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I. Introducción
El sistema tributario resultaría justo siempre que lo recaudado se gaste para favorecer
a la sociedad. Caso contrario estaríamos ante actos arbitrarios al obligarnos a pagar
impuestos cuando la sociedad no recibe nada a cambio en bienes y servicios públicos.
De ahí que, el deber de contribuir tiene límites constitucionales en los principios de
legalidad, reserva de ley, igualdad y proporcionalidad. Pero también, se nutre de la
legitimidad en el gasto público.
De otro lado, por parte de los contribuyentes, es importante señalar que, “si queremos
ciertas libertades y derechos individuales, no basta simplemente con tener vigentes las
leyes e impedir que el gobierno limite los derechos individuales. Se requiere la
conciencia de que la libertad puede ser erosionada sin cambiar la ley, simplemente la
sutil interacción entre los ciudadanos, por lo que se requiere una continua vigilancia
social para mantener vivas estas libertades” (Kaushik, Basu: 2013: 99).
Es así como Hayek (1998) para de la definición de libertad, precisando que “depende
del significado del término coacción y no será preciso acudir a ella hasta que hayamos
definido a esta última. La coacción del poder público debe utilizar, se reduce al mínimo
y resulta tan inocua como sea posibles mediante la subordinación a normas generales
conocidas, de forma que en la mayoría de los casos el individuo no necesita ser objeto
de coacción a menos que por sí mismo se coloque en una situación como
consecuencia de la cual dicho individuo sabe que tal coacción tiene que ocurrir. Es así
como, la coacción, de acuerdo con reglas conocidas, y que generalmente es el
resultado de circunstancias ante las que la persona objeto de aquélla se ha colocado
por sí misma, se convierte entonces en un instrumento que asiste a los individuos por
igual en la persecución de sus propios fines y no en un medio utilizable para los fines
de otros”.
De este modo, el Estado podrá cubrir mejor las necesidades colectivas, de salud,
educación, infraestructura y otras políticas públicas dirigidas al bienestar general, que
es la razón de ser del Estado como persona jurídica creada con dicho objetivo
programático. Siempre que nuestro sistema tributario este basado en tributos
proporcionales y excepcionalmente con tributos progresivos, que deben estar
amparado en objetivos constitucionales. Asimismo, se enfrente la informalidad con
medidas no represivas al inicio, sino facilitadoras. De este modo, el gasto público se
encuentra causalmente vinculado con el ingreso público.
Durante mucho tiempo, “el impuesto fue resistido porque se lo consideró fruto de la
desigualdad, el privilegio y la injusticia. El cumplimiento de obligaciones tributarias
representaba un signo tangible de sometimiento y de servidumbre del individuo hacia
el Estado. Es indudable que muchas causas históricas influyeron para crear esa
concepción. Sobre todo, la idea del tributo como signo de dominación de los
vencedores sobre los vencidos, que luego se agudizó con la esclavitud y el vasallaje.
Así el favoritismo político que consentía privilegios y exenciones a los poderosos, los
abusos y la deshonestidad de los órganos encargados de la recaudación y
determinación de los impuestos, las cada vez mayores exigencias del erario hacia las
clases humildes, que se traducían incluso en inhumanas sanciones corporales para los
no pagadores” (Georgetti, Armando: 1967: 43).
Todo esto se debió al tributo como “signo de dominación que ostentaba el poder
totalitario. No es de extrañar, entonces, que quedase arraigada en la mente de los
ciudadanos la impopularidad del impuesto y su deseo de eludirlo de cualquier forma,
así como que no fuesen mal vistas las maniobras evasivas ni quienes las efectuaban.
Recuerda Aftalión que el gran público, principal víctima de esta especie de
delincuencia, no la reprueba en la medida que merece. Mucha gente que se
horrorizaría si se le propusiese un delito de orden común, se interesa en conocer las
maneras de eludir las reglamentaciones impositivas porque no excluye la posibilidad
de hacerlo. Ello lleva a que conocidos infractores en esta materia, lejos de ser
repudiados por los círculos en que actúan, suelen ser, más bien, envidiados por el
éxito económico que los acompaña, y son muchos los que esperan la oportunidad
propicia para imitarlos” (Citado por Villegas, Héctor B., (1995: 3 y 4).
Aquellas causas que sí son factibles de combatir como las económicas, técnicas,
políticas, accidentales, psicológicas y jurídicas.
Causas técnicas de evasión tiene que ver con la inconstancia y las incertidumbres
de la norma tributaria.
Causas jurídicas, sobre todo con relación a la forma en que el derecho positivo
regula la relación jurídico-impositiva y las violaciones de la ley fiscal” (Georgetti,
Armando: 1967: 128).
“la evasión y los ilícitos tributarios constituyen desde los tiempos más
remotos el vicio original de cualquier ordenamiento fiscal, aun por la razón
técnica de que los tributos directos de algunas formas de contribuciones
indirectas ofrecen a quien quiera valerse de ellas, posibilidades más o
menos amplias para eludir el deber de contribuir. Más aún cuando el
Estado no genera un adecuado control de riesgo traducidos penalmente
como prevención general y especial que involucra al derecho penal como
la última razón de ser del derecho o medio de control social frente a la
evasión tributaria. Los efectos que se produce al aplicar las normas
tributarias en la sociedad pueden provocar injusticias, vulnerando en
algunos casos la propiedad. Sin embargo, también debemos recordar que
el fenómeno de la evasión como cualquier otro fenómeno, está sujeto a
oscilaciones en relación con las variaciones cuantitativas y cualitativas de
los fenómenos que en él concurren. Uno de estos, que unido a otros,
diríamos, peculiares, puede mayormente inducir al contribuyente de
derecho a sustraerse a las obligaciones tributarias, consiste en aquella
atmósfera de descontento y de desconfianza que no pocas veces se
difunde entre la masa de los sujetos sometidos a imposición, cuando se
pone de manifiesto graves discordancias entre los principios de justicia
fiscal enfáticamente proclamados y la aplicación práctica de las leyes
tributarias” (Giorgetti, Armando: 1967: 169).
Por todas las razones expuestas, no se debe permitir que quienes infringen el deber
de contribuir y la correcta distribución del gasto público (evasores tributarios y
funcionarios corruptos) sigan aprovechándose maliciosamente de los recursos del
Estado.
De las normas glosadas, se puede observar fácilmente que existe una diferencia de
trato entre los recursos que tienen cada una de las Instituciones. La Administración
Tributaria es sin duda la única que tiene un privilegio de obtener de la recaudación
tributaria su fuente de financiamiento. Mientras que la Contraloría de la República es
tratada como una entidad del Estado más, sin un aporte importarte y directo que le
pueda dar una verdadera independencia del frente a los poderes del Estado para que
los controle. Tiene que esperar que el presidente de turno realice aportes a favor suyo
para su mejora. Lo que evidentemente limita sus acciones y la capacidad de contar
con recursos humanos que brinden una labor efectiva. Esta entidad tiene menos de la
mitad de personal que la Administración Tributaria.
V. Conclusiones