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Evolución de la justicia constitucional peruana

La historia constitucional peruana ha sido pródiga en la dación de textos


constitucionales y en la incorporación nominal de modernas instituciones
democráticas, pero no en la creación de una conciencia constitucional en la
ciudadanía, ni en el ejercicio del poder con plena lealtad constitucional de sus
gobernantes. Podría señalarse que, el desfase de la falta de vigencia de los
textos constitucionales en la vida social, se debe a que la expedición de las
cartas políticas se fue dando al unísono de los cambios políticos y sociales de
cada época. Algunos de esos cambios fueron más estructurales, como la
independencia de España y el establecimiento de la República, y otros más
coyunturales, como las guerras civiles, las guerras internacionales y las
revoluciones civiles y militares.

Este curso histórico muestra que las constituciones y la vida constitucional han
dependido, directamente, de los acontecimientos políticos y militares de cada
época y que los operadores constitucionales no han sido capaces de procesar
dichos fenómenos en el marco de la Constitución. Esto se ha debido a la falta
de estabilidad política, que es expresión de la carencia de un consenso mínimo
o pacto social, siquiera entre las elites dirigentes, para asegurar un Estado de
Derecho duradero. Esta falta de acuerdo nacional ha creado una cultura cívica
de incredulidad en la sociedad, respecto tanto del Estado como de la
Constitución. Ello, debido a que las necesidades e ilusiones de la
población no se han visto satisfechas por las grandes corrientes ideológicas,
en cualquiera de sus constituciones: liberales de 1823, 1828, 1834, 1856 y
1867 y las; conservadoras 1826, 1836/37, 1839 y 1860—; sociales —1920,
1933 y 1979— y esto no ha cambiado con la actual constitución «neoliberal»
de 199

Compromiso con la justica constitucional

Desde la aprobación y puesta en vigencia de la Constitución de 1979,


predecesora de la actual Carta Constitucional, que data de 1993, el Perú ha
iniciado el empeño de construirse como un auténtico Estado Constitucional. Es
decir, lograr la más avanzada forma de Estado, que es el Estado del imperio de
la Constitución, el Estado de la soberanía de la Constitución, en cuanto norma
suprema de la República y expresión normativa del poder constituyente, cuyo
titular primigenio, único, exclusivo y excluyente es el pueblo peruano; poder
constituyente que es el poder fundacional del Estado-Nación.

El Estado Constitucional se estructura partiendo de la persona humana y los


derechos que son inherentes a su naturaleza, denominados derechos
humanos, derechos fundamentales, derechos constitucionales o derechos de la
persona, entre otras denominaciones; y es a partir de la persona humana,
entendida también como valor y principio, anterior, superior y razón de ser del
Estado, que se estructura todo el orden político, jurídico, social y económico de
la sociedad.

Estado Constitucional que también se basa en el sometimiento de todos los


integrantes de la colectividad peruana a la Constitución, sin excepción alguna,
y en el cual no existe área o territorio liberado de control cuando se trata de la
protección de los derechos fundamentales y de garantizar la vigencia y
primacía de la propia Constitución como norma suprema de la República.

El Estado Constitucional repudia la concentración del poder y postula un


sistema de distribución del poder político, de competencias y atribuciones que
asigna a los diversos órganos titulares del poder, así como un sistema de
compensación e intercontrol del poder, dentro de una lógica que, lo enfatizo,
proscribe la concentración del poder, como antídoto frente al abuso y al exceso
del poder, que es clásico en los regímenes autoritarios y las dictaduras.

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