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Estas intentando encontrar una medicina que te cure, pero mientras tanto

tienes un problema tienes un tesoro,


ofrécelo y ofrecerlo significa aceptarlo, intentar no quejarte.

El testimonio no de la perfección que no la tienes sino el testimonio de que


estás en el camino de la perfección, de que te levantas si caes de que pides
perdón si cometes un error un pecado, de que tienes la humildad suficiente
para seguir luchando porque esa es la verdadera humildad la del que se
levanta cuando ha caído.

Qué es en cambio lo que te dice Jesús, que tienes que tener muchísimo
valor para hacer algo que es realmente difícil y es amar
y este es un camino extraordinariamente difícil, es mucho más difícil
perdonar a un enemigo que poner una bomba, es mucho más difícil poner la
otra mejilla que devolver un insulto, es mucho más difícil dar limosna que
robar. El Señor dice ponte a amar y te daré el cielo en la tierra, la felicidad
que viene del amor, y además te daré el cielo completo el día que te mueras.

Solamente la persona que se abandona en Dios tiene paz,


el camino de la paz espiritual, el camino de la paz en la vida va ligada no solo
por la fe en la existencia de Dios sino por el abandono, Dios mío yo confío en
ti, naturalmente no es un abandono que implica renunciar a hacer las cosas
que hay que hacer, no es que tú tienes una enfermedad y dices Dios mío yo
confío en ti, e inmediatamente no vas al médico, Dios mío yo confío en ti y
me voy al médico, el hombre tiene que poner su parte, pero sabiendo que es
el todo poderoso el que va a tener la última palabra, y yo me abandono en
Dios.

¿Yo confío en Dios de verdad?


cuando existen problemas en mi vida estoy pidiendo a Dios que me ayude
que me resuelva este problema, pero sé que lo que él permita es lo mejor
para mí. Yo sé que lo que él permita, incluso aunque sea malo es un acto
de amor suyo.

Yo le pido a Dios ayuda y además hago todo lo posible para que las cosas
salgan como creo que tienen que salir, yo trabajo, me esfuerzo, utilizo mi
imaginación, mi inteligencia y mi voluntad, pero confío en Dios. Una
persona que no cree en la divina providencia, que no confía en Dios no puede
tener paz.

Señor creo, pero ayuda mi poca fe, porque solamente la fe entendida como
la fe en la existencia y en la acción amorosa de Dios,
solamente eso te da paz, en medio de las tormentas, las tribulaciones, las
incertidumbres, las preocupaciones sobre lo que puede pasar.

Primera lección de humildad, acepta que no puedes resolver los problemas


de todo el mundo, ni siquiera los problemas de los más cercanos y más
queridos, a veces ni siquiera los tuyos, acepta la limitación de la vida.

La fe la ponemos a prueba en los momentos de oscuridad porque es en la


oscuridad donde hace falta la luz y la oscuridad es el dolor, el sufrimiento, la
incertidumbre, la muerte, dichosos aquellos que tienen fe.

La humildad es confianza y solo los humildes pueden confiar.


Si nosotros somos capaces de ser humildes, de aceptar no entender
confiaremos y si confiamos tendremos paz, lo que tenga que pasar pasará.

Busca la paz, la paz en tu interior, qué te da paz, porque te va a dar paz, por
ejemplo: perdonar te va a dar paz, ayudar a una persona que está
necesitada te va a dar paz, hacer algo que supone sacrificio pero que tu
conciencia te está diciendo que tienes que hacerlo te va a dar paz, pasar
desapercibido, aunque otro tenga que triunfar, pero tú estás haciendo lo que
sabes que el Señor te pide. Yo creo que la sabiduría a la que se refiere
Jesús es esto el amor porque el amor es lo que te da paz, el amor es lo que
de verdad te hace feliz, el amor es lo que da sentido a tu vida y eso es lo
que tenemos que ir aprendiendo

Solo cuando somos capaces de amar somos felices, la salvación empieza


aquí y empieza cuando soy capaz con la gracia de Dios y con mi esfuerzo de
hacer el bien y de evitar el mal.

Cuanto menos te entiendo y más me cuesta decirte me fio de ti


más te estoy demostrando mi cariño.

La humildad es una virtud por la cual todo lo bueno que hacemos se lo


atribuimos a Dios:
Que suerte Señor de que puedo parecerme un poquito a ti, que tú sí fuiste el
gran humillado
La humildad verdadera no es que te humillen, es aceptar que te humillen.
Lo haces porque esa es la voluntad de Dios y para ti lo importante es hacer
la voluntad de Dios.
La humildad verdadera es aceptar que te humillen
sin rencor, sin rabia, sin deseos de venganza.
Aceptar las humillaciones que Dios permite y si fuera posible
incluso gozándote en ellas.
Una injusticia
Un bofetón
Me han robado
No me han pagado
Te dicen qué mayor estás
Tienes un buen plan y ese día todo sale mal
Aumentan los achaques
Tienes que pedir ayuda
Críticas unas acertadas otras injustas
Desprecios
Amenazas
Planes rotos,
Enfermedades,
Problemas con los hijos,
No conseguir los objetivos
Hablan mal de ti,
No te dan el puesto que consideras que te mereces y que incluso
posiblemente te mereces
No te tratan en función de la importancia que tú crees que tienes o que
incluso de verdad tienes
Una palabra desagradable
Un trato que quizás no es el correcto en la propia familia, en el trabajo.
No te defiendas
Disfruta de esa humillación, disfruta de estar recibiendo lo que recibió
nuestro Señor y la Virgen
La vejez es una humillación
Aceptar que no eres perfecto
Le molesta mucho repetirme las cosas y me lo dice con un tono enfadado,
es una humillación, acéptala, no le respondas diciendo: oye por qué dices
eso, por qué ese tono de voz, acepta la humillación.
No te entienden
Te han tratado mal
Te han tratado con injusticia
Incluso el que busca la humillación estando contento por estar en el último
lugar
Reconocer que me he equivocado
Reconocer que tengo que corregirme
He metido la pata
Esa palabra no la tenía que haber dicho
Esa acción no la tenía que haber hecho
Tú también haces esto, no defendernos
La humildad verdadera no es que te humillen, es aceptar que te humillen,
por eso dice el Señor que el que se ensalza será humillado y el que se humilla
será ensalzado, no dice el Señor al que le humillan. Al que le humillan
puede estar lleno de rencor, de rabia, puede estar lleno de deseos de
venganza. El que se humilla, es decir el que acepta las humillaciones que
le vienen.

Una persona puede ser enaltecida y no haberlo buscado y naturalmente


puede ser humillada y también no haberlo buscado, es decir no se trata del
hecho en sí sino de la actitud que tienes ante ese hecho.

Si eres humillado y te quedas amargado, si no lo aceptas, entonces no serás


enaltecido, solamente el que se humilla a sí mismo es el que será enaltecido.

Cómo se humilla uno a sí mismo: primero aceptando las humillaciones que


Dios permite y si fuera posible incluso gozándote en ellas, confía en que Dios
sabe lo que hace.

Vendrá el enaltecimiento cuando Dios quiera, como Dios quiera, tú no lo


haces por eso, lo haces porque esa es la voluntad de Dios y para ti lo
importante es hacer la voluntad de Dios.

Hay cosas que tú ves en vida, viene el enaltecimiento del que habla Jesús,
otras no las ves, pero no importa, lo que importa es aceptar esa humillación
y aceptarla porque nos une a Cristo el gran humillado desde su nacimiento
hasta su cruz, solamente cuando lo aceptas es cuando el Señor en su
momento te enaltecerá.
Eso no tiene nada que ver con aceptar las injusticias, la humillación no está
reñida con defender tus derechos, pero incluso la defensa de los derechos
puede hacerse con violencia, con amargura o puede hacerse con paz y
buscando de verdad la justicia. Cuando te humillan déjale a Dios que haga
de Dios, tú acepta su divina voluntad.

A ti te pueden humillar y estás amargado, te han humillado pongamos que


sin culpa, estás amargado, estás lleno de rabia, estás diciendo en cuanto
pueda me la van a pagar, ojo por ojo, diente por diente, y dice Jesús este no
va a ser enaltecido.

Cuando tú te humillas cuando esa humillación la aceptas por amor al Señor


y entonces eso que no has buscado, que te ha hecho daño, que es
probablemente una injusticia, eso no significa que no tengas que defender
tus derechos, pero a ti te ha hecho daño, eso tú lo aceptas por amor al Señor,
eso es lo que el Señor va a recompensar.

No que te den un bofetón y entonces tú dices yo te voy a dar el doble, sino


que si te dan un bofetón tú dices Señor yo de momento lo acepto por amor a
ti, después yo tendré a lo mejor que poner un pleito porque me han dado un
bofetón o me han robado el carro o no me han pagado el sueldo, de
momento Señor yo lo acepto por amor a ti, eso es lo que se refiere cuando el
Señor dice el que se humilla.

Te dicen qué mayor estás, pues esa es una forma de aceptar una humillación,
sí es verdad estoy muy mayor, se te olvidan las cosas, no te rinden lo que te
rendían antes, esa es una humillación que te viene natural, nadie tiene la
culpa, esa es una humillación acéptalo, el que se humilla será enaltecido.
Tienes un buen plan y ese día todo sale mal, entonces qué tienes que hacer,
amargarte, enfadarte. El que se humilla, es decir el que acepta esto, se lo
ofrece al Señor, intenta salir adelante. Esto es lo que Dios ha querido, esto
es lo que yo tengo que aceptar, lo acepto Señor por ti, es decir empieza por
aceptar lo que te viene, después tendrás que buscarlo. El que acepta la
humillación será siempre enaltecido.

Tengamos esto en cuenta porque cada vez que tenemos una oportunidad en
lugar de decir que mal tenemos que decir que bien, que suerte Señor de que
puedo parecerme un poquito a ti, que tú sí fuiste el gran humillado toda tu
vida porque te hiciste hombre y especialmente en la cruz.

Te humillan de muchas maneras, no solo las personas, te humilla la vida,


humilla mucho el paso del tiempo, aumentan los achaques, tienes que pedir
ayuda, a veces te la dan, esas son humillaciones que vienen de fuera y no me
refiero solo a esas, críticas unas acertadas otras injustas, desprecios,
amenazas. El que se humilla acepta la humillación.

Es una humillación tener que pedir ayuda, acepta la humillación pide


ayuda, pedir ayuda es una forma de humillarte, estás enfermo, necesitas
que te ayuden a estudiar una asignatura o que te ayuden a hacer una tarea.

Aceptar las humillaciones que te vienen, aceptar aquellas cosas que tú no


has buscado, pero que la vida te da, planes rotos, enfermedades, problemas
con los hijos, no conseguir los objetivos que uno se había trazado.
Si tú eres humillado: hablan mal de ti, no te dan el puesto que consideras
que te mereces y que incluso posiblemente te mereces, si no te tratan en
función de la importancia que tú crees que tienes o que incluso de verdad
tienes, alégrate porque serás enaltecido por Dios que es el que de verdad
cuenta.
La humillación, es una palabra desagradable y no vas a poner un pleito por
una palabra desagradable, la humillación es un trato que quizás no es el
correcto en la propia familia, en el trabajo. El que acepta esa humillación
para estar con Jesús que fue el gran humillado, para imitar a Jesús, para
imitar a la Santísima Virgen.

Las humillaciones que vienen de los demás, por lo menos durante un tiempo
no te defiendas, espera, después quizás tengas que poner las cosas en su
sitio, pero espera tranquilo, disfruta de esa humillación, disfruta de estar
recibiendo lo que recibió nuestro Señor y la Virgen, en hora buena, el que se
humilla será enaltecido.

Pero hay humillaciones que no vienen del prójimo, la vejez es una


humillación, ves menos, oyes menos, eres más torpe para moverte, es una
humillación de la vida, no digo que no tengas que ir al médico, digo que hay
cosas que vienen y que son inevitables.

Hay otra humildad, la de aceptar que no eres perfecto, no te rindas, otra vez
y otra vez.

Si otros te enaltecen bueno tú, da gloria a Dios y atribuye a Dios el mérito,


otros te aplauden porque has hecho algo bueno, pero tú no te enalteces a ti
mismo. Depende de ti ser enaltecido por ti mismo o ser humillado por ti
mismo. Si tú te humillas a ti mismo entonces serás enaltecido, no si te
humillan otros, te humillan y puedes estar con un enfado y con un deseo de
venganza tremendo, no por eso te van a enaltecer, pero si tú te humillas a ti
mismo sí serás enaltecido.

Cuando estoy con una persona impaciente le molesta mucho que me tenga
que repetir las cosas y la segunda vez me lo dice con un tono airado, no digo
agresivo, pero sí enfadado, porque claro tener que repetir dos y hasta tres
veces las cosas a un sordo es una humillación, acéptala, no le respondas
diciendo: oye por qué dices eso, por qué ese tono de voz, acepta la
humillación.

A veces la humillación viene porque no te entienden o te han tratado mal o


te han tratado con injusticia, Dios hará justicia, tú acepta la humillación,
estate tranquilo porque Dios lleva cuenta de todo.

No olvides esto el que se humilla será enaltecido, no al que le humillan sino


el que se humilla, el que acepta la humillación, incluso el que busca la
humillación estando contento por estar en el último lugar, preocúpate por
estar bien ante Dios y lo demás no tiene ninguna importancia.

Tengo una cosa esencial que es buena para mí, la humildad de reconocer
que me he equivocado, la humildad de reconocer que tengo que
corregirme, que he metido la pata, que esa palabra no la tenía que haber
dicho o que esa acción no la tenía que haber hecho, no sé si tú tendrás esa
humildad o no, en mi es obligatoria y es un don para mí.

Yo te puedo mostrar el ejemplo de alguien que lucha, que se cae y se


levanta, que vuelve a empezar, no te puedo mostrar la perfección que tú
quieres ver en mí, porque esa perfección solamente la puedes encontrar en
Dios. Si nosotros fuéramos capaces de tener la humildad suficiente como
para decir cuando te interpelan: “pues tú también haces esto”, tuviéramos la
humildad suficiente de no defendernos porque quizás tengan razón, aunque
no tengan toda la razón, podríamos decir: “tienes razón es verdad soy una
persona con defectos, soy una persona pecadora.
El que se humilla es aquel que busca la humildad, no tienes por qué
aparecer, pero sobre todo el que se humilla es aquel que acepta las
humillaciones.
Tienes que aceptar lo que viene que es mucho más difícil que buscarlo tú.
Tienes que aceptar que no te traten como piensas que te mereces, como a lo
mejor de verdad te mereces.
Tienes que aceptar que no reconozcan del todo lo que estás haciendo, a
veces no lo reconocen en nada.

Tienes que aceptar incluso las humillaciones que forman parte de la vida, te
vas haciendo mayor o estás enfermo, o tienes que pedir ayuda, ayuda
económica, una ayuda de cualquier tipo, y tienes que aceptarlo con la alegría
de saber que estás unido a Cristo el gran humillado en la cruz y con la alegría
también de saber que un día todo eso que quizás permanece escondido ante
los hombres, todo eso en cambio un día será reconocido, el que se humilla
será enaltecido.

Aquí quizás pasarán como personas sin importancia, como gente anónima,
en cambio en el cielo que es la vida eterna y que sí existe, en el cielo se verán
las cosas de otra manera. Acepta las humillaciones, acepta lo que te
viene dado, no digo que no defiendas tus derechos que es una cosa distinta,
pero mientras defiendes tus derechos acepta las humillaciones porque el que
se humilla, el que las acepta por amor al Señor y para unirse al Señor, ese sin
ninguna duda será enaltecido.

No es lo mismo ser bueno que ser estúpido.


Hacer el bien llena al ser humano de alegría y felicidad.
Pero no hay que confundir la bondad con el dejarse pisotear y
humillar por alguna persona frustrada que para reafirmarse necesita hacer
daño.
Para evitar que se salga con la suya, lo mejor es ignorarla: como si
sus ofensas no nos afectaran, pero hay que saber defenderse sin ira y sin
rabia, que nos alteran el espíritu desfavorablemente. Nos descompone y
desequilibra física, psíquica y emocionalmente. Debemos hacerlo, si no
con dominio propio, con sentido del humor, y mejor con ironía, pero siempre
de forma razonable.

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