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El bar

(Otra pareja ideal de Almudena Grandes)

Soy Fermín, el dueñ o del bar de nombre “De Paso”, llevo 25 añ os


trabajando y podía escribir un libro de tantas historias vividas, por mí
y por los clientes que cada día fielmente acuden a tomarse un café,
cerveza, etc. Los había de paso, como el nombre del bar, y otros que
duraban unos meses y luego se iban del barrio o ya no les venía bien
tomar el tentempié en mi bar. Seguramente habían cambiado de
trabajo. Có mo buen camarero reconocía a cada uno de mis clientes
aunque hiciera un tiempo que no entraban, sabía có mo les gustaba el
café, lo que almorzaban, e incluso si habían dormido bien o estaban de
mal humor, si alguno tenía un problema de desamor, de soledad o
estaba saliendo del armario.

Entre mis clientes estaba él, Luis, de mediana edad, todas las
mañ anas tomaba un revuelto, anís y moscatel, el alcohol formada parte
de su vida, pero lo mantenía controlado. Me había percatado que
cuando entraba ella, una mujer también de mediana edad, se le
iluminaba la cara, intentaba no mirarla directamente, pero cuando se
sentaba en el taburete, volvía la mirada hacia ella, tenía una melena
morena preciosa y unos ojos bonitos de mirada triste. Siempre tomaba
un café con leche, unas veces con churro y otras só lo. Después de darle
los buenos días, le decía: —Joven, - llamaba así a mis clientes cuando
no sabía el nombre, aunque tuvieran 80 añ os,- ¿hoy toca churro?.

Pensaba que Luís y esta mujer, cuyo nombre ignoraba, deberían


conocerse, hablar, se notaba que los dos estaban faltos de cariñ o. Tal
vez algú n día tendría que intervenir y hacer las presentaciones, aunque
nunca me había gustado meterse en la vida de los demá s, sueles salir
mal parado.

Para Luís ese momento del día era el mejor, después a mitad de
tarde volvía al bar, hablá bamos de las noticias má s destacadas del día,
y a veces, le invitaba a una tapa, esas que no había vendido y que para
el día siguiente ya no podía ponerlas en el mostrador.
Ese día Luís parecía no tener prisa, y empecé a recoger para el
cierre, tal vez era el momento de hablar con él, y comentarle mi deseo
de que decidiera hablar con la mujer de la melena bonita.

— Qué, Luis, ya he visto como miras a la mujer de melena larga,


que toma siempre un café con lecha sobre las 8 de la mañ ana,
deberías hablar con ella.
— ¿Se nota?, me da miedo, ¿có mo se va a fijar en mi?, no sé qué
decirle- contesta Luís, nervioso.
— Lo mejor será que le invites al café, le dices que es tu
cumpleañ os, y así inicias algú n tema de conversació n.
— No sé si es buena idea- contesta Luís, nervioso y a la vez
ilusionado.
— Consú ltalo con la almohada, y mañ ana ponte la camisa de los
domingos- le contesté.
— Gracias, hasta mañ ana- y salió del bar apresuradamente.

Seguro que casi no duerme pensando en nuestra conversació n,


yo también estoy nervioso e impaciente esperando que lleguen las
ocho de la mañ ana.

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