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1 O sea, los objeto* rra o s p o rta d o i d el o tro lado del tabique, cu*
y as so m bra s, p ro y e cta d as s ob re el fo nd o d e ta cav ern a, ven los prisio-
neros.
2 N o se (m ía de q u e lo que les s u c e d íts c fu era n a tu ra l —1\ mis*
n\o Platón d ice q u e o b ra ría n «forzados»'—, sino a co rd e con n a tu ra -
leza h u m a n a .
340 D IÁ LO GO S
* En Od. Xí 489-490
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—Es m uy cierto.
—¿Y piensas que los que hem os form ado, al oír es-
lo, se ncgaráj) y no e stará n d isp u esto s a c o m p a rtir los
trab ajos del E stado, cada uno en su tu rno , q ued án d ose
a resid ir la m ay or p arte del tiem p o u nos con o tro s en
el ám bito de lo p u ro ?
—Im posible, pues estam o s o rd en an d o a los ju sto s *.•
cosas justas. Pero adem ás cada uno ha de g o b e rn a r p o r
una im posición, al revés de lo que sucede a los que go-
b iernan a h ora en cada E stado.
—Asi es, am igo mío: si has h allad o p ara los que van
a go b e rn a r un m odo de vida m ejor qu e el g ob ern ar. 521*7
p odrás c o n ta r con un E stado bien gobernado; pues sólo
en él gob iernan los que son realm e n te ricos, no eD oro,
sino en la riqueza qu^ hace la felicidad: u na vida v irtu o -
sa y sabia. No, en cam bio, don de los po rd iosero s y ne-
cesitado s de bienes privad os m arch an sobre los as u n to s
públicos, convencidos de que allí han de a p o d erarse del
bien; pues cuan do el g obierno se co nvierte en objeto
de disp u ias, sem ejante g u erra d om éstica e in testin a aca-
ba con ellos y con el resto del Estado.
—No hay cosa m ás cierra.
—¿Y sabes acaso de algún o tro m odo de vida, q ue b
el de la verdad era filosofía, q u e lleve a d e sp re cia r el
m and o político?
—No, po r Zeus.
—Es n ecesa rio ento nces que no tengan acceso al go-
b iern o los que están enam orad os de éste; si no. hab rá
ad v ersa rio s que los co m batan .
—Sin duda.
—En tal caso, ¿im p o n d rás la vigilancia del E stad o
a o tro s que a quienes, adem ás de se r los m ás inteligen -
tes en lo qu e co n ciern e al gob ierno del E stado , p refie-
ren o tro s h onores y un m odo de vida m ejor que el del
gobern an te del E stad o?
— No, a ningún otro.
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—C o m p letam en te cierto . d
—Y esto es lo que in tern ab a d e c ir hace un m om ento,
cuando afirm ab a que algunos ob jeto s estim u lan el pen-
sam iento y otro s no, en lo cual defin ía com o estim u la n -
tes aquellos que produ cían sen sacion es c o n traria s a la
vez, m ien tras los o tro s no ex c itab an a la inteligencia.
—C om prendo, y tam bién a m i m e p arece así.
—Pues bien, ¿en cuál de las dos clases te p arece que
están el n ú m ero y la un idad ?
—No me doy cueota-
—Razona a p a r tir de lo dicho. En efecto, si la u n i-
dad es v ista suficientem ente p o r sí m ism a o a p re hen d i-
da p o r cu alqu ie r o tro sentido, no a tra e rá hacia la esen - 1
cia, com o decíam os en el caso del dedo. Pero si se la
ve en alguna conrradiccióo, de m odo que no parezca m ás
unidad que lo co n irario , se n ec esitará de un juez, y el
alm a forzosam ente e sta rá en dificultades e indagará, ex-
citand o en sí m ism a el p en sam iento, y se p reg u n ta rá
qué es en sí la unidad; de este modo el ap ren dizaje
con cernien te a la unidad pued e e s ta r e n tre los que S25<»
guían y vuelven el alm a h acia la contem plación d e lo
que es.
—P or cierro —dijo G laucón—, así pasa con la visión
de la unid ad y no de m odo m ínim o, ya qu e vemos una
cosa com o uoa y a la vez com o infin itam en te m últiple.
—Si esto es así con lo uno. ¿no p asa rá lo m ism o con
iodo núm ero?
—Sin d uda.
—Pero eJ a rle de calcu la r y la a riim élic a tra ta n del
núm ero
—Asi es.
—E ntonces parece qu e co ndu cen h acia la verdad, b
—En form a m arav illo sa.
—Se hallan, po r ende, en tre los estu dio s que b u sc a-
mos; pues al gu erre ro , p a ra o rd e n a r su ejército, le hace
falta a p re n d e r es tas cosas; en cu an to al filósofo, p ara
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10 U* g e o m e t r í a d e l o s s ó l i d o s o ' e s i e r e o m e t r i a ' e s n o m b r a d a c o -
mo t a l por v e * prim era en e l p scudoplatóm co Ep/nomis 990d y en
lo s Ana!. Post. I 13, 7 8 b de A r i s t ó t s i . p . s .
RE PÚ B LI CA VII 359
—¿Cuál es?
—Da la im presión de que, así com o los ojos han sid o
provistos p ara la astro no m ía, los oídos han sido p ro v is-
tos para el m ovimiento arm ónico, y que se tra ta de cien -
cias he rm a na s e n tre sí, com o dicen los pitag órico s, y
nosotros, G laucón, estarem o s de acu erdo . ¿O cóm o
p rocederem os?
—Así.
t —Como se tra ta de una tarea de alien to, los se g u ire -
m os a elios para ver qu é dicen acerca d e e sta s cosas
y de cu a lqu ie r o tra que añadan; p ero en todo esto v igi-
larem os lo qu e nos con cierne.
—¿Y qué es esto ?
—V igilar qu e aqu ellos a los que edu cam os no e m -
p rend an nun ca el estu d io de algo im p erfecto o qu e les
im pida llegar al p u n to al qu e deben a rrib a r todo s los
estud ios, com o acab am o s de dec ir ac erc a de la asiron o-
53ia mia. ¿ 0 no sabes que con la arm on ía hacen algo sim i-
lar? En efecto, se pasan e scu chan do aco rd es y m id ien -
do sonidos en tre sí, con lo cual, com o los asiró n o m o s,
traba jan ¡núltim entc.
—Y de m odo bien rid ícu lo, ¡por los dioses! C uan do
hablan de dos interv alos de un cu a rto de tono cad a
unoM\ y .p a ran sus o re ja s com o si tra ta ra n de ca p ta r
m urm ullo s de vecinos. Unos afirm an que p u ed en p e rc i-
b ir un sonido en m edio de o tro s dos, que da así el in te r-
valo m ás pequeño, m ien tra s o íro s rep lican que ese
Traduzco tratando de que dicen B-
en su nota a) pasaje 1135b de la edicióo Locb de De
Música.: «El teiracordio. que comprende el intervalo de upa cuarta, está
dividido en fres iniervalos, ligados por cuatro notas. Cuando los dos
intervalos más pequeños, sumados entre si. son más pequeños que el
intervalo restante, son llamado* un pyknón o 'condensación'*. O bien,
como ya definía el pyknón (lal como parafrasea el
texto de Honucnica 24. 10 s$. «cualquier combinación de
dos intervalos que en conjunto son menos que el intervalo que reste
en la cu arta cuando cl pyknón es sustraído de esta».
R E P Ú B L IC A V Jf 363
“ En VI 51 Id.
15 génesis. Cf. nota 22 al libro VI.
R E P Ú B L IC A V lí 367
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370 DIA LO GO S
—E s v erdad.
—EnLonces> excelente am igo, no obligues p o r la fu e r-
za a los niños en su ap ren d izaje, sino edú calos ju gan do, 5i7ú
p ara q ue tam b ién seas m ás capaz de d iv isar aqu ello
p ara lo cual cad a uno es naLuraLmente apto.
—Tienes razón en lo que dices.
—¿N o recu e rd as que decíam os 17 q ue hay qu e c on -
d u cir los niños a ía g u erra , com o ob serv ad o res m o nta-
dos a caballo, y que, en caso de qu e no fu era peligroso,
había que acercarlos y g u star la sangre, como cachorros?
—R ecuerdo.
—Pues a aqu el que siem p re, en todos esto s trab ajo s,
estud io s y temores» se m u estre com o el m ás ágil, hay
que ad m itirlo d en tro de un n ú m ero selecto.
—¿A qué edad? h
—En el m om ento en que d ejan la gim n asia o blig ato -
ria; pues en ese tiem po, sean dos o tres los años que
tran s c u rra n , no se p ued e h a ce r o tra cosa, ya que la fa ti-
ga y el sueño son enem igos de) estudio. Y al m ism o tiem -
po, ésta es una de las p ru eb as, y no la m enor. Ja de
cóm o se m u estra cada u n o en los ejei-cicios gim násticos.
— ¡Claro que sí!
—Después de ese tiem po, se escogerá enere los jóve-
nes de veinte años, y los escogidos se llevarán m ayores
honores que los dem ás, y deben co nd ucirse los es tu - c
dios ap rend id os en fo rm a d is p e rsa d u ra n te ia niñez a
una visión sinó p tic a de las afinidades de los estu d io s
en tre sí y de la n a tu ra lez a de lo que es.
—Ea todo caso, sem ejante ins truc ción es la única fir-
me en aq uello s en q ue se pro du ce.
—Y es la m ás gran de p ru e b a d e ta n atu ra lez a dialéc-
tica y de la que n o es dialéctica; pu es el d ialéctico es
sinóptico, no así el que no lo es.
—C om parto tu pensam iento .
17 En V 4 ¿7 c.
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