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LA BOCA
Boca que arrastra mi boca.
Boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.
No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.
PABLO NERUDA
SI TU ME OLVIDAS
ANA ROSSETTI
CHICO WRANGLER
CUARTO
Apoyar la frente enfebrecida en la nublada celosía del confesionario. Enumerar los inasibles recorridos de la serpiente.
Buscar un nombre para hacer cada crimen discernible. Dibujar las noches; las llagas de las paredes
encaladas en la oscuridad, brillando; los colibríes enzarzados, enredando sus lenguas de pistilo bajo los rígidos
almidones de mis tocas. Apoyar la frente. Abandonarse. Sentir cómo el anillo que atenaza mi corazón, se me resbala
por el pecho como un crisantemo decapitado.
Salamandra es deseo
bebiendo en los topacios de un estanque,
en cielos de Giotto,
en las bóvedas húmedas de translúcida yedra.
Morera y vid se agotan en tu mano.
Es deseo caballo enloquecido
de temor bajo un raudal de agua,
cascada donde estalla el arcoiris,
desbaratada trenza entre piedras cayendo.
Brazo tuyo defensa en mi cintura.
Y como la belleza -desmesura, naufragio
o voluble liana que se empina hasta el cedro
sofocándolo- el deseo penetra y es herida.
Cuerpo tuyo, cercado que mi pasión desborda,
todo escudo en dócil miel fundido
y es inútil tu intento: a un labio enamorado
ni el laurel más mortífero detendría.
Ya no podrás lograr que permanezca intacta,
angélica tesela en su alto dominio,
que mi emoción recorte cual ciprés
en un parque atildado,
que contemple el abismo desde los barandales
y al vértigo resista.
Crueldad subyugadora es el deseo.
Y me entrego a su lanza, y ho quiero rehuir
su mordedura.
Apártate de mí, no quiero que me guardes,
que en mi cuerpo refrenes lágrimas ni jardines,
y antes de que las quejas aviven mi desprecio,
los avisos mi cólera, caiga sobre tus labios
-incendio alertador, granada suplicante-
la delicada muerte de mi olvido.
DEMONIO, LENGUA DE PLATA...
«Truman Capote»
De "Devocionario" 1986
HUBO UN TIEMPO...
INVITATORIO
ISOLDA
LLÁMAME
NIGHTINGALE
DO
lor por estar contigo en cada cosa. Por no dejar de estar contigo en cada cosa.
Por estar irremediablemente contigo en mí.
RE
cordar que mis monedas no me permiten adquirir. Que
mi deseo no es tan poderoso como para taladrar blindajes,
ni mi atrevimiento tan hábil como para no hacer saltar la
alarma. Recordar que sólo debe mirar los escaparates.
MI
edo por no llegar a ser, por ni siquiera conseguir estar.
FA
cilmente lo hacen: clavan sus espinas invisibles, abren la
puerta del temor, hacen que renieguen de mí misma cuando
menos se espera. Y ni siquiera saber cuántos han sacado copia
de mis llaves.
SOL
o he logrado el punzón de la pica, la lágrima del diamante
o los caprichos del trébol. Quizá no existan los corazones.
Quizá es que sea imposible elegir.
LA
bios sellados, custodios del mejor guardado secreto, del recinto en donde las palabras reanudan sus batallas
silenciosas, sus pacientes y refinados ejercicios de rencor.
SI
crees que es paciencia, resignación, inmunidad o anestesia te
equivocas. Es que he procurado cortar todas las margaritas
para no tener que interrogarlas.
NUEVE
De "Dióscuros" 1982
OCHO
De "Dióscuros" 1982
PRIMERO
Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, tened misericordia de mí, pues
el enemigo ha conseguido entrar en la ciudadela; cautamente, ha derribado
hasta el último bastión, como cera ha fundido toda vigilancia y ha alcanzado mis ojos para asomar sus oriflamas desde
ellos. Mi mirada ha conducido sus anzuelos velo. Apoyar la frente enfebrecida es, sedal han sido, segura trayectoria de
su reclamo. Oh, Dios mío. Oh, Dios mío, tened misericordia de mí.
QUINTO
SÁLVAME
SEGUNDO
Si con Noviembre un penetrante nardo ahogara los temblores de mis sábanas. Si lágrimas de lluvia diluyeran sucesos
anteriores, y de mis ojos cayeran como hojas de otoño, desnudándolos. Si el tiempo desandase hasta cuando era
inocente todavía y quieto y transparente. Y si, además, pudiera apresurarse, desplegar el velo que mi mirada
contuviera, antes de que la suya alcanzara. Antes de que sus ojos sorprendieran en los míos el hechizo de Lucifer.
SEXTO
SIEMPRE NOCTURNO
TERCERO
En sus dedos la ostia lunar amanece, se alza desde el vaso sagrado, brilla
sobre el carmesí de la casulla. Y cómo ir, cómo prosternarme, cómo abrir la herida de mi boca a la luz si en mis
entrañas anidan los petreles y mis venas son astas de ciervo y mi cuerpo es batalla con sus brechas y minas. De la
lámina blanca que él me ofrece depende mi perdición, pero mi lengua, avanzando con rojos destellos, recibe de su
mano el sacrilegio y la muerte.
"Ah!, sí..."
Marie Dorval
WHERE IS MY MAN