus necesidades
auténticamente humanas, en vez de inculcarles esas necesidades
alienadas, preferirían el socialismo.
~ Véanse Weffon 1989, para observaciones sobre Brasil: Moatti 1989,
para una comparación entre las actitudes de los jóvenes y las personas
mayores en Francia; y Kalyvas 1989. para un examen de datos sobre las
actitudes con respecto a la nacionalización en el Reino Unido.

175
Democracia y mercado

De prevalecer estas preferencias, seguiríamos pasando de un sistema


a otro en cada generación en un continuo paso de tango. como en
la pieza de teatro de Slawomir Mrozek.
Las preferencias endógenas no sirven, por tanto, como criterios
de valoración entre sistemas.5

Proyectos y realidades
Las alternativas ofrecen una esperanza a quienes sufren. Estas perso-
nas tienden a comparar la realidad de su sistema con proyectos de la
alternativa: economías racionalmente planificadas para satisfacer sus
necesidades o mercados que ofrecen oportunidades y garantizan
La eficiencia. En efecto, si bien todos conocemos nuestras propias
condiciones de vida, la mayoría solemos juzgar los demás sistemas
a través de impresiones de segunda mano. Sospecho que muchas
veces las preferencias revolucionarias se deben únicamente a la
tendencia a comparar la realidad de nuestro sistema con el proyecto
del otro.
Llamo "proyecto" al modelo de un sistema que incorpora
todos Jos postulados de sus defensores. Una objeción contra
un proyecto de este tipo puede ser, empero, su inviabilidad.
Por ejemplo, los partidarios del capitailsmo pueden reconocer
que el proyecto sociailsta es superior al proyecto capitalista, pero

s Jon Elster me hizo notar que estas comparaciones serian válidas si


estuviésemos dispuestos a establecer comparaciones interpersonales
en términos de utilidad o a admitir argumentaciones hipotéticas en
términos de las actitudes de los mismos individuos bajo los diferentes
sistemas. No dejan de ser, empero, supuestos arriesgados.

176
Capitalismo y socialismo

alegan que algunos supuestos implícitos en el modelo socialista


no son realistas. Los debates en tomo a la viabil1dad pueden ser
irresolubles, dado que apelan a contrarrealidades. Sin embargo,
puesto que hacemos valoraciones al respecto, emplearé el término
"proyecto factible" para designar el modelo de un sistema basado
sólo en postulados admitidos por sus detractores razonables.6
Ahora bien, si los proyectos son superiores a cualquier realidad,
su comparación con la realidad siempre acabará expresando las
preferencias endógenas; esto al menos es evidente. Por otro lado,
si proyectos y realidades se mezclan en un mismo conjunto
de opciones, las preferencias pueden verse francamente distor-
sionadas; m e pregunto cuántos y cuántas intelectuales de izquierdas
prefieren el proyecto socialista al proyecto capitalista, éste a la
realidad capitalista y ésta, a su vez, a la realidad socialista. Sería
poco realista exigir, empero, que sólo se establezcan comparaciones
entre proyectos y entre realidades. Somos seres políticos y nuestros
juicios sobre los proyectos influyen sobre nuestra valoración de las
realidades.7

6 La definición probablemente no difiere, a efectos prácticos, de la


empleada por Alee Nove (1983: 11), quien define el "socialism.o factible"
como aquel que pueda considerarse "concebible alcanzar dentro del
plazo de vida de una generación . . . sin que intervengan supuestos
extremos. utópicos o descabellados•.
7 Buchanan (1985: 44-5) presenta un argumento en favor de las
comparaciones de situaciones reales en términos de bienestar a partir
de una evaluación de los proyectos. Lo atribuye a David Friedrnan y lo
describe como el "argumento de que cualquier teoría es preferible a no
tener ninguna". El planteamiento es el siguiente: "Supóngase que alguien
desea disparar con un cañón sobre un blanco distante. La persona ha
seguido un curso elemental de fisica que incluia una teoria sobre la
trayectoria de un proyectil ideal, el recorrido que seguirá un punto masa

177
Democracia y mercado

Un criterio que interviene en nuestras valoraciones es, en


particular, la mejor práctica observada de cada sistema. La realidad
presenta, como es sabido, infinitas variaciones y gradaciones y
existen diferencias importantes entre los distintos países capitalistas
y también entre los socialistas. La importancia concedida a Suecia
en los debates sobre los sistemas económicos se debe a que para
muchas personas representa una muestra viva de lo mejor que
puede dar de si el capitalismo. Un peruano o una peruana puede
valorar razonablemente el proyecto socialista como superior al
capitalista, Suecia como superior a la mejor materialización del
"socialismo real" y Cuba como superior al Perú.

Fundamentos de clase de las preferencias


Obsérvese que hasta aquí sólo hemos examinado las preferencias
de individuos abstractos: "personas que viven bajo ...". Las prefe-
rencias individuales pueden depender, sin embargo, de los intereses
particulares de cada cual y, por consiguiente, de su pertenencia

a través del vacío en un campo gravitatorio uniforme. Evidentemente,


la bala del cañón no es un punto masa (tiene una superficie) y no
se desplazará a través del vad o ... Sin embargo, sin duda será más
razonable apuntar el cañón con el ángulo calculado a partir de la teoría
ideal que escoger un ángulo de tiro al azar (!). Análogamente, la mejor
probabilidad de alcanzar la eficiencia es optar por un sistema que cuente
con una teoría capaz de generar un teorema de la eficiencia, antes
que elegir otro que no cuente con una teoria de esas características."
Me pregunto. empero. si el planteamiento nos parecería igualmente
convincente si lo denominásemos "argumento de Guillermo Tell". El
problema estriba en que la solución de compromiso puede ser nefasta:
no puede inferirse lo aceptable a partir de lo óptimo.

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Cap!talismo y socialismo

de clase. Los pocos datos disponibles indican, de hecho, que la


población pobre y los sectores intelectuales del Sur capitalista
y la población pobre y la burocracia del Este socialista tienden
a inclinarse por el socialismo, mientras Jos demás grupos, bajo
ambos sistemas, suelen preferir el capitalismo.a En consecuencia,
puede ser cierto que las preferencias dependen de los intereses
particulares; que responden a fundamentos de ~Jase y son exógenas
al sistema económico bajo el cual vive cada pérsona.
Aunque todo el mundo coincida en que un sistema económico
adecuado producirá el máximo posible de cuanto necesitan las
personas por los medios más eficientes posibles, este criLerio no
basta para determinar la distribución. La eficiencia es compatible
con muchas distribuciones del bienestar. Se requieren otros criterios
adicionales y. como en seguida veremos, el tema crucial de todas
las controversias sobre la racionalidad de los distintos sistemas
económicos gira en torno a la compatibilidad del primer criterio
con diversas opciones para el segundo.9
De momento, lo importante es destacar que las diferentes
combinaciones concretas de ambos criterios tienen efectos dife-
renciados para el bienestar de los individuos diversamente dotados.
Si se guían por su interés particular, las personas con escasas
probabilidades de obtener altos ingresos bajo el capitalismo pre-
ferirán el socialismo, mientras aquéllas cuyo potencial de obtención
de ingresos se ve limitado bajo el socialismo, preferirán el capitalismo.

8 Véanse Kolarska-Bobinska 1988. para datos de encuestas relativas a


Polonia; Bruszt 1988, para Hungria; y Zaslavskaya 1988, para un análisis
referido a la Unió n Soviética.
9 Dobb 1969 es la obra clásica sobre esta cuestión.

179
Democracia y mercado

Luego, las preferencias por un sistema económico tienen un


fundamento de clase.

Capitalismo y socialismo
¿El fracaso del socialismo invalida la crítica socialista de la irracio-
nalidad del capitalismo? Intentaré responder a este interrogante en
términos de los proyectos, de su viabilidad y de las experiencias
reales.

Proyectos
Las criticas socialistas del capitalismo son con frecuencia peregrinas,
a menudo incoherentes y a veces grotescas. Están marcadas por
las concepciones del siglo XIX; la mera idea de que un sistema
social descentralizado pueda funcionar adecuadamente sigue re-
sultando desconcertante para muchos críticos y criticas socialistas
del capitalismo.10 Y su ignorancia es preocupante; descartan los
argumentos en favor del capitalismo con rápida displicencia. A
pesar de todo, estoy convencido de la importancia fundamental

10 Durkheim recordaba en algún lugar de su obra que su labor como


sociólogo estaba inspirada por el intrigante hecho de poder encontrar
cada manam a las cinco y media una botella de leche frente a la
puerta trasera de su apartamento, sin conocer siquiera al lechero. Los
socialistas estaban convencidos. y muchos siguen estándola, de que la
botella jamás podría llegar hasta alli sin la intervención del planificador
central. Sin embargo, según ha podido comprobarse, bajo el sistema de
planificación central lo que ocurre es que siempre escasean o bien la
leche o bien las botellas.

180
Capitalismo y socialismo

y Ja validez del argumento central del marxismo en cuanto a la


irracionalidad del capitalismo.
A fin de formular estas críticas en términos modernos, será
preciso reconstruir ante todo elfProyecto capitalista, recordar cuál
sería el modelo de capitalismo que cumpliría todos los postulados
de sus propugnadores, salvo el de su viabilidad. Este proyecto fue
elaborado por Walras (1874) y Edgeworth (1881) en los últimos
años de la vida de Marx y reformulado posteriormente por Pareto
(1927), Pigou (1932) y otros. Es un modelo simple. Los individu~s \
saben que tienen necesitades, poseen unos recursos y establecen
intercambios y participan en la producción siempre que Jo desean.
En ~ondiciones ~ e~ilibrioL!la<!i~desea obrar de un moclo
distinto aJa-vista de las acciones pasadas o futuras de los demás
o, dicho de otro modo, todas las_expectati'l;ls bajo las cuales actúan
los agentes individuales se cumplen. En condiciones de equilibrio,
todos los mercados agotan sus productos. En consecuencia, los
preciQs establecidos en los intercambios entre individuos reflejan
sus _Neferencias y escasece~ relativas; estos precios les ofrecen
información sobre las oportunidades a las cuales renuncian. El
resultado es una asignación de lo~ recursos que agota todas las
ventajas comerciales, de manera que nadie puede mejorar su
posicjóD-Sin que empeore la de ottQ..Y la distribución del bienestar
resultante jamás se modificarla por unanimidad. Con ello tenemos
tres definiciones equivalentes de la racionalidad colectiva Qa situa-
ción óptima según los criterios de Pareto).11
Las críticas marxistas racionales de este modelo coinciden todas

11 Buchana.n (1985: cap. 2) ofrece un buen resumen sin detalles técnicos de


este proyecto. Para un manual técnico, véase Campbell 1987.

181
Democracia y mercado

en afirmar que el capitalismo genera despilfarro.12 Sin embargo,


aducen varias explicaciones alternativas, a saber: (1) la "anarquía" de
la producción capitalista, (2) la "contradicción" entre racionalidad
individual y colectiva y (3) la "contradicción" entre fuerzas produc-
tivas y relaciones de producción. El "despilfarro" a que se refieren
estas explicaciones también es distinto: la anarquía determina el
despilfarro de los recursos existentes y hasta de las mercancías ya
producidas, mientras que el despilfarro asociado a los otros dos
tipos de contradicción se refiere a oportunidades desperdiciadas. 13
En mi opinión, la primera crítica es válida, pero afecta a la viabilidad,
no al proyecto en si; la segunda omite algunas distinciones impor-
tantes y yerra en el blanco cuando éstas se incluyen; en tanto que
la tercera se dirige contra el proyecto y es válida e importante.
La critica sobre la anarquía del sistema pone en en tredich o (1) la
eficiencia del equilibrio competitivo y (2) la viabilidad de un ajuste sin
costes a una siruación en la cual se cumplan simultáneamente las ex-
pectativas en virtud de las cuales toman sus decisiones los diferentes
agentes individuales.14 La problemática es compleja en ambos casos.

12 Otras críticas son: (1) que la competencia se basa en la envidia y (2) que
la producción capitalista está orientada hacia la obtención de beneficios,
no en busca de la utilidad o la satisfacción. Téngase presente que sólo me
refiero aqtú a las criticas en cuanto a la irracionalidad del capitalismo, no a
su injusticia (de escas últimas me ocuparé más adelante).
13 En términos de Schumpeter, se trataría de una diferencia entre
ineficiencia estática y dinárrtica.
14 O'Neill (1989: 209) ofrece una formulación excepcionalmente clara de
esta crítica: "La información relevante para los actores económicos, en
vistas a coordinar sus actividades, no se comunica y ... no existe ningún
mecanismo que permita el ajuste mutuo de los respectivos planes. El
mercado, en virtud de su corác1er competitivo, bloquea la transmisión de la
información y no permite coordinar los planes de actuación económica."

182
mercados incomp. Cap!talismo y socialismo
1 .~ C~I'~

En primer lugar, según se desprende de las aportaciones más


recientes a la teoría neoclásica, existe una subutilización de la fuerza
de trabajo y del capital y en los mercados finales de productos no
prevalecen condiciones de equilibrio, con la igualación de la oferta
y la demanda, pues los empleadores, prestamistas y consumidores
deben pagar un sobreprecio para asegurarse de que los empleados.
prestatarios y vendedores ofrezcan bienes y servicios de la calidad
contratada. 15 Esto se debe a la imposibilida.d de organizar un _
"merc~do completo", esto es, un mercado que permita concretar
las demandas asociadas a cualquier estado de naturaleza posible
(Arrow 1964). Y, como ha indicado Stiglitz, bajo esas condiciones,
la asignación de equilibrio no será eficiente: si los empleados,
prestatarios o vendedores actuasen de la manera más favorable
para su principal, alguien podría ganar sin que nadie perdiera
nada. 16 En consecuencia, el capitalismo es ineficiente incluso

15 Este párrafo recoge una de las muchas observaciones que debo


agradecer a Zhiyuan Cui.
Obsérvese que los economistas tienden a uLilizar el término
"equilibrio" de manera imprecisa. Su~ción hasta fecha muy
reciente de que los rp.ercados ¡;iempre a_k<!nzan el equilibrio, con la
igualación de la oferta y la demanda, les llevó a emplear este término
en sentido intuitivo. Hablan de "desequilibrio" cuando en los mercados
no se igualan la oferta y la demanda. Sin embargo. ese desequilibrio
es un equilibrio en sentido matemático, esto es, un estado que no
se modificará a menos que intervenga un cambio en las condiciones
exógenas. Simplemente se trata de un equilibrio en el cual en los
mercados no se igualan la oferta y la demanda.
16 "Con un conjunto incompleto de mercados, la tasa marginal de
sustitución entre diferentes estadios naturales será distinta para los
diferentes individuos; los agricultores [o los productores en general!
escogerán su técnica de producción considerando sólo el precio de
distribución y sus propias tasas marginales de substitución, que pueden

183
Democracia y mercado

bajo condiciones de equilibrio competitivo. Para apreciarlo basta


observar, por ejemplo, que si los empleados trabajasen al máximo
de sus capacidades, no se requeriría una costosa supervisión para
lograr que desempeñen precisamente ese esfuerzo.17
En segundo lugar, aun suponiendo que el equilibrio competi-
tivo sea eficiente, como afirma el proyecto capitalista, puede ser
inviable efectuar sin costes los ajuste~ necesarios para alcanzar ese
equilibrio, ya sea porque las economías descentralizadas nunca se
encuentran en situación de equilibrio, ya sea porque el proceso de
ajuste es gradual. El propio Marx parece haber vacilado en cuanto
al primer punto y suscribió firmemente el segundo. Respecto al
primero, afirmó que en los mercados capitalistas a veces prevalecen
condiciones de equilibrio, con la igualación de la oferta y la
demanda, pero sólo por azar.18 A partir de ahí desarrolló una

diferir marcadamente de las de otros agricultores y consumidores. Si


todos proceden del mismo modo, el equilibrio resultante puede no ser
eficiente en términos de Pareto; en efecto, existirá otra técnica y otra
redistribución de la renta alternativas que podrían ser más favorables
para todos los individuos" (Newbery y Stiglitz 1981: 209).
17 Bowles (1985) insiste particularmente en esta implicación. Volveré sobre
ella más adelante.
18 Marx destacó que, bajo el capitalismo, el acto de vender y el acto
de comprar no son idénticos debido a la mediación del dinero. En
consecuencia, la oferta y la demanda no coincíden necesariamente,
no sólo para una mercancía concreta sino para todas las mercancias.
También parece pensar a veces que los intercambios voluntarios
descentralizados pueden conducir a un equilibrio, con la igualación de
la oferta y la demanda (1967: r, 355-6); en otro lugar sugirió, empero,
que "debido al carácter espontáneo de esta producción !capitalista],
el equilibrio mismo es fruto de un azar" (1967: 11, 494-5). Luego, en
opinión de Marx, el capitalismo genera situaciones en las

184
. Capitalismo y socialismo

compleja teoria de las "crisis" de sobreproducción y de subconsumo


que se convertiria en el principal puntal de la teoría económica de
sus epígonos. Cuando se producen esas crisis, el capital y la fuerza
de trabajo permanecen ociosos y en los mercados de productos
finales no se agota la oferta. En consecuencia, el despilfarro afecta
a los factores de producción y las mercancías ya disponibles.
La teoría neoclásica nunca logró concretar cómo se produce el
aj uste. Como señala Fischer (1989: 36) en un autorizado compendio
del actual estado de conocimientos, "la misma capacidad analítica y
elegancia del análisis en términos de equilibrio oscurece a menudo
sus sumamente frágiles fundamentos. No contamos con una teoría
análogamente elegante de lo que ocurre fuera de las condiciones
de equilibrio, de la actuación de los agentes cuando sus planes
se ven frustrados. En consecuencia, c_at.ei:emos de bases rigurosas
para _suponer_que...puede-alcanzMse-o mantenerse el equilibrio una
vez alterado." Para demostrar la conver~encia, Jos modelos deben . 1..-z,.~ •.il:..
apelar al expediente de un "subastador" centralizado o a supuestos
claramente irrazonables o incongruentes. La introducción de la
figura de un "subastador" contr.,iJdice, sin embargo, como señala
Hahn (1989: 64), el supuesto mismo de la descentralización de la
i~mación. l,.os modelos neoclásicos sólo cumplen, por tanto,
todas las magníficas propiedades de Pareto porque ignoran los
problemas de _ajuste. Los modelos austríacos, que presuponen

cuales la ofena y la demanda no se igualan en los mercados: crisis de


desproporcionalidad, crisis de sobreproducción, crisis de subconsumo.
Este análisis dio pie a los socialistas para declarar rutinariamente que
la anarquía y el caos de la producción capitalista se manifiestan en
forma de crisis.

185
Democracia y mercado

la consumación de transacciones fuera de las condiciones de


equilibrio, no confirman, en cambio, las conclusiones de Pareto.19
Las recientes aportaciones de la teoría económica parecen
ratificar, por consiguiente, la crítica que destaca la anarquía del
sistema. No obstante, para que esta critica demuestre la irracio-
nalidad del capitalismo es preciso que alguna fo rma de organización
ecqnómica alternativa pueda ser capaz de remediar la anarquía
característica de los mercados capitalistas. Y puesto que dudo que
esto sea posible, esta crítica no me parce decisiva.
Aducir que bajo el capitalismo unas actuaciones individual-
mente racionales dan lugar a una irracionalidad colectiva supone
confundir dos situaciones y es una afirmación falsa en cuanto a
la primera y desenfocada en cuanto a la segunda. Según Marx, la
competencia obliga a las empresas individuales a realizar inversiones
que determinan una reducción de la tasa uniforme de beneficios, es
decir, también de la que ellas mismas perciben.w Se ha demostrado
que este argumento no se cumple. En general, dado un consumo
competitivo y en ausencia de extemalidades, rendimientos de escala
y miopla en las apreciaciones, no existen contradicciones entre la

19 Heiner Ganssman me hizo notar este detalle.


20 Para Marx era en cierto modo evidente que, dado que la asignación
a través del mercado se rige por el interés individual egoísta y no
por el interés social, cualquier asignación resultante del conjunto de
acciones descentralizadas ha de ser colecóvamente irracional. Asimismo,
la competencia sería el mecanismo responsable de la suboptimalidad
colectiva; en efecto, la competencia opera de un modo que escapa a la
comprercsión de los individuos, a espaldas de los agentes económicos. En
consecuencia, sería imposible conocer sus resultados. De donde saltó a la
conclusión de que éstos también habían de ser colecóvamente indeseables.
Pero se trata de un salto, no de un razonamiento: no contaba con un
marco deductivo que le permitiera argumen tar esa conclusión.

186
Ca~italismo y socialismo

racionalidad individual y la colectiva; la distribución del bienestar


que resulta de un intercambio sin restricciones entre los agentes
individuales es colectivamente racional en el sentido antes citado.
Sólo si alguno de estos postulados no se cumple, se producirá una
divergencia entre la racionalidad individual y la colectiva.
En las economías reales, estos supuestos no se cumplen; sobre
este particular, al menos, no existen discrepancias. Lo cual sólo
implica, empero, que cualquier proyecto de capitalismo razonable
debe incluir algún procedimiento para hacer frente a las situaciones
en que los rendimientos individuales y sociales no coinciden,
y a partir de Pigou todos los proyectos tienen en cuenta esta
circunstancia. Una posibilidad es introducir una intervención fiscal
correctora; otra es la reasignación de los derechos de propiedad.
En consecuencia, incluso bajo el capitalismo, los mercados tal vez
deban limitarse a aquellas funciones que cumplen adecuadamente
y puede ser necesaria la intervención del Estado en los aspectos que
aquéllos no resuelven. En palabras de Arrow (1971: 137), "cuando
el mercado no logra establec.er una situación óptima, la sociedad
advertirá, al menos en cierta medida, la insuficiencia y surgirán otras
...
instituciones sociales ajenas al mercado para intentar subsanarla".
Esta observación resulta consoladora para muchos marxistas, que
señalan con regodeo que el capitalismo no puede existir sin
intervención del Estado. Sin embargo, de hecho quita hierro a
la crítica marxista; en efecto, el capitalismo no está menos, ni más,
capacitado que el socialismo para afrontar todas las situaciones en
que los rendimientos sociales divergen de los privados.21

21 De lo cual no se desprende que el socialismo deba afrontar necesariarneme


estas situaciones de igual modo o con las mismas consecuencias
distributivas que el capitalismo.

187
-
Democracia y mercado

Una vez desbrozado el panorama, ha llegado el momento


de abordar la afirmación de que el capitalismo determina una
subutilización sistemática del potencial productivo. Dada la enorme
bibliografia dedicada a la contradicción entre las relaciones de
producción y las fuerzas productivas, centrada en su mayor parte
en los últimos tiempos en Ja magistral reconstrucción de G. A.
Cohen de la teoría marxiana de la historia, y puesto que el aspecto
que me interesa destacar aquí es muy limitado, no me detendré a
examinar otras conceptualizaciones de esta contradicción.
Mi propia formulación de ese argumento seria afirmar que
el capitalismo es irracional porque no puede alcanzar algunas
distribuciones técnicamente factibles del bienestar. Aunque dis-
pongamos de los medios tecnológicos y organizativos adecuados
para dar de comer a todos los habitantes de la Tierra y aunque
deseemos alimentarlos a todos, esto puede seguir resultando im-
posible bajo el capitalismo. El razonamiento es el siguiente:
Supóngase una economía con dos agentes, P y W . Si el producto
no depende de las tasas de rendimiento de los recursos que
controlan estos agentes, todas las distribuciones del bienestar cuya
suma sea equivalente a ese nivel de producción serán accesibles
bajo unas condiciones tecnológicas dadas. Estas distribuciones
aparecen representadas en el gráfico 3.1 por la línea con una
pendiente igual a -1. La distribución perfectamente igualitaria
corresponde al punto I de intersección de esta línea de posibilidades
máximas con la línea trazada desde el origen con un ángulo de
45 grados.
Sin embargo. bajo el capitalismo, el producto depende de la
tasa de rendimiento de las dotaciones de los agentes económicos.
Si los capitalistas reciben el pleno rendimiento de su capital y los
trabajadores el pleno rendimiento de su trabajo, la asignación de

188
Capitalismo y socialismo

w
Gráfico 3.1

los recursos será eficiente y la distribución


... de la renta reflejará la
productividad marginal de ambos factores; el punto M representa
esta situación. Pero si los capitalistas o los trabajadores no reciben
el pleno rendimiento de sus recursos, esto es, si la distribución de la
renta diverge de la que correspondería a un mercado competitivo,
retirarán parte del capital o del trabajo del mercado y se dará una
subutilización de los recursos.
Bajo el capitalismo, las dotaciones de capital y de trabajo
son de propiedad privada y los agentes que deciden cuándo y
cómo utilizarlas actúan movidos por el propio interés particular.
La propiedad privada les da derecho a abstenerse de utilizar
productivamente sus dotaciones si no esperan recibir una tasa de

189
Democracia y mercado

rendimiento adecuada. En palabras de Aumann y Kurz (1977: 1139),


"cada agente puede destruir parte o la totalidad de su dotación si así
lo desea". Supóngase que los asalariados pueden conseguir elevar
los salarios por encima del nivel competitivo o que el gobierno
grava los beneficios y transfiere estas rentas a los asalariados hasta
equiparar el bienestar, situándolo en un punto de la linea de 45
grados. Los perceptores de beneficios reducirán entonces la oferta
de sus dotaciones y el resultado será el punto C en la frontera mínima
(capitalista) de posibilidades. El punto I resulta inalcanzable bajo el
capitalism o. De hecho, el único punto de la frontera máxima que
puede alcanzarse es M.22
En consecuencia, cuando la distribución final del bienestar
diverge de la que se establecería con unos mercados competitivos,
el limite de posibilidades se reduce con una pendiente superior a
-1. Los perceptores de beneficios sólo utilizarán plenamente sus
dotaciones si reciben todos los rendimientos una vez restado el
producto marginal de los asalariados. En caso contrario, reducirán
su oferta, se producirá una subutilización de los factores y el
capitalismo dará lugar a una distribución ineficiente, esto es, colec-
tivamente irracional.
Supóngase que en vez de tirar los alimentos ya producidos,
éstos se distribuyen entre los pobres. Esta medida haría descender
los precios de los alimentos, reduciendo la tasa de rendimiento
que percibirían los agricultores y éstos disminuirían su producción.
Además, a algunas personas que producen alimentos para su

22 No se trata de ofrecer un argumento en favor del igualitarismo. El


punto l , en el cual las rentas se distribuyen a partes iguales entre los
agentes, sólo se señala a título de ejemplo. El planteamiento es de
carácter general.

190
Capitalismo y socialismo

propio consumo les resultaría más rentable dedicarse a otra cosa


y conseguir gratuitamente la comida. Otra posibilidad sería pagar
a los agricultores para que produzcan, subvencionar los precios
agrícolas a partir de los impuestos y distribuir alimentos entre los
pobres. Pero en ese caso la tasa de rendimiento se reduciría en
toda la economía y disminuiria la producción de otras mercancías.
En la práctica, adoptamos en cierto grado ambas medidas, por
misericordia o por otros motivos. Bajo el capitalismo, ello implica,
sin embargo, una reducción de la producción por debajo de su nivel
potencial.23
En consecuencia, el capitalismo es irracional en el sentido
de que bajo este sistema no podemos utilizar plenamente el
potencial productivo sin recompensar a quienes controlan los
factores de producción. Aunque se cumplan todos los postulados
del proyecto capitalista, se constata que algunas distribuciones
técnicamente posibles del bienestar resultan inaccesibles bajo el
sistema capitalista.24 Según la acertada expresión de Elson (1988:

23 Dos economistas se referlan en los siguientes términos a la situación


mundial en materia de alimentos: "Cada vez es más evidente que la
incapacidad de escoger y seguir ... una estrategia de crecimiento
óptimo ha generado una visión pesimista de las perspectivas de
reducir el problema de carencia de alimentos a través del crecimiento
económico y ha desviado, irnproductivarnente, la atención hacia
enfoques asistenciales directos que probablemente tendrán efectos
adversos sobre los esfuerzos para promover un rápido desarrollo de
amplia base" (Mellar y Johnston 1984: 533).
24 La misma idea podr!a expresarse diciendo que sin contratos a largo
plazo sujetos a vigilancia externa, la explotación conjunta de los activos
conduce a resultados ineficientes. Concretamente, cuando tanto los
capitalistas como los trabajadores pueden influir sobre la distribución del
consumo, la tasa de inversión será más baja que si una sola clase

191
Democracia y mercado

18), bajo el capitalismo "la posibilidad de elección en pequeña


escala no garantiza la elección en gran escala": los individuos
pueden elegir, pero esta posibilidad no existe para el conjunto
de la sociedad.
¿Es necesario contraponer, empero, individuos y sociedad?
¿La elección de "la sociedad" no equivale acaso a la elección
de los individuos que compiten entre si? La afirmación de que
el capitalismo es irracional se justifica por el hecho de que los
individuos son a la vez agentes del mercado y ciudadanos. La
asignación de los recursos que prefieren como ciudadanos no
suele coincidir con la que establecen a través del mercado. El
capitalismo es un sistema de propiedad privada de unos recursos
escasos. No obstante, bajo el capitalismo, existe una diferenciación
institucional entre propiedad y autoridad. En consecuencia, la
asignación de los recursos a diferentes usos y su distribución
entre las unidades familiares puede efectuarse a través de dos
mecanismos: el mercado y el Estado. El mercado es un mecanismo
en el cual los individuos deciden la asignación votando con los
recursos que poseen y donde la distribución de los mismos
siempre es desigual; el Estado es un sistema que se encarga de
asignar unos recursos que no le pertenecen, con una distribución
de derechos que difiere de los resultados del mercado. Ambos
mecanismos sólo coinciden en un mismo resultado por un capricho
del azar.
La democracia en el ámbito politico exacerba esta divergencia

de agentes económicos recibiese todo el rendimiento (por encima del


coste oportunidad secundario o nivel de subsistencia). La formulación
seminal corresponde a Lancaster 1973; véanse Levhari y Minnan 1980 y
Przeworski y Wallerstein 1982.

192
Capitalismo y socialismo

al nivelar el derecho a influir sobre la asignación de los recursos.


Las distribuciones del consumo determinadas por el mercado
y las preferidas colectivamente por la ciudadanía deben diferir
forzosamente de hecho, puesto que la democracia ofrece a las
personas pobres, oprimidas, o en otras circunstancias diílciles
como consecuencia de la distribución inicial de las dotaciones,
la oportunidad de enmendar esta situación por intermedio del
Estado.
En consecuencia, si "el pueblo" (como sujeto singular, en su
acepción del siglo XVIII) es soberano, preferirá una asignación
y distribución de los recursos que diferirá de los resultados del
mercado. Ésta es la preferencia que no puede alcanzarse con la
propiedad privada de los recursos y su asignación descentralizada.
Aunque los individuos expresen, en su condición de ciudadanos,
su preferencia colectiva por una asignación particular y aunque
existan todas las condiciones materiales necesarias para hacer
realidad esta preferencia, la asignación democráticamente elegida
resulta inalcanzable bajo el capitalismo.25

25 Esta concepción de la lrracionalidad del capitalismo es suceptible de


una doble critica. En primer lugar, como señaló Alessanclro Pizzorno
(comunicación personal), según esta definición, lo irracional no es
el capitalismo, sino su combinación con un Estado autónomo. En
segundo lugar, también es objetable en terminos de los problemas de
la elección social. Según la reformulación de mj definición propuesta
por Joshua Cohen, un sistema económico es irracional si "impide el
acceso a una asignación de los recursos incluida entre el conjunto
de asignaciones que podrfan ser elegidas de común acuerdo entre
ciudadanos iguales" (comun icación personal). Sin embargo, esta última
asignación podria no exisúr o ser colectivamente subóptima (en
términos del teorema de McKelvey). En otras palabras, si la racionilidad

193
-
Democracia y mercado

¿Implica esta critica del capitalismo que el límite de las posi-


bilidades máximas podría alcanzarse bajo el socialismo, con una
asignación racional de los recursos encaminada a satisfacer las
necesidades humanas? ¿Podría alcanzarse el punto I, esto es,
una plena utilización del potencial productivo y una distribución
igualitaria del bienestar? No se me ocurre ninguna critica del
proyecto socialista que invalide esta posibilidad. Si los individuos
manifestasen fielmente sus necesidades y su potencial productivo,
si su desempeño fuese independiente de la recompensa reci bida,
si los planificadores actuasen como agentes perfectos y fuesen
capaces de resolver los problemas de la asignación óptima, el
socialismo podría generar todos los magníficos resultados que
proclaman sus partidarios.26 Todo esto sólo significa, empero, que

de los sistemas económicos se define como la plena ulllización del


potencial productivo, no coincidirá necesa.riamente con la preferencia
colectiva de los ciudadanos soberanos; si se define, en cambio, como la
implementación de la preferencia colectiva, no supondrá necesariamente
una plena utilización de los recursos productivos.
Mi respuesta es la siguiente: En primer lugar, un capitalismo en el cual
el Estado carezca de poder de asignación o al menos de poder para influir
indirectamente sobre la asignación de los recursos de propiedad privada (a
través de los impuestos, regulaciones, etc.) resulta inconcebible, pese a todas
las peticiones de moderación constitucional. Puesto que la competencia no
puede organizarse sin una intervención reguladora del Estado. el proyecto del
capitalismo incluye la posibilidad de que éste opte por una asignación distinta
de la competitiva. En segundo lugar, aunque la población pueda no escoger
la plena utilización del potencial productivo, también puede hacerlo y. en tal
caso, esa preferencia no será alcanzable bajo el capitalismo.
u O bien, si pudiésemos diseñar unas instituciones capaces de implementar
de manera descentralizada el concepto de propiedad pública propuesto
por Roemer (1989a y b).

194
Capitalismo y socialismo

las criticas razonables del socialismo no se refieren a su proyecto,


sino a la viabilidad del mismo y a sus materializaciones reales.

Viabilidad
Los debates en torno a la viabilidad son más apasionados, al ser
inevitablemente menos concluyentes. Una vez admitidos todos
los postulados, los debates en torno a los proyectos se limitan a
proceder a las consiguientes deducciones lógicas. Los veredictos
en cuanto a la viabilidad obligan, en cambio, a emitir juicios y dejan,
por tanto. mayor margen para la discrepancia.
Las lineas de ataque socialistas contra la viabilidad del proyecto
capitalista son tres: (1) No puede existir el capitalismo sin una
intervención del Estado, (2) el capitalismo nunca puede llegar a
alcanzar, o sólo con un alto coste, los equilibrios en que sus
partidarios basan todas sus virtudes y (3) el capitalismo está abocado
a la autoarúquilación, puesto que desemboca necesariamente en el
monopolio. Ya he comentado antes el primer punto, que en mi
opirúón puede descartarse con un simple "¿Yqué más da?" La segunda
objeción parece válida. En efecto, ta idea de que Jos mercados se
hallan en condiciones de equilibrio competitivo permanente resulta
bastante incomprensible y la alegación de que los ajustes suponen un
despilfarro es muy plausible. Finalmente, el argumento de que los
mercados competitivos están abocados a la autodesrrucción es evi-
dente en cierta medida, si bien ya no es tan evidente en qué medida.27

27 Una versión de este argumento, que se remonta a Engels, es la siguiente:


Lamayor parte de las decisiones que actualmente se toman bajo el
capitalismo son, de hecho, decisiones internas de la empresa más que
decisiones de mercado y la toma de decisiones en el interior de la

195
....'

Democracia y mercado

Tan sucinto comentario no se debe a que considere poco


importantes estos argumentos, sino sólo a que no creo que con-
tribuyan demasiado a aclarar el tema central del debate. Si el
proyecto capitalista es inviable, el capitalismo podría ser incapaz
de cumplir ni siquiera lo que en efecto promete. La crítica socialista
del capitalismo se concentra sin embargo, en mi opinión, en
su proyecto, la más ideal de sus realizaciones concebibles. Los
socialistas rechazarían el capitalismo aunque este sistema desar-
rollase todo su potencial. Los argumentos contra la viabilidad de
un equilibrio competitivo permanente son secundarios, por tanto,
para la crítica socialista.28
Las críticas en términos de viabilidad resultan, en cambio, muy

empresa es idéntica a la asignación socialista planificada, sólo que a


escala incompleta. En consecuencia, el capitalismo ya se ha "socializado"
en gran medida en virtud de su propia dinámica y sólo faltarfa
completar el proceso. Éste es el argumento central de Ernest Mande!
en favor del socialismo, a saber, que el capitalismo se ha demostrado
históricamente inviable. Véase el debate en torno a esta cuestión en
diversos números de New Left Revicw: Mande! 1986; Nove 1987; Mandel
1988; Auerbach, Desai y Shamsavari 1988; Elson 1988.
En mi opinión, las decisiones internas de las grandes empresas
capitalistas no son equiparables a la planificación socialista y la diferencia
crucial no depende de la organización interna. Cierto es que las
dimensiones de la economía polaca en la década de los setenta eran
comparables a las de General Motors. Pero esta última se guiaba por los
precios de mercado para tomar sus decisiones y reajustaba su planti.lla
en función de la demanda, cosa que no ocurría en Polonia.
28 Supóngase que el capitalismo se ha "organizado" según los criterios
de Hilferding y ha conseguido evitar las crisis periódicas. Ento nces no
habria anarquía; no se darían Ineficiencias estáticas. Sin embargo, la
eficiencia dinámica sólo podria alcanzarse si la distribución del bienestar
se ajustase en cada ocasión a la distribución inicial de los recursos:

196
Caeitalismo y socialismo

expresan sus
necesidades
distribuye
el producto

UNIDADES FAMILIARES _ _ _ _ __ _____,~ EMPRESAS


aportan trabajo

Gráfico 3.2

desfavorables para el socialismo. Antes de examinarlas, recordemos


las características del proyecto socialista.
Las unidades familiares tienen necesidades. Las empresas tienen la
capacidad de producir objetos destinados a satisfacer esas necesidades.
El planificador se informa sobre las necesidades de las unidades
familiares y la capacidad de producción de las empresas y calcula
cómo deben asignarse los recursos entre las segundas y cómo
debe distribuirse el producto entre las primeras, a fin de satisfacer
...
las necesidades en la medida de lo posible dados los recursos
(gráfico 3.2) . El resultado es una gestión racional orientada hacia
la satisfacción de las necesidades.
Las críticas contra la viabilidad del socialismo pueden agruparse

cualquier intento de modificar la distribución del consumo y el ocio


generarla pérdidas de capacidad. En consecuencia, el capitalismo seria
irracional aunque se admitan todos los postulados de sus proponentes.
Por esto, a mi entender, el despilfarro estático es menos importante
para la crítica socialista del capitalismo, aunque no podría afirmarlo con
absoluta certeza.

197
Democracia y mercado

en dos categorías: (1) Aun suponiendo que dispusiese de una


información veraz, el planificador no podría utilizarla, aunque sólo
sea por la enorme complejidad del problema. (2) Si los individuos
actúan movidos por sus intereses particulares, el planificador no
puede llegar a conocer las auténticas necesidades de las unidades
familiares y la verdadera capacidad de las empresas; además, el
planificador no actúa en busca del bienestar general.
La historia del "debate sobre el cálculo socialista" constituye
todo un caso aparte y no la resumiré aquí. La alegación de que
los planificadores verán frustrados forzosamente sus esfuerzos ante
la enorme complejidad del problema tiene un significado distinto
en el marco neoclásico y desde el enfoque de la escuela austriaca.29
Por otro lado, aun cuando el problema con que se enfrentan pueda
resolverse en teoria, su tarea sigue siendo colosal. Los economistas
soviéticos preveían unos años atrás que bajo el sistema reformado
de precios, entre 1.500 y 2.000 precios de productos básicos serian
fijados por el Gosplan, otros 20.000 o 30.000 serían competencia

29 En el modelo de Taylor-Lange-Lemer, el planificador puede partir de


cualquier conjunto aleatorio de precios, observar qué mercados no se
agotan e ir rectificando los precios hasta alcanzar el equilibrio. Esto es
posible porque, según su enfoque neoclásico, existe un conjunto de
precios con los cuales se agota el mercado y éste converge hacia ellos.
Actualmente sabemos, no obstante, que el procedimiento de tanteo sólo
conduce al equilibrio bajo supuestos irrazonables o muy particulares.
Según el enfoque de la escuela austriaca, las variaciones de precios
se producen por efecto del cierre efectivo de transacciones. Luego, el
planificador no podria centralizar en ningún caso la información privada
que deterrnina las variaciones de precios. Al menos asi lo afirrnan
los seguidores de Hayek, según los cuales Lange malinterpretó las
objeciones austriacas al socialismo. Sobre la perspectiva austriaca, véanse
Lavoie 1985, Kirzner 1988 y Shapiro 1989.

198
Capi_talismo y socialismo

de organismos especializados y el resto se establecerían a través de


contratos entre suministradores y usuarios {Petrakov y Yassin 1988).
Resulta dificil imaginar cómo podrían fijarse adecuadamente tantos
precios aun con ayuda de o rdenadores y del sistema de tanteo de
Lange.30
Aunque el planificador consiga resolver el problema de cálculo,
los argumentos en favor de la viabilidad del socialismo dependen
del supuesto d e que, una vez convertidos en ce-propietarios de
la riqueza pro ductiva, los individuos - a través de las unidades
familiares y empresas y como planificadores- actuarán espontán ea-
mente de manera adecuada para promover el bienestar colectivo.31
Concretamente, las unidades familiares comunicarán verazmente

30 Soy consciente de que se trata de un argumento subjetivo y no estoy


seguro de cómo pueden resolverse las discrepancias en cuanto a la
viabilidad del Cil.lculo socialista. Nove, por ejemplo, opina que "resulta
inconcebible que puedan llegarse a 'matematizar ' las complejidades de la
planüicación operativa corriente en té rminos de producción y demanda,
como un medio para garantizar un funcion amiento más eficiente
del sistema centralizado" (1983: 105) '."bestaca que ningún sistema de
planüicación, por tecnológicamente avanzado que sea, puede dar cabida
a la variedad. Sin embargo, yo me pregunto: ¿Es acaso más compleja la
economla soviética que el sistema mundial de reservas aéreas?
31 He formulado deliberadamente este supuesto en términos agnósticos.
La forma habitual de expresarlo es decir que los individuos se volverian
altruistas, actuartan guiados por la solidaridad o de manera cooperativa.
Sin embargo, si entendemos como "altruismo" una función de utilidad
guiada por el consumo o el bienestar de otros. pueden plantearse todo
tipo de problemas estratégicos, incluida la irracionalidad colectiva en una
sociedad altruista. Véase CoHard 1978. De hecho, ni siquiera es evidente
que los individuos altruistas revelen sinceramente sus preferencias. Otro
tanto puede decirse de la solidaridad. En efecto, ¿cómo pueden saber
los agentes individuales qué conducta es solidaria en unas circunstancias

199
Democracia y mercado

sus necesidades al planificador y las empresas revelarán su capacidad


productiva, en tanto que los planificadores actuarán como agentes
perfectos del interés público.
Ninguno de estos supuestos se ha cumplido en los sistemas
socialistas reales. Quizás esto no pueda considerarse un argumento
concluyente; en efecto, puede aducirse fácilmente que el carácter
no democrático del proceso de toma de decisiones en los paises
socialistas subvirtió el concepto mismo de propiedad sociaJ.32
Es evidente, empero, que este concepto no tiene en cuenta el

concretas? Si la directora de una planra a la cual suministro me pide que


desvle parte del input de otra empresa para dárselo a ella, porque de
lo contrario no podrá. cumplir el plan, ¿debo hacer lo que me pide? El
término "cooperación", a su vez, resulta francamente confuso. En teoría
de juegos, a veces significa comunicación, otras vigilancia externa del
cumplimiento de las ofertas, a veces es sinónimo de coaliciones, otras
de elección conjunta de estrategias y. en las situaciones de dilema del
prisionero, designa cualquier estrategia que respalde unos resultados
óptimos en términos de Pareto. En lenguaje coloquial, "cooperación"
tiene la connotación de "echar una mano", de ayuda reciproca.
32 Cuando Bujarin criticó el proyecto del primer Plan quinquenal en un
arúculo publicado en Pravda (30 de septiembre, 1928), el Buró Polftico
del Partido Comunista soviético inmediatamente llegó a la conclusión de
que "asuntos como éste deben discutirse previamente entre un grupo
más reducido de fu ncionarios del partido" (Wilk 1988: 78-9).
No sabernos si los agentes individuales revelarian sinceramente
sus preferencias y capacidades si el proceso de planificación fuese
democrático. En Polonia, a mediados de los años sesenta, se sometió
a discusión en todos los niveles, desde la cúspide hasta las secciones
de las llbricas, un proyecto de plan preparado por la Oficina de
Planificación. Varios millones de personas participaron en el proceso. El
producto agregado resultante de esta consulta masiva fue superior a la
propuesta original, aunque también lo fue la participación del consumo
en el producto nacional. La mayor parte de las enmiendas

200
Capitalismo y socialismo

problema de los posibles aprovechados. "La propiedad de todo


el pueblo (la propiedad estatal), la forma superior de propiedad
social", según la definjción canónica soviética, no pertenece a
nadie. En un innovador análisis, Butenko (1988: cap. 5) señaló
que los productores individuales directos no son propietarios de
los medios de producción, sino sólo ca-propietarios, en virtud
de su pertenencia a la organización que administra la propiedad
común. Este hecho tiene varias consecuencias.·Por un lado, estafarse
a sí mismo se convierte en un proceder individualmente racional,
puesto que la parte apropiada privadamente (o no aportada) es
mayor que la participación individual en la pérdida común. Por
otro lado, Butenko demuestra, en un análisis con reminiscencias de
Karl Korsch, que la nacionalización de los medios de producción no
es una condición suficiente para garantizar su socialización, puesto
que la relación entre la actuación de los individuos como co-
productores y su actuación como ca-propietarios aparece mediati-
zada po r el conjunto del sistema económico y político.
En primer lugar, si los individuos continúan actuando movidos
por su interés particular aunque sean propietarios colectivos de
la riqueza productiva, las unidade~ familiares sobrevalorarán sus
necesidades. Aunque también es cierto que el planificador no
debe confiar necesariamente en las preferencias comunicadas por
aquéllas para decidir qué debe producirse y cómo debe distribuirse.

tuvieron carácter de racionalizaciones: los obreros se ofrecieron a


producir más de lo originariamente requerido si se les garantizaban los
inputs necesarios. El partido decidió, no obstante, no tener en cuenta
los parámetros del plan enmendado, por considerar insuficiente la tasa
de inversión. Que yo sepa, este experimento no ha vuelto a repecirse.
Véase Oscrowski y Przeworski 1965.

201
Democracia y mercado

En un pais pobre, la urgencia de algunas necesidades salta a la


vista para cualquier observador. El planificador puede basarse
en alguna teoría de las necesidades para decidir el consumo
mínimo de calorías que debe garantizarse prioritariamente a todo
el mundo, seguido de las necesidades de vivienda, atención médica,
educación, etc. O bien puede recurrir a encuestas anónimas entre las
unidades familiares y proceder a partir de las respuestas agregadas.
En esta idea intuitiva se basó originariamente la idea de la planifica-
ción material. Estos métodos resultarán inoperantes, no obstante,
una vez iniciada una progresiva diferenciación de las necesidades. Y
si el planificador se basa en las preferencias declaradas, las unidades
familiares tendrán un incentivo para falsear sus necesidades.33
En segundo lugar, poderosos incentivos pueden inducir a las
empresas a ocultar su capacidad productiva. Si se recompensa o
represalia a las empresas en virtud del cumplimiento de las tareas
fijadas por el planificador, éstas deberán protegerse de la posibilidad
de que sucesos exógenos les impidan utilizar plenamente su
auténtica capacidad. Si las empresas saben que el planificador
asigna las tareas en función del rendimiento pasado, tendrán un
incentivo para rendir por debajo de sus posibilidades.
En tercer lugar, los individuos pueden escaquearse de la
producción.34 Finalmente, si los planificadores actúan movidos

33 Véase una formulación inusitadamente clara en Roemer (1989b).


3'1 Éste es, a mi entender, el argumento menos sólido contra el socialismo.
En efecto, en primer lugar, los escasos datos disponibles indican que
los trabajadores desempeñan el mismo esfuerzo, o incluso más, bajo
el socialismo que bajo el capitalismo. En segundo lugar, todavía dista
mucho de haberse alcanzado un consenso sobre por qué trabajan con
ahinco bajo el capitalismo.

202

L.
Cop.itolismo y socialismo

por intereses particulares y no compiten entre si,35 seguirán el


comportamiento habitual entre los burócratas que, con.firmando
la frase de Trocsky que tanto gusta de citar Nove, "nunca se olvidan
de incluirse en cualquier reparto".
Como señala el artículo seminal de Hurwicz (1973), ha habido
varios intentos de inventar un mecanismo capaz de ofrecer al
planificador una información veraz aunque los individuos actúen
movidos por sus intereses particulares y se ~eserven sus conoci-
mientos para su uso privado.36 Sin embargo, todos estos mecanismos
son demasiado complejos para utilizarlos en la práctica o bien

35 Seria concebible un sistema con una planificación democrática en


el sentido de la presentación de planes alternativos por los distintos
partidos (Castoriadis 1979). Por ejemplo. podrían proponer tasas
de preferencia temporal (o tasas de inversión) en sus campañas; el
programa que coincidiese con la mediana de preferencias ganaría la
votación y ése serla el plan que debería detaUar luego el partido
ganador. Esta propuesta plantea las mismas dificultades que cualquier
otro programa electoral: sólo planes rudimentarios resultarían
comprensibles para la opinión pública general y en seguida asomarían
la cabeza los molestos problemas de ia elección social. Nove (1983:
179) destaca la complejidad de la propuesta y argumenta que "no es
posible diseñar un procedimiento para la 'democratización' del proceso
[de planificación!, sin tener seriamente en cuenta que serla necesario
votar la asignación de t O toneladas de metal, 1.000 metros de tela o de
componentes eléctricos". Beck (1978) demuestra que la elección social
en términos de las tasas de preferencia temporal variaría dclicamente si
se admitiese la presentación de planes subóptimos.
36 El concepto de este mecanismo puede definirse con ayuda de la teoría
de juegos. Supóngase que el planificador central intenta maximizar algún
tipo de función utilitaria del bienestar. Si conociera las funciones de
utilidad de todas las unidades familiares y la función de producción de
todas las empresas, la solución de su problema seria un vector y'(x)
para los bienes de consumo final y el ocio, donde x es un vector de

203
-'

Democracia y mercado

incumplen alguno de los postulados iniciales.37 En consecuencia,


de momento al menos, los argumentos en favor de la viabilidad
del socialismo deben basarse en el supuesto de que la socialización
de los medios de producción induce a los individuos a adoptar
preferencias socialistas y esta hipótesis no es realista. Dado que la
propiedad colectiva crea problemas relacionados con el intento de
aprovecharla en beneficio propio, la esperanza de que pueda llegar
a modificar las preferencias es escasa. Lo cierto es que el único
mecanismo practicable actualmente conocido para el intercambio
de información sobre las capacidades y necesidades de las personas
es el de los precios y éste sólo funciona cuando los individuos
experimentan las consecuencias de sus decisiones en términos de
su bienestar material. El socialismo es, por tanto, inviable.
Podría argumentarse que es poco razonable llegar a esta con-
clusión a partir de un juicio basado en la "versión óptima" del

inputs. Un mecanismo económico capaz de implementar la solución del


planificador debe consistir en un juego descentraUzado cuya solución
sea la asignación y'(x) cuando la información sobre las fun ciones de
utilidad y de producción es de dominio privado.
37 John Roemer argumenta que los supuestos y las conclusiones pesimistas
de la teoria de la implementación son demasiado rigurosos, toda
vez que esta teoría parte del supuesto de que el planificador no sabe
nada. De hecho, no es necesario que los planificadores conozcan las
caracteristicas de los individuos concrecos; puede ser suficiente con
que conozcan su discribución estadistica. No obstante, hasca la fecha
Roemer no ha logrado encontrar un mecanismo descentralizado
institucionalmente practicable y que no incumpla ninguno de los
axiomas que, a su entender. definen las caracteristlcas deseables en
cualquier implementación descentralizada de la propiedad pública. Véase
su reciente serie de artículos, en particular "Decentralization, Dupllcity,
and Minimal Equity" (1989b) .

204
Cap!talismo y socialismo

sistema socialista. Supóngase que las unidades familiares exageran


un poco sus necesidades, las empresas ocultan parte de su capacidad
productiva, los trabajadores holgazanean de vez en cuando y los
planificadores anteponen la satisfacción de sus necesidades a las de
los demás. Aunque el socialismo real no coincida exactamente con
su proyecto, ¿se desprende necesariamente de ello su inviabilidad?
El problema está en que la versión subóptima del socialismo
n o es una situación estable. El planificador·asigna los inputs y
establece directrices supuestam ente encaminadas a garantizar que
se alcancen las metas. Pero si el plan es incoherente (algunas
empresas n o pueden cumplir la tarea asignada con los inputs
que reciben) o si interviene cualquier acontecimiento exógeno o
alguna empresa se desvía de las previsiones, otras no recibirán los
inputs necesarios y todo el plan se descabalará. En consecuencia, los
planes formulados en términos de cantidades fisicas siempre acaban
quedando desvirtuados.38 Y los planes formulados en términos de
indicadores requieren valores relativos, es decir, unos precios.
Por esto las econom ías socialistas en realidad no son economías
planificadas. 39 Sólo funcionan gracias a la continua rectificación ex

38 Como señaló Asselain (1984: 35), "todos los principales fallos en el


funcionamiento de las economías de tipo soviético pueden atribuirse al
incumplimiento del principio fundamental del modelo centrali~ado : la
primada absoluta de unos objetivos centralizados".
39 Para una amplia aportación de pruebas empíricas, véase Zaleski 1984.
Este autor llega a la conclusión (p. 615) de que "la existencia de un solo
plan central coherente y perfecto, repartido entre, y posteriormente
ejecutado en, todos los niveles no pasa, de hecho, de ser un mito. En
toda economfa dirigida nos encontramos en presencia de innumerables
planes, en permanente evolución, que ciertamente sólo se coordinan o
pos1eriori, después de su puesta en marcha."

205
-
Democracia y mercado

post de las asignaciones originariamente previstas en el plan por


obra de las empresas, que procuran ingeniárselas para conseguir
los inputs necesarios, y de las intervenciones del planificador, en un
intento de restablecer el control sobre el proceso de asignación.40
La descripción más adecuada de la planificación sería, por tanto, la
de un continuo tira y afloja entre el planificador y las empresas.
Y este proceso no converge en una asignación estable aunque
no intervengan sucesos exógenos o el cambio tecnológico. El
planificador observa que las empresas han encontrado la manera
de sustraerse al plan y reacciona promulgando directrices destinadas
a taponar la brecha. A su vez, las empresas empeñadas en asegurarse
los inputs necesarios encuentran nuevas vías para eludir el control
del planificador. El planificador promulga más directrices, las
empresas encuentran nuevas vías de escape, y así sucesivamente. De
este modo, el sistema de planificación se complica progresivamente
aunque el sistema económico no cambie. Y llega un momento en
que las empresas no pueden seguir los dictados del plan -el sistema
total de directrices y asignaciones- aunque lo deseen.
Cuando los planificadores están mal informados y actúan
guiados por el propio interés y los productores se escaquean,
el producto puede ser inferior al del capitalismo con cualquier
distribución del bienestar. El producto socialista puede estar por
debajo de la producción capitalista posible; bajo el socialismo
puede resultar imposible dar de comer a todo el mundo debido
a la incapacidad de producir lo suficiente.

40 Para una revisión de estos mecanismos equilibradores ex post, véase


Roland 1989.

206
Capitalismo y socialismo

Realidades
Es imposible determinar cuál de los dos modelos, el socialista
o el capitalista, ha logrado mejores resultados en la práctica.
Las discrepancias en las con venciones contables y en los valores
relativos utilizados en la agregación de los diferentes productos,
las asombrosas disparidades en la utilización de los inputs, las
diferentes posiciones de partida y en término~ .de ventajas compara-
tivas determinan que cualquier inten to de valoración resulte prác-
ticamente irrelevante. Las comparaciones detalladas entre aspectos
parciales de la actuación económica y del bienestar material generan
veredictos que dependen de la dimensión y el periodo considera-
dos.41 Ni siquiera existen motivos bien fundados para argumentar
que, si bien las economías capitalistas son más eficientes, los
sistemas socialistas garantizan una mayor seguridad en el empleo,
igualdad y seguridad material. Por un lado, las tasas agregadas de
crecimiento de los paises socialistas son equiparables a largo plazo
a las de las economías capitalistas de desarrollo más acelerado. Por
otro lado , existen crecientes pruebas de la desigualdad de rentas
existente en la Unión Soviética y la Europa del Este y testimonios
cada vez más frecuentes sobre el deterioro de los servicios de
bienestar sociaJ.42

41 Para una reciente revisión de estos estudios y una amplia recopilación


de estadísticas, véase Bideleux 1985.
42 La desigualdad de rentas es ligeramente inferior en la Unión Soviética
y en Hungría que en los paises capitalistas desarrollados, aunque
probablemente n o muy dislinta de la de Suecia o Japón. Sobre la
situación en la Unión Soviélica, véase Bergson 1984; sobre Hungria,
Komai 1986; sobre Polonia, Wnuk-Lipillski 1989.

207
Democracia y mercado

Habida cuenta de que los datos sistemáticos no confirman


ningún veredicto, por provisional que sea, resulta pasmoso el
consenso en cuanto al dictamen de que el modelo socialista
simplemente ha fracasado. Un consenso, además, muy genera-
lizado. La nacionalización de los medios de producción ya no
constituye un móvil de los movimientos socialistas occidentales,
ni siquiera en el Sur capitalista, mientras la planificación centralizada
ha caido en el más absoluto descrédito en varios países de la Europa
del Este. El sentimiento de privación es agudo, pero la experiencia
de la miseria no es privativa de los países socialistas. Resulta
sorprendente constatar que mientras en Brasil Ja gente atribuye
sus privaciones a la injusticia, las personas que respondieron a una
encuesta realizada en Polonia atribuían las suyas a la irracionalidad
del sistema socialista.43
El dilema tal vez pueda explicarse por el hecho de que los
datos disponibles sobrevaloran sistemáticamente los resultados
económicos socialistas. La estructura input-output de las econornias
socialistas es ineficiente; utilizan 1,8 veces más energía y más del

Un economista soviético acaba de revelar que la participación del


trabajo (en el producto nacional bruro) en la Unión Soviética es del
37 por ciento, muy inferior a la de los países capitalistas desarrollados
y aproximadamente equivalente a la de México y Venezuela. Zaslavsky
(1987-8: 35) cita datos según los cuales alrededor de la mitad de los
depósitos bancarios efectuados en la Unión Soviética correspond1an a
sólo un 3% de las cuentas. Según una entrevista publicada en Le Nouvel
Observateur (15-21 de junio, 1989, p. 99). el gasto por paciente en los
hospitales especiales reservados para la nomenklotura era de 111 rublos
diarios; en los hospitales corrientes, era de 24 rublos. Téngase presente
que Polonia y la Unión Soviética son los dos únicos paises del mundo
donde la esperanza de vida se ha reducido en los últJmos años.
43 Véanse varias tablas en Polacy 88: Dynomiko konRiktu a szanst reform.

208
CoP.itolismo y socialismo

doble de acero que los países capitalistas para producir una unidad
de producto.44 Los ejemplos de irracionalidad son abundantes: la
mitad de la producción agrícola de la Unión Soviética se pierde al
parecer antes de llegar al mercado de consumo; en invierno, los
niños se divierten deslizándose con sus trineos por las montañas
de abonos acumuladas en torno a las estaciones, a la espera de
ser transportados hasta las explotaciones agrícolas; el valor de
los productos que nadie quiere llevarse d~ las tiendas checas
aunque el precio sea nulo es equivalente al crecimiento de la
economía en un periodo de dos años; la relación input-output
en los inventarios de las fábricas húngaras es cinco veces superior
que en Occidente; etcétera. Los indicadores de bienestar son
igualmente desconcertantes: los países socialistas tienden a contar
con mayor número de médicos en relación a su población, sus
tasas de matriculación en la enseñanza secundaría suelen ser
más altas y construyen más viviendas, a la vez que presentan
una menor esperanza de vida, tasas brutas de mortalidad más
elevadas, una menor productividad del trabajo e inferior calidad
de las viviendas.
Quizás el problema más espinoso para la comparación de los
resultados de las economías socialista y capitalista sea el del patrón
de medida. ¿Con qué países deben compararse los progresos de la
Unión Soviética, Polonia o China? Jrushov se propuso como meta
emular al Reino Unido, sin embargo muchas veces se compara la

44 Los gastos militares pueden ayudar a aclarar el dilema, aunque las


estimaciones son notoriamente poco fidedignas. Según las estimaciones
más altas, la Unión Soviética gasta un 8 % más de su PNB que los Estados
Unidos por este concepto. Con una relación capital-producto igual a 4,
esto equivale a una diferencia del 2 % en las tasas de crecimiento.

209
Democracia y mercado

Unión Soviética con los Estados Unidos, país con el que compite
en el terreno militar. Actualmente, muchos observadores soviéticos
y occidentales comienzan a considerar la Unión Soviética como un
país tercermundista. Sin embargo. la Europa del Este forma parte
de Euro pa; tomar com o pauta de referencia el mundo occidental
capitalista desarrollado resulta ineludible ante Ja exhibición coti-
dian a de los niveles de vida occidentales en los medios de comuni-
cación y a través de las o bservaciones personales de las personas que
han viajado al extranjero. Y esta comparación resulta devastadora
y dolorosa. ¿Por qué no puede equipararse la Alemania o riental a
la occidental? Creo que ésta es precisamente la pregunta a la cual
corresponde respo nder que la causa es "el sistema económico".
También deben tenerse en cuenta, finalmente, las expectativas
frustradas. El estalinismo fue desarrornsta al máximo. Durante mi
infancia en Polonia, todas las paredes estaban decoradas de gráficas
con gruesas lineas rojas que ascendian imparables hasta el radiante
futuro, según la frase de Alexander Zinoviev. El socialismo se
impondría sobre la naturaleza; todas sus construcciones - presas,
plantas siderúrgicas, rascacielos - serían más monumentales que
las erigidas bajo el capitalismo; conduciría a las sociedades al
imperio del orden y la razón. Pero la naturaleza se ha vengado.
Actualmente el peor desastre ecológico de Europa se sitúa en
la zona de confluencia de Checoslovaquia, Alemania del Este y
Polonia. El "m onumentalismo" también se hizo extensivo a los
errores: tras la introduccció n d e la irrigación masiva en Ucrania,
el rendimiento por hectárea se redujo bruscamente debido a la
contaminación por sales del suelo.45 Y la irracionalidad llegó a ser

45 Sobre la "gigantomania", véase Zalyguine 1987.

210
Capitalismo y socialismo

tan generalizada que la población se vio obligada a dedicar la mayor


parte de su vida cotidiana a intentar subsanarla.
Existen, por tanto, motivos fundados para la discrepancia
entre las percepciones subjetivas y los datos agregados. Lo más
importante, empero, es que ni el capitalismo ni el socialismo han
logrado acabar con la pobreza. Y ninguno de los dos sistemas ha
conseguido generar tampoco un crecimiento sostenido.
Las experiencias de la posguerra en el Este socialista y en
varios países del Sur capitalista representan d os intentos distintos
de superar el subdesarrollo y alcanzar la autonomía económica.
El modelo de los países de la Europa del Este se caracterizó por
la propiedad estatal de los recursos productivos, la asignación
centralizada por dictado y una estrategia autárquica de desarrollo
encabezada por las industrias de bienes de producción. El modelo
capitalista, descrito a menudo como "desarrollo capitalista depen-
diente asociado", se caracterizó por la propiedad privada, una
activa intervención estatal y una apreciable dosis de proteccionismo
orientada hacia la sustitución de las importaciones a través de la
industrialización .
Ambas estrategias lograron buen;s resultados durante un largo
periodo y varios países llegaron a establecer una base industrial
significativa. Entre 1960 y 1980, el producto interior bruto de los países
latinoamericanos se incrementó en una tasa media no ponderada del
5,2 por ciento y la tasa de crecimiento de la Europa del Este superó el
6 por ciento. Varios países experimentaron tasas de crecimiento de la
producción industrial de dos dígitos en algunos periodos.
No obstante, lo que actualmente llama la atención es que a
finales de la década de los setenta este desarrollo simplemente cayó
en picado, tanto en el Sur capitalista como en el Este socialista. Entre
1980 y 1985, la tasa media de crecimiento del PIB en América Latina

211
Democracia y mercado

fue del 0,0 por ciento. Durante esos mismos años, los tres paises de la
Europa del Este que comunican sus datos al FM1 - Hungría, Polonia y
Yugoslavia- registraron una tasa m edia de crecimiento de su PIB del
1,0 por ciento. El consumo per cápita disminuyó en muchos países.46
Ninguno de los dos modelos generó un crecimiento sostenido.47 De
hecho, Argentina, Brasil y México, y Hungría, Polonia y Yugoslavia se
enfrentan con crisis sin precedentes en su historia.
La realidad no nos aclara, por tanto, gran cosa. En el mundo real,

46 Entre 1977 y 1983, el PNB per cápita descendió un 16% en Uruguay,


un 12% en Argentina, un 11% en Chile y un 9% en Brasil (datos de
Ja CEPAL. citados en Weffort 1989). En Polonia, la renta per cápita se
redujo en un 8 % entre 1978 y 1985. En la Unión Soviética, el número
total de viviendas construidas en 1985 fue el mismo que en la década de
los sesenta y la producción agrícola per cápita no ha aumentado desde
1978. La tasa bruta de mortalidad se incrementó de un 6,7 por 1.000 en
la década de 1960 a un 10.6 por 1.000 en 1985, la esperanza de vida se
redujo de 70 a 68 años, y aumentó la mortalidad infantil (Agabengyan
1988). Entre 1973 y 1984, la productividad total de los factores se redujo
en una tasa media anual compuesta del 1,58 en Argentina, 1,97 en Brasil.
0,92 en Chile, 0,64 en México y 1,40 en la Unión Soviética (Maddison
1989: 91).
47 No sé por qué ocurrió más o menos simultáneamente lo mismo en
el Sur capitalista y en el Este socialista. Una explicación posible seria
la deuda externa, pero no parece suficiente. Como observa Comisso
(1989). después de citar una serie de dislates económicos. "aunque el
Capital Financiero pusiera la soga, alguien tuvo que poner el verdugo".
Tampoco conozco ningún esrudio que establezca una correlación
entre la deuda externa y el crecimiento económico. Comlsso achaca
la responsabilidad a las barreras contra la competencia, derivadas de
la asignación centralizada en los países socialistas y de la posición
monopolista de las empresas estatales en los paises capitalistas. La
simultaneidad de este colapso apunta, no obstante, hacia la posible
intervención de una causa común subyacente.

212
Capi!alismo y socialismo

la gente pasa hambre mientras el potencial productivo permanece


subutilizado o subdesarrollado.

¿Qué pu ede reformarse?


El capitalismo es irracional; el socialism o es inviable; en el mundo
real, la gente pasa hambre. Las conclusiones al~anzadas hasta aquí
no son alentadoras. Tal vez exista, sin embargo, la posibilidad de
lograr la satisfacción universal de las necesidades humanas básicas
aunque los sistemas económicos en que vivimos sigan siendo
inferiores a las utopías del siglo XIX; aunque perpetúen una cierta
irracionalidad y algún grado de injusticia. ¿Sería posible reformar
parcialmente, pero en la medida suficiente para alimentar a todo
el mundo, el socialismo o el capitalismo?

La reforma del sociaJjsmo


La reforma fue un rasgo endémico bajo el socialismo. Puesto
que las economías basadas en la "planificación centralizada no
contienen mecanismos autocorrectores, cada vez que generan
efectos fiagrantemente indeseables debe emprenderse una reforma.
De ahí que las reformas -de la administración territorial, de
la dirección económica, de la planificación, de los sistemas de
incentivos- hayan constituido un ritual habitual siempre presente
en los paises socialistas."ª En estos momentos prevalece, empero,

4s La exposición más completa de este argumento la ofrece Staniszkis


(1984), pero también puede encontrarse el mismo razonamiento en
Wiatr 1989 y Abalkin 1988.

213
Democracia y mercado

la impresión generalizada de que las reformas parciales no pueden


ser eficaces; lo que fallaría es la organización misma del sistema
económico.
Las reformas tuvieron en todas parces prácticamente los mis-
mos objetivos: racionalizar el proceso de inversión y equilibrar
los mercados de consumo. Sin embargo, aunque los objetivos
eran comunes. los métodos divergieron marcadamente. Algunas
reformas estaban encaminadas a "perfeccionar" el sistema de direc-
trices centralizadas existente; otras introdujeron mecanismos de
mercado. Las reformas emprendidas en la Alemania del Este en
el periodo 1963- 70 se encuadraban en la primera orientación; las
reformas introducidas en Hungría después de 1968 apuntaban en
la segunda dirección.
¿Puede reformarse el socialismo? Consíderese el último esfuerzo
realizado en la Unión Soviética para preservar los aspectos básicos
del sistema socialista: las reformas de finales de la década de los
ochenta, destinadas a introducir la autonomía y responsabilidad
financiera de las empresas, pero no los mercados. El artífice de escas
reformas, Leonid Abalkin (1988: 44, 47) rechazó en una declaración
programática todos los mecanismos económicos "ajenos a la pro-
piedad social, es decir, codos los que provocan crisis, anarquía de
la producción, desempleo y la división de la sociedad en clases''.
A continuación argumentaba que en el sistema de producción
socialista, el funcionamiento de los mecanismos de precios es
distinto que bajo el capitalismo y éstos "se convierten en instru-
mentos del mecanismo de gestión económica planificada''. En una
descripción detallada del proyecto, dos economistas lo concretaban
en términos de "integración de la política de precios en el proceso
de planificación" y distribuían la responsabilidad de la gestión de
los precios entre la oficina central de planificación, los escalafones

214
c_apitalismo y socialismo

burocráticos intermedios y las asociaciones de sumjnistradores y


consumidores (Petrakov y Yassin 1988: 64).
En conjunto, las reformas debían reforzar el papel de los
incentivos económkos, incrementar los controles administrativos
sobre la inversión y reorientar las prioridades sectoriales, una
combinación que no había logrado resultados destacables en el
pasado.49 El fracaso tiene dos causas suficientes bien conocidas: (1)
La rentabilidad resulta inviable como criterio para la asignación de
recursos cuando el beneficio representa simplemente la diferencia
entre los precios de los inputs, decididos por unos burócratas en un
despacho, y los precios de los outputs, decididos en otro despacho;
(2) las presiones en favor de la recentralización de la asignación de
recursos proceden desde abajo, puesto que los directores de las
empresas sólo pueden obtener los inputs que precisan en virtud
de órdenes emicidas desde arriba.so Las reformas que no incluyen
mecanismos de mercado no consiguen racionalizar, por tanto, la
asignación de recursos y fracasan espontáneamente, aun sin que
medien resistencias del aparato burocrático. Por otro lado, la idea
de introducir unos mercados parciales, de utilizar los precios de
...
mercado como un instrumento de planificación, es incoherente
en terminas lógicos. Como señala Nove a propósito del modelo

49 Asselain (1984) ofrece un exceleme análisis de estas reformas y de los


motivos por los que están condenadas al fracaso. Véanse también Nove
1983: cap. 4 y Kornai 1986.
so Según el comentario atribuido a un director de empresa polaco:
"Sabemos que somos independientes, ¿pero quién nos dirá ahora
qué debemos producir?" (Roger Thurow, "Poland Finds Economic
'Reforms' Don't Necessarily Produce Results", Woll Street Joumol, 27
de febrero, 1986).

215
Democracia y mercado

de Lange, no es posible establecer un mercado de productos de


demanda final sin un mecanismo que garantice la respuesta del
sector de bienes de producción a este mercado. Este mecanismo
podría ser un mercado de bienes de producción o bien una oficina
central de planificación cuya única tarea sería adivinar las reacciones
que determinaría un mercado.si
En consecuencia, no creo que sea posible reformar el sistema
socialista de asignación de recursos por dictado.

Socialismo de mercado
Hasta aquí he expuesto todo mi análisis en términos de mecanismos
de asignación de recursos y de distribución de la renta. He proce-
dido así porque dudo que sepamos (1) si las formas de propiedad
tienen consecuencias para los resultados de las empresas y (2) si la
distribución observada de las formas de propiedad, en particular
la escasez de cooperativas de empleados, se debe a sus resultados.
Pese a la popularidad de la idea de un socialismo de mercado,

SI No pretendo insinuar con ello que el planificador no pueda tener


prioridades que no coincidan con la asignación de los bienes de
producción que se requeriría para equilibrar el mercado de bienes de
consumo. Si los ciudadanos socialistas votasen a través de un mecanismo
democrático en f.ivor de una asignación de los bienes de consumo
distinta de la preferencia manifestada a través de su actuación en
el mercado, el planificador estaría autorizado a mtentu alcanzar ese
objetivo. Sin embargo, a menos que la propia asignación en el mercado
de bienes de consumo se modifique por intervención estatal indirecta,
el conjunto de la economía no alcanzará el equilibrio si los bienes de
consumo se asignan a través del mercado y los bienes de producción se
dJmibuyen seglin las decisiones del planificador.

216
Capitalismo y socialismo

todavía no contamos con una teoría de la empresa que justifique


esta preferencia.si
Ante todo, examinemos algunos problemas de definición. Si
el socialismo de mercado se define como un sistema que sólo
excluye unas pocas formas de propiedad y asigna Ja mayor parte
de los recursos a través de los mercados, entonces coincidirá
con el capitalism o. Todos los países capitalistas reservan al Estado
la propiedad de algunas empresas, entre la:s· que se incluyen no
sólo las cárceles y las oficinas de recaudación de impuestos, sino
con frecuencia también los m onopolios naturales (industrias con
rendimientos crecientes o externalidades en el consumo) y a veces
hasta la extracción de sal, la producción de cerillas o la venta de
alcohol. De hecho, todas las economías capitalistas son "mixtas": el
sector público oscila entre un 6 por ciento en Suecia y más de un
50 por ciento en Austria. Y en los sectores no reservados aJ Estado,
las cooperativas no son ilegales bajo el capitalismo; simplemente
sucede - por razones que aún no se conocen demasiado bien-
que cuando la gente tiene Ja posibilidad de establecer cualquier
tipo de empresa que deseen, la inmensa mayoría de empresas
acaban combinando la propiedad "'privada del capital con el trabaj o
asalariado.53

52 Para un reciente intento de formular una teoría endógena de la empresa,


véase Hansmann 1988.
53 Una objeción a la viabilidad del socialismo de mercado es la
de Leijonhufvud (1986), quien argumenta que, debido a la mayor
especialización de las máquinas en comparación con las cualificaciones
laborales, las empresas que reúnen el capital de varias personas y
contratan trabajadores son más eficientes que las que ponen en común
fuerza de trabajo y alquilan maquinaria. "Los trabajadores no pueden
poner en común su fuerza de trabajo como hacen los capitalistas con

217
-
Democracia y mercado

En consecuencia, para configurarse como un sistema diferen-


ciado, el socialismo de mercado debe establecer una discriminación
legal en favor de las cooperativas de trabajadores, como en el proyecto
de socialismo viable de Nove. En muchos países capitalistas, empresas
estatales centralizadas se encargan de la distribución del correo,
existen empresas públicas dedicadas a la producción de automóviles,
pequeñas empresas privadas gestionan restaurantes y fo ntaneros
autónomos reparan los escapes. La diferencia entre el capitalismo y
el socialismo de mercado estriba en que bajo el capitalismo también
existen grandes empresas privadas dedicadas a la distribución de
correspondencia y la producción de automóviles; Nove (1983: 200;

su capital fisico - afirma Leijonhufvud (p. 219)- para alquilar maquinaria


por una tarifa a deducir de los ingresos conjuntos que percibirían en
una empresa laboral gestionada por ellos mismos. El trabajo no puede
constituirse en propiedad y la maquinaria especializada no puede
alquilarse. La cooperativa de productores es una posible fórmula de
compromiso; sin embargo, las empresas iniciadas como sociedades
laborales que obtienen buenos resulcados suelen acabar adquiriendo
capital y contratando otros trabajadores, es decir, acaban convirtiéndose
en empresas capitalistas." En estas circunstancias, la mejor opción para
los trabajadores es la implantación de los sindicatos en las empresas
capitalistas.
El argumento de Leíjonhufvud no basta, no obstante, para explicar
por qué los ricos asumen la titularidad de las empresas. La mayoría de
los razonamientos sobre los motivos que inducen al capital a contratar
trabajo se basan en una contingencia moral: las personas adineradas
se convierten en propietarias porque si se limitasen a prestar capital a
los productores directos, éstos podrían actuar de forma excesivamente
arriesgada. La bibliografia sobre este particular es demasiado amplia para
exam inarla aquí; el mejor compendio que conozco es Cui 1990.
Debo agradecer a Zhiyuan Cui sus comentarios y su inagotable
información sobre este tema.

218
Capitalismo y socialismo

también Putterman 1986: 328) prohibiría estas empresas y reservaría


esas actividades para las cooperativas.
Pero, ¿quién decidiría qué actividades deben estar reservadas a
las cooperativas y cuáles pueden ser capitalistas? Elster señala que
las decisiones descentralizadas de los productores pueden generar,
y en general generan, resultados diferentes que una votación. En
presencia de economías externas, la población puede votar en favor
de u na economía con un 70 por ciento de cooperativas, pero quizás
sólo cree un 30 por ciento por libre iniciativa.54 A mi entender,
esta situación plantea un dilema importante: el resultado de la
decisión democrática puede ser subóptirno, mientras por otro lado las
decisiones descentralizadas han llevado en el pasado al capitalismo.
AJ margen de estas dudas, se aducen con frecuencia dos
argumentos en favor de la superioridad de las cooperativas frente
a las empresas capitalistas: su eficiencia, a saber una productividad
del trabajo notablemente más alta, y una distribución más adecuada.
Puesto que Elster (1989; también Elster y Moene 1989 y Putterman
1986) ya ha examinado recientemente la primera aseveración, me
limitaré a añadir sólo algunos comentarios marginales.
En primer lugar. Elster destaca ·;certadamente la importancia de
las economías externas: las cooperativas pueden lograr resultados
distintos según el entorno en que operen. Las cooperativas resul·
taron espectacular y ofensivamente rentables en Polonia y la Unión
Soviética debido a que la ineficiencia del sistema centralizado de
asignación era tal que los beneficios empresariales e incluso los

S'I Una reciente encuesta polaca confirma estos temores: Si bien un 72,2 o/o
de las personas encuestadas se manifestaron favorables a la privaózación
de las empresas estatales, un 52,3 o/o preferían trabajar para esa categoría
de empresas (Zycle Warszawy. 25 de junio, 1990, p. 4).

219
-- -
Democracia y mercado

beneficios austriacos "puros" afluían como maná del cielo a manos


de cualquiera autorizado a intentar conseguirlos.ssy si los resultados
de las cooperativas dependen de la presencia de empresas estatales
centralizadas, empresas públicas y empresas privadas, el sistema eco-
nómico óptimo podría ser un sistema mixto.56
En segundo lugar, a pesar de que según Elster y Moene
(1989: 27) los estudios empíricos indican repetidamente que la
productividad del trabajo es más alta en las pocas cooperativas
existentes bajo el capitalismo, también señalan que "las discusiones
teóricas suelen llegar a la conclusión de que el impacto es negativo".
En mi opinión, los resultados de los análisis teóricos dependen (1)
del modelo de proceso laboral atribuido a las empresas capitalistas y
(2) de los supuestos que estén dispuestos a incorporar en cuanto a la
supervisión mutua. Si se parte, como Bowles y Gintis en sus trabajos
recientes, del supuesto de que bajo el capitalismo los trabajadores se
aplican con esfuerzo a su trabajo debido a la supervisión individual
de la empresa (y porque la pérdida del puesto de trabajo resulta
onerosa) y si se supone igualmente que la supervisión mutua
constituiría la estrategia de equilibrio en una empresa propiedad

ss Bauer (1989) señala, empero, que los empresarios privados que operan
en un sistema de asignación administrativa de los recursos no se deciden
a orientar plenamente su acruación hacia la obtención del máximo
beneficio, intimidados por el riesgo de desencadenar una reacción política
ante los precios que cobrarían y las rentas que podrian percibir. Y sus
temores están justificados: Wladyslaw Balea (1986: 130), ex-ministro polaco
de Economía y artífice de la "segunda fue" de la reforma económica,
advirtió que "no se tolerará el amasamiento de forrunas aprovechando las
ineficiencias de las soluciones sistémicas [esto es, estatales]".
56 Esta afirmación no implica la recíproca. Algunos sistemas mixtos pueden
resultar una opción pésima.

220
C~pitalismo y socialismo

de los trabajadores, la conclusión será que las cooperativas de


trabajadores deben ser más productivas; los trabajadores trabajarán
al menos con el mismo empeño, pero la empresa se ahorrará. los
costes de supervisión. 57 Este ha sido el argumento microeconómico
socialista tradicional en favor de la socialización de los medios
de producción. Ambos argumentos han perdido, sin embargo,
mucha fuerza tras el análisis de Burawoy (1979), según el cual
(1) Jos trabajadores de hecho se supervisaii'mutuamente bajo el
capitalismo y (2) la organización de la producción parece depender
más de las dimensiones de la empresa que de la forma de propiedad.
Burawoy parece pensar que la empresa capitalista subcontrata, de
hecho, los empleos a grupos de trabajadores negociando los
parámetros de su rendimiento colectivo y estos grupos deciden
en qué medida deben cumplirse estos parámetros y supervisarse
el rendimiento.se Sus comparaciones entre los Estados Unidos y
Hungría parecen indicar, por otro lado, que el tamaño de la empresa
es el factor decisivo en la organización de la producción.
Los argumentos en relación a las cooperativas de trabajadores
incluyen, además de la productividad laboral, consideraciones sobre
...

S7 Dudo que "productivo" pueda considerarse sinónimo de "eficiente" en


este contexto. Las valoraciones de la eficiencia deben tener en cuenta
el hecho de que el esfuerzo desempeñado, incluido el esfuerzo de
supervisión, representa una desutilidad para los tnbajadores. Bowles y
Gimls parten, en efecto, del supuesto de que la supervisión mutua no
representa ningún coste para los tnbajadores.
S8 Zhiyuan Cuí me señaló que el modelo de Holmstrom (1982) aporta los
fundamentos "micro" para este postulado de Burawoy. En ese modelo,
el calendario de remuneración garantiza que cada miembro del equipo
intemallce el pleno coste de un renclin:tiento inadecuado, con un efecto
disuasorio sobre las tendencias a la indolencia.

221
Democracia y mercado

sus efectos en términos empleo, inversión, propensión a introducir


innovaciones tecnológicas y asunción de riesgos. Los efectos en cuanto
el empleo son los más controvertidos. Los primeros modelos llegaron
a la conclusión de que las cooperaóvas resultarán en un subempleo
(al maximizar los beneficios medios en vez de los beneficios totales
- Ward 1957- ), pero esta conclusión ya no es general. Un artícuJo
reciente de Moene (1989: 87, 93) resulta parócularmente esclarecedor,
al comparar acertadamente la cooperaóva, no con una empresa
capitalista "pura", sino con una en la cual operan sindicatos poderosos.
Sus conclusiones son (1) que "la empresa capitalista óende a tener
salarios fijos y un empleo variable, en tanto que la cooperaóva óende
a presentar un nivel de empleo fijo y rentas variables" y (2) que
"la subinversión parece ser uno de los principales problemas de
las empresas capitalistas con una fuerza de trabajo sindicada". En
general, las conclusiones sobre cualquiera de estas cuesóones parecen
ser muy sensibles a los aspectos insótucionales: las normas que regulan
la pertenencia a la cooperativa y su financiación.
Dadas todas las incertidumbres en torno a las cooperativas,
Elster (1989: 110) llega a la conclusión de que, en términos de
eficiencia, "no existe ninguna razón para experimentar con esta
forma de propiedad. A fin de cuentas, son muchas las reformas que
podrían tener aspectos ventajosos en gran escala aunque funcionen
mal en pequeña escala, pero la sociedad no puede lanzarse a
probarlas todas basándose en una mera posibilidad." A conti-
nuación extrae, no obstante, un conejo de la chistera y anuncia
que él lo intentaría a pesar de todo, pues "el argumento fundamental
en favor de las cooperativas es de justicia económica".
La justicia es un tema que he soslayado deliberadamente aquí,
pues pienso que puede resultar más fácil ponerse de acuerdo sobre
la bondad de alimentar a todo el mundo que sobre las razones que

222
Capitalismo y socialismo

Jo justifican. Algunas personas pueden desear erradicar la pobreza


por razones de justicia kantiana ("yo podría estar en su lugar");
otras, simplemente por compasión. Pero, ¿significa esto que no
hay nada que decir sobre la tradicional afirmación socialista de
que el capitalismo, además de irracional, también es injusto y. a la
inversa, sólo la propiedad social hace realidad el derecho de todas
las personas a cosechar todos los frutos de su trabajo?
Ante todo, debe tenerse en cuenta que ·las consideraciones
distributivas han supuesto en el pasado y siguen constitu yendo
en muchos países un importante impulso en favor de algún tipo
de socialismo. Una forma de constatar el coste distributivo del
capitalismo para los asalariados, sugerido mucho tiempo atrás por
Samuelson, es observar la proporción de la renta neta consumida
por los propietarios del capital. El producto neto de cualquier
economía capitalista puede dividirse entre el consumo de los
asalariados y la inversión y el consumo de los capiealistas. Esta
última partida representa una pérdida definitiva para los asalariados;
es el precio que pagan por la propiedad privada de la riqueza
productiva. Y este precio varía enormemente de un país capitalista
a otro: en 1985, por cada dólar de""valor añadido en el proceso de
fabricación, el consumo de los capitalistas osciló entre diez centavos
de dólar en Austria y Noruega, algo menos de cuarenta centavos
en el Reino Unido y los Estados Unidos, unos sesenta centavos
en Brasil y setenta centavos en Argentina.59 Luego, en términos

59 Los datos. del Banco Mundial, se refieren sólo al sector manufacturero.


Las cifras son aproximadas y se han obtenido restando del 100 % la
participación del trabajo y una pane destinada a la inversión, esta última
como conjetura informada. que oscila entre un 50 o/o en Noruega y
Austria y un O % en Argentina y Brasil.

223
-
Democracia y mercado

exclusivamente distributivos, los asalariados austriacos y noruegos


ganarían muy poco con la nacionalización o la socialización.60
Puesto que la nacionalización tiene algunos costes inevitables,
les conviene más confiar en su capacidad negociadora en el
mercado y su influencia electoral. Los trabajadores británicos y
estadounidenses tienen más que ganar de una reducción de los
beneficios o de la propiedad directa de la riqueza productiva; en
la práctica, acaban haciendo huelga con más frecuencia. Los efectos
distributivos de una nacionalización serian, en cambio, enormes en
Argentina y Brasil. Si los diferenciales de renta entre el quintilo
superior y el inferior se limitasen a un factor cinco en un Brasil
socialista, se multiplicaría por diez la renta del 20 por ciento más
pobre de la población. En consecuencia, la nacionalización resulta
atractiva para los asalariados en Argentina y Brasil por razones
puramente distributivas.
Sin embargo. paradójicamente, los movimientos obreros que
tendrían fuerza política para imponer alguna forma de socialismo a
través de medidas legislativas carecen de incentivos para intentarlo,
en tanto que los movimientos que tendrían mucho que ganar con
una transferencia de riqueza productiva al sector público carecen

60 Debe tenerse presente que en los paises capitalistas desarrollados, las


rentas de la propiedad y del trabajo autónomo no constiruyen una
parte importante de los ingresos del quintilo de hogares con rentas
más altas. Esta proporción es del 17,3 % en los Estados Unidos (y el
quintilo de hogares con remas más altas recibe el 35,9 % del total), del
16,3 % en Canadá (con un 33,2 % de las rentas totales), del 7,5 % en
el Reino Unido (con un 31,9 % del total), del 4,8 % en Suecia (con
un 27,1 % del total), y del 22,4% -en su mayor parte rentas del trabajo
autónomo- en Noruega (con un 30,3 % del total). Datos de Rainwater,
Torrey y Smeeding 1989.

224
Capitalismo y socialismo

de poder para conseguirla. En consecuencia, el socialismo como


programa de propiedad pública de la riqueza productiva sólo
constituye el proyecto político de movimientos que no pueden
hacerlo realidad.
En última instancia, el socialismo de mercado resulta atractivo
por razones distributivas. Aunque no puedan preverse exactamente
sus efectos sobre el empleo, la inversión y la productividad del
trabajo, una combinación de cooperativas y mer'cados sería superior
al capitalismo en términos de igualación de la distribu ción de la
rema. Si concebimos el socialismo de mercado como un sistema
con un mercado conjunto de capital y trabajo -esto es, si ser
cooperativista implica simultáneamente un derecho y la obligación
de trabajar en la cooperativa y si estos derechos y obligaciones
pueden comprarse y venderse-, la tasa de rendimiento sobre
las dotaciones totales de los factores será uniforme en toda la
economía en condiciones de equilibrio. La distribución de la renta
asociada a esta situación de equilibrio será más igualitaria que bajo
el capitalismo, pues la totalidad de la renta neta de la empresa será
percibida por los trabajadores.61
En cambio, el argumento de qu"e el socialismo de mercado sería
un sistema de democracia industrial, en el sentido de que el proceso
de producción sería democrático, parece infundado. Si las empresas

61 Podrían aducirse. empero, consideraciones de eficiencia conrra este tipo


de sistema. Como señala Comisso (1989), "la propiedad diversificada de
los activos es esencial para una asignación eficiente del capital y 1ambién
para una vigilancia racional de la gesúón empresarial". Esca autora
también señala que vincular el derecho a percibir las remas residuales
al empleo excluye la posibilidad de invertir fuera del país.

225
Democracia y mercado

propiedad de los trabajadores compiten en el mercado y una forma


de organización de la producción maximiza los beneficios, todas
se verán obligadas a optar por la misma. Por otro lado, si más
de una forma de organización de la producción maximiza los
beneficios, para los capitalistas será indiferente escoger una u otra
y si los trabajadores prefieren una en particular, adoptarán ésa. En
consecuencia, no habría nada que las cooperativas de trabajadores
pudieran cambiar.
Asimismo, puesto que bajo el socialismo de mercado la utiliza-
ción de Jos recursos dependería de las tasas de rendimiento, este
sistema se vería afectado por la inaccesibilidad social de asignaciones
del bienestar técnicamente factibles, la misma irracionalidad que antes
hemos identificado como característica del capitalismo. Aunque los
instrumentos de producción sean de propiedad cooperativa, la
distribución final de la renta entre las cooperativas dependerá de
sus dotaciones iniciales y los intentos de redistribución tendrían
como resultado una reducción del producto.62
El socialismo de mercado seguiría reñido, por tanto, con la
democracia. El principio de igualdad de derechos económicos para
todos no basta para garan tizar la democracia en la producción ni
en el conjunto de la economía. El socialismo de mercado no

62 O'Neill (1989: 209-10) señala, asimismo, que "los defensores del


socialismo de mercado no ofrecen respuesta para los problemas de
la cooperación. En panicular, la transformación de las empresas de
propiedad privada en cooperativas laborales no resuelve los problemas
de coordinación que se plantean en las economías de mercado. La
cooperación duiuo de las empresas no implica, y en el contexto de
una economía de mercado tampoco generarla, una cooperación entre
empresas."

226
Capitalismo y socialismo

supone la implantación de una democracia plena en el ámbito


económico.63

Socialdemocracia
¿Puede reformarse el capitalismo? La respuesta es, obviamente,
••
\
afirmativa: algunos países capitalistas han conseguido garantizar la
seguridad material básica para toda su población, aunque incluso
en estos países el capitalismo es suceptible de crítica por diversas
razones.64 La erradicación de la pobreza representa, sin embargo,
un criterio suficiente de éxito en un mundo donde las privaciones
materiales afectan a miles de millones de personas. Si se piensa
que treinta millones de personas viven en condiciones definidas
como de pobreza absoluta en los Estados Unidos y unos cuarenta
millones en la Unión Soviética -por no mencionar ya los casos
de China, India o Brasil-, las condiciones materiales de Suecia,
Noruega y Francia resultan envidiables.
Las econornias capitalistas son sumamente heterogéneas. Difieren
enormemente en sus niveles de des";írrollo, distribución de la renta e
intervención del Estado para asegurar el bienestar material. La renta
per cápita de los países capitalistas más desarrollados es veinte veces
superior a la de los más pobres.65 La esperanza de vida de una

63 Entre los exponentes del punto de vista contrario cabe citar a Dahl
(1985) y a Bowles y Gintis (1986).
64 Véase una crítica en este sentido en Przeworski 1985, Epilogo.
65 Considerando el PNB calculado en termines de paridad de poder
adquisitivo. A partir de las cifras convencionales del PNB ofrecidas por
el Banco Mundial la rema per cápita sería setenta y cinco veces mas
alta en el primer grupo de países que en el segundo.

227
Democracia y mercado

persona nacida en Bangladesh o en Zaire es inferior en treinta


años a la de un habitante de la Europa occidental. Un trabajador
empleado en la industria manufacturera percibe menos del 20 por
ciento del valor añadido en la mayoría de países de América del Sur,
frente a casi el 60 por ciento en Holanda y Austria. En Brasil o Pení, la
renta de una persona perteneciente al 20 por ciento de hogares con
rentas más altas es más de treinta veces superior a la de una persona
perteneciente al 20 por ciento con rentas más bajas, mientras que
en varios países de Europa occidental y en Japón esta disparidad
se reduce a un factor inferior a cinco. Finalmente, el gobierno
destina menos del 2 por ciento de su presupuesto a vivienda,
seguridad social y bienestar en Indonesia y Ecuador y, en cambio,
más de la mitad en España, Suiza, Suecia y Alemania occidental.66
En consecuencia, el capitalismo representa la pobreza absoluta para
muchas personas, a la vez que genera riqueza para otras.
Un examen de los países que han erradicado la pobreza -países
ricos, con una dístribución igualitaria de las rentas del trabajo y un
sistema asistencial desarrollado- revela algunos patrones sólidos
y muchas incógnitas. (1) Los poquísimos paises donde no hay
pobres son todos capitalistas. 67 (2) Los análisis estadísticos de

66 Todos los datos son del Banco Mundial, Devdopmenr Repon, 1987 (versión
en diskette). Excepto la distribución de la renta de las unidades
familiares, todos los demás datos corresponden a 1985.
67 Entre los países para los cuales se dispone de datos, la tasa de pobreza
absoluta antes de impuestos y transferencias (según la de.finición
estadounidense, convertida a monedas locales a los tipos de cambio
correspondientes a una paridad de poder adquisitivo) es del 5,6 %
en Suecia, del 5,8 % en Suiza, del 7,4 % en Canadá, del 8,3% en la
República Federal de Alemania, del 11,8 % en el Reino Unido, del
12,7% en los Estados Unidos y del 13,2 % en Australia (Rainwater et al.

228
Capitalismo y socialismo

los países capitalistas desarrollados indican repeúdamente que


los mejores resultados econórrücos, la menor desigualdad de
rentas y los servicios asistenciales más amplios se encuentran
en los países capitalistas desarrollados con una combinación de
sindicatos fuertes y un gobierno bajo control socialdemócrata
(véase Bruno y Sachs 1985; Lange y Garren 1985; Hicks 1988).
(3) No existe un cuerpo teórico unificado capaz de explicar el
desarrollo económico.68 (4) Todavía no se· han dilucidado las
repercusiones de la democracia en el ámbito político para el
desarrollo económico. (5) El argumento de que el desarrollo de
algunos países capitalistas sólo fue posible gracias a la explotación
de otros países parece empíricamente falso.
Sin duda, la reforma del capitalismo en Suecia no implica que

1989). Convendrfa matizar esta información dada la escasez de datos


sobre los niveles de pobreza en los paises socialistas. Mau.hews (1986)
ofrece pruebas de que la pobreza no es infrecuente en Hungría, Polonia
y la Unión Soviética, pero resulta dificil disponer de datos para la
República DemocrátJca Alemana.
68 A mi entender, desarrollar una teorí;t.que incorpore supuestos
razonables en cuanto a la tecnología y el progreso técnico y a la vez
permita explicar la persistencia de las diferencias entre paises plantea
particulares dllicultades. Cuando al menos un factor se considera
móvil, con coeficientes tecnológicos constantes, la conclusión es que
un país debería ser rico y todos los demás pobres; con tecnologías
cóncavas, la conclusión es que las brechas entre países deberían acabar
desapareciendo; suponer rendirrtientos crecientes para determinadas
dotaciones no concuerda con los datos reales. De ahí que Lucas (1988),
por ejemplo, acabe atribuyendo los rendimientos crecientes a economías
externas asociadas al capital humano: los individuos concretos mejoran
su productividad cuando trabajan en presencia de compañeros con
mejor formación o bien los procesos concretos resultan más eficaces
cuando se adoptan en presencia de otros procesos eficaces.

229
Democracia y mercado

pueda reformarse en Perú, aunque el bienestar escandinavo no sea


fruto de la explotación de la pobreza sudamericana. No obstante,
en algunos paises se ha reformado el capitalismo y todo el mundo
come. ¿Cómo se ha conseguido?
La premisa fundamental de la socialdemocracia es que para
superar la irracionalidad del capitalismo, esto es, para evitar las
pérdidas de bienestar derivadas de los derechos inherentes a la
propiedad privada de Jos medios de producción, no es necesaria
su nacionalización. Esta premisa contradice tanto el análisis marxista
clásico reconstruido antes como las concepciones neoliberales
(idénticas).69 Según estas últimas, cualquier intento de redistri-
bución de la renta provoca "pérdidas de eficiencia", esto es, la
retirada de recursos de su uso productivo. Los impuestos sobre
las rentas del trabajo provocan una reducción de la oferta laboral;
los impuestos sobre los beneficios determinan una reducción del
ahorro y la inversión. Las transferencias reducen, por otro lado, el
coste del ocio y agravan el efecto de los impuestos al inducir a los
pobres a trabajar menos. Aunque este argumento parezca plausible,
los análisis empíricos sin embargo no parecen corroborarlo. Al
menos para la franja de tipos impositivos observados, la oferta
laboral de los hombres adultos y las tasas de ahorro e inversión no
parecen demasiado sensibles a las variaciones en los impuestos. 7 º
Una explicación es que son relativamente pocas las personas que

69 Puede verse una versión más amplia de las consideraciones que se


exponen a continuación en Przeworski 1990: cap. t.
70 En un reciente análisis de los datos al respecto, Saunders y Klau
(1985) no lograron encontrar pruebas claras de una repercusión de
los impuestos sobre la base imponible. Estos autores señalan que "las
estimaciones de la respuesta de la oferta laboral a la presión fiscal
obtenidas hasta la fecha a partir de los datos disponibles no

230
Capi.talismo y socialismo

pueden decidir libremente el número de horas que quieren trabajar;


la mayoría deben hacerlo a jornada completa o no trabajar en
absoluto. Otra razón, más importante en este contexto, es que
las diferentes fo rmas de impuestos y transferencias no influyen
de igual modo sobre las decisiones de los propietari os en cuanto
a la utilización de sus dotaciones. Al menos sobre el papel, los
impuestos sobre los ingresos potenciales y sobre el consumo a
partir de los beneficios son neutrales en términos de la oferta
laboral y Ja inversión, respectivamente.7 1 Y si bien en Ja practica es
imposible que un impuesto sea completamente neutral. diferentes
combinaciones de impuestos y transferencias determinan magni-
tudes distintas de pérdida de eficiencia (Becker 1976). Los países
con sindicatos fuertes y una permanencia prolongada de la social-
democracia en el gobierno presentan soluciones más favorables de
la relación de compensación entre paro e inflación y también entre
participación del trabajo en la renta e inversión.
Los gobiernos que desean erradicar Ja pobreza minimizando
a la vez la pérdida de eficiencia no se ven reducidos, por tanto, a
la impotencia en las economías capitalistas: la socialdemocracia es
un m odelo teóricamente viable. L;s gobiernos pueden fomentar

pueden considerarse sólidas ni demasiado significativas" (p. 166); que


la influencia de los impuestos sobre la demanda laboral no se aprecia
en una muestra representativa de los países de la OCDE (p. 174); que
"los datos no confirman la idea de que los países con una carga fisa l
relativamente aha tienden a presentar una baja propensión al ahorro"
(p. tn): y. finalmente, que no es posible evaluar en términos agregados
el efecto de los impuestos sobre la inversión (p. 185).
11 Para la argumentación de que los gobiernos disponen de instrumentos
de control de la distribución de la renta que no implican una reducción
de la inversión, véase Pneworski y Wallerstein 1988.

231
Democracia y mercado

la innovación tecnológica, pueden contrarrestar las fluctuaciones


económicas y también pueden orientar la inversión, facilitar la
movilidad de la fuerza de trabajo, ofrecer servicios asistenciales
y mantener el nivel de rentas. El grado de irracionalidad del
capitalismo no es un dato inmutable. Los gobiernos elegidos con
el mandato de garantizar la seguridad material para todos disponen
de instrumentos para cumplir su misión.

¿Podríamos dar de comer a todo el mundo?


En resumen, hemos llegado a las conclusiones siguientes: La
critica socialista sobre la irracionalidad del capitalismo es válida,
pero la alternativa socialista es inviable. Por otro lado, tanto la
socialdemocracia -un sistema en el cual no está vedada ninguna
forma de propiedad privada y el Estado interviene activamente en la
regulación de los mercados y la redistribución de la renta- como el
socialismo de mercado -un sistema en el cual las grandes empresas
son propiedad de los empleados o de propiedad pública y el Estado
desempeña el mismo papel en relación a los mercados- ofrecen
segundas opciones razonables. Una y otro pueden garantizar un
funcionamiento eficaz de los mercados y pueden generar una
distribución humana del bienestar.
En mi opinión, no existen motivos para optar por la socialde-
mocracia o por el socialismo de mercado. La propiedad entendida
como el derecho a percibir las rentas residuales y a tomar decisiones
sobre la asignación de recursos no es lo determinante para la
eficiencia. Si el Estado organiza y regula adecuadamente los mer-
cados, éstos deberian garantizar la maximización de beneficios a los
gestores de las empresas, ya sean privadas, cooperativas o públicas.

232
Capit?lismo y socialismo

Por otro lado, si el Estado establece unos instrumentos fiscales


adecuados y métodos eficientes para la prestación de servicios
sociales y la protección de las rentas, ello le permitirá garantizar
un bienestar mínimo para todos.
Cierto es que el mantenimiento de los mercados supondría
la pervivencia de algunos aspectos que los socialistas consideran
perniciosos. Los resultados seguirían siendo irracionales en el
sentido de que sólo podría asegurarse la subsistencia universal
a costas de una subutilización del potencial productivo. También
seguirían incluyendo un importante elemento de desigualdad; de
hecho, la eficiencia exige, como condición, que los propietarios de
los factores más productivos obtengan un rendimiento más alto.
Por otro lado, habida cuenta de que los mercados con intervención
estatal son sólo una segunda opción, el actual desencanto con
respecto a la planificación centralizada no evitará necesariamente
que siga buscándose una alternativa mejor: un sistema capaz de
adecuar la economía a las preferencias colectivas, expresadas por
los ciudadanos a través de un proceso democrático, sin causar
ineficiencias.
Luego, ¿podríamos dar de come;'a todo el mundo? La pregunta
puede dividirse en dos. En primer lugar, ¿cuáles serían las condi-
ciones hipotéticas para que esto fuera posible? Y en segundo lugar,
¿pueden cumplirse esas condiciones en la práctica? En la búsqueda
de una respuesta hemos pasado revista al capitalismo y al socialismo
en sus versiones utópicas, viables e históricas, con el solo objeto de
eliminar las alternativas que no cumplen las condiciones suficientes
y las que parecen inviables. Nos falta investigar ahora si podríamos
dar de comer a todo el mundo con sistemas basados en el mercado,
a pesar de su irracionalidad.
Una condición necesaria para alimentar a todo el mundo

233
-
Democracia y mercado

es una "fuerte abundancia", esto es, un nivel de desarrollo de


la capacidad productiva suficiente para asegurar la subsistencia
universal aunque la redistribución de la renta necesaria para hacer
posible la satisfacción universal de las necesidades determine alguna
pérdida en el producto.72 Parto del supuesto de una economía
mundial de mercado donde la mayoría de las decisiones sobre
la utilización de las respectivas dotaciones son privadas y están
guiadas por las tasas de rendimiento, lo cual implica que sus
propietarios - privados, cooperativos o públicos- tienen derecho
a retirar recursos de la producción cuando sus rendimientos
disminuyen debido a la subida de los costes salariales o a la
carga fiscal. En consecuencia, la capacidad productiva significativa
en este contexto no depende del nivel de producción que tendría
lugar en ausencia de cualquier tipo de redistribución de la renta.
Esta producción puede ser suficiente para satisfacer las necesidades
básicas de todo el mundo, pero no llegarla a producirse en
un contexto de satisfacción de esas necesidades. En esto reside
precisamente la irracionalidad del capitalismo: puede requerirse
una mayor capacidad productiva para producir lo necesario para
asegurar la subsistencia universal.
¿Existe ya una "fuerte abundancia"? La respuesta dependerá (1)
del coste que suponga la satisfacción universal de las necesidades

n Esta propuesta se aproxima a las ideas de van der Veen y van Parijs
(1986). De hecho, las siguiemes consideraciones están basadas en
anteriores comentarios sobre sus afirmaciones (Przeworski t 986a),
aunque entonces pensaba que la abundancia requerida era "ligera", en
vez de fuerte. De hecho, se requiere un nivel de desarrollo superior
al que permitirla la satisfacción de todas las necesidades básicas si se
utilizasen plenamente todas las dotaciones de los factores; esto es lo
que denominariamos ligera abundancia.

234
Cap)talismo y socialismo

básicas, (2) de la presente capacidad tecnológica y organizativa de


producción y (3) del grado en que se subuti]izaría esta capacidad
si la redistribución de las rentas redujese las lasas de rendimiento.
Aunque ignoro la respuesta, que depende de demasiados detalles
técnicos, sospecho no obstante que nos falta poco para alcanzar
ese punto.
En resumen, aunque las economías de mercado perpetúen la
irracionalidad y la injusticia, en condiciones ife fuerte abundancia,
un gobierno con el mandato popular de erradicar la pobreza,
podría lograr que todo el mundo tenga cubiertas sus necesidades
básicas, si sabe escoger las políticas adecuadas para minimizar
las pérdidas de eficiencia. Sólo se requiere un Estado capaz de
organizar un funcionamiento eficiente de los mercados, de gravar
con impuestos a quienes puedan pagarlos y de utilizar los ingresos
fiscales para asegurar el bienestar material de toda la población.
Sin embargo, por alguna razón, los Estados casi nunca consiguen
cumplir con éxito esta sencilla tarea.

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