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Reflexión jueves XXIII del Tiempo Ordinario

1 Timoteo 1, 12 – 17
“Cristo vino para salvar a los pecadores”

Queridos hermanos muy buenas tardes, la liturgia de la palabra para este domingo XXIV
del TO nos presenta la misericordia de Dios como línea transversal que se refleja en la
salvación de nosotros los pecadores por Nuestro Señor Jesucristo y el apóstol Pablo en la
primera carta a Timoteo 1, 12 – 17 pone de manifiesto esta obra salvadora.
Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia de Cristo Jesús, quiero iniciar mi reflexión
con esta frase que ha remarcado en mi vida el hecho de sentirme indigno de tan grande
llamado, pues se y reconozco mi vida de pecado, pero también se que a pesar de el ocurre
en mí como en San Pablo, el Señor se fija en mí. Él no llama a los mejores ni a los mas
capacitados ni a los santos, pues como dice la palabra de Dios, “no necesitan medico los
sanos” sino que me capacita y se fía de mi. Es lo que he podido experimentar a lo largo de
estos años que he ido caminando en este proceso, por eso, quiero invitarlos a pensar un
momento y reflexionar sobre nuestra vida pasada, antes de empezar a responder
generosamente al Señor y descubramos como nuestras vidas sin el encuentro personal con
Cristo era totalmente distinta, y con esto no me refiero a las comodidades que como
seminaristas podemos tener sino a esa alegría que brota del corazón por sentirnos
perdonados, amados, acogidos, por ese padre misericordioso a pesar de nuestro pecado.
Este reconocer la vida de pecado es el primer elemento que quiero resaltar pues el apóstol
Pablo en esta carta a Timoteo deja ver como se reconoce también pecador y uno de los mas
grandes pues era un perseguidor de Cristo pero mediante un encuentro personal con Cristo
su vida cambió así como la mía y como la de cada uno de ustedes.
Con el pasar del tiempo nuestra forma de ser va cambiando, estamos en proceso y esto en
ocasiones lo reconocen mas fácilmente las personas que nos rodean que ni nosotros
mismos, por eso, es importante darnos cuenta de que para Dios no hay nada imposible,
¿quien iba a pensar que a alguien como nosotros se le confiaría tan majestuoso llamado?,
pues sí, bajo todo pronostico el Señor quiere hacer obras grandes con nosotros, pues por eso
es que siempre nos está esperando, sólo basta responder con generosidad.
En un segundo momento quiero resaltar la exigencia tan grande que tenemos al decirle sí al
Señor, pues si el nos ha perdonado, no se ha fijado en nuestro pecado, ha cambiado nuestra
vida y por ello nuestra tarea es a su vez transmitir esa misericordia de Dios que ha actuado
en nosotros. Pensemos en un momento cuantas veces hemos tenido la valentía de juzgar a
nuestros hermanos, cuantas veces nos hemos creído dignos de tan gran llamado y creemos
que somos los únicos capacitados o los únicos con vocación, olvidando todo lo que el señor
ha hecho por nosotros, por eso hermanos es siempre importante en el caminar de nuestras
vidas hacer pausas, pausas que nos permitan evaluar nuestro camino recorrido y
proyectarnos en como lo vamos a continuar realizando pero siempre teniendo presente que
nuestra vida no puede ser igual y que por mas que nuestras pasiones nos arrastren a pecar
tenemos una meta distinta, una misión especial y es poder configurar nuestra vida con
Cristo el Maestro. Nadie dijo que este caminar fuese fácil pero con la gracia de Dios
podremos alcanzarlo.
Como tercer elemento quiero resaltar la gratitud, y como no hacerlo si gracias a Nuestro
Señor Jesucristo hemos sido perdonados, nos ha salvado, gracias a que el se ha fijado en mi
es que hoy puedo ver la vida de un modo distinto como se que ocurre en cada uno de
ustedes, y por ello puedo ver en el Sacerdocio Ministerial una opción de vida clara para mi,
que me llena de alegría.
Hermanos demos gracias a Dios por fijarse en cada uno de nosotros y pidámosle a nuestra
madre del cielo hoy que celebramos su natividad que siempre demos ese sí generoso al
señor para que haga obras grandes en nosotros, y demos al Rey de los siglos, inmortal,
invisible, único Dios, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amen.

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