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GLOBALIZACIÓN
En la ú ltima década, el uso de este término se ha extendido de forma generalizada entre
periodistas, políticos y analistas políticos; de esta forma el concepto está muy arraigado en la
sociedad y por lo tanto, omnipresente. Ciertamente, la carga ideoló gica que ha cobrado hace
difícil encauzar los debates hacia el ámbito académico. Sin embargo, el debate sobre la
globalizació n está lícitamente relacionado con los estudios de la ciencia política: el presente y el
futuro de la democracia a escala nacional; el papel del Estado y las políticas pú blicas; la
viabilidad del Estado del bienestar; y la gobernabilidad y sostenibilidad del orden internacional
basado en Estados soberanos que, hace ya algo má s de tres siglos, surgió con el Tratado de
Westfalia de 1648.
Las dos caras de la globalizació n: para algunos entusiastas del proceso representa el
triunfo definitivo de la ló gica de la libertad de mercado, las sociedades abiertas y la extensió n de
la modernidad a todo el globo. De esta forma y respaldá ndonos en los datos, vemos como países
como China o India han cuadriplicado su PIB en las ú ltimas décadas. Sin embargo, la cara crítica
de la moneda nos dice lo siguiente: los niveles de pobreza, explotació n, conflicto, deterioro
medioambientak y desigualdad que ha producido la globalizació n ofrecerían la prueba definitiva
del fracaso de la ló gica de mercado y de la necesidad de buscar concepciones alternativas del
orden social a escala global. Puede así observarse que la ambiguedad en torno al término
globalizació n tiene dos vertientes: la primera, relacionada con la imprecisió n del concepto; y
otra, con el sesgo ideoló gico que éste ha adquirido.
Definiendo la globalizació n: la imprecisió n del concepto es notable. Examinando los usos
que normalmente se le conceden al concepto, parece que nada escapa del proceso de
“globalizació n”: las economías, los sistem as políticos, la educació n, las culturas, las sociedades…
Así pues, puede hallarse en diferentes á mbitos. Aú n así, el á mbito principal del término
globalizació n se refiere a la economía. En tanto no existe una definició n consensuada sobre el
término, el BM lo define así: hecho de que, en los ú ltimos añ os, las actividades econó micas que
má s rá pidamente han crecido han sido aquellas que tienen un lugar entre y no dentro de los
países. Para otras instituciones, como la Comisió n Europea, la globalizació n “es la tendencia a
una mayor integració n e independencia entre los países y las regiones del planeta”.
No obstante, ante esta concepció n puramente econó mica, hay quien defiende que no se refiere
simplemente a un intercambio de bienes, capitales y servicios, sino que incluye una
configuració n de una cultura, un modelo de integració n social y un modo de conocimiento y
comunicació n de cará cter global. Estamos por lo tanto ante una nueva economía, la economía de
la informació n, y ante una sociedad nueva: la sociedad-red. En este contexto, los estados han
visto có mo se desdibujan las dos características que les distinguían de otras formas de
organizació n política: autonomía y concentració n territorial del poder. Ello se ha reflejado en la
ineficacia creciente de sus intervenciones, con resultado negativo sobre su legitimidad. Pese a
ello, los estados no han dejado de afirmar su soberanía (su «superioridad» exclusiva) frente a
los demá s actores políticos. Por lo tanto, sobra afirmar que presenta aspectos muy
diferenciados, dependiendo de si se enfoca la atenció n a los flujos comerciales o en los
financieros; así pues el comercio es una actividad regulada por ciertas instituciones que a su
vez, son eficaces a la hora de ayudar a los estados para poder graduar y repartir los costes de la
liberalizació n comercial. Al otro extremo, los flujos de capital especulativo carecen de límite y de
control y son especialmente inestables, por lo que plantean numerosos problemas. A medio
camino, la inversió n extranjera directa ofrece buenas oportunidades, aunque su regulació n
también plantea dificultades. Por lo tanto, ni ciñ éndose al ámbito econó mico puede dá rsele a la
globalizació n una definició n consensuada.
La globalizació n como ideología: por otro lado, está n los que identifican este concepto,
má s que como un fenó meno empíricamente contrastado, con una ideología; por lo tanto la
globalizació n sería el resultado de una serie de decisiones del sector de la élite política y
econó mica mundial que ha adoptado el programa ideoló gico del neoliberalismo. En esta línea,
Beck define la globalizació n como “el proceso por el cual los Estados nacionales son debilitados
por las fuerzas y actores transnacionales” y el globalismo como “la ideología que pretende la
suplantació n de la política por el mercado”. Por lo tanto, sería la ideología neoliberal la que
habría causado el auge del capitalismo financiero, no la diná mica del capitalismo financiero la
que habría traído la globalizació n.
A principios del siglo xxi, las respuestas a estos interrogantes no son concluyentes. Con todo, al
igual que Maquiavelo, Bodin o Hobbes vislumbraron a partir de sus observaciones la
emergencia de un nuevo modo de organizació n política, los observadores contemporá neos se
esfuerzan por perfilar la forma política que pueda suceder al estado en su papel hegemó nico.
Finalmente, hay quien entrevé la constitució n de una «sociedad-red» (Castells), formada por
una constelació n de nó dulos o nú cleos que ejercen alguna actividad reguladora en conflictos
singulares, pero no se ocupan de dar respuesta a la totalidad de todos ellos. ¿Quiénes componen
esta constelació n o red? Figuran en ella, por ejemplo, actores de naturaleza política, como son:
los «antiguos» estados; las entidades políticas subestatales, tanto actuando en solitario como en
asociació n; los organismos interestatales de carácter regional y sus correspondientes
instituciones: por ejemplo, la UE, la ASEAN o Mercosur; los organismos interestatales de
carácter planetario: las Naciones Unidas y sus organismos dependientes (UNESCO, QMS, FAQ,
OIT, etc.); el FMI, el Banco Mundial, la OMC, etc. Desde ciertas perspectivas, este término se ha
convertido en sinó nimo de un proceso de uniformizació n a escala planetaria de las estructuras
políticas, econó micas, culturales y sociales y de sus patrones de relació n de intercambio. John
Gray es quizá quien má s ha profundizado en esta perspectiva: en su aná lisis del neoliberalismo,
afirma que se impuso en los 80 en EEUU y Reino Unido, tras haber completado el asalto en
contra del Estado de Bienestar europeo y sus programas de redistribució n de la renta y
promoció n de igualdad de oportunidades. En los 90, dicho modelo intentó imponerse a escala
social con el pretexto de ser el ú nico que podía garantizar el crecimiento econó mico. Pero en
realidad, el capitalismo avanzado es menos unívoco de lo que se piensa: como prueban los
países nó rdicos o hace visible el modelo asiá tico en desarrollo, existen muchas combinaciones
de equidad y gasto social compatibles con una economía competitiva. Por ejemplo, el modelo
anglosajó n por norma general crea má s ganancias pero en su misma medida má s desigualdad.
De hecho, las desigualdades aumentaron en Reino Unido y en EEUU durante los 80 y 90,
coincidiendo con la época de crecimiento econó mico.