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¿Cómo debería resolver una controversia la Suprema Corte de Justicia sobre

Matrimonio Infantil?

De acuerdo a la interpretación de los conceptos jurídicos que realiza la Comisión de


Derechos Humanos del Estado de Aguascalientes en la demanda de inconstitucionalidad,
hay reflejo de una postura basada aún en la visión arcaica del enfoque tutelar, así como
una protuberante lejanía del conocimiento de la brecha de género que acentúa sus
efectos nocivos en las y los menores de 18 años.

Afortunadamente, con el surgimiento de los nuevos paradigmas tales como el Enfoque de


Derechos y la Igualdad de Género, las autoridades y demás figuras garantes de derechos,
se ven obligadas a actuar bajo esos preceptos, tal es el caso de la exposición que hace la
organización Save the Children en el Amicus Curiae, cuya conducción se basa en la
normatividad nacional como internacional de protección de niñez y adolescencia.

Es necesario hacer hincapié en que casarse con una niña, un niño o una persona
adolescente no debe normalizarse, y tampoco debe dejarse de lado la posibilidad de la
analogía con otras violencias tales como el abuso sexual, la trata de personas. Los usos y
costumbres de una entidad federativa no tienen que rebasar el peso de las leyes.

Por lo tanto, el Matrimonio Infantil debe englobarse como un fenómeno social producto de
la violencia de género, la violación de los derechos humanos y la perpetuación de las
ideologías adultocéntricas, que sin duda deben confrontarse con las problemáticas de la
actualidad para lograr la eliminación de su justificación y finalmente erradicar esta práctica
que deja en mayor estado de vulnerabilidad a las niñas y las adolescentes.

Bajo los supuestos anteriores, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, debería resolver
la controversia basándose de manera crucial en el Interés Superior del Niño, fundamento
rector de la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes para garantizar una
vida digna, sin desigualdad y sin discriminación.

Al asegurar la actuación de las y los garantes de derechos con base en los mandatos de
ley en torno a personas menores de 18 años, con firmeza en los principios de titularidad
de derechos, la integralidad, la diversidad e inclusión social, el desarrollo humano, el
interés superior del niño y la autonomía progresiva, se torna tangible el avance en la lucha
contra la desigualdad, la discriminación e incluso la erradicación de la pobreza.
Conclusiones 

Remitirse al concepto del Matrimonio Infantil, dirige inmediatamente a establecer como


sinónimo más próximo la violación de los derechos de la niñez y adolescencia.

Un individuo que se encuentra en la etapa de la niñez o la adolescencia está sometido a


la evolución de su conformación como ser humano, no sólo en las cuestiones físicas, ya
que su desenvolvimiento es holístico. A nivel biológico, psicológico y por supuesto a nivel
social se presentan modificaciones que paulatinamente, constituirán la madurez física y
psicológica del mismo y no así al limitar el alcance de los hitos del desarrollo.

Cuando una o un menor de edad no desempeña un adecuado desarrollo integral, es


decir, cuando se reprime la etapa de ser niño, niña o adolescente con sus características
fundamentales, tales como la vivencia del aprendizaje a través del juego y no a través de
las actividades laborales; la educación escolarizada como forma de obtención de
conocimiento y convivencia y/o socialización con las y los otros, o al sostener un
matrimonio, sólo por mencionar algunos ejemplos, es un hecho que su vida tampoco será
plena en un futuro.

En el escenario de las personas adultas, es un deber el dar pie a la existencia de


mecanismos y oportunidades para que la niñez y adolescencia participen y expresen
opiniones de lo que les afecta, de manera integral, sin coerciones y de forma activa.

Por ende, la usanza de la perspectiva de la autonomía progresiva, para propiciar el


ejercicio y garantía de los derechos de niñas, niños y adolescentes en situación de
matrimonio, es indispensable para la toma de decisiones libre como sujetos plenos de
derecho, de acuerdo a su nivel de desarrollo o estado de madurez, sin la influencia
arbitraria las personas adultas, pero sí con su orientación.

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