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Curso: Corrientes Éticas

LA EDUCACIÓN DEMOCRÁTICA ANTE EL DEVENIR SOCIAL

Carolina Lovón-Cueva
Universidad Antonio Ruíz de Montoya, Perú

Resumen:

El ser humano se caracteriza por mostrar interés a sí mismo; sin embargo esta tendencia
exagerada en la posmodernidad ha impulsado a una moralidad individualista donde
prevalece el deseo de libertad individual en el beneficio del vivir confortablemente. Dichos
indicadores reposan en el objetivo de la realización personal descartando toda vinculación
humana con el otro como persona. Este actuar determina la deformación de la concepción y
praxis de la ética en tiempos actuales. La Premio Nobel de la Paz 1992 Rigoberta Menchu
señaló: “…Se necesita educar hombres y mujeres sensibles, profundamente humanos y
capaces de cumplir compromisos, lo cual implica educar desde otro sentido, desde la ética
tan necesaria en una sociedad que se mueve contraria a los valores morales y hacia la
deshumanización del hombre”. En efecto, la educación democrática promueve criterios
éticos a partir del reconocimiento, del espacio dialógico y de la narración democrática de
todos los actores sociales. El presente artículo pretende reconstruir la formación moral 1
hacia una sociedad equitativa desde una educación democrática.

Palabras clave: Ética, formación moral, educación democrática, reconocimiento, espacio


dialógico, prácticas sociales, narraciones democráticas

I. Enfoque social

Los problemas sociales y la sociedad de consumo afectan la calidad de vida y la


convivencia social. A partir de ello, la transición de la ética ha sido modificada por el
interés individual, lo que ocasiona un distanciamiento en la comunión con los otros y, sobre
todo, en la desvalorización de la ética.
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Según Susana Frisancho (2001: 9), también es denominada de las siguientes maneras: “educación
democrática, educación ciudadana, educación del carácter, educación en valores y educación moral”.

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I.1. Desvalorización de la ética

La sociedad actual muestra la ausencia de valores debido a múltiples factores que provocan
actitudes particulares o individuales entre las personas. Por un lado, los problemas sociales
como la inseguridad ciudadana, el deficiente sistema de transporte público, la pobreza o la
deplorable educación, provocan medidas u opciones, incluso deshonestas e irregulares, que
favorezcan a uno mismo o a ciertos grupos sociales. Se podría justificar que el origen de
estos problemas es la corrupción; allí donde los intereses propios priman, entonces se
degrada toda relación social. Por otro lado, nuestro contexto social concentra la indiferencia
del bien común por la búsqueda de una estilización individual, la sustitución del valor del
consumo por los valores y juicios éticos2, el distanciamiento de una consciencia ética por
una imagen ética, la incomprensión de valores morales de grupos culturales y la relatividad
de valores personales de las instituciones culturales, políticas y sociales. Según Alasdair
MacIntyre nuestro concepto de práctica social, donde se desarrolla los valores y virtudes,
ha sido “desplazado a una zona marginal de nuestras vidas” (1987: 279); en otras palabras,
las exigencias sociales actuales del hombre lo conducen a una constante búsqueda y
satisfacción de sus propias necesidades; por lo que generan el descuido del ejercicio de
valores y virtudes en cualquier ámbito de interacción social, ya sea de vida cultural o
política. Entonces, para MacIntyre, el desuso de las actividades humanas cooperativas
conlleva al desinterés e insensibilidad por el mantenimiento de las comunidades humanas,
familias, ciudades, naciones, etc.

Por ende, la desintegración de los valores y virtudes se debe a aspiraciones pragmáticas de


uno mismo; lo cual afecta la confianza en las relaciones interpersonales, ya que no se
considera al otro como persona sino como un medio para lograr el objetivo individual. De
este modo, el hombre es ubicado en una sociedad de consumo que impone
ensimismamiento en uno mismo sin la preocupación por la pluralidad. En efecto, es

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MacIntyre (1987: 280) señala que “los mercados, las fábricas y por fin las burocracias supraindividuales
postulan sus propios puntos de vista morales, y otras veces como productos anómicos de las circunstancias,
cuya felicidad es ideada por ellas mismas.”

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cuestionable la naturaleza ética del hombre en la actualidad porque impide la realización de


una sociedad equitativa.

II. Criterios de una formación moral

Lo anterior demuestra que la sociedad actual se encuentra infestada por los intereses y
beneficios propios; lo que genera un escenario degenerativo de las virtudes. Entonces, se
requiere de la formación ética desarrollada a través de la educación democrática.

II.1. Concepto de ética en la actualidad

“La Ética supone también en el hombre la capacidad de formarse juicios de valor sobre los
diversos objetos o actos que tiene que realizar y entre los que tiene que elegir. Puede captar
valores absolutos o condicionados, más importantes o menos importantes, entitativos o
cualitativos. Y lo mismo que aprehendemos los valores cualitativos captamos también sus
antivalores: A la justicia se opone la injusticia, a la humildad el orgullo, al amor el odio, a
la pureza la impureza.” (Valverde, 1997: 127). Sin embargo, en la actualidad, dicha
concepción sobre la Ética no siempre es aplicable en todas sus dimensiones y contextos.
Por ejemplo, la ejecución de algún derecho establecido por los Derechos Humanos en el
continente europeo, no será lo mismo que en el Medio Oriente. En consecuencia, se ha
generado un sin número de debates y desacuerdos; pero aun así, todas las demás éticas
involucran al individuo, necesariamente, por lo que se enfocan en su propio bienestar desde
su contexto social. Es decir, la ética tiene como referencia a una situación concreta y
cultural3, donde se ejercen actividades, habilidades y virtudes de prácticas sociales.
Asimismo, MacIntyre considera que el individuo frente a estas prácticas, formas
cooperativas de actividad, se reconoce a sí mismo en relación con sus fines; para ello,
requiere del cultivo de virtudes a través de la reflexión de replantear sus acciones ante
problemas éticos. De este modo, el individuo se forma como sujeto ético, en tanto analiza
tales circunstancias que permiten la elaboración de un sentido y decisión ética para sí
mismo y para su comunidad.

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Este punto rechaza la existencia de una ética universal.

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II.2. Educación democrática

La educación democrática se concentra en la formación de ciudadanos democráticos con


convicciones de producir una convivencia social; en otras palabras, ciudadanos que
posibiliten la integración y equidad social mediante la deliberación para resolver problemas
sobre su entorno. Esta interacción permite la participación de todos en la sociedad; lo que
fomenta el crecimiento del bienestar con equidad y el potencial cultural. Por lo tanto, la
educación teje la cohesión de la sociedad, ya que pretende formar ciudadanos con
capacidades de comprensión y análisis de la situación de su contexto para que planteen
alternativas que promuevan el progreso social.

En este sentido, se prioriza la función de la educación, espacio concreto y real, como factor
viable de la construcción social para la convivencia democrática, equitativa y armoniosa.
Para ello, esta iniciativa educativa sustenta que el propósito de la comunidad educativa4
posibilita el crecimiento ético mediante el ejercicio de los derechos, la democracia y la
ciudadanía. Entonces, dicha propuesta tiene la finalidad de contrarrestar actitudes
pragmáticas e individualistas, que se evidencian en los espacios político-cultural,
económico, religioso y educativo. Todos estos ámbitos se alimentan del afán de poder
individualista, para su goce personal; por lo que aumenta la desconfianza hacia el otro.

II.2.1. Del reconocimiento y el espacio dialógico para una formación moral

La educación democrática requiere de ciertos aspectos para garantizar la formación moral.


En primer lugar, el individuo debe ser consciente de la idea de reconocimiento, sea de uno
mismo y de los otros; ya que el reconocimiento pretende mantener la igualdad en las
relaciones sociales. Es decir, tiene la facultad de reconocer al otro como mi igual y de
respetar al otro como mi diferente debido a sus pertenencias socioculturales, interculturales,
etc.5. Para ello, el constructo de reconocimiento será fundamental en la formación ética
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Constituida por la escuela, la familia y la sociedad por medio de contenidos y prácticas educativas que
contribuyan con el fortalecimiento de actitudes éticas.
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El enfoque del reconocimiento lo desarrolla con profundidad Taylor en su ensayo El multiculturalismo y “la
política del reconocimiento”.

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personal; puesto que interioriza la reflexión de las relaciones socioculturales, lo que permite
sensibilizar al individuo a través de vivencias personales donde se tejen la simpatía, la
empatía, el respeto, la preservación, etc. para con los otros. Por lo tanto, la interacción
circunscribe a una conciencia reflexiva y democrática del entorno social y ético. En
segundo lugar, los individuos tienen un carácter “dialógico”; es decir son “agentes
humanos plenos, capaces de comprendernos a nosotros mismos y por tanto de definir
nuestra identidad por medio de nuestra adquisición de enriquecedores lenguajes humanos
para expresarnos… Pero aprendemos estos modos de expresión mediante nuestro
intercambio con los demás” (Taylor, 2001: 53). Por ende, el carácter dialógico es
fundamental para la construcción de la formación moral ya que genera un espacio
sociocultural, donde la interacción entre grupos o personas fomentan la capacidad de
transformar en oportunidades su entorno personal y social. El espacio dialógico se
desarrolla en el hogar, en los medios de comunicación y en el sector escolar.
Específicamente, en este último, se impulsa la esencia del diálogo como proceso
fundamental de la formación ética del alumno; donde se comparte experiencias, vivencias y
anécdotas, que promueven la discusión o el discernimiento para generar un ambiente
comprensivo. En este ámbito, el criterio ético puede emprenderse con la participación de
toma de decisiones y solución de conflictos, con el desarrollo de actividades cívicas, con el
ejercicio de identidad y conciencia ciudadana en un espacio democrático; lo que
disminuiría la visión y actitudes individualistas. En otras palabras, “a través de la
comunicación y el diálogo dentro de un espacio compartido con otros, en el cual pueden
expresarse libremente, los niños van definiendo, contrastando y redefiniendo sus
orientaciones morales”.6 En suma, la formación moral, dirigida desde la escuela, dependerá
en primera instancia de la práctica del reconocimiento y del espacio dialógico.

II.2.2. Narración democrática

La educación democrática articula la construcción de comunidad, ciudadanía, naciones,


etc.; o sea, el análisis y recuento del contexto social permitirá la cimentación de la
formación moral. La articulación promovería una nueva narrativa desde una historia de lo

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Alessandro Caviglia Marconi en El cultivo del discernimiento, 2010: 257.

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que somos y cómo hemos llegado a ser. Este proceso es acompañado por el ejercicio de la
memoria y reflexión hacia al pasado para narrar cómo se ha llegado a ser lo que es, además
esta actividad afirma su identidad en la comprensión de su propia historia. En palabras de
MacIntyre, uno se ubicaría como un personaje de una narración con plena consciencia de
quién es y cómo se desarrolla en su comunidad o en las prácticas sociales, ya que actúa
conforme a lo que desea, aspira, proyecta, etc. en relación del bienestar de sí mismo en
conjunto con la comunidad a la cual pertenece; esto quiere decir que el individuo está
predispuesto a la búsqueda del bien, por lo que realiza una autoproyección de sus acciones
y analiza su interacción con los demás para alcanzar ese fin.

Las narraciones incluyen las intenciones, necesidades, intereses, etc. de los individuos que
conforman un contexto social determinado. Estos aspectos deben ser contemplados desde
una visión educativa democrática, porque en ella se desarrollan a través del reconocimiento
y el espacio dialógico para construir una sociedad vital y equitativa.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

FRISANCHO, S. (2001) Educación y desarrollo moral. Lima: Minedu

FRISANCHO, S. (2010) El cultivo del discernimiento. Ensayos sobre ética,


ciudadanía y educación. Lima: Fondo Editorial de la
Universidad Ruíz de Montoya

MACINTYRE, A. (1987) Tras la virtud. Barcelona: Crítica.

TAYLOR, Ch. (2001) El multiculturalismo y “la política del reconocimiento”.


México: Fondo de cultura económica

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