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Parte IV
Por Isabel Soler Fumanal, S.R.C.
Revista El Rosacruz A.M.O.R.C.
Para La Biblia, la fe es la fuente de toda la vida religiosa; al designio que realiza Dios
en el tiempo, debe el hombre responder con la fe. No es lo mismo tener una creencia
que tener fe. Tener una creencia es dar por cierto algo que se supone; en cambio la fe
es el resultado de una experiencia, es un proceso de la inteligencia a la que una
palabra o signos sirven para acercarse a realidades que no se ven. Para un hombre
que cree, Dios es una idea; para un hombre que tiene fe, Dios es una realidad.
Las religiones de La Biblia y de El Corán están fundadas en una revelación. Dios está
infinitamente por encima de los hombres, pero es tanto más inaccesible por cuanto el
pecado hizo perder al hombre su familiaridad con El. El designio de Dios es un
misterio, dirige los pasos del hombre sin que éste comprenda el camino pues, en
conflicto con los enigmas de su existencia, el hombre no puede hallar las claridades
necesarias por sí mismo y necesita volverse hacia Aquel de quien son las cosas
ocultas, para que El le descubra esos secretos en que no es posible penetrar, para que
le haga ver Su gloria.
Ahora bien, aún antes de que el hombre se vuelva hacia Dios, Dios mismo toma la
iniciativa y le habla primero.
Existen técnicas arcaicas, tales como los oráculos, para tratar de penetrar los
secretos del cielo. Pero esas técnicas han sido habitualmente superadas por los
profetas. En ellos, la experiencia de la revelación se traduce de dos maneras: por
visiones y por audición de la palabra divina. Las visiones en sí mismas son
enigmáticas; ni siquiera un profeta puede ver directamente las realidades divinas, lo
que ve queda envuelto en símbolos y necesita la palabra de Dios para comprender
dichas visiones. La mayoría de las veces, llega la palabra de Dios a los profetas, sin que
la acompañe alguna visión y hasta sin que puedan decir de qué manera les han
llegado.
El hombre no sabe lo que Dios quiere de él. Dios le revela por tanto reglas de
conducta: su palabra toma forma de enseñanza y de ley, dando al hombre «cosas
reveladas» que debe poner en práctica. En segundo lugar, Dios revela a los hombres
el sentido de los acontecimientos que les es dado vivir, los cuales constituyen la
materia visible del designio de salvación, preparan su realización final y son ya su
prefiguración. Por esta doble razón tienen una faz secreta que el ojo humano no es
capaz de descubrir; pero Dios no hace nada sin descubrir su secreto a sus servidores
los profetas.
Los hechos acreditan la palabra y conducen a los hombres a la fe, pues tienen valor
de signos. La palabra esclarece los hechos que sustrae a la banalidad cotidiana y al
azar para hacerlos entrar en un plan establecido. Por último, Dios revela
progresivamente el secreto de los «últimos tiempos» y su palabra es promesa,
enfocando más allá del presente y hasta del futuro próximo, el término del designio
de salvación.
Y a Abraham le dimos por sucesores a Isaac y a Jacob; guiamos a cada uno de ellos;
anteriormente guiamos a Noé, y entre su descendencia guiamos a David, a Salomón, a Job, a
José, a Moisés, a Aarón, pues así recompensamos a los benefactores. Y guiamos a Zacarías, a
Juan, a Jesús, a Elías; todos están entre los justos. Y guiamos a Ismael, a Elías, a Jonás y a Lot; a
cada uno de ellos les distinguimos sobre los mundos, así como aparte de sus padres, de sus
descendientes, de sus hermanos, y los escogimos y los conducimos al camino recto. Esta es la
dirección de Dios; guía con ella, entre sus siervos, a quien quiere.
Si los profetas hubiesen asociado, les hubiese sido vano todo lo que hicieron. Esos son
aquellos a quienes les dimos el Libro, la Sabiduría y la Profecía. Si aquellos no creen hoy, lo
hemos encargado a un pueblo cuyos miembros no son incrédulos en ello. Esos son los mismos
a quienes Dios guió y en su dirección guiaste, Mahoma. Di: «No os pido por ello un salario. El
Corán no es más que una exhortación para los mundos». Los infieles no midieron a Dios en su
verdadero poder, cuando dijeron: «Dios no ha hecho descender nada sobre el género
humano». Responde: « ¿Quién hizo descender el Libro que trajo Moisés como luz y guía para
los hombres?».
Lo ponéis por escrito en rollos de pergamino que mostráis, pero también ocultáis en mucho.
Se os ha enseñado lo que no sabíais ni vosotros ni vuestros padres. Di: «Dios lo hizo
descender». A continuación, déjales que jueguen en su discusión. (Corán 6 84-91)
El Corán
La palabra árabe al-Qur’än, significa «la lectura» por excelencia. El Corán es el libro
sagrado de los musulmanes que contiene la revelación que Dios hizo a Mahoma a
través de su arcángel Gabriel. Esta revelación tuvo dos partes: En la primera parte
Mahoma, con el calificativo de Mensajero de Dios, recibe una primera visión de
conjunto en La Meca. En la segunda parte Mahoma, con calificativo de Profeta, recibe
en detalle y por entregas todo el resto de El Corán, en Medina.
El texto es una colección de dogmas y preceptos, base del derecho musulmán (sari’a);
están mezclados con relatos procedentes del Antiguo y Nuevo Testamento, sobre
todo apócrifos. En un principio, era conservado de memoria o anotado en los más
diversos lugares, como en omóplatos de camellos u hojas de palmera. El factor
memoria era muy importante en esa época, pues la escritura usada por los árabes
era muy imperfecta.
(continuará)