Está en la página 1de 6

Tema 4.

RELACIONES INTERNACIONALES Y GLOBALIZACIÓN


¿En qué ámbitos tiene soberanía Españ a? Así como no la tiene en cuanto a la economía,
la tiene en cuanto al Estado de Bienestar o lo Militar. Las Relaciones Internacionales no son
ciencia política, pero nacen de la misma. Lo que busca el Estado, es una igualdad y el empleo
para todos o la mayoría de los ciudadanos, o sea, el reflejo de un Estado de Bienestar perfecto.
Disciplina de Relaciones Internacionales: surge hace 100 añ os, después de la primera guerra
mundial en EEUU y el Reino Unido; en el cual encontramos los 14 puntos de Woodrow Wilson,
en el cual se hacía un voto para la paz en Europa y por lo tanto, en el mundo (eurocentrismo).
Hasta hoy, la disciplina anglosajona es mayoritaria: ocupa el 80% de los artículos en autores de
EEUU y %20 los britá nicos. Enlazá ndolo, existen los think tanks: Council on Foreing Relations y
“Foreing Affairs” (EEUU). Chatham House y “International Affairs” (Reino Unido). En la mayoría
de las revistas ya tienen gran peso las RRII así como en revistas: ONU, International Studies
Quarterly, Politique Etrangere. Objetos de estudio: los actores pueden ser estatales y no
estatales (OOII. ONG…) y los temas son variados: seguridad y conflicto, globalizació n y EPI,
Desarrollo…en cuanto a las principales teorías: (neo) Realismo, (neo) Liberalismo, (neo)
Marxismo, medioambiente, cambio climá tico, terrorismo internacional… finalmente, las RRII
tienen un cará cter: interdisciplinar (Derecho, Economía, Políticas Pú blicas...)
(1 diap)
El debate de la globalizació n está íntimamente relacionado con cuestiones centrales para la
ciencia política: el presente y futuro de la democracia a escala nacional; el papel del Estado y las
políticas pú blicas, la viabilidad del Estado de bienestar; la gobernabilidad y sostenibilidad del
orden internacional basado en Estados soberanos que surgió con el Tratado de Westfalia
(1648). Precisamente por la magnitud de estos desafíos, se hace imperativo huir de la bú squeda
de una verdad absoluta en uno u otro sentido y plantear el debate mediante la contrastació n de
argumentos basados en datos y observaciones.
La Globalizació n presenta un trilema: Globalizació n-Estado-Democracia
Los Estados má s globalizados: EEUU, UE, Canadá...
“La globalizació n es el proceso constitutivo de un sistema que tiene la capacidad de funcionar como una unidad en
tiempo real a escala planetaria. Dicha capacidad es tecnoló gica, institucional y organizativa” M. CASTELLS
“Globalizació n es la palabra (a la vez eslogan y consigna) peor empleada, menos definida, probablemente la menos
comprendida, la má s nebulosa y políticamente la má s eficaz de los ú ltimos (y los pró ximos) añ os” U BECK
Globalizació n asimismo desafía el poder de los Estados en los ámbitos:
Migraciones (¿Má s o menos fronteras?), comunicació n e informació n (El Estado ya ha perdido el
control), comercio y finanzas (..), justicia y DDHH y el narcotrá fico y trá fico de armas.
Las funciones del Estado en un contexto

GLOBALIZACIÓN
En la ú ltima década, el uso de este término se ha extendido de forma generalizada entre
periodistas, políticos y analistas políticos; de esta forma el concepto está muy arraigado en la
sociedad y por lo tanto, omnipresente. Ciertamente, la carga ideoló gica que ha cobrado hace
difícil encauzar los debates hacia el ámbito académico. Sin embargo, el debate sobre la
globalizació n está lícitamente relacionado con los estudios de la ciencia política: el presente y el
futuro de la democracia a escala nacional; el papel del Estado y las políticas pú blicas; la
viabilidad del Estado del bienestar; y la gobernabilidad y sostenibilidad del orden internacional
basado en Estados soberanos que, hace ya algo má s de tres siglos, surgió con el Tratado de
Westfalia de 1648.
Las dos caras de la globalizació n: para algunos entusiastas del proceso representa el
triunfo definitivo de la ló gica de la libertad de mercado, las sociedades abiertas y la extensió n de
la modernidad a todo el globo. De esta forma y respaldá ndonos en los datos, vemos como países
como China o India han cuadriplicado su PIB en las ú ltimas décadas. Sin embargo, la cara crítica
de la moneda nos dice lo siguiente: los niveles de pobreza, explotació n, conflicto, deterioro
medioambientak y desigualdad que ha producido la globalizació n ofrecerían la prueba definitiva
del fracaso de la ló gica de mercado y de la necesidad de buscar concepciones alternativas del
orden social a escala global. Puede así observarse que la ambiguedad en torno al término
globalizació n tiene dos vertientes: la primera, relacionada con la imprecisió n del concepto; y
otra, con el sesgo ideoló gico que éste ha adquirido.
Definiendo la globalizació n: la imprecisió n del concepto es notable. Examinando los usos
que normalmente se le conceden al concepto, parece que nada escapa del proceso de
“globalizació n”: las economías, los sistem as políticos, la educació n, las culturas, las sociedades…
Así pues, puede hallarse en diferentes á mbitos. Aú n así, el á mbito principal del término
globalizació n se refiere a la economía. En tanto no existe una definició n consensuada sobre el
término, el BM lo define así: hecho de que, en los ú ltimos añ os, las actividades econó micas que
má s rá pidamente han crecido han sido aquellas que tienen un lugar entre y no dentro de los
países. Para otras instituciones, como la Comisió n Europea, la globalizació n “es la tendencia a
una mayor integració n e independencia entre los países y las regiones del planeta”.
No obstante, ante esta concepció n puramente econó mica, hay quien defiende que no se refiere
simplemente a un intercambio de bienes, capitales y servicios, sino que incluye una
configuració n de una cultura, un modelo de integració n social y un modo de conocimiento y
comunicació n de cará cter global. Estamos por lo tanto ante una nueva economía, la economía de
la informació n, y ante una sociedad nueva: la sociedad-red. En este contexto, los estados han
visto có mo se desdibujan las dos características que les distinguían de otras formas de
organizació n política: autonomía y concentració n territorial del poder. Ello se ha reflejado en la
ineficacia creciente de sus intervenciones, con resultado negativo sobre su legitimidad. Pese a
ello, los estados no han dejado de afirmar su soberanía (su «superioridad» exclusiva) frente a
los demá s actores políticos. Por lo tanto, sobra afirmar que presenta aspectos muy
diferenciados, dependiendo de si se enfoca la atenció n a los flujos comerciales o en los
financieros; así pues el comercio es una actividad regulada por ciertas instituciones que a su
vez, son eficaces a la hora de ayudar a los estados para poder graduar y repartir los costes de la
liberalizació n comercial. Al otro extremo, los flujos de capital especulativo carecen de límite y de
control y son especialmente inestables, por lo que plantean numerosos problemas. A medio
camino, la inversió n extranjera directa ofrece buenas oportunidades, aunque su regulació n
también plantea dificultades. Por lo tanto, ni ciñ éndose al ámbito econó mico puede dá rsele a la
globalizació n una definició n consensuada.
La globalizació n como ideología: por otro lado, está n los que identifican este concepto,
má s que como un fenó meno empíricamente contrastado, con una ideología; por lo tanto la
globalizació n sería el resultado de una serie de decisiones del sector de la élite política y
econó mica mundial que ha adoptado el programa ideoló gico del neoliberalismo. En esta línea,
Beck define la globalizació n como “el proceso por el cual los Estados nacionales son debilitados
por las fuerzas y actores transnacionales” y el globalismo como “la ideología que pretende la
suplantació n de la política por el mercado”. Por lo tanto, sería la ideología neoliberal la que
habría causado el auge del capitalismo financiero, no la diná mica del capitalismo financiero la
que habría traído la globalizació n.
A principios del siglo xxi, las respuestas a estos interrogantes no son concluyentes. Con todo, al
igual que Maquiavelo, Bodin o Hobbes vislumbraron a partir de sus observaciones la
emergencia de un nuevo modo de organizació n política, los observadores contemporá neos se
esfuerzan por perfilar la forma política que pueda suceder al estado en su papel hegemó nico.
Finalmente, hay quien entrevé la constitució n de una «sociedad-red» (Castells), formada por
una constelació n de nó dulos o nú cleos que ejercen alguna actividad reguladora en conflictos
singulares, pero no se ocupan de dar respuesta a la totalidad de todos ellos. ¿Quiénes componen
esta constelació n o red? Figuran en ella, por ejemplo, actores de naturaleza política, como son:
los «antiguos» estados; las entidades políticas subestatales, tanto actuando en solitario como en
asociació n; los organismos interestatales de carácter regional y sus correspondientes
instituciones: por ejemplo, la UE, la ASEAN o Mercosur; los organismos interestatales de
carácter planetario: las Naciones Unidas y sus organismos dependientes (UNESCO, QMS, FAQ,
OIT, etc.); el FMI, el Banco Mundial, la OMC, etc. Desde ciertas perspectivas, este término se ha
convertido en sinó nimo de un proceso de uniformizació n a escala planetaria de las estructuras
políticas, econó micas, culturales y sociales y de sus patrones de relació n de intercambio. John
Gray es quizá quien má s ha profundizado en esta perspectiva: en su aná lisis del neoliberalismo,
afirma que se impuso en los 80 en EEUU y Reino Unido, tras haber completado el asalto en
contra del Estado de Bienestar europeo y sus programas de redistribució n de la renta y
promoció n de igualdad de oportunidades. En los 90, dicho modelo intentó imponerse a escala
social con el pretexto de ser el ú nico que podía garantizar el crecimiento econó mico. Pero en
realidad, el capitalismo avanzado es menos unívoco de lo que se piensa: como prueban los
países nó rdicos o hace visible el modelo asiá tico en desarrollo, existen muchas combinaciones
de equidad y gasto social compatibles con una economía competitiva. Por ejemplo, el modelo
anglosajó n por norma general crea má s ganancias pero en su misma medida má s desigualdad.
De hecho, las desigualdades aumentaron en Reino Unido y en EEUU durante los 80 y 90,
coincidiendo con la época de crecimiento econó mico.

A favor y en contra de la globalizació n: la globalizació n se ha convertido en el ú ltimo


campo de lucha entre los liberales y sus críticos. Se ilustra, ademá s claramente, dos bloques: a
un lado el establishment y las clases dirigentes de los países desarrollados y en vías de
desarrollo, y al otro, una amalgama de grupos y movimientos sociales de diversa inspiració n
izquierdista. Para los neoliberales, la globalizació n es positiva pues nos ha brindado épocas de
paz y prosperidad extensas. Se ha resaltado que solo en la ú ltima década entre 300 y 500
millones de personas habrían salido de la pobreza gracias a la diná mica de integració n de la
economía mundial. La globalizació n argumenta que ha permitido crecer en los ú ltimos 50 añ os a
un ritmo inédito en la historia: 4,1%. Curiosamente, los globalizadores y los antiglobalizadores
está n de acuerdo en un ú nico punto: la globalizació n aumenta el poder relativo del mercado con
respecto al Estado.
Para los globalizadores, las exigencias de flexibilidad y competitividad que demanda la
globalizació n son incompatibles con Estados grandes y elevados niveles de gasto pú blico. Por
esta razó n, la competencia fiscal entre países por atraer inversiones no representa en absoluto
un problema, sino una ventaja, ya que obliga a los Estados a operar má s eficaz y eficiente con
menos impuestos y má s transparencia, lo que, en ú ltimo extremo, beneficia a todos los
ciudadanos. Por tanto, segú n sus partidarios, la globalizació n no só lo debilita al Estado, sino que
favorece a la democracia y la paz a escala global. De acuerdo con esta visió n, la mayor parte de
los problemas econó micos mundiales se derivan de la insuficiente integració n de los mercados
financieros, comerciales y de servicios mundiales, no del exceso de integració n. Por lo tanto, la
globalizació n no sería la causa del subdesarrollo, sino una posible solució n. El problema no
reside entonces en la globalizació n sino en la resistencia a la misma: prueba de ello, señ ala
Moore, es que los ú nicos países que han salido de la pobreza y el subdesarrollo en las ú ltimas
décadas han sido aquellos que han adoptado políticas de inserció n a la economía mundial, como
China (o los denominados “tigres asiá ticos”).
Para sus críticos, sin embargo, la globalizació n representa un nuevo modelo de imperialismo
occidental, una nueva fase del capitalismo en cuanto a la extensió n de los mercados, pero
también en cuanto a la agudizació n de sus contradicciones. Visto de esta manera, la
globalizació n subyace un modelo de colonialismo má s sofisticado; implica una nueva “vuelta de
tuerca” de la dependencia Norte-Sur, por el cual el Norte utiliza su control de medios financieros
globales para controlar recursos naturales de los países má s pobres, sin necesidad de hacerse
cargo directamente del desarrollo de estos países, compromiso que sí se hallaba implícito en el
colonialismo del siglo XIX. Siguiendo este tipo de razonamiento, una vez desaparecida la
alternativa comunista, las élites econó micas occidentales no tendrá n nada que perder
suprimiendo las políticas fiscales redistributivas en las que se basó el gran pacto social
alcanzado en Europa tras la Segunda Guerra Mundial y sobre las que se construyeron las bases
de los Estados de bienestar. Visto así, la globalizació n sería la excusa de las clases dirigentes
para romper el pacto por el empleo estable y la igualdad de oportunidades en el que se ha
basado el poder de los partidos socialdemó cratas en Europa Occidental. Como consecuencia, los
críticos de la globalizació n no solo no habrían sido corregidas, sino que habrían aumentado
sostenidamente dentro y entre los países. La integració n de los mercados mundiales habría
dado lugar a una economía mundial de carácter dual: en el Norte, mientras el salario del
empresario se había multiplicado por 50, el poder adquisitivo de los trabajadores solo se había
duplicado, mientras que los trabajadores sin formació n recibían la misma cantidad. De la misma
manera, se habría observado como a escala global, en los ú ltimos 40 añ os la distancia de renta
entre las 20 economías má s ricas se había duplicado. Desde esta perspectiva se afirma que a
menos que se instaurara una institució n multilateral que gobernara la globalizació n de una
forma eficaz, la situació n se volverá simplemente insostenible.
Para aclarar el debate globalizació n sí o no, nos centraremos en los cuatro debates principales
que se centran en torno a la globalizació n: el primer debate se refiere a si la globalizació n es un
fenó meno nuevo o viejo; el segundo gira en torno al debilitamiento del Estado como centro de
las decisiones y marco de referencia para la actividad política; el tercero enfoca la relació n entre
la democracia y la globalizació n y el cuarto afecta a la relació n entre globalizació n, pobreza y
desigualdad.
La globalizació n: ¿fenó meno nuevo o viejo? la respuesta a la pregunta de qué hay de
nuevo en este fenó meno puede ser respondida afirmando que la globalizació n se caracteriza por
la intensificació n de la interdependencia en algunos casos clave, especialmente en los flujos
econó micos, aunque también en la disolució n de flujos medioambientales. Así pues, a pesar de
que varias dimensiones de la realidad se vean afectadas, el mayor desafío se presenta en la
economía. Por ello, los historiadores econó micos se han centrado en estas, denominá ndolas
“olas” de la globalizació n.
La primera tuvo lugar entre 1870 y 1914 y se caracterizó por la duplicació n del comercio
mundial. Durante este periodo, los flujos migratorios, de Europa a América y de China al Sudeste
Asiá tico, que involucraron al diez por ciento de la població n mundial; al mismo tiempo se
triplicaron los flujos de capital. De hecho, como Eichengreen y sus colaboradores afirman, el PIB
mundial en 1900 era mayor que en el 2000. La primera guerra mundial y la crisis de 1929
marcaron un gran retroceso en cuanto a la integració n econó mica mundial.
En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1980, las cifras relativas a
los intercambios econó micos han reflejado una segunda y sostenida ola globalizadora, aunque
adscrita a los países ricos y desarrollados. Esta evolució n se tradujo en una mayor secesió n en
cuanto a la brecha entre países ricos y pobres.
La tercera gran ola comenzó a principios de los 80 y se ha caracterizado por la incorporació n a
la economía mundial de un grupo de países en vías de desarrollo, sobre todo de Asia y parte de
América Latina. En menos de 20 añ os, un grupo de 24 países con una població n cercana a los
3000 millones de habitantes, ha conseguido trasladar su producció n y sus exportaciones desde
las materias primas a los productos manufacturados, de manera en que si en 1980 la producció n
se calculaba en el 25%, en 1998 había ascendido al 80%
Estas tres olas representan la diferencia entre globalizació n e internacionalizació n, Weck-
Hannemann entiende por internacionalizació n “la creciente dispersió n geográ fica de las
actividades econó micas”. En cambio, de la globalizació n dice lo siguiente “una forma avanzada
de internacionalizació n originada en la movilidad de los factores de producció n que implica la
integració n funcional de las actividades econó micas en un mercado global”. Por lo tanto,
mientras la internacionalizació n se refiere a la interdependencia entre países, el término
globalizació n está sujeto a la integració n de la actividad econó mica a escala planetaria. En
cuanto a la internacionalizació n del capital y la producció n, los datos tampoco dejan lugar a
muchas dudas: las empresas multinacionales son responsables hoy del 10% del producto bruto
mundial y representan un tercio del comercio mundial de bienes (en solo unas décadas, su papel
se ha visto seriamente reforzado). Por ello, tan importante a la hora de definir la globalizació n
es el aumento del comercio internacional como la creciente integració n de mercados y
empresas y la transnacionalizació n de las actividades productivas.
En consecuencia, los datos apuntan a que hoy en día la fractura entre una economía global y una
política fundamentalmente nacional es ya completa. Lo verdaderamente novedoso por tanto no
es la interdependencia entre lo nacional y lo internacional (se puede afirmar incluso que la
escala de la política y la econó mica nunca han coincidido totalmente), sino que lo es el hecho de
que el mercado haya adquirido ya una escala prá cticamente global, mientras que a su vez, la
política se estructura esencialmente por 217 unidades políticas (Estados) con soberanía
reconocida.
Histó ricamente, Estado y mercado han sido causa y producto de la experimentació n continua
entre la escala de la economía y la escala de la política y el gobierno; como ejemplo la Unió n
Europea, que no es má s que un experimento que ya dura 50 añ os. Por lo tanto, lo complicado de
la ola de globalizació n es obligar a los politó logos a formular el mejor diseñ o de las instituciones
necesarias para mantener los objetivos tradicionales de las políticas pú blicas en una escala
diferente.
Por lo tanto, si la globalizació n puede ser entendida como el proceso de constitució n de un
mercado global, se trataría en definitiva de instrumentar los sistemas de gobernanza econó mica
global capaces de regular los mercados y de distribuir los beneficios que genera la integració n
econó mica.
La globalizació n y el Estado: el debate sobre el Estado y la globalizació n se articula en
torno a tres grandes preguntas interrelacionadas: (1) si la globalizació n fortalece o debilita al
Estado en su conjunto, (2) si refuerza o socava la democracia y (3) si es compatible o
incompatible con los derechos sociales, el gasto social y, en definitiva, el Estado de bienestar. Lo
primero que hay que añ adir es que entre los países má s globalizados se encuentran los Estados
má s ricos, má s iguales y con sectores pú blicos má s grandes. De acuerdo a un estudio reciente
publicado por KOF Swiss Economic Institute, actualmente el país má s globalizado del mundo es
Holanda, que le siguen Irlanda, Bélgica y Austria. Con la globalizació n, también se puede hablar
del Desarrollo Humano, que comprende la creació n de un entorno en el que las personas
puedan desarrollar su má ximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa de
acuerdo con sus necesidades e intereses. En teoría, los países globalizados deberían ser
también los má s altos en cuanto a desarrollo humano, sin embargo, hay países que se
encuentran muy globalizados sin disfrutar de un puesto tan avanzado en el índice de desarrollo
humano, por ejemplo Singapur. Lo relevante aquí es que hay una buena relació n entre el Estado
de bienestar y la globalizació n y por tanto con la economía, ya que las economías de bienestar
avanzadas ofrecen a los inversores condiciones atractivas: paz social, Estados de derecho
eficaces, ciudadanos con alto poder adquisitivo, una fuerza laboral bien formada y un sistema de
seguros sociales y sanitarios que son compatibles con altas tasas de productividad.
Siendo el gasto pú blico un buen indicador de la capacidad del Estado de llevar a cabo estas
compensaciones, es fácil predecir que el ritmo de apertura o de globalizació n de un país puede
muy fá cilmente venir determinado por el tamañ o del Estado (medido como gasto pú blico del
PIB). Una matizació n es necesaria: el crecimiento econó mico y el acceso a los beneficios de la
globalizació n está n supeditados a la existencia de un EStado eficaz. La mayor exposició n al
comercio internacional y a los flujos de capital ha obligado durante la ú ltima década a los países
má s desarrollados a ralentizar el incremento del gasto pú blico, mientras que en los países de
renta media el gasto pú blico se ha estancado, cuando no ha retrocedido. ESto indicaría que los
beneficios, pero también la sostenibilidad de la globalizació n dependen de la vulnerabilidad de
los países: como los economistas han demostrado, las desigualdades suponen una amenaza para
el crecimiento econó mico y tienden a ahuyentar a los inversores extranjeros. En consecuencia,
la globalizació n disminuye el margen de actuació n de los gobiernos, pero eso no implica que
dichos gobiernos deban eliminar beneficios sociales o deteriorar el medio ambiente.
Por tanto, cualquier análisis riguroso de las respuestas de los Estados a la globalizació n tiene
que partir del hecho de las instituciones, pero también de los ciudadanos y las élites políticas,
para explicar la variabilidad entre ellos. Estas instituciones pueden ser: el sistema de partidos;
la concentració n de salarios entre sindicatos, empresarios y gobiernos; el modelo de relaciones
entre el BC y el sector financiero; la participació n de comercio en el diseñ o de la política
comercial...

También podría gustarte