En la clínica Saint-Victory, me encontraba con mi abuela
en una visita al médico ya que como se encontraba en la tercera edad, necesitaba chequeos diarios. -Mire señor Holden, su abuela fue detectada con leucemia, se trata de una enfermedad que por el momento no duele, pero conforme pase el tiempo, el cáncer se va alimentando de sus plaquetas, vitaminas, glóbulos rojos, etc... O sea que, poco a poco la va a debilitar hasta... morir.-
Al escuchar al médico, no lo podía creer, ella... se veía
completamente sana, ella no se podía morir.
Yo no tenía papas, mi mamá murió al tenerme y desde
entonces vivíamos con papá y nana, mi abuela. Mi madre me dejo toda su fortuna valorada en millones, los cuales cuidó papá hasta que cumpliera la mayoría de edad, pero el también murió cuando tenía catorce años en un accidente automovilístico, no tenía hermanos porque después de que mi madre muriese, mi papá no consiguió otra pareja porque sentía que la traicionaba, así que mi abuela era todo lo que me quedaba, no la podía perder.
-Pero doc, ¿tiene cura verdad?- Pregunté con el sudor
frío recorriéndome la frente.
-Para su suerte si, existe un tratamiento que prolonga la
esperanza de vida de la persona a unos 5 años más, pero requiere de cuidados y atención médica todos los días, solo asi puede que venza al cáncer.- Aenstí rápidamente para estrecharle la mano al doctor, si existía la mínima posibilidad de que ella se recupere un poco... Lo haría sin pensarlo dos veces, sea el precio que sea.
- Tiene que venir la semana entrante para
empezar con los análisis y así saber cua´l es el tratamiento adecuado para su abuela.-
Asentí sonriendo y me limpié una lágrima que había
caído.
Después de aquella escena y una vez que me recuperé,
salí del consultorio dónde con sus lentes finos y con una reviste en mano se encontraba ella, la arzón de mi existir, la persona que si se muere, una parte de mí muere con ella también....
Se llamaba Rose McCuntry, tenía 68 años y podía ser
perfectamente esas abuelas que te cocinan comida deliciosa o que te regañan con estar descalzo, pero también podía ser una persona jodida que te gastaba bromas e iba todos los viernes a las casas de sus amigas a jugar al póquer. Tenía un excelente gusto para vestirse y era más lúcida, astuta e inteligente que cualquier presente en esta sala. -Nana, en hora de irse.- le dije una vez que la vi y me acerque a ella para ayudarle a pararse pero ella se negó soltándose de mi brazo haciendo una mueca de fastidio.
-Gracias a dios Luke, ya me estaba quedando con el
culo azúl de tanto esperar sentada y suéltame niño, ni que se me hubiese roto las piernas mira, las tengo enteritas, hasta estoy más saludable que tú.- Dijo y empezó a caminar por su cuenta. Algo que siempre admire de ella era su constante carisma y su ironía cómica, siempre nos hacíamos esas “guerras” verbales y a ambos nos fascinaba hacer eso.
Seguido de lo que dijo, sonreí de lado y me puse las
manos en los bolsillos soltando un suspiro de lastima mientras la veía de reojo.
-Tú podrás estar mejor de salud pero al menos yo si
tengo mis propios dientes y no una dentadura.-
Ella se giró indignada hacía mí y me miro con una cara
asesina pero luego se resignó y volvió a mirar al frente.
-Touché, está bien ganaste.- Yo sonreí victorioso y
luego ambos subimos al auto para ir a casa.-
Cuando llegamos a casa, entramos y le ayudé a
quitarse su abrigo para colocarlo en el perchero. Cuándo ambos ya estábamos en la sala, suspiré y fui dónde se encontraba mi abuela, me rasqué la nuca en busca de las palabras adecuadas para decirle lo del diagnóstico del doctor.
-Am... nana, tenemos que hablar...- Sinceramente me
partía el alma contarle eso pero debía hacerlo para que pueda aceptar hacer el tratamiento.
Ella se giró hacia mí y comprendió mi expresión, sabía
que algo me pasaba por lo que me tomó de las manos un tanto preocupada y me llevó al sofá dónde comenzamos a charlar sobre el tema mencionado.
En cuánto le dije sobre su condición, sus ojos se
enrojecieron al instante pero no quería creerlo, y yo tampoco, pero esa era la dura realidad y no había más remedio que enfrentarla. Por suerte, luego de dos horas y media de palabras, lágrimas y abrazos de consuelo, aceptó hacer el tratamiento sin dudarlo y eso me alivio por completo porque tenía miedo de que ella no quisiera creer eso y que pensase que era una mentira y por ende, no querer hacer el tratamiento.
En ese momento la casa era un ambiente de tristeza y
lamento, no podía permitir que eso la desanime más aún, había que cambiar el ambiente. -Oye, ¿qué te parece si vamos a cocinar?, podemos hacer ( )- Era su comida favorita, eso seguro tenía que animarla.
- ohh, si eso suena muy bien, muero de hambre.- al
decir eso yo sonreí y luego fuimos a la cocina dónde en 10 minutos estaba hecho todo un desastre porque ninguno de los dos sabía cocinar sin ensuciar todo. Así que después nos sentamos en la mesa y comimos mientras charlábamos sobre lo que haríamos mañana, yo como siempre, tenía que ir a la universidad a la mañana y a la tarde ir a trabajar en la cafetería, porque aparte de que tenía el dinero de mis padres, no quería malgastarlo así que lo guardaba para cuando comenzase mis proyectos y también los usaba para los medicamentos de mi abuela ya que era un dinero seguro y ella por su parte, como mañana era viernes, iría a pasar el día con sus amigas como de costumbre ya era.
Luego de eso ella se fue a dormir después de darme su
típico beso en la frente y yo junté los platos y los lavé para después limpiar toda la cocina para que al menos quedase decente, después, subí a mi habitación para continuar desvelándome, haciendo mis trabajos de la universidad ya que por el día, no me alcanzaba el tiempo. Al sía siguiente, me levanté temprano como siempre y bajé a preparar el desayuno y mi abuela se levantó a los pocos minutos.
-¿no tendrías que estar en la universidad ya?- Preguntó
ella cruzándose de brazos y enarcando una ceja mientras entraba por la puerta del comedor, la vi y sonreí ante su interrogatorio.
-Hoy entro más tarde, el profesor de economía no
viene.-
Ella asintió y se fue a sentar a la mesa, esperando para
desayunar juntos.
-Hoy en día ya nadie quiere trabajar, solo cobran su
sueldo y a la mierda la educación de los jóvenes.- Dijo con un poco de hastío y era comprensible, ella creció en una época donde el trabajo y la educación eran fundamentales, y no existían tantos feriados colectivos.
Eso, y entre muchos comentarios más por parte de ella
pasaron mientras desayunábamos, y luego, yo ordené un poco la mesa mientras ella lavaba los platos y me comentaba que hoy iría a jugar las cartas con sus amigas y a pasar el día ya que era viernes y esos días cada uno se dedicaba hacer lo que quería. Cuando terminé me despedí de ella con un beso en la frente como era costumbre y emprendí rumbo a la universidad. Luego de aburridas clases porque sí que lo fueron, al fin llegó el anhelado receso.
Fui hasta la cafetería y sentí que unos brazos me
rodeaban por detrás, se trataba de mi novia la cual estaba sonriente por verme.
Laia Diamont era su nombre, una chica pelinegra de
alta estatura pero no más que yo, siempre iba a la universidad muy arreglada y maquillada, al menos para mí era una chica muy bonita y ya llevábamos cuatro meses juntos, muchos de mis amigos me decían siempre que me aleje de ella porque solo estaba conmigo porque le interesaba mi dinero pero para mí era imposible creer eso, había veces en las que discutíamos sí, pero cualquier pareja normal pelea a veces por estupideces.
-¿Cómo estás mi terroncito?- preguntó ella
dulcemente.
-No muy bien sinceramente, ayer un doctor me dijo
que mi abuela tiene una gran enfermedad.- dije algo decaído ya que de solo pensar en eso se me hacía un nudo en la graganta.
-Ay amor, siempre estás “mi abuela esto...”, “mi
abuela lo otro...”, “no puedo porque mi abuela tal cosa”, ya casi no nos vemos porque siempre estás con ella, aveces pienso que la prefieres mas a ella que a mi.- Laia bufó y rodo los ojos mientras se despegaba de aquel abrazo indicando que ya se había enojado mientras yo la miraba algo triste y con desconcierto porque no sabía que venía ese reaclamo y por otro lado también me sentí un poco bajoneado porque tampoco le importó que nana estee enferma.
-Pero mi amor... salimos una vez por semana seguro
y siempre que puedo te compro algo, pero sabes que aveces no me dan los tiempos para salir y también necesito descanar mi vida.-
Dije mientras en mi interior se comnzaba a presentar
un poco de culpa pero a ella no pareció importale.
-Pero los novios de mis amigas le compran un
monton de cosas todos los días y siempre publican fotos juntos, ¡pero tu jamás quieres tomarte fotos!-
-Pero sabes que no me gusta tomarme fotos porque
dices que tengo muchas ojeras...-
-¡Agh!, ¡¿sabes qué?! Olvídalo Luke.- y al decir eso se
fue por la puerta de la cafetería a quién sabe dónde, mezclándose en la multitud.
Primeramente me sentí mal por haberme
comportado de esa forma con ella entonces perdí el apetito así que me fui al salón de la siguiente clase pensando en que de nuevo se repetiría la misma historia de siempre.
Mi caso amoroso siempre era una historia que se
repetían sin cesar, quedaba de novio con alguna chica, nos la pasábamos súper bien los primeros meses, pero llegaban al quinto o sexto mes me terminaba porque el tiempo que pasaba afuera de la universidad estaba con nana, o bien estaba trabajando entonces no tenía tiempo para dedicarme a ella, por eso simplemente se iba con alguien que le pudiera dar lo que yo, por más que quisiese, no podía darle, porque para mi desgracia era imposible sumarle horas al día. Y en cierto modo, si tenía la culpa de lo que me pasaba asi que no entendía porque me quejaba, yo tenía la culpa de no ser suficiente para cada chica con la que estaba y eso me hacía sentir cada vez más solo, otra vez más la vida me demostraba que no importa si tenías dinero o no, igualmente se puede tener una vida desolada, la única que jamás le fallaría sería Rose, mi abuela, mi nana, por eso yo tampoco le fallaría nunca, no importaba si me tendría que quedar soltero de por vida.
Luego de estar solo por unos minutos el recesó
terminó, por lo que empezaron a entrar al aula las demás personas cual enjambre de abejas y por último entró la señorita Greaks con su cabello ceniza y atado en una coleta baja.
-Muy bien alumnos, empezaré a llamar al azar y
vendrán a pasar a presentar la exposición que teníamos pendiente para hoy.-
En el aula se escuchó suspiro de susto y frustración
ya que obviamente se olvidaron de hacer dicha exposición, todos menos yo que no por nada me iba a desvelar estudiando.
La profesora Greaks empezó a pasar la vista de banco
en banco para designar al suertudo que le tocaría reprobar.
-Señor behamm, por favor pase a mostrarnos su
exposición por favor.-
Máximo Behamm era el típico chico que hacía de
todo, menos prestar atención a la clase, pero como dice el dicho “o atractivo o inteligente, jamás los dos”.
Max pasó al frente y ahora lo que le sudaba no era la
clase, si no la frente.
-Cuentenos, ¿qué puede decirnos acerca de las
dificultades a las que se enfrenta la democracia en la actualidad?- Máximo tragó fuertemente y bañbuceó algunas palabras. -Eh-h... bueno las dificultades a las que se enfrenta son... son...-
La señorita Greaks suspiró y se froto el tabique de la
nariz por encima de los lentes como si este sujeto ya no tuviese más remedio.
-Vaya a sentarse Behamm, esta reprobado.- Él se fue
a sentar y todos tenían cara de horror porque ya estaban consientes de lo que les sucedería.
-Vamos a ver quién sigue... Holden pase adelante
porfavor.- yo me paré con total serenidad y segurida