Está en la página 1de 18

1

Steven Friedman (Comp.)

Ed. Gedisa, Barcelona, 2001


pp. 25-49

Hacer hablar a los números: el lenguaje en la terapia

INSOO K IM BERG Y STEVE DE SHAZER

t
É ienne Condillac

La metáfora de la terapia como conversación es al mismo tiempo útil y peligrosamente engañosa. El


peligro reside en el reemplazo, probablemente inevitable, de c
« omo» e( n inglés, as) por e« s» i( s), es decir de
t
« erapia conversación» por t
« erapia conversación» q( ue en inglés no es más que una diferencia de una
vocal). Este cambio señala la transformación de un a metáfora en una metáfora disfrazada de concepto.
Que dos personas que se encuentran en un mismo momento y en un mismo lugar compartan una
conversación resulta una actividad normal y natural.
Por ello suponemos, automáticamente, que cuando
utilizamos el término sabemos a qué nos referimos. Parece simple y obvio que no necesitamos
saber nada sobre conversaciones para poder participar en ellas. Al producirse la
ineludible transformación a
la que acabamos de referirnos (lo que ya está sucediendo, por lo menos en talleres y seminarios de
formación profesional), la proposición L
« a terapia es co nversación» cobra la fuerza de una declaración y es
razonable entonces que comencemos a pensar que te rapia equivale a conversación. De ese modo, una
transformación gramatical inadvert
ida y erróneamente nos lleva a creer que sabemos todo lo que hay que
saber sobre la práctica terapéutica y que ésta fundamentalmente requiere que poseamos las habilidades
necesarias para mantener una conversación o continua r un diálogo. Así, equivocadamente pensamos que la
conversación misma constituye la terapia, que el factor curativo es el hecho de compartir una charla. Al
igual que la expresión que la precedió, la afirmación «La terapia es conversación»
parece explicar en qué consiste la terapia y sin emba rgo es tan vaga que en realidad no nos dice nada.
Por otro lado, el hecho de que la práctica terapéutica pueda ser considerada una conversación nos
recuerda sus aspectos interaccionales. Primero, para que se vea a la terapia como una conversación deben
participar en ella dos o más personas. Segundo, las conversaciones tienen lugar dentro del lenguaje, y es
también lenguaje lo que utilizamos para mantener co nversaciones. De este modo, la consigna señala en
dirección a la idea de Condillac de que, para aprender acerca de la terapia debemos primero aprender
nuestro propio idioma (y, de hecho, para aprender sobre la conversación o cualquier otra actividad
humana).
Las ideas que surgen de la consideración de la te rapia como conversación, como una actividad en la
que participan dos o más personas, tienden a amenazar o corromper (o quizás a equilibrar) los significados
2

tradicionales de la palabra
terapia d
( el griego, c
« uidar, curar»), que ciertamente pueden llevarnos a adherir a
la descaminada idea de que el terapeuta actúa sobre el paciente o cliente. Consideremos, por ejemplo, la
siguiente definición que da el diccionario de terapéutico/terapia:

que sirve para curar o sanar; curativo; relativo al descubrimiento y aplicación de remedios para las enfermedades.
Parte de la ciencia méd ica que se vincula con el tratamiento y la cura de las enfermedades.

Parece que L
« a terapia como conversación» es una fructífera contradicción en sus términos, en tanto nos
induce a considerar la prácticaterapéutica y el uso del término terapia de un modo que socava y contamina
las definiciones usuales de la labra
pa terapia (que el vocablo lame
ntablemente conlleva de manera
automática).

Cuatro concepciones del lenguaje

Sin duda, nuestros lectores, como los de Condillac, creen que conocen su propio idioma; y nosotros,
como autores, queremos creer que tenemos una comprens ión similar del nuestro. Después de todo, lo usamos
todo el tiempo, especialmente al habl
ar, escuchar, leer y escribir. El us o de nuestro propio idioma parece
algo simple y sin complicaciones.
El sentido común se basa en una concepción ingenua del lenguaje, que lo considera transparente y
verdadero. El supuesto de sentido común que sostiene que el lenguaje es un medio transparente que
expresa hechos preexistentes implica que el cambio nu nca se produce en el lenguaje. Se supone que el
lenguaje siempre refleja cambios anteriores a losque ocurren en el lenguaje. Se considera que los
autores o hablantes son capaces de percibir las verdadesde la realidad y de expresar esta experiencia por
medio del lenguaje, permitiéndole de ese modo al le ctor y oyente saber exactamente a qué se refieren.
Sin embargo, las cosas no son tan simples. Hay al menos otras tres maneras diferentes de conceptualizar
el funcionamiento del lenguaje.
El pensamiento occidental tradic
ional (que se relaciona con la perspectiva del sentido común)
considera que, de un modo u otro, el lenguaje representa la realidad. Este punto de vista se basa en la
idea de que existe una realidad externa para ser representada. Por lo tanto, el estudio del lenguaje
puede consistir en determinar en qué medida este re-presenta esa realidad. Es evidente que esta creencia
se basa en la idea de que el lenguaje es capaz de representar la «verdad», cuya revelación es la meta de
la ciencia occidental tradicional. Además, esta creencia conduce a la idea de que para desarrollar una
ciencia del significado es necesario escrutar lo que ha
y detrás y debajo de las palabras, enfoque conocido
como estructuralismo C
( homsky, 1968; 1980; Saussure, 1922), que fue explícitamente utilizado por Bandler y
Grinder 1
( 975) para estudiar la hipnote-rapia y la psicoterapia. Toda la historia de la psicoterapia, desde
Freud hasta Selvini Palazzoli o Minuchin contiene un pensamiento estructuralista, es decir, interesado en lo
que hay detrás y debajo de la superficie de lo que se investiga.
Los budistas, por otra parte, dirían que el lenguaje bloquea nuestro acceso a la realidad (Coward,
1990). Y como también piensan que existe una realidad externa, utilizan la práctica de la meditación para
desactivar el lenguaje y nectarse
co con la realidad.
Y existe otra concepción, generalmente llamada posestructuralismo (De Shazer, 1991; De Shazer y
3

Berg, 1992; Harland, 1987) que sostie ne, simplemente, que el lenguaje es la realidad. Expresándola en
términos más familiares a los terapeutas, esta idea de que nuestro mundo es lenguaje remite a una
perspectiva vinculada con lo que se llama
constructivismo. Este enfoque sugiere que debemos observar el
modo como hemos ordenado el mundo en el lenguaje y el modo como el lenguaje (que nos precede) ha
ordenado nuestro mundo. Esta perspectiva nos ha llevado a creer que para estudiar cualquier tema es
necesario estudiar el lenguaje. Es decir que, en vez de escrutar por detrás y debajo del lenguaje que usan
el terapeuta y los clientes, nosotros pensamos que lo
único que tenemos para trabajar es, precisamente, el
lenguaje que ellos usan. Ni los autores (o hablantes) nilos lectores (u oyentes) pueden tener la certeza de
que comprenderán lo que el otro quiso decir, porque cada uno de ellos lleva a ese encuentro todas sus
experiencias previas, que son singulares. El significado es producto de una negociación en cada contexto
específico. Es decir, los mensajes no son enviados, sino solamente recibidos: lo que vale tanto para el autor
como para el lector e( n consecuencia, el autor no es más que uno de tantos lectores). Contrariamente a la
perspectiva de sentido común, la perspectiva posestructuralista considera que elcambio sucede dentro del
lenguaje: el contenido de lo que hablamos y el modo como lo hacemos marca una diferencia y son estas
diferencias las que pueden utilizarse para marcar una diferencia (para el cliente).
En los l
ú timos veinte años, el trabajo con nuestros clientes nos ha llevado de una visión occidental
tradicional a una visión posestructuralista, por el camino del contacto con una versión de la concepción
oriental tradicional. Es decir, qu
e hemos llegado a entender que los significados que se consiguen en una
conversación terapéutica se generan por medio de un proceso más parecido a una negociación que al
desarrollo de una comprensión o un desenmascaramiento de lo que e« n realidad» sucede. Dado que en lo
concerniente a los significados toda conversación en
traña incertidumbre, el malentendido es mucho más
probable que la comprensión. Creemos que la tarea de l terapeuta consiste en ut
ilizar creativamente este
malentendido y generar, junto con el cliente, un malentendido lo más fructífero posible.

Conversación centrada en el problema


Conversación centrada en la solución

La totalidad de los hechos pertenece únicamente al problema, no a su solución.

Ludwig iW ttgenstein
Tractatus Logico-Philosophicus

A los fines de la argumentació n utiliz a remos los té r minos conversación centrada en el problema y
1
conversación centrada en la solución como una oposición binaria, lo que nos permitirá seguir a iW ttgenstein
en el establecimiento de otra oportuna oposición binaria entre h« echos» y su opuesto, n
« o hechos». La
expresión no hechos es más amplia que el término, quizás automático, ficciones, puesto que nos permite
incluir las fantasías, esperanzas, ficciones, planes, deseos y demás como lo opuesto de los h« echos».

1
Este es un recurso temporal, ya que no puede garantizarse el a
« dentro/afuera» de los pares binarios; el límite no es una
barrera.
4

Conversación centrada en el problema


Cuando escuchamos a las personas describir sus problemas y buscarles una explicación, unos h« echos»
se apilan sobre otros h« echos» y, como resultado, el problema parece cada vez más pesado. Rápidamente, la
situación puede llegar a hacerse abrumadora, complicada y quizás incluso irremediable. En otras palabras,
cuando se explora en detalle el problema de un cliente y este nos relata más y más h« echos» de su
atormentada existencia, el cliente llega a sacar la r( azable)
on conclusión de que el suyo bien podría ser un
caso realmente difícil. Después de todo, todos esos h« echos» son lo que tanto clientes como terapeutas creen
real y verdadero. Esta c
« onversación centrada en el problema», es decir, hablar sobre lo que no marcha
bien, no hace más que repetir algo que, probadamente, no funciona. De modo que la conversación centrada
en el problema forma parte del problema y no de la
solución. Para decirlo de manera sencilla, cuanto más
hablan los clientes y terapeutas de los h« echos», mayor es el problema que construyen entre ambos. El
lenguaje funciona naturalmente de este modo.
En general, la conversación centrada en el problema pareciera basarse en la concepción occidental
tradicional sobre la verdad y la realidad. Como ensecuencia
la de la conversación un «hecho» sucede a
otro, comenzamos a sentirnos obligados a buscar qué hay detrás y debajo, y a suponer interconexiones y
relaciones causales entre ellos. Esta perspectivanduce
co a la idea de que, antes de que el paciente
pueda abordar otros problemas (que están en la supe rficie) será necesario trabajar en el «problema
básico subyacente» (fuera lo que fuese lo que se encuentre detrás y debajo de la superficie).
Sin embargo, la perspectiva posestructuralista señala que el modo en que utilizamos el lenguaje
puede, inadvertidamente, descaminarnos (y de hecho lo hace con frecuencia). Es fácil olvidar que una
descripción debe realizarse por medio del lenguaje y que el idioma inglé s , ente otros, requiere al
menos un ordenamiento sucesivo de las palabras utilizadas ra
palograrla. Hasta tal punto nuestro
lenguaje se nos impone, o incluso nos engaña, qu e olvidamos que nuestras ideas se originaron en
figuras retóricas m
( sá formalmente, podría decirse que inadvertidamente confundimos ontología con
gramática) y en el proceso interactivo entre terapeuta y cliente que se turnan para hablar, es decir,
para solicitar y brindar una descripción, lo que tiene como consecuencia que tomemos a las descripciones
por explicaciones causales. Es importante recordar que no hay nada que reprochar ni al terapeuta ni
al cliente cuando esto sucede. Si pudiera atribuirsealguna culpa, esta residiría en el lenguaje mismo.

Conversación centrada en la solución


Parece fuera de toda discusión que no podemos resolver un problema con el mismo tipo de
pensamiento que lo creó. Con los años, hemos aprend ido de nuestros clientes que el modo como ellos
juzgan la eficacia de la terapia es completame
nte diferente del modo como los terapeutas e(
investigadores) juzgan o miden el x
é ito terapéutico. Nuestros clientes nos han enseñado que las
soluciones implican un pensamiento y un discurso muy diferentes. Un tipo de discurso y de
pensamiento externo a los «hecho s» y al problema. Llamamos a esta conversación externa al
problema «conversación centrada en la solución.» El cliente y el terapeuta conversan acerca de la
solución que quieren construir juntos y en el proces o llegan a creer en la verdad o realidad de lo que
constituye el objeto de su conversación. Este es el modo en que naturalmente funciona el lenguaje.
5

Preguntas de escala

En una gran cantidad de casos (si bien no en todos)


en los que empleamos la palabra «significado» este puede
definirse así: el significado de una palabra es su uso...

Ludwig iW ttgenstein Philosophical Investigations

Las preguntas como herramientas terapéuticas.


En los últimos años hemos comenzado a consider ar a las preguntas como herramientas para la
intervención terapéutica. A diferencia de los tera peutas que se consideran como expertos en hallar
soluciones, nosotros nos hemos dado cuenta de que lo que modela la realidad del cliente es el uso de
palabras, pensamientos, acontecimientos y sentimie ntos; es decir percepcion es y comportamientos.
Mediante el intercambio de malas interpretaciones y malentendidos ayudamos a nuestros clientes a
reconstruir y reformular su realidad deun modo que encuentran beneficioso.
Berg y Miller (1992) describieron cinco tipos de preguntas que resultan útiles en diferentes momentos
de una entrevista: 1) preguntas que inducen a descripciones de cambios previos a la sesión; 2)
«preguntas por el milagro», es decir, aquellas que ayudan a definir los objetivos del cliente y dilucidar
las soluciones posibles (De Shazer, 1988, 1991); 3) pr eguntas para encontrar excepciones; 4) preguntas
que apuntan a la capacidad de respuesta, es decir, que subrayan las (con frecuencia olvidadas y, sin
embargo, fundamentales) estrategias de supervivencia que los clientes usan incluso en las
circunstancias más irremediables; y 5) preguntas de escala. En este capítulo nos centraremos en el
análisis de estas ú l timas.
Cualquiera que haya jugado con números sabe que estos, como las palabras, pueden ser mágicos.
Como es nuestra práctica habitual, tomamos las se ñales proporcionadas por nuestros clientes y, a
partir de ellas, desarrollamos modos de utiliz a r los nú m eros como una simple herramienta
terapéutica. A diferencia de las escalas numéricas que se utilizan para medir algo basándose en criterios
normativos e( s decir, escalas que miden y comparan el funcionamiento del cliente con el de la población
general representado en una curva de distribución normal), las escalas que utilizamos tienen el
propósito de facilitar el tratamient
o. Nuestras escalas se utilizan para «medir» la percepción que el
cliente tiene de sí mismo, para brindarle motivación y aliento y para esclarecer sus metas individuales,
o cualquier otra cosa que resulte importante para él.

Perspectivas individuales y de relación


Como indicamos en otro trabajo D
( e Shazer y Berg, 1992), todas las preguntas que el terapeuta hace al
cliente intentan extraer la siguiente información: 1) lavisión que tiene el cliente sobre el problema y sus
posibles soluciones, incluyendo sus opiniones y el grado de malestar, esperanza y voluntad de trabajar
esforzadamente para resolver los problemas; y 2) la percepción que tiene el cliente de las personas
significativas en su vida y de la percepción que estas personas tienen de l
é . Como indican las agudas
observaciones de George Herbert Mead (1934), nuestra visión de nosotros mismos depende en gran medida
de cómo creemos que nos ven otras personas; así, la s preguntas que ayudan ni terapeuta a hacerse una
idea acerca de la percepción que tiene el cliente de su relación con personas importantes para l
é
6

proporcionan información muy t


ú il, es pecialmente cuando la meta del clie
nte es imprecisa o el tratamiento
ha sido prescripto, no elegido.
Las preguntas de escala se usan para analizar la rspectiva
pe individual del cliente, su visión de los
demás y su impresión acerca de cómo lo ven los otros. N
( o lince falta aclarar que el terapeuta formula muchos
otros tipos de preguntas vinc
uladas con escalas numéricas.)

Ejemplo de caso clínico I


Los diálogos entre cliente C
( ) y terapeuta T
( ) que si guen a continuación son fragmentos textuales de
una sesión inicial.
T:2 C
¿ uánta confianza tiene en que podr á perseverar en esto? Digamos que di ez significa que está segura de
que va a llevar a cabo este tratamiento, que en un año mirará hacia atrás y dirá: «Hice lo que me había
propuesto». Y que uno significa que lo abandonará. Entre diez y uno, ¿cuánta confianza tiene?
C: Siete.
T: S
¿ iete?
C: Sí.
T: V
¡ aya!
C: No tengo otra alternativa.
T: Es cierto, es cierto. ¿Qué supone que diría la madr e de Charlie? Ante la misma pregunta, ¿qué cree que
respondería ella?
C: Me daría un puntaje más bajo.
T: Probablemente..
C: Diría que nunca perseveramos en lo que decimos que vamos a hacer.
T: ¿Cuánto más bajo? ¿Cuánto le daría, entre diez y uno?
C: Cuatro o cinco.
T: C
¿ uatro o cinco?
C: Sí.
T: Bien. Y si le preguntara a Charlie sobre..
C: M
¿ ?í
T: Sí, sobre Joan. Q
¿ ué diría? D
¿ n
ó de la colocaría? C
¿ uánta confianza diría que tiene en que usted llevará
esto a cabo?
C: Tres o cuatro.
T: T
¿ res o cuatro?
C: Sí.
T: Más bajo que la madre. ¿Y su mamá, Joan, qué diría?
C: Mi mamá me pondría un uno. Ella no me permite pensar.
[Si bien Joan y su terapeuta saben lo que quieren decir cuando cada una usa la palabra c
« onfianza,»
ninguna sabe con seguridad lo que la otra quiere decir cuando usa esta palabra (o cualquier otra). De
manera similar, en tanto autores, no podemos esta r seguros de que sabemos lo que nuestros lectores
quieren decir cuando usan el término c
« onfianza;» y ellos tampoco pueden estar seguros de saber lo que
nosotros queremos decir. Al usar una palabra, cada uno de nosotros trae consigo toda su experiencia

2
Insoo Kim Berg
7

anterior con ella. Si bien habrá necesariamente alguna similitud, alguna yuxtaposición, entre los
significados que cada uno de nosotros atribuye a la
s palabras, existe una enorme diversidad que puede
ponerse en juego en la conversación. Por supuesto, cuanto más disímiles sean nuestras experiencias,
mayores serán las posibilidades de que se produzca un malentendido creativo.
En nuestro ejemplo, las escalas numé r icas le dan a la clienta y a su terapeuta una idea del
grado de confianz a de la primera en su capacidad de perseverar en la terapia y les proporciona a
ambas un instrumento para establecer una comparación con las creencias de la dienta con respecto a
cómo la ven otras personas cercanas. La terapeuta encuentra, así, una ocasión para elogiar a su
dienta.]
T: De algún modo, usted ha aprendido a estar en desacuerdo con todos ellos.
C: Ajá.
T: Y usted dice que sus amigos la ayudan en esto. Y si les preguntara a sus amigos, ¿qué dirían? (sobre la
misma pregunta, usando la misma escala).
C: A ellos no les preocupa tanto mi capacidad para hacer las cosas que me propongo. Lo n
ú ico que les
preocupa es que no vuelva con Charlie. Así que para la categoría t
« odo lo demás» l
[ a vida más allá de la
decisión acerca de Charlie], probablemente también me pondrían un siete.
[Las evaluaciones numéricas también contribuyen a darles una idea a la dienta y a su terapeuta de
cuánto apoyo de sus amigos tiene la primera. Es evid ente que, desde el punto de vista de la dienta, sus
amigos le serán de más ayuda para lograr sus metas (con respecto a la categoría t
« odo lo demás)» que su
madre, su suegra o su ex marido.
Si bien las diferencias entre 7 y 4 o 5, entre 7 y 3 o 4 y entre 7 y 1 nos clan lugar a preguntarnos cuan
realista será el 7 que la dienta se asigna, el 7 que le darían sus amigos, sin duda, viene en su apoyo.
Además, en este contexto, el 7 también indica que la dienta se cree más decidida a hacer lo que
quiere que lo que otros piensan, y esta comparación con otras personas probablemente contribuya
a reforzar su resolución].
C: Probablemente dirían que voy a volver con Charlie.
T: Quiere decir que esto les preocupa.
C: Sí.
T: Están preocupados.
C: Me llaman cada cinco minutos. Esta tarde vienen amigos a casa. Y todo porque ellos dicen que s« i llama,
hablarás con l
é o le permitirás venir».
T: Entonces, ¿ellos piensan que Charlie no es bueno para usted?
C: Sí.
T: ¿Están convencidos de que Ch arlie no es bueno para usted?
C: Sí. Lo odian.
T: Lo odian.
C: Sí.
T: O sea que si yo les preguntara a sus amigos «¿qué probabilidad hay de que Joan vuelva con Charlie?» (la
dienta se ríe), q¿ ué dirían, usando la misma escala?
C: Diez a uno.
[La dienta pasa de la calificación de uno a diez a laexpresión de una posibilidad (como si se tratara de
8

una apuesta), probablemente en respuesta a la pregunta de la terapeuta acerca de la «probabilidad».


Y la terapeuta la sigue.]
T: Diez a uno.
C: Probablemente.
T: ¿En serio? Deben estar preocupados por usted.
C: Sí, estoy preocupada.
T: Usted está preocupada.
C: Sí.
T: ¿Qué probabilidad se daría usted?
C: Probablemente la misma.
T: ¿Diez a uno? ¿Es decir que piensa que no volver con él es mejor para usted?
C: Sí.
T: D
¿ e veras?
C: Sí.
T: ¿Está absolutamente segura?
C: Absolutamente.
T: Absolutamente. ¿Qué necesita entonc es para mejorar sus probabilidades?
C: No sé. Siempre pienso que él cambiará, que mejorará. Siempre me promete portarse mejor. Entonces, a
veces pienso: bueno, está bien. Por una parte, soy una persona agradable y todo eso. Pero por la otra,
¿quién me va a aceptar con tres hijos? ¿Quién me va a cuidar? Q
¿ uién va a querer cuidarlos a ellos?
Q
¿ uién querrá estar con nosotros?
T: Entonces, ¿qué tiene que hacer para aumentar las probabilidades de no volver con l
é ?
C: No tengo idea.
9

C: Sí. (Se ríe.)


T: Entonces, si l
é le implora y le promet
e y todo eso, e¿ s eso lo que sucederá?
C: Sí.
T: Ya veo. En estas ocasiones es cu ando sus probabilidades empeoran.
C: Sí.
T: Bueno. Entonces, q¿ ué tiene que hacer para mejorar sus probabilidades?
C: No sé. (Se ríe.) No sé.
T: ¿Sus amigos qué le dirían que hiciera para mejorar sus probabilidades?
C: Tampoco saben. Sólo me dicen que debería hacer algo y mantenerme ocupada, y que una vez que llegue
el bebé podré salir más y hacer otras cosas..
T: P
¿ odría nombrar algo, por pequeño que sea, que usted puede hacer para mejorar sus probabilidades,
aunque sea un poquito?
C: No lo llamo. Hasta ahora no lo llamé y, por lo gene
ral, a esta altura ya lo habría hecho. T: E
¿ s así?
C: Oh, sí. T: Entonces..
C: Cada vez que me llama.. por ejemplo, eran las once menos cuarto cuando llamó.
T: V
¡ aya!
C: Parecía bastante ofendido porque no lo había llamado.
T: N
¡ o me diga!
C: Me sentí bastante orgullosa de mí misma.
T: Bien.
C: Me siento mejor. Cuanto más piensa que voy a volv er con l
é . y cuanto más se comporta de ese modo,
mejor me siento. Pienso: J
¡« a!, no lo hice», usted sabe, es..
T: Entonces, no llamarlo ayuda, e¿ s verdad? Y ayer, q¿ ué más ayudó? N
¿ o ceder o no pedirle que volviera?
C: Mmm..
T: Generalmente, e¿ s usted quien le pide que vuelva o es l
é quien le suplica que lo acepte de vuelta?
C: Los dos.
T: Ambos lo hacen. Bien. Entonces, creo que una cosa que puede hacer es encontrar un modo de no pedirle
que vuelva.
[Hasta aquí se describieron algunas excepciones a la visión de Joan de sí misma como indefensa ante
las súplicas de Charlie o ante su propia soledad; por lo tanto, tanto Joan como su terapeuta saben
que ella sabe cómo evitar llamarlo
y pedirle que vuelva (lo que a esta altura de una separación ella
ya habría hecho) y también saben que ella ahora sabe cómo responder cuando Charlie la llama
(manteniéndose «ocupada»). Como ella piensa que no le conviene reconciliarse, se puede seguir
edificando sobre esos actos que apuntan en la dirección de su objetivo (que fueron llevados a cabo
con anterioridad a la terapia y que son los antecedentes de su avance hacia ese objetivo) para
aumentar las probabilidades de éxito de Joan y para reforzar su confianza en que podrá lograr sus
objetivos. Además, estos comportamientos pueden co nvertirse en el punto central de una tarea para
el hogar que la terapeuta podría indicarle a Joan co
n el fin de mejorar sus probabilidades de éxito,
puesto que Joan es capaz de repeti r algo que ya sabe cómo hacer.]
T: ¿Qué le resulta más difícil: no pedirle que vuelva o c
( uando l
é le suplica que lo acepte nuevamente)
rechazarlo? ¿Qué piensa que le resultará más difícil?
10

C: Bueno, l
é se sienta ahí y dice: C
« laro, haces esto porque nunca te importé» y esto y aquello y lo de más
allá. Y yo le digo cosas como: C
« laro, yo simplemente recojo a cualquier extraño de la calle y me quedo
con l
é tres años. Y dejo que me maltraten y le doy tres hijos a cualquiera.» Usted sabe, l
é se sienta ahí
y dice: T
« ú no me amas» y vuelve y se pone a llorar y todo eso, y yo le digo: B
« ueno, a menos que hagas
esto, esto y esto, no pienso volver». O
« h, lo haré, lo haré». Ahí termina todo ; es el fin. Porque yo
realmente quiero creerle. Hay momentos en qu e puede ser una persona realmente agradable.
T: ¿Cuáles son las probabilidades deque vuelva y le prometa todo eso?
C: Bastante altas.
T: E¿ s así?
C: Básicamente, sí.
T: Entonces l
é no está convencido de que esta vez usted va en serio.
C: No. Y realmente no se le puede echar la culpa a él.
T: No.
C: Usted sabe..
T: Sus antecedentes no son muy buenos que digamos.
C: N
¡ o, no!
T: Correcto. Entonces ahora usted tiene que hacer algo realmente diferente para indicarle que esta vez
va en serio.
C: Pero no sé qué hacer.
T: Comprendo.
C: Quiero decir, llamé al abogado e hice todas esas otras cosas. Y eso debería ser.. suficiente. Y a su mamá
le dio un ataque.
T: Me lo puedo imaginar.
C: Empezó a gritar..
T: Seguro que estaba furiosa.
C: «No puedes separar a mis nietos de mí.»
T: Pero usted no retrocedió.
C: No.
E
[ l haber ido al abogado y no haber retrocedido frente a la abuela de sus hijos pueden interpretarse como
excepciones positivas ya que también contradicen la idea que tiene Joan de sí misma en el sentido de
que es débil. El terapeuta puede usar estos ejemplos como puntos focales para elogiar a Joan por su
fortaleza y habilidad.]
T: Permítame formularle una pregunta de otro tipo. Digamos que diez significa que usted confía
ciegamente en que Charlie cambiará, que le hará da r a su vida un giro de ciento ochenta grados y
que uno significa lo opuesto.
C: Le pondría un dos.
T: Un dos.
C: Para él, nada es lo suficientemente importante. Prefiere salir a beber. O prefiere salir con una
chica de catorce. Y los niños sólo sirven para mostrarlos en algún acontecimiento familiar o cuando
hay un feriado.. en ese momento es cuando generalmente se sienta y es realmente agradable.
T: ¿Qué tiene usted que hacer para mantenerse firme esta vez?
11

C: No sé. (Se ríe.)


T: No sabe.
C: Pensé simplemente en anotar todas las cosas que l
é hace y no dejar de mirar la lista.. Todos los días
anotaré y diré qué tiene de bueno o qué hizo de bueno por nosotros y qué no.
T: E
¿ so le serviría para recordárselo?
C: Creo que sí.
L
[ a idea de Joan de anotar los aspectos positivos y los negativos podría resultar un punto focal útil
para una tarea para el hogar, especialmente porque ha sido una idea suya. Algunos clientes
encuentran de utilidad este tipo de tareas de escritura y lectura para ordenar las cosas cuando no
tienen claro qué harán o cómo llevarán a cabo lo que quieren hacer.]
T: Usted está diciendo que la probabilidad de que él cambie es de dos. Q
¿ ué tendría que verle usted
hacer para ponerle, quizsá , un tres?
C: Tomarnos en serio y ponernos como prioridad. En este momento, su prioridad es el trabajo. Es como si
se avergonzara de mí. Jamás me lleva adonde va con sus amigos o a una salida con ellos.
T: Entonces q¿ ué es lo que estaría haciendo diferente?
C: N
¡ o estaría avergonzado de nosotros! Nos llevaría con l
é .
T: Q
¿ ué probabilidad hay de que lo haga?
C: Dos. S
( e ríe.)
T: (Se ríe.) No muy alta.
C: De hecho, podría ser uno, porque tuvo tres años para hacerlo y jamás lo hizo.

Ejemplo de caso clínico II


Aun los números, aparentemente concretos, pueden ser variables y cambiantes, como
consecuencia del cambio en las percepciones resultante de la conversación entre cliente y terapeuta.
En este caso, después de que la familia expuso su visión del milagro, el terapeuta manifestó curiosidad por
saber si cada uno de los pequeños episodios que componían este milagro había sucedido alguna vez.

Construcción del cambio previo a la sesión


En el transcurso de la conversación con el terape
uta, el cliente suele señalar que, desde la última
sesión, las cosas van un poco mejor. Es probable que el terapeuta encuentre de utilidad el uso de
preguntas de escala para afirmar y validar la experiencia del cliente y para profundizar la indagación
acerca de lo que se debe cambiar para que el cliente sienta que la terapia ha sido beneficiosa.
La transcripción que sigue pertenece a una sesión de terapia familiar.
La primera sesión con la familia de tres integrant
es incluyó a la madre y a sus dos hijas. La madre
estaba a punto de divorciarse de su segundo marido (el padrastro de sus hijas). La visión que la familia
tenía de la solución o
( btenida mediante la p
« regunta por el milagro») incluía el hecho de que las hijas vieran
a su madre sonreír más, estar más contenta y ser capaz de poner fin a sus conversaciones telefónicas con
su padrastro más rápidamente y sin perturbarse. Tanto la visión de la madre como la de las hijas acerca
de cómo estarían éstas cuando el problema se resolviera incluía la idea de que las hijas se mostrarían
cada vez más felices, repitiendo esas conversacion es, poco frecuentes, pero amistosas y normales que
solían tener cuando el matrimonio de la madre funcionaba razonablemente bien.
En el transcurso de la conversación surgió que la noche previa a la primera sesión la madre había
12

actuado de manera diferente al hablar por teléfono con su ex marido. Las dos muchachas describieron que
la madre fue capaz de «mantener la calma» y simplemente colgarle el teléfono a su ex marido, en lugar de
«ponerse terriblemente nerviosa» por lo que l
é le decía. Las tres estuvieron de acuerdo en que aquella había
sido la primera ocasión desde la separación en que había sido capaz de hacerlo.
Es importante elegir el momento adecuado para formular la pregunta
de escala. La conversación entre
el terapeuta (T) y la familia (madre, M, e hija, H) tuvo lugar luego de un buen rato de discusión con
respecto a los xé itos:
T: (A la madre.) Digamos que diez representa su vida tal como usted quiere que sea cuando ya no
necesite venir a verme y que cero representa el peor período posible en las últimas semanas, cuando
más preocupada se encontraba por su familia. ¿Dónde diría que se encuentra ahora?
M: Diría que me encuentro a mitad de camino. En lo que a mí concierne, diría que estoy más o menos
en la mitad. Para las chicas diría que el puntaj
e es menor, especialmente cuando estoy con ellas.
T: ¿Y si considera a la familia como un todo?
M: Diría que alrededor de tres y medio o cuatro. Lo que me preocupa son mis hijas, el modo como este
divorcio las afecta. Si no fuese por ellas, terminaría este matrimonio sin problema. Son ellas las
que me hacen quedar atrapada en el cí r culo.
T: ¿Cuánto le parece que hace que están en tres y medio o cuatro?
M: Los ú l timos tres o cuatro meses.
T: ¡Vaya! (El terapeuta se dirige entonces a la hija mayor.) ¿Y tú? Diez equivale a que mamá se tome
todo con calma, como anoche, y cero equivale al peor período en el que no podía evitar sentirse
perturbada.
H: Dirí a que hoy está en un siete o un nueve.
T: Quiere decir que desde tu punto de vista mamá ha avanz a do muchísimo. ¡Excelente! ¿Y con
respecto a la familia como un todo? ¿ D ó n de dirí a s que está hoy la familia, en una escala de cero a
diez?
H: Cinco o seis.
[La diferencia de percepción entre la madre y la hija sobre cómo les está yendo a la madre y a la
familia debe ponerse de relieve como un cambio. El terapeuta decidió utiliza r esto como el punto
de partida de un juego de lenguaje centrado en la solució n ( D e Shaz e r, 1991; De Shazer y Berg,
1992). Nótense los cambios que surgen en la percepción de la madre acerca del modo como manejó
los cambios recientes y su efecto sobre las hijas.]
T: (A la madre.) ¿Le sorprende oír esto?
M: No. Desde el punto de vista de ellas, anoche yo avancé muchísimo porque me mantuve firme.
T: C
¿ m
ó o lo hizo?
M: No volví con l
é .
T: Entonces ¿ no reconciliarse con él ha sido bueno para usted y sus hijas?
M: Sí, ellas ahora saben que no me voy a reconciliar con él, y les hace bien saberlo. Ahora, para ellas
esto es algo bastante seguro. Estuve furiosa con él y ya lo he superado. Sin embargo, no me
reconcilié . La furia contra él solía durarme un tiempo determinado y cuando se me pasaba me
reconciliaba. Esta vez ya hace un tiempo que se me pasó y no volví con él.
T: Entonces, ¿es bastante seguro que no se reconciliará?
13

M: Sí , estoy bastante segura.


T: A
( la hija.) E
¿ n que crees que esto te beneficia?
H: Cuando está contenta tiene mejor carácter.
T: Entonces puedes identificar cuando mamá está contenta. ¿En qué te beneficia esto a ti?
H: Para nosotras es mejor que esté contenta.
T: Entonces, cuando mamá toma una decisión y la mantiene, esto la pone contenta. Cuando está
contenta, las cosas mejoran para ustedes.
H: Sí. (La madre mira a su hija y asiente con la cabeza.)
T: (Dirigiéndose a la madre.) B
¡ ien!, c
¿ m
ó o lo hizo? Debe de haber sido muy difícil.
M: Es difícil, muy difícil. Pero en nuestra conversación me di cuenta de que, después de ocho años y medio, l
é
no ha cambiado. Y no va a cambiar. Volver atrás no va a mejorar las cosas.
T: E
¿ stá convencida de eso?
M: Estoy convencida. Es mejor que siga sola. Y también es mejor para mis hijas.

Es difí c il saber con exactitud qué tení a en mente la madre cuando se describió a sí misma con un
cinco y a la familia en su conjunto con un tres y medio o cuatro. Tampoco queda muy claro qué quiso
decir la hija cuando le puso a su madre un siete o un nueve y a la familia un cinco o un seis. Poco
importa que el terapeuta lo sepa. Importa, sin embargo, que la madre y las hijas parecen saber, hasta
donde podemos observar, lo que la otra quiere decir.
Más adelante en la conversación, se le pidió a la madre que describiera qué estaría haciendo cuando
hubiera subido un punto en la escala. También se les preguntó a las hijas qué diferencias creían que
notarían en su madre y cómo afectarían estas su vida.

Conclusión

¿Cómo puedo expresar lo que sé con palabras cuya significación es múltiple?

Edmond Jabès

Las escalas numéricas les permiten al terapeuta y al cliente utilizar el funcionamiento natural del
lenguaje por medio de un acuerdo sobre los términos e( s decir, los números) y un concepto obviamente
múltiple y flexible (una escala en la cual diez representa al objetivo cumplido y cero equivale a una
ausencia de progreso hacia ese objetivo). Dado que ni el terapeuta ni el cliente pueden esta absolutamente
seguros de lo que el otro quiere decir cuando utiliza una palabra o concepto determinados, las preguntas de
escala les permiten construir conjuntamente una manera de hablar de cosas que son difíciles de describir,
incluyendo el progreso hacia los objetivos del cliente.
Por ejemplo, una mujer creía que en su progreso hacia
su objetivo se hallaba a mitad de camino y, por lo tanto, se puso un cinco. Cuando se le preguntó qué sería
diferente cuando su puntaje fuera seis, simplement e respondió: «Me sentiré más seis». Sin duda, el
terapeuta hubiera preferido una descripción más concreta y específica, pero la dienta no podía describir las
cosas de manera concreta (aunque estaba segura de qu e se daría cuenta cuando llegara al seis). En este
caso, la escala nos proporciona un método para el malentendido creativo, por medio de la utilización de
números para describir lo indescriptible, así como para, no obstante, tener alguna seguridad de que, como
terapeutas, estamos haciendo el trabajo para el que el cliente nos contrató.
14

Preguntas del compilador

P: Me interesa su idea de que la tarea del terapeuta consiste en utilizar creativamente los
malentendidos inherentes a toda conversación para posibilitar que se produzca el cambio. ¿Podrían
explayarse más sobre esta concepción?
R: En vez de decir que el terapeuta permite que se produzca el cambio, más bien pensamos que el
cambio ocurre constantemente, que la estabilidad es una ilusión y que el cambio es inevitable. La tarea del
terapeuta es utilizar los malentendidos inherentes a laconversación para ayudar al cliente a darse cuenta
de las diferencias para que estas diferencias percibidas puedan ser puestas en acción. Así, esas diferencias
percibidas pueden marcar una diferencia.
Además, no pensamos que los malentendidos sean i« nherentes a la conversación,» sino que constituyen las
conversaciones y que, de hecho, hacen posible la conv ersación. Es decir, si simplemente r( adicalmente) nos
entendiéramos unos a otros, no tendríamos nada de qué hablar.
Por ejemplo, si pudiéramos comprender lo que los clientes quieren significar cuando dicen: E
« stoy
deprimido», no habría razn
ó para formularles pregun ta alguna. Conoceríamos con exactitud el pasado,
presente y futuro de su afección. Sin decir una palabr a, podríamos prescribirles algún producto químico y/o
comportamiento; ellos dirían: «Gracias» y eso serí a todo. Afortunadamente, hasta los enfoques más
positivistas de nuestra disciplina c
( omo el del DSM)
reconocen que las cosas no son tan inequívocas. Así,
hacemos preguntas porque sabemos que no comprendemos lo que los clientes quieren significar cuando
dicen que están deprimidos.
Evidentemente, la depresión no es algo simple. Las descripciones de los clientes generalmente
abarcan pensamientos, sentimientos, comportamientos, actitudes y contextos problemáticos, que incluyen
a otras personas. Ninguna de las palabras o conceptosque los clientes incluyen en sus descripciones son
simples: debido a que no comprendemos lo que dicen, nos vemos obligados a formular nuevas preguntas. Toda
esta conversación se basa en la creencia en que la comprensión, si bien quizás improbable, es posible.
Los clientes, por supuesto, saben lo que quieren decir e( n esa ocasión específica), pero nosotros no
podemos saberlo. Supongamos que usted le pregunta a una dienta qué entiende por depresión y ella
comienza a contarle que últimament e no duerme lo suficiente. ¿Puede estar usted seguro de que sus
problemas de sueño la han inducido a elegir el término deprimida? O
¿ fue su pregunta la que provocó esa
respuesta de parte de ella? Sea como fuere, cuando ella comienza a hacer público su significado privado
por medio de la conversación con usted acerca-de su depresión, el significado que surge es
automáticamente interaccional: en el contexto terapéutico, el significado es una producción conjunta, fruto
de la conversación entre el terapeuta y el cliente.
A medida que el cliente continúa hablando sobre su «depresión» y el terapeuta obtiene más detalles
acerca de lo que el término significa para el cliente, ¿qué le sucede al terapeuta? Según nuestra
experiencia, después de 30 o 45 minutos, el terapeuta también comienza a sentirse «deprimido», y a
comportarse en consecuencia y, si la conversación se prolonga durante mucho tiempo, comienza a sentirse
tan desesperanzado como el cliente. De este modo, involuntariamente, el terapeuta se une al cliente
para repetir algo que ya ha fracasado, a saber: la búsqueda del significado del término depresión que, en
efecto, construye su propio significado y, al menos en algunas ocasiones, refuerza sin proponérselo el
sentimiento de depresión.
15

Desde nuestra perspectiva, comprend er, conocer exactamente lo que se quiere significar con el término
depresión es imposible: detrás y/o debajo de toda comprens ión o interpretación acec ha otra interpretación
(véase la segunda parte de nuestra respuesta a la siguiente pregunta). En consecuencia, la búsqueda del
n
ú« ico significado verdadero» es i nútil c
( uando no nociva). Por esta ra n
óz decidimos q( uizá drásticamente)
limitarnos a aceptar la situación tal como es y utiliz
ar así nuestro malentendido para ayudar al cliente a
construir una solución.
Como los significados de las palabras y los conceptos son variables y en ocasiones incluso indecibles n
( o
existe manera de decidir qué significan con algún grado de certidumbre), los críticos de nuestra perspectiva
con frecuencia se apresuran a concluir que lo que estamos diciendo es que todo vale, que, por ejemplo,
depresión podría significar, absurdamente, árbol. Sin embargo, la lógica, la gramática, la retórica e( n
sentido clásico), el uso, el contexto y, lo que es de mucha importancia, el opuesto del concepto l
( a no
depresión) ofician de límites a la gama de significados potenciales. Lo que no es depresión limita los posibles
significados del término todo lo que parezca digno de atención en el rá ea de la no depresión lo denominamos
e« xcepciones», m
« ilagros», etcétera.
Hablar con el cliente sobre lo que el problema/dolencia
no es e( s decir, hablar sobre la no depresión) es
un modo de utilizar el malentendido en forma creativa. Centrarse en la no depresión les permite al terapeuta y
al cliente construir una solución, o al
menos empezar a construir una solución, basada en las experiencias del
cliente ajenas al rá ea del problema. Así, u. na solución es una producción conjunta de terapeuta y cliente,
lograda por medio de la conversación acerca do todo aquello que el problema/dolencia no es. Por supuesto,
no podemos comprender mejor lo que la dolencia no es que lo que podemos comprender lo que la dolencia es y( ,
en efecto, no lo hacemos). Afortunadamente, hablar sobre todo lo que la dolencia no es y( , repetimos, esto no
es algo simple) parece ser valioso y de utilidad para mayorí
la a de los clientes. Alcontinuar hablando del no
problema/no dolencia, están haciendo algo diferente, en vez de repetir algo que sabemos que no ha
funcionado. Cuanto más hablan de las excepciones, mila gros, etc., más r« eal» se hace el contenido de su
conversación.

P: Su enfoque terapéutico ha sido descripto como «minimalista» y el material que aquí presentan
indudablemente se ajusta a esa descripción. Me imagino que, con el tiempo, su trabajo evolucionó en esa
dirección. ¿Podrían exponer este proceso y también hacer un comentario acerca de la dirección que
vislumbran tomará su trabajo en el futuro? Y también ¿qué necesita el terapeuta para mantenerse
«simple»?
R: Como dijo Guillermo de Occam: «Lo que puede hacerse con pocos medios se hace en vano con
muchos». En efecto, con frecuencia nuestro trabajo ha evolucionado en forma totalmente inesperada,
o por lo menos que nosotros no esperábamos. Nuestros clientes nos ayudaron (o, me jor dicho, nos obligaron)
a seguir simplificando nuestro método. En cada paso a lo largo del camino siempre tuvimos la equivocada
idea de que 1) (hacer terapia) no puede ser tan simple y 2) que (hacer terapia) es lo más simple que hay.
(Por supuesto, que el abordaje sea simple no significa que ponerlo en práctica sea sencillo. Está muy lejos de
ser así.) Los clientes continúan sorprendiéndonos y por eso siempre esperamos que uno de estos días, al
hacer algo que nos sorprenda más que lo habitual y/ o de un modo diferente, un cliente nos obligará a
simplificar nuestro enfoque una vez más. No tenemos idea de en qué específica dirección nos podría llevar.
Umberto Eco 1
( 992), al describir la lectura de la Bibl
ia de los gnósticos del siglo II, podría estar casi
16

describiendo nuestro impulso estructural (tanto suyocomo nuestro), esto es, hacia la búsqueda de la
verdad:

Todas y cada una de las palabras deben ser una alusión, una alegoría. Estas [las palabras] están diciendo algo que
difiere de lo que aparentemente dicen. Cada una de ellas contiene un mensaje que ninguna será capaz de revelar por
si misma.. El conocimiento secreto es conocimiento prof undo p
( orque sólo lo que queda bajo la superficie puede
permanecer desconocido por mucho tiempo). Así, la verdad se identifica con lo que no se dice, o con lo que se dice
oscuramente, y debe comprenderse más allá de la superficie de un texto, o debajo de esta. Los dioses hablan.. por
medio de jeroglíficos y mensajes enigmáticos, p
( . 30)

Eco prosigue diciendo que l


« a verdad es secreta y ninguna indagación de los símbolos y enigmas
revelará jamás la verdad l
ú tima sino que simplemente desplazará el secreto hacia otra parte» 1
( 992, p.35),
a algún lugar más atrás aún o más profundamente debajo de la superficie. El impulso a mirar lo que hay
detrás y debajo, a comprender y explic ar, a encontrar el secreto escondido, conduce a una repetición infinita
porque nunca podemos estar seguros de que no es posible excavar otro nivel más profundo. El resultado, por
supuesto, es la complejidad estructural.
No obstante, todo el proyecto estructural se desploma cu
ando alguien propone la pregunta
wittgensteiniana P
¿« ero qué sucede si no hay nada detrás y debajo?.» Q
¿ ué sucede si sólo tenemos lo que
tenemos y no existe nada más? Una vez que hemos simplificado y abandonado la teoría (la estructural o
cualquier otra gran teoría), nos vemos obligados a aceptar que lo que tenemos, aunque contradictorio y
críptico, es todo lo que se puede tene r. Todo está allí, en la superficie de las cosas, donde siempre estuvo.
La simplicidad exige mucha autodisciplina. A la mayo
ría de nosotros nos resulta difícil dejar de lado
nuestro impulso (altamente valorado) a buscar qué hay por detrás y por debajo, a comprender y explicar
las cosas y, en consecuencia, simplemente describir lo que sucede. No obstante, debido al modo de
funcionamiento del lenguaje podemos creer, erróneam ente, (y lo hacemos con demasiada frecuencia) que
las descripciones son explicaciones, en cuyo caso surge una confusión.

P: ¿Cómo puede el terapeuta evaluar cuándo es el momento más apropiado en la entrevista para
proponerle al cliente preguntas de escala numérica? ¿En qué situaciones clínicas resultan más útiles estas
preguntas? ¿Cuál ha sido su experiencia en el uso de estas preguntas con niños y adolescentes?
17

implican el estar libre de sentimientos depresivos o


( , al menos, no ser consciente de ningún sentimiento
depresivo y por lo tanto sentirse capaz de hacer algo que ahora parece imposible), entonces toda calificación
superior a 0 no sólo dice que las cosas ya han mejorado: también dice que se está avanzando hacia el
objetivo. En esta situación, el objetivo s( in importar lo impreciso e inespecíficamente que haya sido descrito)
no es simplemente la desaparición de los sentimientos depresivos, sino más bien lograr un 10.
De manera similar, ocasionalmen te, la percepción que tienen los integrantes de una pareja del
modo como se comunican entre sí difiere. Se establece que 10 representa la mejor comunicación posible de
lograr por una determinada pareja; su progreso conjunto y sus percepciones diferentes se describen
simplemente por medio de sus calificaciones. Solemos pedirle a cada integrante de la pareja que intente
adivinar la calificación que propuso el otro, lo que,
nuevamente, no hace más que describir el progreso y las
diferencias de percepción, al tiempo que da a entender que tules diferencias son normales y de esperar. La
pregunta no es Q
¿« uién tiene razn
ó »? sino Q
¿« ué es lo que ve el integrante de la pareja que otorga la calificación
más alta que el otro no ve?.» Por eso, sin importar lo impreciso e inespecíficamente que los clientes describan
su situación, las escalas numéricas pueden ser utilizadas para desarrollar una manera fructífera de conversar
sobre la construcción de soluciones.
Las escalas también pueden ser de mucha utilidad en sesiones de terapia grupal, cuando los miembros del
grupo tienden a ser algo reservados. A las escalas puede considerárselas sin contenido, dado que sólo el hablante
sabe lo que quiere decir cuando usa un número determinado; los otros integrantes del grupo tienen que aceptar
este hecho sin más. El terapeuta puede discutir con el clie nte en qué cambiará su vida cuando suba, digamos, de 5
a 6. Lo que naturalmente sigue a la respuesta a esta pregunta es preguntar qué debe hacer el cliente para pasar
de 5 a 6. Otras preguntas posibles: C
« uando pase de 5 a 6, q¿ uién será la primera persona en notar sus cambios?. »
E¿ « n qué cambiará el comportamiento de su madre cuando note los cambios producidos en usted?. »
Por l
ú timo, hallamos que las escalas pueden usarse con niños pequeños, adultos con una discapacidad de
desarrollo e incluso con aquellos que tienden a ser muy conc
retos. Cualquiera que comprenda la idea de que 10 es
mayor que 0 y que 5, en una escala de este tipo, es mejor que 4 puede responder con facilidad a preguntas de
escala.
Por ejemplo, una niña de ocho años fue llevada a te rapia luego de que un desconocido abusara de ella
en un paseo de compras. En la cuarta sesión, la terape uta dibujó una flecha en el pizarrón que unía el 1 y el
10; el 10 representaba el fin de la terapia. La terapeuta le pidió a la niña que señalara con una x sobre esa
flecha hasta dónde había avanzado en la terapia. La niña dibujó su x aproximadamente en el 7. Después se le
preguntó qué creía que la llevaría de la x al 10. Después de varios minutos, durante los cuales se balanceó
cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro, se le ocurrió una idea y dijo: Y
¡« a sé!.» Q
¿« ué,»? preguntó la
terapeuta. La niña respondió con voz sombría: Q
« uemaremos la ropa que llevaba puesta cuando sucedió.» La
terapeuta, asombrada por esta creativa idea, dijo: «¡Es una excelente idea!» Poco después de esta sesión la
niña y sus padres hicieron una quema ritual y luego fueron a cenar a un restaurante elegante para señalar el
fin de la terapia.

Agradecimientos

Los autores desean agradecer a sus colegas Larry Hopwood, Jane Kashing y Scott Miller por sus
contribuciones a este capítulo. Le agradecemos a Steven Friedman por habernos sugerido incluir el tema de la
terapia como conversación como parte de nuestra discus ión de un enfoque posestruct uralista en la terapia.
18

Referencias bibliográficas

Bandler, R. y Grinder, J. 1975. The structure of magic. Palo Alto, Science & Behavior Books.
Berg, I. K. y Miller, S. D. 1992. Working with the problem drinker: A solution-focused approach. Nueva York, Norton.
Chomsky, N. 1968. Language and mind. Nueva York, Harcourt, Brace, Jovanovich.
Chomsky, N. 1980. Rules and representations. Nueva York, Columbia University Press.
Condillac, E. 1947. Oeuvres philosophiques de Condillac, en G. Le Roy (comp.), Corpus general des philosophes
Français. París, Presses Universitaires de France. Citado en Derrida, J. 1980. The archeology of the frivolous
t
( rad. de J. P. Leavey). Lincoln, University of Nebraska Press.
Coward, H. 1990. Derrida and Indian philosophy. Albany, State University of New York Press.
De Shazer, S. 1988. Clues: Investigating solutions in brief therapy. Nueva York, Norton.
De Shazer, S. 1991. Putting difference to work. Nueva York, Norton.
De Shazer, S. y Berg, I. K. 1992. Doing therapy: A post-structural re-vision. Journal of Marital and Family Therapy, n°
18, pp. 71-8 1.
Eco, U. 1992. Interpretaron and overinterpretation. Cambridge, Reino Unido, Cambridge University Press.
Harland, R. 1987. Superstructuralism: The philosophy of structuralism and post-structuralism, Londres,
Methuen.
Jabés, E. 1959. Je bâtis ma demeure: Poèmes, 1943-1957. París, Gallimard. Traducción citada en Derrida, J. 1978.
Writing and difference ( trad. de A. Bass). Chicago, University of Chicago Press.
Mead, G. H. 1934. Mind, self and society. Chicago, University of Chicago Press.
Saussure, F. 1922. Cours de linguistique genérale. París, Payot.
Wittgenstein, L. 1972. Tractatus Logico-Phllosophicus ( 2° ed. corregida; comps. y trads. D. F. Pears y B. F
McGuinness) . Londres, Routledge.
Wittgenstein, L. 1968. Philosophical Investigations (3° ed.; trad de G. E. M. Anscombe). Nueva York, Macmillan.

También podría gustarte