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CASO SARA GOLDFARB.

De buenas a primeras me parece una mujer con falta de carácter y sumisa a la


personalidad de su hijo pues, aunque encadena el televisor para que aquel evite
venderlo e incluso si se encierra en una habitación (probablemente para evitar ser
agredida), finalmente ella termina cediéndole las llaves de la cadena para después ir
a recuperarlo sin más remedio. Es una mujer extrovertida con muchas amigas con
quienes se siente en confianza de platicar sus nuevos hábitos y sus cambios, se
muestra muy cálida y demostrativa con su hijo, aunque al mismo tiempo se muestra
ansiosa cuando toma sus pastillas.
Al platicar con su hijo se muestra como una mujer que ha quedado vacía y sola tras
la muerte de su esposo y el abandono del hogar de su hijo, pero muestra que aún
desea agradarle a las personas, quizás con la idea de que no volverá a estar sola o
tal vez con el deseo de que la miren otra vez, pues se mantiene firme con la idea de
usar el vestido con el cual evoca un recuerdo “dulce” con su gesticulación y lo
confirma al mencionar “aun recuerdo como me miraba tu padre cuando me ponía el
vestido”.
Su motivación principal (o por lo menos verbal) es mejorar su situación de
autoestima, pues al alcanzar la talla deseable ella será bonita y por lo tanto se
sentirá legítima para ser transmitida en televisión ya que en su situación actual el
vestido que le gusta a ella no le cierra.
El vestido rojo tiene un contexto de tiempos donde ella tenía más seguridad de sí
misma, ella percibe en el vestido rojo a una mujer más joven, más bella, con un hijo
controlado y una pareja a su lado, una mujer que ya no es ella.
Su motivación latente es que desea sonreír otra vez, sentirse acompañada y
nuevamente requerida, pues sin pareja y sin hijo no sabe qué hacer con su vida.
Piensa que al dedicarse a mejorar su aspecto físico ha conseguido tener metas (la
segunda meta de llegar a la televisión luego de bajar de peso, donde la mirarán otra
vez y podrá platicar de sus seres amados). Al tener alucinaciones donde fantasea
estar en televisión, ella deja ver sus deseos de ser referida como una mujer
agradable y admirable de quien se habla bien frente a las personas.
Su apoyo de buenas a primeras son sus amigas quienes le muestran una buena
actitud ante su cambio de hábitos y la apoyan moralmente. Es una de ellas quien le
da el número telefónico de un supuesto especialista quien le receta diversos tipos de
pastillas.
Su hijo no manifiesta un apoyo directo al principio, pero le advierte los síntomas que
nota en ella y los problemas que podría enfrentar al continuar tomando las pastillas
ya que le habla sobre lo adictas que son y que podrían matarla. Finalmente, al
sentirse culpable por dejarla, termina cediendo su apoyo al uso de las pastillas y su
consecuente descenso de peso.
Finalmente requiere del servicio gubernamental (supongo que es gubernamental)
para su posterior mejora, pues el estado en el que se encuentra deplorable, habla
incongruencias, tiembla, rechina la mandíbula, manifiesta hipervigilancia y en
momentos continúa escuchando la voz del presentador del programa al que
pretendía ir.

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