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08-12-2019 Elite y no violencia | La Prensa Austral

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Punta Arenas, 08 de Diciembre del 2019 


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Elite y no violencia
Por La Prensa Austral domingo 8 de diciembre del 2019

(Por Arturo M. Castillo).-


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Por estos días es ya casi un lugar común, el llamar a erradicar la
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violencia de las protestas sociales en curso, y tal vez esté muy bien, a
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nadie le va a sonar feo, y mal que mal, casi todos queremos vivir en
paz, de modo que -para muchos- con eso está cumplido el rito, ya soy
250 una persona de bien, un amante de la paz.
VISITAS El problema, desde mi perspectiva, es que esa magnánima actitud suele
quedarse en el reclamo por los síntomas, y en ningún análisis
conducente, de la enfermedad. Y esa es tal vez una buena analogía: si la
medicina se hubiera conformado con detectar los síntomas, y ver como
aplacarlos, probablemente la mortandad actual sería como la de la Edad
Media; pero no, la ciencia no se conforma con los síntomas, le importan
las causas, porque sin entenderlas, no logrará jamás una cura. El “sana,
sana colita de rana”, ha probado ser tan efectivo, como las declaraciones
que condenan la violencia.
https://laprensaaustral.cl/cronica/elite-y-no-violencia-2/ 1/4
08-12-2019 Elite y no violencia | La Prensa Austral
Pero, vamos viendo: En primer lugar ¿Alguien de verdad cree que sus
llamados a dejar la violencia de lado, es escuchada por los tipos que
están, por una razón u otra, metidos de lleno en ella? Si eso funcionara,
el con icto palestino se habría acabado hace rato, por poner sólo un
ejemplo. Les tengo malas noticias: los violentistas no vuelven del saqueo
o la barricada, a leer nuestras columnas.
En segundo lugar, pero para mí más importante, estos llamados los suele
hacer una cierta élite, el grupo social al que yo mismo tal vez pertenezco
(en el peldaño de abajo seguramente, pero ahí estoy: no tengo grandes
deudas, llego a n de mes, no me cortan los servicios, llegué a la
universidad, leo de corrido, como tres veces al día, mi familia tiene lo
necesario, y hasta algunos gustos nos damos), ese grupo es el que
precisamente echa de menos el semáforo, le espanta la barricada, y con
natural horror, ve que la cosa se puede desbocar a tal punto, que hay
que llamar a parar la violencia, y si es necesario, con más violencia, pero
de la mía, esa en que a diferencia del que está en la barricada, no
requiere que yo me ensucie las manos, pase susto, o me arriesgue a
nada. Esa está bien, mal que mal, es MI violencia, y la puedo justi car
como un “mal necesario”.
Nuestra élite, esa a que con diversos pergaminos, todos desean
pertenecer, y que es una cosa variopinta entre mercaderes exitosos,
empresarios con buen ojo para apañarse una empresa privatizada, gentes
con apellidos añejados en los lagares de sus viñas, intelectuales con o
sin “papers”, columnistas de prosapia, y un guirigay difícil de seguir
detallando, esa élite, acudió a los mejores colegios, pasó por las
universidades “tradicionales” y hasta se dio una vuelta de posgrado en el
extranjero y sin embargo no aprendió nada.
¿De qué otra forma explicarse que, habiendo estudiado con grandes
profesores, sepan tan poco de las dinámicas sociales, que son tan viejas
como el hilo negro? Pareciera que nunca hubiesen oído hablar de la
Revolución Francesa, o se la imaginan no mucho más desordenada que
el cuadro de Delacroix, tan lindo y que vieron en el Louvre, y en que
claro, no aparece la cabeza de Luis XVI rodando bajo la guillotina. No,
de nitivamente la Revolución Rusa tampoco les dice nada, ni tantos otros
levantamientos y “matánzicas que tiene la histórica”, como diría la señora
Violeta de Cereceda, de las cuales ninguna ha sido por exceso de
satisfacción de la plebe.
No, de nitivamente no aprendieron nada, ni se imaginaron que mientras
acumulaban privilegios a punta de martingalas, otros acumulaban
desazón, frustración, dolores, y que estos sentimientos no maduran tan
bien como los vinos en los lagares familiares, sino que se vuelven agrios,
indigestos, y producen hinchazones que dan rabia.
Todos sabíamos desde hace rato, que en Santiago y otras ciudades, hay
sectores en que la policía no entra, por temor o por arreglines, que hay
guetos en que la pobreza honrada, vive sometida al delincuente y el
tra cante. Creamos en todos estos años, lo que Marx y Engels de nieron
como el “lumpenproletariat”, esa sub clase sin conciencia de clase, y
dominada por instintos de baja categoría que, en todo estallido social,
hace lo que sabe hacer, a la sombra de quienes se alzan legítimamente
por sus derechos: aprovechar la circunstancia. Ahora, algunos se
asombran, de que eso que criamos con tanta displicencia mientras
gozábamos de nuestros privilegios, haga lo suyo; parece que esperaban
que, durante el estallido social pací co y legítimo, se replegaran a ver las
protestas por la tele, como hacen tantos de los que llaman a condenar
la violencia, porque no tienen motivos para protestar, o les es más
cómodo que lo hagan otros, o simple y naturalmente, les gana el miedo.

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08-12-2019 Elite y no violencia | La Prensa Austral
No señores: eso que criamos, nos está pasando la cuenta, como el Iva
de las inequidades acumuladas.
Y si alguno cree que estoy validando lo que explico, vuelvo a la analogía
médica: cuando el médico le diga que tiene cáncer, y le explique que las
células esto, y los linfocitos aquello, no se está solazando con su
desgracia, simplemente le está diciendo lo que le ocurre. Yo empecé a
hacerlo hace tiempo -como a comienzos de los ‘90- porque mi
pertenencia subrepticia a la élite, me permitió advertir los primeros
síntomas. Obviamente, cuando los hacía notar, según el caso era
motejado de diversas maneras, ninguna amable, por cierto. No faltó el
que me preguntó “¿Por qué no te vai pa’ Cuba?” pero ahora, aquí
estamos: tanto se estiró el elástico, que se cortó.
Las viejas sociedades, principalmente las europeas, lo aprendieron
también por las malas, pero antes que nosotros, y si en vez de mirar
sólo sus bellas ciudades y la arquitectura deslumbrante, nos hubiéramos
detenido a pensar en por qué viven como viven, reduciendo las
desigualdades a un nivel tolerable, nuestra pretendida élite habría
entendido lo elemental de ello: la paz social es un bien precioso, pero
caro, hay que pagarlo y se construye entre todos y con todos, con
educación, salud, respeto y dignidad, y que una nación que llega a ser
Estado, es algo más que un simple mercado, donde juegan las fuerzas
darwinianas -que le gustan a una buena parte de nuestra pretendida
élite- y que es sobre todo, un ente creado por la necesidad mutua y
para el apoyo mutuo.
Así las cosas, mi punto es que no tenemos élite, la tendremos cuando
tengamos a quienes oportunamente, cumplan las funciones que el gran
historiador Arnold Toynbee señala en una de las obras cumbres de la
historiografía moderna, (“A study of History”), y que señala que “el
crecimiento exige sucesivas respuestas creativas por parte de personas o
comunidades que ofrezcan soluciones a los problemas que surgen, y que
ex hypothesi no pueden ser los creadores que han surgido con
anterioridad, ya que ellos han creado el estado de cosas que ocasiona el
nuevo problema. El grupo o persona que encuentre la solución es una
minoría creadora, que emprende un movimiento de retiro y regreso,
apartándose del curso normal de la civilización y reencontrándose con la
misma, ofreciéndole una respuesta. El resultado constante y repetido de
este proceso hace crecer a las civilizaciones cada vez más.” (Cita tomada
de Wikipedia, para abreviar).
Si hubiéramos tenido una élite de verdad, esta habría dicho a tiempo: no
a la violencia que estamos sembrando, y entonces, habría sido e caz, y
no retórica casi inútil, salvo para quedar bien con los pares, como
muestra la por ada realidad, que lo que necesita para ganar paz, son
soluciones de fondo.

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estamos
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