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Los orígenes del lenguaje

M astica r, lam er y so rb e r son actos extrem adam ente com unes entre los m am ífe­
ros, los cuales, si se observan sin más, presentan sim ilitu d e s obvias con el habla.
M a c N e ila g e (1998)

Habitualmente no solemos concebir el hecho de hablar como algo similar al hecho de


masticar, lamer o sorber, si bien, al igual que sucede en el primer caso, estas tres acti­
vidades implican la realización de movimientos con la boca, la lengua y los labios que
son, en cierta medida, controlados. En consecuencia, es posible que dicha relación no
resulte tan improbable como podría parecer a primera vista Constituye, asimismo, un
ejemplo del tipo de observaciones que pueden dar lugar a especulaciones interesantes
acerca del origen del lenguaje hablado. No obstante, siguen siendo especulaciones y no
hechos. Lo cierto es que desconocemos cómo se originó el lenguaje. Sospechamos que
alguna forma de lenguaje hablado debió desarrollarse hace entre 100.000 y 50.000
años, mucho antes que lo hiciese cualquier forma de lenguaje escrito (cuyos primeros
vestigios datan de hace sólo 5000 años). Con todo, entre los restos procedentes de eta­
pas anteriores de la vida sobre la Tierra no ha sido posible encontrar ni evidencias di­
rectas, ni artefactos relacionados con el habla de nuestros antepasados lejanos, que sir­
van para esclarecer el aspecto que podría haber tenido el lenguaje en las primeras etapas
de nuestra historia evolutiva. Quizás debido a esta falta de evidencias físicas directas ha
habido una gran cantidad de hipótesis sobre los orígenes del habla en la especie huma­
na. Eli este capítulo analizaremos algunas de estas especulaciones con mayor detalle.

El origen divino
Según la tradición bíblica, Dios creó a Adán y «formó del suelo todos los animales
del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los
llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera»
(Gn 2,19). De acuerdo con una tradición hindú, el lenguaje proviene de la diosa Sa-
rasvati, esposa de Brahma, creador del Universo. Para la mayoría de las religiones
el lenguaje humano parece tener un origen divino. A lo largo de la historia se han
llevado a cabo algunos experimentos, con resultados bastante contradictorios, para
intentar redescubrir esta lengua divina original. La hipótesis de partida era que si se
permitía que algunos niños crecieran sin entrar en contacto con ninguna lengua, en­
tonces terminarían por usar espontáneamente la lengua original dada por Dios.
Un faraón llamado Psamético probó a realizar este experimento con dos recién
nacidos hace más de 2500 años. Tras pasar dos años en compañía de varias cabras
y de una pastora muda, parece ser que los niños empezaron a hablar espontánea­
mente. Sus palabras no sonaban a egipcio, sino a lo que parecía ser la palabra fri­
gia bekos, que significaba «pan». El faraón llegó así a la conclusión de que el fri­
El lenguaje

gio, una antigua lengua hablada en parte de la actual Turquía, debía de ser la len­
gua original. Esta conclusión resulta poco plausible. Es posible que los niños no
tomaran esta «palabra» de ninguna fuente humana, sino que, como diversos críti­
cos han señalado, seguramente se la debieron oír a las propias cabras (si eliminas
la terminación -kos, que fue añadida en la versión griega de la historia, y pronun­
cias lo que queda, ¿acaso no eres capaz de oír a las cabras?)
Jacobo IV de Escocia llevó a cabo un experimento similar hacia el año 1500 y
parece ser que en esta ocasión los niños empezaron a hablar en hebreo. Desgracia­
damente, los restantes casos en los que se han descubierto niños salvajes que no han
tenido ningún contacto previo con una lengua humana no parecen confirmar los re­
sultados obtenidos por este tipo de experimentos sobre el «origen divino». Los ni­
ños que viven privados de contacto con el lenguaje humano en sus primeros años
de vida no llegan a desarrollar el lenguaje (estudiaremos el caso de uno de estos ni­
ños más adelante, en el Capítulo 13). Aun en el caso de que el lenguaje hubiera te­
nido un origen divino, lo cierto es que carecemos de medios para reconstruirlo, má­
xime teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos en una ciudad llamada
Babel «porque allí confundió Dios el lenguaje de todo el mundo» (Gn 11,9).

La hipótesis de los sonidos naturales


Una hipótesis bastante diferente a las anteriores acerca del origen del lenguaje se basa
en el concepto de los «sonidos naturales». En esencia, la idea consiste en que las pa­
labras primitivas podrían haber sido imitaciones de los sonidos naturales que las mu­
jeres y los hombres primitivos oían a su alrededor. Cuando pasaba un objeto volando
que emitía un sonido GRA-GRÁ, el hombre primitivo trataba de imitar el sonido que
oía y lo utilizaba para referirse al objeto asociado con dicho sonido. Y cuando otra
criatura voladora hacía CU-CU, este sonido natural pasaba a emplearse para hacer re­
ferencia a este tipo de objeto diferente. El hecho de que todas las lenguas modernas
contengan algunas palabras cuya pronunciación parece imitar los sonidos de la natu­
raleza podría considerarse un argumento a favor de esta teoría. En castellano, además
de cucú, tenemos chapotear, bomba, mugir, zumbar, sisear y formas como guau-guau.
De hecho, a este tipo de hipótesis se la ha denominado la hipótesis del «guau-guau»
sobre el origen del lenguaje. Pero aunque es cierto que hay bastantes palabras en to­
das las lenguas que son onom atopeyas (es decir, que imitan los sonidos naturales), no
es fácil determinar de dónde proceden los nombres de la mayoría de las cosas de nues­
tro mundo que no emiten sonidos, por no mencionar las entidades abstractas, si la úni­
ca manera de referirse a ellas fuera imitar los sonidos naturales. Además, también po­
dría provocamos un cierto escepticismo una teoría que parece asumir que una lengua
es únicamente un conjunto de palabras utilizadas como «nombres» de entidades.
Se ha sugerido, asimismo, que los sonidos originales de las lenguas podrían ha­
ber derivado de los gritos mediante los que según esta hipótesis, se manifiestan de
forma habitual emociones como el dolor, el enfado o la alegría. Sería así como
habría adquirido /Ay! sus connotaciones dolorosas. No obstante, interjecciones
como ¡Ay!, pero también como ¡Huy!, ¡Ah!, ¡Oh! o ¡Au!, se generan habitualmen­
te con inspiraciones repentinas, al contrario de lo que sucede cuando hablamos
normalmente. Lo habitual es que los sonidos del habla se produzcan utilizando el
aire que espiramos. En esencia, los ruidos expresivos que la gente hace cuando re­
acciona emocionalmente ante algo contienen sonidos que no se utilizan para nada
Los orígenes del lenguaje 9

más en su propia lengua, por lo que difícilmente pueden considerarse como una
fuente razonable de los sonidos del habla.
Una tercera hipótesis basada en los sonidos naturales es la que se denomina la
hipótesis del «yo-he-ho» (una antigua secuencia rítmica empleada por los marine­
ros durante la sirga). Según esta teoría, los sonidos que hacen las personas al rea­
lizar un esfuerzo físico podrían encontrarse en el origen de nuestro lenguaje, espe­
cialmente cuando este esfuerzo físico lo realizaban varias personas que debían
ponerse de acuerdo. En consecuencia, un grupo de humanos primitivos habría de­
sarrollado un conjunto de gruñidos, gemidos y palabrotas que utilizarían al levan­
tar y acarrear árboles o mamuts muertos. Lo más llamativo de esta teoría es que si­
tuaría el desarrollo del lenguaje humano dentro de un contexto social. Los sonidos
humanos, con independencia de cómo se produjeran, habrían tenido algún uso re­
glamentado dentro de la vida social de los grupos humanos primitivos. Es una idea
interesante, que podría relacionarse con los usos que los humanos damos a los so­
nidos que producimos. Sin embargo, no contesta a la pregunta acerca de los oríge­
nes de estos sonidos, dado que los monos y otros primates disponen de gruñidos y
de llamadas sociales, pero no parecen haber desarrollado la capacidad de hablar.

La hipótesis de la adaptación física


En lugar de centramos en los tipos de sonidos como posible origen para el habla ca­
racterística de nuestra especie, una alternativa consiste en examinar los rasgos físicos
que poseen los seres humanos, especialmente aquellos que difieren de los existentes
en otros seres vivos, los cuales podrían ser los responsables de la generación de los
sonidos del habla. Podemos comenzar haciendo la siguiente observación: en una fase
inicial de la evolución de nuestros antepasados se produjo una transición desde una
postura cuadrúpeda hasta una postura erguida, lo que permitió una locomoción bípe­
da y dio lugar a un reajuste de la función de las extremidades anteriores.
Algunos de los efectos que tuvo este cambio pueden observarse en las diferen­
cias físicas que existen entre el esqueleto de un gorila y el de un hombre de Ne­
anderthal, que vivió hace alrededor de 60.000 años. La reconstrucción del tracto
vocal del Neanderthal sugiere que habría sido capaz de producir algunas distin­
ciones entre sonidos que recuerdan a las que existen entre los diferentes sonidos
consonánticos. Es preciso esperar hasta hace unos 35.000 años para encontrar en
las reconstrucciones realizadas a partir de estructuras esqueléticas fosilizadas ras­
gos que comiencen a parecerse a los de los humanos modernos. En el estudio del
desarrollo evolutivo, existen determinadas características físicas, que habría que
denominar con mayor propiedad como adaptaciones parciales, que parecen ser re­
levantes para el habla. Se trata de variantes optimizadas de rasgos que se encuen­
tran ya en otros primates. Por sí solos, estos rasgos no tendrían por qué dar lugar
necesariamente a la producción del habla, pero constituyen indicios adecuados de
que una criatura que los poseyera probablemente sería capaz de hablar.

Dientes, labios, boca, laringe y faringe


En la especie humana los dientes adoptan una posición recta, no estando inclinados
hacia delante, como ocurre en los monos, y además todos tienen un tamaño pareci­
do. Estas características no resultan particularmente beneficiosas para cortar o desga­
El lenguaje

rrar la comida, pero son muy útiles a la hora de producir sonidos como f z y d . Los
labios humanos están conectados por una musculatura mucho más compleja que la
que encontramos en otros primates y la flexibilidad que ésta les confiere facilita la
producción de sonidos como como p y b. La boca humana, que es relativamente pe­
queña en comparación con la poseen otros primates, puede abrirse y cerrarse rápida­
mente, y contiene una lengua más pequeña, más gruesa y más musculosa, con la que
se puede generar una amplia variedad de sonidos en el interior de la cavidad oral. El
resultado al que, en conjunto, dan lugar estas pequeñas diferencias consiste en una
cara que dispone de una musculatura más compleja, y que interconecta los labios y
la boca, capaz de generar una gran diversidad de conformaciones, así como de articu­
lar con mayor rapidez los sonidos que se producen gracias a las mismas.
La laringe humana, o «caja de la voz« (puesto que contiene las cuerdas voca­
les), se diferencia de forma significativa por su posición de la que poseen los mo­
nos. Durante la evolución de la especie humana, la adopción de la postura erecta
hizo que la cabeza se adelantara en relación con la columna vertebral y que la la­
ringe quedara más baja, creándose una cavidad más amplia, llamada faringe, si­
tuada encima de las cuerdas vocales, la cual actúa como una caja de resonancia
para todos los sonidos producidos por la laringe, contribuyendo a incrementar su
variedad y a hacerlos más distintivos. Una consecuencia desafortunada de estos
cambios es que la posición de la laringe humana aumenta la posibilidad de atra­
gantarse al comer. Los monos quizás no sean capaces de utilizar la laringe para
producir sonidos lingüísticos, pero tampoco sufren el problema de que los trozos
de comida puedan alcanzar la tráquea. Sin duda, en términos evolutivos el tener
esta capacidad vocal adicional (esto es, la posibilidad de producir una mayor va­
riedad de emisiones acústicas) debe haber incrementado enormemente las posibi­
lidades de supervivencia, pues, de lo contrario, no hubiera compensado el incon­
veniente potencial que supone el riesgo añadido de morir atragantado.

El cerebro humano
El cerebro humano es el responsable del control de la organización de todos estos
componentes físicos más complejos disponibles potencialmente para la producción
de sonidos. El cerebro humano posee un tamaño inusualmente grande en relación
con el tamaño corporal además se encuentra lateralizado, esto es, cada hemisferio
se ocupa de determinadas funciones especializadas. En la mayoría de los seres hu­
manos las regiones encargadas del control de los movimientos motores implicados
en tareas como el habla y la manipulación de objetos (fabricación y utilización de
herramientas) se encuentran localizadas, en gran medida, en el hemisferio cerebral
izquierdo. Resulta plausible la existencia de una conexión evolutiva entre estas dos
capacidades humanas, así como la implicación de ambas en el desarrollo de un ce­
rebro capaz de hablar. La mayoría de las restantes teorías sobre el origen del habla
implican la existencia de seres humanos que producirían ruidos aislados para seña­
lar objetos de su entorno, en lo que seguramente puede haber sido una etapa cru­
cial en el desarrollo del lenguaje; sin embargo, conviene señalar que se trataría de
un lenguaje carente aún de cualquier tipo de organización estructural. Todas las
lenguas humanas, incluida la de signos, implican la organización y combinación de
sonidos (o signos) en secuencias determinadas. Al parecer, una parte de nuestro ce­
rebro se ha especializado en generar este tipo de secuencias.
Los orígenes del lenguaje 11

Si tratamos de analizar esta cuestión por analogía e intentamos establecer cuá­


les son los procesos básicos necesarios para la fabricación de herramientas, pare­
ce evidente que no es suficiente con ser capaz de coger una piedra (producir un
sonido), sino que el ser humano también ha de ser capaz de ponerla en contacto
con otra piedra (otros sonidos) de forma apropiada. Dicho en términos de estruc­
turas lingüísticas, el ser humano debió de desarrollar en primer lugar la capacidad
de nombrar las cosas produciendo siempre el mismo ruido específico (por ejem­
plo, parí) para cada objeto concreto. Sin embargo, un segundo paso crucial habría
sido el aprender a combinarlo con otro ruido específico (por ejemplo, bueno) para
construir un mensaje complejo (pan bueno). Después de algunos miles de años de
evolución, los seres humanos han terminado perfeccionando esta capacidad de ge­
nerar mensajes hasta el punto de que los sábados, viendo un partido de fútbol,
pueden picar algo para comer y decir Este pan está bueno. Por lo que sabemos
hasta el momento, otros primates son incapaces de hacerlo.

El origen genético
Podemos concebir a un bebé humano durante sus primeros años de vida como un
ejemplo viviente de la manera en que tuvieron lugar algunos de los cambios físi­
cos descritos anteriormente. En el momento del nacimiento, el cerebro del bebé
pesa únicamente la cuarta parte de lo que llegará a pesar en el estadio adulto y su
laringe se encuentra situada en una posición mucho más elevada de la garganta,
lo que le permite, al igual que a los chimpancés, respirar y beber al mismo tiem­
po. En un intervalo de tiempo relativamente corto, la laringe desciende, el cerebro
se desarrolla, el niño adopta una postura erguida y comienza a andar y a hablar.
Este conjunto de procesos de desarrollo casi automáticos, así como la complejidad
que presenta el lenguaje del niño pequeño, han llevado a algunos investigadores a
buscar un origen para el lenguaje que no consista simplemente en una serie de pe­
queñas adaptaciones físicas adquiridas por la especie a lo largo del tiempo. Inclu­
so los niños que son sordos de nacimiento (y que, en consecuencia, nunca desarro­
llan un lenguaje hablado) acaban utilizando muy pronto la lengua de signos con
gran fluidez, siempre que las circunstancias sean las apropiadas. Este hecho pare­
ce indicar que los humanos nacemos dotados de una capacidad especial para el
lenguaje. Es innata y ninguna otra criatura parece poseerla, no estando vinculada
a ninguna variedad específica de lenguaje. ¿Es posible que esta capacidad lingüís­
tica se halle ensamblada genéticamente en el recién nacido humano?
Como solución al enigma del origen del lenguaje, la hipótesis del innatismo
sugeriría que dicho origen se encontraría en la existencia de algo especial en el ge-
noma humano, posiblemente algún tipo de mutación crucial. En consecuencia, la
aparición del lenguaje no habría sido el resultado de un cambio gradual, sino algo
que habría sucedido con bastante rapidez. No estamos seguros de cuándo habría
tenido lugar este supuesto cambio genético, ni de cómo se relacionaría con las
adaptaciones físicas descritas anteriormente. Lo que sí parece claro es que cuan­
do se toma en consideración esta hipótesis, nuestras especulaciones acerca del ori­
gen del lenguaje se desplazan desde las evidencias fósiles o desde el origen físico
de los sonidos humanos básicos, hacia las analogías con la manera en que funcio­
nan los ordenadores (estar pre-programado o ensamblado, etc.) y hacia los con­
ceptos tomados del estudio de la genética. La investigación acerca del origen del
12 El lenguaje

lenguaje se convierte, entonces, en una búsqueda de ese «gen del lenguaje» espe­
cial que sólo poseerían los seres humanos.
Si somos, de hecho, la única criatura dotada de esta especial capacidad para el
lenguaje, ¿resulta completamente imposible para cualquier otra criatura producir o
entender el lenguaje? Trataremos de dar respuesta a esta cuestión en el capítulo 2.

a Ejercicios
1. ¿Con cuál de los cuatro tipos de «orígenes del lenguaje» asociarías la cita de
MacNeilage que encabeza este capítulo?
2. ¿Cuál es la idea básica de la hipótesis del «guau-guau» acerca del origen del
lenguaje?
3. ¿Cuál es la idea básica de la hipótesis del «yo-he-ho»?
4. ¿Por qué razón se considera que es poco probable que interjecciones como ¡ay!
sean el origen de los sonidos propios del habla?
5. ¿Qué características especiales poseen los dientes humanos que los hacen úti­
les para la producción de los sonidos del habla?
6 . ¿Dónde se encuentra localizada la faringe y de qué manera ha llegado a con­
vertirse en un componente importante del sistema de generación de sonidos en
la especie humana?
7. ¿Por qué crees que habría que mencionar como una prueba a favor de la hipó­
tesis del innatismo a los niños pequeños sordos que terminan utilizando con
particular eficacia la lengua de signos?

■ Tareas de investigación
A. ¿Cuál es la conexión que existe entre la maniobra de Heimlich y el desarrollo
del habla en la especie humana?
B. ¿Qué es lo que sucedió exactamente en Babel y por qué razón se emplea este
hecho para explicar el origen del lenguaje?
C. La idea de que «la ontogenia recapitula la filogenia» fue propuesta por prime­
ra vez en 1866 por Ernst Haeckel y aún se emplea con frecuencia en las discu­
siones acerca del origen del lenguaje. ¿Serías capaz de expresar esta idea de
una manera más sencilla o menos técnica?
D. ¿Qué relación existe entre la hipótesis del innatismo, tal y como se ha descri­
to en este capítulo, y la idea de una Gramática Universal?

■ Temas/proyectos de discusión
I. A menudo se propone que existe una relación entre el lenguaje, la capacidad
de utilizar herramientas y la mayor destreza en el uso de la mano derecha
que caracteriza a la mayoría de los humanos, (i) ¿Es posible que la libera­
ción del uso de las manos que implica la adopción de una postura erecta bí­
peda diera lugar a una mayor capacidad de manipulación, la cual, a su vez,
terminara desembocando en el desarrollo del lenguaje? (ii) ¿Por qué razón
adoptamos una postura erecta? (iii) ¿Qué tipo de modificaciones habrían te­
nido lugar en nuestras manos? (Para obtener información básica sobre esta
cuestión puedes leer el capítulo 5 de Beaken, 1996)
II. En este capítulo no nos hemos ocupado de la cuestión de si el lenguaje se ha
desarrollado como una parte más de nuestras capacidades cognitivas gene­
rales o si, por el contrario, ha evolucionado como un componente separado,
que puede existir de forma independiente (y sin tener relación con la inteli-
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gencia general, por ejemplo). ¿Qué tipo de evidencias serían necesarias, en


tu opinión, para tratar de resolver esta cuestión? (Para obtener información
básica sobre esta cuestión puedes leer el capítulo 4 de Aitchison, 2000).
III. Se ha afirmado que el desarrollo de los niños puede ofrecer evidencias indi­
rectas sobre la manera en que evolucionó originariamente el lenguaje. Por
ejemplo, el tracto vocal reconstruido del hombre de Neanderthal y el de un
recién nacido son sensiblemente parecidos. ¿Crees que existe algún parale­
lismo entre el comportamiento de los niños y el que implican las propuestas
presentadas en este capítulo acerca del comportamiento de los seres huma­
nos primitivos que sea relevante en lo concerniente al uso y el origen del
lenguaje? (Para obtener información básica sobre esta cuestión puedes leer
a Bickerton, 1981; Lenneberg, 1967 y Lieberman, 1984).
IV. Las limitaciones que presenta una teoría puramente gestual del origen del
lenguaje pueden relacionarse con las diferencias que existen según el tipo de
mensaje. Considera estos dos mensajes: El perro persigue al gato y Mi her­
mano piensa que él es un perro. ¿Qué mensaje crees que sería más fácil de
expresar mediante gestos (y gruñidos primitivos, si es necesario)? Razona tu
respuesta. (Para obtener información básica sobre esta cuestión puedes leer
los artículos que aparecen en Armstrong et al., 1995).
V. Jeremy Campbell (1982: 156) escribió lo siguiente: «La hipótesis de que la
fabricación de herramientas o la tecnología de la subsistencia impulsaron la
evolución de la inteligencia y del lenguaje plantea muchos interrogantes».(i)
¿Compartes las dudas de Campbell acerca de esta propuesta de que la evo­
lución del lenguaje puede estar ligada a la evolución de la capacidad de fa­
bricación de herramientas? (ii) ¿Cómo encaja en esta discusión el concepto
de «inteligencia»? (Para obtener información básica sobre esta cuestión pue­
des leer la colección de artículos de Gibson e Ingold, 1993)
VI. Se ha sugerido que el habla es, de hecho, una función superpuesta, es decir,
que emplea atributos físicos que en realidad se habían desarrollado para sa­
tisfacer otras funciones más básicas, como, por ejemplo, respirar o comer.
¿Qué pruebas utilizarías para apoyar o refutar esta propuesta?

Lecturas adicionales
Dos textos introductorios a la cuestión del estudio del origen del lenguaje son los
de Aitchison (2000) y Beaken (1996). Jespersen (1921) es el responsable de mu­
chos de los divertidos nombres que designan algunas de las primeras hipótesis
acerca del origen del lenguaje (como, por ejemplo, la teoría del «guau-guau»). Ya
de forma más específica, puede leerse a Salus (1969) en lo concerniente a los «so­
nidos naturales»; sobre la relación entre el uso de herramientas y el lenguaje pue­
de consultarse a Gibson e Ingold (1993); para la hipótesis del innatismo resulta
particularmente ilustrativo el libro de Pinker (1994), teniendo en cuenta los argu­
mentos en contra expuestos por Sampson (1997). Las ideas de Haeckel son anali­
zadas por Gould (1977). Otras aproximaciones interesantes a la cuestión del ori­
gen del lenguaje aparecen en Bickerton (1990), Corballis (1991), Deacon (1997),
Dunbar (1996), Jablonski y Aiello (1998) y Lieberman (1991, 1998).

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