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LA JEP DE LOS GRINGOS

Dos procesos paralelos se cumplen de manera simultánea en Colombia y Estados


Unidos. El primero es un empeño por avanzar. El segundo es fruto de un esfuerzo
por retroceder.

En Colombia prosigue su marcha el sistema de Verdad, Justicia, Reparación y No


Repetición. En Washington, el tema candela son las audiencias del 6 de enero de
2021, proceso que adelanta la Cámara de Representantes sobre la intentona de
golpe de Donald Trump cuando procuró quedarse en el poder. Joe Biden había
sido elegido dos meses antes y el Congreso debía ratificar su credencial el día
señalado. Fue entonces cuando, emberracada por Trump, la horda ultraderechista
quiso anular por la fuerza los resultados electorales.

Así como desfilaron ante la Comisión de la Verdad miles de víctimas, guerrilleros,


militares, paramilitares, autoridades y ciudadanos de a pie, el Congreso
norteamericano escucha los testimonios de decenas de exfuncionarios,
comandantes de grupos armados y testigos de aquel nefando miércoles en que
miles de feroces fachos asaltaron el Capitolio. En el afán por repudiar la elección
de Joe Biden y mantener a Trump en la Casa Blanca la asonada dejó siete
muertos, partes del edificio destrozado, pánico doméstico y estupefacción
internacional. Lo vimos todos:

Los relatos son alucinantes. En eso nos parecemos. El líder de un grupo vengador
conocido como los Guardianes del Juramento reconoce que de diversas maneras
Trump convocó una “revolución armada” desde la célebre oficina oval. No fue una
explosión popular súbita y espontánea. Ha quedado claro que desde semanas
antes circulaban por las cloacas paramilitares órdenes de prepararse para
“defender nuestro triunfo en las elecciones”. Falso argumento y falso triunfo,
pues el grotesco magnate salió vencido. Gracias a una actuación valerosa del
vicepresidente Mike Pence (hasta entonces bastante gris y asaz lagarto) la correa
institucional siguió rodando.

Convocados por la comisión especial de la Cámara, varios colaboradores de


Trump comprometieron en sus declaraciones al expresidente. De la actitud
guerrera del jefe del Estado y pasiva del Gobierno habló una de sus consejeras. De
su peligrosa situación mental informó un antiguo ministro. De sus instigaciones
incendiarias contaron caudillos paramilitares que acudieron a armar un 9 de abril
el 6 de enero. Han aparecido documentos tan comprometedores como el
borrador de un trino de Trump cuyo texto dice: “Pronunciaré un Gran Discurso a
las 10 am del 6 de enero en la Casa Blanca. Por favor lleguen pronto, pues
esperamos muchedumbres. Marchen luego hacia el Capitolio. ¡Detengamos el
robo!”.

No existía tal robo electoral, por supuesto. Una mano sensata impidió que Trump
enviara el trino y lo archivó. De allí lo desenterró la JEP gringa. Confirman las
confesiones que el propio mandatario convocó, alentó y apoyó la jornada
criminal. Un informe de The New York Times dice: “El expresidente tuvo un papel
protagónico para atraer a Washington una multitud bajo el impulso de sus
mentiras electorales y además dirigió el plan de atacar el Capitolio, pese a la
opinión adversa de sus asesores más cercanos”.

Aquel 6 de enero ganó Biden. Pero avanzó la derecha brutal que Trump
representa, y, con ello, perdió el país. Desde entonces se asienta cada vez con
más fuerza la catapulta regresiva que desdeña a las mujeres, discrimina a los
diferentes, persigue a los inmigrantes y trabaja para los ricos. En las últimas
semanas la imagen de Biden se desplomó, las fuerzas conservadoras
desmontaron el derecho al aborto, obstaculizaron a los amigos del medio
ambiente y acentuaron el ademán xenófobo. Existe la sensación de que, pese a
todo, Trump no recibirá castigo alguno y en 2024 volverá a ocupar la Casa Blanca.

Confío en que no sea así y que, en materia de impunidades personales, retrocesos


históricos e implantación antidemocrática, no nos parezcamos a Estados Unidos.

Ojos abiertos

Atención, porque el gobierno de Iván Duque sigue en el poder y procura


inmiscuirse en mandato ajeno. Un indignante ejemplo es la extensión del periodo
de la junta directiva de Ecopetrol para mantener presencia espectral del ivanato
cuando este ya se haya ido. Hablamos de una trampa sin precedentes que insulta
a los electores y encendió la única chispa de ofuscación del sorprendentemente
tranquilo Gustavo Petro. “No nos reten”, advirtió el presidente electo ante la
jugadita ruin. Deshacer el entuerto y cambiar la junta exige engorrosos
procedimientos, términos y requisitos. El asunto, sin embargo, no es la zancadilla
burocrática, sino el abuso incalificable del gobierno agonizante al pretender colar
a Luigi Echeverry, preceptor de Duque, en esta y otras instituciones públicas.

Que abran bien un ojo los miembros del nuevo ejecutivo, pues aún les quedan al
subpresidente y sus amigos veinte días y veinte noches de mando, tiempo más
que suficiente para llenar las embajadas, suscribir contratos y repartir aguinaldos
indebidos, como la feria de carros blindados, guardaespaldas, protección especial
y pasaportes diplomáticos que montó la Casa de Nariño a favor de sus cuates y
que costearemos los contribuyentes.

Es prudente que, al mismo tiempo, el otro ojo vigile ciertas entidades que se
encuentran en modo venganza, dispuestas a trazar cicatrices imborrables en sus
víctimas. Así ocurre con la prensa crítica, que en los últimos tiempos se ha visto
sometida al asalto de la Fiscalía y otras oficinas que se pasean cimarronas
cobrando lo que ellas consideran deudas.

Recuerden: entre tramposos andamos.

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