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Poemas de Efrén Rebolledo

Ante el ara 0:30

Te brindas voluptuosa e impudente,


y se antoja tu cuerpo soberano
intacta nieve de crestón lejano,
nítida perla de sedoso oriente.

Ebúrneos brazos, nuca transparente,


aromático busto beso ufano,
y de tu breve y satinada mano
escurren las caricias lentamente.

Tu seno se hincha como láctea ola,


el albo armiño de mullida estola
no iguala de tus muslos la blancura,
mientras tu vientre al que mi labio inclino,
es un vergel de lóbrega espesura,
un edén en un páramo de lino.

Los besos 0:30

Dame tus manos puras; una gema


pondrá en cada falange transparente
mi labio tembloroso, y en tu frente
cincelará una fúlgida diadema.

Tus ojos soñadores, donde trema


la ilusión, besaré amorosamente,
y con tu boca rimará mi ardiente
boca un anacreóntico poema.

Y en tu cuello escondido entre las gasas


encenderé un collar, que con sus brasas
queme tus hombros tibios y morenos,

y cuando al desvestirse lo desates


caiga como una lluvia de granates
calcinando los lirios de tus senos.

Claro de Luna 0:30

Como un cisne espectral, la luna blanca


en el espacio transparente riela,
y en el follaje espeso, Filomela
melifluas notas de su buche arranca.

Brilla en el fondo oscuro de la banca


tu peinador de vaporosa tela,
y por las frondas de satín se cuela
o en los claros la nívea luz se estanca.

Después de recorrer el mármol frío


de tu pulida tez, toco una rosa
que se abre mojada de rocío;

todo enmudece, y al sentir el grato


calor de tus caricias, mi ardorosa
virilidad se enarca como un gato.

El vampiro 0:30

Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos


por tus cándidas formas como un río,
y esparzo en su raudal crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos.

En tanto que descojo los espesos


anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calosfrío
me recorre y penetra hasta los huesos.

Tus pupilas caóticas y hurañas


destellan cuando escuchan el suspiro
que sale desgarrando mis entrañas,

y mientras yo agonizo, tú, sedienta,


finges un negro y pertinaz vampiro
que de mi ardiente sangre se sustenta.

El beso de Safo 0:30

Más pulidos que el mármol transparente,


más blancos que los blancos vellocinos,
se anudan los dos cuerpos femeninos
en un grupo escultórico y ardiente.

Ancas de cebra, escorzos de serpiente,


combas rotundas, senos colombinos,
una lumbre los labios purpurinos,
y las dos cabelleras un torrente.
En el vivo combate, los pezones
que se embisten, parecen dos pitones
trabados en eróticas pendencias,

y en medio de los muslos enlazados,


dos rosas de capullos inviolados
destilan y confunden sus esencias.

En las tinieblas 0:30

El crespón de la sombra más profunda


arrebuja mi lecho afortunado,
y ciñendo tus formas a mi lado
de pasión te estremeces moribunda.

Tu cabello balsámico circunda


los lirios de tu rostro delicado,
y al flotar por mis dedos destrenzado
de más capuz el tálamo se inunda.

Vibra el alma en mi mano palpitante


al palpar tu melena lujuriante,
surca sedosos piélagos de aromas,

busca ocultos jardines de delicias,


y cubriendo las flores y las pomas
nievan calladamente mis caricias.

Leteo 0:30

Saturados de bíblica fragancia


se abaten tus cabellos en racimo
de negros bucles, y con dulce mimo
en mi boca tu boca fuego escancia.

Se yerguen con indómita fragancia


tus senos que con lenta mano oprimo,
y tu cuerpo suave, blanco, opimo,
se refleja en las lunas de la estancia.

En la molicie de tu rico lecho,


quebrantando la horrible tiranía
el dolor y la muerte exulta el pecho,

y el fastidio letal y la sombría


desesperanza y el feroz despecho
se funden en tu himen de ambrosía.

Magna voluptas 0:30

Enciende en la obsidiana de tus ojos


La mirada más tierna y más amante,
Y matiza el marfil de tu semblante
Con la lumbre solar de tus sonrojos.
Cierra tus brazos nítidos y flojos
En torno de mi cuello palpitante,
Y restrega en mi pecho jadeante
Tus pezones coléricos y rojos.
Mírame dulcemente, dulcemente,
Destilando tu beso disolvente
Y sonoro en mi labio que se inclina,
Y déjame chupar tu lengua untuosa
Que exacerba mi fiebre voluptuosa
Y me tienta como una golosina.

Tú no sabes lo que es ser esclavo 0:30

Tú no sabes lo que es ser esclavo


De un amor imperioso y ardiente,
Y llevar un afán como un clavo,
Como un clavo metido en la frente.
Tú no sabes lo que es la codicia
De morder en la boca anhelada,
Resbalando su inquieta caricia
Por contornos de carne nevada.
Tú no sabes los males sufridos
Por quien lucha rendido y que ruega,
Y que tiene los brazos tendidos
Hacia un cuerpo que nunca se entrega.
Y no sabes lo que es el despecho
De pensar en tus formas divinas
Revolviéndose solo en su lecho
Que el insomnio ha sembrado de espinas.

Tristán e Isolda 0:30

Vivir encadenados es su suerte,


Se aman con un anhelo que no mata
La posesión, y el lazo que los ata
Desafía a la ausencia y a la muerte.
Tristán es como el bronce, obscuro y fuerte
Busca el regazo de pulida plata,
Isolda chupa el cáliz escarlata
Que en crespo matorral esencias vierte.
Porque se ven a hurto, el adulterio
Le da un sutil y criminal resabio
A su pasión que crece en el misterio.
Y atormentados de ansia abrasadora,
Beben y beben con goloso labio
Sin aplacar la sed que los devora

Poema de Octavio Paz

Cuerpo a la vista 1:20

Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:


tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
plata sin fin de tu costado.

Tus ojos son los ojos fijos del tigre


y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos


como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla


y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos,


como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,


bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección
y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.

Poemas de Jaime Sabines

TE DESNUDAS IGUAL QUE SI ESTUVIERAS SOLA 0:35

Te desnudas igual que si estuvieras sola


y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

Te pones a flirtearme como a un desconocido


y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y como nos queremos entonces en la risa


de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.)

DESPUÉS DE TODO -PERO DESPUÉS DE TODO- 0:40

Después de todo -pero después de todo-


sólo se trata de acostarse juntos,
se trata de la carne,
de los cuerpos desnudos,
lámpara de la muerte en el mundo.

Gloria degollada, sobreviviente


del tiempo sordomudo,
mezquina paga de los que mueren juntos.

A la miseria del placer, eternidad,


condenaste la búsqueda, al injusto
fracaso encadenaste sed,
clavaste el corazón a un muro.

Se trata de mi cuerpo al que bendigo,


contra el que lucho,
el que ha de darme todo
en un silencio robusto
y el que se muere y mata a menudo.

Soledad, márcame con tu pie desnudo,


aprieta mi corazón como las uvas
y lléname la boca con su licor maduro.

NO HAY MÁS. SÓLO MUJER PARA ALEGRARNOS 1:00

No hay más. Sólo mujer para alegrarnos,


sólo ojos de mujer para reconfortarnos,
sólo cuerpos desnudos,
territorios en que no se cansa el hombre.
Si no es posible dedicarse a Dios
en la época del crecimiento,
¿qué darle al corazón afligido
sino el círculo de muerte necesaria
que es la mujer?

Estamos en el sexo, belleza pura,


corazón solo y limpio.

Mi corazón emprende

Mi corazón emprende
de mi cuerpo a tu cuerpo último viaje.
Retoño de la luz,
agua de las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes.
Quiero esa tensa humedad que te palpita,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de oscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
Tú también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.

Tu cuerpo está a mi lado 0:55

Tu cuerpo está a mi lado

fácil, dulce, callado.

Tu cabeza en mi pecho se arrepiente

con los ojos cerrados

y yo te miro y fumo

y acaricio tu pelo, enamorado.

Esta mortal ternura con que callo

te está abrazando a ti mientras yo tengo

inmóviles mis brazos.

Miro mi cuerpo, el muslo

en que descansa tu cansancio,

tu blando seno oculto y apretado

y el bajo y suave respirar de tu vientre

sin mis labios.

Te digo a media voz

cosas que invento a cada rato

y me pongo de veras triste y solo

y te beso como si fueras tu retrato.

Tú, sin hablar, me miras


y te aprietas a mí y haces tu llanto

sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.

Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas

se ponen a escuchar lo que no hablamos.

¡Qué risueño contacto! 0:30

¡Qué risueño contacto el de tus ojos,


ligeros como palomas asustadas a la orilla
del agua!
!Qué rápido contacto el de tus ojos
con mi mirada!

¿Quién eres tú? !Qué importa!


A pesar de ti misma,
hay en tus ojos una breve palabra
enigmática.
No quiero saberla. Me gustas
mirándome de lado, escondida, asustada.
Así puedo pensar que huyes de algo,
de mí o de ti, de nada,
de esas tentaciones que dicen que persiguen
a la mujer casada.

Poemas de Francisco Hernández

Extraño tu sexo. Piso flores al caminar y extraño tu sexo... 1:00

Extraño tu sexo. Piso flores rosadas al caminar y extraño


tu sexo.
En mis labios tu sexo se abre como fruta viva, como voraz
molusco agonizante.
Piso flores negras al caminar y recuerdo el olor de tu sexo,
sus violentas marejadas de aroma, su coralina humedad
entre los carnosos crepúsculos del estío.
Piso flores translúcidas caídas de árboles sin corteza
y extraño tu sexo ciñéndose a mi lengua.

La primera mujer que recorrió mi cuerpo...

La primera mujer que recorrió mi cuerpo


tenía labios de maga: labios verdes y azules,
con sabor a fruto silvestre,
con señales indescifrables como la miel o el aire.
Muchas veces incendió mis cabellos con siete granos y
siete aguas, con ensalmos que sonaban a campanillas
de barro, con nubes de copal que se mezclaban al embrión
que recorría mi frente coronada por ramos de albahaca.
Toda la noche ardía la pócima bajo mi cama.
Al día siguiente, un niño nacido después de mellizos
la arrojaba al río, de espaldas, para no ver el sitio
donde caía ni el vuelo repentino de los zopilotes.
Entre tanto, mi madre me contaba
lo que Colmillo Blanco no sabía de la nieve
y el recuerdo del mar era un espejismo bajo la sábanas.

Mariposa 0:10

Tu sexo,
una mariposa negra.
Y no hay metáfora:
entró por la ventana
y fue a posarse
entre tus piernas.

José Martí 0:30

Mucho, señora, daría

Mucho, señora, daría


Por tender sobre tu espalda
Tu cabellera bravía,
Tu cabellera de gualda:
Despacio la tendería,
Callado la besaría.

Por sobre la oreja fina


Baja lujoso el cabello,
Lo mismo que una cortina
Que se levanta hacia el cuello.
La oreja es obra divina
De porcelana de China.
Mucho, señora, te diera
Por desenredar el nudo
De tu roja cabellera
Sobre tu cuello desnudo:
Muy despacio la esparciera,
Hilo por hilo la abriera.

Poemas árabes

"Llévame A Tu Mar"
Todos los poemas que escribo
se ahogan en el agua.
Todas las montañas a las que asciendo
las cerca el agua.
Llévame a tu mar, amiga mía,
aléjate
y deja que el sol despunte de nuevo
en tu cuerpo.

"Siesta"

Tus palabras son una alfombra persa


y tus ojos dos pájaros damascenos
que vuelan de pared a pared.
Mi corazón, como la paloma,
viaja por las aguas de tus manos
y duerme la siesta
bajo la sombra de la pared.

"Pasión"

Entre tus pechos hay aldeas incendiadas,


millones de fosas,
restos de barcos hundidos
y armaduras de hombres asesinados.
Ninguno de ellos ha regresado.
Todos los que pasaron por tu pecho
desaparecieron
y los que permanecieron hasta el alba
se suicidaron.

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