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Dos semanas antes de ser nombrado presidente —tras el asesinato de William McKinley por
parte de un anarquista, el entonces vicepresidente Roosevelt pronunció su famoso discurso
en la Feria del estado de Minnessota, el 2 de septiembre de 1901, incluyendo la frase en
cuestión. Roosevelt ya había empleado este proverbio en una carta dirigida a Henry W.
Sprague en enero del año 1900. El famoso “gran garrote” de Roosevelt terminó por determinar
numerosas actuaciones políticas, al igual que sirvió para identificar la doctrina internacional
que aplicó como presidente.
Tal concepto ilustra la voluntad de Roosevelt para realizar negociaciones y pactos con sus
adversarios internos y externos, pero siempre mostrando la posibilidad de una actuación
violenta como modo de presión. Aplicada a la política de Estados Unidos en América Latina, la
frase mostraba que el régimen de Roosevelt podía presionar a los países latinoamericanos,
particularmente los ribereños del mar Caribe con una intervención armada.
Señala el inicio del imperialismo estadounidense y de su actuación como potencia mundial.
En América Latina comenzaría una ola de dominio político y económico estadounidense (a
principios del siglo XX) justificada en la marcada extensión del "derecho" de Estados Unidos a
intervenir en asuntos de otros países en defensa de los intereses de ciudadanos
estadounidenses, encontrada en el "Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe" emitido
por Theodore Roosevelt en su mensaje anual de 1904 como consecuencia de la intervención de
las potencias europeas en el Bloqueo naval a Venezuela de 1902-1903.