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Tabla de contenido
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c. 4
d. 5
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1. ORACIÓN INICIAL
Señor,
queremos seguir tus pasos,
porque tú eres el Hijo de Dios.
Hemos descubierto en ti
el rostro del Dios vivo
que nos acompaña
y nos llama a seguirlo.
Estamos dispuestos
a tomar la cruz de cada día,
pero nada podríamos
sin tu compañía y fortaleza.
2. MOTIVACIÓN
OPCIÓN 1: Para iniciar este encuentro relacionado con la misión y el anuncio, te queremos
proponer que pienses en tus quehaceres diarios, en el trabajo o en los estudios, fuera de tu
comunidad o familia, alguna situación concreta donde hayas podido reconocer la necesidad
del anuncio. ¿Te animás a compartirla con el grupo?
En el centro de la habitación ponemos algunas cartulinas pequeñas con una palabra que
identifique algunos de los miedos / desafíos / tentaciones que nos limitan y nos aturden en
el día a día: desconfianza, egoísmo, miedo al fracaso, egocentrismo…
Pedimos a los participantes que se acerquen y tomen aquella con la que se identifiquen.
Poner en contexto la ciudad de Cafarnaúm como ciudad del llamado de Jesús a sus
discípulos, su anuncio y misión. Mapa (foto de la Biblia).
Tres ejes: “la vida apostólica, el sentido de Iglesia y el compromiso con el mundo”.
El llamado y el amor predilecto de Jesucristo por sus discípulos, crea entre ellos
la comunión fraterna, una comunidad unida en Cristo. Esa comunión fue el
íntimo deseo que Jesús compartió en oración con su Padre: “Te pido que todos
sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos
a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17, 21).
En medio de la comunidad de los discípulos, María es acogida como Madre, así
como fue el deseo de Jesús (cf. Jn 19, 26-27). Desde entonces Ella es icono de
una Iglesia que es Madre y Familia de los discípulos de su Hijo. Ella es también
imagen de la ternura de la Iglesia que acoge a los discípulos de Jesús, y ora con
ellos y por ellos para que no decaigan en su fe y su esperanza (cf. Hch 1, 14).
Una comunidad unida, sacramento de comunión con Dios y entre los hermanos,
es normalmente la condición necesaria para la formación del discípulo. La
maduración en el seguimiento de Jesús requiere de comunidades eclesiales que
se esfuerzan cotidianamente, a partir de la renovación de la Nueva y Eterna
Alianza en cada Eucaristía, en ser casa y escuela de comunión y solidaridad. En
este ambiente el discípulo madura su vocación cristiana y descubre la riqueza y la
gracia que encierra ser miembro de la Iglesia Católica.
Todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio. La evangelización es tarea de la
Iglesia. Pero este sujeto de la evangelización es más que una institución orgánica
y jerárquica, porque es ante todo un pueblo que peregrina hacia Dios. Es
ciertamente un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad, pero tiene su
concreción histórica en un pueblo peregrino y evangelizador, lo cual siempre
trasciende toda necesaria expresión institucional. Propongo detenernos un poco
en esta forma de entender la Iglesia, que tiene su fundamento último en la libre y
gratuita iniciativa de Dios [EG 111].
2 S. Pablo VI, Alocución para la beatificación de Nunzio Sulprizio (1 diciembre 1963): AAS 56 (1964),
28.
3 Ustedes son la luz del mundo, Discurso en el Cerro San Cristóbal, Chile, 1940, en:
https://www.padrealbertohurtado.cl/escritos-2/.
4 Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Asia (6 noviembre 1999), 19: AAS 92 (2000), 478.
5 Ibíd., 2: AAS 92 (2000), 451.
«¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a
todos. El Evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que
nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No
tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias
existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor
busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su
amor»6. Y nos invita a ir sin miedo con el anuncio misionero, allí donde nos
encontremos y con quien estemos, en el barrio, en el estudio, en el deporte, en
las salidas con los amigos, en el voluntariado o en el trabajo, siempre es bueno y
oportuno compartir la alegría del Evangelio. Así es como el Señor se va acercando
a todos. Y a ustedes, jóvenes, los quiere como sus instrumentos para derramar
luz y esperanza, porque quiere contar con vuestra valentía, frescura y
entusiasmo.
No cabe esperar que la misión sea fácil y cómoda. Algunos jóvenes dieron
su vida con tal de no frenar su impulso misionero. Los Obispos de Corea
expresaron: «Esperamos que podamos ser granos de trigo e instrumentos para la
salvación de la humanidad, siguiendo el ejemplo de los mártires. Aunque nuestra
fe es tan pequeña como una semilla de mostaza, Dios le dará crecimiento y la
utilizará como un instrumento para su obra de salvación» 7. Amigos, no esperen a
mañana para colaborar en la transformación del mundo con su energía, su
audacia y su creatividad. La vida de ustedes no es un “mientras tanto”. Ustedes
son el ahora de Dios, que los quiere fecundos 8. Porque «es dando como se
recibe»9, y la mejor manera de preparar un buen futuro es vivir bien el presente
con entrega y generosidad [ChV 177-178].
En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha
convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados,
cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es
un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de
evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo
fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un
nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte
en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso
con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor
de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a
anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones.
Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de
Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino
que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a
los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de
Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41).
La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y
muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39).
También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a
predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?
[EG 120].
Persona a persona. Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación
misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea
cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto
a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se
6 Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 1: AAS 105 (2013), 1019.
7 Conferencia Episcopal de Corea, Carta pastoral con motivo del 150 aniversario del martirio durante
la persecución Byeong-in (30 marzo 2016).
8 Cf. Homilía en la Santa Misa para la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud en Panamá (27 enero
2019): L’Osservatore Romano, ed. semana len lengua española (1 febrero 2019), pp. 14-15.
9 Oración “Señor, hazme un instrumento de tu paz”, atribuida a S. Francisco de Asís.
puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un
misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición
permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce
espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un
camino [EG 127].
Carismas al servicio de la comunión evangelizadora. El Espíritu Santo
también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son
dones para renovar y edificar la Iglesia 10 [108]. No son un patrimonio cerrado,
entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu
integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde
donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la
autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse
armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos. Una
verdadera novedad suscitada por el Espíritu no necesita arrojar sombras sobre
otras espiritualidades y dones para afirmarse a sí misma. En la medida en que un
carisma dirija mejor su mirada al corazón del Evangelio, más eclesial será su
ejercicio. En la comunión, aunque duela, es donde un carisma se vuelve auténtica
y misteriosamente fecundo. Si vive este desafío, la Iglesia puede ser un modelo
para la paz en el mundo [EG 130].
Tu misión en Cristo. Para un cristiano no es posible pensar en la propia misión
en la tierra sin concebirla como un camino de santidad, porque «esta es la
voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Ts 4,3). Cada santo es una misión; es
un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la
historia, un aspecto del Evangelio [GE 19].
La actividad que santifica. Como no puedes entender a Cristo sin el reino que
él vino a traer, tu propia misión es inseparable de la construcción de ese reino:
«Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33). Tu identificación con
Cristo y sus deseos, implica el empeño por construir, con él, ese reino de amor,
justicia y paz para todos. Cristo mismo quiere vivirlo contigo, en todos los
esfuerzos o renuncias que implique, y también en las alegrías y en la fecundidad
que te ofrezca. Por lo tanto, no te santificarás sin entregarte en cuerpo y alma
para dar lo mejor de ti en ese empeño [GE 25].
Discípulo de Jesús
Mc 3, 13-19 // Mt 4, 19 // Lc 6, 12-13 // Lc 14, 27 // Lc 18, 22 // Jn 13, 35 // Jn 15, 1-17 //
10 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 12.
El compromiso con el mundo
Mt 5, 1-12 // Jn 1,41 // Jn 4,39 // Hch 9,20 //
Discípulo de Jesús
Hago memoria: ¿Cuándo me llamó el Señor a ser su discípulo? ¿De qué manera le respondo?
¿Qué significa para mí seguir y testimoniar a Jesús?
En mi discipulado: ¿De qué caminos me valgo para estar con Jesús?
5. ORACIÓN FINAL/MISA
Escuchar la canción del Magníficat, como el cántico de María que expresa con profundidad y
amplitud la vivencia de las Bienaventuranzas.
Repartir el texto y hacer oración de eco pidiéndole a María que interceda en nuestro camino
vocacional.
Lc 1, 46b-55.
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque Él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham
y de su descendencia para siempre».
https://www.youtube.com/watch?v=VFXP0Pi4Ips
https://www.youtube.com/watch?v=-FUNPDAOKS4
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https://www.youtube.com/watch?v=POdoXEVx6N0