Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
╰ ╮╰ ╮
Una vida como la suya me produce el mayor de los respetos y mueven mi sentimiento
para pedirle pueda recibirme cuando usted disponga, para conversar y expresarle la
admiración que me nace por su conducta; debe sentirse orgullosa de ver convertida en
realidad la razón de sus sacrificios y recibir los honores que ellos le han ganado.
Manuela Saenz.[1]
[1] Las cartas entre Manuela Sáenz y Juana Azurduy, testimonio de la simpatía y mutuo
reconocimiento entre las dos únicas coronelas del Ejército Libertador, así como
testimonio en palabra de Juana Azurduy de la presencia de muchas mujeres en la lucha
de Independencia, se encuentran en vario sitios de internet. Entre
ellos: http://elortiba.galeon.com/azurduy.html. Igualmente han sido reproducidas en:
Mónica Deleis, Ricardo de Titto, Diego L. Arguindeguy, Mujeres de la Política Argentina,
Editorial Aguilar, Buenos Aires, 2001.
Comparte en
Ideas feministas de Nuestra América
╰ ╮╰ ╮
:.
Juana Azurduy,[1] Carta de respuesta a la
coronela Manuela Sáenz, Cullcu, 15 de
diciembre de 1825
:.
Señora Manuela Saenz.
Llegar a esta edad con las privaciones que me siguen como sombra, no ha sido fácil; y
no puedo ocultarle mi tristeza cuando compruebo como los chapetones contra los que
guerreamos en la revolución, hoy forman parte de la compañía de nuestro padre Bolívar.
López de Quiroga, a quien mi Asencio le sacó un ojo en combate; Sánchez de Velasco,
que fue nuestro prisionero en Tomina; Tardío contra quién yo misma, lanza en mano,
combatí en Mesa Verde y la Recoleta, cuando tomamos la ciudad junto al General
ciudadano Juan Antonio Álvarez de Arenales. Y por ahí estaban Velasco y Blanco,
patriotas de última hora. Le mentiría si no le dijera que me siento triste cuando pregunto
y no los veo, por Camargo, Polanco, Guallparrimachi, Serna, Cumbay, Cueto, Zárate y
todas las mujeres que a caballo, hacíamos respetar nuestra conciencia de libertad.
La próxima semana estaré por Charcas y me dará usted el gusto de compartir nuestros
quereres.
Juana.
[1] Apodada Santa Juana de América, así como La Flor del Alto Perú, y reconocida
históricamente como una de los combatientes indispensables para la lucha de
independencia suramericana, Juana Azurduy encarna el destino trágico de las mujeres
que rompen con los moldes de la educación y la socialidad femenina. Nació de una
familia mestiza en Chuquisaca, Alto Perú, hoy Bolivia, en 1780, el año en que Bartolina
Cisa y Tupac Catari sitiaban La Paz. Al quedar huérfana muy joven, hablaba castellano,
quechua y aimara. Se casó con el general Manuel Ascensio Padilla. El 25 de mayo de
1809, justo un año antes del alzamiento de Buenos Aires, se sublevó el pueblo de
Chuquisaca, revolucionando el Virreinato del Río de la Plata desde el Alto Perú. Se
destituyó al virrey, nombrando gobernador a Juan Antonio Álvarez de Arenales. Juana
Azurduy dejó entonces a sus cuatro hijos para acompañar a su esposo, ambos
comprometidos en la causa indoamericana, al campo de batalla. Entre los dos
organizaron una tropa de 6 000 indios para la guerra de guerrillas, o insurgencia
indígena, para derrotar a la Corona y defender sus tierras. Apoyaron a las expediciones
que enviaba Buenos Aires al Alto Perú. La primera, al mando de Antonio Balcarce y la
segunda a cargo de Manuel Belgrano. Las crónicas de la época cuentan que cuando
Belgrano la vio pelear en el cerro de la Plata, donde se adueñó de la bandera realista, le
entregó su espada en reconocimiento a su bravura y lealtad a la causa. Posteriormente,
el gobierno de Buenos Aires, al mando de Pueyrredón le concedió en 1816 el grado de
Teniente Coronel del ejército argentino en virtud de su “varonil esfuerzo”. En ese
entonces, todavía parecía más conveniente conquistar Perú por la vía altoperuana, es
decir por el Norte. Sin embargo, cuando San Martín se hizo cargo del Ejército cambió de
estrategia, y abandonando esa ruta, eligió una más segura e innovadora: llegar a Lima
por el Pacífico, después de cruzar los Andes hacia Chile. Este cambio de estrategia, dejó
a la tropa de Padilla y Azurduy sin sustento económico y fundamentalmente abandonada
a su propio destino. Así, Juana vio morir a sus cuatro hijos y combatió embarazada de
su quinta hija. Cuando quedó viuda y con su única hija, asumió la comandancia de las
guerrillas en el territorio que luego conformaría la denominada Republiqueta de La
Laguna e intentó reorganizar la tropa sin recursos, acosada por el enemigo. Decidió
dirigirse a Salta a combatir junto a las tropas de Güemes, con quien estuvo tres años
hasta ser sorprendida por la muerte de éste, en 1821. Para regresar a Chuquisaca con
su hija de 6 años, recién en 1825 logró que el gobierno argentino le diera cuatro mulas
y cinco pesos. En 1825 se declaró la independencia de Bolivia, el mariscal Sucre fue
nombrado presidente vitalicio y le otorgó una pensión, que le fue quitada en 1857 por
el gobierno de José María Linares. La tradición oral, confirmada por la carta que le
enviaría la coronela Manuela Sáenz desde Charcas, recoge que corría el año de 1825
cuando llegó una comitiva a la polvorienta ciudad de Chuquisaca a buscar el lugar donde
vivía en precarias condiciones la teniente coronel Juana Azurduy de Padilla. Era el
libertador Simón Bolívar, acompañado de Sucre y su estado mayor, quien iba a rendirle
homenaje, diciéndole: “La joven República de Bolivia no debió llevar ese nombre sino el
de Juana Azurduy”. El 25 de mayo de 1862, próxima a cumplir 82 años, en el más
absoluto ostracismo y miseria, murió Juana de América, la guerrillera de la libertad. Se
le enterró en una fosa común, con su ataúd llevado a mano por cuatro indios aymaras
que nunca la dejaron, sin los honores ni las glorias que eran de esperarse a la máxima
heroína de la libertad del Alto Perú. Sus restos fueron exhumados 100 años después,
para ser guardados en un mausoleo que se construyó en su homenaje.