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La ruta del oro.

Relato de un envío que hizo


Juan Pizarro del Cuzco a T?ujillo de
España en 1536

Rafael Varón Gabai


Inslituto de Estudios Peruanos

[l I conquistador Juan Piza¡ro ¡nurió en el Cuzco a los 26 años de


-U.l edad aproximadam en te. Como miembro del clan que dirigió la
conquista del Perú se hubiese encontrado en una óptima posición
para gozar los frutos de la nueva tie¡ra en los años venideros; sin
embargo, una herida mortal ¡ecibida en combate evitó ese desenlace.
Para entonces disponía de una fortuna considerable, parte de la cual
había sido enviada a España. Uno de los envíos de oro del Perú es el
tema de la presente nota.

No es mucha la información disponible sobre el personaje. Su pa-


dre, el capitán Gonzalo Pizarro, lo recordó en su testamento y le dejó
una cabalgadura y la modesta cantidad de cien maravedÍs para su
vestimenta, a la vez que ordenaba_a Hernando Pizarro que le "rixa e
gouierne, e trate como a hermano"'. Juan partió de Trujillo hacia las
Indias en compañía de sus hermanos en 1529. Estuvo presente en la
captura de1 Inca en Cajamarca, donde el cronista Pedro Pizarro ase-
gura que dirigió una de las dos secciones en que se dividió la infante-
ría española. Si bien otros narradores discrepan con esta versión, su
posición debió ser igualmente de responsabilidad a juzgar por el cuar-
to lugar que ocupó en la lista del reparto del botín, precedido sola-
mente por sus hermanos mayores y Hernando de Soto'.

Testamento del capitán Gonzalo Pizarro, Pamplona, 14 de setiembre de 1522.


En: Luisa Cuesta, "Una documentación interesante sob¡e la familia del conquis-
tador del Peni", Beui,sta d,e Indías,8 (octubre-diciembre de 1947), pp. 866-871.
La biografia de Juan Piza¡ro se puede consultar en James Lockhart: The Men
of Cajamarca. A Social and Biogrophical Study of the First Conquerors of Peru.
Austin, Texas: University of Texas Press, 1972, pp. 168-175.

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RAFAEL VARÓN GABAI

Juan era mayor que Gonzalo y logró ocupar un lugar prota-


gónico durante los primeros años de la conquista. Integró el primer
cabildo del Cuzco, recibiendo dos solares en el primer repartimiento
que se hizo en la ciudado. Su he¡mano el gobernador lo mantuvo en
la ciudad imperial como su representante, donde le alcanzó el gran
alzamiento de las fuerzas indígenas al mando de Manco Inca. Los
vendajes que le cubrían la herida que Juan tenía en el maxilar le
irnpedían usar un casco protector en combate. A pesar de ello dirigió
a sesenta españoles que en una noche tomaron por asalto la fortale-
za de Sacsayhuamán, recuperándola de las fuerzas incaicas. Una pe-
drada enemiga le alcanzó \a cabeza, postrándolo en una agonÍa que
concluyó dos semanas después. Dejó como principal heredero a su
he¡mano Gonzalo Pizarro, aunque sus generosas mandas testamen-
tarias se extienden a todos los habitantes d,e La Zarza,lugar situado
en las inmediaciones de Trujillo, donde los Pizar¡o tenían propieda-
des y que luego Hernando intentaría convertir en su señorío. Según
el Inca Garcilaso, en su época la tumba de Juan Pizarro se encontra-
ba en la catedral del Cuzco, bajo una lápida azul ca¡ente de toda
marca-.

James Lockhart opina que de haber vivido Juan, su carácter


moderado, en comparación al de sus hermanos, habría evitado la ex-
pulsión de los Pizarro del Perú5. Pero el curso de Ia historia fue otro.
Luego de derrotado Gonzalo, el presidente de la audiencia, Pedro de
La Gasca, dispuso la partida de todos los Pizarro y sus descendien-
tes del Perú. Los hijos de Francisco gozaron de algún tiempo para
organizar el viaje, pero la hija de Juan, acompañada de los hijos de
Gonzalo dejaron el Perú cuando Gasca todavÍa se encontraba en
Limao.

Para entonces Juan Pizarro tenía una gran fortuna y había lo-
grado atraer a un grupo de seguidores. Entre sus principales allega-
dos se encontraban sus paisanos Alonso de Toro y Juan de Herrera7,

3. Raúl Rive¡a Serna, ed. "Libro primero de cabildos de la ciudad del C\rzco", Do-
cumentd 4 (1965): pp. 449, 469. Por otra parte, un documento suscrito por
Hernando Pizarro en 1556 autorizaba a su mayordomo a vender las propieda-
des que había recibido en herencia de su hermano Juan en el Cuzco (Rafael
Varón Gabai: La iLus¿ón del poder. Apogeo y d.ecad,encia tle los Pizarro en. la
cotLquista d.el Perú. Llma Instituto de Estudios Pe¡uanos e Instituto Fiancés
de Estudios A¡dinos. 1996, pp.356-357).
4. Lockharl: The Men of Cajamarca, p. 172.
5. Ibid.
6. Carta de Gasca al Consejo de Indias, Los Reyes, 15 de febre¡o de 1549. En: Ro-
berto Levillier, ed.. Goberndtutes d.el Perú. Cartas y papeles. Siglo XVI. Docu-
mentos d,el Archíuo de lrld,ids. Madtid,7927, t,I, pp. 762-164.
7. Lockhatt: The Men of Cajamarca,l7l.

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LA RUTADEL ORO. RELATO DE TIN ENVÍO QUE HIZO JUAN PIZA.RRO"'

Herrera, de 19 años, había peleado en la toma de Cajamarca, adonde


llegó con el contingente pizarrista desde Trujillo. Tenía una buena
instrucción, sabía leer y escribir y aparentemente tenía conexiones
familiares de importancia en su tierra. Se avecindó en el Cuzco, pero
luego decidió volver a España. En 1544 era vecino y regidor de
Trujillo, puesto en el que todavía se le encontraba en 15??n. Los
Pizarro lo tenían en gran consideración y Juan le hizo diversos en-
cargos de dinero".

Un inte¡esante documento del Archivo General de Indias deja


conocet las cor¡erÍas seguidas por unas piezas de oro que Juan
Pizarro envió con Juan de Herrera desde el Cuzco a España. y qu^e
llegaron a la metrópoli posiblemente en e1 mes de mayo de 1536' .
El expediente judicial es único por cuanto su fecha temprana ofrece
una derrotero desconocido y las vicisitudes seguidas por el oro de la
conquista del Perú hasta que llegó a su destino en la Casa de la
Contratación de Sevilla (ver mapa). El oro de los incas, que deslum-
bró a una Europa sedienta de riquezas, fue recogido en cantidades
abundantes por los conquistadores durante sus saqueos a los santua-
rios indígenas, aunque luego se tornaría escaso y sería suplantado
largarnente por la plata como metal precioso de explotación por los
colonizadores. Cuando el tesoro de Juan Pizarro llegó a destino, dis-
minuido por una considerable merma, su propietario ya había falle-
cido. Sin usar el nombre de los hermanos Pizarro, excepto en la ca-
¡átula del documento, sus representantes asumieron el pleito. Sospe-
cho que no convenÍa nombrar a los herederos debido a que mientras
corrÍa el juicio Gonzalo se alzaba cont¡a el rey y Hernando era en-
carcelado acusado del asesinato de Diego de Almagro. Juan Cortés,
el destinatario del oro en Trujillo, se convirtió en parte demandante
para recuperar la totalidad del envío del difunto.

Juan Cortés fue mayordomo principal de los Piza¡ro por mucho


tiempo. Había partido con ellos al Perú en 1529, pero en 1533 lo en-
via¡on de regreso a Trujillo para asumir un puesto de confianza en
sus negocios, Gonzalo y Juan le enviaban elevadas sumas de dinero

8. Ibid., pp.219-220.
9. Ver, por ejemplo, el testamento de Juan Pizarro, otorgado en el Cuzco el 16 de
mayo de 1536, en Cuesta, "Una documentación interesante", 8?3, donde se
menciona el envío de cincuenta mil ma¡avedís "a u¡Ia moza que el dicho Juan
Cortés e los dichos mis he¡manos co¡ocen". Ver tambiéD la biog¡afia de Juan
de He¡rera en LockharL'. The Men of Ca.ianarca, pp.279'220.
10. Archivo Gene¡al de Indias, Justicia 1053-A, Ns 4, R" 1,26ff. Todas las citas do-
cumentales del artículo se refieren a este expediente, a menos que se haga
mención explícita en contrario. Agradezco a Magali Alegre Henderson por su
colaboración en la transcripción del documento.

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RAFAEL VARON GABAI

y también llevaba los negocios de Hernando. Volvió al perú, donde


se encontró en los difíciles años que corrieron durante el gobierno
rebelde de Gonzalo, entre 1543 y 15451r.

En un primer momento del juicio que ahora se introduce Cortés


fue representado por Francisco de Zav a, conocido hombre de nego-
cios vinculado a los Pizarro desde los primeros tiempos de la empre-
sa del Perú, cuando por ejemplo había comprado un navío en socie-
dad con He¡nando Pizarro y, luego, en otra ocasión envió refuerzos
para que la hueste pudiese quebrar la resistencia incaical2. Más ade-
lante en el proceso judicial aparecerían otros representantes legales
de Cortés. Uno sería Juan de Oribe, servidor de muchos años y hom-
bre de confianza de los Pizarro, cuya actuación se tornaría especial-
mente significativa entre 1546 y 1556. Otro que intervino fue el fa-
moso solicitador Sebastián Rodriguez, que anteriormente habÍa sido
contratado por Hernando Pizarro para que lo representase ante la
corte a partir de 1-534 y seguiría atendiendo sus necesidades por lo
¡nenos hasta 1556'".

Juan Cortés cuestionaba ante las autoridades la disminución


que había sufrido el tesoro indiano en el novelesco trayecto a Espa-
ña, por lo que exigia la restitución de la suma faltante más el ,,mejo-
ramiento que en ello avia avido e los intereses que con la dicha
suma el dicho su parte pudiera aver ganado" que los..estimava a
razon de veynte por ciento al año". Juan de Herrera, el transportis-
ta, aseguraba haber tenido gastos imprevistos durante la rravesta,
los que debían ser afrontados por el propietario debido a que el
transporte se realizó a su cuenta y riesgo según lo acordado y la cos-
tumbre de la época.

El envío era de "gie¡tos pedagos e piegas de oro de diversas le-


yes que redugidas a buen oro fino de ley perfeta montaron veynte e
ginco mil e setegientos e veynte e quatro pesos de oro de valor de
quatrogientos y ginquenta maravedis" cada uno. Es decir, los 25,724
pesos equivalían a 11'575,800 maravedís en la moneda de cuenta
empleada en España en la época. Sin ernbargo, se había detectado
un faltante de dos piezas de valor de 1'380,4g4 maravedís.

El viaje se inició en el Cuzco, prosiguiendo a Lima, el puerto del


Callao y Panamá hasta llegar a costas atlánticas. En el puerto del
Nombre de Dios se embarcó Herrera en la nao La Gallega con direc-

11. Lockhart: The Men of Cajamarca, p.29].; Varón: ¿a ilusión del poder, pp.2O1.
12. Vaúü La ilusión d.el pod.er, pp. 78,92 n. 87, 122.
13. Ibid., pp.76, 171.

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LA RIIIA DEL ORO. REIATO DE IJN ENVÍO QUE HIZO JUAN PIZA.RRO...

ción a las islas Azores. Ahí se enteró de la guerra que habÍa


-dijo-de esa nación, por lo que
con Francia y de la presencia de corsarios
decidieron trasladar el oro a una "carabela de armada que viniese
con la dicha nao en conserva", en la cual se había puesto todo el oro
por mayor seguridad. Un ternporal dispersó la flotilla durante la tra-
vesía, lo que sumado a la noticia de que "avÍa moros por la mar" los
persuadió de la conveniencia de entrar al puerto lusitano de Lagos
en lugar de proseguir "costeando" a España. Para su desdicha, las
autoridades de la ciudad desembarcaron todo el oro de la carabela,
incluido claro está el de Juan Pizarro. Herrera describe este episodio
de ia siguiente manera:

"Estando alli la justigia de la dicha villa vino a la dicha


caravela y saco della todo el oro quel dicho su parte avia metido
en ella que traya del dicho Juan Pigarro y lo pusyeron en tie¡ra
e tomo las dichas dos piegas de oro que se le pedia por el diez-
mo del dicho oro e sobre las cobrar Uuan de Herreral avia esta-
do detenido en el dicho Reino de Portogal gerca de dos años tra-
yendo pleito sobrello en el qual avia gastado gerca de mil duca-
dos con lo que dio a un cortesano por que pidiese merced de las
dichas dos piegas de oro y se las diese.

E despues de aver gastado lo susodicho por razon de la dicha


merced le avian buelto tres mil ducados por mas o menos que
de las dichas piegas se avia hecho las quales luego que las avia
tomado las hundieron e hisieron rnoneda de manera que siendo
como hera lo susodicho ansi y se provaria no hera obligado a
dar ni pagar las dichas dos piegas de oro ni lo que por ellas se
pedia pues en aver entrado todo el dicho oro en el dicho Reyno
de Portogal se avia podido dizmar como se avia dizmado lo que
hera a riesgo del dicho Juan Pigarro pues a su riesgo y peligro
venia todo el dicho oro y qualquier diesmo y menoscabo que en
ello oviese hasta la traer a la dicha Cibdad de Trujillo hera a su
cargo y no del dicho su parte.

Y en caso quel fuese obligado a dar e pagar los dichos tres mil
ducados poco mas o menos que avia avido por razon de la dicha
nerced de las dichas dos piegas de oro el dicho Juan Cortes
hera obligado a le dar e descontar e tomar en cuenta los dichos
mil ducados que avia gastado con su persona e mogos e otras co-
sas negesarias para la cobranga dellos y hasiendose asy el se
ofregia a dar e pagar todo Io que pareglese que en el dicho Reino
de Portugal le avian dado por las dichas dos piegas de oro aun-
que a ello no hera obligado pues lo que se avia dado aviase ydo
por merced que dello se le avia hecho y no por que las dichas
dos piegas fuesen tomadas yndevidamente'

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Herrera debió permanecer dos años en Lisboa para recuperar el


oro que le había sido retenido. Finalmente lo logró, pero el metal fue
fundido y amonedado, y, además, incu¡rió en elevados gas¡os para
que le devolviesen el dine¡o capturado por los funcionariós del reino
de Portugal por lo que se negaba a reponer el dinero tomado por los
portugueses del oro de Juan Pizarro.

Juan Cortés cuestionó en el juicio la conveniencia del cambio


de embarcación, debido a que la primera contaba con todas las se_
guridades que el caso ame¡itaba,,porque la dicha nao hera muv
buena y de más vella [y] traia consigo una carabela muy bien ar_
mada con que venía segura" mientras que Herrera,,se avía partido
[eni una caravela pequeña y desarmada,,. El ¡esultado fue que la
embarcación original había llegado sin inconvenientes a Sevilla,
con todo su oro y pasajeros, mientras que aquellos que optaron por
el transbordo se desviaron y perdieron parte de su tesoro en gastos
y a manos de los portugueses. Co¡tés insistía que Juan pizarro no
había autorizado ese cambio y no tenía po. qrré hu."."" ¡esponsa-
ble de la pérdida.

Las partes se reunieron en Madrid para resolver los problemas


que tenían pendientes en ese entonces, en un aparente ambiente de
diferencias pero de cordialidad. Se pusieron de ácuerdo en las accio-
nes a tomar en el caso referido al costo de un caballo que Herrera
había comprado para Juan Pizarro por 1,800 pesos. En el asunto del
oro, Herrera presentaría una declaración jurada de las cuentas del
transporte del metal precioso. Entre los testigos que acudieron a
este compromiso nota¡ial se encontraban el conquistador Gonzalo de
Olmos y dos criados de los Piza¡ro, Martín Alonso y Diego Martín,
sacerdote y mayordomo mayor de Hernando y Gonzalo pizarro, que
alcanzarí^ un destacado papel durante el alzamiento de Gonzalo y
salvaría la vida solamente gracias a su investidura.

Luego de algunos trámites judiciales, Juan de Herrera proce-


dió a efectuar la decla¡ación jurada a que se había comprometido.
Dive¡sos aspectos de interés ameritan que se presente su contenido
a continuación, si bien en forma resumida. Her¡era manifestó ha-
ber partido del Cuzco, donde le entregaron el oro, atravesando
ciento veinte leguas de "sierras e puertos de nieves y todo lo demas
despoblado" para llegar a la ciudad de Los Reyes. En el transporte
empleó a cincuenta indígenas "suyos" y doscientos,,carne¡os e
obejas" (es decir, llamas), además de "quinze cargas'de yerva que
llaman coca" para los indígenas, así como alimentos para la gentl y
el ganado. Por los "carneros" aseguró haber pagado 800 pesos y 150

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por la coca, haciendo un total de 450 pesos que equivalían a 202,5O0


ma¡avedís14.

En la ciudad de Los Reyes pagó 25O pesos a dos españoles que


habían custodiado el oro desde el Cuzco y 200 pesos en otros gastos,
incluyendo lo entregado al principal y los indígenas que debían vol-
ver a su tierra ubicada "treynta leguas adelante del Cuzco". Tam-
bién en Los Reyes tuvo que comprar dos cajas para poner el oro, ya
que eran "muchas piegas e grandes", pagando 50 pesos por cada una.

Aprovechando su estadía en Los Reyes efectuó una cobranza a


favor de Juan Pizarro por valor de 9,000 pesos, 10 que le ocasionó
200 pesos de gastos en gestionar poderes y otros, así como 2 pesos
por el costo de registrar ese dine¡o para llevarlo a España.

Herrera remuneró el traslado de Los Reyes al puerto con una


espada avaluada en 30 pesos. El flete ent¡e puerto de Los Reyes y
Panamá costó 100 pesos y 21l2 pesos por el pago a dos hombres que
desembarcaron la valiosa carga y la llevaron a su posada. En Pana-
má tuvo que pagar por el aposento en el que dejó el oro "en guarda e
buen recaudo" 60 pesos y 4 marcos de plata, lo que equivale a
36,000 maravedÍs.

El paso de Panamá al Nombre de Dios -atravesando el istmo que


unía el mar del sur con el mar del norte- se realizó por tiena, en
acémilas, abonándose 60 pesos por el servicio. La custodia del tesoro
fue encomendada a un mercader en el Nombre de Dios, a un costo de
50 pesos y 3 marcos de plata. Los hombres que lo llevaron al embar-
cadero cobraron 2 1/2 ducados y cinco castellanos, y por el flete a Es-
paña pagó 13,500 maravedís. Por orden de Su Majestad pagó, en al-
gún lugar que no se especifica, el 1 7/2 por ciento por la armada que
aseguraba las naos, haciendo un total de 103,500 maravedís

La escala en las islas Azores tuvo un costo lmportante. Pagó so-


lamente 200 maravedís por desembarcar el oro y otros 200 para lle-
varlo en barco a la posada, pero el alquiler de la pieza ascendió a
13,250 maravedís. La tormenta que se desató en el trayecto hacia
España tuvo graves consecuencias. Las averías en la nao hicieron
"nesesario cortar todas las obras muertas e cámaras e echa¡lo a la
mar" por lo que le correspondió pagar 60,640 maravedÍs de la suma
total prorrateada que el maestre alcanzó a los pasajeros.

14. Los pagos se efectúan en diversas monedas y luego son convertidos a


maravedís para uniformar las cuentas presentadas a la justicia en el documen-
to (1 peso de buen oro = I castellano = 450 maravedís).

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En Lisboa contrató los servicios de un banco para despachar el


dinero a otro banco de Medina del Campo, a un costo de 12,375
maravedis, operación que seguramente no implicó el traslado físico
del metal. El siguiente envío del oro a la Casa de la Contratación de
Sevilla y su custodia en el lugar de depósito costó 45 ducados. No se
pudo evitar que la corona tomase en préstamo 30,000 ducad-os, como
e¡a frecuente por las apremiantes necesidades del frsco real'".

Juan Cortés cuestionó varios de los gastos presentados, en par-


ticular el pago a los indÍgenas; las cajas, "que alli vale de balde por
ques el descargadero de las mercaderías que se llevan"; el flete de
Lima a Panamá, que solamente se cobraba por la persona que viaja-
ba y no por la mercadería, debido a que los navíos iban vacíos; el
gasto por su permanencia en Lima, porque "los bastimentos... los
dan los vezinos della de gracia e llevan []as provisionesl a sus casas
los estancieros, quanto más quel dicho Juan de Herrera hera con-
quistador de aquella tierra e conoscedor en ella e tenÍa muchos ami-
gos donde posarse"; y tampoco debió efectua¡ pago alguno por el fle-
te desde el Nombre de Dios a las Azores, porque los navíos también
iban vacíos y sólo se cobraba a los pasajeros mas no por la carga.

El Consejo de Indias evaluó la cuenta y sentenció que por el


transporte de los 25,724 pesos (equivalentes a 11'575,800 maravedis)
Juan de Herrera debía cobrar los gastos desde Los Reyes hasta el
destino final en la Casa de la Contratación de Sevilla, es decir, ex-
cluyendo el tramo entre el Cuzco y Los Reyes, así como algunos de
los gastos del camino que fueron conside¡ados innecesarios. Por el
t¡amo desde Lima a las Azores se reconocía un gasto de 201,450
maravedÍs y por el de las Azores hasta Sevilla 210,000 maravedís.
En consecuencia, en este complicado despacho el costo del transporte
ascendió al 3.55 por ciento del valor del dinero enviado a España,
sin contar los gastos del juicio ni otros que no son del caso evalua¡
en esta ocasión.

El episodio que se ha presentado reviste un interés particular


debido a la fecha temprana a que se refiere, mostrándose la ruta
empleada, las condiciones del viaje y, por último, los costos de la
travesía así como el t¡aslado del ansiado oro americano desde la ca-
pital del Tahuantinsuyo hasta Sevilla, ciudad que en 1536 ¡ecibía
los primeros adelantos de los frutos que obtendría en los siguientes
doscientos años gracias al monopolio colonial. Juan Pizaro no pudo

15- Luis J. Ramos Gómez, "El primer gran secuestro de metales, procedentes del
Perú, a cambio de juros, para costear la empresa de Túnez", Anualío cle Estu'
d,ios Americanos (Sevilla), XXXII (1975), pp. 224-225.

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I,A RI.ITA DEL ORO. REIA?O DE IJN ENVIO QI]E HIZO ruAN PIZARRO...

gozar de su voluminosa porción del botín de la conquista, que fue a


beneficiar a sus paisanos y descendientes, y su memoria tod¿vÍa
aguarda se¡ rescatada de los antiguos papeles.

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ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

CONSORCIO DE UNIVERSIDADES

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@ Academia Peruana de la Lengua


Academia Nacional de la Historia
Consorcio de Universidades

Editor: Héctor López MartÍnez


Coordinador de Ia edición: Julio Alva Flores
Carátula: José Antonio Mesones
Fotografía interior: José Casals
Corrección e Indices: Alicia Castañeda Martos

ISBN 9972-704-00-9

Impreso en el Perú

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