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Nombre: Winner Antonio Zeballos Torrejón.

30/04/2022
Taller de investigación.

Dos pies que salen del hielo como reflejo complejo en Cuando Sara Chura Despierte.

“Querido Minino, si me hicieras caso un momento en lugar de estar todo el tiempo


hablando, te explicaría lo que pienso a cerca de esa casa al otro lado del espejo… Fíjate,
en primer lugar, está ese cuarto que hay al otro lado del espejo, que se parece tanto a
nuestro propio salón solo que las cosas están al revés de como aquí (…)”
Alicia a través del Espejo, Lewis Carroll, p. 233.

“Espejo:
Del lat. specŭlum.
Tabla de cristal azogado por la parte posterior, y también de acero u otro material
bruñido, para que se reflejen en él los objetos que tenga delante.
(DLE).

1.

Pero, ¿qué cuenta Cuando Sara Chura despierte? (…) la obra persigue tender los
hilos de una urdimbre que entrame básicamente la víspera y parte del día de la
Entrada del Señor del Gran Poder en la ciudad de la Paz, el 13 de junio de 2003,
buscando mostrar la configuración de ese textil en movimiento, "como un espejo de
la memoria”. (Rodríguez, 2007: 305).
Así resume Rosario Rodríguez, en su ensayo escrito para la revista de Estudios Bolivianos
# 13, la novela de 2003 del escritor paceño Juan Pablo Piñeiro, Cuando Sara Chura
despierte.
En este estudio me enfocaré en relacionar el subcapítulo inicial del capítulo introductorio
de la novela (a partir de ahora 1.1.), “Las pieles de Cesar Amato” con el subcapítulo final
del último capítulo, “Las metamorfosis del cadáver que respira” (desde ahora 5.5.),
proponiendo la tesis de que ambos forman parte de dos “espacios – tiempos” que se
relacionan de manera especular compleja a través de una carga de hielo.

1
2.

En el capítulo1.1., al bajar César de la montaña se encuentra con un hielero: “Por el sendero


que descendía de la cordillera, pasaba un hombre con tres burros de carga”. (Piñeiro, 2003:
6), quien le dice: “Yo me voy a traer hielo cada día de allá arriba; mis burritos me ayudan.
En la ciudad lo vendo a los que hacen raspadillo (…) Para que no se me resbale lo meto en
paja brava” (Íbid.). Luego se describe a los susodichos burritos: “Los burros eran flacos,
tenían la piel como un pergamino que resaltaba las formas de sus afilados huesos. Su paso
era propio de un tiempo cansino, repetido hasta la lasitud, hasta la eterna cotidianeidad de
subir a la montaña cada año, cada semana, cada jornada”.

Posteriormente se relata que a César Amato también: “(…) le pareció, por un momento, que
de uno de los bultos que cargaban los animales se desprendía un par de pies. Otra vez estoy
viendo zonceras, pensó antes de descender la montaña” (7).

3.

El subcapítulo 5.5 es el único de toda la novela que inicia con la voz de un narrador en
primera persona, quien relata en tiempo pretérito su descenso de la montaña y que, al igual
que le sucedió a César en el primer capítulo, se encuentra con un hielero y sus tres burros:
“Más tarde, cuando descendí, me encontré con un hombre que había venido a recoger hielo
hasta arriba. Parecía ser un comunario de Collana y tenía tres burros de carga”. (207). Hasta
ahora esta escena es un reflejo casi exacto de la escena con que abre la novela. Pero, a partir
de este punto, suceden cosas que no habían sucedido en el primer descenso de la montaña:

Ayer, para subir la montaña, te hice una ofrenda. Llegué hasta la punta más alta del Tata
Illimani y desde ahí me puse a ver la comunidad. Por la forma de las nubes, por la dirección
del viento, por el color del cielo supe que algo se estaba transformando en el mundo y mi
corazón se encendió, pensando que tú podías regresar. Más tarde, cuando descendí, me
encontré con un hombre que había venido a recoger hielo hasta arriba. 1 Parecía ser un

1
A continuación, se ofrece la cita del texto con que inicia la novela, para que el lector pueda establecer un
contraste entre ambas voces narradoras: “El mundo es la casa embrujada que todos habitamos, pensó César
Amato en la cima de las serranías de Murillo. Había subido la montaña sin saber por qué, pero el trayecto lo

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comunario de Collana y tenía tres burros de carga. Compartimos un poco de coca y
tomamos un poco de alcohol, siempre a tu nombre y como una manera de recordarte.
Cuando bajamos por el sendero de tierra vimos un zorro curioso que nos miraba desde el
frente. El comunario estaba caminando y yo montaba uno de los burros tratando de no
estropear el hielo. (207–208). (la cursiva es mía).

En esta cita está la prueba de nuestra tesis: los pies colgantes de quien está montado en el
burro. Estos pies son la pista esencial que permiten vincular, como si de un espejo se
tratase, al César Amato de 1.1. quien mira, por un momento y de frente, un fragmento de su
reflejo ubicado, no solo en otro espacio, sino también en otro tiempo, contenidos ambos en
5.1; de esta manera, se pone en crisis la idea lógica que se tiene de un espejo; es decir, que
cuando alguien se mira en él, este lo refleja en su mismo espacio y tiempo. Un espejo
“normal” no reflejaría solo los pies (y además unos pies que quién sabe en qué otro espacio
y tiempo estarán). Sin embargo, aquí lo interesante es justamente que quien activa la
posibilidad de este reflejo no es un espejo sino el hielo.

4.

Que ambas escenas se desarrollan en el mismo espacio, podemos deducirlo del hecho de
que en ambas el personaje principal desciende por la montaña, y por los tres burros y el
hielero. Sin embargo, el hecho de que el narrador de 5.1 diga que está montado sobre un
burro (que carga, además, hielo), es una prueba de que aunque ambas escenas transcurren
en distintos tiempos, se entrecruzan por un momento: los pies que ve César Amato en 1.1,
bien podrían ser los pies del narrador en primera persona de 5.5.

Por tanto, el hielo ha activado un complejo reflejo. Quizá parezca muy forzada está
conclusión. Pero no lo es cuando se comprueba por medio de una cita del texto la carga
simbólica que tiene sobre sí el hielo. Por ejemplo, la voz narradora de 1.1 cuenta que:

(…) el hielo tenía para él [para César] un significado especial que se revelaba cada
vez que evocaba una imagen de su infancia, cuando se vio reflejado de súbito en las
dejó maravillado: caballos salvajes de larga cola, extensos bofedales y luego la cordillera tatuada en la luz fría
del Altiplano. Sentado sobre una roca ahora podía ver las cosas con mayor claridad (…) Por el sendero que
descendía de la cordillera, pasaba un hombre con tres burros de carga. Vestía pantalón de tocuyo, chaleco de
oveja, sandalias de caucho y un lluchu de símbolos kallawayas como los que se tejen en Charazani y Curva”.

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lagunas glaciales de Sorata, su pueblo natal. Como Narciso, no se identificó con el
reflejo. Presentía que esa forma difusa tenía vida, una vida distinta a la suya. Era él,
disfrazado en el hielo, el que imitaba sus movimientos y gestos; era César, con la
piel mudada, el que se convertía en otro (…) Mudar de piel significaba, en su propia
mitología, ser otro por completo. (p.8).

No es algo gratuito lo que aquí se dice. Si se piensa en el reflejo que está al otro lado del
espejo como un “otro”, se entiende mejor cuando en la mitología propia de César se plantea
que “mudar de piel” tiene el significado de “ser otro por completo”. No es, por tanto, en su
caso, reconocer a un “otro” al otro lado del espejo, sino “ser ese otro”, también. En esto se
diferencia del Narciso de Las Metamorfosis de Ovidio, que quiere poseer a ese su reflejo,
puesto que lo ve como a un “otro”, por eso le dice: “¡Quienquiera que seas, sal aquí! ¿Por
qué, joven sin igual, me engañas y a dónde te vas al ser buscado?” (Ovidio, 2017: 298). En
cambio César no tiene esa ambición de posesión de su reflejo porque sabe que él es ese
“otro” que está ahí.

5.

Antes de continuar este ensayo, quizá sea bueno, para aclarar un poco más la cuestión de
este reflejo complejo, explicar someramente qué se está entendiendo por “ser”. Sin entrar a
definiciones filosóficas complejas, presentamos a continuación algunas definiciones de este
concepto, a partir del Diccionario de filosofía de bolsillo, de José Ferrater Mora:

La palabra ʽserʼ se usa en muy diferentes contextos. Desde muy pronto los filósofos
plantearon la cuestión de si hay que entender ʽserʼ en sentido de la cópula o en el llamado
«sentido existencial». Si ʽserʼ es entendido como cópula entonces requerirá la mención de
alguna propiedad, cualidad, relación, etc. En ʽx es blancoʼ, ʽesʼ expresa el hecho de que x
sea blanco (como algunos dirían, «la blancura de x»). No se puede entonces decir
simplemente ʽesʼ, porque, como se ha advertido a veces, cabe preguntar «¿qué es?», y
responder, por ejemplo, ʽblancoʼ-. Si ʽesʼ es entendido en sentido existencial, entonces se
entiende por ʽesʼ algo así como «existe»; ʽx esʼ quiere decir en este caso ʽx existeʼ. Pero
para decir que x existe no es menester decir que es; se puede decir, por lo pronto, que existe,
y se puede decir asimismo que «hay x», esto es, cuantificar x existencialmente (o

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particularmente). Si se parte del sentido existencial de ʽesʼ, entonces parece que cabe pasar
a un sentido existencial de ʽserʼ. Es justamente lo que ocurre cuando se habla de «el ser» (o
hasta de «el Ser»), significándose con ello lo que existe, el «siendo» o «ente». (p. 741).

En este sentido los puntos analizados en el texto de Piñeiro, parecieran contradecir la lógica del ser
que se mira al espejo en su entendimiento normal que sería: x se mira al espejo y al otro lado del
espejo está x, o sea nuestro reflejo; y pasa a ser más bien a ser algo así: César (x), se mira en los
bloques hielo - espejos y no solo ve a César (x) reflejado (es decir, no se ve a sí mismo) sino que ve
los pies de un Cadáver que respira (y), o de él mismo (x’), o de algún otro ser (¿z?). Así, lo que se
mira, x, es y o z, o x’, o sea, otro cuerpo que no es necesariamente el de él, pero que no por ʽser otroʼ
deja de ser igual a sí mismo. Para resumir, cabría decir que el ʽserʼ comprendido en su sentido
existencial, puede corresponderse con cualquier otro ser. Así:

Si entendemos por ʽserʼ algo así como «lo que realmente hay», «lo que verdaderamente
existe», etc., podremos afirmar que la llamada «pregunta por el ser» surgió en Grecia con
los presocráticos. Estos preguntaron por lo que luego se llamó «el ser de las cosas»,
entendiendo por ello la realidad última, que constituyen las cosas, y cualidades de las cosas, que
se presentan a los sentidos. (Ferrater, Diccionario de filosofía de bolsillo, p.744).

Si una posibilidad de ʽserʼ puede ser entendida como una realidad última que constituye
todas las cosas, esta podría ser una de las formas posibles para realizar el abordaje del ser,
en cuanto cuyo reflejo también es complejizado en la novela.

6.

Y es aquí donde cobran mayor importancia los ya señalados pies que mira César Amato al
inicio de la novela: “El hielero se perdía en la distancia y a César le pareció por un
momento, que de uno de los bultos que cargaban los animales se desprendían un par de
pies. Otra vez estoy viendo zonceras pensó antes de descender la montaña” (7). Pero, ¿por
qué vio esos pies y por qué dice “otra vez estoy viendo zonceras”? Pues porque justamente
esos pies son una visión que transgrede el curso de los acontecimientos normales de ese
momento. Esos pies son “él disfrazado en el hielo” en 5.1. Un reflejo de otro tiempo y
espacio activados por el hielo. Se puede argumentar contra esta idea de reflejo con el hecho
de que César no estaba frente al hielo “in situ” cuando vio esos pies, sino en la “distancia”

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y que entonces no tiene sentido la idea de reflejo puesto que cuando uno se refleja en un
espejo está frente a ese espejo. Pero el hielo no tiene por qué compartir el mismo modus
operandi de reflejar que el espejo. El hielo además es una especie de espejo móvil que no
carga tan solo el reflejo de quien se le ponga delante, sino que contiene también una
memoria de reflejos de todo lo que en él se ha mirado y se mira y a los que da vida de
repente. Produce ilusiones, hologramas, como los oasis en los desiertos.

7.

Por tanto, la presencia del hielo establece la relación especular entre las escenas del
descenso de la montaña de 1.1 y de 5.1. Dos espacios - tiempos de un espejo y del otro lado
de ese espejo: uno reflejo del otro, fundidos y sostenidos por esta carga de hielo que
proviene de la montaña y cuyo punto de intersección específico se da a través de los pies
que cuelgan de uno de los burritos transportadores del hielo – espejo.

6
Bibliografía.

Carroll, Lewis

2013 “Alicia en el país de las maravillas / A través del espejo y lo que Alicia encontró
allí”. (14ª ed.). Edición de Manuel Garrido y traducción de Ramón Buckley.
Madrid: Ediciones Cátedra.

Ferrater, José Mora.

2014 Diccionario de filosofía de bolsillo. Madrid: Alianza editorial.

Ovidio

2017 “Metamorfosis”. (17ª ed.). Edición y traducción de Consuelo Álvarez y Rosa Ma.
Iglesias. Madrid: Ediciones Cátedra.

Piñeiro, Juan Pablo.

2003 “Cuando Sara Chura despierte”. OFFAVIM.

Rodríguez Márquez, Rosario.

2007 “El espacio urbano andino, escenario de reversiones y reinversiones del orden
simbólico colonial", entretejido desde la literatura: -De Juan de la Rosa a las
múltiples pieles de Sara Chura”, en “Revista de Estudios Bolivianos #13”. La Paz:
IEB.

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