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¿Cuál es el color del cielo marciano? ¿Cómo es la superficie del planeta Mercurio? ¿Qué
vería uno si fuera posible echarle un vistazo a nuestra galaxia desde una distancia de
400.000 años-luz? ¿Preguntas imposibles de contestar? No... al menos para un hombre,
y él es, por supuesto, Chesley Bonestell, por todos considerado como el decano de los
ilustradores espaciales.
Apenas volvió a su casa, pintó un cuadro de Saturno, pero éste, junto con la mayoría de
sus primeros trabajos, se perdió en el terremoto e incendios de San Francisco, en 1906.
Pese a no haberse descorazonado por este contratiempo, otras circunstancias
(principal entre ellas la terminación de su educación superior en la Universidad de
Columbia y la entrada subsiguiente al Instituto Americano de Arquitectos) lo llevaron
lejos de la ilustración del espacio por un número de años.
Más tarde, cuando comenzaba el trabajo en el puente Golden Gate, el ingeniero jefe,
Joseph Strauss, tenía problemas en explicar a los hombres de negocios que vigilaban en
qué se gastaba el dinero que mensualmente se colocaba para el proyecto. Bonestell fue
entonces contratado como intérprete del proyecto, lo que en círculos arquitectónicos
significa ser alguien que puede leer dibujos y planos y de ellos hacer dibujos de cómo
se verá el proyecto terminado para aquellos que no saben leer los planos y no abrirán
la cartera hasta poder ver cómo y en qué van a usar el dinero.
Las secciones interiores que mostraban en gran detalle cómo iban a ser construidas las
diferentes partes del gran puente colgante, y las diferentes perspectivas estructurales
que produjo, eran sólo muestras de cosas mejores y más grandes por venir.
En esta serie, del mismo modo que en todo su trabajo, el artista que hay en él fue
ayudado por los cursos de geometría descriptiva e ingeniería estructural que había
tomado en la Universidad de Columbia, junto a su experiencia en el puente Golden
Gate. Todo esto le permitió tomar una firme comprensión de la mecánica de los
aparatos espaciales y convertir los esbozos del Dr. von Braun, en papel cuadriculado
de ingeniería, en hermosas pinturas en color de espacio-naves terminadas, en
"funcionamiento".
En 1949, apareció La Conquista del Espacio. Este libro, escrito por el distinguido
escritor científico Willy Ley, recientemente fallecido, marco para Bonestell la primera
vez que prestó sus talentos a la ilustración de un libro entero. La Conquista del Espacio
fue un éxito instantáneo y llegó a las tres ediciones en su primer año, y varias más
después. Luego le siguió una serie de libros (A Través de la Frontera del Espacio, La
Conquista de la Luna, La Exploración de Marte, Más Allá del Sistema Solar, Marte, etc.),
los que también ilustró, y cuyos mundialmente conocidos autores podrían estar al
comienzo de una lista de quién es quién en la literatura científica y exploración del
espacio.
Cuando quiera que sea que va a comenzar una pintura, pasa a través de un largo y
tedioso período de investigación, durante el cual acumula hechos y datos, consulta con
astrónomos y varios otros expertos y sabios en cuanto a probables colores, atmósfera y
varias otras características físicas de los planetas y estrellas que va ya a pintar, y luego
procede a correlacionar y ordenar toda esta vasta cantidad de información, antes de
siquiera tocar un pincel.
Por ejemplo, para poder tratar con los problemas de mostrar aparatos en órbita, en su
correcta relación a la Tierra, (hay que recordar que comenzó haciendo esto mucho
antes de que fuera orbitado Sputnik I) o poder mostrar las superficies de Marte, la Luna
o cualquier otro cuerpo desde varias alturas, Bonestell tuvo que desarrollar una forma
de perspectiva esférica, de su propia invención, en la que considera a los planetas como
esferas cubiertas con una serie de planos chatos de unas diez millas cuadradas (según
la elevación que desee mostrar) planos cuyos centros siguen tangentes a la esfera,
permitiéndole así encontrar el horizonte y los puntos de desaparecimiento de los lados
del cuadrado y delinear en estos los objetos físicos.
De esta manera produjo la pintura de Saturno, desde una de sus lunas (Titán) la que
considera su obra maestra. Por supuesto, para aquellos de nosotros que conocemos su
trabajo, tal elección sería imposible, debido a que todos los trabajos de Bonestell son
obras maestras de la unión del arte con la ciencia y la inspiración. Una prueba de esto
es su más reciente obra maestra: una pintura de nuestra galaxia, de 3 x 6 metros, como
aparecería observada desde un planeta hipotético, a 400.000 años-luz de distancia.
Muchos astrónomos de renombre ya la consideran como una "soberbia herramienta de
enseñanza" y pronto será exhibida permanentemente en una nueva ala del Museo de
Ciencias de Boston.
Mientras su trabajo bien podría ajustar a la definición que Ruskin hiciera del arte: “El
buen arte es aquello en que se juntan la mano, la cabeza y el corazón del hombre”,
Chesley Bonestell, como individuo, trae a la mente estos versos de Wordsworth: