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Homilías

Misioneros Franciscanos de La Palabra Eterna


Santa Misa EWTN + Semestre de Otoño 20XX
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P. JOHN PAUL MARY


~junio 29 Solemnidad de San Pedro y San Pablo~
https://www.youtube.com/watch?v=zHK5dEGbNuI

Las preguntas son importantes.


Las preguntas pueden iniciar un diálogo.
Las preguntas pueden iniciar una conversación.
Cuando una persona deja de hacer preguntas, la vida empieza a
lucir como un pantano, estática.
Una buena conversación está llena de preguntas.

Piensen en algunas de las conversaciones más significativas y


profundas que han tenido en su vida: muy seguramente comenzaron
con una pregunta, y la conversación probablemente progresó como
las notas musicales en una sinfonía: puntos altos, puntos bajos,
crescendos, una conversación muy interesante.

Una buena conversación es como una corriente de agua, un río:


puede haber puntos de calma, revueltas, incluso corrientes de
alta velocidad que parecen lanzarlo a uno del bote. Las
preguntas pueden dirigir una conversación, que si no se hacen de
la manera apropiada, pueden poner fin a la conversación.

El diálogo más grande es entre Dios y el hombre. Esto que estoy


tratando de comunicar es que, la historia de amor más grande, la
conversación mayor, es entre Dios y el hombre.

En el texto de Las Sagradas escrituras hay preguntas, desde el


Libro del Génesis hasta el Libro del Apocalipsis.
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El diálogo y las preguntas que el Señor hace en el Evangelio


según San Mateo hoy pueden considerarse, probablemente, las
preguntas más profundas que han salido de la boca del Señor:
“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Él les
preguntó a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy
yo?”. Cada palabra que sale de la boca del Señor es
significativa. Y como sale de la boca de Dios mismo, tiene
autoridad sin igual a ninguna otra criatura humana.

Aquí Dios hace preguntas, Dios inicia el diálogo, Dios inicia


una conversación, no sólo con Pedro y sus apóstoles, sino
también con nosotros. Está iniciando una conversación, un
diálogo. Es Él quien lleva este diálogo en todo momento. Él
inicia este diálogo, Él sostiene este diálogo, y Él lleva este
diálogo a su realización.

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Él recibe la


respuesta de sus discípulos: “Unos dicen que eres San Juan
Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías, o uno de los
profetas”. El arzobispo Fulton J. Sheen dice sobre este pasaje
que “no había unidad, no había certeza en esta pregunta. La
respuesta que Jesús recibe no tiene unidad”. Otro comentarista
dice: “Lo que nos llama la atención de esta respuesta es la
confusión que refleja en las mentes del pueblo, que ofrece un
número de posibilidades incompatibles. Pero este estado de
confusión sirve de preparación antitética, que exalta la
respuesta posterior de Pedro”.

Nuevamente, este diálogo, este crescendo en este pasaje de las


Escrituras, presenta una rica variedad de opiniones
incompatibles, como dice Sheen.
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Todos los candidatos para la identidad de Cristo son hombres


santos: Juan Bautista, Elías, Jeremías, uno de los profetas. Sin
embargo, dice Sheen, “todos yerran en acertar la verdad, sólo
dentro del colegio apostólico hay verdad absoluta de la unidad y
verdad absoluta de la fe, y Pedro es el garante de los dos: la
unidad y la fe”.

El Señor se vuelve a sus discípulos escogidos y dirige la


pregunta a ellos: “Pero ¿quién dicen ustedes que soy yo?”. En
ese momento, no había cabeza nombrada como portavoz de ellos. La
pregunta va dirigida primero a todos, ya que no había un líder
como portavoz. Pero un hombre, sin el consentimiento de los
demás, da un paso adelante y habla en nombre de todos los
discípulos, dando la respuesta correcta a la pregunta: “Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

El diálogo con el Señor continúa. Las palabras posteriores a la


respuesta de Pedro: “Dichoso tú”. Fulton Sheen dice que “hemos
escuchado esas palabras antes”; “dichoso tú” (bienaventurado)...
fueron palabras pronunciadas por el Arcángel Gabriel a la
Santísima Virgen María en la Anunciación, cuando el ángel vino a
María a preguntarle si le daría la naturaleza humana a Dios para
redimir al mundo. Y el ángel la saludó así: “Dichosa eres…”.
¿Por qué dichosa? ¿Por qué bienaventurada? Porque recibiría el
privilegio divino de la maternidad de Cristo.

En forma similar a la Anunciación, Jesús le dice a Pedro:


“Dichoso tú, Simón”. Porque María fue dichosa ya que iba a ser
la madre de Dios, cabeza del Cuerpo Místico. Fulton Sheen dice:
“Pedro es dichoso, bienaventurado, porque ha de ser el vicario
de Cristo y cabeza visible del Cuerpo Místico de Cristo”.
“Dichoso tú, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado la
carne, sino mi Padre que está en el Cielo”.
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En otras palabras: “no discerniste esto por cuenta propia,


proviene de Dios, es una revelación que proviene de Dios”.

Pedro da un paso adelante a nombre del colegio apostólico y a


nombre de la iniciativa divina, o sea, la denominación de Hijo
de Dios, de Mesías. El Papa San Juan Pablo II dijo que Pedro fue
nombrado “dichoso, bienaventurado, porque no pudiste haber
reconocido humanamente esta verdad, que es esencial en la fe de
la Iglesia, excepto mediante la acción divina”, excepto mediante
la ayuda de Dios. Estas palabras en los labios de Pedro
provienen de la profundidad del misterio de Dios, revelan la
verdad íntima, la luz misma de Dios, quién es Dios, la identidad
de Jesucristo como Hijo de Dios vivo.

Juan Pablo II dice que “Pedro, bajo la acción del Espíritu


Divino, se convierte en testigo y confesor de esta verdad
sobrehumana: su profesión de fe, y por lo tanto, se convierte en
la base de la fe de la Iglesia”. Jesús dice: “En esta roca
edificaré mi Iglesia”. La Iglesia de Cristo está edificada sobre
la fe y fidelidad de Pedro. “Tú eres el Mesías” es la respuesta
de Pedro. La profesión de fe de San Pedro puede, y debe, ayudar
al cristiano a realizar su propia profesión de fe. Cada uno de
nosotros puede confesar “Tú eres el Mesías”.

Este diálogo con Cristo puede convertirse en nuestro propio


diálogo y nuestra propia respuesta: “Tú eres el Mesías”. La
respuesta del Señor nunca cambia.

¿Tu respuesta en la fe fluye de la respuesta de Pedro?


“Señor, Tú eres el Mesías, reconozco quién eres, eres el Mesías,
el Hijo de Dios vivo”.
¿Puedes reflejar la respuesta de Pedro?
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Este es el diálogo que podemos incorporar en nuestra propia


oración, en nuestra propia conversación y diálogo con el Señor.
Por seguro, ésto no desanima ningún otro diálogo que tengamos,
ninguna otra inquietud personal que le presentemos al Señor, de
la cual le hablemos al Señor. Sino, ¿por qué no ingresar a un
diálogo en donde se han dado respuestas, y han sido confirmadas
por los labios de Cristo?

A lo largo de todas las Escrituras, no sólo en este diálogo


entre Cristo y Pedro sino en todas las Escrituras, hay diálogo,
hay conversación. ¿Por qué no ingresar a las palabras del texto
sagrado, donde hay respuestas seguras a nuestras preguntas
profundas? Las mismas preguntas que todos nosotros formulamos.

Cada era y cada cultura cuestiona quién es Cristo, cuestiona


todo: desde su identidad hasta su misión como Redentor y
Salvador del mundo. Nadie se hubiera imaginado, como los
primeros cristianos se imaginaron, que uno de sus perseguidores
más grandes ahora, se convertiría en uno de sus defensores más
grandes: Saulo de Tarso, San Pablo. Se convirtió en el
evangelizador más grande de toda la historia. Madre Angélica
decía a menudo que “a San Pablo le hubiera encantado estar en
este púlpito, hubiera podido llegar al mundo entero desde esta
cámara”. Pablo viajó de Corintio a Filipa, Efeso, muchas
ciudades; pero desde este púlpito podemos llegar al mundo entero
sin viajar a esos lugares, tal como lo expresó Madre Angélica.

Al igual que con San Pedro, San Pablo recibió la gracia divina
de confesar la identidad de Cristo. Y empezó con la pregunta del
Señor Jesús, en el camino a Damasco, con una luz fulgurante:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Este es el diálogo que
tiene el Señor.
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Esta pregunta, que Él hace a Saulo de Tarso, es definitiva, fue


derribado por una fuerza milagrosa y poderosa, y pregunta:
“¿Quién eres? ¿Quién eres?”. Jesús le responde: “Soy Jesús, a
quien estás persiguiendo”. Jesús se identifica tanto con Su
rebaño, con Su pueblo, con aquellos que son perseguidos…

“Soy Jesús a quien persigues”. La respuesta de Cristo a la


pregunta que Saulo de Tarso le hace. Saulo, San Pablo, había
estado persiguiendo a los seguidores de Jesús y Jesús le dijo
que era Él mismo a quien estaba persiguiendo. El Papa San Juan
Pablo II a menudo repetía que “Jesucristo es la respuesta a la
pregunta formulada por cada vida humana”.

Jesucristo es la respuesta a la preugnta formulada por cada vida


humana, la vida de ustedes, la vida mía. Cada pregunta que
podemos hacer, al final tiene una respuesta: JESUCRISTO, TÚ ERES
EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO. El amor de Cristo nos lleva a
compartir esas buenas nuevas con todos. El diálogo al que el
Señor ingresa con cada uno de nosotros, con ustedes y conmigo,
es singular, es misterioso, es personal, y también es
comunitario, no es sólo un diálogo personal sino un diálogo
comunitario. La profesión de fe de San Pedro no fue sólo para él
mismo, sino para todo creyente que vendría después de él. Su
profesión de fe: TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO. El
encuentro de San Pablo con el Señor Resucitado no fue sólo para
él, fue para la Iglesia entera, para ustedes y para mí.

La fe de la Iglesia es apostólica, está cimentada sobre la fe de


los apóstoles, profesamos en el Credo que nuestra fe es
apostólica, lo que creemos tiene conexión directa con lo que los
apóstoles creyeron.
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La fe de los apóstoles estaba basada en la experiencia directa


de las mismas palabras del Señor: lo experimentaron cara a cara,
experimentaron Su enseñanza y Sus milagros, porque eran capaces
de verlo y tocarlo. Y nosotros somos beneficiarios de su fe.

Nuestra fe es apostólica. San Pedro y San Pablo estaban unidos


en su fe y también en su martirio, al derramar su sangre en la
profesión de la fe en Cristo, que Él es el Hijo de Dios, que Él
es el Unigénito enviado por Dios a salvar el mundo.

Al concluir el mes de junio, el mes del Sagrado Corazón de


Jesús, pidamos a la misericordia del Corazón de Jesús que nos
ayude a confesar esta fe viva: TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE
DIOS VIVO.

“Sí, queridos amigos, Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida,
que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad,
sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios”
(Papa Benedicto XVI)

“La verdadera perfección consiste en esto:


hacer siempre la santísima voluntad de Dios”
(Santa Catalina de Siena)

“La familia está llamada a ser templo, o sea, casa de oración:


una oración sencilla, llena de esfuerzo y ternura. Una oración que se hace vida,
para que toda la vida se convierta en oración”
(Papa Juan Pablo II)

“Quien quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere;


quien pida algo que no sea Cristo, no sabe lo que pide;
quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que hace”
(San Felipe Neri)
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P. MARK MARY
~julio 3 Solemnidad de Santo Tomás~
https://www.youtube.com/watch?v=zHK5dEGbNuI

Santo Tomás es el santo patrono de los constructores.

La carta a los Efesios 2:19-22, la más elocuente de las cartas


de san Pablo, pues vive en cautiverio y él escribió muchas de
sus cartas en prisión (año 61-63 dC), viendo que Efeso era una
capital en la provincia de Asia, en lo que hoy es Turquía, con
alta población judía, fue escrita en un contexto de gran
comercio de la plata y en una ciudad llena de adoración pagan;
Pablo predicaba a los judíos y también a los paganos; y en
prisión escribió esta maravillosa carta en la que nos habla de
ser un edificio de Cristo y fortalecer a los conversos en su
identidad, tratando de hacerles conocer los beneficios de ser
cristianos, en qué consiste esta relación con Cristo, no caer en
la trampa de la adoración pagana sino seguir adheridos a Cristo
como el ser supremo por encima de todo y a través de Quien
encontramos la plenitud en todas las cosas.

San Pablo dice a los gentiles: “A ustedes que están escritos,


que estaban aislados, ahora han sido llevados más cerca”. Ahora
que estaban lejos, se han acercado por la Sangre de Cristo.
Cristo ha derrumbado el muro de enemistad a través de su carne.
Estos dos grupos distintos son llevados para vivir en Cristo.
Pablo les recuerda que Dios es rico en misericordia y que nos
hizo revivir en Cristo, “nos resucitó en Cristo para acercarnos
con Él al mundo de arriba, le pertenecemos a Él, por su gracia
hemos sido llevados en comunión con Él”.
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Estamos sentados con Él en los cielos, aunque no estamos allí


plenamente, compartimos la divinidad y unidad en Cristo a la que
estamos destinados, sin importar cuál sea nuestro pasado. Todos
tenemos algo en común, el pecado, y Jesús es la solución en
común a ello.

“Reconciliados en un solo cuerpo por la Cruz, poniendo fin a la


enemistad con la muerte en ella”. No somos salvados como
individuos, somos salvados como parte de Su Cuerpo Místico.
Tengo una hermandad de creyentes alrededor mío. Todos, en
ciertos momentos, podemos pasar por soledad y aislamiento, pero
tenemos la ayuda de los demás, del ánimo y apoyo de los demás
unidos en Cristo. Ya no somos extranjeros ni forasteros, sino
ciudadanos y santos y miembros de la familia de Dios, como dice
san Pablo, quien describe la familia de Dios, que en Cristo
somos formados como un nosotros nuevo. Estamos en camino al
cielo, nuestra verdadera patria. Hemos encontrado parte de esa
patria celestial aquí, unidos unos con otros. La comunión ocurre
en Jesús, no fuera de Él, somos congregados en Él: hermosa
enseñanza, estamos en Jesús como una sola familia, somos
ciudadanos de nuestra verdadera patria celestial en Él.

La experiencia de unidad como creyentes es sorprendente y


admirable. Hay una unidad incluso más profunda entre los
cristianos, porque creemos en Jesucristo y porque hay una
verdadera unidad y vínculo profundo en nuestra unidad. Es una
gracia que hemos recibido de Dios. Estamos todos unidos en
Cristo de forma mística, aunque no compartamos el mismo idioma,
pero tenemos esa fe en común: estamos unidos en Cristo. No somos
extranjeros ni forasteros, sino que estamos siendo edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y los profetas. Cristo es la
piedra angular y los apóstoles soportan el edificio de Cristo.
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En la Biblia leemos una lista de 12 apóstoles, san Pablo también


es apóstol, y su testimonio al predicar el Evangelio y su
liderazgo en la Iglesia, nos une y edifica en nosotros la
Resurrección de Cristo. Él está vivo, ha resucitado, el Espíritu
Santo fue enviado sobre ellos y ellos predicaron el Evangelio y
la fe para que podamos recibir ese mismo Espíritu, estando
unidos en el Señor. Así, todo el edificio queda ensamblado y se
ha levantado un templo, morada de Dios.

¡Un templo! El primer templo fue edificado por Salomón, hijo de


David. Los judíos, antes de la Encarnación, tenían un gran
respeto por la trascendencia absoluta de Dios, pero sabemos que
el Espíritu Santo construiría este templo de Dios que es Cristo.
En este templo el Señor perdonará los pecados de su pueblo
Israel y llevará a su pueblo a la tierra de sus ancestros.

En el templo, el Señor escuchará el llamado de su pueblo y


resolverá sus problemas. Estamos edificados en este Templo
Sagrado para el Señor, un lugar donde el Señor puede morar
realmente. El templo contiene a Dios. Jesús nos hace el Templo
al poner el Espíritu Santo en nuestros corazones, de manera que
cuando elevamos nuestra voz a Dios, Él nos escucha y nos
perdona. SOMOS HECHOS TEMPLO. Santo Tomás proclama el Evangelio
para hacerlos el templo de Dios. Y ahora seremos escuchados, el
pueblo será escuchado, y será perdonado, en la plenitud de
Jesucristo. Elevemos nuestras voces en fe, démonos cuenta de que
no estamos aislados, no somos peregrinos solitarios en un camino
desierto, estamos unidos unos con otros, convertidos todos en
Templo para dar alabanza eternamente a Dios Nuestro Señor.

“Santo Tomás arrancó de labios de Nuestro Señor una bienaventuranza para todos nosotros:
BIENAVENTURADOS LOS QUE CREAN SIN HABER VISTO.
Gracias a Santo Tomás, Jesús nos dice: YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.
Santo Tomás nos regala la más grande confesión de fe: ¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!”
(Padre Juan Diego Ruiz, TeleVid)
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P. JOHN PAUL MARY


~agosto 6 Solemnidad de La Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo~
https://www.youtube.com/watch?v=8GoAPolpcLM

El Señor reina altísimo sobre toda la tierra (Salmo 97)

“Este es Mi Hijo amado, el predilecto, escúchenlo”

El evento de la Transfiguración del Señor no tiene como meta ser


mirado como un evento que meramente sucedió hace 2 mil años,
sino como un evento que continuamente puede seguir sucediendo en
nuestra propia vida, a través de la gracia, a través de la
invitación que Dios nos hace a través de la vida sacramental.

Según el Evangelio, este evento sucedió en el contexto de la


oración, en el Monte Tabor, mientras los tres discípulos oraba
con Nuestro Señor. Moisés tuvo una teofanía: la revelación de la
gloria divina en el monte Oreb, el Señor Dios se manifestó a
Moisés en forma de zarza ardiente que no se consumía, y de ahí
Moisés recibió los Diez Mandamientos de Dios. Elías oró durante
40 días y 40 noches en el mismo monte, y después de llegar allí
Elías se quejó de la infidelidad de Israel a la alianza que Dios
había celebrado con Su pueblo elegido, aquí Elías recibió la
revelación de Dios: que Él está presente en una pequeña voz.
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Fue en esa vocecilla pequeña, en el viento, que Dios se


presentó.

Todos los profetas señalan hacia la venida final de Cristo en la


tierra. Es significativo que Dios haya tenido presentes a
Moisés, padre de la ley, y a Elías, profeta de la venida de
Cristo, en la Transfiguración del Señor. En Él, el Hijo amado,
todas las enseñanzas de los profetas llegan a su plena
realización, podemos escucar la Voz del Hijo manifiesta en todos
los profetas.

A Elías le fue revelado que escuche esa pequeña vocecilla para


que encuentre a Dios. “Éste es Mi Hijo amado, el predilecto,
escúchenlo”. En pocas ocasiones escuchamos la Voz misma del
Padre manifiesta. “Escuchen a Mi Hijo amado, el predilecto”. El
relato de la Transfiguración está presente en los tres
Evangelios Sinópticos. En el de San Lucas, nos cuentan qué
hablaban Jesús, Moisés y Elías: hablan de Su Éxodo, que Él
habría de lograr en Jerusalén.

¿Qué iba a pasar en Jerusalén? Su Pasión, Muerte y Resurrección,


cómo Él habría de manifestar finalmente Su amor: en la Cruz.

San Agustín: “El cristiano tiene solo un hogar verdadero, y es


Cristo”. El cristiano sólo tiene un hogar verdadero: ¡Cristo! ES
nuestra patria verdadera. Dios Hijo Jesucristo, literalmente,
acampó entre nosotros y se hizo uno de nosotros en todo, menos
en el pecado. Jesús no necesitó que Pedro hiciera esa tienda, Él
ya había acampado Su tienda al hacerse hombre en la Encarnación
y al vivir entre nosotros.

¿Estamos contentos con Cristo como hogar nuestro? ¿Buscamos la


felicidad aparte de Cristo? ¿ES suficiente Cristo para mí? Como
Santa Teresa de Jesús solía decir: “¿Es Dios suficiente para
nosotros?”.
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¿Ya encontré mi hogar verdadero en Cristo, por fin? Él nos


invita todo el tiempo a que encontremos en Él nuestro hogar
verdadero, a que abramos nuestros corazones, tenemos un refugio
en Su Corazón y Él nos está hablando.

C/U de nosotros está invitado a subir la montaña espiritual y a


conversar con Jesús, apartar un lugar y guardar silencio con el
Señor, y escuchar esa vocecilla que nos está hablando. El
problema es el ruido que acompaña ese intento de escuchar la
vocecilla, es el problema con c/u de nosotros en toda era,
necesitamos ese momento de silencio con el Señor para
escucharlo.

En la Transfiguración, así como en Su Bautismo, vemos LA


REVELACIÓN DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD. La comunión cristiana es
comunión con la Santísima Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo. En esta revelación de la Transfiguración, al igual que en
el Bautismo, vemos la revelación de Dios: Tres Personas Divinas
y un Solo Dios Verdadero.

La Transfiguración del Señor sucedió antes del escándalo de la


Cruz, lo más probable sucedió así para dar valor a Sus
discípulos, habrían de ver al Señor transfigurado en Su gloria
después del escándalo de la Cruz.

También necesitamos esto, ese impulso de nuestra propia fe,


fortalecer nuestra fe para el tumulto y los sufrimientos y el
clamor que todos enfrentamos en nuestra propia vida cuando
tratamos de seguir al Señor. El sufrimiento y al muerte no son
el último capítulo para el cristiano, más bien la revelación de
la gloria divina velada detrás de la humanidad sagrada de
Jesucristo.
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Muchas voces hoy nos tientan a dejarnos sepultar en el tumulto y


en el ruido, la Voz de Cristo es la que ha de mantenernos en el
camino hacia la vida eterna, ese camino que nos guía hacia Él.

Hemos de escuchar a Su Hijo predilecto, Su Hijo amado, el Hijo


de Dios, escuchemos Su Voz. Que Jesucristo camine entre todos
ustedes, en medio del tumulto y de toda tragedia. Amén.

“Hay que mantener la serenidad del corazón si queremos oír la Voz de Jesús”
(Santa María Mazzarello, cofundadora de las Hijas de María Auxiliadora)

“Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez”
(Papa Juan XXIII)

“Cuando se ama no se sufre, y si se sufre, hasta se ama el mismo sufrimiento”


(San Agustín de Hipona)

“La dignidad del hombre requiere que obre según su libre elección, sin ninguna coacción externa”
(Papa Pablo VI)

“A cualquier precio que sea, es necesario que Dios esté contento”


(San Claudio de La Colombiere)

“Conservad la llama que Dios ha encendido en vuestros corazones, procurad que no se apague, alimentadla cada
día, compartidla con los que viven en la oscuridad y buscan una luz para su camino”
(Papa Benedicto XVI)

“¡Oh pobreza bienaventurada, que da riquezas eternas a quienes la aman y abrazan!


¡Oh pobreza santa, por la cual, a quienes la poseen y desean, dios les promete el Reino de los Cielos
y la vida bienaventurada! ¡oh piadosa pobreza, a la que se dignó abrazar con predilección el Señor Jesucristo,
El que gobernaba y gobierna cielo y tierra, y que lo dijo y todo fue hecho!”
(Santa Clara de Asís)
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P. PATRICK MARY
~agosto 11~

Solemnidad de Santa Clara de Asís

2 Cor 4:6-10,16-18
Nosotros llevamos nuestro tesoro en recipientes de barro.

Salmo 45
Escucha, hija, mira e inclina el oído.
Escucha, hija, mira e inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.
Prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante Él, que Él es tu Señor.
Ya entra la princesa bellísima,
vestida de perlas y brocado,
la llevan ante el rey con séquito de virgen,
la siguen sus compañeras.
Las traen entre alegría y algázara,
van entrando en el palacio real.
A cambio de tus padres tendrás hijos
que nombrarás príncipes por toda la tierra.

Ven, prometida de Cristo, recibe la corona que el Señor ha preparado para ti


para toda la eternidad.
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Jn 15:4-10

Permanezcan en mí como yo en ustedes, lo mismo que el sarmiento no


puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid. Yo soy la vid,
ustedes son los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da
fruto, porque separados de mí no pueden hacer nada.

Santa Clara nació en una familia noble en Asís. A los 18 años se


sintió profundamente conmovida por la prédica de San Francisco
de Asís, por sus palabras y por la forma como vivía el santo.
1212, Domingo de Ramos: Clara se unió a San Francisco y sus
frailes en La Porciúncula. Se cortó el cabello y dejó sus ropas
finas, recibió un hábito, y fue encomendada a un monasterio
benedictino en el periodo intermedio. Una gran dificultad para
ella fue la oposición de su familia para que ingresara a esa
forma de vida, pero ella estaba convencida de que Dios la había
llamado a esta forma de vida.

Su hermana Inés se unió a ella a los pocos días. Y años después,


su propia madre. En el convento de San Damián, otras mujeres se
unieron a Clara y a Inés. Clara estaba obligada bajo obediencia
a aceptar el oficio de abadesa del convento y lo hizo hasta su
muerte, durante 41 años. El Señor le dijo: “Permanece en mí como
yo permanezco en ti”.

Esto va en contra de nuestra tendencia de depender de nosotros


mismos, sin aceptar la ayuda de Dios. Pero Clara supo muy bien
que nada hacemos por cuenta propia, necesitamos a Dios para todo
lo que hacemos. Queremos permanecer en Cristo, como dice el
Evangelio, pero necesitamos Su gracia para lograrlo.
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Morimos espiritualmente y nos quemamos cuando nos separamos de


Cristo por el pecado grave, el Sacramento del Perdón está ahí
para reconciliarnos y para sanarnos.

¿Cómo permanecemos en Él? Al unirnos con Él a diario en la


oración, al permanecer en la Iglesia, al recibir los
Sacramentos, y en la lectura de la Palabra de Dios,
especialmente en la Sagrada Eucaristía.

Una gran devoción a la Eucaristía estuvo presente en la vida de


Santa Clara. Cuando los sarracenos se acercaron al convento de
San Damiano, empezaron a escalar los muros del convento para
apoderarse de él; a pesar de que estaba enferma, Clara los
enfrentó elevando hacia los cielos el Santísimo Sacramento desde
una ventana de la enfermería y un terror profundo se apoderó de
los enemigos de Dios, por lo que huyeron de inmediato de allí.
Se escuchó una voz que le dijo: “Yo siempre te defenderé”.
Vencidos, los sarracenos se retiraron de allí.

ES LA SANTA PATRONA DE LA TELEVISIÓN. Una de las hijas


espirituales de Santa Clara, Madre Angélica de la Anunciación,
fundó EWTN, que continúa divulgando la Palabra de Dios para la
salvación del mundo. “Ningún dolor me ha sido molestia, ninguna
penitencia me ha sido severa, ninguna debilidad me ha sido
difícil”, respondió Clara a un fraile que la compadecía por su
larga enfermedad que la mantuvo en cama casi toda su vida.

“Ve en paz, tú que has seguido el buen camino, ve con confianza,


porque tu Creador te ha santificado, ha cuidado de ti
constantemente y te ha cuidado con la ternura de una madre hacia
su hijo. ¡Oh Dios!, bendito seas por haberme creado”: dijo Santa
Clara a su propia alma antes de morir. Santa Clara estaba lista
para ser recibida con la corona de victoria en el Cielo.
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