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Sintaxis I (bloque 1)

Mario García-Page

1. La sintaxis como disciplina lingüística

Introducción
Tradicionalmente, y sobre todo a partir de los estudios estructuralistas donde la
lengua se concibe como un todo estructurado, se diferencian diversos niveles del análisis
lingüístico: fónico (estudio de los sonidos), morfológico (estudio de la palabra, su estructura
y formación), sintáctico (estudio de la palabra en su relación con otras; el sintagma, su
estructura y función dentro de la oración; la oración), léxico (estudio de la palabra y
formaciones equivalentes a palabras, etimología, formación, neologismos, arcaísmos,
toponimia, vocabulario de especialidad, etc.), semántico (estudio del significado), pragmático
(estudio de los enunciados en su relación con el acto comunicativo)… 1
Reconocida como un nivel de análisis independiente y como disciplina autónoma, la
sintaxis es la parte de la gramática que estudia las combinaciones de las palabras -o
unidades superiores (el sintagma y la oración)- y las reglas que gobiernan estas
combinaciones. Se encarga, pues, también de las palabras, unidades mínimas del análisis
sintáctico (a su vez, unidades máximas del análisis morfológico), como constituyentes de las
unidades mayores; las palabras forman la estructura interna de los sintagmas.
La sintaxis tiene por objeto determinar la función que desempeñan las palabras
dentro del sintagma y la función de los sintagmas dentro de la oración; si bien atiende
también aquellos elementos que modifican la oración entera (modificadores oracionales).
Para el análisis sintáctico, es imprescindible tener en consideración la categoría de
las palabras que forman sintagma y la clase de sintagma, pues en numerosas ocasiones
determinan el tipo de función que desempeñan; así, por poner un par de ejemplos, un
sustantivo nunca puede ser núcleo de un sintagma adjetival, y un sintagma adverbial nunca
puede funcionar como complemento indirecto.
La sintaxis como disciplina guarda estrecha relación con la morfología (hasta el punto
de que una larga tradición sostenía la existencia de una morfosintaxis), con la semántica (p.
ej., la relación entre función sintáctica y función semántica o las clases de argumentos
según el predicado) y la lexicología (p. ej., la relación entre sintagma y locución). Es incluso
precisa la intervención de la pragmática en el análisis y la interpretación de algunas
construcciones.
La relación se pone de manifiesto en las construcciones consideradas de interface o
de límite, como ilustran las oposiciones locución / sintagma (caballo de batalla, tirar la

1 Esta es una posible división, pero no la única. En algunas teorías, se habla del nivel morfosintáctico o del nivel

léxico-semántico; en otras, no figura el nivel pragmático, que se asocia a los actos de habla y al análisis del
discurso, y que, además, puede afectar a los otros niveles convencionales.
Por otra parte, hay unidades «transversales», en el sentido de que son objeto de estudio de distintas
disciplinas o son susceptibles de ser adscritas a distintos niveles; así, la palabra forma parte de la morfología en
cuanto categoría gramatical (sustantivo, adjetivo, etc.) y de la sintaxis en virtud de la función que puede
desempeñar o a su participación en la constitución de un sintagma; la locución -normalmente, asimilada a la
lexicología (los diccionarios las registran igual que las palabras)- puede estudiarse como una unidad morfológíca
en cuanto representa una estructura (está compuesta de palabras) y está asociada a una categoría gramatical, y
como una unidad sintáctica en cuanto que equivale funcionalmente a una palabra; la interjección figura en
algunas gramáticas como una parte de la oración (clase de palabra) y es objeto de estudio tanto de la morfología
(cual categoría) como de la sintaxis, y en otras es descartada por constituir enunciados completos o actos de
habla en sí mismos.
toalla), locución verbal / perífrasis verbal (tener que ver), compuesto sintagmático / sintagma
(hombre clave, gris perla), sintagma / colocación léxica (gajo de limón, levar el ancla),
sintagma verbal / predicado verbal de verbo soporte o de apoyo (dar un paseo, tener miedo),
locución / colocación (batalla campal, dormir a pierna suelta), locución nominal / compuesto
sintagmático nominal (hombre de paja, ojo de buey), etc.

1. Unidades gramaticales

1.1 La palabra
La palabra es la unidad mínima del análisis sintáctico; es también la unidad máxima
del análisis morfológico.
Conforme al criterio gráfico (palabra gráfica), la palabra, en español, se caracteriza
por ir separada por blancos en la escritura; así, en la puerta azul, habría tres palabras: la,
puerta y azul. Este criterio, aun siendo el más empleado y objetivo, se topa con algunos
escollos en la práctica: por un lado, los segmentos o unidades gráficas constituidas por más
de una palabra, como las palabras compuestas con unión gráfica, es decir, los compuestos
propios o gráficos (rompeolas, aguafuerte, biblioteca), las contracciones (amalgama) de
preposición y artículo (al, del) y los verbos con pronombres átonos enclíticos (dámelo) -que
algunos autores denominan palabras holofrásticas-, y, por otro lado, las agrupaciones de
palabras gráficas que actúan como bloques y desempeñan una sola función sintáctica, como
son los compuestos sintagmáticos (mariposa monarca, máquina de coser) 2 y los
compuestos unidos por guion (hispano-suizo), las formas verbales compuestas (haber
dormido), el verbo en voz pasiva (ser amado), las perífrasis verbales (tener que ser, deber
beber) y las locuciones (a contramano, al dedillo, de prisa y corriendo).
La definición que propone la RAE (GTG), precisamente, pone de manifiesto estos
inconvenientes: «Unidad léxica con independencia sintáctica a la que se asocia un
significado, sea léxico o gramatical [, y cuyos constituyentes, si los tiene, aparecen en un
orden fijo y, generalmente, ligados]». No creemos, por ejemplo, que monarca en mariposa
monarca, debe en debe beber o contramano en a contramano tengan independencia
sintáctica, ni siquiera significado. De entrada, no está libre de controversia hablar de
«unidades léxicas» en casos como de o el (del) o los citados ser y deber + infinitivo, no
siendo palabras con significado léxico (además, en el caso de el o mi, por ejemplo, ni
siquiera hay lexema 3). La segunda parte de la definición de la RAE (que hemos
encorchetado) corresponde inequívocamente al prototipo de palabra (perr-it-o-s), por lo que

2 Entre los que se incluyen habitualmente los nombres propios de persona y lugar (antropónimos y topónimos):
Miguel Ángel, Santiago de Compostela.
3 Para no incurrir en contradicción, unidad léxica deberá interpretarse, en sentido amplio, como equivalente a

palabra.

2
no afecta a los fenómenos que hemos considerado como posibles contraejemplos de la
definición de palabra gráfica.

1.1.1 Las clases de palabras


Se han propuesto diversas clasificaciones de las palabras (clases de palabras,
partes de la oración o categorías gramaticales); ninguna, exenta de problemas y
contraejemplos. Una de las más empleadas es la que distingue palabras léxicas y
palabras gramaticales 4. Son palabras léxicas el sustantivo, el adjetivo calificativo y
relacional, el verbo y el adverbio; son palabras gramaticales, en general, la preposición, la
conjunción, el pronombre y el determinante (es decir, el artículo y el adjetivo determinativo 5,
a excepción, si acaso, de los cuantitativos). Aquellas tienen un significado léxico (cama,
negruzco, loar, detrás), y estas tienen valor gramatical (con, pero, la, su). Sin embargo,
algunos adverbios, como los pronominales y deícticos (aquí, ya) y de negación (no), suelen
considerarse también elementos gramaticales (igual que, en general, los verbos auxiliares
de las perífrasis y de las formas verbales compuestas y los verbos copulativos); asimismo, a
la mayoría de las preposiciones se las reconoce, actualmente, valor léxico (según, bajo),
salvo cuando actúan como marcas de función (por ejemplo, la a del complemento directo de
persona o la de de sintagmas nominales del tipo plaza de la Fuente).
Por su estructura, la palabra puede ser simple (sal, atrás, con) y compleja; la
palabra compleja puede ser, a su vez, derivada, es decir, formada con uno o varios afijos
derivativos (cabrero, hojarasca), y compuesta (malvarrosa, parabrisas). La palabra simple
se interpreta aquí como la palabra primitiva, sin afijos (derivativos), a partir de la cual se
forman palabras complejas (familia léxica o familia de palabras): perro > perruno, perrera,
perrito, perrería, aperrear, perro lobo... (esta división es distinta de la oposición palabra
simple / palabra compuesta).
Otra clasificación de vital importancia distingue las palabras variables o flexivas de
las invariables o no flexivas. Son variables o invariables según admitan o no flexión, es
decir, según presenten o no variaciones (morfemas flexivos) en su estructura formal: l-o-s
niñ-o-s estudios-o-s le-í-a-n. Son palabras variables el sustantivo, el adjetivo, el verbo, el
pronombre y el determinante (artículo y adjetivo determinativo), y son palabras invariables
el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección. Como era de esperar, esta

4 Esta oposición está en franco desuso, aunque es perfectamente válida; algunos autores, incluida la RAE,
prefieren hablar de categorías léxicas y categorías funcionales o gramaticales. No obstante, tal distinción no
difiere mucho de aquella; si bien la RAE incluye en estas últimas algunos nombres (modo, vez, tipo, suerte,
grupo, montón, parte…) y los adjetivos «determinativos» que se comentan en la nota siguiente.
5 Nos referimos al tradicional adjetivo determinativo (demostrativo, posesivo, etc.). La RAE -que prefiere eludir la

clase tradicional de los determinativos a favor de incluirlos en la macrocateogría determinante- emplea esta
misma expresión para referirse a ciertos adjetivos considerados tradicionalmente calificativos que denotan
cuantificación o referencia: numeroso, múltiple, diverso, cierto, determinado, semejante, mismo, propio, otro…
Nosotros no adoptaremos esta teoría en este curso.

3
clasificación también plantea problemas: por un lado, no todos los pronombres admiten
flexión (qué, tú), aunque sí pueden diferenciarse por la categoría caso (tú, ti, te); por otro,
hay sustantivos invariables en cuanto al género (epicenos: lince; comunes: oficinista,
profe 6; heterónimos: vaca; ortónimos: cura; ambiguos: mar) o en cuanto al número
(pluralia tántum: víveres, andas, etc.; singularia tántum: sed, cénit, etc.; ciertos
sustantivos, simples o compuestos, en -s referidos a persona (tragaldabas, (el) barbas,
manazas, narizotas, etc.) o a cosa (lunes, crisis, cortaúñas, saltamontes, etc., más los
duales: gafas, anteojos, etc.) y adjetivos invariables en cuanto al género (verde, principal) o
en cuanto al género y al número (isósceles, dúplex).
Aunque, a lo largo de la tradición gramatical, se han propuesto diversas clases de
palabras, seguiremos aquí la tipología, bastante generalizada y refrendada por la RAE, que
comprende el sustantivo o nombre, el adjetivo –calificativo y relacional–, el pronombre, el
determinante (artículo y tradicional adjetivo determinativo), el verbo, el adverbio, la
preposición, la conjunción y la interjección.
El adjetivo determinativo comprende varias clases: demostrativos (este, ese,
aquel…); posesivos (mi, tu…) 7; interrogativos y exclamativos (qué, cuánto…); los
cuantitativos o cuantificadores, bien indefinidos (mucho, todo, más…), bien definidos o
numerales: cardinales (uno, dos…), ordinales (primero, segundo…) 8, múltiplos o
multiplicativos (doble, triple…), partitivos o fraccionarios (doceavo, tercio…), distributivos
(sendos, cada…); y el relativo cuyo.
Respecto del adjetivo determinativo, en algunos estudios actuales (NGLE y GTG, p.
ej.) se distinguen dos clases de cuantificadores: los fuertes, llamados también
universales, que designan la totalidad de componentes de un conjunto (solo tres: todo,
cada, ambos), y los débiles, que, al contrario, solo designan una parte del conjunto, y se

6 El acortamiento es un mecanismo productivo en la formación de nombres comunes en cuanto al género: profe,


presi; constituyen un grupo muy representativo los hipocorísticos: Desi, Neme, Emi.
La apócope también determina la invariabilidad de algunos nombres y adjetivos variables; es el caso de
san y fray, creados a partir de los nombres santo y fraile, y de buen y mal, a partir de los adjetivos bueno y malo
(adviértase que mal puede ser también adverbio: se sentía mal). En algunos casos, la apócope determina el
cambio de categoría; así, en tanto uno es pronombre, un es adjetivo determinativo indefinido; en tanto reciente
es adjetivo, recién es adverbio; asimismo, algún, ningún, tercer, primer y cualquier solo pueden ser adjetivos
determinativos, mientras que alguno, ninguno, tercero, primero y cualquiera pueden ser adjetivos o pronombres
(primero y tercero pueden, además, ser adverbios, como marcadores del discurso); cuán y muy solo pueden ser
adverbio, mientras que cuánto y mucho pueden ser adverbio, pronombre y adjetivo. La incidencia sintáctica de la
apócope es evidente: un libro / uno (*uno libro), cuán divertido / *cuán calor / *cuanto divertido; frío solo puede
ser sustantivo en mucho frío y solo adjetivo en muy frío; santo puede ser sustantivo (santo Tomé, un santo) y
adjetivo (Ese hombre es más que bueno: es santo), mientras que san solo puede ser sustantivo (san Juan).
7 Los posesivos pospuestos (el libro mío) constituyen un escollo en el análisis gramatical: tradicionalmente, se

consideraban determinativos con función determinante del núcleo nominal; actualmente, algunos gramáticos (p.
ej., la RAE) se decantan por tratarlos como adjetivos calificativos, sobre todo si funcionan como atributo: El libro
es mío. Hay que matizar que también pueden funcionar como complemento predicativo: A tus amigos los
considero míos. Cabe suponer que este tratamiento se basa en argumentos sintácticos, ya que,
semánticamente, nada tienen de calificativos.
8 En algunos estudios actuales, se niega el carácter cuantificador del ordinal, dado que, en realidad, denota

'orden'.

4
dividen en existenciales (algún, ningún), evaluativos (poco, mucho…), comparativos
(más, menos), numerales (dos, mil…) y de indistinción (cualquiera).
Lógicamente, en tanto que el cuantificador es una categoría transversal, la
distinción es aplicable, por ejemplo, a los pronombres y los adverbios (así, la RAE considera
fuertes el pronombre todo, todos, y el adverbio siempre). Hay también cuantificadores
sustantivos: decena, miles, montón…
También el pronombre comprende varias clases: personales, que pueden ser
tónicos y átonos o clíticos 9 (yo, tú, usted, le, lo…); demostrativos (este, ese…); indefinidos
(alguien, mucho, nada…); relativos (quien, cuanto, el cual…); exclamativos (quién, cuánto,
qué…) e interrogativos (quién, cuánto, qué…). El reflexivo (se, sí...) y el recíproco (se…) son
subconjuntos de los personales. Tradicionalmente, se incluía el pronombre posesivo y, a
veces, se ponían ejemplos de posesivos tónicos funcionando como atributo; pero, en
realidad, no existe.
Un problema de clasificación y de análisis plantean algunas palabras que pueden
adscribirse a dos o más clases («policategoriales»); solo el contexto (el sintagma, la oración)
permite saber su estatus categorial. Aparte de los numerosos casos de homonimia, este
fenómeno es muy común entre los cuantificadores, como más, menos, mucho, demasiado,
todo, poco, cualquiera, algo... Así, más es adverbio en más caro y más deprisa, adjetivo
determinativo (determinante) en más asuntos y pronombre en asistieron más. Para
identificar su clase, debe conocerse la categoría del núcleo: más es adverbio en los dos
primeros casos porque modifica a un adjetivo (caro) y a un adverbio (deprisa); es adjetivo en
el tercero porque modifica a un sustantivo (asuntos); y es pronombre en el último porque
funciona como un nombre (es el sujeto de asistieron).
No obstante, hay una tendencia actual a restringir la presencia de los pronombres
(cuantificadores o no) a aquellos contextos en los que no son recuperables (Hay muchos
que hablan más de la cuenta); se prefiere postular la existencia de un núcleo sustantivo nulo
o tácito, en contra de la rancia teoría de la sustantivación: Ponte tú aquel traje y yo este Ø;
Primero asistieron unos invitados y luego asistieron más Ø. Este análisis afecta también a
los determinantes: Has de elegir entre la corbata roja y la Ø verde.

Considerada la interjección como una clase de palabra, cabe indicar que no


desempeña ninguna función sintáctica (sujeto, etc.), frente a las demás clases de palabras.
Constituye un enunciado, un acto de habla con un valor connotativo asociado a una
situación: sorpresa, enfado, reproche, contrariedad, advertencia, imprecación, ironía…; pero
no tiene un significado denotativo ni referencial. Muchas se emplean en circunstancias muy

9 Son enclíticos si van pospuestos al verbo (dime) y proclíticos si van delante (lo vi).

5
determinadas, y, por ello, son bastante previsibles: ¡Olé!, ¡Socorro! La interjección es una
expresión fónicamente diferenciada, se marque o no con signos de exclamación;
formalmente, puede estar compuesta de una palabra (¡Caramba!, ¡Olé!, ¡Ojalá!, ¡Vaya!) o
pseudopalabra (¡Eh!, ¡Uf!), similar a una onomatopeya, o de un grupo de palabras que
funciona en bloque, es decir, ser una locución interjectiva: ¡Voto a bríos!, ¡Jesús, María y
José!, ¡Santo cielo!, ¡La órdiga!, ¡Y un jamón!, ¡Vaya por Dios!, ¡Tararí que te vi!, ¡Por aquí
se va a Madrid! Algunas palabras interjectivas son capaces de llevar complementos:
¡Caramba con el niño este!, ¡Vaya que sí!, ¡Mucho ojito con chivarte! Tradicionalmente, se
distinguen dos clases: las interjecciones propias -que no desempeñan otra función:
¡Caramba!, ¡Olé!, ¡Ojalá!, ¡Eh!, ¡Uf!, etc.- y las interjecciones impropias -que derivan, por
recategorización, de otras palabras (sustantivo, verbo, adjetivo, adverbio), por lo que
desempeñan un papel distinto del que cumple la palabra de la que proceden: ¡Vaya!, ¡Ojo!,
¡Bravo!, ¡Cuidado!, ¡Caracoles!, etc.-. Algunas interjecciones impropias experimentan
cambios fonéticos por razones eufemísticas (alternando con las palabras tabú que
constituyen su base de formación); si no desempeñan otra función, deben analizarse como
propias: ¡Caray!, ¡Coñe!, ¡Córcholis!, ¡Jolín!, ¡Jope!, ¡Ostras!10; en caso contrario, son
impropias: ¡Diantre!, ¡Demontre! Estas desfiguraciones fónicas se producen también en las
locuciones: ¡Mecachis en la mar!, ¡Me cago en diez!, ¡Voto a bríos!, ¡Anda la osa!, ¡La ostra!,
¡No hay tutía!

1.2 El sintagma
El sintagma es una estructura intermedia entre la palabra y la oración en el análisis
sintáctico (véase Tema 2).
Se trata, en esencia, de un grupo de palabras que funciona homogéneamente dentro
de la oración, aunque puede estar constituido por una sola palabra, el núcleo (Ayer llegaron
María y sus amigos / Llegó María); dicho grupo de palabras está estructurado: entre sus
constituyentes existe una relación de jerarquía, el núcleo, que decide el tipo de sintagma
(nominal, verbal, adjetival, adverbial), y sus modificadores: los determinantes y los
complementos o adyacentes en el sintagma nominal (el libro grueso); los complementos del
verbo en el sintagma verbal (venden lotería en un quiosco); etc.
Los complementos pueden ser argumentales, si están exigidos semánticamente por
el núcleo, y no argumentales (conocidos también como adjuntos), en caso contrario. Por
ejemplo, respecto del verbo, son argumentales el complemento directo (Vendió la casa) y el
complemento de régimen (La obra dramática versa sobre el honor), así como la mayoría de
los complementos indirectos (Regalé mi coche a mi hermana) y los complementos

10El que el eufemismo provoque una colisión homonímica con otra voz existente, como ocurre con ostra, no
obsta para analizarla como interjección propia.

6
predicativos (Considero atractiva tu propuesta), y no argumentales el complemento
circunstancial (Vendió la casa ayer), algunos complementos indirectos (Le pintó el muro con
grafitis) y complementos predicativos (El río viene muy caudaloso en el tramo medio).
También son argumentales los complementos regidos por el sustantivo (la ruptura del
acuerdo), el adjetivo (accesible a todos los públicos) y el adverbio (cerca del colegio) cuando
funcionan como predicados.
Son argumentales porque satisfacen las necesidades semánticas del verbo. Cada
verbo tiene un número determinado de valencias o actantes (argumentos). En virtud de
estos, hay verbos avalentes (como los meteorológicos), monovalentes (como brincar o
brotar, que solo exigen sujeto), bivalentes (como colorear o comer, que seleccionan sujeto y
complemento directo, o depender y constar, que seleccionan sujeto y complemento de
régimen), trivalentes (como dar o vender, que seleccionan sujeto, complemento directo y
complemento indirecto, o disuadir y transformar, que seleccionan sujeto, complemento
directo y complemento de régimen). Obviamente, algunos verbos polisémicos pueden variar
en el número de valencias (como contar, que puede llevar o no complemento indirecto).

1.3 La oración
La oración es la estructura de rango superior en el análisis gramatical (sintáctico), el
marco gramatical donde se celebra la relación sujeto-predicado (Mi vecino trabaja en el
ayuntamiento).
Estructuralmente, la oración está compuesta de sintagmas; concretamente, de dos,
el sintagma nominal que funciona como sujeto (Mi vecino) y el sintagma verbal que actúa
como predicado (trabaja en el ayuntamiento). Como luego se verá, el sujeto puede ser una
oración subordinada sustantiva (Fumar es perjudicial para la salud).
Tan solo la oración impersonal se aparta de esta estructura binaria de la oración,
puesto que carece de sujeto (por tanto, son oraciones constituidas solo por un sintagma
verbal): Ahora mismo está lloviendo a cántaros en mi pueblo. Los verbos impersonales son
llamados a veces tercipersonales al emplearse solo en 3.ª persona del singular (razón por
la cual son defectivos). Se distinguen dos grupos fundamentales: los meteorológicos (llover,
tronar, relampaguear, amanecer, nevar…), salvo que se empleen con sentido figurado (He
amanecido empapado de sudor), y, en determinados usos, los verbos hacer (+ expresión de
tiempo cronológico o meteorológico), haber, ser, estar, tratarse de, bastar / sobrar con, oler,
etc.: Hace frío / Hace años, Hay chopos, Es de día, Está nublado, Se trata de un poema,
Basta / Sobra con que llames, Aquí huele a rayos. Son numerosos los verbos que pueden
emplearse como impersonales (contribuye a ello la presencia de complementos locativos):
Me molesta aquí, Me pica en la mano. La impersonalidad se consigue también con el signo
se impersonal; son las llamadas impersonales reflejas: Se vive bien en el campo (con

7
verbo intransitivo), Se asistió a los peregrinos (con verbo transitivo), Se es divertido de este
modo, Se está muy a gusto en tu casa (con verbo copulativo). Asimismo, suelen
considerarse impersonales ciertas oraciones con el verbo en 3.ª persona del plural con
sentido indefinido: Dicen que se avecina un temporal, Llaman por teléfono.
En sentido inverso, hay oraciones que no tienen verbo expreso, aunque existe
predicación y se cumple el criterio de la concordancia: Un desastre, el espectáculo; Una vez
rota la cuerda [, pudo escapar].
La prueba sintáctica del sujeto es la concordancia (en persona y número) con el
verbo (3.ª persona del singular en Mi vecino trabaja en el ayuntamiento), si bien el verbo
puede aparecer no flexionado, es decir, con una forma no personal: Habiendo llegado ya los
comensales [, podemos empezar], Al ocultarse el sol [, saldremos]. En algunos casos de
aparente ambigüedad, se recurre como criterio a la posición del sintagma en la oración (se
interpreta como sujeto el que encabeza la oración): El bloque de cemento sujeta la
estructura de hierro (frente a La estructura de hierro sujeta el bloque de cemento).
La oración constituye un enunciado gramaticalmente completo con unidad de sentido
independiente: El libro está sobre la mesa, El canario come alpiste. Pero hay enunciados
que no están formados por oraciones: ¡Felicidades!
Cuando la estructura del enunciado está formada por dos o más oraciones, se habla
de oraciones compuestas (véase Tema), que pueden serlo por coordinación (Ana estudia
y Pedro ve la tele), por yuxtaposición (Llamó primero; luego se presentó) y por
subordinación (Si llueve mucho, nos quedamos en casa). En algunos estudios se reserva
el término de compleja para las compuestas por subordinación. En muchas oraciones
compuestas por subordinación, como Juan piensa que eso no es correcto, algunos autores
(p. ej., la RAE) prefiere llamarlas oraciones principales, al entender que la llamada
tradicionalmente oración principal (en el ejemplo, Juan piensa) carece de sentido y es
gramaticalmente incompleta. Nosotros creemos que, convencionalmente y por razones
metodológicas, puede seguir empleándose el sentido tradicional de oración principal (que se
discrimina claramente de la subordinada), sin que por ello se esté en contra del argumento
esgrimido para darle la nueva interpretación.
Atendiendo a la modalidad, las oraciones pueden ser enunciativas, declarativas o
aseverativas, en modo indicativo (Está nevando); interrogativas -totales (¿Quieres un
café?) y parciales o abiertas, frecuentemente encabezadas por un interrogativo (¿Quién
llama?) 11-; exclamativas (¡Qué barbaridad!), dubitativas, habitualmente con un adverbio de

11 Las interrogativas totales se responden con el adverbio sí o no. También se consideran totales cuando se
presenta una disyuntiva: De postre, ¿café o fruta? Las parciales suelen ir introducidas por un elemento
interrogativo.

8
duda (A lo mejor llueve); desiderativas, normalmente en modo subjuntivo (Ojalá salga bien,
Quién pudiera correr así, Que disfrutes, Quisiera un poco más de agua), y exhortativas,
imperativas o de mandato, en modo imperativo o subjuntivo yusivo (Guarda silencio, por
favor; Tengamos la fiesta en paz). Además, pueden ser afirmativas o negativas.
Según el predicado, las oraciones pueden ser de dos tipos: predicativas, si el verbo
es predicativo (correr, comprar, lavar…), y copulativas o atributivas, si el verbo es
copulativo (ser, estar, parecer). Suelen diferenciarse dos tipos: las caracterizadoras, en
cuanto que el atributo representa una cualidad o propiedad del sujeto (María es estudiosa,
Mario es funcionario), y las identificativas o ecuativas, en las que se da una identificación
o ecuación «A e B» (Ese es el ministro de Defensa; Ruth es quien te ha llamado) 12. Suelen
considerarse copulativas las que llevan verbos pseudocopulativos, como hacerse y ponerse
en Se hizo muy extremista y Se puso triste.
Las predicativas pueden ser transitivas, si aparece expreso un complemento directo
(Luis lee un poema), e intransitivas, si no hay complemento directo (Juana trabaja en un
banco). Los principales verbos intransitivos son los ergativos o inacusativos (El árbol crece
muy deprisa, Una roca emerge del agua, Ya llega el tren) y los inergativos, llamados a
veces intransitivos puros (Pedro brinca, Marcos sonríe) 13.
Por el valor de se, las oraciones pueden ser también reflexivas (Lucas se lavó las
manos), recíprocas (Los amigos se envían mensajes), medias (Me resisto a creerlo),
pasivas reflejas (Se vendieron todos los chalés) e impersonales (Se recibió a los
congresistas). No obstante, puede haber impersonales, recíprocas y medias por el
significado del verbo o la intervención de otros constituyentes, y no necesariamente por la
acción de se. El pronombre sí suele interpretarse como reflexivo.

1.4 La locución
La locución es una combinación fija de dos o más palabras con forma de sintagma 14
cuyo significado es, normalmente, no composicional y figurado (conocido en fraseología
como idiomático) y con función sintáctica equivalente a una palabra. Las locuciones forman
parte del acervo colectivo y se aprenden de memoria; los diccionarios las registran igual que

Todas estas se consideran directas; las interrogativas indirectas son subordinadas completivas (van
encabezadas normalmente por un elemento interrogativo), del tipo Me pregunto cómo ha podido suceder y No sé
quién ha llamado.
12 Cuando interviene una subordinada de relativo libre o generalizada, como en el último ejemplo, se llaman

ecuacionales (también se las conoce como perífrasis de relativo o de relativo perifrástico); ser es el único verbo
posible.
13 Entre los inacusativos, están los que indican aparición o surgimiento y desaparición (ocurrir, surgir, aparecer,

nacer, brotar, morir, etc.), dirección o término de movimiento (caer, entrar, salir, llegar, venir, regresar, volver,
etc.) y evolución o cambio de estado (florecer, crecer, aumentar, disminuir, hervir, entristecerse, mustiarse, etc.).
El sujeto suele ser experimentante o paciente (no agente), frente al sujeto de los inergativos, que expresa el
agente que controla la acción o proceso denotado por el verbo: hablar, nadar, saltar, jugar, bostezar, sonreír,
bailar, brincar, trabajar, etc. (algunos de ellos tienen usos transitivos: saltar el potro, trabajar la madera).
14 Aunque las locuciones, en su mayoría, tienen forma de sintagma, no son sintagmas.

9
si fueran palabras. La locución reúne, pues, los rasgos de pluriverbalidad, fijación,
idiomaticidad e institucionalización.
Cabe indicar, no obstante, que la fijación y la idiomaticidad son hechos graduales, en
el sentido de que algunas toleran algunos cambios sintácticos: ir al grano > ir derecho /
directamente al grano (modificación adjetival o adverbial); [no tener] ni idea > [no tener] ni
pajolera idea (modificación adjetival); meter la pata > meterla (hasta el fondo)
(pronominalización); tomar el pelo > tomadura de pelo (nominalización), etc., o de que son
parcialmente transparentes: por ejemplo, amargar la existencia, por suerte, en público, en
primer lugar, guardar las distancias, traer por el camino de la amargura, a favor de, gracias
a, a cabalidad, sano y salvo, etc., resultan menos opacas que, por ejemplo, tomar el pelo,
estar en el ajo, meter la pata, tirar la casa por la ventana, tomar el pendil, llamarse andana,
dar un cuarto al pregonero, cantar las cuarenta, en un periquete, por arte de birlibirloque,
poner una pica en Flandes, poner verde, etc.
Esta clase de operaciones sintácticas que admiten algunas locuciones, como si se
tratase de combinaciones libres, deben diferenciarse de aquellos cambios que están fijados
(y así constan en los diccionarios), lo que se conoce en fraseología como variantes (léxicas,
morfológicas, fonéticas, gráficas, gramaticales…): dar palabra y mano / dar mano y palabra
(permutación), pico de oro / piquito de oro (sufijación derivativa), a toda luz / a todas luces
(cambio flexivo), mandar a freír monas / mandar a freír espárragos (sustitución léxica), en un
pis pas / en un pispás (contracción gráfica), a borbotones / a borbollones (sustitución fónica),
respecto de / respecto a (sustitución gramatical), etc. El verbo de las locuciones verbales y
el adjetivo que encabeza algunas locuciones adjetivales suelen admitir cambios flexivos: doy
/ das / da / dieron… alas (< dar alas); entrado / entrada / entrados en años.
Además, algunas locuciones presentan, además, rasgos secundarios (en el sentido
de que no son compartidos por la mayoría de las locuciones) que refuerzan el sentimiento
de expresión fijada, como son las palabras idiomáticas o diacríticas (voces de uso
exclusivo o casi exclusivo en la locución), del tipo a rajatabla, en un santiamén, a
contramano, a contrapié, a bocajarro, de pe a pa, a troche y moche, a vuelapluma, a
tornapeón, al tuntún, a sabiendas, etc., o clíticos anafóricos sin referente conocido en la
sincronía actual 15: verlas venir, diñarla, palmarla, pasarlas moradas, tomar las de Villadiego,
cogerlas al vuelo, dársela con queso, tocarle la negra, sin comerlo ni beberlo, etc.
Por su equivalencia a una palabra, la locución puede ser: nominal o sustantiva
(noche toledana, media naranja, alma de cántaro, alma en pena, cabeza de chorlito, cabeza
de turco, cabeza cuadrada, lengua de víbora / escorpión, mosquita muerta, chivo expiatorio,

15Se ha propuesto la reconstrucción en algunas de ellas: coger las moscas al vuelo, tocarle la haba / china
negra, coger las calzas de Villadiego, pasar las aceitunas moradas, darle la ratonera con queso, etc. El supuesto
pronombre anafórico sería, en realidad, un artículo femenino.

10
conejillo de Indias 'víctima expiatoria', hombre de paja, vaca sagrada, pez / pájaro gordo,
pájaro de cuenta, patata caliente, caza de brujas, talón de Aquiles, carros y carretas, dimes
y diretes, toma y daca, la flor y la nata, el amo del cotarro, la purga de Benito, la casa de
tócame Roque, el garbanzo negro del cocido, etc.), adjetiva o adjetival (ligero de cascos,
limpio de polvo y paja, corto de manos, de perros, de padre y muy señor mío, de mala
muerte, de aquí te espero, de armas tomar, corto de mollera, sano y salvo, ni corto ni
perezoso, etc.), verbal (tener la sartén por el mango, estar en el ajo, tirar la casa por la
ventana, cortar el bacalao, meter la pata, estirar la pata, dar gato por liebre, pasarlas
canutas, etc.), pronominal (todo dios, cada quien, etc.), adverbial (tarde o temprano, a
diestro y siniestro, a marchas forzadas, a destajo, en un decir amén, a cántaros, a
espuertas, etc.), prepositiva o preposicional (rumbo a, gracias a, a fin de, en pro de, en
aras de, a favor de, etc.), conjuntiva (ya que, si bien, de modo que, etc.) e interjectiva
(¡Madre del amor hermoso!, ¡Madre mía!, ¡Para qué queremos más!, ¡Nos ha molado!, ¡La
madre que te echó!, ¡Por los clavos de Cristo!, etc.).
Algunas locuciones, igual que ocurre con las palabras, pueden pertenecer a dos
categorías, como de fábula, que es adverbial en actuó de fábula y adjetival en una
experiencia de fábula.
En el análisis sintáctico, la locución se analiza como si se tratara de una palabra; así,
la locución adverbial en menos que canta un gallo es complemento circunstancial en Se ha
tomado la sopa en menos que canta un gallo.
Cabe tener en cuenta que algunas expresiones son polisémicas, de modo que, con
un sentido, son sintagmas libres, compuestos 16 u otro tipo de categoría y, con otro,
locuciones, como lavarse las manos, ver las estrellas, tirarse a la piscina, tirar la toalla,
conejillo de Indias, caballo de batalla, cardo borriquero, dársela, quitarse el sombrero,
ponerse las botas, salir del armario, meterse en un jardín, llevar al huerto, cortina de humo,
perrito faldero, etc.
Además de este hecho que puede dificultar el análisis, este también resulta
controvertido por la falta de unanimidad entre los autores. Así, expresiones semánticamente
opacas o idiomáticas como ojo de buey 'ventana circular, claraboya' / 'planta', llave inglesa
'herramienta', brazo de gitano 'pastel dulce', cabello de ángel 'relleno dulce', tocinito de cielo
'dulce', ave del paraíso 'planta' / 'ave exótica', perrito caliente 'bocadillo con salchicha', Osa
Mayor 'constelación', Vía Láctea '(nuestra) galaxia', caballito de mar 'animal', lengua de
ciervo (o cerval o cervina) 'helecho (planta)', lengua canina 'cinoglosa (planta herbácea)',
lengua de buey 'planta', lengua de gato 'chocolatina' / 'planta', caballito del diablo 'insecto',
diente de león 'planta', dondiego de noche 'planta', conejillo de Indias 'roedor', montaña rusa

16 Así, caballo de batalla es compuesto con el significado de 'caballo reservado para el combate'; conejillo de
Indias, con el significado de 'mamífero roedor'; y cardo borriquero, con el de 'planta (cardo)'.

11
'atracción de feria', ensaladilla rusa 'comida', lengua aislante / aglutinante 'clase de lengua',
lengua muerta 'lengua que no se habla', fiebre amarilla 'enfermedad', fiebre tifoidea
'infección intestinal', lengua azul 'enfermedad del ganado ovino', vaca marina 'manatí', pata
de gallo 'arruga en el ojo' / 'planta', caballo de vapor, etc., son descritas por algunos autores
como locuciones (p. ej., NGLE y GTG) y como palabras compuestas (compuestos
sintagmáticos nominales) por otros. Esta segunda opción es la que nosotros defendemos
apoyándonos, entre otras razones, en el hecho de que, igual que los sustantivos simples
(mesa, libro, geranio, malaria, etc.), designan comúnmente una entidad o realidad; con
frecuencia, un objeto físico, un animal o una planta; la individualizan o la adscriben a una
clase. Las locuciones nominales suelen tener valor predicativo, denotan una cualidad o
propiedad aplicable a cualquier entidad, como si fueran adjetivos calificativos (la mayoría se
refieren a virtudes o defectos de los seres humanos): así, alma de cántaro no designa una
persona concreta, sino que se aplica a cualquier persona que es cándida; lengua de sierpe
(o de escorpión / de hacha / de víbora 17 / serpentina / bífida ) se dice de aquella persona que
es maldiciente (cfr. con las citadas lengua de ciervo o lengua de buey 'planta'); lengua de
estropajo, de quien no pronuncia bien o balbucea; cardo borriquero, de quien es feo; y
perrito faldero, de quien es sumiso.
En su funcionamiento sintáctico, algunas locuciones se combinan restringidamente
con una determinada palabra; entre ambas existe una suerte de solidaridad o vínculo léxico,
tal como ocurre con la locución adverbial a bocajarro respecto del verbo disparar. Lo mismo
cabe decir de las locuciones adverbiales a rajatabla, a destajo, al dedillo, de pe a pa, al pie
de la letra, en plata o a cántaros, que comúnmente se combinan, respectivamente, con los
verbos cumplir, trabajar, conocer, saber, repetir, hablar y llover. Se trata, pues, de
combinaciones semánticamente restringidas (la locución selecciona al verbo); esta razón
semántica explica que puedan combinarse con verbos sinónimos o del mismo campo:
repetir / reproducir / copiar… al pie de la letra. Estas combinaciones se conocen en la
gramática y la fraseología como colocaciones léxicas complejas (véase epígrafe
siguiente) 18.

1.5 La colocación léxica


Un fenómeno fronterizo entre la sintaxis y la fraseología es la colocación léxica. Tal
es así que la mayoría de los fraseólogos la incluyen como una unidad fraseológica;
nosotros, en cambio, defendemos su naturaleza sintáctica.

17 Lengua de víbora tiene, además, el significado de 'diente fósil de tiburón'; con este significado, es un
compuesto, en tanto designa un objeto físico.
18 Muchas de estas combinaciones, así como las que se describen en el epígrafe 1.5, aparecen en el diccionario

Redes (Bosque, 2004), donde se conocen, sin entrar en detalle, como restricciones léxicas.

12
La colocación es una estructura sintáctica de carácter binomial o binario
fundamentada en una restricción semántica (léxica) 19: entre los dos constituyentes existe un
vínculo semántico, una suerte de solidaridad léxica: discusión bizantina, fe ciega, miedo
cerval, hambre canina, rescindir un contrato, levar el ancla, izar / arriar la bandera, trinchar la
carne, tañer / rasguear una guitarra, entablar una relación, trabar amistad, derogar una ley,
contraer una enfermedad / un compromiso, disipar / despejar una duda, oficiar misa,
influencia decisiva, etc. La relación es unidireccional: el colocativo (de mayor intensión
semántica) selecciona a la base; así, por ejemplo, el adjetivo bizantina (colocativo)
selecciona al sustantivo discusión (base). La coocurrencia frecuente de ambos lexemas
hace de tal estructura una combinación preferente, como si se tratara de un grupo
institucionalizado. Dicha combinación adopta mayoritariamente la forma de sintagma; el
único caso en que parece quebrarse es cuando el sustantivo funciona como sujeto:
propalarse el fuego, explotar una bomba, zarpar / encallar / atracar un barco, macarse la
fruta, agriarse la leche, cortarse la mayonesa, etc. En numerosos casos, el colocativo
interviene con sentido figurado: avecinarse una tormenta, sembrar dudas, depositar la
confianza, esgrimir un argumento, amasar una fortuna, albergar una esperanza, dispararse
los precios, etc.
La colocación puede adoptar las siguientes estructuras:

a) verbo + nombre: sortear un obstáculo, vadear un río (el SN funciona como complemento
directo); aborregarse el cielo, declararse un incendio (el SN funciona como sujeto);
b) verbo + adverbio: llover torrencialmente, oponerse frontalmente, comer opíparamente /
frugalmente, negar rotundamente, cortar drásticamente, rogar encarecidamente, seguir
fervorosamente, acoger efusivamente, influir decisivamente, etc.;
c) nombre + adjetivo: error garrafal / craso / mayúsculo, lluvia torrencial, comida frugal /
opípara, agenda apretada, éxito rotundo / fulgurante, fracaso estrepitoso, actividad frenética
/ febril, ritmo trepidante, carrera meteórica, sueldo ridículo / astronómico / estratosférico,
precio desorbitado / exorbitante, módico precio, argumento contundente / sólido, prueba
infalible / fehaciente, ruido infernal, silencio sepulcral, mayoría aplastante, diferencia

19 Este rasgo es muy relevante, pues permite diferenciar la colocación de la locución y del compuesto

sintagmático idiomático, dado que la locución y el compuesto idiomático significan en bloque, es decir, no existe
ningún tipo de selección entre los constituyentes, y, por ello, el análisis composicional no es, normalmente, viable
(es parcialmente viable en algunos compuestos transparentes o semitransparentes, como salón comedor,
máquina de coser o molino de viento). Así, tanto mosquita muerta (locución) como montaña rusa (compuesto)
significan en bloque; de la combinación de los significados parciales de ambos constituyentes (mosquita +
muerta, montaña + rusa) no se infiere el significado de conjunto. Además, el adjetivo no es eliminable: su
supresión lleva consigo un cambio de referente (mosquita muerta ≠ mosquita, montaña rusa ≠ montaña). En
(cometer) un error garrafal (colocación), el sustantivo error preserva su significado. Por otro lado, garrafal se
predica casi exclusivamente de error (o falta) y tiene valor enfático (es un elativo). El reconocimiento de algunos
compuestos sintagmáticos es más fácil cuando disponen como correlato de un compuesto propio o gráfico:
campo santo / camposanto, malva rosa / malva rosa, bajo relieve / bajorrelieve.

13
acusada / abismal, abultada / holgada ventaja, disciplina férrea, calor asfixiante / sofocante /
insoportable, cita textual / literal, batalla campal, lucha intestina / encarnizada, crimen
horrendo / horrible / terrible / execrable, hambre canina / terrible / atroz / estudiantina,
belleza despampanante, cuestión capital, momento crucial, memoria prodigiosa, choque
frontal, miedo atroz / feroz / cerval / terrible, huella indeleble, ganas locas, deseo ardiente /
ferviente / inconfesable, choque frontal, conducta intachable / impecable, sueño reparador,
crítica acerba, condiciones leoninas, fe ciega / inquebrantable, estrecha relación, pingües
ganancias, necesidad perentoria / acuciante, sol abrasador, fumador empedernido, enemigo
acérrimo, mentira piadosa, mentiroso compulsivo, crítica acerba, escritura endiablada,
fuerza colosal / descomunal / titánica / hercúlea, frío glacial / polar / siberiano, despilfarro
faraónico, escena dantesca, decisión salomónica, austeridad espartana, resistencia
numantina, duda cartesiana, banquete pantagruélico, lujo asiático, final apocalíptico, giro
copernicano, amor platónico, etc. (como se puede advertir, el adjetivo, necesariamente
calificativo, tiene, muchas veces, valor elativo o enfático);
d) nombre + de + nombre: piara de cerdos, jauría de perros, bandada de pájaros, enjambre
de abejas, recua de asnos, piña de plátanos, racimo de uvas, ristra de ajos, fajo de billetes,
ramo de flores, etc. (el primer sustantivo denota 'conjunto'); diente de ajo, terrón de azúcar,
rebanada de pan, gajo de naranja, loncha de jamón, mota de polvo, brizna de aire, tarrina de
mantequilla, tableta / onza de chocolate, etc. (el primer sustantivo denota 'unidad');
e) adjetivo + adverbio: opuesto diametralmente, cerrado herméticamente, herido
mortalmente, clínicamente muerto, perdidamente enamorado, locamente enamorado,
rematadamente loco, etc.;

Como puede apreciarse, a veces se producen correlaciones, lo que demuestra la


naturaleza léxica (semántica) de la relación: cierre hermético / cerrado herméticamente,
lluvia torrencial / llover torrencialmente, cita textual / citar textualmente, etc.
En vez de un lexema, es a veces una locución (el colocativo) la que participa en la
formación de la colocación: llover a cántaros, conocer al dedillo, repetir de carrerilla, hablar
en cristiano, llorar a moco tendido, trabajar a destajo, cortar de raíz, etc. Los elementos
subrayados son locuciones adverbiales que se vinculan semánticamente con los verbos que
modifican. También algunas locuciones adjetivales se combinan solidariamente con
determinados nombres: memoria de elefante, teniente de cuchara, sol de justicia…; e,
igualmente, algunas locuciones adverbiales, con ciertos adjetivos: loco de atar 20, tonto del
haba. Tales combinaciones han recibido el nombre de colocaciones complejas.

20 Para el DLE, es loc. adj.

14
También se crean cadenas de colocaciones (colocaciones encadenadas o
concatenadas); el sustantivo constituye el elemento común: tomar medidas drásticas (<
tomar medidas + medidas drásticas), declararse un aparatoso incendio (< declararse un
incendio + aparatoso incendio), cometer un flagrante delito (< cometer un delito + flagrante
delito), incurrir o cometer un error garrafal (< incurrir o cometer un error + error garrafal),
tributar / rendir un encendido homenaje (< tributar / rendir un homenaje + encendido
homenaje), perpetrar un crimen execrable (< perpetrar un crimen + crimen execrable),
tributar un caluroso aplauso (< tributar un aplauso + caluroso aplauso), cosechar una sonora
victoria (< cosechar una victoria + sonora victoria), infligir un dolor acerbo (< infligir dolor +
dolor acerbo), guardar una estrecha relación (< guardar relación + estrecha relación), aducir
/ esgrimir un argumento sólido (< aducir / esgrimir un argumento + argumento sólido), aducir
/ aportar una prueba infalible / contundente / irrefutable (< aducir / aportar una prueba +
prueba infalible / contundente / irrefutable), etc.

1.6 El predicado complejo de verbo soporte o de apoyo


Algunos sintagmas verbales tienen por núcleo un verbo soporte, ligero o de apoyo
es decir, un verbo semánticamente vacío o de significado debilitado, por lo que es el nombre
o sintagma nominal -que desempeña normalmente la función de complemento directo- el
constituyente que aporta el significado. El verbo soporte y el complemento forman un
predicado complejo.
Los verbos soporte más representativos son hacer (hacer vivac, hacer alusión, hacer
ilusión, hacer mención, hacer una purga, hacer burla, hacer un favor, hacer un viaje / una
excursión), dar (dar las gracias, dar un susto, dar una vuelta, dar asco, dar pena / lástima,
dar miedo), tener (tener acceso, tener aprensión, tener sueño, tener pena, tener miedo),
tomar (tomar un baño, tomar manía, tomar impulso, tomar precauciones, tomar las medidas
a algo, tomar el fresco), coger (coger cariño, coger asco, coger manía, coger carrerilla, coger
fuerzas, coger frío). Se incluyen también construcciones como poner de manifiesto o poner
en funcionamiento (con poner), o tener en consideración (con tener), donde el complemento
tiene otra estructura y desempeña otra función.
Muchos predicados complejos admiten la paráfrasis léxica, aunque no siempre son
sinónimos a cabalidad: hacer vivac > vivaquear, hacer mención > mencionar, dar las gracias
> agradecer, tomar un baño > bañarse, coger cariño > encariñarse, poner de manifiesto >
manifestar.
Los predicados complejos se han tratado a veces como clases especiales de
colocaciones léxicas, y se han incluido dentro de la fraseología o en la interfaz sintaxis-
léxico. Sin embargo, son, a todas luces, productos sintácticos, aunque exista una cierta

15
solidaridad o restricción gramatical entre el verbo y el nombre y representen combinaciones
frecuentes (comp. hacer un viaje, pero *hacer una vuelta; dar un paseo, pero *dar una viaje).

16

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