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Qué es en cambio lo que te dice Jesús, que tienes que tener muchísimo
valor para hacer algo que es realmente difícil y es amar
y este es un camino extraordinariamente difícil, es mucho más difícil
perdonar a un enemigo que poner una bomba, es mucho más difícil poner la
otra mejilla que devolver un insulto, es mucho más difícil dar limosna que
robar. El Señor dice ponte a amar y te daré el cielo en la tierra, la felicidad
que viene del amor, y además te daré el cielo completo el día que te mueras.
Yo le pido a Dios ayuda y además hago todo lo posible para que las cosas
salgan como creo que tienen que salir, yo trabajo, me esfuerzo, utilizo mi
imaginación, mi inteligencia y mi voluntad, pero confío en Dios. Una
persona que no cree en la divina providencia, que no confía en Dios no puede
tener paz.
Señor creo, pero ayuda mi poca fe, porque solamente la fe entendida como
la fe en la existencia y en la acción amorosa de Dios,
solamente eso te da paz, en medio de las tormentas, las tribulaciones, las
incertidumbres, las preocupaciones sobre lo que puede pasar.
Busca la paz, la paz en tu interior, qué te da paz, porque te va a dar paz, por
ejemplo: perdonar te va a dar paz, ayudar a una persona que está
necesitada te va a dar paz, hacer algo que supone sacrificio pero que tu
conciencia te está diciendo que tienes que hacerlo te va a dar paz, pasar
desapercibido, aunque otro tenga que triunfar, pero tú estás haciendo lo que
sabes que el Señor te pide. Yo creo que la sabiduría a la que se refiere
Jesús es esto el amor porque el amor es lo que te da paz, el amor es lo que
de verdad te hace feliz, el amor es lo que da sentido a tu vida y eso es lo
que tenemos que ir aprendiendo
Hay cosas que tú ves en vida, viene el enaltecimiento del que habla Jesús,
otras no las ves, pero no importa, lo que importa es aceptar esa humillación
y aceptarla porque nos une a Cristo el gran humillado desde su nacimiento
hasta su cruz, solamente cuando lo aceptas es cuando el Señor en su
momento te enaltecerá.
Eso no tiene nada que ver con aceptar las injusticias, la humillación no está
reñida con defender tus derechos, pero incluso la defensa de los derechos
puede hacerse con violencia, con amargura o puede hacerse con paz y
buscando de verdad la justicia. Cuando te humillan déjale a Dios que haga
de Dios, tú acepta su divina voluntad.
Te dicen qué mayor estás, pues esa es una forma de aceptar una humillación,
sí es verdad estoy muy mayor, se te olvidan las cosas, no te rinden lo que te
rendían antes, esa es una humillación que te viene natural, nadie tiene la
culpa, esa es una humillación acéptalo, el que se humilla será enaltecido.
Tienes un buen plan y ese día todo sale mal, entonces qué tienes que hacer,
amargarte, enfadarte. El que se humilla, es decir el que acepta esto, se lo
ofrece al Señor, intenta salir adelante. Esto es lo que Dios ha querido, esto
es lo que yo tengo que aceptar, lo acepto Señor por ti, es decir empieza por
aceptar lo que te viene, después tendrás que buscarlo. El que acepta la
humillación será siempre enaltecido.
Tengamos esto en cuenta porque cada vez que tenemos una oportunidad en
lugar de decir que mal tenemos que decir que bien, que suerte Señor de que
puedo parecerme un poquito a ti, que tú sí fuiste el gran humillado toda tu
vida porque te hiciste hombre y especialmente en la cruz.
Las humillaciones que vienen de los demás, por lo menos durante un tiempo
no te defiendas, espera, después quizás tengas que poner las cosas en su
sitio, pero espera tranquilo, disfruta de esa humillación, disfruta de estar
recibiendo lo que recibió nuestro Señor y la Virgen, en hora buena, el que se
humilla será enaltecido.
Hay otra humildad, la de aceptar que no eres perfecto, no te rindas, otra vez
y otra vez.
Cuando estoy con una persona impaciente le molesta mucho que me tenga
que repetir las cosas y la segunda vez me lo dice con un tono airado, no digo
agresivo, pero sí enfadado, porque claro tener que repetir dos y hasta tres
veces las cosas a un sordo es una humillación, acéptala, no le respondas
diciendo: oye por qué dices eso, por qué ese tono de voz, acepta la
humillación.
Tengo una cosa esencial que es buena para mí, la humildad de reconocer
que me he equivocado, la humildad de reconocer que tengo que
corregirme, que he metido la pata, que esa palabra no la tenía que haber
dicho o que esa acción no la tenía que haber hecho, no sé si tú tendrás esa
humildad o no, en mi es obligatoria y es un don para mí.
Tienes que aceptar incluso las humillaciones que forman parte de la vida, te
vas haciendo mayor o estás enfermo, o tienes que pedir ayuda, ayuda
económica, una ayuda de cualquier tipo, y tienes que aceptarlo con la alegría
de saber que estás unido a Cristo el gran humillado en la cruz y con la alegría
también de saber que un día todo eso que quizás permanece escondido ante
los hombres, todo eso en cambio un día será reconocido, el que se humilla
será enaltecido.
Aquí quizás pasarán como personas sin importancia, como gente anónima,
en cambio en el cielo que es la vida eterna y que sí existe, en el cielo se verán
las cosas de otra manera. Acepta las humillaciones, acepta lo que te
viene dado, no digo que no defiendas tus derechos que es una cosa distinta,
pero mientras defiendes tus derechos acepta las humillaciones porque el que
se humilla, el que las acepta por amor al Señor y para unirse al Señor, ese sin
ninguna duda será enaltecido.