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Los filósofos empiristas (Aristóteles, de la antigua Grecia, pero también John Locke o David
Hume) consideraron por mucho tiempo que los seres humanos nacemos sin saber nada,
como hojas en blanco, y que no hay nada en la mente que no provenga de los sentidos.
Al comienzo de la psicología científica del siglo XIX, los psicólogos conductistas (J. B.
Skinner, por ejemplo) adhirieron a esa concepción y consideraron que todo lo que los
animales y personas sabían y hacían era porque lo habían aprendido.
Este es el debate llamado innato versus adquirido o también natura versus nurtura (torpe
traducción del inglés, nature versus nurture). Los bandos se disputan si la conducta
(entendida como sentir, pensar y actuar) es regulada por mecanismos que son heredados
genéticamente o bien que son adquiridos desde la concepción del medio ambiente.
Del lado de lo innato se considera que el genotipo (el conjunto de todos los genes de un
individuo) determina su fenotipo (cómo estos genes se expresan en los rasgos físicos y
psicológicos de cada persona). Si se acepta que la conducta es regulada por el cerebro y, a
su vez, las formas y funciones del cerebro (su fenotipo) están determinadas por los genes
de forma innata (el genotipo), ¿por qué no suponer que la conducta está determinada de
forma innata?
Hoy son muy populares los psicólogos evolucionistas, que sostienen esta postura innatista.
Estos psicólogos argumentan que aquellas conductas que en la prehistoria posibilitaron la
supervivencia de los individuos fueron codificadas biológicamente, se transmiten por el
genoma a todos los individuos y regulan nuestras conductas. Por ejemplo, las diferencias
psicológicas de género con respecto a la atracción sexual darían ventajas evolutivas para la
supervivencia de la especie. Dicen que durante los milenios de evolución humana, en la
época de los cazadores recolectores, las mujeres no podían procurarse por sí mismas la
Los psicólogos conductistas de principios del siglo pasado asumieron el bando opuesto a los
psicólogos innatistas, y toda su teoría psicológica estaba basada en como la conducta es
regulada por el ambiente.
Sin embargo, la mayor parte de los psicólogos actuales consideran que esto es un falso
debate: ambos factores están presentes, si bien en diversas proporciones, en todas las
conductas. Puede haber predisposiciones, pero no determinaciones exclusivas del lado
de lo heredado biológicamente o adquirido como influencia ambiental desde la
concepción. Hoy se sabe que desde que somos concebidos la expresión del genotipo en
de cada individuo se va modificando en función de lo que ocurre en el medio ambiente.
Durante el desarrollo, el ADN que compone nuestros genes acumula marcas químicas que
determinan cuáles genes y de qué modo se expresan. Este conjunto de marcas químicas se
conoce como epigenoma. Si bien heredamos genes que pueden afectar nuestra conducta,
la expresión de estos genes es afectada por el medio ambiente, los procesos epigenéticos.
Por ejemplo, un niño puede haber heredado genes de sus padres que determinen una
conducta agresiva (u orientación sexual, inteligencia, identidad de género, creatividad,
carácter, temperamento), pero estos genes se van a expresar o no en función de sus
experiencias, que regulan si este genotipo deviene fenotipo o no.