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El suelo es un bien transable en el mercado, cuyo valor, como cualquier otro bien,

lo determina la oferta y la demanda.

En bienes raíces la tendencia de largo plazo de la oferta es a ir disminuyendo cada


vez más, pues el planeta Tierra tiene una cantidad finita de metros cuadrados (m2)
de suelo. Por otro lado la demanda se incrementa cada vez más, pues la cantidad de
personas en el planeta es cada vez mayor, al igual que la migración del campo a las
ciudades. Por lo tanto el precio del suelo tiene una tendencia al alza en el largo
plazo, tanto por efecto de una oferta limitada como por una creciente demanda.

El efecto que tiene una oferta limitada en el precio es válido para cualquier bien
que sea escaso. Este fenómeno lo puedes observar en diferentes industrias, como por
ejemplo la de los relojes, en donde existen ejemplares que originalmente se
fabricaron sólo 100 unidades, y hoy por hoy cuestas miles de dólares.

Por eso en los lugares de alta densidad de edificación, como por ejemplo el centro
de Santiago, el suelo tiene un valor cada vez más alto. Esto ocurre por la baja
oferta que existe en ese sector, donde básicamente ya no queda suelo disponible,
combinado con una altísima demanda. Si alguien quisiera construir un edificio allí
básicamente tendría que derribar otro, lo que encarece aún más el precio.

El precio de una propiedad está compuesto fundamentalmente por dos factores:

1) Valor del metro cuadrado del suelo.

2) Valor de la edificación.

El valor de la edificación va disminuyendo con el tiempo, ya que además de no tener


la característica de escasez del suelo, se va desgastando con el pasar de los años.
El fierro, el concreto, la madera y en definitiva todos los insumos de construcción
van perdiendo su calidad y por lo tanto su valor en el tiempo, sin embargo en la
práctica el precio de las propiedades tiene una tendencia al alza, lo cual tiene su
explicación debido a la componente del precio que tiene relación con el terreno. El
suelo no se desgasta, por lo que en la medida que vaya disminuyendo la oferta del
sector, su precio tenderá siempre al alza.

Esta dinámica de un precio que depende del suelo y de la edificación genera un


circulo virtuoso maravilloso para los inversionistas inmobiliarios, ya que por un
lado poseen un bien que se valora comercialmente en el tiempo, pero que por otro
lado se deprecia tributariamente, por lo que pueden beneficiarse tanto de la
ganancia de capital de la apreciación como de los beneficios tributarios asociados
a la depreciación.

El único motivo por el cual el suelo podría disminuir su precio, sería producto de
una baja drástica en la demanda, situación que ocurre de manera muy poco frecuente,
pero que generalmente se debe a cambios en las normativas del uso del suelo o a una
repentina desvirtuación del sector.

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