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INTRODUCCION
“El mensaje del Mesías habite entre vosotros en toda su riqueza: enseñaos y
aconsejaos unos a otros lo mejor que sepáis; con agradecimiento cantad a Dios de
corazón salmos, himnos y cánticos inspirados”. (Col 3, 16)
Conviene precisar las diferentes etapas para encuadrar después cada uno
de ellos. Etapas que, desde luego, un israelita nunca las situará en función de la
distancia que ha recorrido, o que todavía le separa del lugar de peregrinación; si
no que, basado en determinadas experiencias básicas de la historia de Israel que
constituyen su credo y su identidad religiosa, le impulsará a diseñar cada etapa
con el pincel de los sentimientos, expresados en asociación a dichas experiencias
de salvación, de intervención de Yahveh en la historia y a favor de su pueblo. De
este modo la peregrinación deja de ser un simple andar y acortar camino, sino que
queda “teologizada”, absorbida por la fe hasta el extremo de adquirir tintes
pascuales, en el sentido de que cada acontecimiento personal o colectivo es
interpretado como encuentro o experiencia actualizada de Dios, y ésta es siempre
salvífica.
“No os hagáis ilusiones con razones falsas, repitiendo: el templo del Señor, el
templo del Señor, el templo del Señor.” (Jr 7,4)
“Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen,
pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera subir, sea servidor
vuestro, y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos; porque el Hijo del
Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate
por todos.” (Mc 10, 43-45)
“Cuando veáis a Jerusalén sitiada por los ejércitos sabed que está cerca su
devastación”. (Lc 21,20)
“Al salir Jesús del templo, uno de los discípulos le dijo: Maestro, ¡mira qué
piedras y qué construcciones! A lo que repuso: ¿ves estos magníficos edificios?
Los derribarán hasta que no quede piedra sobre piedra. (Mc 13, 1 ss.)
El Ps. 119 anuncia la preparación de una peregrinación y, con ello, la respuesta
positiva de Yahveh a un deseo y a una petición.
El Ps. 120 describe la despedida que la comunidad local dispensa al peregrino,
deseándole toda suerte de buenos augurios.
El Ps. 121, el más parecido a los salmos de peregrinación, describe la llegada a las
puertas de Jerusalén, la catequesis consiguiente, y la invitación a la oración.
El Ps. 122 y 123 son oraciones que complementan y desarrollan el salmo 121,
sobretodo los versículos 6 al 9.
El Ps.124 es el salmo en torno al cual gira la llegada y el comienzo del culto, con
un comentario apologético de Jerusalén, el templo, etc.
El Ps. 129 es una oración que acompaña al sacrificio de expiación por las
infidelidades a la alianza.
El Ps.131. Una vez purificado, el peregrino puede celebrar la “Fiesta de Sión”
cantando parabienes sobre el Arca de la Alianza.
El Ps. 132 refleja el banquete sagrado que siguió al sacrificio de expiación,
alabanza y acción de gracias; va transcurriendo el tiempo de estancia, - quizás ya
una semana -, y la convivencia se hace comunión, bendición y felicidad.
El Ps. 133 resume el adiós del peregrino a los sacerdotes que habitan en el
templo; se encomienda a ellos y recibe su bendición como respuesta, poniendo
punto final a la peregrinación. Dedicará todavía unos días a las actividades
comerciales antes de emprender el regreso a casa.
Todos estos salmos se caracterizan por la brevedad. El salmista toma una idea
simple y la desarrolla con cierta economía de medios; son piezas líricas que no
pretenden inculcar nada, sino penetrar con suavidad y apagarse dentro dejando
resonar sus sugerencias, formalmente acabados en su brevedad pero mentalmente
abiertos a anchos espacios. La mayor parte datan de una época postexílica
mientras que otros, siendo anteriores, han sido sometidos a una reelaboración
formando, en conjunto, una excelente muestra de la poesía lírica de los judíos
repatriados. Veámoslo por separado.
SALMO 119
SALMO 120
Expresa la confianza necesaria para llegar a la meta. Jerusalén está lejos
pero el camino ya ha sido recorrido en la imaginación; es viable porque, igual que
Yahveh estuvo con los antepasados en la travesía del desierto, lo va a estar ahora
con el peregrino en cuestión. Otear el horizonte es recibir la respuesta desde la
lejanía; el dueño de toda la tierra, que habita en el Templo, allana el camino con la
llamada misma, percibida como eco en el interior del salmista. (vv. 1 y 2)
“Acuérdate del camino que Yahveh tu Dios te hizo andar durante los cuarenta
años en el desierto, para probarte y conocer lo que había en tu corazón. No se
gastó el vestido que llevabas ni se hincharon tus pies a lo largo de esos cuarenta
años”. (Dt 8, 2.4)
SALMO 121
S. Pablo, reordenando las piezas del “puzzle”, concluirá que no hay otro
templo que el hombre mismo:
“¿Es que son compatibles el templo de Dios y los ídolos?; porque nosotros somos
el templo de Dios vivo”. (2 Cor 6, 16)
A través de un salto cualitativo en función de la Pascua de Jesús, el
Apocalipsis recuperará el nombre y destino de la vieja ciudad para designar la
nueva y definitiva, la Jerusalén celeste.
SALMO 122
“A la entrada del templo del Señor, entre el atrio y el altar, había unos veinticinco
hombres de espaldas al mismo, y mirando hacia el oriente: estaban adorando al
sol”. (Ez 8, 16)
El salmo está recorrido por dos actitudes antagónicas: desprecio y piedad.
Una humillación sistemática puede doler más que una herida física, puede
degradar. Ante el aprieto, el salmista supera el orgullo y desprecio de sus
deportadores para remontarse a Aquél que devuelve su auténtica dimensión a los
mortales. Dios no humilla sino los hombres, incluso utilizando su nombre:
“Quien desprecia al prójimo peca. Quien se burla del pobre afrenta a su Hacedor”.
(Prov 14, 21 ss.)
“El rico ofende y encima se ufana, el pobre es ofendido y encima pide perdón”.
(Eclo 13, 3)
Desde la amplitud que otorga una lectura cristiana, tanto el salmo como los
evangelios enfrentan dos tipos humanos antagónicos; el autosuficiente y poderoso,
que se justifica a sí mismo, y el dependiente y humilde, que recibe la justificación
como un don especial, realmente valorado. El salmo utiliza como comparación al
esclavo frente al amo, y el evangelio al publicano frente al fariseo (Cf. Lc 18,9-
14), de donde se deduce que nunca podrá ser cristiana una espiritualidad de
esclavitud.
“No habéis recibido un espíritu de esclavitud, que os haga retornar al temor, sino
que habéis recibido un espíritu de filiación divina, que os permite clamar: ¡Abba,
Padre!” (Rm 8, 15)
SALMO 123
“Moisés extendió la mano sobre el mar, y Yahveh hizo que se retirara, merced a
un fuerte viento seco que sopló toda la noche. Los israelitas entraron por el mar a
pie enjuto, y los egipcios los siguieron pero, a un nuevo gesto de Moisés, Yahveh
hizo que las aguas recuperaran su forma quedando los egipcios apresados; no
alcanzó a un solo israelita”. (Cf. Ex 14,21 ss.)
“Aquél día libró Yahveh a los israelitas de los egipcios. Vieron su gloria, temieron
y se fiaron del Señor y de su siervo Moisés”. (Ex 14, 31)
“Tres naufragios, con una noche y un día en el agua; cuántos viajes a pie, con
peligros de ríos, con peligros de bandoleros, peligros entre mi gente, peligros entre
paganos, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar,
peligros de falsos hermanos”. (2 Cor 11, 26)
SALMO 124
En realidad Sión es una pequeña colina rodeada de otras colinas que, en
cierto modo, hacen de muro de protección frente a las invasiones; no obstante era
insuficiente, de ahí el amurallamiento posterior de la ciudad. Su idealización hizo
de este monte un punto de referencia clave en la fe israelita:
La referencia a este símbolo reafirma el triunfo moral del bien sobre el
mal, que justifica los versículos 3 al 5 basados en las condiciones de la alianza del
Sinaí, en pleno desierto; monte con el que comienza una historia que desembocará
en otro monte, Sión.
SALMO 125
“Se verá la gloria de Yahveh, el esplendor de nuestro Dios”. (Is 35, 2c)
Tal es el cambio que parece un sueño. Incluso invita a hacer una pequeña
reflexión, ¿Por qué se suele imponer la visión pesimista de la vida según la cual
las desgracias son normales y la dicha un sueño? Probablemente por cautela; ya
que da miedo entregarse al gozo por si no es cierto o no es duradero, relegándolo
entonces al mundo de los sueños o al mundo futuro; pero esto no es Revelación,
es represión. El salmo confiesa entre líneas que los soñadores tenían razón;
mirando por encima del desgarro del destierro, cantado de forma sangrante en el
salmo 136; sabían que siempre hay lugar a la esperanza. La imagen de Dios como
destructor a causa de un castigo merecido pende demasiado en las conciencias,
pero no se ajusta exactamente a los hechos, y a la voluntad de salvación universal;
es más, puede tratarse de una imagen manipulada y con grandes elementos de
paganismo.
SALMO 126
“Dios salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá”. (Ps 68, 36)
“Se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas;
pero él seguía durmiendo. Los discípulos le despertaron alarmados y
gritando: ¡Auxilio, Señor, que nos hundimos! Les dijo: ¡Qué poca fe!” (Mt 8,
23 ss.)
SALMO 127
“El Señor bendijo a Job al final de la vida más aún que al principio. Tuvo
siete hijos y tres hijas; no hubo en todo el país mujeres más bellas que las
hijas de Job”. (Job 41, 12 ss.)
“Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale más que las perlas. Su
marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias todos los días
de su vida. Sus hijos se levantan para felicitarla, su marido proclama su
alabanza”. (Cf. Prov. 31, 10 ss.)
“Dichosos los que en adelante mueran como cristianos. Sí, dice el Espíritu,
podrán descansar de sus trabajos porque sus obras los acompañan. (Ap
14,13)
SALMO 128
SALMO 129
“¿No eres Tú quien secó las aguas del Gran Océano e hizo un camino por el
fondo del mar para que pasaran los redimidos?” (Is 51, 10)
“Mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas; mis
llagas están podridas y supuran a causa de mi insensatez. Mis amigos y
compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a distancia”. (Ps 37, 5
ss.)
Pero la fe en Yahveh, el Dios de los padres que los sacó de Egipto y abrió
para ellos el mar Rojo, - el corazón del abismo -, es más firme que la enfermedad.
Con ella el salmo se desliza hacia la segunda parte, un cántico a la esperanza. El
perdón de los pecados traerá consigo la salud; y el poder de Yahveh, - la
Misericordia -, terminará imponiéndose sobre el abismo. La salida de la
enfermedad se tornará en una experiencia más de salvación, de redención y
liberación interior. Como se aprecia, el concepto de salud es integral y originado
por el perdón como respuesta de Yahveh a la fe y esperanza del salmista, las
cuales han jugado un papel decisivo.
Pecado y enfermedad atraviesan el A.T. íntimamente unidos; sólo en el
libro de Job se cuestiona tal relación como causa y efecto. Jesús se ciñe tanto a la
versión tradicional como la supera, conforme a la situación; procediendo con el
mismo poder de Yahveh, el que liberó a los Israelitas de Egipto.
“Le fueron a contar que Pilato había mezclado la sangre de unos galileos con
la de las víctimas que ofrecían. Jesús les contestó: ¿Pensáis que esos galileos
eran más pecadores que los demás por haber acabado así? Os digo que no; y
si no cambiáis, todos pereceréis también. Y los dieciocho que murieron
aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que el resto
de habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no cambiáis, también
pereceréis”. (Lc 13, 1 ss.)
SALMO 130
“Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán. Como
un niño a quien su madre consuela, así o os consolaré yo. (Is 66, 12 s.)
“Jesús, con el júbilo del E.S., exclamo: Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y
tierra, porque has dejado escondidas estas cosas a sabios y entendidos, y se
las revelas a la gente sencilla; así te ha parecido mejor. (Lc 10, 21)
“Se les metió en la cabeza a los discípulos que cual de ellos sería el más
grande. Jesús, adivinando sus pensamientos, se acercó a un niño, lo tomó de
la mano y, volviéndose, les dijo: el que acoge a un chiquillo como éste en mi
nombre, me acoge a mí; y quien me acoge a mí, acoge al que me ha enviado.
Así que el más pequeño entre vosotros, es el más grande. (Lc 9, 46 ss.)
SALMO 131
El trucaje de fines por medios no es una novedad. Una institución corre el
peligro de mutarse a sí misma y ofrecerse solapadamente como fin; pero al perder
su funcionalidad, está decretando su propia desaparición si no corrige
adecuadamente su mayor defecto, el de atribuirse a sí misma el protagonismo que
no le corresponde. Toda mediación no tiene otra misión que facilitar el acceso a
Lo Mediado.
“Un propietario plantó una viña, la cavó, la cuidó, construyó la casa del
guarda, la arrendó a unos labradores y se fue. Llegada la vendimia envió sus
criados a los labradores para percibir el fruto y la renta. Pero los labradores
apalearon a uno y apedrearon a otro; envió más criados y volvieron a hacer
lo mismo. Pensando que respetarían a su hijo también lo envió; pero ellos
decidieron que era la oportunidad de matarlo y quedarse con la herencia y,
agarrándolo, lo empujaron fuera y lo mataron”. (Cf. Tm 21, 33-43)
SALMO 132
Otro salmo que, en su concisión, es más lo que sugiere que lo que
manifiesta. Sólo resulta comunicable a través del lenguaje lo que, en realidad, es
una experiencia profunda; podría compararse con el relato de Lucas de la
Anunciación y la posterior visita de María a su prima Isabel.
El salmo no es otra cosa que una exclamación prolongada suscitada por la
nueva y sorprendente vivencia como colofón a un largo, y seguramente azaroso,
viaje; por el banquete de clausura de la peregrinación donde el encuentro, la
amistad, la comunicación, la hospitalidad, el intercambio mutuo y la fraternidad
no sólo hacen olvidar todos los avatares, sino aspirar un aroma nunca apreciado
hasta éste momento; por lo que probablemente una traducción más exacta sería:
“Seré como rocío para Israel, que florecerá como el lirio y hundirá sus raíces
como el Líbano”. (Os 14, 6)
SALMO 133
Es el salmo más breve de entre los graduales y, después del 116, el más
breve del salterio. Se trata de una acción de gracias compiladora y una delegación
a los que permanecen en el templo turnándose día y noche. El peregrino no podrá
hacerlo, pues ha de regresar, pero la experiencia ha sido única; volverá pletórico
de unción, primero por la llegada, luego por la acogida, después por la
convivencia y, al fin, por la despedida; todo el conjunto como aporte de nuevas
sensaciones que le hacen respirar a Yahveh La bendición postrera de los
sacerdotes es la garantía de que han acogido todos sus deseos y serán ellos los
labios y las manos del peregrino en el templo, mientras él permanecerá
corporalmente ausente, aunque espiritualmente presente; el vivo recuerdo a lo
largo del tiempo servirá de testigo.
El colofón de todas las bendiciones será la del mismo Yahveh, que dará
siempre la última y más generosa bendición, el Reino, y tendrá la última palabra:
Jesús de Nazaret, - meta de toda peregrinación -, pasando sin ostentación en
medio de los hombres