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Clase 5

EL MENSAJE CRISTIANO

Profesor D. Fernando Martín


Tema 1. Los cuatro evangelios, testimonio sobre la vida y doctrina de Jesús
Tema 2. La vida de Jesús de Nazaret
Tema 3. El mensaje del Hijo de Dios

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Tema 4. La muerte y la resurrección del Hijo del hombre
Tema 5. El misterio de Jesucristo, Dios y hombre
Tema 6. La Iglesia de Jesucristo
Tema 7. El misterio de Dios Trinidad
Tema 8. Las realidades últimas.

PROGRAMA DE LA ASIGNATURA 2
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4. LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN DEL HIJO 3
DEL HOMBRE
• Introducción
• 4.1. Ocho profecías sobre su muerte
• 4.2. La entrega redentora del Hijo

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• 4.3. La muerte en cruz
• 4.4. El sentido cristiano de la cruz
• 4.5. La resurrección de Jesucristo
• 4.6. Algunos testimonios escritos
• 4.7. Sentado a la derecha del Padre
• 4.8. Consecuencias de la resurrección
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Introducción
• El segundo artículo del Credo de los Apóstoles dice: “Creo
Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por
obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto
y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de

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entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha
de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a
vivos y muertos”.

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4.1. Ocho profecías sobre su
muerte
Al menos, en cinco ocasiones, el mismo Jesús anunció su pasión y el
sentido de su muerte:
• En el Jordán, Jesús se situó en la fila de los pecadores que se
acercaban a Juan para recibir un bautismo de penitencia. Se hizo
solidario con los pecadores y asumió la carne frágil del hombre (Jn

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1,14) para liberar al género humano del pecado que lo esclavizaba.
• En el camino hacia Jerusalén, Jesús recibe una petición de
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo: “Maestro, queremos que
nos concedas lo que vamos a pedirte [...] Concédenos que nos
sentemos junto a ti, en tu gloria, el uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda” (Mc 10,35b.37). Poco antes, les había anunciado, hasta
tres veces, que “el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, que
había de ser rechazado [...], que luego lo matarían, pero que al 6
tercer día resucitaría” (Mc 8,31;9,31;10,33-34).
• Pedro tuvo también ocasión de escuchar el reproche de Jesús
después del primero de estos tres anuncios que Marcos recoge
entre los capítulos 8 al 10. Se trata de la confesión de fe de
Cesarea de Filipo, camino de Jerusalén. Allí Pedro había
reconocido, en público, que Jesús era el Mesías. Pero convenía

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explicar en qué sentido había que entender esta expresión y por
eso Jesús les anunció que ese Mesías no era el jefe político de
Israel sino un Cristo sufriente que venía a entregar su vida por
los pecadores (Mc 8,31; Mt 16,21; Lc 9,22).

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• Los maestros de la Ley y los fariseos pidieron una señal a
Jesús. Querían ver algún milagro, como si fuera un espectáculo
(Mt 12,38-42; Mc 8,11-12; Lc 11,29-32). En esta
circunstancia, les reprochó su actitud y, a la vez, nos ofreció
una nueva oportunidad para conocer la hora y el sentido de su

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entrega: “¡Gente mala e infiel! Pedís una señal milagrosa, pero
no tendréis más señal que la del profeta Jonás” (Mt 12,39).
Luego, por si quedaba alguna duda, explicó el sentido de la
señal de Jonás: “Porque así como Jonás estuvo tres días y tres
noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del
hombre estará tres días y tres noches en lo profundo de la
tierra” (Mt 12,40).
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• En la cruz, viendo cómo había muerto, un soldado exclamó:
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,40).
Antes lo habían insultado: ¡Que baje ahora mismo de la cruz
ese mesías, ese rey de Israel!” (Mc 15,32a). La realeza de
Jesús era de otro estilo y así lo manifestó ante Pilatos, como la

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última de las grandes afirmaciones sobre su muerte: “¿Eres tú
el rey de los judíos? Jesús le contestó: Tú lo dices” (Mc 15,2).
Luego añadió: “Mi reino no es de este mundo [...] Soy rey,
como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la
verdad” (Jn 18,36a.37b). La interpretación de su muerte, lejos
de una reivindicación temporal, fue, sobre todo, la salvación
eterna del hombre.
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A estas ocasiones, explícitas, con cierta solemnidad, se podrían añadir
otras tres expresiones y actitudes de Jesús, más veladas, pero también
elocuentes, que manifiestan la conciencia clara de la hora de la entrega y
del sentido de la cruz.
• “Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí

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[...] y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10,14.15b).
• En un momento del camino hacia Jerusalén, Jesús se dirige a sus
discípulos: “Tengo que pasar la prueba de un bautismo y me embarga
la ansiedad hasta que se haya cumplido” (Lc 12,50), que parece indicar
la hora de la muerte, señalada como un bautismo.
• En la última cena, que refleja la hora de la entrega y el sentido de la
muerte redentora. La recogen los tres evangelios sinópticos y san Pablo
en 1Cor 11,23-25 cuando Jesús dice: “Esto es mi cuerpo, entregado en
favor vuestro [...]. Esta copa es la nueva alianza, confirmada con mi 10
sangre, que va a ser derramada en favor vuestro” (Lc 22,19b.20b).
4.2. La entrega redentora del
Hijo
• “Tanto amó Dios al mundo que no dudó en entregarle a su
Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo para dictar
sentencia de condenación contra el mundo, sino para que, por
medio de él, se salve el mundo” (Jn 3,16-17).

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En este sentido, podemos redactar, al menos, cinco afirmaciones que
resumen el sentido de la muerte de Jesús, inserta en el plan de salvación de
Dios para los hombres.
• Jesús se entregó a la muerte como respuesta al proyecto de Dios. Él
sabe que ha sido enviado por el Padre para la salvación de los hombres,

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y lo acepta.
• Jesús se ofreció como sacrificio expiatorio para redimir al hombre del
pecado. En el sacrificio, la ofrenda muere para dar vida.
• Este sacrificio eleva al hombre a la vida sobrenatural, a la salvación.
• La gracia de la salvación se ofrece a cada hombre, a todos los hombres.
Jesús murió por todos los hombres, incluso por aquellos que no son
conscientes de ello. Cada hombre ha sido redimido por Cristo.
• La participación de la salvación exige la libertad del hombre, y la
reclama. Dios ha creado al hombre para la libertad y, en la decisión más 12
importante de su vida, quiere contar con él.
4.3. La muerte en cruz
Vamos a seguir, en ocho etapas, el itinerario de Jesús desde el Huerto de los
Olivos hasta un nuevo huerto, en la falda del Calvario, donde fue sepultado
después de su crucifixión.
• El arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos (Mt 26,47-56; Mc12,43-50;
Lc 22,47-53; Jn 18,1-12). La escena se sitúa al otro lado del torrente
Cedrón, frente a la ciudad. Era el lugar de las prensas de aceite, Getsemaní,

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donde solían pasar la noche cuando se quedaban a dormir en Jerusalén.
• Jesús ante el Consejo Supremo. En realidad, esta parte es algo compleja,
incluso confusa. Juan habla de varios interrogatorios, de noche.
• La sentencia del Sanedrín. La legislación romana impedía al Consejo
Supremo de Israel dictar sentencias de muerte. Pero su decisión fue clara:
“Todos juzgaron que merecía la muerte” (Mc 14,64b). Las acusaciones son
graves. La causa principal es su crítica al templo, las profecías sobre su
destrucción y la blasfemia de su pretensión de ser el Mesías, el Hijo de
Dios (Mc 14,61-63). 13
• Jesús ante Pilato (Mc 15,1-5; Mt 27,1-2; Lc 23,1-5; Jn 18,28-
33). El diálogo parece profundo. Aquí se presentaron los jefes
de los judíos con una nueva acusación: la sedición, el peligro
para el orden público, la conspiración contra el César, la
pretensión de ser el rey de los judíos. En este nuevo juicio, la

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condena a muerte fue definitiva, en coherencia con la gravedad
de las acusaciones. La cruz estaba reservada para los casos más
graves.
• Jesús ante Herodes. Esta breve escena, que solo recoge san
Lucas (23,8-12), narra una efímera conversación de Jesús con
el rey Herodes Antipas.

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• La crucifixión de Jesús (Mt 27,32-44; Mc 15,21-31; Lc 23,26-43; Jn
19, 17-27) fue la condena definitiva, según el derecho penal romano.
La representación de la escena es también compleja. Hay un tiempo
largo, unas tres horas, que confirma la crueldad de la pena. La
ostentación del reo, desnudo, a la puerta de la ciudad, en el camino,

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añadía la ignominia al dolor físico. En algunos casos, para acelerar la
muerte y reducir el dolor, a los reos se les aplicaba una especie de
gesto de misericordia, sin duda trágico, que consistía en romperles
las piernas para que no pudieran recuperar el aliento y morir antes
(Jn 19,31).
• La madre de Jesús y el discípulo amado. San Juan (19,25-27) añadió
una escena que protagonizó el mismo evangelista. Jesús, al ver a su
madre y, junto a ella, al discípulo a quien tanto quería, dijo a su
madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí 15
tienes a tu madre”.
• La sepultura de Jesús. La última escena, que recogen todos los
evangelistas (Mt 27,57-61; Mc 15,42-47; Lc 23, 50-56; Jn
19,38-42) vuelve a situar a Jesús, ya difunto, en un huerto a las
afueras de la ciudad. Según las leyes romanas, si nadie
reclamaba el cuerpo del reo, podía quedar tendido sobre la cruz

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o, ya desclavado, depositado, insepulto, sobre la falda del
monte. José de Arimatea reclamó el cuerpo a Pilato y, con
Nicodemo, lo ungieron con mirra y áloe, y lo envolvieron en
una sábana que habían comprado. A continuación, lo
enterraron en un sepulcro nuevo.

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4.5. La resurrección de Jesucristo
• La resurrección es un acontecimiento teológico, que afecta a
Cristo, a su naturaleza divina; y un hecho humano, que afecta a
su humanidad, que la rehabilita, la reconstruye en su cuerpo,
ahora glorificado, y en su alma. Además, aunque sitúa al
propio Cristo en una nueva relación con el tiempo y con el

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espacio, también es un acontecimiento histórico, que puede
constatarse, al menos, por dos circunstancias fundamentales:
El sepulcro vacío y las apariciones del resucitado. A estas dos
afirmaciones, cabría añadir una tercera: Que Jesús murió
realmente en la cruz.

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• En definitiva, Jesús murió en la cruz y fue sepultado; pero
Dios lo resucitó al tercer día y lo hizo ver a unos cuantos
testigos que ya había designado (Hch 10,40-41), en particular
aquellos que habían vivido con él desde el bautismo de Juan
(Hch 1,22-24). Se trataba de comprobar que el resucitado era el

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mismo que el crucificado y poder así dar testimonio, a todos
los hombres, de la victoria de Cristo sobre el pecado y la
muerte.

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4.7. Sentado a la derecha del
Padre
• En los últimos versículos del texto evangélico, san Lucas explica
cómo Jesús, después de prometerles el Espíritu Santo, llevó a los
discípulos “fuera de la ciudad, hasta las cercanías de Betania. Allí,
levantando las manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se
separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarlo,

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regresaron a Jerusalén, llenos de alegría” (Lc 24,49-52).
• El libro de los Hechos de los Apóstoles añade algunos datos con
cierta relevancia, como la presencia de los ángeles quienes,
después de contemplar la ascensión de Jesús, preguntaron a los
discípulos: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados, mirando al cielo?
Estad seguros de que el mismo Jesús, que ha sido arrebatado de
junto a vosotros para subir al cielo, igual que lo habéis visto ir al
cielo, volverá” (Hch 1,6-11). 19
Estos dos relatos son las únicas descripciones visuales de la
ascensión de Jesús y la doble representación de:
• Un hecho histórico situado en el tiempo: A los cuarenta días de
la Pascua (Hch 1,3); y en un espacio: el monte de los Olivos
(Hch 1,12).

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• Un acontecimiento teológico: La exaltación de Cristo y el
envío del Espíritu Santo.
• Una promesa escatológica: La parusía, que, en su significado
para el mismo Cristo y para todo el género humano, incluso
para la creación entera, aparece descrita e interpretada en
numerosos parajes del Nuevo Testamento y de la Tradición
cristiana.
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