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CAPÍTULO 8
EL MODO DE PRODUCCIÓN ESCLAVISTA
1. APARICIÓN DEL MODO DE PRODUCCION ESCLAVISTA.
La esclavitud fue la primera forma de sociedad clasista nacida como resultado de
la desintegración del régimen comunal primitivo.
Fue el incremento de la producción de bienes materiales el que motivó la
transición de la sociedad primitiva a la esclavitud. El modo esclavista de
producción, aparecido en virtud de este incremento, fue el segundo modo de
producción de la historia humana en general y el primero que implicaba la división
de la sociedad en clases y la existencia de la explotación de los hombres, cuya
forma era la esclavitud. La explotación del hombre por el hombre representa un
tipo de relaciones sociales en que los poseedores de los medios de producción se
apropian el fruto del trabajo de otros hombres: los productores de los bienes
materiales, que no son dueños de los medios de producción.
La esclavitud primera forma de explotación representaba un modo de obligar
coercitivamente a trabajar a los productores, a los esclavos; éstos eran propiedad
de los dueños de los medios de producción, o sea de los esclavistas, y eran
utilizados en las haciendas de éstos para obtener todo el producto posible.
En mayor o menor medida, la esclavitud imperó en todos los países y entre todos
los pueblos.
En aquel entonces, el paso del régimen comunal gentilicio a la esclavitud
representaba un avance extraordinario en el desarrollo de la humanidad.
Pese a cierto progreso, al verse individualizada la producción, la técnica de la
producción social de aquella época seguía siendo bastante primitiva, y por ello el
trabajo individual no era tan productivo como para satisfacer plenamente y sin
interrupción las necesidades del desarrollo social, el sucesivo avance de la
producción.
En tales condiciones, el progreso social sólo era posible eximiendo a una parte de
la sociedad del trabajo físico y satisfaciendo las crecientes necesidades de esta
parte de la sociedad a costa de la explotación del trabajo de los esclavos.
Refiriéndose a la necesidad histórica del tránsito al modo de producción
esclavista, decía Federico Engels: “La introducción de la esclavitud fue en aquellas
circunstancias un gran progreso. Es, en efecto, un hecho que la humanidad ha
empezado en la animalidad, y que, por tanto, ha necesitado medios casi animales
y barbáricos para conseguir salir a flote de la barbarie”.
El propio curso que siguió la producción social condujo necesariamente a la
formación de clases, a la aparición y consolidación de un modo de producción
nuevo, el esclavista, más progresivo que el modo comunal primitivo precedente.
La aparición de la sociedad clasista marca uno de los momentos cruciales de la
evolución de la humanidad. A partir de entonces, toda la historia del género
humano, hasta la edificación de la sociedad socialista, ha sido la historia de las
clases, del nacimiento y formación de unas, de la descomposición y muerte de
otras, la historia de una lucha de clases irreductible.
Según hemos observado, la esclavitud, engendrada en el seno de la sociedad
primitiva, tenía en sus primeros tiempos un carácter patriarcal.
El rasgo distintivo de la esclavitud patriarcal consistía en que el trabajo esclavo no
representaba aún la base de la producción social y tenía una importancia limitada
y subsidiaria.
El incremento posterior de las fuerzas productivas, el desarrollo de la división
social del trabajo y la difusión de las relaciones mercantiles, derivada de los
fenómenos anteriores, constituyeron factores decisivos, cuya acción condujo al
paso de la esclavitud patriarcal a la esclavitud completa, o clásica.
Durante la época de la esclavitud patriarcal, los instrumentos metálicos de trabajo
se emplearon en escala cada vez mayor.
En la agricultura, que siguió siendo la rama básica de la producción social,
perfeccionáronse los métodos de cultivo y la cría de ganado, cuya productividad
se acrecentó.
El ulterior desarrollo de la división social del trabajo trajo un aumento del
intercambio comercial. Y aunque la economía de las familias patriarcales, que
empleaban trabajo del esclavo, así como la de las comunidades rurales y la de las
tribus, continuaba siendo una economía básicamente natural, el intercambio de
mercancías iba adquiriendo más y más difusión. El incremento de las relaciones
mercantiles de esa época se caracteriza por la aparición de un nuevo e
importantísimo factor de la vida económica y social: el dinero. Entre diversos
pueblos, el papel de dinero lo representaban distintas mercancías: ganado, pieles,
pescado, sal, etcétera.
Por último, después de numerosas transformaciones y cambios, pasaron a
desempeñar la función de dinero unas mercancías particularmente aptas, por sus
cualidades naturales, para esta función social. Nos referimos a los metales
preciosos, entre los que terminó imponiéndose el oro.
La aparición de la moneda metálica, e incluso su acuñación, fueron resultado del
progreso de las fuerzas productivas y del intercambio comercial, del mejoramiento
de la extracción y de la elaboración de los metales, del perfeccionamiento de las
industrias.
La aparición del dinero impulsó el desarrollo de una rama económica como el
comercio. Surgió la necesidad de un intermediario entre los productores de
mercancías, que hasta entonces intervenían en el intercambio como vendedores,
y los compradores. Y este papel intermediario comenzaron a desempeñarlo
hombres dedicados exclusivamente a ello: los mercaderes.
La segregación de los mercaderes, aislados de la producción y dedicados por
completo a las transacciones de intercambio es decir al comercio constituyó la
tercera gran división social del trabajo.
Como resultado del incremento de las industrias y del cambio surgieron las
ciudades que, poco a poco, se convirtieron en centros artesanos y comerciales. En
ellas creció con bastante rapidez la riqueza material y se concentró una población
considerable.
Al extenderse más y más, las relaciones monetario-comerciales contribuyeron
altamente a la desintegración del sistema de propiedad comunal y a la
consolidación de la propiedad privada. Esta se reafirma definitivamente y se
convierte en el fundamento económico del modo esclavista de producción, que va
constituyéndose, y en el que la tierra, medio de producción principal, comienza a
transformarse en propiedad privada.
Poco a poco, siguiendo el camino de los instrumentos de producción, del ganado y
de los esclavos, la tierra se convierte en mercancía, en objeto de compraventa y
de transacciones mercantilistas.
Con la evolución y el fortalecimiento de la propiedad privada y de las relaciones
monetario-mercantiles, con la implantación de la propiedad privada sobre el
ganado, los instrumentos de producción y los esclavos con el surgimiento de la
esclavitud por deudas y de la hipoteca se verifica la concentración de la riqueza en
manos de la clase de los esclavistas, relativamente poco numerosa y constituida
en el curso de dicho proceso.
El medio principal de apropiación y de concentración de la riqueza y de la mano de
obra de los esclavos fueron las guerras de rapiña y saqueo las cuales terminaron
por convertirse en un original negocio que proporcionaba prisioneros y valores
materiales. La apropiación y la concentración iniciales de los elementos de
producción por los esclavistas representaron una premisa directa para el paso de
la esclavitud patriarcal o doméstica como se le llamaba también a la esclavitud
total o clásica.
El contenido económico de este tránsito reside en que el trabajo de los esclavos
se convierte en base de la existencia de la sociedad.
Al mismo tiempo se constituyeron definitivamente las dos clases contrapuestas: la
de los esclavos y la de los esclavistas. Los últimos dejan de participar de manera
directa en la producción. El número de esclavos aumenta extraordinariamente, y
su explotación se hace mucho más implacable.
Al dividirse la sociedad en clases que, aunque contrapuestas, colaboran en virtud
de la división social del trabajo y del desarrollo de la producción, comienzan a
establecerse entre las clases ciertas relaciones de tipo social.
Aparece la política como forma de relación entre las clases de la sociedad; de
manera implícita expresa los interese económicos de las clases.
Aparece también el arma de la clase dominante y opresora -la de los esclavistas-
que le asegura su situación en la sociedad como explotadora del trabajo ajeno:
aparece el Estado esclavista.
El Estado esclavista era un sistema de órganos coercitivos llamados a
salvaguardar los interese de los esclavistas, a asegurar la inmunidad de la
propiedad privada de los potentados y a contribuir al desarrollo ulterior de la
esclavitud.
Los Estados esclavistas más antiguos, conocidos como modo de producción
despótico tributario, se fundan a fines del cuarto milenio y a comienzos del tercero
de nuestra era en Mesopotamia y Egipto, y luego en la India, en China y en otros
países. El régimen esclavista llega a su apogeo en la Antigua Grecia y,
posteriormente, en Roma.
Por lo que se refiere al actual territorio de la U.R.S.S., el más antiguo de los
Estados esclavistas fue el de Urartu (siglos IX-VI a.n.e. del que formaba parte una
considerable zona de la Transcaucásica de nuestros días. Aproximadamente en
los siglos VIII-VI a.n.e., se fundó en el Asia central el Estado esclavista de
Jorezma.
En el siglo V a.n.e. se constituyó en la zona del estrecho de Kerch el Reino del
Bósforo, y después, en Crimea y en las estepas de la Ucrania de hoy, colindantes
con el Mar Negro, existió el Reino de los Escitas, que, virtualmente, era también
un Estado esclavista, aunque las relaciones propias de la esclavitud no
adquiriesen en él un desarrollo pleno.
Los Estados esclavista surgieron como regímenes despóticos centralizados (los
de Oriente) o como ciudades-Estados (polis) de Grecia y de Roma, basados en la
agricultura.
2. RASGOS FUNDAMENTALES DEL MODO DE PRODUCCION ESCLAVISTA.
En la sociedad esclavista, las ramas fundamentales de la producción de bienes
materiales eran la agricultura, la ganadería y las industrias estrechamente
vinculadas a la agricultura. Todos estos tipos de producción, nacidos ya en el seno
de la sociedad primitiva, dieron un gran paso adelante al implantarse el régimen
esclavista.
Para que este desarrollo fuese posible hubieron de perfeccionarse los
instrumentos de trabajo en comparación con los de la época precedente; tuvieron
que aparecer nuevos instrumentos, elevando el rendimiento del trabajo social y
acentuando el predominio del hombre sobre la naturaleza.
El paso de la sociedad primitiva a la esclavitud tuvo como signo una
importantísima conquista del hombre en la producción de instrumentos de trabajo:
se comenzó a extraer, elaborar y utilizar los metales -primeramente el cobre y el
bronce, y después el hierro- como material para su fabricación. Los diversos y
numerosos instrumentos de trabajo empleados en la época de la esclavitud hablan
del considerable auge y perfeccionamiento de la producción material respecto a la
época precedente, la del régimen primitivo.
La semejanza de los instrumentos de trabajo de la época esclavista con los que
utilizaban los hombres primitivos radica en que los unos y los otros eran medios
manuales, pero, a diferencia de los de la época primitiva, los de la esclavitud eran
de metal, más perfectos, y, por consiguiente, más productivos.
La unificación del trabajo de los productores cautivos -los esclavos-, determinada
por los tipos de instrumentos de trabajo de aquel tiempo, tenía la forma de
cooperación simple. Emplear la cooperación simple como forma de organización
del trabajo esclavo era no sólo necesario, sino
También posible en virtud de la existencia de grandes masas de esclavos
sometidos incondicionalmente a sus propietarios. Algunos investigadores estiman
que en el siglo V a.n.e. el número de esclavos en el Ática llega a ciento cincuenta
mil. Según datos de los estudios históricos, los esclavos de la antigua Italia, en el
período del florecimiento del Estado esclavista de Roma, oscilaban entre los diez y
los doce millones.
Pese al considerable incremento de la producción artesana y a su indiscutible
progreso técnico, la rama principal de la economía seguía siendo la agricultura. En
ésta, como en la industria, se empleaba la cooperación simple del trabajo del
esclavo como forma orgánica de la producción.
La aplicación del trabajo del esclavo en gran escala creó premisas materiales para
el desarrollo de algunas ciencias naturales y humanísticas como, por ejemplo, las
matemáticas, la física, la astronomía, la mecánica, la medicina y la filosofía,
floreciendo, asimismo, la literatura, el teatro, la escultura y la arquitectura.
El notable progreso logrado en todas las ramas de la economía y la cultura era
una prueba palmaria del incremento de las fuerzas productivas en la sociedad de
la época esclavista.
Este ascenso de las fuerzas productivas fue fruto no sólo de la amplia utilización
del trabajo de los esclavos, sino también de la labor de los productores libres:
campesinos y artesanos. Sin embargo, en aquellos países donde el sistema
esclavista alcanzó mayor florecimiento fue precisamente el empleo de la mano de
obra de los esclavos el factor decisivo del auge de la producción. Aunque el
trabajo de los productores libres desempeñó cierto papel, nunca pasó de ser
secundario.
Queda, pues, sentado que en la época de la esclavitud el trabajo de los
productores tenía dos formas: la de los esclavos y la de los pequeños propietarios
libres (campesinos y artesanos) y que era la mano de obra de los esclavos la que
tenía la importancia primordial en el progreso de la sociedad esclavista. El trabajo
del esclavo se dividía en necesario y excedente, ofreciendo las condiciones
materiales para su explotación.
En consonancia con el estado de las fuerzas productivas de aquella época, se
consolidaron las relaciones de producción esclavistas que, en su forma más
desarrollada, eran relaciones de propiedad privada, relaciones de desigualdad, de
opresión y de explotación basadas en el hecho de que todos los medios de
producción y los propios trabajadores -los esclavos- eran de propiedad absoluta
de los esclavistas, los cuales podían tratar a sus esclavos como a un objeto
cualquiera o a una bestia de carga, con derecho a venderlos, comprarlos,
explotarlos sin misericordia y darles muerte.
Económicamente el régimen esclavista se basaba en la violencia que
representaba obligar físicamente a los esclavos a realizar un trabajo forzado, y en
la apropiación natural y directa de los frutos de su labor por los esclavistas.
Entre los objetos más importantes de la propiedad esclavista figuraba la tierra,
medio de producción universal. En determinadas etapas del modo esclavista de
producción, y en diversos países, la propiedad del suelo tenía formas distintas:
comunal, estatal, eclesiástica y privada. Las tierras de las comunidades, del
Estado y de los conventos eran en esencia formas de propiedad conjunta o, a su
modo, colectiva de los esclavistas. La forma más generalizada de propiedad
territorial esclavista era la privada.
Además de la gran propiedad esclavista existía, bajo el régimen de la esclavitud,
la pequeña propiedad de los productores libres: los campesinos. En el momento
de instaurarse el modo de producción esclavista, y en el primer período de su
existencia, la pequeña propiedad campesina desempeñaba un papel importante
en la producción social. También existía entonces la pequeña propiedad de
artesanos libres en las ciudades que ocupaba un lugar considerable en la
producción social. Conforme va abriéndose paso el sistema esclavista, la pequeña
propiedad campesina y artesana se reduce paulatinamente, pasando, en la
mayoría de los casos, a poder de los grandes propietarios, de los esclavistas ricos.
Al referirnos a la propiedad territorial en la sociedad esclavista, conviene señalar
que ella, por ser una propiedad sobre las condiciones naturales de producción,
representa, como dijo Marx, “simplemente un atributo de la propiedad de
determinadas personas sobre las personas de los productores directos...”
Ello significa que la renta del suelo tenía entonces importancia esencial sólo en el
caso de que sus dueños fuesen también propietarios de los productores, es decir,
de los esclavos.
El hecho de que la propiedad de los medios de producción constituyese un
monopolio peculiar de los esclavistas, si no contamos la pequeña propiedad de los
productores libres -campesinos y artesanos-, denota que la mayoría de los
productores, o sea los esclavos estaba desvinculada de los medios de producción.
Mas para que el proceso de la producción no se interrumpiese había que unir de
una forma especial la mano de obra de los esclavos con los medios de
producción. El esclavo, desvinculado de los medios de producción, era también
objeto de propiedad del esclavista. La esencia económica de esta relación de
propiedad consistía en que el esclavo, mediante la coacción física abierta, era
obligado a trabajar, y de este modo se les vinculaba a los medios de producción,
garantizando la continuidad de ésta en la época de la esclavitud.
Las relaciones de propiedad y la situación de los esclavos y de los esclavistas en
el sistema de producción social derivado de αquellas relaciones determinaban la
índole del intercambio de actividades en la sociedad esclavista.
Estas relaciones tenían ya un carácter clasista, cosa que no ocurría en la sociedad
primitiva, y se basaban en la explotación esclavista.
La división de la sociedad en dos clases fundamentales -la de los esclavos y la de
los esclavistas- fue originada por el desarrollo de la división social del trabajo. Si,
en el caso a que nos referimos, hablamos de la distribución y de la división del
trabajo entre los esclavos y los esclavistas, comprobaremos que eran formas
específicas de la división del trabajo social en trabajo manual e intelectual.
Hacía el trabajo manual el esclavo, mientras que la labor intelectual era privilegio
de los señores, que vivían a costa del producto excedente o plusproducto creado
por el duro esfuerzo físico de los esclavos.
También las relaciones de distribución, derivadas de las relaciones de propiedad,
tenían en la sociedad esclavista un carácter de clase, antagónico, y eran
determinadas por la esencia y las peculiaridades de aquel sistema.
Los esclavistas disponían a su antojo del plusproducto y también, virtualmente, de
una parte del producto necesario creado por los esclavos que trabajaban en el
sistema de producción esclavista.
Además de satisfacer directamente las necesidades personales de los señores, el
producto excedente se destinaba a cubrir necesidades sociales: mantenimiento
del Estado, de sus funciones y de las fuerzas armadas, fomento de la ciencia, de
la instrucción, de la medicina, de la cultura en general y de la propia producción.
Lo que percibían los esclavos representaba el mínimo indispensable para existir y
para mantener la fuerza de trabajo de aquellos seres, que arrastraban una
existencia de bestias de carga o de instrumentos de trabajo parlantes. Pese a ser
el elemento decisivo en el proceso de la producción bajo el régimen esclavista y a
constituir la principal fuerza productiva de la sociedad, carecían de todo derecho
político o jurídico y estaban equiparados a objetos, no a personas. En su mayor
parte, no tenían familia y, lejos de ser dueños de los medios de producción, no lo
eran ni de sus propios brazos. Se trataba al esclavo como a un instrumento de
producción semoviente.
En China, por ejemplo, existía durante la esclavitud el término chu-min, que
significaba literalmente “bestia y esclavo”.3
El crecimiento de las necesidades de la sociedad y el consiguiente progreso de la
producción en sus formas sociales esclavistas incrementaban la demanda de
esclavos.
Según hemos indicado, la fuente principal de obtención de esclavos eran las
guerras, llevadas a cabo con el fin de tomar prisioneros, saquear y someter
territorios ajenos, apoderándose de sus riquezas. Al adquirir un esclavo, el señor
se interesaba ante todo por su vigor físico, su capacidad de trabajo, su resistencia
y sus habilidades. De ello dependía su precio. Definiendo el rasgo más acusado
de la producción esclavista, Marx hacía hincapié en su carácter natural. Decía
que, entre los antiguos, el máximo ideal era una hacienda autárquica, donde la
producción se destinase al consumo interno.
Varios factores determinaban el carácter natural de la producción esclavista.
Primero, el nivel, insuficientemente alto, de las fuerzas productivas de la sociedad
y la división social del trabajo, relativamente poco desarrollada; segundo, el
predominio de la agricultura sobre las restantes ramas económicas, aunque éstas
adquiriesen cierto desarrollo bajo la esclavitud; tercero, la índole restringida y
consumidora de cada una de las haciendas esclavista, donde la mayoría de los
productos en ella elaborados no se destinaban a la venta, sino al consumo interior;
y cuarto, la coacción directa, abierta, extraeconómica, para obligar al productor a
trabajar y, en relación con ella, la apropiación de la fuerza de trabajo, que no era
mercancía. La compraventa de esclavos representaba un modo de redistribuir la
mano de obra, adquirida por los señores reduciendo a la esclavitud a los
prisioneros de guerra.
Los esclavistas y sus ideólogos consideraban algo perfectamente natural la guerra
y la piratería como fuentes de obtención de esclavos.
Una de las principales manifestaciones del carácter consumidor de la economía
esclavista consistía en que una buena parte del plusproducto se destinaba a
gastos improductivos: edificación de suntuosos palacios para los gobernantes y
para los esclavistas ricos o de grandiosos templos para oficios religiosos,
organización de fiestas para celebrar los triunfos de los Estados esclavistas y de
sus caudillos, juegos y espectáculos diversos.
Proclamar el carácter natural de la producción esclavista no significa, en modo
alguno, que las haciendas permaneciesen totalmente encerradas en sí mismas,
que no se fabricasen artículos para la venta o que no existiese el intercambio
comercial. La producción y la circulación mercantiles son, por su esencia misma,
contrapuestas al carácter natural de la producción. El incremento de las fuerzas
productivas de la sociedad y el aumento de la división social del trabajo, con
predominio de la propiedad privada, conducen a que, pese a la índole globalmente
natural de la producción esclavista, adquieran cierto desarrollo la producción de
mercancías y el intercambio comercial.
En este sentido, fue de primordial importancia el desarrollo de las industrias, que
alcanzaron un nivel relativamente alto, sobre todo en las ciudades de Grecia y
Roma.
Paralelamente al incremento de la producción y del comercio progresó la
circulación monetaria. El dinero no es ya tan sólo un equivalente general y un
medio de circulación, sino un medio de apropiación del fruto del trabajo ajeno. Es
decir, en una serie de casos, el dinero comienza a convertirse en capital. Las
formas históricamente primarias del capital radican en el comercio y en la usura.
El capital comercial representaba unos recursos invertidos en el comercio, los
cuales reportaban determinada ganancia a sus poseedores, que, aprovechándose
de sus medios, actuaban de intermediarios en las operaciones mercantiles.
Comprando y revendiendo los artículos, especulando con la diferencia y las
oscilaciones de los precios y a veces engañando fraudulentamente a compradores
y vendedores, los mercaderes se apropiaban parte del producto excedente creado
por los esclavos y del producto de los pequeños campesinos y artesanos.
El capital usurario ha estado siempre entroncado con el comercial. Representa
unos recursos que, empleados como préstamos en dinero, o en medios de
producción, o en artículos de consumo, permiten también apropiarse parte del
producto excedente de los esclavos (si el préstamo ha sido hecho al señor) y parte
del producto de los campesinos y artesanos (si el préstamo les ha sido concedido
directamente a ellos). El procedimiento que el usurero emplea para apoderarse de
los frutos del trabajo ajeno es la percepción de un alto interés usurario. Así, pues,
bajo el imperio del régimen esclavista se verifica un desarrollo de la producción
mercantil y de la circulación de mercancías, las cuales germinaron en la época de
la desintegración del régimen primitivo, y aparecen las primeras formas de capital
de la historia: el capital comercial y el usurario.
Al estudiar las características esenciales de la producción esclavista, las
peculiaridades de la explotación bajo la esclavitud y las fuentes de adquisición de
esclavos, así como el desarrollo del comercio y de la usura en aquella época
conviene tener en cuenta la aparición de un nuevo e importante fenómeno de la
vida económica: las colonias. En un principio, éstas eran poblaciones urbanas,
industriales comerciales formadas por elementos procedentes de diversos Estados
esclavistas en territorios conquistados o recién descubiertos como resultado de
expediciones bélico mercantiles.
Como las colonias pasaron a ser fuentes permanentes de adquisición de esclavos,
su papel en la vida de la sociedad esclavista fue extraordinariamente importante.
Las colonias de los Estados esclavistas de la Antigüedad constituyen en esencia,
un peculiar prototipo de las colonias de los Estados imperialistas de nuestros días
que, pese a sus pomposas declaraciones proclamándose partidarios y defensores
de la civilización y de la libertad de los pueblos, resultan ser, en realidad, igual que
lo eran los Estados esclavistas, instrumento de una opresión cruel e implacable de
los pueblos de los países conquistados.
Por consiguiente, la esclavitud, que era la primera forma de explotación, engendró
formas de opresión y de sometimiento de pueblos enteros como el colonialismo,
definitivamente condenado hoy por la historia.
Como ya dejamos sentado, el trabajo de los pequeños productores libres,
campesinos y artesanos, desempeñó un papel relevante en la vida de la sociedad
esclavista. Interesados directa y materialmente en el fruto de su trabajo -por ser
propietarios de sus pequeñas haciendas-, los campesinos y los artesanos
perfeccionaban paulatinamente los útiles de labor, contribuyendo así al incremento
de la productividad del trabajo social; y es de notar que los adelantos logrados por
ellos en cuanto al perfeccionamiento de los aperos y herramientas eran
frecuentemente empleados en sus haciendas por los grandes esclavistas.
Los campesinos y los artesanos libres venían obligados a pagar impuestos que
recaudaba el Estado para mantener sus organizaciones y sus fuerzas armadas:
ejército y marina. Precisamente eran los campesinos y artesanos libres pequeños
productores dotados de derechos civiles, los que formaban el grueso de las
fuerzas militares, terrestres y marítimas, en el Estado esclavista.
Una importante peculiaridad de la época esclavista era la original coexistencia de
dos tipos de economía: las grandes haciendas de los esclavistas ricos, que
empleaban y explotaban en amplia escala el trabajo de los esclavos, y las
haciendas de los pequeños propietarios, que eran al mismo tiempo productores.
Esta coexistencia resultaba contradictoria por cuanto, de una parte, ambos tipos
de economía estaban vinculados entre sí, complementándose el uno al otro en
todo el sistema de producción social de entonces y, de otra parte, eran
competidores en el mercado. En la rivalidad entablada entre ellos, triunfaban
paulatinamente las grandes haciendas de los señores ricos, y ello, a la postre,
repercutía desfavorablemente en el estado de la producción esclavista en su
conjunto.
Del carácter natural de la economía esclavista se derivaba el importantísimo
hecho de que la reproducción de aquella época fuese eminentemente simple.
El esclavista explotaba a los esclavos, en lo fundamental, sin rebasar los límites
de su propio consumo, y por mucho que aumentasen a veces sus necesidades, en
virtud de la índole parasitaria del consumo, estas necesidades no eran ilimitadas.
Por el contrario, las necesidades de los productores esclavos eran
extremadamente bajas y o no aumentaban o si, en ciertos casos, se observaba un
aumento, éste era muy lento. Con parecida lentitud se elevaban, en líneas
generales, las necesidades de los productores libres, campesinos y artesanos.
Por los motivos expuestos, la producción de bienes materiales no mostraba una
tendencia permanente a crecer de manera ininterrumpida y rápida.
No obstante, la producción de la sociedad esclavista no permanecía estancada,
como tampoco se estanca la de cualquiera otra época histórica: progresaban las
fuerzas productivas y las relaciones de producción, aumentaba la población y se
ampliaban las necesidades de la gente. Este incremento no era notable o sensible
en mayor o menor grado durante la vida de una generación, sino durante la vida
de muchas.
A lo largo de toda la época esclavista se registra un aumento de la producción,
aunque no se trate de un aumento constante; puede afirmares, pues, que, en
determinados casos, tuvo lugar, junto a la reproducción simple, una reproducción
ampliada; pero ésta, sin embargo, no constituyó un fenómeno típico de la sociedad
esclavista ni un proceso único e ininterrumpido. Aunque era preciso reproducir los
medios de producción, el papel primordial lo desempeñaba entonces la
reproducción de los productores directos, de los esclavos, de la fuerza de trabajo.
Ello era debido a que, teniendo en cuenta el estancamiento de la técnica en la
esclavitud, lo esencial para ensanchar la escala de la reproducción -o
sencillamente para llevarla adelante- consistía en incorporar al trabajo un número
de esclavos cada vez mayor. Bajo el régimen esclavista, en el curso del proceso
ininterrumpido de la producción, se reproducen las condiciones económicas de la
esclavitud, pero no pueden ser reproducidos los propios esclavos, por cuanto, en
la escala de toda la sociedad, los libres son convertidos en esclavos, no por
procedimientos económicos, sino mediante la coacción extraeconómica,
mediante la violencia descarada.
Los países en que existía el régimen esclavista ocupaban dilatadísimos espacios,
desde el Océano Atlántico al Pacífico. El nivel de desarrollo de las relaciones
esclavistas así como el grado y las peculiaridades de la producción esclavista eran
distintos en diversos países. Pese a la diversidad de la vida económica y de las
vías de desarrollo de la producción de muchos países en la época de la esclavitud
podemos distinguir dos tipos históricos fundamentales de sociedades esclavistas:
las orientales o como se las llama en ocasiones, las de la esclavitud temprana o
formaciones sociales despótico tributarias, y las grecorromanas, o sociedades de
la esclavitud posterior.
He aquí los rasgos característicos de esa forma de sociedades orientales:
Predominaba en ella, especialmente en los primeros tiempos, no la propiedad
privada, sino la propiedad colectiva de los esclavistas sobre la tierra y otros
medios de producción, así como sobre los productores -esclavos- en la forma de
propiedad comunal o estatal. La esclavitud no estaba desarrollada;
frecuentemente era de índole casi patriarcal; de ahí que las relaciones de
producción de esta sociedad puedan ser definidas como semiesclavistas y
semipatriarcales. Por su volumen, el trabajo de los esclavos en la producción
social no predominaba todavía sobre el de los productores libres y, por otra parte,
el número de esclavos era relativamente bajo. La principal célula de producción en
la agricultura, que, especialmente, en los primeros tiempos, predominaba sobre
las restantes ramas de la economía, era la comunidad rural, en la que subsistían
numerosos vestigios de la época patriarcal. La economía estatal, eclesiástica,
comunal y esclavista de tipo privado tenía un carácter acusadamente natural. Las
relaciones mercantiles sólo comenzaban a surgir, y progresaban lentamente; el
comercio, en la mayoría de los casos, era primitivo, predominando el trueque. El
avance de la producción social era lentísimo, casi inexistente.
En cambio, la sociedad esclavista grecorromana se caracteriza por el hecho de
que la propiedad privada sobre los esclavos y los medios de producción, incluida
la tierra, predominaba sobre las formas de propiedad esclavista colectiva. El
predominio del trabajo de los esclavos sobre el de los productores libres dentro del
sistema de la producción social trajo como consecuencia que el trabajo del
esclavo pasase a ser la base de la existencia de la sociedad. El carácter natural
de la producción esclavista alternaba con la existencia de relaciones mercantiles
bastante desarrolladas, de circulación monetaria y de comercio. El ritmo de
desarrollo de la producción social era más intenso que en las sociedades
esclavistas orientales.
Comparando las dos variedades históricas de la sociedad esclavista, observamos
que en el mundo de Grecia y Roma las relaciones de esclavismo alcanzaron su
mayor madurez y su desarrollo más pleno.
Al igual que en cualquier sociedad clasista, el fin de la producción esclavista
concuerda con los intereses de la clase dominante, que actúa de organizadora de
la producción, ya que los medios de producir le pertenecen a ella, como
propietaria. “Los intereses de las clases dominantes -consignaba Engels- se
convirtieron en el elemento propulsor de la producción, en cuanto ésta no se
limitaba a mantener bien que mal la mísera existencia de los oprimidos”.4
Al incrementarse la producción esclavista, que garantiza la satisfacción de las
necesidades de los señores, florecen el parasitismo y el ocio de la clase
dominante. Modifícanse las necesidades de los esclavistas, que crecen cualitativa
y cuantitativamente. Ello provoca una mayor explotación de los esclavos. La
correlación entre el producto necesario y el excedente constituía la cuota de
explotación de los esclavos. Debido al bajo nivel de productividad del trabajo
esclavo, dicha cuota no era elevada, como tampoco era muy considerable el
propio plusproducto, visto de modo absoluto. No obstante, las riquezas de algunos
Estados esclavistas y de sus gobernantes, las de los templos y las de señores
aislados alcanzaron proporciones colosales. Tal situación se explica porque las
riquezas de los esclavistas eran creadas por grandes masas de esclavos y se
concentraban en manos de pocas personas. La magnitud relativamente pequeña
del producto excedente creado por cada esclavo y el afán de obtener de la
explotación el mayor fruto posible movían a los esclavistas a apropiarse no sólo el
producto excedente, sino incluso parte del producto necesario, aplicando, a tal
efecto, los procedimientos más crueles de explotación y empeorando las
condiciones de existencia de los esclavos. Eran tan brutales los métodos para
extraer producto excedentes a los esclavos, que generaciones enteras de éstos
morían prematuramente. Había un cierto límite para la explotación de los esclavos:
el temor de los señores a verse perjudicados por una enfermedad o la muerte
prematura de aquéllos. La vigilancia de los cautivos por parte de los esclavistas
era enorme.
El producto excedente creado por el trabajo esclavo tenía, en lo fundamental, una
forma natural, y sólo en casos relativamente raros se convertía en mercancía.
Podríamos definir así la ley económica fundamental de la sociedad esclavista:
necesidad objetiva y posibilidad de crear (mediante una presión abiertamente
violenta y extraeconómica, ejercida sobre los esclavos o productores directos para
obligarles a trabajar) un producto excedente, expresado principalmente en forma
natural y aprovechado por los esclavistas para satisfacer sus necesidades.
La ley específica de la distribución en la sociedad esclavista consiste en la
distribución desigual de los bienes materiales creados, cuya mayor parte -el
producto excedente y, virtualmente, cierta parte del producto necesario- va a parar
a poder del esclavista mediante la apropiación directa, y el resto, después de una
redistribución efectuada por los esclavistas, como propietarios de los medios de
producción, del fruto de ésta y de los trabajadores, se destina a los esclavos para
conservar su capacidad de trabajo. Los efectos de la ley de la distribución en la
sociedad esclavista consistían en que los señores se enriquecían mientras que el
nivel de vida de los esclavos se reducía hasta un mínimo tan extremo que sus
condiciones de existencia no eran ya humanas, sino semianimales.
La ley de la población de la sociedad esclavista puede ser formulada del siguiente
modo: incorporación de la mayor parte posible de la sociedad al trabajo forzoso
para garantizar la creación de un producto excedente que va a poder de los
esclavistas, mediante la extrema opresión de esa parte de la sociedad;
crecimiento relativamente lento de la población, debido a la natalidad
relativamente baja y a la gran mortalidad provocada por las frecuentes guerras y
por el trabajo excesivo de una considerable parte de la población, reducida a la
esclavitud.
Como en la sociedad esclavista, pese a la índole natural de la producción en su
conjunto, se habían desarrollado hasta cierto punto las relaciones monetario
mercantiles, tenían vigor en ella las leyes de la producción y de la circulación
mercantiles, aunque la esfera de su vigencia fuese restringida. Las leyes de la
producción mercantil y de la circulación de mercancías que actuaban en la
sociedad esclavista eran, ante todo, la ley del valor y la de la competencia, que se
manifestaban en las relaciones entre los productores de mercancías y en los
mercados interiores y exteriores, y que tenían como consecuencia una cierta
diferenciación entre los productores de mercancías: la ruina de una parte de los
pequeños y la concentración de la riqueza en manos de los grandes.
La sociedad esclavista se dividía en dos clases fundamentales: esclavos y
esclavistas. Existían, según hemos visto ya, dos estamentos fundamentales: el de
los esclavos y el de los libres. Esta división fundamental, clasista y estamental de
la sociedad esclavista estaba refrendada en todos los Estados antiguos por
determinadas normas jurídicas: las leyes de Hammurabi, rey de Babilonia, la
legislación de Atenas, el derecho romano, etc. De acuerdo con estas normas
jurídicas, los esclavos no eran considerados ciudadanos, ni siquiera se les tenía
por personas. Matar a un esclavo o someterlo a cualquier clase de violenia no se
consideraba delito en la sociedad esclavista. Aparte de los esclavos y los señores
existían los campesinos y artesanos libres, así como los comerciantes, entre los
que cabía contar a los usureros. Existía, asimismo, un considerable sector
compuesto por sacerdotes.
Por los intereses de los señores velaba el Estado esclavista. En la Edad Antigua
distinguimos varios tipos de Estados, entre los que citaremos el régimen despótico
oriental con un poder ilimitado en manos del monarca; las ciudades-estados
(Grecia y Roma) con formas de gobierno democráticas y aristocráticas, las cuales
podían tener su expresión ya en la monarquía, yα en la república, siendo de notar
que, en los Estados democráticos, la democracia para la parte libre de la
población se conjugaba con la total falta de derechos de los esclavos. Las
monarquías helénicas y el Imperio Romano fueron tipos especiales de Estado.
Sin embargo, fuesen cuales fueren las formas que adquiriesen los Estados
esclavistas, en esencia eran un aparato de violencia, de dominio clasista, el cual
aseguraba los intereses de los propietarios de esclavos tanto en el interior del país
como en la esfera de las relaciones con los países extranjeros.
La función capital de los Estados esclavistas consistía en mantener a raya a los
esclavos y la mayoría de la población explotada apelando a la violencia armada y
recurriendo a medios como el ejército, la flota, los órganos punitivos y los
tribunales.
Con la función anterior guardaba relación otra de las funciones del Estado
esclavista: la conquista de nuevos territorios, la captura de prisioneros para
reducirlos a la esclavitud, el saqueo de diversos bienes materiales de otros
pueblos y la defensa del territorio y de las riquezas del Estado contra los ataques o
agresiones de otros Estados.
De lo dicho se deduce, por consiguiente, que el papel económico de los Estados
existentes durante la época de la esclavitud consistía en garantizar la
aproximación natural de la fuerza de trabajo de los esclavos por sus propietarios y
asegurar la incorporación abiertamente coercitiva de los productores al trabajo.
Esos eran los rasgos fundamentales del régimen económico de la sociedad
esclavista y las peculiaridades de su desarrollo económico.
3.DESINTEGRACIÓN Y CAIDA DEL MODO DE PRODUCCIÓN ESCLAVISTA.
El modo de producción esclavista imperó en la vida económico-social de la
humanidad a lo largo de un período de tres mil o cuatro mil años. No obstante la
lentitud del desarrollo de la producción, la época esclavista fue un gran paso
adelante en el avance gradual de la sociedad. Ello demuestra que hasta un
determinado momento, las relaciones de producción estuvieron en concordancia
con las fuerzas productivas. Sin embargo, a medida que progresa la sociedad, las
relaciones de producción del régimen esclavista van rezagándose de las fuerzas
productivas y convirtiéndose en una traba para ellas. Madura el conflicto entre las
relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas; se crean las
premisas para una profunda revolución económico-social, para reemplazar el
modo de producción esclavista por otro más progresivo.
En el nexo del productor esclavo con los medios de producción, nexo de carácter
forzoso, se encerraba una irreductible contradicción interna del modo de
producción esclavista: de una parte, el productor esclavo se hallaba totalmente
desvinculado de los medios de producción y no era ni siquiera propietario de su
fuerza de trabajo, mientras que, de otro lado, el esclavo, por ser, como los medios
de producción, propiedad del esclavista, se veía vinculado por la fuerza, mediante
coacción abierta, a los medios de producción. Esta contradicción interna del
vínculo del productor esclavo con los medios de producción constituía el principal
antagonismo de la producción esclavista y se manifestaba en la índole
contradictoria del trabajo durante la época de la esclavitud.
La labor del hombre carecía de todo estímulo interno y de todo interés del
productor por el resultado de su esfuerzo; de ahí que el trabajo se convirtiese, en
la sociedad esclavista, en patrimonio exclusivo de los esclavos, es decir, de las
personas obligadas a trabajar por la violencia.
La índole contradictoria del trabajo de los productores, que en la sociedad
esclavista desarrollada eran principalmente esclavos, residía en que su labor, aun
constituyendo el fundamento de la existencia de aquella sociedad, carecía de todo
aliciente, de todo interés material, y se realizaba como una tarea impuesta y
obligada.
Como los esclavos no tenían interés por su trabajo, éste, por separado, era poco
productivo, aunque diese un producto excedente.
Es característico de la sociedad esclavista el antagonismo entre el productor
esclavo y los instrumentos de producción, que constituyen medios de explotación.
También lo es el contraste de la situación del esclavo en el proceso de la
producción material y en la vida social. El esclavo, que, con su esfuerzo, garantiza
la existencia de la sociedad y su avance, y que es la figura decisiva del proceso de
producción, no puede participar en la vida social, ya que es considerado un objeto,
un instrumento parlante, y está privado de todo derecho.
Una de las principales manifestaciones de la contradicción fundamental del modo
de producción esclavista era el carácter contradictorio de la cooperación simple
del trabajo de los esclavos, contradicción que se hizo notar con especial
intensidad cuando comenzó a decrecer la afluencia de esclavos a las haciendas
de los señores. El contraste entre el trabajo intelectual y el manual, entre la ciudad
y el campo, constituyó también una de las formas en que se manifestaba la
contradicción fundamental del modo de producción esclavista.
Una peculiaridad de este régimen consistía en la coexistencia, contradictoria de
por sí, de dos tipos de economía: las grandes haciendas esclavistas, basadas en
la explotación de los esclavos, y las de los productores libres, campesinos y
artesanos. De una parte, ambos tipos de economía, recíprocamente vinculados,
se complementaban el uno al otro dentro del sistema de toda la producción social,
mientras que, de otra parte, transcurría entre ellos una lucha por el predominio,
por sobrevivir en la competición trabada en el mercado comercial. Para capturar
nuevos esclavos, la sociedad debía mantener guerras casi ininterrumpidas que,
aunque proporcionaban cautivos, quebrantaban los cimientos de la sociedad
esclavista. Mientras los campesinos combatían y capturaban esclavos para los
señores, lo cual robustecía las grandes haciendas, las pequeñas economías
campesinas iban arruinándose y cayendo bajo la férula de los esclavistas. Crease
una especie de círculo vicioso, del que la sociedad esclavista no podía salir. A
aquella sociedad le era también inherente la contradicción entre las metrópolis y
las colonias.
El desarrollo de la producción esclavista, la creciente división social del trabajo y
su especialización suscitaron, como hemos consignado, la propagación de las
relaciones monetario-mercantiles. En conexión con esto surge una contradicción
entre el carácter natural de la producción esclavista mantenido en su conjunto, y la
mercantilización de los artículos. Las relaciones monetario-mercantiles y los
capitales comercial y usurario, ligados a ella, sirven a la producción esclavista
natural, pero al mismo tiempo la descomponen, contribuyendo a su debilitamiento
y a su muerte.
Todas estas contradicciones económicas son manifestaciones multiformes de la
contradicción fundamental del modo de producción esclavista.
De las contradicciones económicas nacieron los antagonismos de clase en la
sociedad esclavista. El principal de todos se encerraba en la contradicción
existente entre las dos clases fundamentales de esta sociedad: los esclavos y los
esclavistas. En las relaciones de clase de la época de la esclavitud ocupaba
también un lugar relevante la contradicción entre los grandes señores esclavistas
y los pequeños productores libres: los campesinos y los artesanos.
Bajo el imperio de la esclavitud, las fuerzas productivas de la sociedad, aunque se
desarrollaban con lentitud, no por ello dejaron de crecer considerablemente,
elevándose hasta un nivel mucho más alto que el del régimen de la comunidad
primitiva. Ello repercutió tanto en la perfección de los útiles de trabajo como en el
mejoramiento de los hábitos productivos del hombre y en la experiencia de éste.
Fue de excepcional importancia para perfeccionar los instrumentos de trabajo la
creciente aplicación del hierro, que, según dijo Engels, desempeñó en la historia
un papel revolucionario. En la esfera de la fundición y la elaboración de metales se
lograron en aquella época notables resultados. s sabido, por ejemplo, que se
crearon mecanismos bastante complejos, los cuales se empleaban en la guerra y
en los espectáculos.
Las relaciones de producción esclavistas van correspondiendo cada vez
menos al grado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y
convirtiéndose en un freno para el avance de la producción.
La crisis del sistema económico esclavista significaba que el trabajo de los
esclavos había dejado de ser rentable. La esclavitud seguía siendo la base de la
producción, pero las posibilidades de reclutar nuevos esclavos y de emplearlos en
el trabajo comenzaban a disminuir. La fuerza de la organización militar de Roma -
la milicia, compuesta de campesinos y artesanos libres- decae paulatinamente,
sobre todo a causa de la ruina de las economías de aquéllos. Ha quedado atrás la
época de las guerras de conquista grandiosas y triunfales. No obstante ciertos
éxitos temporales, militares y políticos, la Roma imperial pasa a la defensiva
respecto a las tribus “bárbaras” que rodean el Imperio Romano y que se
encuentran todavía en la fase de la sociedad primitiva. La defensa tiene cada vez
menos fortuna. En tales circunstancias, el número de esclavos adquiridos en la
guerra es cada vez menor. Todo ello eleva el precio de los esclavos y encarece el
trabajo de los mismos. Las grandes haciendas, asentadas sobre el empleo masivo
del trabajo esclavo, pasan a ser poco rentables. Así surge la tendencia a
fraccionarlas, convirtiéndolas en economías pequeñas, individuales, que estimulen
en cierto modo a los productores interesándoles en el fruto de su labor. Una parte
de los grandes propietarios esclavistas comienza a dividir sus latifundios en
pequeñas fracciones (parcelas), arrendadas a colonos.
Ante todo, se convirtieron en colonos los campesinos libres, que arrendaban la
tierra mediante contrato y que, en un principio, mantenían su libertad individual.
Poco a poco, las deudas de los colonos antiguos campesinos libres a los dueños
del terreno y los actos de violencia por parte de los últimos traen como
consecuencia que aquellos hombres, antaño libres, queden virtualmente sujetos a
la tierra.
Engels aludió a la sujeción de los colonos a la tierra y al hecho de que fuese
posible venderlos junto con su parcela. Los colonos así vendidos no caían en la
situación de esclavos en el sentido integral de la palabra, pero tampoco se
consideraban absolutamente libres. Al mismo tiempo, una considerable cantidad
de antiguos esclavos pasa a la situación de colonos. Los esclavistas, deseosos de
encontrar un procedimiento para estimular el trabajo de los esclavos, comienzan a
emancipar a los más distinguidos, a fin de que el resto no se viese obligado a
trabajar tan sólo por el miedo al látigo del celador, sino también por la esperanza
de conseguir su libertad. Algunos de los libertos transfórmanse después en
colonos. Los señores asientan a parte de los esclavos en parcelas a fin de que
lleven adelante su propia economía, otorgándoles el llamado peculio, es decir,
algunos bienes, la mayor parte de cuyos beneficios pasa a poder del señor.
Poco a poco, la situación de los esclavos asentados por los señores en parcelas
para que lleven su propia economía autónoma va asimilándose a la de los
colonos, que antes eran campesinos libres.
La crisis de la economía esclavista trajo consigo la de la vida político-social. La
agudización de las contradicciones económicas originó un mayor encono de los
antagonismos clasistas y sociales, un recrudecimiento de la lucha de clases, que
alcanzó particular encarnizamiento entre los esclavos y los esclavistas. Las formas
de lucha contra los señores eran: la huida de las haciendas, el sabotaje en el
trabajo, la destrucción de los instrumentos y del ganado de labor y la insurrección
armada. Entre los levantamientos más notables de los esclavos figuran: dos
grandes insurrecciones en la isla de Sicilia (137-132 y 104-100 a.n.e.); el
levantamiento de Aristónico en el Asia Menor (133-129 a.n.e.), el de Saumac en el
Bósforo (108-107 a.n.e.), el de los esclavos campesinos pobres en Henan,
Sichuan y Shandun (China, 22-13 a.n.e.) y otros. Aunque las insurrecciones de los
esclavos acababan siendo aplastadas, no por ello dejaron de tener enorme
importancia histórica, ya que conmovieron los pilares de la esclavitud y
coadyuvaron al tránsito de un nuevo régimen económico-social más progresivo.
Era muy enconada la lucha entre los pequeños propietarios, campesinos y
artesanos libres, de una parte, y los grandes propietarios esclavistas, de otra.
Entre las más acusadas manifestaciones de esta lucha podemos citar el
movimiento de los campesinos romanos encabezados por los hermanos Graco
(133-123 a.n.e.).
Durante los últimos siglos del Imperio Romano estallaron en sus dominios
grandiosas revueltas populares en las que tomaron parte, luchando en conjunto
contra los explotadores, esclavos colonos y campesinos y artesanos libres. Una de
ellas fue la insurrección de los bagaudas en las Galias, que se inició ya a fines del
siglo II de nuestra era y que adquirió su mayor virulencia en los años 270-280, y
otra, la de los campesinos y colonos de África (260-290 de n.e.). Estos
levantamientos populares solían coincidir con pujantes invasiones armadas del
Imperio Romano, lanzadas por las tribus germanas, gálicas, eslavas y otras, que
se encontraban en la fase de la desintegración del régimen gentilicio; todo ello
terminó con la caída del Estado esclavista romano, con el hundimiento de la
esclavitud.
Refiriéndose a la situación creada en vísperas de la caída de la esclavitud, decía
F. Engels: “La esclavitud ya no producía más de los que costaba, y por eso acabó
por desaparecer. Pero al morir dejó detrás de sí su aguijón venenoso bajo la forma
de proscripción del trabajo productivo por los hombres libres. Tal es el callejón sin
salida en el cual se encontraba el mundo romano: la esclavitud era
económicamente imposible, y el trabajo de los libres estaba moralmente proscrito.
La primera no podía ya y el segundo no podía aún ser la forma básica de la
producción social. La única salida posible era una revolución radical”.5
En el año 476 de nuestra era, el Imperio Romano de Occidente, que constituía
parte del Estado esclavista de Roma, fragmentado y reunificado en más de una
ocasión, derrumbóse definitivamente bajo las acometidas conjuntas de las
insurrecciones de los esclavos, de los colonos, de los campesinos y de los
artesanos en el interior, coincidentes con las incursiones de las tribus bárbaras del
exterior. Ello marcaba el desplome del régimen económico-social esclavista, la
muerte del modo esclavista de producción. Los Estados que se constituyeron en el
territorio del Imperio Romano de Occidente, así como el Imperio Romano de
Oriente (Bizancio), que existió todavía durante largo tiempo, tenían como base
económica las relaciones de tipo feudal. El feudalismo, que vino a reemplazar a la
esclavitud, estableció su dominación no sólo en los países del antiguo territorio del
extinguido Imperio Romano, sino en muchos otros de Europa, de Asia y de África.
Vestigios del régimen esclavista se conservaron en mayor o menor grado, en
diversos países, tanto en la época feudal como en la capitalista. En más de una
ocasión, bajo el capitalismo, ha resucitado de una manera o de otra la explotación
esclavista. A este respecto, es un ejemplo ilustrativo la esclavitud de las
plantaciones, que floreció en el siglo XIX en los Estados del sur de Norteamérica,
en varios países de Iberoamérica, de África y de Asia, sometidos al yugo de los
capitalistas extranjeros. Incluso hasta nuestros días ha subsistido el comercio de
esclavos, que sólo en 1948 fue prohibido oficialmente por una resolución de la
O.N.U. Residuos de la esclavitud y de las relaciones patriarcales-esclavistas
existen hoy día en determinados países que aún sufren el vasallaje colonial
impuesto por las potencias imperialistas.
Igual que los restantes modos de producción, el modo esclavista ocupa en la
historia un lugar destacado. El papel histórico desempeñado por él consiste en
que aseguró el paso de la humanidad de su estado primitivo, semianimal, a la
civilización. Una vez agotadas sus posibilidades, el modo de producción esclavista
pereció y vino a sustituirlo un sistema de producción más progresivo: el feudal.
En la sociología burguesa contemporánea está bastante difundida la idea de que
el modo esclavista de producción no constituye una etapa determinada y natural
en el desarrollo del hombre; con ello se pone en tela de juicio la existencia de una
ley general y la inevitabilidad del cambio de una formación económico-social por
otra en virtud del incremento de la producción. Algunos historiadores y
economistas burgueses modernizan la historia antigua, pretendiendo hallar
similitud ente la producción esclavista y la capitalista. Con ello tratan de demostrar
el carácter perpetuo del capitalismo. Otros científicos burgueses se esfuerzan por
negar la existencia de contradicciones económicas y de clase en la sociedad
esclavista, con el fin de velar la fatalidad objetiva de la lucha de clases en las
sociedades explotadoras.
El materialismo histórico, refutando estas y otras tesis del pensamiento burgués
sobre el régimen esclavista ha revelado de manera convincente, mediante el
análisis de los hechos históricos, la esencia del modo de producción esclavista, las
contradicciones económicas y de clase que le son inherentes y las peculiaridades
de la explotación esclavista, estudiando este sistema de producción en su
dinámica: su aparición, su desarrollo y su muerte.
La sociología científica muestra la necesidad objetiva de la existencia del modo
esclavista de producción y el lugar que éste ha ocupado en la historia.
CAPITULO 9
EL MOD DE PRODUCCION FEUDAL
1. APARICION DEL MODO DE PRODUCCIÓN FEUDAL.
El modo de producción feudal constituyó una etapa bien definida en el avance de
la sociedad humana, y su aparición fue un fenómeno histórico-natural del
desarrollo económico-social.
Es propio del feudalismo un sistema específico de explotación de los productores
directos, personalmente subordinados a los señores feudales, que tiene como
cimiento el predominio de la propiedad feudal sobre los medios de producción y,
ante todo, sobre la tierra. El modo de producción feudal vino a reemplazar al
esclavista. En aquellos países donde, a causa de las peculiaridades de su
evolución histórica, no se había constituido aún el sistema de la esclavitud, el
feudalismo sustituyó al régimen de la comunidad primitiva.
Los distintos pueblos pasaron al feudalismo por diversos caminos; sin embargo,
pese a esta diversidad y a las específicas condiciones del nacimiento de la
sociedad feudal en distintos países, las principales características económicas de
este proceso fueron idénticas en todas partes: primero, creación de la gran
propiedad territorial y, segundo, transformación de los productores directos en
siervos, dependientes de los señores feudales.
La gran propiedad latifundista, cimiento económico del régimen de producción
feudal se creó debido a que, al disgregarse la comunidad rural o el régimen
esclavista, las tierras comunales y las propiedades campesinas que se habían
desprendido de las comunidades, así como los diversos tipos de propiedad
territorial del régimen esclavista (allí donde existía una esclavitud desarrollada),
pasaron a manos de la aristocracia seglar y eclesiástica, que iba feudalizándose y
a la cual pertenecían los jefes de los Estados que se formaban, sus allegados, los
gobernadores civiles y jefes militares, algunos esclavistas y el alto clero. En
determinados casos, las parcelas campesinas pasaron a manos de labradores
más pudientes que, en virtud de una serie de motivos, se habían separado de las
comunidades y habían ampliado sus tierras a expensas de los vecinos arruinados.
Durante la época feudal, la forma más desarrollada y perfecta de la propiedad de
la tierra eran los llamados feudos, de donde procede el nombre de feudalismo, que
se da al régimen económico social basado en haciendas de este tipo.
La época en que impera el régimen de producción feudal abarca un largo período.
En Europa occidental, donde el feudalismo asumió sus formas más clásicas, duró
más de mil años. A la época feudal suele dársele el nombre de Edad Media.
En Europa occidental podemos distinguir, sobre poco más o menos, las siguientes
etapas del sistema feudal: primero, la Alta Edad Media (siglos V a X), que se
caracteriza por la fundación de la propiedad feudal y por la paulatina reducción a
la servidumbre de los campesinos de las comunidades libres y de los antiguos
esclavos y colonos; segundo, la Edad Media propiamente dicha (siglos XI al XV),
período de apogeo del feudalismo, y tercero, la Baja Edad Media (fines del siglo
XV a mediados del XVII), que es el período de desintegración del feudalismo y de
la gestación en su seno de las nuevas relaciones capitalistas.
Por lo que respecta a Rusia, el feudalismo existió aproximadamente desde el siglo
IX hasta la segunda mitad del XIX; en la Transcaucásica, desde el siglo IV hasta la
segunda mitad del XIX, y en el Asia central, desde los siglos VII u VIII hasta
comienzos del XX. En China, el modo feudal de producción se estructuró durante
el período de la dinastía de los Jan (año 206 a.n.e. hasta el 220 de n.e.) y existió
hasta comienzos del siglo XX.
Marx y Engels, que atribuían singular trascendencia a factores políticos como las
guerras de conquista de las tribus germánicas y esclavas contra la Roma
esclavista para la implantación y triunfo del modo de producción feudal,
consideraron siempre que el feudalismo se basaba en el desarrollo de las fuerzas
productivas y de las necesidades materiales de la sociedad.
“El carácter de la conquista -escribían Marx y Engels-viene determinado por el
objeto de la misma... El feudalismo no
fue trasplantado de Alemania como una cosa hecha; su origen arranca de la
organización militar de los bárbaros durante la propia conquista, y sólo después de
la conquista, esta organización, gracias al concurso de las fuerzas productivas
halladas en los países conquistados, se convirtió en feudalismo auténtico”.
Las tribus que poblaban la Europa oriental y septentrional, es decir, las eslavas y
algunas germánicas, pasaron al feudalismo directamente del régimen comunal
gentilicio, eludiendo la fase de la esclavitud desarrollada. A causa de las
peculiaridades de su evolución histórica y de las condiciones específicas de la vida
material de la sociedad, eslavos y germanos desarrollaron sus fuerzas productivas
con posterioridad a las tribus mediterráneas y orientales, hasta un grado que
determinó el paso del régimen gentilicio sin clases a un régimen clasista de
propiedad privada.
Hacia los siglos VIII y IX, cuando entre las tribus de la Europa oriental y
septentrional comenzó la desintegración del sistema gentilicio y nacieron elemento
de un régimen clasista, la esclavitud grecorromana desarrollada se había
derrumbado en Europa; no existían ya las relaciones esclavistas, reemplazadas
por las nuevas relaciones feudales. En tales circunstancias históricas, el
establecimiento de las formas desarrolladas de la esclavitud hubiera sido para las
tribus eslavas y germánicas un fenómeno regresivo, desacorde con el avance
general de la historia, que ya había condenado el modo esclavista de producción
por tratarse de una etapa caduca de la vida económica y material de la
humanidad.
Entre los pueblos de Europa oriental y septentrional, la comunidad resultó ser, por
sus vínculos gentilicios, más fuerte y, por consiguiente, más duradera que en
Europa occidental, lo cual no pudo por menos de frenar allí el proceso de
feudalización. El incremento de la gran producción agrícola sobre una base feudal
chocaba con el obstáculo que oponían las condiciones naturales. Sin embargo,
pese a lo peculiar de las circunstancias, también allí se formó la propiedad feudal
de la tierra. Entre los eslavos, fueron, ante todo, los jefes de las comunidades
rurales y los reyezuelos de las tribus quienes, apoderándose de grandes
extensiones de terreno, se convirtieron en señores feudales.
Posteriormente, durante el período de constitución del Estado ruso centralizado,
en los siglos XV y XVI, los grandes príncipes y los zares comenzaron a repartir las
tierras, incluidos los campesinos que las poblaban, entre sus allegados y
palaciegos, los cuales, en compensación, habían de prestar el servicio militar. La
propiedad feudal en Rusia adquirió dos formas fundamentales: la vótchina, o
heredad patrimonial, y la pomestie, o hacienda otorgada por merced real. Poco a
poco, ambas van fundiéndose hasta constituir una propiedad feudal única,
semejante, en esencia, al feudo de Europa occidental. Paralelamente a la creación
de la propiedad feudal, los campesinos van siendo reducidos a la servidumbre,
pese a su tenaz resistencia. En comparación con Europa occidental, el proceso
fue aquí mucho más prolongado. Correspondió un importante papel al Estado
absolutista centralizado. Solamente en la segunda mitad del siglo XVI, un decreto
zarista prohibió a los siervos pasar de la propiedad de un terrateniente a la de otro,
con lo cual se consumó su reducción a la servidumbre.
La consolidación del feudalismo en los países que pasaron directamente a él
desde el régimen gentilicio recibe, a veces, la denominación de “variante eslava de
la génesis del sistema feudal", mientras que a la génesis del feudalismo en los
países europeos occidentales, que integraban el Imperio Romano hasta el
derrumbamiento de la esclavitud, se le da el nombre de “variante romano-
germana”.
No sólo Rusia pasó directamente del régimen gentilicio al feudal: el mismo
fenómeno se verificó en Polonia, Bohemia, Servia, Hungría, Estonia, Letonia,
Lituania, parte de Alemania, los países escandinavos, Inglaterra, Irlanda y
Escocia.
Concurrieron, asimismo, circunstancias específicas en el establecimiento del
régimen de producción feudal en Oriente (India, China, Babilonia y otros países),
donde el paso al feudalismo fue originado por la evolución de la esclavitud oriental.
Fueron características de estos países la decisiva importancia de los
sistemas de riego, la gran consistencia de la comunidad y el predominio de la
propiedad territorial de los jefes de Estado, de los reyes déspotas. Igual que en el
régimen de la esclavitud, el Estado era despótico. Precisamente este tipo he
Estado desempeñó en Oriente el papel principal para vencer la resistencia de la
comunidad rural contra la reducción de los productores directos de la servidumbre.
Por lo que se refiere a los pueblos nómadas de Asia (turcos, mongoles, árabes,
persas, kazajos y otros), que no atravesaron la fase correspondiente al régimen
esclavista de producción, la aparición del feudalismo tuvo peculiaridades
especialmente características.
2. RASGOS FUNDAMENTALES DEL MODO DE PRODUCCION FEUDAL.
El modo de producción feudal, como cualquiera otro modo de producción,
representaba una peculiar unidad de las fuerzas productivas con las relaciones de
producción de la sociedad, muy características para cierta época de la historia de
la humanidad, y apareció como la forma específica de resolver las contradicciones
que se habían acumulado en el seno de las sociedades precedentes.
Dentro de la sociedad feudal, las fuerzas productivas se caracterizaban por la
supremacía de la agricultura sobre la industria y, en relación con esto, del campo
sobre la ciudad, fenómeno que perduró hasta el fin de la época feudal, aunque, en
el período de la Baja Edad Media, las industrias, y las ciudades con ellas,
adquirieron incremento considerable.
Consolidado el régimen feudal, progresaron todas las ramas de la agricultura.
Perfeccionáronse los instrumentos de producción y los métodos de cultivo de la
tierra. El mejoramiento de los aperos ejerció influencia decisiva en el avance de
las labores agrícolas. Una de las principales manifestaciones de este
perfeccionamiento fue la mejor técnica de la fundición y de la elaboración de
hierro, que trajo consigo la difusión de diversos tipos de arados y de otros
instrumentos de metal. Por entonces se inventó el molino de viento y se
perfeccionó el de agua, así como la prensa para la uva y algunos otros
dispositivos y mecanismos.
En virtud del progreso de los instrumentos de labor, la economía agrícola se eleva
a un nivel superior bajo el feudalismo. Va imponiéndose poco a poco la rotación
trienal de cultivos, aparecen nuevas ramas de la horticultura y de la fruticultura, la
pradización, la viticultura, la vinicultura y la oleicultura. Se registra un notable auge
de la ganadería, particularmente de la cría caballar, circunstancia esta última
vinculada a las actividades militares de los señores feudales.
Tras el desarrollo y la intensificación de la agricultura, empiezan a renacer y a
crecer paulatinamente las industrias, totalmente sofocadas durante el período de
declive y muerte del régimen esclavista. Al unísono con la agricultura,
perfecciónanse los instrumentos de trabajo de los artesanos, mejoran los
procedimientos de elaboración de la materia prima y se acelera el proceso de
especialización de los oficios, cuyo incremento conduce, en determinada etapa de
la sociedad feudal, a una nueva separación entre las industrias y la agricultura,
que ya se había producido en la época del establecimiento del régimen esclavista.
La separación de las industrias artesanas de la agricultura representó uno de los
momentos cruciales en el desarrollo de las fuerzas productivas durante la época
feudal y en la división social del trabajo, lo cual tuvo su exponente más expresivo
en la creación de las ciudades feudales, en la separación de la ciudad y el campo.
Al carácter y al nivel de las fuerzas productivas de la sociedad feudal
correspondían las relaciones feudales de producción, es decir, un régimen
económico de la sociedad perfectamente determinado. La base de las relaciones
feudales de producción, como la de cualesquiera otras, radicaba en la propiedad
de los medios de producción. Las relaciones de propiedad constituían el rasgo
principal y determinante de la producción. Como lo que caracteriza al feudalismo
es el predominio de la agricultura sobre la industria, la propiedad del medio
fundamental de producción -la tierra- adquiría excepcional trascendencia para la
vida económica de la sociedad. Marx subrayaba la importancia de la propiedad del
suelo bajo el feudalismo y decía que “la propiedad territorial era el auténtico
cimiento de la sociedad feudal del Medievo”.2
Un elemento característico del régimen feudal era el monopolio de los grandes
propietarios sobre la tierra; así los productores directos o sea los siervos
carecían de toda propiedad territorial.
De por sí, la propiedad feudal, privada por su contenido económico-social, no era,
sin embargo, una propiedad incondicionalmente privada. Por el contrario, le era
inherente una condición muy bien definida: cada señor feudal recibía la tierra de
manos de otro señor siempre y cuando adquiriese determinados compromisos; se
comprometía a servirle, a participar en sus campañas bélicas y, a veces, a
ayudarle con su consejo y con sus medios pecuniarios si llegaba el caso. En virtud
de esta peculiaridad de la propiedad de las tierras feudales, se creaba una especie
de escala de dependencia de unos señores respecto de otros. De ahí el sistema
jerárquico, signo característico del régimen feudal, sancionado jurídicamente, en
particular en lo que se refiere al feudalismo europeo.
El fraccionamiento político de los Estados feudales tiene su origen en la
desmembración de la propiedad feudal en los países europeos. En Oriente, y
sobre todo durante el período primero del feudalismo, e incluso durante la época
de madurez de este régimen, las peculiaridades específicas de la vida material de
la sociedad hicieron que la propiedad feudal no siguiese, en la mayoría de los
casos, el camino de la división de la tierra entre señores feudales aislados, sino el
de la observación y el mantenimiento de la propiedad feudal estatal sobre la tierra
y los canales, depósitos de agua e instalaciones de riego. Esta es la razón de que
en Oriente no se observase el fraccionamiento político, sino la centralización de
los Estados feudales, particularmente en el primer período del feudalismo.
La mayor parte de la tierra, propiedad de los señores, se componía de numerosas
parcelas que los propietarios otorgaban en usufructo perpetuo a los siervos de la
gleba, lo que permitía a éstos mantener su economía en las pequeñas haciendas
individuales. Por consiguiente, durante la época feudal, el productor no es dueño
de la tierra, sino un usuario, que se limita a cultivarla. Conviene tener presente que
los señores feudales eran propietarios no sólo de la tierra, sino de los restantes
medios de producción.
Paralelamente a la propiedad feudal, existía la individual de los productores
directos, campesinos y artesanos, sobre los medios de producción. Cada
campesino disponía, en propiedad privada, de pequeños aperos o incluso de
instrumentos de trabajo artesano, de ganado, aves de corral, simientes, forraje,
vivienda, locales de explotación, enseres, etc.
También los artesanos de las ciudades poseían una propiedad privada consistente
en instrumentos de trabajo, reservas de materia prima para la fabricación de
diversos artículos, según la profesión, de una casa y de locales de trabajo.
Algunos medios de producción indispensables eran de propiedad comunal: los
pastizales, las carreteras, los pozos, etc.
El usufructo de la tierra por los siervos de la gleba representaba una forma
específica de vincular los productores directos a los medios fundamentales de
producción, a la tierra; y su propiedad individual sobre los aperos de labranza, el
ganado y los locales constituía la forma de unir a los productores con los restantes
medios de producción.
Era característico del régimen feudal la combinación de la propiedad feudal de la
tierra y de algunos otros medios de producción con la propiedad individual de los
productores directos, campesinos y artesanos.
El monopolio de los señores feudales sobre la tierra, medio fundamental de
producción, determina la dependencia económica del campesino respecto del
señor feudal, es decir, tiene lugar una coacción económica especial.
Sin embargo, el hecho de que los campesinos poseyeran economías individuales
y disfrutaran de cierta independencia en cuanto a la producción se refiere, hacía
que la sola coacción económica o la dependencia económica no bastara para que
se llevase a efecto el proceso de producción en el feudalismo. La coacción y la
dependencia económicas iban acompañadas de una presión violenta, descarada,
no económica, para obligar a los labriegos a trabajar en los terrenos de los
propietarios feudales. Lenin indicaba al respecto: “Si el terrateniente no hubiera
dispuesto de autoridad directa sobre la persona del campesino, no habría podido
obligar a trabajar para sí a un hombre dotado de tierra y dueño de su economía.
Era necesaria, por consiguiente, la <coacción extraeconómica>, como dice Marx
cuando caracteriza este régimen económico... Las formas y el grado de coacción
pueden ser los más diversos, comenzando por el derecho de servidumbre y
terminando por la desigualdad estamental del campesino.”3
La dependencia económica territorial de los campesinos respecto de los señores
feudales, dueños de la tierra, unida a la coacción extraeconómica, constituía el
sistema de dependencia feudal de los campesinos.
Si ahora nos imaginamos las relaciones sociales imperantes bajo el modo feudal
de producción, es decir, en el seno de la clase de los propietarios feudales de la
tierra, relaciones caracterizadas como una escala jerárquica y el sistema de
dependencia de los productores directos (campesinos y artesanos) respecto de los
señores feudales, podemos definirlas en su conjunto como relaciones de
dependencia personal. “Aquí, el hombre independiente ha desaparecido; todo el
mundo vive sojuzgado: siervos y señores de la gleba, vasallos y señores feudales,
seglares y eclesiásticos. La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las
condiciones sociales de la producción material como las relaciones de vida
cimentadas por ella”.4
La dependencia personal que impera en el feudalismo no representa otra cosa
que relaciones directas de dominio y subordinación. La dependencia personal de
los siervos respecto de los señores, su sometimiento y su obligación de
permanecer atados a la tierra -propiedad de los señores- significaban que bajo el
feudalismo existía, en esencia, peculiares relaciones de propiedad incompleta de
los señores feudales sobre los siervos de la gleba.
El trabajo excedente de los campesinos, que cultivaban la hacienda del señor, o el
plusproducto creado en la propiedad de aquél y aprovechado por el señor
valiéndose de las relaciones de dependencia personal forman la llamada renta
feudal del suelo. La renta del suelo expresa una relación social entre los hombres
y una relación entre ellos y la tierra como objeto de propiedad.
La renta feudal del suelo forma económica de realización de la propiedad feudal
sobre la tierra representaba un conjunto de tributos que los siervos pagaban al
terrateniente. Los tributos y los impuestos absorbían el trabajo excedente del
siervo que, por depender del señor feudal, se veía obligado a entregarle todo el
fruto de su labor por encima del mínimo necesario para su existencia, para la
existencia de su familia y para la reproducción de la economía. Durante el período
de auge del feudalismo, la renta del suelo tenía tres aspectos fundamentales: la
prestación personal (llamada en Rusia bárschina), la renta en especie y la renta en
dinero. En Europa, durante los primeros tiempos del régimen feudal, estaba
difundida la prestación personal, aunque ya entonces comenzó a aplicarse la renta
en especie y, en algunos casos, la renta en dinero. Durante el período del apogeo
del feudalismo no predominaba ya la prestación personal en muchos países
europeos sino la renta en especie, y luego la renta en dinero.
Cuando impera la prestación personal, el campesino trabaja, con sus propios
aperos (el arado, los animales de labor, etc.), tres días por semana, o aún más, en
la hacienda del señor, y el resto lo dedica al cultivo de su propia economía.
Con la prestación personal, el trabajo necesario y el trabajo excedente del siervo
estaban perfectamente delimitados en tiempo y espacio. Las esferas a que
abarcaba la prestación eran amplísimas. Los siervos araban y sembraban,
recogían la cosecha, apacentaban el ganado, hacían de carpinteros, talaban
bosques o acarreaban con sus bestias productos agrícolas y materiales de
construcción para el señor.
En la mayoría de los casos, al siervo le quedaba poquísimo tiempo para cultivar su
parcela. El gran escritor y revolucionario ruso A. N. Radíschev mostró en toda su
terrible desnudez el estado de opresión de los siervos en las páginas de su
famoso libro Viaje de San Petersburgo a Moscú. Como el labriego tenía que
dedicar tanto tiempo a trabajar en la hacienda del señor, consagraba a la suya las
noches y los domingos. Sólo cuando cultivaba su tierra tenía interés en elevar el
rendimiento. Por el contrario, durante la prestación personal, o sea cuando
trabajaba para el terrateniente, el siervo carecía de estímulo. Con tal motivo, los
señores feudales tenían vigilantes, que obligaban a los siervos a laborar sin
descanso.
La prestación personal es la forma más simple y más primitiva de las rentas.
Según Marx, los días de prestación a la semana se establecían con precisión y se
mantenían como magnitud permanente, sancionada por el derecho
consuetudinario o por la ley escrita. “En cambio, la productividad de los restantes
días de la semana, de que puede disponer por sí mismo el productor directo,
constituye una magnitud variable, que se desarrollará necesariamente en el
transcurso de su experiencia”.5 Con ello Marx indica la posibilidad y hasta la vía
de desarrollo de las fuerzas productivas bajo el régimen de la prestación personal.
También Lenin dedicó gran atención a las formas de la renta feudal, y en particular
a la prestación personal. Refiriéndose a la bárschina, consignaba Lenin que, con
este sistema, toda la tierra se divide en señorial y sierva, el producto va a manos
del terrateniente, y el trabajo excedente se separa espacialmente del necesario.
Lenin citó los siguientes factores y condiciones del sistema de predominio de
bárschina: a) preponderancia de la economía natural; b) el productor directo está
dotado de tierra, mientras que bajo el capitalismo estará separado de ella; c)
dependencia personal del siervo respecto del terrateniente, y g) estado rutinario de
la técnica.
A lo largo del ulterior desarrollo de la sociedad feudal, la prestación personal va
siendo sustituida por la renta en especie, por el tributo natural. Con este sistema
de renta, el siervo de la gleba viene obligado a suministrar regularmente al señor
una determinada cantidad de trigo, de ganado, de aves y de otros artículos
agrícolas. La renta en especie solía combinarse con ciertos vestigios de la
prestación personal, es decir, con el trabajo del siervo en la finca del terrateniente.
Con el sistema de la renta en especie el siervo empleaba su trabajo, tanto el
necesario como el excedente, a su libre albedrío. El trabajo necesario y el
excedente no se distinguía ya de manera tan palpable como con el sistema de la
prestación personal. Ahora el siervo era más independiente, lo que creaba cierto
estímulo para el incremento de la productividad del trabajo. El establecimiento de
la renta en especie guardaba relación con el aumento de las necesidades de la
sociedad y con el crecimiento de la productividad del trabajo social.
Según indicaba Marx, la renta en especie sigue implicando un carácter natural de
la economía, es decir, presupone que lo necesario para la vida se produce,
totalmente o en su mayor parte, dentro de la propia hacienda, compensándose y
reproduciéndose directamente con el producto global de aquélla. Esta renta lleva
aparejada, además, la unión de la industria doméstica aldeana con la agricultura.
Con la renta en especie, el productor dispone de mucho más espacio para su
iniciativa, para obtener más productos de los que él mismo necesita y de los que
debe entregar al señor como tributo. Aquí aparecen y se desarrollan las
posibilidades de una diferenciación económica, es decir, de la desintegración de
los siervos. Dentro del régimen feudal, la renta en especie es la que tuvo más
preponderancia y adquirió mayor desarrollo.
En la siguiente fase del feudalismo, cuando, en virtud del auge de la producción
adquirieron mucho mayor difusión las relaciones mercantiles-monetarias,
verificose el tránsito paulatino a la tercera forma de renta feudal, a la renta en
dinero, la cual tiene la forma de tributo monetario. “Aquí, el productor directo paga
a su terrateniente (ya se trate del Estado o de un particular), en vez del producto,
su precio correspondiente. No basta, pues, con que quede un remanente de
producto, en su forma natural; es necesario que abandone esta forma natural para
adoptar forma de dinero. Aunque el productor directo sigue produciendo por sí
mismo, al igual que antes, la mayor parte por lo menos de sus medios de
subsistencia, ahora una parte de su producto tiene que convertirse en mercancía y
producirse como tal. Cambia, por tanto, en mayor o menor medida, el carácter de
todo el régimen de producción. Este pierde su independencia; ya no se halla
desligado de la trabazón social”.6
En virtud del aumento de la productividad suscitado por el afianzamiento del nuevo
régimen feudal, comenzaron a cobrar nueva vida las ciudades supervivientes de la
época anterior. Aparecen otras nuevas, sobre todo en las arterias acuáticas o en
las carreteras frecuentadas por las caravanas. Así surgieron, por ejemplo, Kíev,
Pskov, Nóvgorod, Vladímir y otras. También se crearon poblados de artesanos en
torno a los castillos feudales y a los monasterios; otras ciudades se formaron al
ensancharse las aldeas grandes.
Poco a poco, con el aumento de la productividad del trabajo artesano, éste pasa a
ser cada vez más rentable.
Perfecciónase el arte de los menestrales, y los terratenientes feudales comienzan
a comprar con creciente frecuencia en la ciudad artículos de artesanía, ya que los
que producen los siervos, que trabajan dentro de las haciendas, no satisfacen las
necesidades de la aristocracia feudal.
Los ciudadanos pagaban a los dueños de la tierra en que se hallaba la ciudad una
serie de tributos, una renta en especie o en dinero, y acataban su autoridad y la de
sus tribunales. Paulatinamente, las villas o ciudades fueron robusteciéndose en el
sentido económico y, por consiguiente, también en el político. Apoyándose en la
creciente fuerza de las ciudades, sus habitantes entraban en lucha contra los
señores feudales de cuya autoridad dependían, lucha que en diversos países
adquiría, de acuerdo con las condiciones históricas de la evolución de los mismos,
formas diversas, desde acciones armadas hasta el rescate, por dinero, de fueros y
privilegios.
En unos casos por la fuerza, y en otros mediante rescate, las ciudades iban
consiguiendo su independencia, su derecho a administrarse, a crear sus propios
tribunales, a acuñar moneda y a recaudar impuestos. Principalmente, la población
de las ciudades se componía de artesanos y comerciantes. En muchas de ellas
hallaban asilo aquellos siervos que huían de las haciendas de los terratenientes.
Por aquel entonces se decía: “El aire de la ciudad hace libre al hombre”.
El aumento de la competencia entre los artesanos, la rivalidad de éstos con los
siervos fugitivos que acudían a las ciudades y la necesidad de reforzar la lucha
contra la explotación y las arbitrariedades de los señores, obligó a los artesanos a
agruparse en los llamados gremios, corporaciones especiales integradas por los
artesanos de la misma especialidad y de las que sólo podían ser miembros de
pleno derecho los maestros. El maestro disponía de un pequeño taller donde
trabajaban oficiales y aprendices, en número reducido.
Las corporaciones gremiales velaban celosamente por que se respetase la
exclusiva de sus miembros para practicar un oficio determinado y reglamentaban
el proceso de producción: establecían la duración de la jornada, el número de
oficiales y de aprendices que había de tener cada maestro, la calidad de las
materias primas y de los productos manufacturados, así como los precios a que
debían venderse, y a veces compraban y distribuían en conjunto las materias
primas. Tan estricta reglamentación tendía a que ninguno de los maestros pudiera
destacarse de los restantes miembros de la corporación y elevarse sobre ellos.
Los gremios eran asimismo sociedades de ayuda mutua y también agrupaciones
religiosas y políticas de los artesanos. Estaban gobernados por síndicos, elegidos,
y poseían sus estatutos.
Los gremios surgieron en Italia y en Bizancio en los siglos IX y X, y
posteriormente, en los restantes países europeos, incluida Rusia. En los países
orientales surgieron antes de que en Europa.
Las corporaciones gremiales eran una forma feudal de organización de las
industrias con el sistema jerárquico propio de aquel régimen, y en los primeros
tiempos desempeñaron un papel, positivo, contribuyendo a la consolidación y al
incremento de la industria urbana. La división del trabajo entre los distintos
gremios de las ciudades avanzó de manera bastante considerable, pero, en
esencia, no existió dentro del taller. Sobre la base del crecimiento de la división del
trabajo progresaron la producción mercantil y el comercio.
Cuando la producción mercantil crece, aunque lentamente, y cuando los mercados
van ensanchándose, los gremios empiezan a convertirse en un freno para las
fuerzas productivas de la ciudad. La rigurosa reglamentación del trabajo impuesta
por las corporaciones gremiales traba la iniciativa de los productores y el
desarrollo de la técnica. A fin de restringir la competencia en el seno de los
gremios, estos últimos comienzan a oponer toda clase de obstáculos a los
oficiales y aprendices que desean convertirse en maestros.
Uno de los efetos de la sucesiva división del trabajo fue la separación entre la
producción y la circulación dentro de las ciudades, la aparición del comerciante.
Ello fue de singular trascendencia para acelerar el ascenso económico de las
ciudades y de la sociedad en su conjunto. Con la expansión del comercio, las
villas entablan vínculos cada vez más estrechos entre sí, y así desaparece la
limitación local. En consonancia con la estructura feudal de la propiedad de la
tierra y con la organización gremial corporativa de las industrias urbanas se crea
una organización determinada en la esfera del comercio llamada corporación. Las
corporaciones comerciales, es decir, las agrupaciones de comerciantes, cuyo fin
era el de combatir la competencia de los comerciantes de fuera, reglamentar las
pesas y las medidas y defender los intereses de los comerciantes frente a los
señores feudales, existieron, casi por doquier, en la época del feudalismo.
Su existencia en los países de Oriente se conoce desde el siglo IX y X, y en Rusia
desde el siglo XII. Durante la época en que se consolidó el predominio del
feudalismo, el volumen del comercio internacional de la Antigüedad fue
considerablemente rebasado.
Durante los siglos IX y X alcanza particular desarrollo el comercio entre los países
de Oriente y Europa, con activa intervención del Estado ruso de Kiev. Las
ciudades de Nóvgorod, Pskov y Moscú mantenían animado tráfico comercial con
los países de Asia y de Europa occidental en los siglos XIII y XIV.
A la expansión del comercio internacional y a la penetración de los traficantes
europeos en los mercados del Mediterráneo oriental contribuyeron poderosamente
las cruzadas emprendidas por los Estados feudales de Europa y por la Iglesia
católica del siglo XI al XIII. En las cruzadas participaron de manera muy activa las
ciudades-estados comerciales italianas de Génova y Venecia.
En el norte de la Europa occidental se constituyó en el siglo XIV una poderosa
alianza comercial de varias ciudades: la Hansa alemana, que a lo largo de los dos
siglos siguientes agrupó a los comerciantes de cerca de ochenta ciudades de
diversos países europeos, entre las que figuraban Hamburgo, Bremen,Lübeck,
Amberes, Estocolmo, Bergen, Nóvgorov, Londres y otras.
Convertidas en centros de la industria y del comercio, las ciudades progresan con
mucha mayor rapidez que el campo; el desarrollo de las fuerzas productivas es
mucho más rápido, y las ciudades constituyen el motor de la producción mercantil.
Según comprobamos anteriormente, la hacienda feudal, que englobaba la
economía del señor y la del campesino, era relativamente independiente respecto
de las condiciones circundantes y constituía un organismo productor-consumidor
más o menos autónomo. A ello se debió el carácter natural de la producción
agrícola durante la época de auge del feudalismo. También era de índole natural
la economía de los artesanos de las ciudades feudales.
El incremento de la producción y el desarrollo de la división social del trabajo, que
se observó ante todo en las ciudades, y luego en el campo, originaron el aumento
de la producción mercantil y de la circulación de mercancías, así como la difusión
de las relaciones monetario-mercantiles en la sociedad feudal. La existencia y el
funcionamiento del capital comercial y del capital usurario en el apogeo del
feudalismo guardan relación con el desarrollo creciente de las relaciones
monetario mercantiles.
Al hablar de la producción y de la circulación mercantil y de las relaciones
monetario-mercantiles en la sociedad feudal, siempre hemos de tener en cuenta
que, a pesar de cierto auge experimentado por la producción mercantil bajo el
feudalismo, a éste le era inherente, en líneas generales, el carácter natural de la
producción. La producción mercantil desempeñó en la época feudal un papel
secundario respecto de la producción natural, que era la predominante.
La producción feudal tendía a obligar a los productores directos, los siervos de la
gleba, a proporcionar, mediante el trabajo forzoso, un producto excedente
destinado a satisfacer las necesidades de los señores, que se lo apropiaban en la
forma de la renta feudal. El contenido material de este producto adicional consistía
en ser un valor de uso, es decir, un objeto capaz de satisfacer, gracias a su
determinada forma natural, las necesidades correspondientes de los señores
feudales.
Aproximadamente, podríamos definir del siguiente modo la ley económica
fundamental del feudalismo: necesidad objetiva y posibilidad de elaborar,
mediante el trabajo forzoso de los productores directos, dependientes de los
señores feudales, un producto excedente que los señores se apropian en la forma
de renta del suelo.
La producción feudal, como cualquier otra producción, se verificaba de manera
ininterrumpida y, por consiguiente, tenía lugar un proceso de reproducción. Lo
característico del feudalismo era la reproducción simple, aunque, en ciertos casos,
tuviera lugar, en grado mayor o menor, una reproducción ampliada.
La existencia de una producción mercantil más o menos desarrollada hizo que en
la sociedad feudal actuasen las leyes del valor y de la competencia. La primera de
las dos se manifestaba, sobre todo, como la ley de la diferenciación de los
pequeños productores, especialmente en las condiciones del predominio de la
renta en dinero, es decir, en la época de la desintegración del feudalismo.
La esencia de las relaciones feudales de producción se reflejaba en la estructura
de clase de la sociedad. El feudalismo se dividía, ante todo, en dos clases
fundamentales: la de los señores feudales y la de los siervos de la gleba. La
primera, detentadora de la tierra, medio esencial de producción, imponía su
dominio. Sin embargo, la clase dominante no constituía un todo homogéneo.
La estructura jerárquica de la propiedad territorial en el feudalismo determinaba
también la jerarquía social. Como ya hemos visto al tratar de la propiedad feudal
sobre la tierra, los señores feudales de menor grado pagaban tributo a los más
poderosos, les ayudaban en la guerra y, al mismo tiempo, disfrutaban de su
protección. El protector se llamaba señor, y el protegido, vasallo. El señor, a su
vez, podía ser vasallo de otro magnate más poderoso. Y esta correlación era la
que formaba la jerarquía.
Organizados como clase dominante, los terratenientes feudales detentaban todo el
poder político y constituían la nobleza o estamento más privilegiado de la
sociedad. El segundo estamento lo constituía el clero, que también ocupaba una
situación privilegiada y poseía dilatadas extensiones de tierra. Al pie de la
“escalera jerárquica feudal” se hallaban los siervos, dependientes de los señores y
explotados sin misericordia por ellos, formando un estamento privado de todo
derecho político. Los señores podían venderlos o cambiarlos, someterlos a
castigos corporales,etc.
También en las ciudades se observaba una diferenciación social. La mayor parte
de la población se componía de artesanos y comerciantes. Sin embargo, estas
clases no estaban definitivamente plasmadas ni eran homogéneas. Entre los
artesanos cabía distinguir a los maestros, los oficiales, los aprendices y los
peones, entre los cuales existían diferencias. En las ciudades emancipadas de la
tutela feudal ocupaban la posición dominante los mercaderes ricos, los usureros y
los grandes propietarios de inmuebles, élite dirigente, denominada patriciado
urbano, al que se incorporaban los maestros gremiales enriquecidos que, en su
mayoría habían estado al frente de la dirección del gremio. Los maestros
ordinarios, los oficiales, los aprendices, los jornaleros y los mercaderes arruinados
integraban la plebe urbana. Entre distintos grupos sociales de la población de las
aldeas y de las ciudades tenía lugar una encarnizada lucha de clases que a veces
llegaba a la colisión armada.
La economía feudal, y la lucha de clases suscitada por el incremento de aquélla,
determinaba el carácter de la supraestructura política de la sociedad feudal. Entre
las instituciones políticas que integraban la supraestructura de la base económica
del feudalismo desempeñaba el papel más relevante el Estado feudal. Este, cuya
función máxima consistía en crear y defender el sistema de explotación feudal,
reduciendo a la obediencia a los productores directos, explotados por los señores
feudales, adquirió formas diversas. En el período del establecimiento del
feudalismo se fundan grandes monarquías (ejemplo, el imperio de Carlomagno),
donde los señores feudales, atentos a instituir y consolidar su dominación, se
aglutinan en torno al jefe del Estado.
Una vez que se consolidó el sistema feudal, estas monarquías se fraccionaron en
numerosos Estados más pequeños, independientes y semidependientes, hecho
que marcaba el comienzo del desmembramiento feudal, el cual correspondió en
muchos países al período del feudalismo desarrollado. Posteriormente, en virtud
del sucesivo progreso económico, del aumento de la división del trabajo social, de
la difusión de las relaciones monetario-mercantiles y de la ampliación del mercado,
se llega a circunstancias en las que desaparece el aislamiento de los feudos y
surge la tendencia a suprimir el fraccionamiento político y a constituir Estados
centralizados.
A la constitución de los Estados feudales centralizados contribuyeron en alto grado
la agudización de la lucha de clases y la necesidad de defenderse de los
enemigos del exterior. Se crean Estados nacionales con instituciones
estamentales representativas (en Inglaterra, el Parlamento; en Francia, los
Estados Generales, etc.), o bien Estados multinacionales, como es el caso de
Rusia. Pese a la diversidad de formas del Estado feudal, su esencia clasista fue la
misma en todas partes.
“Hemos visto diferentes formas de Estado -decía V. I. Lenin-;hemos visto aquí
monarquía y república, aunque esta última bastan menos acusada; pero los
terratenientes feudales han sido siempre la única clase dominante. Los siervos
han estado absolutamente excluidos de todo cuanto se asemeje a derechos
políticos".7
3. NACIMIENTO DEL CAPITALISMO EN EL SENO DEL
FEUDALISMO.HUNDIMIENTO DEL MODO DE PRODUCCION FEUDAL.
El modo de producción feudal aseguró el incremento de las fuerzas productivas de
la sociedad y un considerable paso adelante en la historia humana. La producción
de bienes materiales ascendió, aunque lentamente, a un nivel superior al de las
sociedades anteriores, acrecentándose, asimismo, la productividad del trabajo
social.
El incremento de las fuerzas productivas de la sociedad feudal repercutió en todas
las ramas de la economía, tanto urbana como rural. Los principales factores que
contribuyeron a ello fueron el perfeccionamiento de los medios de producción y el
aumento de la división del trabajo. Ejercieron gran influencia en el desarrollo de las
fuerzas productivas los adelantos logrados al comienzo de la baja Edad Media, es
decir, en los siglos XV-XVII, en lo tocante a la técnica, a la minería, a la siderurgia,
a la metalurgia, a la producción de energía y a otras ramas de la producción.
Entre estos progresos cabe citar las bombas hidráulicas, los ascensores de minas,
los hornos de fundición, las máquinas-herramientas simples para la elaboración
del metal, el perfeccionamiento del molino de viento y de la rueda hidráulica, la
invención de la rueca y de la imprenta, los progresos de las construcciones
navales, etc.
Conforme avanza la técnica, las relaciones de producción del régimen feudal
comienzan a rezagarse de las fuerzas productivas y a convertirse en una traba
para ellas. Entran en conflicto las fuerzas productivas y las relaciones de
producción, se crean las premisas para una profunda revolución económico-social,
para reemplazar el modo feudal de producción por otro más progresivo.
El carácter de las fuerzas productivas correspondientes al período de predominio
del sistema feudal era de tal índole que sólo sobre la base del feudalismo podía
llevarse a cabo un desarrollo ulterior de la vida económico-social. El feudalismo
creó, de una parte, un determinado interés de los productores hacia el trabajo,
gracias a un procedimiento específico de ligar al productor directo con los medios
de producción: conferirles la propiedad de cierta parte de los medios de
producción (los instrumentos de trabajo) y el usufructo de la parcela adjudicada; y
de otra, gracias a la dependencia personal de los productores respecto de los
señores feudales, creó un sistema de trabajo adicional forzoso, cuyos resultados
se destinaban a satisfacer las necesidades de los señores y a cubrir los gastos
públicos.
El procedimiento de unión del productor directo con los medios de producción bajo
el feudalismo era doble y contradictorio. De un lado, los productores directos
estaban unidos económicamente a cierta parte de los medios de producción que
les pertenecían y gracias a los cuales poseían una economía privada. De otro, no
eran dueños del principal medio de producción, de la tierra, sino sólo sus
usufructuarios. Su unión con la tierra era en cierto modo coercitiva (económica y
extraeconómicamente), ya que, por cultivar un terreno recibido en usufructo, y
existir gracias a él, se veían forzosamente atados a la tierra, propiedad de los
señores feudales y, por consiguiente, dependían personalmente de ellos o eran
una propiedad parcial de ellos.
Por tal motivo, el trabajo de los productores directos, campesinos y artesanos, era
contradictorio; ello restringía las posibilidades de incremento de la producción bajo
el feudalismo. Uno de los resultados del carácter contradictorio de la vinculación
de los productores directos con los medios de producción en la sociedad feudal y,
en su virtud, del carácter contradictorio del trabajo de los productores directos,
resultó ser el antagonismo entre la propiedad de los señores feudales y la de los
campesinos y artesanos que, a su vez, dio origen al antagonismo entre las
haciendas señoriales y las de los campesinos.
Al feudalismo le eran inherentes las contradicciones entre la ciudad y el campo,
entre el trabajo manual y el intelectual.
Revistió singular importancia la contradicción entre la índole natural de la
producción feudal y su mercantilización, fruto del desarrollo de la división del
trabajo y del aumento de la producción.
Estas contradicciones económicas trajeron consigo los irreductibles antagonismos
de la sociedad feudal, el mayor de los cuales radicaba en la lucha entre las dos
clases fundamentales de aquella sociedad: los señores feudales y los productores
directos, siervos de la gleba, que vivían en condiciones de subordinación personal
de los señores.
En la sociedad feudal constituyó un fenómeno importante la contradicción -que iba
ahondándose a medida que se desarrollaba la producción- entre los señores
feudales, sostenedores de la producción natural, de una parte, y los comerciantes
y usureros, que formaron poco a poco, dentro de las ciudades, la clase burguesa-
comercial-usuraria y que eran los defensores de la mercantilización del sistema
productivo. Dentro de las ciudades feudales se gestó la contradicción entre la
plebe y el patriciado, es decir, entre el proletariado naciente, representado por los
maestros, oficiales y aprendices modestos, y la camarilla de ricachos.
El avance de las fuerzas productivas de la sociedad requería nuevas relaciones de
producción. Estas fueron las relaciones capitalistas, que implicaban otro
procedimiento de vinculación del productor a los medios de producción, otras
formas de organización del trabajo.
En la economía de la aldea feudal, y particularmente en la de la ciudad de los
siglos XV y XVI, habían penetrado ya bastante profundamente el sistema
monetario-mercantil, fenómeno derivado del considerable desarrollo de la división
social del trabajo, del creciente intercambio comercial entre la ciudad y el campo y
de la ampliación de las relaciones mercantiles.
En la divisoria de los siglos XV y XVI, la forma predominante de la renta feudal era
ya la renta en dinero. El siervo, todavía sujeto personalmente al señor feudal y, en
virtud de ello, obligado a pagarle determinadas sumas de dinero, estaba
íntimamente unido al mercado para vender los productos de su trabajo. Esta
circunstancia ensanchaba más y más la escala del sistema monetario-mercantil y
la influencia del mercado, suscitando una elevación del rendimiento de la labor del
siervo. El aislamiento natural de la economía rural fue desapareciendo
paulatinamente. El labriego se convertía en productor de mercancías. Aceleróse el
proceso de mercantilización de la producción en las ciudades, donde los
artesanos, todavía antes que los campesinos, en líneas generales, iban
transformándose en productores de mercancías, ya que la división del trabajo y la
especialización del mismo era aquí más rápida que en el campo. En cuanto a la
mercantilización de los productos y a la conversión de los productores en
productores de mercancías, la ciudad iba por delante de la aldea y era la fuerza
motriz de este proceso.
La producción mercantil, que existía en los primeros tiempos bajo el feudalismo y
que apareció antes en la ciudad que en el campo, era, por su carácter, una
producción mercantil simple. La producción mercantil simple de los campesinos y
artesanos se basaba en la propiedad privada de aquéllos y en su trabajo personal,
y constituyó el punto de partida de la producción mercantil capitalista. La
producción capitalista fue surgiendo, en el seno del feudalismo, en la forma de
talleres, basados, primeramente, en la amplia utilización del trabajo asalariado de
los operarios, mucho más productivo que el anterior. Esta utilización se llevaba a
cabo, en mayor o menor escala, en la forma de la cooperación capitalista simple.
Posteriormente, basándose en esta cooperación y en su desarrollo, aparecen las
manufacturas, grandes talleres basados ya no sólo en la unión, sino en la división
del trabajo de los obreros allí ocupados.
La cooperación capitalista simple y la manufactura elevaron el rendimiento de la
mano de obra e impulsaron la producción social. Los talleres basados en la
cooperación simple del trabajo asalariado, y también las manufacturas, fueron los
gérmenes de la gran producción capitalista. Aparecieron en Europa en los siglos
XIV y XV, y, ante todo, en las ciudades-repúblicas de Italia.
El llamado proceso de acumulación originaria constituyó el punto de partida del
capitalismo industrial, es decir, del establecimiento del modo de producción
capitalista. Dicho proceso representa la prehistoria del capitalismo, pues precedió
al proceso de acumulación que se verificó luego, sobre una base capitalista ya.
La consolidación del modo de producción capitalista presupone la aparición previa
de dos premisas fundamentales: a) la existencia de una masa de indigentes,
libres en el sentido personal, pero, al mismo tiempo, carentes de medios de
producción y de subsistencia y, por consiguiente, obligados a contratarse
como obreros en las empresas capitalistas; b) la acumulación de los medios
pecuniarios indispensables para fundar grandes empresas capitalistas.
En la creación de estas premisas radicaba la esencia de la acumulación originaria.
Analizando este tipo de acumulación, Marx, en el capítulo XXIV del tomo I de El
Capital, reveló su esencia y criticó los razonamientos de algunos historiadores y
economistas burgueses, que describen en un tono idealista la historia del
nacimiento del capitalismo asegurando que la acumulación de riquezas verificóse
ya en la remota Antigüedad en virtud de “la laboriosidad y el ahorro” de unas
personas y de “la pereza y el despilfarro” de otras. En realidad, el capitalismo
surgió como una sociedad que acarrea nueva opresión, nuevas crueldades,
amarguras y sufrimientos.
Los hechos históricos evidencian que la acumulación originaria del capital fue
acompañada de violencias directas y descaradas.
Hablando de la acumulación originaria del capital, decía Marx: “El régimen del
capital presupone el divorcio entre los obreros y la propiedad sobre las
condiciones de realización de su trabajo... Por tanto, el proceso que engendra el
capitalismo sólo puede ser uno: el proceso de disociación entre el obrero y la
propiedad sobre las condiciones de su trabajo, proceso que de una parte convierte
en capital los medios sociales de vida y de producción, mientras de otra parte
convierte a los productores directos en obreros asalariados. La llamada
acumulación originaria no es pues más que el proceso histórico de disociación
entre el productor y los medios de producción”.8
Un ejemplo clásico de cómo transcurrió la acumulación originaria del capital fueron
los acontecimientos que se sucedieron durante los siglos XVI y XVII en Inglaterra,
donde la producción capitalista adquirió un desarrollo considerable antes que en
cualquier otro país.
En su afán de aprovechar las tierras mediante su transformación parcial en
pastizales para las ovejas cuando la creciente industria manufacturera incrementó
la demanda de lana, la nobleza aburguesada expulsa violentamente de estas
tierras a los campesinos, que, privados de toda posibilidad de mantener una
economía independiente, se ven en la necesidad de contratarse en las empresas
capitalistas. Paralelamente se verifica el proceso de formación del capitalismo
agrícola, representado por los granjeros.
La expropiación de los productores agrarios constituye el fundamento de todo el
proceso de acumulación inicial del capital. “El recuerdo de esta cruzada de
expropiación -escribió Marx- ha quedado inscrito en los anales de la historia con
trazos indelebles de sangre y fuego”.9
Los campesinos arruinados y desposeídos formaron una enorme masa de
indigentes que, en busca de trabajo y de medios de subsistencia, invadió los
caminos y ciudades de Inglaterra. De tal modo, se crearon las premisas para que
los capitalistas dispusieran de mano de obra barata.
El siguiente momento del proceso de la acumulación originaria del capital fue la
creación de una nueva disciplina de trabajo para los productores, que los
subordinaba a la nueva esclavitud capitalista. Los poderes públicos, que apoyaban
el saqueo de los campesinos, dictaron leyes especiales sobre el denominado
“deslindamiento de tierras” y, ayudando a los capitalistas a implantar la nueva
disciplina en el trabajo, pusieron en práctica una “legislación sangrienta” contra los
“vagabundos” e “indocumentados”, obligándoles a presentarse a trabajar en las
empresas capitalistas. Es de señalar que no sólo los campesinos expulsados de
sus tierras o arruinados se convirtieron en obreros asalariados; el mismo camino
siguieron los artesanos que, incapaces de resistir la competencia con la gran
industria en desarrollo, terminaron arruinándose.
En la creación de reservas de mano de obra hemos de ver un solo aspecto del
proceso de la acumulación originaria del capital. El segundo aspecto fue la
concentración, en manos de unas cuantas personas, de sumas cuantiosas para
organizar empresas capitalistas basadas en el empleo de trabajo asalariado.
Muy a menudo, las riquezas amasadas por los mercaderes y los usureros sirvieron
de base para fundar numerosas empresas capitalistas. Pero había también otros
métodos de acumulación de riquezas, más específicos de aquella época. Entre
ellos debemos citar el saqueo colonial de los pueblos, el comercio colonial,
incluida la trata de esclavos; las guerras comerciales; el sistema de empréstitos;
los impuestos, y la política proteccionista del Estado.
Un proceso análogo de ruina violenta de los campesinos y de los artesanos y de
acumulación de medios monetarios tuvo lugar en muchos otros países, aunque no
se desenvolvieron de manera tan tormentosa y adquiriesen formas un tanto
distintas; pero, en el fondo, el proceso fue idéntico en todos los países que
pasaron del feudalismo al capitalismo.
En Rusia, donde esta transición se efectuó después que en muchos países de
Europa, el proceso de disociación violenta de los productores de los medios de
producción se llevó a cabo con especial intensidad a raíz de la abolición del
derecho de servidumbre. La reforma de 1861 constituyó un saqueo masivo de los
campesinos. Como resultado de tal reforma, los terratenientes se apoderaron de
dos terceras partes de la tierra, siendo de notar que se quedaron con las más
útiles para la labranza. V. I. Lenin definió en estas palabras la índole de la reforma
agraria de 1861: “Es la primera violencia masiva sobre los campesinos en
beneficio del capitalismo naciente en la agricultura. Es la primera “limpieza de
tierras" de los terratenientes para el capitalismo”.10
Las premisas para el desarrollo del capitalismo se crearon mediante el saqueo y la
ruina de una gran masa de pequeños productores, mediante la guerra entre
países por la preponderancia y el dominio y mediante la cruel esclavización de los
pueblos coloniales.
Según consignamos más arriba, el poder estatal represento un gran papel en el
aceleramiento del proceso de la acumulación inicial del capital. Para la época en
que germinaron las relaciones capitalistas en el seno del feudalismo, se habían
constituido ya en numerosos países Estados nacionales -y en algunos casos
multinacionales- cuya mayor parte adoptó la forma de monarquía absoluta. Ello
marcaba la supresión del fraccionamiento feudal, lo que contribuyó al crecimiento
de las relaciones capitalistas.
A causa de la paulatina emancipación de los siervos, de su expropiación posterior,
de la conversión de los antiguos campesinos y de los artesanos arruinados en
obreros asalariados y de la concentración de los recursos monetarios
fundamentales en manos de la burguesía naciente, debilitáronse las posiciones
económicas del feudalismo tanto en la ciudad como en el campo. Las relaciones
de producción de tipo feudal acabaron por desintegrarse y desaparecer. Sin
embargo, ningún régimen económico-social ha dejado de existir automáticamente,
de por sí. Tampoco lo hizo el feudalismo: su derrumbamiento fue fruto de la lucha
de clases en el seno de la sociedad feudal, coronada por las revoluciones políticas
burguesas.
Era particularmente aguda la lucha de clases entre los campesinos y los señores
feudales. Son famosas algunas insurrecciones campesinas como la del siglo XIV
en Inglaterra, dirigida por Wat Tyler; la de las “vendas amarillas", que estalló en
China en el mismo siglo; la de los campesinos franceses (“Jacquerie") también en
el siglo XIV; las guerras husitas en Bohemia, en el siglo XV; las insurrecciones
campesinas de Rusia, dirigidas por Iván Bolótnikov y Stepán Razin en el siglo
XVII, la que tuvo por jefe a Emilián Pugachev en el siglo XVIII, y otras.
Pese a su falta de organización, las luchas campesinas conmovieron los pilares
del régimen feudal, preparando y acelerando su caída.
Los campesinos y artesanos antifeudales integraban el grueso de las fuerzas de
las revoluciones burguesas, pero los frutos de éstas beneficiaron a la burguesía,
que se apoderó del poder público. Las primeras revoluciones burguesas fueron la
de los Países Bajos (siglo XVI) y la de Inglaterra (siglo XVII). La revolución
francesa iniciada en 1789 fue de excepcional trascendencia para el derrocamiento
del feudalismo y la consolidación del poder de la burguesía en Europa.
Posteriormente tuvieron lugar revoluciones burguesas en muchos otros países,
entre ellos en Rusia: las de 1905 y la de febrero de 1917.
Es de señalar que las revoluciones burguesas del siglo XX eran de tipo
democrático-burgués a causa de la intervención activa del proletariado, convertido
en dirigente de la lucha por la emancipación de los trabajadores, y que el ulterior
desarrollo de dichas revoluciones preparaba el terreno para el paso a la revolución
socialista.
Las revoluciones burguesas consumaron el derrumbamiento del régimen
económico-social del feudalismo. En virtud de la ley de la concordancia entre las
relaciones de producción y las fuerzas productivas, el viejo y caduco modo de
producción feudal vino a ser reemplazado por otro nuevo, más progresivo, por el
capitalista, que, en nuestros días, va cediendo el paso paulatinamente a otro de
producción más progresivo: el socialismo.
No obstante haber transcurrido varios siglos desde que se derrumbó en muchos
países el feudalismo, sus reminiscencias subsisten en una serie de países
capitalistas. La preponderancia de la propiedad privada sobre los medios de
producción y el carácter explotador del sistema capitalista, que vino a suceder al
feudalismo, crean las premisas para que bajo el capitalismo se conserven
vestigios de las formas económico-sociales de la sociedad feudal. Sólo el triunfo
de la revolución socialista acaba por completo con todos los residuos feudales, sin
excepción.
Hasta hoy día han sobrevivido restos feudales en países capitalistas europeos
como Italia, España y Portugal. Son muy considerables los vestigios del
feudalismo en la economía y en la vida social de algunos países de Iberoamérica,
de Asia y de África, incluidos países que ya se han liberado de la dependencia
colonial o que aún se encuentran bajo el yugo colonialista del imperialismo. Los
residuos de las formas económicas feudales desempeñan en la vida de estos
países un papel reaccionario, obstaculizando la lucha de los pueblos por su
libertad y por el renacimiento nacional. De ahí que el problema de la supresión de
los residuos feudales en la economía y en la política sea hoy uno de los más
importantes para muchos pueblos, siendo de notar que la lucha contra los
vestigios del feudalismo se combina en algunos países con la lucha de liberación
nacional.
Para garantizar el desarrollo social es indispensable la eliminación de los restos
del colonialismo, la extirpación radical del dominio del imperialismo, la expulsión
de los monopolios extranjeros, la creación de una industria nacional, la supresión
de los usos y vestigios feudales, la puesta en práctica de reformas agrarias
radicales con la participación de todos los campesinos y en interés de los mismos,
la realización de una política exterior independiente y pacífica, la democratización
de la vida social y el fortalecimiento de la independencia política... Los pilares del
feudalismo sólo pueden caer bajo la acometida del movimiento democrático.
Unicamente las profundas reformas agrarias y el amplio movimiento campesino
pueden barrer los restos del medievo, que traban el desarrollo de las fuerzas
productivas.
La Economía Política del modo de producción feudal fue creada por C. Marx, F.
Engels y V.Lenin en lucha contra los ideólogos de la burguesía, que trataban de
presentar el feudalismo en un aspecto deformado. Los marxistas critican la noción
idealista de los historiadores y economistas burgueses acerca del feudalismo,
noción que niega la lucha de clases en el período medieval, ignora el papel de las
masas populares como fuerza decisiva del desarrollo social y sobreestima la
importancia de ciertos personajes históricos; también propaga una idea errónea
del Estado feudal como órgano situado por encima de la sociedad y encargado de
mantener “la paz social”, cosa contraria a los hechos históricos. Los marxistas
impugnan, asimismo, la modernización de la historia, las tentativas de algunos
científicos burgueses de encontrar en la época del medievo “un capitalismo
agrario" a fin de mostrar, de tal modo, el carácter perpetuo del régimen capitalista.
La Economía política marxista considera el feudalismo como un eslabón histórico
natural en el desenvolvimiento de la producción social, y al mismo tiempo revela la
esencia, los rasgos fundamentales, las peculiaridades y las contradicciones
económicas y clasistas del sistema feudal, poniendo de manifiesto las causas de
su nacimiento y de su muerte.