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Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Martillero Público, Corredor y Administrador de Consorcio


Técnicas de la Comunicación oral y escrita –
PARCIAL 1
Profesor: Miguel Angel González
Alumno: Agustín Oscar Lamas, DNI 31.507.975.-

Actividad

Luego de ver el video y leer el artículo sobre el miedo, les propongo que realicen un
nuevo storytelling, con una reflexión personal sobre lo leído (debe incluir introducción,
desarrollo y desenlace) teniendo en cuenta los siguientes ejes temáticos:

• • Situaciones donde el miedo de hablar en público se haya manifestado.


• • Reacción ante ese miedo.
• • Identificación de la desproporción entre amenaza y recursos.
• • Recursos necesarios a desarrollar para estar a la altura de esa amenaza
Miedo al hablar en público: ¿Patológico o normal?

Una situación mas que frecuente en el mundo laboral actual, principalmente en


aquellos puestos de trabajo de tipo administrativo o corporativo pero que aplica en
prácticamente todo el mundo laboral moderno, es la necesidad de participar en
reuniones y conferencias; hacer presentaciones de nuevos proyectos; realizar
evaluaciones o auditorias. Hay un denominador común en todas esas actividades, ser
el centro de atención cuando es nuestro turno, ya sea ante un grupo reducido o ante
cientos de personas. Y es mas que frecuente que en esas situaciones sintamos
“pánico escénico”, que no es otra cosa que miedo. Las preguntas son: ¿miedo a que?
Y: ¿puedo superarlo?

Lo primero a analizar y comprender es el por qué se dispara esa respuesta de miedo.


Y para eso, hay que analizar que es el miedo. Una definición sencilla del miedo que
puede esbozarse es que se trata de una respuesta emocional que tenemos ante un
estímulo que consideramos (de forma consciente o inconsciente) que es una amenaza
para nuestro bienestar, y que nuestra mente considera que no estamos a la altura para
superarlo, desatando un mecanismo que nos advierte que estamos ante un peligro
inminente y tenemos que hacer algo al respecto. Dependiendo de la intensidad del
miedo, así como la personalidad de la persona, cada uno tiene una forma distinta de
actuar ante sus miedos, ya sea paralizándose, huyendo o reaccionando de forma
agresiva. El paso más difícil para muchos para poder procesar el temor, es reconocer
y aun mas importante, aceptar, que uno siente miedo y que ello no tiene nada de malo.
El miedo es un proceso mental y emocional completamente normal, existe en todas las
personas y en todos los animales como un mecanismo que nos permite identificar
amenazas externas y fuerza al individuo a dedicar su atención a neutralizar esa
amenaza. Claramente este instinto existe para protegernos de amenazas reales, como
tenían nuestros ancestros ante un depredador en la época de las cavernas. Pero
vivimos el mundo digital del siglo 21. A pesar que vivimos la época de comunicación
instantánea, de videoconferencias intercontinentales y de trabajos corporativos en
ciudades de concreto y acero; nuestros cuerpos y mentes no son tan diferentes de
nuestros antepasados con garrotes de madera y taparrabos de cuero que cazaban
mamuts. Para nuestro inconsciente, esa presentación del jueves a las 4 pm de como
re estructurar el presupuesto de la división para que sea competitiva es tan critica
como era para nuestro ancestro el encuentro con un tigre dientes de sable. Nuestra
mente esta completamente convencida que es una amenaza de vida o muerte, y
reacciona en consecuencia, perjudicándonos mas de lo que nos beneficia. El miedo es
normal y sano, está en nosotros decidir qué hacer con él.
En mi infancia y adolescencia, gracias al enorme sacrificio de mis padres, pude ir a un
colegio privado con orientación en contabilidad, derecho y ciencias de la
comunicación, por lo que varias de las materias estaban orientadas en formar
personas capaces de hablar ante un auditorio, con clases de teatro, con muchos
trabajos prácticos de presentación ante la clase y con pequeños “actings” a efectos de
practicar nuestras clases de inglés. Algo con lo que no contaron mis educadores, en
parte por falta de conocimiento/formación y en parte porque era algo que en los ´90
aún no se le daba la importancia que le corresponde. Eran las situaciones de lo que
ahora conocemos como bullyng. Todas las clases tienen al menos uno o dos, esos
compañeros de aula que simplemente no pueden pasar un día sin molestar a algún
compañero y aun peor, si ese abusón tiene algo de carisma, no es extraño que haga
cómplices de sus maldades al resto de la clase, con sus risas, sus dedos señalando a
la víctima de turno y celebrando las maldades del pesado del aula. Y esto es algo de lo
que fui victima en mas de una ocasión. El resultado de haber recibido las atenciones
del abusón del aula fue desarrollar una personalidad recluida, el tener inseguridades y
evitar ser el centro de atención como si se tratara de un rayo mortal sacado de una
película de ciencia ficción. Cuanto mas lejos estuviera de las miradas de los demás,
menos chances había que el abusón tuviera material con el cual trabajar en su nueva
maldad. Y como consecuencia de esta combinación, tanto mis notas como mi
aprovechamiento de esas clases fueron mediocres. No fue hasta comenzar mi vida
universitaria y laboral que esta pobre capacidad de hablar en público comenzó a
causarme estragos, tanto en la posibilidad de conseguir empleos, como en rendir
exámenes y trabajos prácticos; ahora no ante las familiares caras de compañeros de
clase de años en común, sino ante completos extraños en la universidad. Perder el
hilo de lo que estaba diciendo, congelarme ante una pregunta, tartamudear, sudor frio,
temblor en las manos, todas esas cosas me aquejaron durante mucho tiempo.
Causándome mas de un reprobado en un examen y probablemente, no haber
quedado en más de un puesto de trabajo.
Fui afortunado, y tuve compañeros de clase y profesores que me aconsejaron en
cómo superar tanto como fue posible esos nervios; y un pasatiempo que tuve por ese
tiempo, ir a karaokes a cantar con amigos, me permitieron poder ahora desenvolverme
con mucha mayor confianza, fluidez y principalmente calma a la hora de hablar delante
de un público, sea grande o pequeño. Con los años, viendo cuales suelen ser los
consejos de parte de los expertos en la materia, descubrí los que me dieron eran en
efecto en buena medida los que se recomiendan para los casos donde ese miedo a
actuar ante público es el miedo normal, y no una situación patológica que necesita
ayuda profesional:
1) Primero y más importante de todo: Practica, la única forma de dejar de paralizarse,
de tartamudear, de mirar al piso al hablar por miedo al juicio a nosotros en los ojos del
público, es romper el hielo antes del evento real practicando ante conocidos. Tener el
discurso practicado, preparado y que salga de nuestros labios de forma fluida y
natural, como si se tratara de memoria muscular de un deportista que realizo el
movimiento con su cuerpo cientos de veces. Si actores consagrados ensayan hasta el
cansancio antes de estrenar una obra. ¿Por qué nosotros no? Además, el practicar
nos dará critica constructiva de quienes son nuestros espectadores, que mejorar, que
conservar, que pulir.
2) Segundo, al menos a mi entender, es no solo practicar lo que se va a decir, sino
saber del tema, no alcanza saberse de memoria cada palabra de nuestro discurso,
ponencia, proyecto, o evaluación; tenemos que estar empapados en el tema, poder
reaccionar de forma natural ante preguntas del público, estar preparado e instruido
para poder educar a nuestro público. Cuando somos el centro de atención, una
persona que esta formada en el tema a hablar, pasa a ser ante ese público un
referente en el tema, y nada emite más confianza en sí mismo y serenidad que el estar
instruido; al punto de incluso adelantarse a las potenciales preguntas del público.
3) Tercero y, en el largo plazo casi tan importante como el primero, es aceptar que
está bien tener nervios y algo de miedo, no es motivo de vergüenza los nervios y
miedo a hablar en público, ni son signos de debilidad. Simplemente son parte de la
mochila que cargamos como personas, y pueden ser trabajados para reducirlos a una
mínima expresión manejable. Pueden ser trabajados, procesados y aceptados como
parte de lo que somos como personas, no negados y ocultados, porque todo lo que
bloqueamos termina explotando en el peor momento posible.

Estos son tan solo los consejos que puedo dar desde mi experiencia personal, que me
han resultado y me han ayudado mucho en mi día a día, no necesariamente tienen
que ser los de todos, y aun más importante, no duden en consultar con un profesional
ante situaciones extremas, ya sea un profesional de la psicología, como expertos en la
expresión y comunicación, que tienen años de estudios y experiencias que nos
ayudarán a superar estos retos (¡No defectos ni problemas! ¡ Muy importante esta
distinción!) y tener una vida educativa y profesional mas relajada y placentera.

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