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V II

su® —D espués de eso —p ro seg uí— c o m p ara n u estra n a-


turalez a respecto de su educación y de su falta de e d u -
cación con una exp erien cia com o ésta. R ep resé n tate
hom bres en una m o rada su b te rrá n e a en fo rm a de c a -
verna, que tiene la e n tra d a ab ierla, en toda su ex te n -
sión, a la luz. En ella e stán desde niños con las p iern a s
y el cuello en caden ado s, de Diodo qu e deb en perm ane*
ce r allí y m ira r sólo d elan te de ellos, porqu e las cade-
ñas les im p iden g ira r en d erre d o r la cabeza. M ás a rrib a
y m as lejos se h alla la luz de un fuego que b rilla d e trá s
de ellos; y en tre el fuego y los p risio n ero s hay un ca m i-
no m ás alto, ju n to al cual im ag ín ate un tab iq u e co ns-
truid o de lado a lado, com o el biom bo que los titirite -
ros levantan delan te de! público p a ra m o strar, p o r enc i-
m a del biom bo, los m uñecos.
—Me lo im agino.
—Iraagjnaie a h o ra que, del o tro lado del tabiq ue, pa-
c san so m b ras que llevan toda clase de u ten silio s y figuri-
515o lias de hom b res y o tro s an ím ales, hechos en p ie d ra y
m adera y de d iv ersas clases; y e n tre los que pasan un o s
hablan y otro s callan.
—E xtra ñ a co m p aració n haces, y ex trañ o s son eso s
prisio neros.
—P ero son como no so tro s. Pues en p rim e r lugar,
¿crees que han visto de sí m ism os, o unos de los o íro s,
REPÚ BL ICA VU 339

o tra cosa que las so m bras p ro y ectad as p o r el fuego en


la p arte de la caverna que tien en fren te a sí?
—C laro que no, si toda su vida están forzad os a no b
m ov er las cabezas.
—¿Y no sucede lo m ism o con los ob jeto s que llevan
los que pasan del o tro lado del tabiq ue?
—Indudablem ente.
—Pues entonces, si d ialog aran e n tre sí, ¿no te p are -
ce que e nten de ría n e s ta r n o m b ran d o a los o bjeto s qu e
pasan y que ellos v e n ? 1.
—N ecesariam en te.
—Y si la prisión c o n ta ra con un eco d esd e Ja pared
que tienen frente a si, y alguno de los q ue p asan del
o tro lado del tabiq u e h ablara, ¿no pien sas que creerían
que lo qu e oyen proviene de la so m b ra q ue p asa d ela n te
de ellos?
—jP or Zeus qu e sí!
—¿Y qu e los p risio n e ro s no ten d ría n p o r real o tra c
cosa que las so m b ras de los o b jetos artificiales tra n s -
p ortados?
—Es de toda necesidad.
—E xam ina ah ora el caso de u n a lib eración de sus
cadenas y de una c uración de su ign orancia, qué pasa-
ría si n a tu ra lm e n te 7 les o cu rrie se esto: que un o de
ellos fue ra liberado y forzado a levan tarse de repente,
volver el cuello y m a rc h a r m iran d o a la luz y, al h acer
todo esto, su frie ra y a causa del encandilacnieoto fue ra
incapaz de p e rc ib ir aq uellas co sas cuy as som b ras había
visto antes, ¿Qué pien sas que re sp o n d ería si se le dijese d
que lo que h abía visto an tes eran fru slerías y q ue aho-

1 O sea, los objeto* rra o s p o rta d o i d el o tro lado del tabique, cu*
y as so m bra s, p ro y e cta d as s ob re el fo nd o d e ta cav ern a, ven los prisio-
neros.
2 N o se (m ía de q u e lo que les s u c e d íts c fu era n a tu ra l —1\ mis*
n\o Platón d ice q u e o b ra ría n «forzados»'—, sino a co rd e con n a tu ra -
leza h u m a n a .
340 D IÁ LO GO S

r a ( en cam bio, está m ás próxim o a lo real, vu elto h acia


cosas m ás re ales y que m ira c o rrec tam en te? Y si se le
m o s trara cada uno de los o bjetos que p a san del o tro
lado de tabiqu e y se le o bligara a c o n te s ta r p re g u n tas
sobre lo que son, ¿no p ien sas qu e se s en tirá en d ifi-
cultad es y que c o n sid erará que las co sas que an tes
veía e ra n m ás v erd ad e ra s que las que se le m u estran
aho ra?
—M ucho m ás verdad eras.
t —Y si se le fo rzara a m ira r h acia la luz m ism a, ¿no
le dolerían los ojos y tra ta ría de elud irla, volviéndose
hacia aqu ellas cosas q ue p odía p ercib ir, p o r co n sid e rar
que é stas son re alm en te m ás cla ras que las que se le
m u estran ?
—Así es.
—Y si a la fu erza se lo a r ra s tra ra p o r una e sc arp ad a
y em pinada cu esta, sin so ltarlo a n tes de lleg ar h asta
516a la luz del sol, ¿n o su friría acaso y se irrita ría p o r ser
a rra s tra d o y, tra s llegar a la luz, te n d ría los ojos llenos
de fu lgores que le im ped irían v er uno solo de los o b je -
tos que ah o ra decim os qu e son Jos v e rd ad eros?
—Por cierto, al m en os in m ed iatam en te.
—N ecesitaría ac o stu m b rarse, p a ra p od er llegar a m i-
ra r las cosas de arrib a . En p rim e r lu g ar m ira ría con
m ayor facilidad las som bras, y desp ué s las figu ras de
los hom bres y de los o tro s objetos reflejado s en el agua,
luego los hom bres y los o bjetos m ism os. A co n tin u ació n
co n tem p laría de noche lo qu e hay en el cielo y el cielo
b m ismo, m iran d o la luz de los astro s y la lu n a m ás fá -
cilm en te que, d u ra n te el día, el sol y la luz del sol,
—Sin duda.
—F inalm ente, pienso, p o d ría p erc ib ir el sol, no ya
en im ágenes en el ag ua o en o tro s lu g ares q u e le son
extra ños, sino co n tem p larlo cóm o es en sí y p o r sí, en
su propio ám b ito .
—N ecesariam en te.
r e p Cb l ic a v it 34 1

—Después de to cu al c on clu iría, con re sp e cto al sol,


que es lo que p ro d u ce las estacio n es y los año s y que
g ob ierna todo en el ám b ito visible y q ue de algún m odo c
es causa de las cosas que ellos h ab ían visto.
—Es evidente que, despu és de to do esto, a rrib a ría
a tales conclusiones.
—Y si se a co rd ara de su p rim e ra m orad a, del tipo
de sab id u ría existente allí y de sus en ton ces com pañ e-
ros de cau tiverio, ¿no p ien sas qu e se se n tiría feliz del
cam bio y q ue los com padecería?
—Por cierto.
—R especto de los hon ores y elogios que se trib u ta -
ban unos a o tro s, y de las reco m p en sas p a ra aquel que
con m ayor agudeza d iv isara las som bras de los o bjetos
que p a sab an d e trá s del tabique, y p ara el que m ejo r
se ac ordase de cuáles hab ían desfilado h ab itu alm e nte
an tes y cu áles después, y p ara aquel de ellos que fuese á
capaz de ad iv in ar lo q ue iba a p asar, ¿te p arece que
e sta ría deseoso de todo eso y q ue en vidiaría a los m ás
h onrad os y podero so s e n tre aq uéllos? ¿O m ás bien no
Je p a sa ría com o al Aquiles de H om ero, y « p re firiría se r
un lab ra d o r qu e fu era sierv o de un h om bre pob re» J o
so p o rta r cu alq u ie r o tra cosa, an tes qu e volver a su an-
te rio r m odo de o p in a r y a a q u ella vida?
—Así creo tam bién yo, que p ade cería cu alq u ier cosa e
an te s que s o p o rta r a qu ella vida.
—Piensa aho ra esto: si descendiera nuevam ente y ocu-
p ara su propio asiento, ¿no ten d ría o fuscados los ojos
p o r las tinieblas, al llega r re p en tin am en te del sol?
—Sin duda.
—Y si tuviera que discrim inar de nuevo aquellas som-
b ras, en a rd u a co m petencia con aq uellos que h an con-
servado en to d o m om ento las cad enas, y viera con-
fusam en te h asta que sus ojos se re aco m o d aran a ese 5i7a

* En Od. Xí 489-490
342

estad o y se ac o stu m b raran en un liem po n ad a breve,


¿no se ex pon d ría al ridícu lo y a que se d ijera de él que,
p o r h a b e r subid o h asto lo aJto, se hab ia estro pe ad o los
ojos, y que ni siq uiera valdria la pena in te n ta r m a rc h ar
hacia a rrib a? Y si internase d esatarlo s y con du cirlo s ha-
cia la luz, ¿no lo m ataría n , si p u d iera n ten erlo en sus
m anos y m atarlo?
—S eguram ente.
—Pues bien, q u erid o Glaucón, debem os ap licar ínte-
b gra esta eJegoria a lo qu e an terio rm en te ha sido dicho,
com paran do la región que se m an ifiesta p o r m edio de
la vista con la m orad a-p risión , y la luz del fuego que
hay en ella con el p o d e r del sol; co m para, p o r o tro lado,
cl ascenso y con tem p lació n de las cosas de arrib a coa
el cam ino de! alm a hacia el ám bito inteligible, y no te
equ ivo carás en cu an to a lo que estoy esp eran do , y que
es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es je a h n e n te cier-
to; en todo caso, io que a mí me parece es q ue lo que den-
c tro de lo cognoscible se ve al fin al, y con d ificu ltad,
es la Idea del Bien. Una vez percib ida, ha de co nc luirse
que es la causa de to d as las cosas recuas y bellas, que
en el ám bito visible ha en g en drad o la luz y al señ o r de
ésta, y que en el á m b ito inteligible es se ñ o ra y p ro d u c -
to ra de la verd ad y de la in teligencia, y que es n ecesario
ten erla en vista p ara p o d er o b ra r con sab id u ría tanto
en lo priv ado com o en lo público.
—C om parlo tu p ensam ien to , en la m edida que me
es posible.
—M ira tam b ién si lo co m p artes en esto: no hay que
aso m brarse de q u e qu ienes han llegado aJIi no estén d is -
puestos a ocuparse de los asun to s hum anos, sino que sus
d alm as aspira n a p a s a r el tiem po arrib a ; lo cual es n a tu -
ra!, si la alegoría d esc rita es c o rre c ia tam b ién en esto.
—Muy n a tu r a l
—Tam poco se ria ex trañ o q ue alguien que, de con-
tem plar las cosas divinas, p asa ra a las h um anas, se com-
R (¿PÚ BLIC A VU 343

p ó n a s e d esm añ ad am en te y q u e d ara en rid ícu lo p o r ver


de m odo confuso y, no ac ostu m b ra d o aú n en form a su -
ficiente a las tin ieblas c irc u n d an te s, se v iera forzado,
en Jos trib u n ales o en cu alq u ier o tra p arte, a d is p u ta r
sob re so m b ras de ju sticia o so b re las figu rillas d e las
cuales hay som bras, y a re ñ ir sobre esto del modo en «
que esto es discu tid o p o r qu ienes jam á s han visto la
Ju sticia en sí. ‘
—De ninguDa m an era sería e x tra ñ o -
—Pero si alguien tiene sentido com ún, rec u erd a que su*
los ojos p ueden v er co n fusam ente p o r dos tip os de p er-
turbaciones: uno al tra s la d a rs e de la luz a la tiniebla,
y o tro de la tiniebla a la luz; y al co n s id e rar que esto
es lo que le sucede al alm a, en lu g ar de re írse irra cio -
nalm ente cuan do la ve p ertu rb ad a e in cap acitad a de mi*
raí algo, h a b rá de ex am in a r cu ál de los dos casos es:
si es que al s alir de una vida lum inosa ve confusam en te
por falla de hábito, o si, v in iendo de u n a m ay o r igno-
ra ncia hacia lo m ás lum inoso, es obnu biJada p o r el re s -
plandor. Así, en un caso se fe lic ita rá de lo que le sucede b
y de ta vida a que accede; m ie n tras eo el o tro se ap iad a-
rá , y, si se q uiere re jr de ella, su risa será m enos a b su r-
da q ue si se descarg a sobre e) alm a qu e descien de des-
de la luz.
—Lo qu e dices es razonable.
—Debem os c o n sid erar en ton ces, si esto es verdad,
que la educación no es com o la proclam an algunos. Afir-
m an que, cuan do la cien cia no está en el alm a, ellos c
la ponen, com o si se p u siera la vista en ojos ciegos.
—Afirman eso, en efecto.
—Pues bien, el presen te arg u m e n to indica q ue en el
alm a de ca da u d o hay el p od er d e a p re n d er y el órgano
p ara ello, y que, así com o el ojo no puede volverse h a-
cia la luz y d e jar las tinieb las si no gira todo el cuerpo,
del m ism o m odo hay qu e volverse desde lo que tiene
génesis con toda el alm a, h asta que llegue a se r cap az
344 DIÁLO GOS

de so p o rtar La co ntem p lación de lo que es» y lo m ás lu-


á rm noso de lo q ue es, que es lo que llam am os el Bien.
¿No es así?
—Sí.
—Por consigu ien te, la edu cación sería el a rte de v o l-
v er este ó rg an o del alm a del m odo m ás fácil y efica 2
en que p uede ser vuelto, m as no com o si le in fu n d iera
la vista, p uesto que ya la posee, sino, en caso de q ue
se lo haya gira d o in co rre ctam en te y no m ire ado nd e
debe, p o sibilitan d o la co rrecció n.
—Así p arece, en efecto.
—C iertam en te, las o tras d eno m in adas 'ex celen cias'
del alm a pare cen e s ta r cerca de las del cuerpo , ya que,
c si no se h allan presen tes previam en te, p u ed en desp ué s
ser im p lan tad as p o r el h áb ito y el ejercicio; pero la ex -
celencia del com p ren der da la im presión de co rresp o n d er
m ás bien a algo m ás divino, que nunca p ierde su poder, y
que según hacia dón d e sea dirigid a es útil y provechosa,
Si9c o bien inútil y p erju d ic ial. ¿ 0 acaso n o te has p e rca ta d o
de que esos qu e son con siderado s m alvados, au n q u e en
realidad son a stu tos , poseen un alm a q ue m ira p en e -
tra n te m e n te y ve con agudeza aq ue llas cosas a las q u e
se dirige, po rqu e no tien e la v ista d ébil sino que está
forzada a s erv ir al m al, de m o do que, c u a n to m ás ag u -
dam ente m ira, ta n to más mal prod uce?
—¡Claro que sí!
—No o b stan te, si desde la in fan cia se tra b a ja ra po-
b dando en tal na tu ra lez a lo que, con su peso plo m ífero
y su afin ida d con lo q u e tien e génesis y ad h erid o p o r
m edio de la gloto nería, lu ju ria y p laceres de esa índole,
inclina hac ia abajo la vista del alm a; en to n ces, d esem -
barazada é s ta de ese peso, se volvería h a cia lo v erd ad e-
ro, y con este m ism o p o der en los m ism o s h om b res
vería del m odo p en e tran te con qu e ve las cosas a las
cuales está ah o ra vuelta.
—Es probable.
R E P Ú B LI C A V il 345

—¿Y no es tam bién p ro bab le, e incluso n ec esario a


p a rtir de lo ya dicho, que ni los hom bres sin ed u ca-
ción ni experiencia de la verd ad p u eda n g o b ern a r ade- c
cu ad am en te algu n a vez el E s tad o , ni tam poco aqu ellos
a los que se p erm ita p a s a r todo su tiem po en el estudio,
los p rim ero s p o r no ten er a la v ista en la vida la única
m e t a 4 a q ue es n ecesario a p u n ta r al h a cer cu an to se
hace privada o p úblicam en te, los seg und os p o r no q u e -
re r ac tua r, con siderán d ose com o si ya en vida estu vie-
sen resid ien d o en la Isla de los B ie n a v e n tu ra d o s? 5.
—V erdad.
—Por c ierto que es u n a ta re a de nosotros, los fu n d a-
d ores de este E stad o, la de o b lig ar a los h o m b res de
n atu ra leza m ejo r d otad a a em p re n d er el e stu d io que he-
mos dicho antes qu e era el su prem o , co n tem p lar el Bien
y llevar a cabo aquel ascenso y, tra s h ab e r ascen d id o d
y co ntem p lado suficien tem ente, no p erm itirles lo que
ah o ra se les perm ite.
—¿A’qué te refieres?
—Q ued arse allí y no e s ta r d ispu estos a d escen d er
ju n to a aquellos p risio neros, ni p a rtic ip a r en sus tra b a -
jo s y recom pen sas, sean é stas in sign ifican tes o valiosas.
—P ero enton ces —dijo G lau cón— ¿serem os in justos
con ellos y les harem o s vivir mal cu and o p ueden h acer-
lo m ejor?
—Te olvidas n uev am en te am igo mío, que n u e stra e
ley no atie nd e a que u n a sola clase lo pase excepcion al-
m ente bien en el E stad o, sino que se las com p one p a ra
qu e esto su ceda en todo eJ E stado, arm o nizán dose los
ciu dadan o s p o r la p ersu asió n o p o r la fuerza, h aciend o
que unos a o tro s se p re ste n los beneficios que c ad a uno 520<í

4 La Idea del Bien.


4 Desde P / n d a r o (Olímp. t i 70*72) l a Isla de los Bienaventurados
t$ cl lugar de los justos iras la muerte. Cf. Coritas 423a-b.
6 Cf. Adimanto en IV 4!9a.
346 DlX

sea capaz de p re s ta r a la com unidad. P o rqu e si se forja


a toles h o m bres en el Estado, no es p ara p erm itir q ue
cada uno se vuelva h acia donde le d a la g an a, sino p ara
utilizarlos p ara la consolidación del E stado.
—Es verdad ; lo h ab ía olvidado, en efecto.
—O bserva ahora, G laucón, q u e no serem o s inju sto s
con los filósofos que han su rg id o en tre no sotros, sin o
que les hablarem os en ju stic ia, al forzarlos a o cu p a rse
h y c u id a r de los d em ás. Les d irem os, en efecto, q u e es
natural que los que h an Llegado a se r filósofos en o tro s
E stados no particip en en los trab a jo s de éstos, po rq u e
se han c riad o p o r sí solos, ai m argen de la v olu n tad
del régim en político respectivo; y aquel que se ha c ria -
do solo y sin debe r alim ento a nadie, en b u en a ju stic ia
no tiene po r qu é p on er celo eo co m p ensar su c ria n za
a nadie. *P ero a vosotros os hem os form ado tan to p ara
vosotros m ism os com o p a ra el re sto del E stad o , p ara
ser conductores y reyes de los en jam bres, os hem os ed u -
cado m ejor y m ás co m p letam ente qu e a los o tros, y m ás
¿ capaces de p a rtic ip a r tan to en la filosofía com o en la
poLilica. Cada uno a su tu m o , po r con sig uien te, d eb éis
d escender hacia la m o rad a co m ún de los d em ás y h a b i-
tu a ro s a co n tem p lar las tinieb las; pues, u na vez h a b i-
tuad os, veréis mil veces m ejor las co sa s de allí y co no -
ceréis cada una de las im ágenes y de qué son im ágenes,
ya que vosotros ha b réis visto an tes la verdad en lo q ue
conciern e a las cosas bellas, ju s ta s y b uen as. Y así el
E stado h ab ita rá ep la vigilia p ara no so tro s y p ara voso-
tros, no en el sueno, com o pasa actuadm ente en la m a -
yoría de los E stados, donde com piten e n tre sí com o
d en tre so m b ras y d isp u tan en to rn o al gob ierno, com o
si fu era algo de g ran valor. P ero Jo c ie rto es q u e e] E s-
tado en el que m enos anh elan g o b ern ar qu ienes han de
hacerlo es forzosam en te el m ejor y el m ás alejad o de
disensiones, y lo c o n tra rio cabe d e cir del que tenga los
g ob ernan tes co n trario s a esto».
R E P Ú B L IC A VI í 347

—Es m uy cierto.
—¿Y piensas que los que hem os form ado, al oír es-
lo, se ncgaráj) y no e stará n d isp u esto s a c o m p a rtir los
trab ajos del E stado, cada uno en su tu rno , q ued án d ose
a resid ir la m ay or p arte del tiem p o u nos con o tro s en
el ám bito de lo p u ro ?
—Im posible, pues estam o s o rd en an d o a los ju sto s *.•
cosas justas. Pero adem ás cada uno ha de g o b e rn a r p o r
una im posición, al revés de lo que sucede a los que go-
b iernan a h ora en cada E stado.
—Asi es, am igo mío: si has h allad o p ara los que van
a go b e rn a r un m odo de vida m ejor qu e el g ob ern ar. 521*7
p odrás c o n ta r con un E stado bien gobernado; pues sólo
en él gob iernan los que son realm e n te ricos, no eD oro,
sino en la riqueza qu^ hace la felicidad: u na vida v irtu o -
sa y sabia. No, en cam bio, don de los po rd iosero s y ne-
cesitado s de bienes privad os m arch an sobre los as u n to s
públicos, convencidos de que allí han de a p o d erarse del
bien; pues cuan do el g obierno se co nvierte en objeto
de disp u ias, sem ejante g u erra d om éstica e in testin a aca-
ba con ellos y con el resto del Estado.
—No hay cosa m ás cierra.
—¿Y sabes acaso de algún o tro m odo de vida, q ue b
el de la verdad era filosofía, q u e lleve a d e sp re cia r el
m and o político?
—No, po r Zeus.
—Es n ecesa rio ento nces que no tengan acceso al go-
b iern o los que están enam orad os de éste; si no. hab rá
ad v ersa rio s que los co m batan .
—Sin duda.
—En tal caso, ¿im p o n d rás la vigilancia del E stad o
a o tro s que a quienes, adem ás de se r los m ás inteligen -
tes en lo qu e co n ciern e al gob ierno del E stado , p refie-
ren o tro s h onores y un m odo de vida m ejor que el del
gobern an te del E stad o?
— No, a ningún otro.
348 d j Xl o g o s

<■* —¿Q uieres ah ora que exam in em o s de qu é m odo se


fo rm ará n tales hombres* y cóm o se los ascen d erá h acia
Ja luz, tal com o diccn q ue algu nos h an ascen dido d esde
el H ades h a sta los dio ses?
—¿Cóm o no h ab ría de q u ere rlo ?
—Pero esto , me p arece, no es com o un voleo de con*
c h a 7, sino un volverse del alm a desde un dia n o c tu r-
no h asta uno verdad ero; o sea., de un cam ino de ascenso
hacía lo q u e es, cam ino al que co rrectam ejU e llam am os
'filosofía'.
—E fectivam ente.
—H a b rá ento n ces que ex am in ar qué estu d io s tien en
d este p o d e r
—C laro está.
—¿Y q u é estu dio , Glaucón, será el q ue arran q u e al
alm a desde lo que deviene hacia lo que es? Al decirlo,
pienso a la vez esto: ¿no hem os dicho que tales h o m -
b re s debían habe rse ejercitad o ya en la g u e rra ?
—Lo hem os dicho, en efecto.
—Por co nsigu iente, el e stu d io que b u scam o s debe
a ñ a d ir o tra cosa a ésta.
—¿C uál?
—No se r inútil a los ho m b res que com baten .
—Así debe ser, si es que eso es posible.
—Ahora bien, an terio rm en te 5 los edu cáb am os p o r
e m edio de la gim nasia y de la m úsica.
—E fectivam ente.

7 La expresión rernicc a un juego infantil, que Adam in te rp re ta


siguiendo 6 Grasbcrger: se arrojaba al aíre una concha, negra de un
lado y blanca del oiro, y los jugadores, divididos en dos bandos, grifa*
ban «noche» o «día» (de ahí de «día nocturno» a adía verdadero», en
la frase siguiente, según Fórster, d ia d o por Adam) Según de qué lado
caía, un bando echaba a co rrer y el o tro lo perseguía. Platón quiere
decir —interpreta Adam, siguiendo a Schleierm acher— que la educa-
ción no es algo tan intrascendente como dicho juego.
9 En II 376c.
R E P Ú B L IC A V il 349

—Y la gim nasia de algún m odo se ocup a de lo que


se genera y perece, ya que su p erv isa el c recim ien to y
la co rru p c ió n del cuerpo.
—Así parece.
—No es éste, pu es, el estu dio que buscam os.
—No. en efecto. 522o
—¿S erá acas o la m ú sica ta l com o la hem os d esc rito
an terio rm e nte?
—No, porque has de re co rd a r que la m úsica e ra la
p arte correlativa de la gim nasia: a través de hábitos ed u-
caba a los g uard ianes, inculcánd oles oo con ocim ientos
científicos sino aco rd es arm o n io so s y m ovim ientos rít-
micos; en cu an to a las p alabras, las d o tab a de háb itos
afines a aquéllos, tra tá ra n s e de p a la b ra s m íticas o m ás
v erdaderas, pero no hab ía en ella nada de un estu d io
que c on d u jera hacia algo com o lo que bu scas ahora.
—Me haccs re co rd a r con la m ay o r precisión; en efec-
to, no h abía en ella n ad a de esto. Pero, divino Glaucón,
¿cuál será en to nces sem ejan te estud io ? P orque ya he-
mos visto que las arte s son tod as indignas.
—Sin duda, p ero o tro estud io queda, si hace-
mos a un lado la m úsica, la gim nasio y las artes?
—Bien, si no podem os to m ar nad a fu era de ellas, to-
m em os algo que se p u ed a ex ten d er sobre todas ellas.
—¿Com o qué?
—Por ejem plo, eso com ú n que sirve a to das las a r -
tes. op eracio nes intelectu ales y ciencias, y qu e hay que
ap ren d e r desde el prin cip io .
—¿A qué te refieres?
—A esa fru sle ría p o r la que se disciern e el uno, el
dos y el tres, en una p a lab ra , a lo q ue conciern e al nú -
m ero y al cálculo; ¿no sucede de m o do tal q ue todo arte
y toda ciencia deb en p artic ip ar de ello?
—Es cierto.
—¿In clusive el a rte de la gu e rra?
—N ecesariam ente.
350 DÍÁI.OGOS

—Pues Palam edes, cada vez q ue ap a rec e en las t r a -


gedias, hace de Agamenón un g eneral bien rid íc u lo 9.
¿O no te has dado c u e n ta de que afirm a que, m ed iante
la invención del n úm ero, o rd en ó las fü as del ejé rcito
de Troya» num eró tas naves y to d o lo dem ás —com o
si an tes nada hubiese sido co n ta d o —, m ie n tra s A game-
nón, al p a re c e n ni siq u iera sab ia cu ánto s pies tenia, ya
que no sabía co ntar? ¿Qué piensas de sem ejan te general?
—Que era muy ex trañ o , si eso fuese cierto .
—Por consigu iente, ¿im po nd rem os com o estu d io in -
d isp en sab le p a ra un varón g u errero el q u e le p erm ita
co n tar y ca lcu lar?
—Más que c u a lq u ie r o tra co sa, si ha de e n te n d e r de
es tra teg ia o, m ás bien, si es qu e va a ser un hom bre.
—¿P ercibes lo m isrno que yo en este estu d io ?
—¿Qué cosa?
—P arece que, a u nq ue es de aqu ellos estu d ios q u e
buscam os p orqu e por n a tu ra lez a co ndu cen a la in te lec -
ción, nadie lo usa co rrec tam en te, pero es algo que po r
ejem plo a tra e hacia la esencia.
—¿Q ué q uieres decir?
—In te n ta ré mosli*ai’le lo que rae p arece q ue es. Con-
sid era ju n to conm igo las cosas q u e d istin go com o co n -
d uc en tes o no hacia do nd e decim os, d an do tu as e n ti-
m ien to o rehusan do , de m odo qu e pod am os v er m ás
cla ra m e n te si es com o presiento .
—M ucstram elo.
/ ¡ —Te m o stra ré, si m iras bien, que algu no s de los o b -
jetos de las percepcio nes no in citan a la inteligen cia al
exam en, po r ha ber sido ju zgad os suficien tem en te p o r
la percepción, m ien tras o tro s sin d ud a la estim ulan a
exam inar, al no o frecer la p ercepció n n ad a digno de
confianza.
* Dice Adam <|uc. a juzgar por los fragmentos de obras perdidas
de Esquilo. Sófocles y Eurípides, éstos han compuesto tragedias sobre
Palamedes.
R E P Ú B L IC A VÚ 35 1

—Es cla ro —dijo G laucón— q u e h ab las de las cosas


que ap arecen a lo lejos y a las p io tu ra s s o m b rea d a s?
—No —repliq u é—, no h as d ado con lo que qu iero
decir.
—¿Q ué q uieres d ec ir en to nces?
—Los o b jeto s que no incitan son los qu e no su sc itan
a la vez dos p ercep ciones c o n tra ria s. A los que sí las c
su scitan los considero com o estim u lan tes, p u esto que
la percepción no m u e stra m ás esto qu e lo c o n tr a r ia sea
q u e venga de ccrca o d e lejos. Te lo d iré de un m odo
m ás claro: ésto s decim os q ue son tre s dedos, el m eñi-
que. el a n u la r y e) m ayor.
— D e acu erdo .
—Pieosa ah o ra que hablo com o viéndolos de cerca.
D espués obsérvalos conm igo de este m odo.
—¿De q ué m odo?
—C ada uno de ellos ap arece ig ualm en te com o un
dedo, y en ese sen tido no im p o rta si se lo ve en el m edio
o en el extrem o, b lanco o negro, g rueso o delgado, y
así todo lo de esa índole. En todo s estos caso s el alm a
de la m ayoría de los h om bres no se ve fo rzad a a p re -
g u n ta r a la intelig encia qué es un dedo, p o rqu e de n in -
gún m odo la vista le h a dado a e n ten d er que el ded o
sea a la vez lo c o n tra río de un dedo.
—Sin du da.
—Es n a tu ral, en ton ces, q ue sem ejan te percepció n no
estim u le ni d e sp ierte a la inteligen cia. c
—Es natu ra l.
—Pues bien, en c u an to a la gra nd eza y a la pequenez
de los dedos, ¿p erc ib e la vista suficientem en te , y le es
in diferente que uno de ellos esté en el m edio o en el
extrem o, y del m ism o m odo el tacto con lo gru eso y
lo delgado, con lo b lando y lo d uro? Y los dem ás se n ti-
dos ¿no se m u e stran d efectu osos en casos sem ejan tes?
¿ 0 m ás bien cada uno de ellos p ro ced e de m odo que, 524a
p rim eram en te, el sentid o asign ad o a lo d u ro ha sido for-
352 D IÁLO GO S

zado a lo blando, y tran sm ite ni alm a que ha percib id o


una m ism a cosa com o d u ra y com o blan d a?
—Así es.
—Pero ¿no es Forzoso que en tales casos el alm a sien -
ta la d ificultad con respecto a qu é sign ifica es ta sen sa -
ción si nos dice qu e algo es duro*, c ua nd o de lo m ism o
dice que es 'b la n d o 1? ¿Y tam bién resp ecto d e quó q uie-
re sig n ificar la sensación de lo liviano y lo pesado con
'liviano' o 'pesado ', c u an d o dice que lo pesad o es 'liv ia-
no' y lo liviano 'p esad o '?
— En efecto, son ex tra ñ as co m un icacio nes p ara el
alm a, q ue reclam an uo exam en.
—Es n atu ra l qu e en tales casos el alm a apele al r a -
zonam iento y a ía inteligencia p ara in te n ta r ex am in ar,
p rim eram en te, si cad a cosa que se le tra n s m ite es u n a
o dos.
—Sin duda.
—Y si parecen dos. cad a u na p are ce rá una y d istin ta
de la o tra.
—Sí.
—Y si ca da una de ellas es u n a y am b as son dos,
p en sa rá que son dos si están sep arada s; p ues si no e s -
tán sepa rad a s, no p en sará que son dos sino una.
—C orrecto.
—Pero decim o s que la vista ha visto lo g ra nd e y p e-
queño no sepa ra d am en te, sino confundido s, ¿no es asi?
—Sí.
—Y p ara a c la ra r esto la inteligencia ha sido fo rzada
a ver )o grand o y lo pequeño, no co nfund iéndo los sino
distinguiéndolo s.
—Es verdad.
—¿No es acaso a raíz de eso q u e se nos o cu rre p re -
g un tar prim eram en te qué es lo g rand e y qué Jo pequeño?
—Sin duda.
—Y de e ste m odo e ra com o h abláb am o s de lo in teli-
gible, por un lado, y de lo visible, p o r otro .
R E P Ü B U C A V il 353

—C o m p letam en te cierto . d
—Y esto es lo que in tern ab a d e c ir hace un m om ento,
cuando afirm ab a que algunos ob jeto s estim u lan el pen-
sam iento y otro s no, en lo cual defin ía com o estim u la n -
tes aquellos que produ cían sen sacion es c o n traria s a la
vez, m ien tras los o tro s no ex c itab an a la inteligencia.
—C om prendo, y tam bién a m i m e p arece así.
—Pues bien, ¿en cuál de las dos clases te p arece que
están el n ú m ero y la un idad ?
—No me doy cueota-
—Razona a p a r tir de lo dicho. En efecto, si la u n i-
dad es v ista suficientem ente p o r sí m ism a o a p re hen d i-
da p o r cu alqu ie r o tro sentido, no a tra e rá hacia la esen - 1
cia, com o decíam os en el caso del dedo. Pero si se la
ve en alguna conrradiccióo, de m odo que no parezca m ás
unidad que lo co n irario , se n ec esitará de un juez, y el
alm a forzosam ente e sta rá en dificultades e indagará, ex-
citand o en sí m ism a el p en sam iento, y se p reg u n ta rá
qué es en sí la unidad; de este modo el ap ren dizaje
con cernien te a la unidad pued e e s ta r e n tre los que S25<»
guían y vuelven el alm a h acia la contem plación d e lo
que es.
—P or cierro —dijo G laucón—, así pasa con la visión
de la unid ad y no de m odo m ínim o, ya qu e vemos una
cosa com o uoa y a la vez com o infin itam en te m últiple.
—Si esto es así con lo uno. ¿no p asa rá lo m ism o con
iodo núm ero?
—Sin d uda.
—Pero eJ a rle de calcu la r y la a riim élic a tra ta n del
núm ero
—Asi es.
—E ntonces parece qu e co ndu cen h acia la verdad, b
—En form a m arav illo sa.
—Se hallan, po r ende, en tre los estu dio s que b u sc a-
mos; pues al gu erre ro , p a ra o rd e n a r su ejército, le hace
falta a p re n d e r es tas cosas; en cu an to al filósofo, p ara

94. — 23
354 D IÁLO GO S

esc ap ar del ám bito de la génesis, debe c a p ta r la esen -


cia. sin lo cual jam ás lleg ará a s e r un buen calcu lado r.
— A sí e s .
—Pero re su lta qu e n u estro g u ard ián es a la vez gu e-
rre ro y filósofo.
—¡Claro está!
—S e n a conveniente, G laucón, e stab le ce r p o r ley es-
te estud io y p ersu ad ir a los que van a p a rtic ip a r de los
e m ás alto s cargo s del E stado a qu e se ap liqu en al a rte
del cálculo, p ero no com o aficionados, sino h asta lleg ar
a la contem p lación de la n a tu ra lez a de los n úm ero s p o r
m edio de la inteligencia; y tam p oco p ara h acerlo s erv ir
en com pras y v entas, com o haccn Jos co m ercian tes y
m erc aderes, sino con m iras a la g u erra y a fac ilita r la
conversión del alm a d esde la génesis hacia la verd ad
y la esencia.
—Es m uy bello lo que dices.
d —Además pienso ah ora, tras lo dicho sobre el estud io
concernien te a los cálcu los, q u é agud o y útil nos es en
m uchos aspe ctos respecto de lo q ue qu erem os, con tal
de que se em plee p ara con o cer y no p ara co m erciar.
—¿De qué modo?
—Así: este estu d io del q ue estam os h a b lan d o eleva
n otablem en te el alm a y la obliga a d isc u rrir acerca de
los N úm eros en sí, sin p e rm itir ja m á s que alguien d is-
c u rra prop on ien do nú m ero s qu e c ue ntan con cu erp o s
visibles o tang ib les. En efecto, sab es sin d u d a que los
u expertos eo e stas cosas, si alguien in ten ta sec cio n ar
la unidad en su d iscurso , se rien y no lo acep tan, y si
tú la fraccionas ellos a su vez la m u ltip lican , cuidan d o
que ja m á s lo uno aparezca no com o siendo uno, sino
com o contenien do m u ch as p artes.
—Es verdad lo que dices.
526o —Y si se les p reg un ta: « hom bres aso m b ro so s, ¿ a c e r-
ca de qu é n úm ero s d isc u rrís, en los cu ales la u n id ad
se halla tal com o v osotros la co n sid eráis, sien do en to-
r e pú b l ic a V» 355

do igual a cu a lq u ier o tra u nid ad sin d ife rir en lo m ás


mínim o ni conteniendo en sí m ism a p a n e alguna?®; ¿qué
crees. GJaucón, q ue re sp o n d e rán ?
—Pienso que esto: que !os núm eros acerca de los cu a-
les h ablan sólo es posible pen sarlo s, y no se Ies p uede
m an ipu lar de ningú n modo.
—Tú ves en to nces, mi am igo, que este e stu d io ha de
re su lta rn o s realm en te forzoso, p u esto q ue p arece obli- b
g ar al alm a a servirse de la inteligencia m ism a p ara
alcan zar la verdad m ism a.
—Sin du d a que así procede.
—¿Y no has observad o qu e los calcu lad ores po r na-
tu raleza soo rápido s, p o r así d ecirlo , en todos los e s tu -
dios, en ta n to que los lentos, cu an d o son ed uc ad os y
ejercitado s en este estu d io, au n q u e no o bten gan ningún
o tro provecho, m ejo ran, al m enos, volviéndose m ás rá -
pidos q ue antes?
—Así es.
—Y no h allará s fácilm en te, según pienso, m uchos es- c
ludios que req u ieran m ás esfu erzo p a ra a p ren d e r y
practicar.
—No, en efecto.
—Por todos esto s m otivos no hay que d escu id ar este
estudio, sino que los m ejores deb en e d u c ar sus n a tu r a -
lezas en ¿1.
—Estoy de acu erd o.
—Quede enton ces estab lecid o p ara n o sotros un pri-
m er « lu d io ; ah o ra bien, ex am in arem os un seg und o que
le sigue, p a ra ver si nos conviene.
—¿C uál? ¿Acaso te refieres a la g eom etría?
—A ella, p re cisam en te.
—En c ua n to se ex tiend e sob re los asu n to s dé gue- d
rra, es evidente qu e conviene. Porque en lo que co ncier-
ne a acam pam iento s, o cupacióo de zonas, con cen tracio -
nes y despliegues de trop as, y cu a n tas form as asum an
los ejé rc ito s en las batallas m ism as y en las m arch as,
356 DIA LO G O S

es muy d iferen te que el g u ard iá n m ism o sea geóm etra


y que no lo sea.
—De esas cosas, sin em bargo —rep liq u é—, es poco
de geom etría y de cálcu los lo q u e basta. Avanzando mu-
t cho m ás lejos q ue eso, debem os ex am in a r si tien de a
h acer div isar m ás fácilm en te la Idea del Bien. Y a eso
tiende, decim os, todo aquello q ue fuerza a) alm a a g ira r
hacia el lu g ar en el cual se halla lo m ás d icho so de lo
que es, qu e debe ver a (oda costa.
—H ablas co rrec tam e nte.
—En ese caso, si )a geo m etría obliga a co n tem p la r la
esencia, conviene; si en ca m bio obliga a co n tem p la r
el devenir, no conviene.
—De acu erd o en que afirm em o s eso.
5na —En esto hay algo que no nos d iscu tirán cu a n to s
sean siq u iera un poco exp ertos en geo m etría, a sab er,
que esta ciencia es iodo lo co n tra rio de lo q ue d icen
en sus p ala bras los que tra ta n con ella.
—¿Cómo es eso?
—H ablan de un m odo rid iculo au nq u e forzoso, com o
si estuv ie ran ob ran d o o com o si todos sus d iscu rso s
apu ntaran a la acción: hablan de 'cuadrar*, 'ap licar', 'a ñ a -
d ir' y d em ás pala bras de esa índole, c ua nd o en reali-
b d ad todo este estu d io es cu ltivad o ap u n tan d o al co n o ci-
m iento.
—C om pletam ente de acu erd o.
—¿N o habrem o s de co n venir algo m ás?
—¿Q ué?
—Que se la cultiv a a p u n tan d o al co nocim ien to de lo
que es siem pre, no de algo q ue en alg ún m o m en to nace
y en algún m om ento perece.
—Eso es fácil de convenir, pu es la g eo m etría es el
conocim iento de lo q ue siem p re es.
—Se (ra ta en to nces, noble am igo, de algo qu e a tra e
al alm a hacia la v erd ad y qu e p rod uce que el pensa-
R E P Ú B L IC A V il 357

m iento del filósofo d iríja hacia a rrib a lo que en el p re -


sente dirige indeb id am ente hacia abajo.
—Es capaz de eso al máximo.
—Pues si es Lan capaz, has do p re sc rib ir al m áxim o
a los hom bres de tu bello E stad o que de n in gú n modo
descu id en la geo m etría; pues inclu so su s p ro d u c to s ac-
cesorio s no son pequeños.
—¿A qué te refieres?
—Lo qu e tú has m encionado: lo con cernien te a la
guerra; p ero tam bién con re sp ecto a todos los dem ás
estudio*;, cóm o c o m p ren d erlo s m ejor, ya q ue bien sabe-
m os que hay u na eno rm e diferencia en tre qu ien ha e s-
tu diad o geom etría y qu ien no.
—jE norm e. p o r Zeusí
—¿Im pla ntam o s en ton ces esto com o un seg und o es-
tudio p ara n u estro s jóvenes?
—Im p lantém oslo .
—Y ahora ¿pondrem os en te rc e r lugar la astron om ía?
¿O no te parece?
—A m i sí —dijo G laucón—. En efecto, ten er b uen a
percepción de las estacio nes co rresp o n de no sólo a la
ag ric u ltu ra y a la navegación, sin o tam b ién no m enos
al oficio de jefe m ilitar.
—Me hace gracia —rep liq u é—, porque da s la im p re-
sión de tem er que a Ja m u ch edu m b re le parezca que
estás e stablecien do estu d io s in ú tiles. Pero en realidad
se tra ta de algo no insig nificante p ero difícil de creer;
que g ra cias a esto s estu dio s el órg ano del alm a de cada
hom bre se pu rifica y resu cita cu an do es tá ago nizante
y cegado por las dem ás o cupacion es, siend o un ó rgan o
que vale m ás co n serv arlo que a diez m il ojos, ya que
sólo con él se ve la verd ad. Aquellos que están de a c u e r-
do en esio conv end rán co ntigo sin d ificu ltad, m ien tras
que los que nunca lo h ayan p ercibid o en n ad a e stim a-
rán, naturalm e nte , lo que digas, p orq u e no ven o tra ven -
taja en estos estu d ios digna de se r ten id a en cu enta.
358 D IÁ LO GO S

528u Exam ina en ton ces desd e a h o ra con q uiénes dialogas; o


bien, si no hab las ni a un os ni a o tros, ha?. Jos d iscu rso s
p rin cipalm ente con v istas a ti mism o, sin ten er recelo de
que algún o tro p ueda sacar provecho de ellos.
— Eso es io q ue escojo: h a b la r p rin cip alm en te con v is-
tas a mí m ism o, tan to al p re g u n tar com o al resp o n d er.
—Da en tonces un paso a trá s, p ues no hem os tocad o
correc ta m en te el estu d io qu e viene a co n tinu ación de
Ja g eom etría.
—¿Cómo hem os hecho eso?
—D espués de la sup erficie hem os tom ado el sólido
b que está en m o vim iento, an tes de cap ta rlo en sí m ismo;
pero lo co rre cto es que, a co n tin u ació n de la segu nd a
dim ensión, se tra te la terc era, o sea lo qu e con cie rn e
a la dim ensión de (os cub os y cu a n to p artic ip a de la
p ro fun did ad l0.
—Es cie rto , S ócra tes, pero rae parece q u e eso aún
no ha sido descu bierto .
—En efecto, y son dos las ca u sa s de ello: la p rim era,
que ning ún E sta d o le d isp ensa m u cha estim a y, por ser
difícü, se Ja investiga débilm en te; la segund a, q ue q u ie -
nes investigan n ecesitan un su p erv isor, sin lo cual no
p od rían d e sc u b rir m ucho. Y en p rim e r lu g ar es difícil
que haya alguno, y, en segundo lugar, si lo h ub iera , tal
c com o están las cosas, no se po d ría p ers u a d ir a qu ienes
investigao esto, p o r s er su m am en te arrog an tes. Pero si
el E stad o ínteg ro c o labo ra en la su perv isión gu iándo los
con la debid a estim a, aq uéllos se p e rsu ad irían , y u na
investigación c o n tin u ad a y vigorosa lleg aría a a c la ra r
cóm o es el asun to, pu esto que inclu so a ho ra m ism o, en
que éste es su bes tim a d o y m u tilad o po r m uchos, in clu -
sive po r inv estig ado res qu e no se dan cu en ta de su utili-

10 U* g e o m e t r í a d e l o s s ó l i d o s o ' e s i e r e o m e t r i a ' e s n o m b r a d a c o -
mo t a l por v e * prim era en e l p scudoplatóm co Ep/nomis 990d y en
lo s Ana!. Post. I 13, 7 8 b de A r i s t ó t s i . p . s .
RE PÚ B LI CA VII 359

dad, a p esa r d e todo esto florece v igo rosam en te en su


propio encanto,, de m oda que no sería asom broso que
se hiciera m anifiesto .
—Y sin duda posee un en canto distintivo. Pero explí-
cam e m ás c la ram en te lo que decías; en efecto, p o stu la -
bas d e algún modo la ge om etría con el trata m ien to de
la superficie.
—'Sí —asentí.
—A continuación la astron om ía, inm ed iatam ente des-
pués de la geom etría, p ero luego volviste atrás.
—E s que en mi u rg encia —exp liq ué— expu se todo
tan ráp id o que me he d em orado; porque, de acu erd o
con e) tnéiodo, a co n tin u ació n venía la dim ensión de
la pro fundidad , p ero en razón del estad o rid ícu lo de la
investigación pasé de la geo m etría a la astro n o m ía, que
im plica m ovim iento de sólidos.
—C orrecto. c
—Pongam os ento n ces com o c u a rto e stu d io la a stro -
nom ía, en el pen sam ien to de q u e el E stado p o d rá con-
ta r con el estud io q ue ah ora dejam os de lado, cua ndo
q uiera ocuparse de él.
—P robablem ente. En c u an to a mí, Sócrates, d ado que
me has reprochad o que a la b ara la astron o m ía de un mo-
do vuJgar, ah o ra la elo giaré de uo a form a que tú com -
p artirás. Me parece, en efecto, que es evidente p ara cual- 529a
q u ie ra que la astro n o m ía obliga al alm a a m ira r hacia
a rrib a y la conduce desde las cosas de aq uí a las de
allí en lo alto.
—Tal vez sea eviden te p ara c ua lqu iera, excepto p ara
mí; porq ue yo no creo que sea así.
—Peix) ¿cómo?
—Del m odo que la tra ta n los qu e hoy p ro cu ran ele-
vam os hacia la filosofía, hace m ira r hacia abajo.
—¿Q ué q u ie re s d ecir?
—Que me p arece qu e no es innoble el m odo de a p re -
hende r, de tu p arte, lo que es el estud io de las cosas
360 DIÁLO GOS

b de lo alto; pues d as la im presió n de c re e r que, si a l-


guien levan tara la cab eza p ara co n tem p lar los b o rd a -
dos del techo, al o bserv arlos esta ría co nsid erán do lo con
la inteligencia, no co n los ojos. Tal vez tú p ienses bien
y yo tontam en te; pues p or mi p arte no pued o co n c eb ir
o tro estudio qu e haga q ue e] alm a m ire hacia a rrib a
que aquel q ue tra ta con lo que es y lo invisible. P ero
si alguien in ten ta in s tru irs e a ce rc a de co sas sensibles,
ya sea m iran d o h acia a rrib a con la boca a b ie rta o hacia
abajo con la boca ce rrad a, afirm o que no h a de ap ren -
c d er nada, pues no o b ten d rá cien cia de esas cosas, y el
alm a no m ira rá hacia a rrib a sino hacia abajo , a u n q u e
se estud ie n ad an d o de espaldas, en tie rra o en m ar.
—H aya ju s tic ia —dijo G laucón—, tu rep ro ch e es co -
rrecto. Pero ¿de qu é m odo dices, en lu g a r del ac tu al,
que se debe a p re n d er astro n om ía, si es q ue estu d iarla
nos h a de se r ventajoso con resp e cto a lo que decim os?
—De este m odo. E stos b o rd ad o s que hay en el cielo
es tán borda do s en lo visible, y au n qu e sean los m ás be-
d líos y perfectos de su índole, les falta m ucho en relación
con los v erdad ero s, así com o de los m ovim ientos con
que, según el v erd ad ero nú m ero y las v erd ad eras figu-
ras, se m ueven la rap id ez real y la len titu d real, en re la -
ción u na con o tra, y m oviendo lo que hay en ellas;
m ovim ientos qu e son ap reh ensib les p o r la razó n y p o r
el pensam ien to, m as no p o r la vista. ¿O piensas o tra
cosa?
—De ningún modo.
—Es necesario, ento nces, se rv irse de los b o rda do s
que hay en el cielo com o ejem plos p a ra el estu d io de
e los o tros, en c ierto m o do com o si se h a lla ran d ib ujos
que sobresalieran p o r lo excelen tem ente trazado s y b ien
trab a jad o s por Dédalo o algún o tro a rte sa n o o p intor:
al verlos, un ex p erto en g eo m etría c o n sid eraría que son
sin duda m uy bellos en c u an to a su ejecució n, p ero que
se ría ridícu lo exam in arlo s con un esfu erzo serio p a ra
361

ca p ta r en ellos la v erdad de lo igual, de lo do ble y de 530j


cu a lq u ier o tra relación.
-'C ie rta m e n te se ría ridículo.
—¿Y no crees qu e el v erd ad ero astrón o m o se ate n -
d rá a lo m ism o al o b serv ar los m ovim iento s de los as-
tro s? C on sid erará que el a r t e s a n o " del cielo y de
cu a nto hay en él h a d isp u esto tod o con la m áx im a b elle-
za con que es posible c o n stitu ir tales obra s. P ero en
cu an to a las relacio nes del día con la noche, del d ía y
la noche con el mes, y del m es con el año, y de los de-
m ás a stro s resp ec to de e sta s co sas y en tre sí, ¿no te b
p arece que co n sid erará a b su rd o c re er que tra n sc u rre n
siem pre del m ism o m o do sin v aria r nunca, au n c ua nd o
posean c ue rp o y sean visibles, y tr a ta r de e n c o n tra r en
ellos por todos los m edios la verdad ?
—Así me parece, a h o ra que te escucho.
—E ntonces nos servirem os de p rob lem as en a s tro -
nom ía, com o lo h icim os en geom etría, pero ab a n d o n a-
re m o s el cielo estre lla do , si qu erem os tra ta r a la a s tro -
nom ía de m odo de volver, de inútil, útil, lo qu e de c
inteligente hay po r n a tu ra lez a en el alm a.
—Es u n a tare a m uchas veces m ay or que la del que
ah o ra p ra ctic a astro no m ía la q ue le p rescribes.
—P ues pien so que en todos los d em ás estu dio s deb e-
m os p re s c rib ir del m ism o m odo, si es qu e hem os de ser
legisladores provechosos. Y ah o ra ¿p uedes su g erir al-
gún o tro estu d io qu e sea convenien te?
—P or el m om ento no.
—P ues bien, eJ m ov im ien to no ofrece u n a fo rm a ú n i-
ca sino m u chas, creo. Quizás un sab io p o d ría m encio- d
n a r todas; p ero q ue nos sean m an ifiestas tam bién a n o -
sotros, dos.
—¿C uáles?
—Además del que e stu dia la astron om ía, el que es “
su c o n tra p a rtid a.
11 Cf. nota 2 1 al lib ro VI.
362 D IALO GO S

—¿Cuál es?
—Da la im presión de que, así com o los ojos han sid o
provistos p ara la astro no m ía, los oídos han sido p ro v is-
tos para el m ovimiento arm ónico, y que se tra ta de cien -
cias he rm a na s e n tre sí, com o dicen los pitag órico s, y
nosotros, G laucón, estarem o s de acu erdo . ¿O cóm o
p rocederem os?
—Así.
t —Como se tra ta de una tarea de alien to, los se g u ire -
m os a elios para ver qu é dicen acerca d e e sta s cosas
y de cu a lqu ie r o tra que añadan; p ero en todo esto v igi-
larem os lo qu e nos con cierne.
—¿Y qué es esto ?
—V igilar qu e aqu ellos a los que edu cam os no e m -
p rend an nun ca el estu d io de algo im p erfecto o qu e les
im pida llegar al p u n to al qu e deben a rrib a r todo s los
estud ios, com o acab am o s de dec ir ac erc a de la asiron o-
53ia mia. ¿ 0 no sabes que con la arm on ía hacen algo sim i-
lar? En efecto, se pasan e scu chan do aco rd es y m id ien -
do sonidos en tre sí, con lo cual, com o los asiró n o m o s,
traba jan ¡núltim entc.
—Y de m odo bien rid ícu lo, ¡por los dioses! C uan do
hablan de dos interv alos de un cu a rto de tono cad a
unoM\ y .p a ran sus o re ja s com o si tra ta ra n de ca p ta r
m urm ullo s de vecinos. Unos afirm an que p u ed en p e rc i-
b ir un sonido en m edio de o tro s dos, que da así el in te r-
valo m ás pequeño, m ien tra s o íro s rep lican que ese
Traduzco tratando de que dicen B-
en su nota a) pasaje 1135b de la edicióo Locb de De
Música.: «El teiracordio. que comprende el intervalo de upa cuarta, está
dividido en fres iniervalos, ligados por cuatro notas. Cuando los dos
intervalos más pequeños, sumados entre si. son más pequeños que el
intervalo restante, son llamado* un pyknón o 'condensación'*. O bien,
como ya definía el pyknón (lal como parafrasea el
texto de Honucnica 24. 10 s$. «cualquier combinación de
dos intervalos que en conjunto son menos que el intervalo que reste
en la cu arta cuando cl pyknón es sustraído de esta».
R E P Ú B L IC A V Jf 363

sonido es sim ilar a los otros; p ero unos y o tro s antepo- b


nen los oídos a la inteligencia.
—Te refieres —dije yo— a esos valientes m úsicos que
provocan torm en to s a las c u e rd a s y las to rtu ra n e sti-
rándolas sobre las clavijas. Pero term ino con e sta im a-
gen, pa ra no a la rg a r esta com p aració n con los golpes
que les dan a las c u e rd a s con el plectro» ac u sán d olas
de su negativa a e m itir un sonido o de su facilid ad p a ra
darlo. En realidad , no es de ellos de q uien es hablo, sino
de aquello s a los cu ale s decía qu e d ebíam o s in te rro g ar
acerca de la arm on ía Pues ésto s hacen lo m ism o en
la arm orüa que los o tro s en la astro no m ía, pues bu scan c
núm eros en los aco rd es que se oyen, p ero no se elevan
a los p roblem as nj exam inan cuá les son los n úm ero s
arm ónicos y cu áles no, y p o r qué en cada caso.
—H ablas de un a ta re a dig na de los dioses.
—M ás bien d iría que es una tare a útil p a ra la bú s-
queda de lo Bello y de lo Bueno, e inútil si se p ersigu e
de otro modo.
—Es probable.
—Ahora bien, pienso que, si el cam ino a través de
todos estos estu d io s que hem os d escrito p erm ite arri- <t
b ar a una relación y p a re n te sco de unos con otros» y
a d e m o stra r la a fin id ad q ue h ay e n tre ellos, llevarem os
el asu n to hacia el p u n to q ue q uerem o s y no tra b a ja re -
m os inútilm en te; de o tro modo, será en vano.
—Presiento que es así, S ócrates; pero la tare a de que
h ablas es enorm e.
—¿La que concierne al p relu d io , o cuál o tra ? ¿O no
sabes que lodo esto no es m ás q ue un p relu dio a la me-

,J Adam, siguiendo a Monro, piensa que Platón dirige su critica


a la escuela pitagórica o m atemática de música, «quienes identifica-
ban cada inicrvolo con una ráiio•, pero que Glaucón ho creído erró-
neamente que aludia a una escu d a rival (la «musical»), «que medía
todos los intervalos como múltiplos o fracciones del tono».
364 DIÁLOGO S

lodfa que se debe ap ren d e r? ¿O acaso crees que los


versados en aquello s estu dios son dialécticos?
—No, ¡por Zeus! Con excepción de alg unos pocos q vc
he en co n trad o casu alm en te.
—Pero en tal caso, los que no sean c apaces de d a r
razón y rec ib irla , ¿sab rán alg u n a vez lo q u e decim os
que se deb e sab er?
—Una vez m ás no.
—Veam os, G laucón: ¿no es ésta la m elodía q ue e je -
cuta la dialéctica? Aunque sea inteligible, es im itada po r
el poder de la v ista cuando» com o hem os dicho, ensay a
m irar p rim era m e n te a los seres vivos y luego a los a s -
tros, y p or fin al sol m ismo. Del m ism o m odo, cu an d o
se im ed ta p o r la d ialéctica lleg ar a lo qu e es en sí cad a
cosa, sin sensación alg u na y p or m edio de la razón, y
sin deten erse an tes de c a p ta r p o r la in telig encia m ism a
lo que es el Bien m ism o, llega al térm ino de lo in telig i-
ble com o aq uel p risio n ero al térm in o de lo visible.
—E n te ram e n te de acuerdo.
—¿Y b ien? ¿No es esta m arch a lo que den o m in as
'd ialéctica '?
—Sin duda.
f f —Pues bien; la liberación de los p rision ero s de su s
cadenas, el volverse desde las so m b ras hacia las fig u ri-
llas y la luz, su ascenso d esde la m o rada s u b te rrá n e a
hacia el sol. su p rim e r m om ento de incapacidad de m i-
ra r aUí a los anim ales y plan tas y a la luz del sol,
pero su capacid ad de m irar los divinos reflejo s en las
aguas y las som bras de las co sas reales, y no ya so m -
b ra s de fig urillas p ro y e ctad as p o r o tra luz que respecto
del sol era com o u na im agen: todo este tra ta m ie n to p o r
m edio de las artes que hem os d e sc rito tiene el m ism o
p od er de elev ar lo m ejor que hay en el alm a h asta la
contem plación del m ejo r de to dos los entes, tal com o
en n u es tra alego ría se elevaba el órg ano m ás p enetran -
R E P Ú B L IC A VII 365

te de) cu erpo hacia la contem plación de lo m ás b rillan te


del ám bito visible y d e la índole del c u e r p o .// á
—Lo adm ito, au n q u e sin du d a es algo difícil de ad -
m itir, pero po r o tro lado es difícil no ad m itirlo. No o bs-
tante —y puesto que no sólo en e s te m o m ento p resen te
hem os de d iscu tirlo , sin o q ue q ued an m uch as o p o rtu n i-
dades p ara volver so b re él—» d ém oslo p o r ah o ra com o
admitido» y vayam os h acia la m elo día p ara d esc rib irla
com o hem os hecho con su prelu dio. Dim e cuál es el
m odo del po d er dialéctico, en qué clases se divide y cuá- c
les son sus cam in os. P u es me p arece que se trata de
cam inos qu e conducen hacia el p u n to llegados al cual
estarem os, com o al fin de la trav esía , en reposo.
—Es que ya no serás cap az de seg uirm e, mi q u erid o 535o
G laucón. No es que yo deje de mi p arte nada de buena
volun tad , pero no sería ya u n a aleg oría com o antes lo
que verías, sioo la v e rd ad m ism a, o al m enos lo que
me p arece s e r ésta. Si es realm en te así o no, no creo
ya que p odam o s afirm a rlo co nfiad am ente, p ero sí po de-
m os arrie sg am o s a a firm a r qu e hay algo sem ejante que
se pu ede ver. ¿No es así?
—C laro qu e sí.
—¿Y p odem o s a firm a r tam b ién que el p o der d ialéc-
tico sólo se rev elará a aquel que sea e x p erto en los e s tu -
dios qu e hem os descrito, y que cu alq u ier o iro es incapaz?
—Sí, eso se pu ed e afirm a r con seg u rid ad . .
—En todo caso, nadie nos d iscu tirá esto: que hay b
o tro m étodo de ap reh en d e r en cad a caso, siste m átic a-
m ente y so bre todo, lo que es cad a cosa. T odas las d e-
m ás artes , o bien se ocu pan de las opiniones y deseos
de los hom bres, o bien de la creació n y fab ricació n de
objetos, o bien del cu id ad o de las co sas cread a s natu*
ra ím ente o fa bric ad as artificialm en te. En c u an to a las
re sta n tes, que d ijim o s cap tan algo de lo q ue es. como
la geom etría y las qu e en ese sentid o la acom pañan , nos
hacen ver lo que es com o en sueños, p ero es im posible c
366 D IALO GO S

v er con ellas en estad o de vigilia; m ie n tra s se sirv en


de sup uestos, deján dolos inam ovibles, no pueden d a r
cuenta de ellos. Pues bien, si no conocen el p rincip io
y anudan la conclusión y los p asos in term ed io s a algo
que no conocen, ¿q ué artificio co n v ertirá sem ejante e n -
cad ena m iento en ciencia?
—Ninguno.
—P or consigu iente, el m étod o d ialé ctico es el ún ico
que m archa, can celand o los sup uesto s, h a sta el princi-
d pío m ism o, a fin de co n solid arse allí. Y d icho m étod o
em pu ja poco a poco al ojo del alm a, cuand o está su m er-
gido re alm en te en el fango de la ig norancia, y lo eleva
a las a ltu ras, u tilizan do com o asisten te s y aux iliares p a -
ra esta conversión a las a rte s qu e hem os d escrito . A és-
tas m uchas veces las hem os llam ad o 'cien cias', po r cos-
tum bre, pero h ab ría que da rle s un no m b re m ás cla ro
que el de 'o pin ió n' p ero m ás o scu ro que el de 'c ie n c ia 1.
E n lo dicho an terio rm en te 14 lo hem os d iferenciad o co-
tí m o 'pe nsam ie n to discursivo*, p ero no es cosa de dispu*
t a r acerca del n om b re en m a teria s tales com o las qu e
se p resen tan a exam en.
—No, en efecto.
—E nto nces estarem o s satisfechos, com o an tes, con
llam ar a la p rim e ra p arte 'c ien cia', a la segun da 'p e n s a -
s e m iento discursivo*, a la terc era 'creencia* y a la c u a rta
'conjetura*, y e sta s dos ú ltim as en co njun to 'opinión*,
m ie ntras que a las do s p rim e ra s en c on ju nto in telig e n -
cia', la opinión re fe rid a al d ev e n ir y la in telig en cia a
la esencia. Y lo q ue es la esencia resp e cto del deve-
n ir lo es Ja inteligen cia resp ecto de la opinión; y lo
que es la ciencia re sp ecto de la creen cia io es el p en sa-
m iento discu rsiv o re sp ecto de la con jetu ra. En c u a n to
a la prop orción e n tre si y a la división en dos de ca d a

“ En VI 51 Id.
15 génesis. Cf. nota 22 al libro VI.
R E P Ú B L IC A V lí 367

uno de los ám b ito s co rresp o n d ien tes, o sea, lo opinable


y lo inteligible, dejém oslo, G laucón, p ara que no ten g a-
mos que vérnoslas con d iscu rso s m ucho m ás larg os que
los pron un cia d os an terio rm en te.
—P or m i p arte, estoy de ac uerdo , en la m ed ida en b
que p uedo seguirte.
—Y llam as tam bién 'd ialéctic o ' al que alcanza la ra -
zón de la esencia; en cua nto al que no p ued e d a r razón
a sí m ism o y a los dem ás, en esa m edida d irás que no
liene inteligencia de e stas cosas.
—¿Cómo no h ab ría de d ecirlo ?
—Y del m ism o m odo con resp ecto al Bien: aquel que
no pueda d istin g u ir la Idea del B ien con la razón, abs-
tra y én d ola de las dem ás, y no p u eda a tra v e s a r to das
Jas d ificu ltades com o en m edio de la b atalla, ni aplicar- c
se a esta b úsq ued a —no seg ún la ap ariencia sino según
la esen cia— y tam poco h ace r la m arch a p o r todo s estos
lugares con un razo n am ien to qu e no decaiga, no d irás
que sem eja nte h om b re posee el cono cim iento del Bien
en sí ni de n ing u n a o tra cosa buena; sino que, si alcanza
una im agen de éste, será p or la opinió n, no p o r la cien -
cia; y que en su v ida actu al es tá soñan do y durm ien do,
y qu e b aja rá al H ades an tes de p o der d e s p e rta r aquí,
p ara a c a b a r d u rm ien d o p erfecta m e n te allá. d
—¡Por Zeus! Diré lo m ism o q ue tú.
—Pero si alg una vez tien es que e d u c ar en la p rá ctic a
a esto s n iño s que ah o ra en teo ría ed ucas y form as, no
p erm itirás que los g o b ern an tes del E stad o y las a u to ri-
dades en las cosas su p rem a s sean irracionales, com o
líneas irracion ale s.
—Por c ie rto que no.
—¿Y les p re scrib irás que p a rtic ip en al m áxim o de
la educación qu e los cap acite p a ra p re g u n tar y respo n -
d er del m odo m ás versado ?
—Lo p re sc rib iré ju n to contigo. c
368

—¿Y no te parece que la dialéctica es el co ro n a m ien -


to supre m o de los estud ios, y qu e p o r encim a de éste
no cabe ya co lo car co rre ctam e n te ningún o tro, sino
535« d a r por term in ad o lo que co rresp o n de a los estu d io s?
—De acuerdo . •
—Te re sta aún la d istrib u ció n de esto s estudios: a
quiénes Los asig n arás y de qué modo.
—E videntem ente.
—¿R ec uerd as la p rim era selección de los g o b ern an -
tes que escogim os?
—¿Cómo no he de re c o rd a rlo ?
—Piensa en to nces q ue tam b ién en los d em ás a sp ec -
tos deben eleg irse aq u ellas n atu ralezas, pu es hay que
p re fe rir Las m ás estab les, las m ás valientes y en lo
h posible las m ás agraciadas; pero adem ás de esto, cabe
b u scar no sólo los c a ra c te re s n obles y v iriles, sino que
posean tam bién los do nes n atu ra le s que convienen a tal
educación.
—¿C uáles son los qu e disting ues?
—Han de co n tar, b ien av e n tu rad o am igo, con la p e -
n etrac ió n re sp e cto de los estu d io s y la c ap acid a d de
a pre n d e r sin dificu ltad; pu es las alm as se a rre d ra n m u -
cho m ás an te los estu d io s a rd u o s qu e an te los ejercicios
g im násticos, porqu e sien ten m ás com o p ro p ia u na fa ti-
ga que les es priv ativa y no tien en en com ún con el
cuerpo.
—Es cierto.
c — Y hay que b u sc arlo s tam b ién con b u en a m em o ria,
p erseverantes y am an tes en todo s entido del trabajo . ¿O
de qué m odo p iensas que e s ta rá n d ispu esto s a c u ltiv ar
el cu erpo y a la vez cu m p lir con sem ejante estu d io y
ejercicio?
—De ningún m odo, si no están b ien d otado s en todo
sentido.
—Por consig uien te, el e r ro r y el d escréd ito qu e se
abaten a ctu alm e n te so bre la filo so fía se debe, com o ya
R E P Ú B L IC A VIT 369

he dicho antes, a que no se la cu ltiv a dig nam en te. En


efecto, no deben cu ltiv arla los b astard o s sino los bien
nacidos.
—¿E n qu é sentid o lo dices?
—En p rim e r lugar, quien vaya a c u ltiv arla no debe d
ser cojo e n el am o r al trab ajo , con u n a m itad d isp u e sta
al trab a jo y o tra m ita d perezosa. E sto sucede cuan do
alguien am a la gim nasia y la caza y todo Upo de fatig as
corp orales, p ero no am a el e stu d io ni es dado al diálogo
y a la indagación, sino que tien e av ersió n p o r los tra b a -
jos de esta índole; y es cojo tam bién aquel c\xyo am o r
ai tra b ajo m arch a en sentido c o n trario .
—Dices u na g ran verdad.
—Y 1o m ism o re sp e cto d e la v erd ad , d ec la rarem o s
que un alm a e s tá m u tilad a cu and o, p o r una p arte , odia e
la m en tira v olu n taria y la so p o rta d ifícilm en te en ella
m ism a y se irrita so bre m a nera si son o tro s los que m ien-
ten, pero, p o r o tra parte, ad m ite fácilm ente la m en tira
in vo lu ntaria, y no se irrita si alg u n a vez es so rp re n d id a
en la ignorancia, sino que se rev u elca a g usto en ella
com o un anim al de la especie p orcina.
—P or en tero de acuerdo . 536a
—T am bién con resp ec to .a la m oderación , a la valen-
tía, a la g ra nd eza de esp íritu y to d a s las p a rte s de la
excelencia, hay que vig ilar, y no m enos, p a ra d istin g u ir
al b as ta rd o de) bien nacido. Pues cu an d o un p artic u la r
o un E stad o no sab en ex am in ar las cosas de tal índole,
se sirven in ad v ertid am en te de cojos y b asta rd o s p ara
el p ro p ó sito que se presen te, sea com o am igos, sea co-
m o g obernan tes.
—Y así pasa, en efecto.
—Por ta nto, debem os ten e r cu id ad o con tod as las
cosas de esta índole: ya que, si son person as san as de b
cu erpo y alm a las que educam os, con du cién do las a tal
estu dio y a tal ejercicio, la Ju stic ia m ism a no nos cen-
s u ra rá y p reserv a re m o s el E stad o y su org anizació n po-

94. - 24
370 DIA LO GO S

)ítica; pero si gu iam os hacia tales es tu d io s a pe rso n as


de o tra índole, h arem o s todo lo c o n tra rio y d e rra m a re -
mos m ás rid icu lo aú n so bre la filosofía.
—Es ve rd ad eram en te vergonzoso.
—Por e n tero de acu erdo , entonces. Pero yo tam bién
creo que en este m om ento rae sucede algo digno de risa.
—¿Qué cosa?
c —Me olvidé de q ue ju g áb am o s, y hab lé m ás bien en
tensión; p orqu e a la v er que h a b la b a m iré a la Filosofía
y, al verla tra ta d a tan inju rio sam ente, m e irrité y, com o
encolerizad o c o n tra los culp ables, dije con m ay or s erie -
dad las cosas que dije.
—No, ¡por Zeus! Al m enos p ara mí, q ue era qu ien
escuchaba.
—Pero sí p ara mí, qu e soy el que h ab la. Con todo,
no olvidem os que en la p rim era seJección elegíam os
d ancianos m ie n tras que en ésta eso no es posible,
pues no hem os de c re e r a Solón cu an do dice que, al
envejecer, se es capaz de a p re n d e r m uchas cosas, sino
que se se rá m enos cap az de a p re n d e r que de c orrer;
pues a los jóvenes c orresp o n d en todos los tra b a jo s e s-
forzados y m últiples.
—N ecesariam ente.
—P or consiguiente, tanto los cálculo s com o la g eo-
m etría y todos los e stu d io s p re lim in are s q ue deben e n -
señarse a nte s qu e la d ialéctica hay que p ro p o n érselo s
d esde niños, pero sin h ac er com pulsiva la form a de la
instrucción.
—Y esto ¿p o r q ué?
¿ —P orque el ho m b re lib re no debe a p re n d e r n ing una
disciplin a a la m anea del esclavo: pues tos tra ba jo s c o r -
porales que se p rac tica n bajo coerción no p ro d uc en d a -
ño al cuerpo, en ta n to que en el aJma no p erm anece
nada que se a p ren d a co ercitiv am en te.

16 Cf. III ^120.


REPÚ BU CA V il 371

—E s v erdad.
—EnLonces> excelente am igo, no obligues p o r la fu e r-
za a los niños en su ap ren d izaje, sino edú calos ju gan do, 5i7ú
p ara q ue tam b ién seas m ás capaz de d iv isar aqu ello
p ara lo cual cad a uno es naLuraLmente apto.
—Tienes razón en lo que dices.
—¿N o recu e rd as que decíam os 17 q ue hay qu e c on -
d u cir los niños a ía g u erra , com o ob serv ad o res m o nta-
dos a caballo, y que, en caso de qu e no fu era peligroso,
había que acercarlos y g u star la sangre, como cachorros?
—R ecuerdo.
—Pues a aqu el que siem p re, en todos esto s trab ajo s,
estud io s y temores» se m u estre com o el m ás ágil, hay
que ad m itirlo d en tro de un n ú m ero selecto.
—¿A qué edad? h
—En el m om ento en que d ejan la gim n asia o blig ato -
ria; pues en ese tiem po, sean dos o tres los años que
tran s c u rra n , no se p ued e h a ce r o tra cosa, ya que la fa ti-
ga y el sueño son enem igos de) estudio. Y al m ism o tiem -
po, ésta es una de las p ru eb as, y no la m enor. Ja de
cóm o se m u estra cada u n o en los ejei-cicios gim násticos.
— ¡Claro que sí!
—Después de ese tiem po, se escogerá enere los jóve-
nes de veinte años, y los escogidos se llevarán m ayores
honores que los dem ás, y deben co nd ucirse los es tu - c
dios ap rend id os en fo rm a d is p e rsa d u ra n te ia niñez a
una visión sinó p tic a de las afinidades de los estu d io s
en tre sí y de la n a tu ra lez a de lo que es.
—Ea todo caso, sem ejante ins truc ción es la única fir-
me en aq uello s en q ue se pro du ce.
—Y es la m ás gran de p ru e b a d e ta n atu ra lez a dialéc-
tica y de la que n o es dialéctica; pu es el d ialéctico es
sinóptico, no así el que no lo es.
—C om parto tu pensam iento .

17 En V 4 ¿7 c.
372

—Es necesario , entonces, que exam ines estas cosas,


¿ y que, a aquellos qu e sob resalg an en tre los que son
co n stan te s en los estud ios, en la g u erra y en las dem ás
cosas prescrita s, un a vez que hayan pasado los tre in ta
años., a éstos a su vez los selecciones e n tre los an tes
escogidos, instituy énd oles h on ores m ayores y exam inan -
do, al p rob a rlo s m ed iante el p o d e r dialéctico , quién es
capaz de p re scin d ir de los ojos y de los d em ás sentid o s
y m arch ar, acom pañ ad o de la verdad, hacia lo qu e es
eo sí. Y sin em b argo aquí ten em os u na ta re a que re -
q uiere de m ucha p recau ción , am igo mío.
—¿P or qué?
c —¿No le p e rc ata s de cu án grand e llega a se r el m al
relativo a la d ialéctica en la a ctu a lida d ?
—¿C uál m al?
—De algún m odo está co lm ada de ilegalidad-
—Muy cien o .
—¿P iensas que es algo aso m b ro so lo que les sucede,
y no los excusas?
—c En qué sentid o?
—Es com o si un hijo p u tativ o fuera criad o en m edio
de ab u n d an tes riq uezas, en u n a fam ilia m uy n u m ero sa
y en tre m uchos ad u lad o re s, y al lleg ar a ad u lto se d iera
cu enta de q u e no es hijo de los que a firm a n ser su s
padres, pero no pu diese h allar a su s v erd ad ero s p ro g e-
nitores. ¿Puedes p re sen tir cu ál sería su d isposició n re s -
pecto de los ad u lad o res y de su s su p uesto s pad res en
el tiem po en que ign oraba lo co n cern ien te a la s u s titu -
ción y a su vez en el tiem p o en que lo su p iera ? ¿O q u ie -
res esc u ch ar cóm o lo p re sien to yo?
—Q uiero esto últim o.
—Pues bien, p re sie n to qu e h o n ra rá m ás a los q ue
k lom a p o r su padre, su m ad re y p arie n tes que a los a d u -
ladores, p erm itirá m enos q ue les falte algo, o b ra rá y
h ab lará de m odo m enos in debid o fren te a ellos y los
R EPÚ B L IC A V II 373

desobe decerá en las cosas im p o rtan te s m eao s que a los


adu lad o res, en el tiem po eo que ignore la verdad.
—Es probable.
—Mas u n a vez percatad o de la realidad, presu m o que
su estim a y su cu id ad o se re la ja ría respecto de aqu éllos
e iría en au m en to re sp e cto de los ad u lad o res, y o b ede-
cería a éstos de m odo m ás d estac ad o q ue antes, y vivi-
ría acord e con éstos, aso cián do se a ellos sin tapujos,
no cuidan do ya de su p a d re ni d e los dem ás sup uestos
parien tes, salvo que m viera u na n a tu raleza p a rtic u la r-
m ente bon dadosa.
—Todo eso que dices s u ced erá tal cuaJ; p e ro ¿en qu é
se relaciona esta com paració n con los que se d edican
a la dialéctica?
—En esto. Sin d u da cenem os desde niños conviccio-
nes acerca de las cosas ju s ta s y ho norables, p o r las cu a-
les hem os sido criado s com o po r padres, ob ed eciéndo -
las y hon rán dolas.
— Efectivam ente.
—Pero hay tam bién o tras p rácticas co n tra rias a ésas,
p o rta d o ras de placeres, que ad u lan n u e stra alm a y la
atra en hacia ellas, p ero los h om b res razon ab les no les
hacen caso, sino que h o nran las enseñ anzas p aternas
y las obedecen.
—Así es.
—Pues bien; si a un h o m b re en tal situ ación se le
form ula la p reg u n ta '¿q ué es lo h o n o ra ble ?', y a) res-
po nder aquél lo qu e ha oído de) legislad or se le refu ta,
re pitién do se una y mil veces la refu tación , h as ta qu e
se le lleva a la opinión d e que eso no era m ás ho no rab le
que deshonorable, y del m ism o m odo con lo ju sto , lo
bueno y con las cosas p o r las cu ales tiene m ás estim a,
¿qué es lo que p iensas que, desp ués de esto, h ará en
lo con cernien te a la rev ere ncia y sum isión respecto de
ellas?
374 OULO GO S

—F orzosam ente, ya no las rev eren c iará ni a c a ta rá


del m ism o modo.
—Y cu an do no las tenga ya p o r valiosas ni po r pro*
5 pi as de di, pero no halle las verdaderas, ¿a qué otro m odo
de vida q ue al del a d u la d o r e s pro b ab le que se aboqu e?
—A ningún otro .
— E ntonces, pienso, de res p etu o so de las leyes que
era, p are cerá q ue se ha co n vertido en rebelde.
—N ecesariam en te.
—¿NTo te p arece n atu ra l, en tal caso, lo que les s u c e-
de a quienes se aplican de ese m odo a la d ialéctica, y
muy exc usable?
—Es p ara apiad arse.
—Y p ára que tus ho m bres de tre in ta añ os no in fu n -
d an piedad, hay qu e lo m ar to d o tipo de p re cau cio n es
al a b o rd ar la dialéctica.
—S eguram ente.
b —Y u n a im p o rtan te precau ción co nsiste en no d e ja r-
les g u s ta r d e ella cuando son jóvenes; pienso, en efecto,
qu e d o se te hab rá esc apad o qu e los jovencitos, cu an do
gu stan p o r p rim e ra vez las discusion es, las p ractican
indebidam en te co n v in ié n d o las en juegos, e im itan d o a
los que los han refu tad o a ellos re fu tan a o tro s, gozan-
do com o cach o rro s en tiro n e ar y d a r d en telladas con
argu m e nto s a los q u e en c u a lq u ie r m om ento se les
acercan.
—Gozan so b rem an era .
—Así es que, cu an d o refu tan a m uch os y p or mu-
c chos son refutad o s, rá p id a m en te se p rec ip ita n en el es -
cepticism o re specto de lo qu e an tes creían , y la con se-
cuencia es que ta n to ellos m ism os como la filosofía en
su conju nto caen en el d esc réd ito ante los dem ás.
—Es una gran verdad.
—A una m ay or edad, en cam bio, un h o m b re no e s ta -
rá disp uesto a p artic ip a r en sem ejan te d esenfreno , sino
que im itará al que esté d isp u esto a b u sc a r la v erd ad
R E P Ú B L IC A V II 375

m ás bien que a) que hace de la co ntrad icció n un jueg o


divertido , y será él m ism o m ás m esurad o y h ará de
su ocupación algo re sp etab le en lu g ar de desdeñable, á
—C orrecto.
—Y lo que dijim os an te s fue d icho p o r precau ció n ,
a saber, que es a las na tu rale zas o rd en ad as y estab les
a las que hay que d arle s acceso a las discu sio nes y no,
com o se hace aho ra, al p rim ero qu e pasa, au n cuajndo
no sea en nada ap ro pia do p ara ap licarse a ellas.
—E n teram en te de acuerd o.
—B astará, entonces, con qu e perm an ezcan aplicados
a la d ialéc tica de m odo serio y p ersev eran te, no hacien
do ninguna o tra cosa, ejercitán d o se del m odo en que
antes se p ra cticaro n los ejercicio s co rp orales, pero el
doble de tiem po.
—¿Q uieres d e cir seis años o c u atro ? k
—No im porta, ponle cinco. Después de eso debes
hacerlos d escen d er nu evam en te a la caverna, y o b lig ar-
los a m a n da r en lo locan te a ta g u e rra y a d esem p eñ ar
cuantos cargos convienen a los jóvenes, p a ra q ue tam -
poco en ex perien cia queden a trá s de los dem ás. Ade-
m ás, en esos cargo s d eben ser p ro b ad o s p ara ver si
perm anecen firm es, cu an d o d esde to d as direccio n es se S4Cb
los qu iere a tra e r, o bien si se mueven.
—¿Y cu á nto tiem po estab leces p ara esto?
—Q uince años. Y u n a vez llegados a los cin cuen ta
de edad, hay que co n d u cir h asta el final a los que hayan
salido airo so s de las p ru e b a s y se hayan a c red itad o co-
mo los m ejores en todo sentido, tan to en los hechos co-
mo en las discip lina s científicas, y se les debe fo rzar
a elevar el ojo del alm a p ara m irar hacia lo q ue p ro p o r-
ciona luz a tod as las cosas; y, iras ver el Bien en sí,
sirviéndose de éste corao paradig m a, o rg an izar d u ran te b
el re sto de su s vidas —cada uno a su tu m o — el Estado,
los p a rtic u la re s y a sí m ism os, pasan do la m ay or p arte
del tiem po con la filosofía pero, cuan do el tu rn o llega
376 dU l o c o s

a cada uno, afro n tan d o el peso de los asu n to s políticos


y go be rnan do po r el bien del E stad o, con sid eran do esto
no com o algo eleg ante sino com o algo n cccsario . Y as»,
desp ués de h a b e r edu cado siem p re a o tro s sem ejan tes
p ara de jarlo s en su lu g a r com o g u ard ian es del E stad o,
se m arch a rá n a la Isla de tos B ien ave ntu rad os, p ara ha-
c h ita r en ella. Et E sta do les ú astitu irá m onu m ento s y
sacrificios púb licos com o a d ivinid ad es, si la Pitia lo
ap rueb a; si no, com o a ho m b res b ien av en tu rad o s y divi-
nos. .
—¡Has hecho co m p letam ente herm osos a los g o b er-
nantes, S ócrates, com o si fueras esculto r!
— Y a las g o b ern an tes. Glaucón; pues no pien ses que
lo que he dich o vale p ara los ho m b res m ás qu e p a ra
las m ujeres, al m enos cu an ta s de ellas su rjan com o c a -
paces po r su s n atu ra lezas.
—C orrecto, si es q ue han de co m p a rtir todo de igual
m odo con los hom bres.
d —Pues bien; convenid en ton ces q ue lo dicho so b re
el E stado y su co n stitu ció n p o lítica no son en ab so lu to
ca stillos en el aire, sino cosas difíciles pero posibles de
un m odo q u e no es o tro que el m encionado: cuan do en
cl E stado lleguen a s e r g o b ern an tes los v erd ad ero s filó-
sofos, sean m ucho s o u no solo, que, d esde ñan do los h o-
n ores a ctu ales por ten erlos p o r indign os de hom b res
c libres y de ningún valor, valoren m ás lo recio y los
honores q ue de él provienen, c o n sid eran d o qu e lo ju s to
es la cosa su p rem a y m ás necesaria, sirv ien d o y a c re -
cen tan do la cual han de o rg a n iz ar su p ro p io E stado,
—¿De qué m odo?
—A todos aq uellos h a b ita n te s m ayo res de diez años
541/j que haya en el E stad o los en v iarán a] cam po , se h a rán
cargo de sus hijos, aleján do los de las co s tu m b res a c tu a -
les que tam bién co m p arten s u s pad res, y los e d u c arán
en sus p ro p io s h áb itos y leyes, los cu ales son com o los
hem os d e scrito en su m om ento. ¿No es éste el m odo
R E P Ú B LI C A Vil 377

m ás ráp id o y m ás fácil de e stab le ce r el E stad o y la o r-


ganización política de que hab lam os, p ara q ue el E sta-
do sea feliz y beneficie al p ueblo en el cual su rja?
—Con mucho; y me parece, S ó crates, q u e has dicho
muy bien cóm o se g e n e rará tal Estado» si es que alg un a b
vez ha de gen erarse.
—¿Y no hay ya b astan te con n u estro s d iscu rso s so-
b re sem ejan te E stado y sob re el hom bre sim ila r a él?
Pues de algún m o do es p aten te cóm o d irem o s qu e ha
de s er éste.
—Es patente; y en cu an to a lo que p reg u n tas, creo
que hem os llegado al fin.

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