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Unidad N° 1: “Introducción a la Ciencia Política”.

TEMA: ¿Qué es la Política?


Con este primer eje se inicia este recorrido en el que se propone profundizar sus conocimientos sobre política. Se pensará a
la política en dos sentidos: como ámbito de lo público y del interés general, atravesado por conflictos y por relaciones de
poder y, también, como lugar en el que es posible expresar las inquietudes y participar para construir una sociedad mejor.

Definición del concepto


El concepto de política no es fácil de definir. La palabra política tiene su origen en el adjetivo griego politikós, que significa
“todo lo que se refiere a la polis y su gobierno”; pero también se la considera como “el conjunto de asuntos públicos” y se la
relaciona con el poder y con la búsqueda de consenso.

En una primera aproximación, es posible vincular a la política a aquellas decisiones que obligan a los integrantes de un
Estado a actuar según las normas establecidas, que no hacerlo los expondría a recibir sanciones. Así, la política se entiende
como la actividad que concilia desacuerdos a través de decisiones obligatorias para todos los miembros de una
comunidad.

Por su parte, “lo político” es el espacio donde se reproducen relaciones de poder, es decir, relaciones de mando y de
obediencia. También es el ámbito donde se resuelven los conflictos entre grupos sociales con intereses opuestos. En este
sentido, cabe señalar que para que exista la política debe haber, aunque sea, una mínima posibilidad de expresión y de
participación de grupos en conflicto en el espacio público. Indefectiblemente, lo político pertenece al espacio público, es
decir, al espacio común a todos los integrantes de una sociedad. Se distingue el espacio familiar, empresarial o individual
porque en él los intereses colectivos y el bienestar general predominan sobre los intereses privados, individuales o
particulares.

En la Antigua Grecia, lo público se identificaba con lugar opuesto a la esfera doméstica; estaba reservado a los ciudadanos
libres para la deliberación política. Cerca de la Edad Modera, lo público comenzó asociarse con el Estado, visto como garante
del interés general; así, la política solo tendría lugar en relación con los estatal.

En nuestros días, el Estado comparte lo público con otros actores de la sociedad civil: organizaciones sociales y no
gubernamentales y diversas instituciones se dedican a promover acciones que persiguen la atención de intereses comunes
(educación, defensa de derechos humanos, por ejemplo) Por eso también muchas de las acciones que se desarrollan en la
sociedad civil, fuera del Estado, constituyen la política, es decir que lo público y la política involucran tanto al poder estatal
como a la sociedad civil. Además, los espacios no están claramente delimitados y se encuentran en continua relación y
cambio.

La política como ciencia


Desde las primeras agrupaciones en ciudades-Estado, hubo un interés por el estudio de la política. A continuación, una
reseña de los períodos más destacados sobre esas reflexiones.

 En la Grecia Clásica (Atenas en el siglo V a. C.) surgió un cuerpo de pensamiento organizado sobre la política cuyos
exponentes más destacados son Platón y Aristóteles. Se consideraba al hombre un animal político que solo se
realiza y logra una vida buena si participa en la comunidad y privilegia el bien común sobre los intereses privados.
 Durante la Edad Media (del siglo V al XV) la política se asoció con el pensamiento religioso que imperaba en la
época; así, la buena política debía seguir los valores cristianos.
 En la época del Renacimiento y la Ilustración (del siglo XVV al XVIII) se volvió a concebir a la política separada de la
religión. Su objetivo era el buen gobierno, basado en el poder y la autoridad; esas ideas las expresaron Nicolás
Maquiavelo y Thomas Hobbes, entre otros. Luego de las Revoluciones burguesas, en las sociedades industriales (a
partir del siglo XVIII) se incorporaron nuevos elementos al análisis político, como la desigualdad, la vinculación del
Estado con el mercado y la lucha de clases para la toma del poder.

En nuestros días la complejidad social, los cambios en el rol del Estado y su articulación con la sociedad civil ocupan gran
parte del pensamiento político.

La Política forma parte de las Ciencias Sociales. Al ser una disciplina científica, se trata de un estudio organizado y
sistemático cuya especificidad está dada por el objeto: los fenómenos y las estructuras que dan forma a lo político. Como
toda ciencia, la Ciencia Política busca explicar los fenómenos que estudia y predecir cuándo y bajo qué condiciones volverán a
ocurrir o cómo evolucionarán. No hay acuerdo sobre el nacimiento de la Ciencia Política. Aunque no se puede olvidar la

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importancia de la reflexión sobre los fenómenos políticos desde
las polis griegas, desde el punto de vista metodológico, su origen
se ubicaría en la década de 1940. Estados Unidos, desde el fin de
la Segunda Guerra Mundial, consolidó la investigación política en
gran medida porque utilizó esos estudios para guiar sus
estrategias como potencia en el marco de la Guerra Fría. En 1949
se creó la Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA, por
sus siglas en inglés) para impulsar la presencia mundial de la
Política. En los años 70 renovaron los estudios desde Italia con
autores como Norberto Bobbio y Gianfranco Pasquino.

La praxis política
El antiguo pensamiento sobre la política estaba referido a la acción en el sentido que le daban los griegos: la praxis. El fin
de la acción o práctica política era el mejoramiento personal y, en consecuencia, el progreso de la polis. Solo se podía hablar
de una vida recta en estrecha relación con la polis, entendida como la comunidad de pertenencia de los ciudadanos. Para los
atenienses, la vida humana no era asunto exclusivo de la acción individual, sino en la participación en el gobierno en los
asuntos comunes. A su vez, la praxis política era el medio de realización del ser humano y de construcción de una polis
virtuosa. Ser un hombre virtuoso, ser ciudadano y participar en la comunidad formaban parte de un todo.

¿Cómo se concibe la praxis política en las sociedades actuales? La respuesta es compleja ya que las sociedades de hoy
ofrecen condiciones diferentes de las que propiciaban las prácticas políticas en la antigua Grecia. Entre otras causas, existen
importantes tensiones que llevan a una erosión de los lazos sociales.

Los ciudadanos gozan de derechos, aunque no todos pueden ejercerlos en igualdad de condiciones. Frente a esto, la
educación es fundamental para transformar la diversidad en un factor positivo de entendimiento mutuo entre los individuos
y su comunidad, y para que la práctica política sea el espacio para buscar soluciones a los problemas comunes.

La ciudadanía se debe transformar en una práctica, desarrollada desde la educación. Es decir, la ciudadanía no estaría
dada solamente por el reconocimiento de determinados derechos sino también por la posibilidad concreta de accionar para
buscar el bien común.

La política es lucha y es conflicto


Según lo visto hasta ahora, la política puede definirse con
relación a la toma de decisiones dentro de una comunidad y al
accionar de acuerdo con lo decidido (ya que no hacerlo implicaría
sanciones). Esta definición pone de manifiesto las relaciones de
poder. La política obliga y, en consecuencia, genera conflictos.

Nunca existió una sociedad sin conflictos. La propia


convivencia genera desigualdades, tanto en el plano individual
como en el plano grupal. Los beneficios en esa distribución
desigual son quienes ejercen el poder y la dominación y, por lo
tanto, tienen la capacidad de desplegar una serie de recursos,
como opiniones, tradiciones, influencias y coerción para mantener
sus privilegios. Los desfavorecidos tratan de mejorar su situación
expresándose en protestas, huelgas, lucha electoral y otros
canales. La política aparece, así como el ámbito donde los desacuerdos pueden tratarse colectivamente y procesarse hasta
lograr decisiones que pueden imponerse para mantener la convivencia social.

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Desde mediados del siglo XIX, el pensamiento político se preocupó por analizar las condiciones y los mecanismos que
permiten ejercer la dominación en las sociedades capitalistas. Estos análisis son el núcleo de la tradición marxista, cuya base
se encuentra en los trabajadores de Carlos Marx y Federico Engels.

Para ellos, la única manera de revertir la dominación de clases era conquistar por la fuerza el poder político, encarnado en
el Estado. Una vez logrado ese primer objetivo se anularía la propiedad privada para modificar la conformación del poder
económico y la consecuente dominación de una clase sobre otra. Esta transformación debía presentarse como el interés
general. Para el marxismo, es imposible separar el poder material (económico) del ideológico y político. Por eso, la meta de
una sociedad sin desigualdades empezaría a lograse cuando los sometidos se den cuenta de la dominación y tomen el poder
político en un proceso revolucionario y violento que derivaría en la sociedad sin clases.

En las últimas décadas, la conflictividad social se tornó más compleja debido a la presencia de intereses más variados y
por la fortaleza creciente del mercado en detrimento de los Estados. Por eso razón, incluso para las corrientes posmarxistas,
la política contemporánea consiste en manejar el poder y encauzar el conflicto por medio de consensos en el contexto del
sistema democrático.

TEMA: ¿Qué es el poder?


El poder entendido como relación social refiere a dos tipos de facultades de un grupo o de una persona: la capacidad de
hacer –por ejemplo, “los trabajadores pueden organizar un sindicato– y la capacidad de influir en la conducta de otros –,
como en el caso de “el sindicato logró que los empresarios aceptaran un aumento salarial del 24%.

El poder político es la potestad de mandar y ser obedecido por un conjunto relativamente grande de población en temas
de interés general. Generalmente usamos esta expresión en relación con alguna autoridad de gobierno (de un país, de una
localidad, por ejemplo), pero también ejercen este tipo de poder los partidos políticos, las organizaciones internacionales y
otros grupos que influyen en las decisiones de los gobiernos, como los grupos económicos, de intelectuales o de medios de
comunicación. Poder político y poder social están siempre relacionados.

Las sociedades actuales son muy complejas; entre otras cuestiones, porque es posible diferenciar en ellas diferentes
ámbitos, como la familia, la educación, la salud, el trabajo, los deportes o el Estado. En cada uno de ellos existen relaciones
de poder específicas a las cuáles las personas nos sujetamos. Por eso se dice que hay distintas esferas de poder que es
posible analizar identificando quiénes loe ejercen, sobre quiénes, a qué tipo de conductas afectan, cuáles son sus objetivos o
qué resultados produce.

En la esfera familiar, los padres influyen en la conducta de los niños (inciso durante los primeros años de los niños deciden
por ellos qué comer o a qué escuela asistir y, más adelante, si tiene permiso para salir o para viajar, por ejemplo). Se
considera que hacerlo es una obligación de los padres porque los niños no tienen capacidad para decidir sobre sí mismos ni
para discernir entre lo que es bueno y lo que es malo y, en muchos casos hacer lo que les gusta puede implicar poner en
riesgo su salud o su vida. Algo similar sucede en la esfera educacional entre docentes y alumnos; o en la de la salud, cuando
un médico prescribe un tratamiento o una operación; o en lo jurídico, cuando nos vemos obligados a acatar la disposición de
un juez, por ejemplo. En todos estos casos consideramos que hay personas con conocimientos y que, al influir en nuestras
conductas, colaboran en ampliar nuestra propia capacidad de hacer. Son relaciones necesarias para vivir en sociedad y
generalmente son temporarias. Cuando somos adultos, nuestros padres dejan de decir cómo debemos actuar; si estamos
sanos podemos no consultar al médico; si no tenemos un conflicto legal, no es necesaria la intervención de un juez.

Instrumentos y relaciones de poder


Hay algunos elementos concretos y representaciones simbólicas que ayudan a ejercer el poder: propiedades, prestigio,
fuerza física, costumbres y tradiciones, leyes, afecto, etc. Sin embargo, el poder no es algo que se posee, como dinero o un
arma, sino una relación social que se entabla entre personas o grupos. Para que la propiedad y el arma sirvan para ejercer el
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poder, se necesitan dos condiciones más: que quien posea el
instrumento quiera y sepa usarlo para inducir u obligar la conducta de
otros, y que otros estén dispuestos a comportarse de determinada
manera (a cambio de dinero o por temor a la violencia física).

Pensemos en un ejemplo extremo: si se amenaza a un grupo con


armas y este está dispuesto a morir antes que hacer lo que se le exige,
el instrumento (arma) y la intención (obligar al grupo) no son suficientes
para lograr el objetivo. Se puede matar a estas personas, pero no
obligarlas a hacer lo que se les ordena. Los trabajadores poseen fuerza
de trabajo y, para presionar a los empresarios, pueden decidir una
huelga, es decir, dejar de poner su energía en la producción. Pero para
que esa decisión se convierta en ejercicio del poder, los empresarios
deben considerar que les conviene dar un aumento salarial antes que
paralizar la actividad de sus empresas. En los dos casos, el que ejerce la
influencia supone que la otra parte tiene determinados valores que no
quiere perder; en el primer caso es la vida, en el segundo es el dinero.

Formas de ejercicio del poder


Existen diferentes formas de influir en la conducta de los demás, de las cuales estas son las tres más frecuentes:

 Persuasión: es convencer al otro de que hacer lo que se le indica es para su propio beneficio. Por ejemplo, explicar
que para preservar la salud es conveniente comer determinados alimentos, no tomar alcoholen exceso o cumplir
con un tratamiento médico.
 Manipulación: es dirigir la conducta de una persona sin que ella se dé cuenta. Po ejemplo, a menudo la publicidad
intenta que asociemos la riqueza, la belleza o el éxito con determinados productos, sean cigarrillos, jabones para la
ropa o autos. Muchas veces, consumimos el producto bajo la influencia de esa imagen sin ser conscientes de las
desventajas o los perjuicios que pueden causarnos.
 Coerción: cuando se obliga a alguien a comportarse de determinada por la fuerza y contra su voluntad; se acepta el
mandato para evitar un castigo o una pérdida importantes. Ejemplos: un conductor que no estaciona su auto en un
lugar prohibido porque teme la multa y un empleado que no denuncia una situación irregular por temor a ser
despedido.

Autoridad y legitimidad
Se denomina autoridad al poder que ejerce alguien con ciertas
capacidades o cualidades reconocidas por los demás que hacen
que acepten la relación de mando. Por ejemplo, un médico tiene
autoridad para ordenar un tratamiento, y un gobernador, para
definir una política para su provincia. La creencia en la autoridad
de una persona, grupo o institución es lo que se denomina
legitimidad. Si el que detenta el poder pierde las condiciones que

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lo habilitan a ejercer ese poder, pierde autoridad; si los otros ya no confían en él, pierde legitimidad. Esto sucede en las
distintas esferas de la vida: por ejemplo, cuando un padre no cuida la salud de sus hijos, o cuando un médico pone en riesgo
la salud de una persona por mala atención, o en el caso en que un gobernante actúa fuera de la ley. Pero también puede
ocurrir que alguien tenga las cualidades necesarias para ejercer la autoridad, pero las personas no crean en él; esta carencia
de legitimidad desgasta la autoridad y debilita la relación de poder: quienes deben obedecer, pierden la disposición para
hacerlo. Así, el modo de influir en las personas es aplicando una fuerte coerción, lo que no suele sostenerse en el tiempo.

En síntesis: quienes ejercen autoridad no lo hacen de forma ilimitada; siempre deben cumplir determinadas condiciones
(poseer un conocimiento, ajustar su acción a las normas, etc.) y los destinatarios de la autoridad deben otorgarle, aunque sea
un mínimo de autoridad y prestar conformidad con esa autoridad.

La dominación
Hay otras influencias que son permanentes y limitan la capacidad de actuar de algunas personas. Las llamadas relaciones
de dominación y existen en la sociedad, más allá de cómo creamos en cada caso que perjudican o benefician a determinados
grupos.

Para eliminar de una sociedad las relaciones de dominación, o que estas sean mínimas, sería necesario que sus
integrantes vivan en condiciones muy igualitarias y sus objetivos, deseos e intereses sean casi los mismos. Hay algunos
ejemplos de comunidades agrarias más simples en Sudamérica antes de la llegada de los españoles, donde todos trabajaban
las tierras comunes y construían las viviendas y objetos de forma artesanal.

En sociedades complejas como las actuales, con división del trabajo, funciones diferenciadas y jerárquicas, las relaciones
de dominación son una constante y se ejercen mediante variados instrumentos y modalidades. La mayor parte de la
población se comporta de acuerdo con lo que imponen quienes detentan el poder por motivos distintos: voluntad de
conservar un determinado orden; temor a ser reprimidos o a perder algo que tienen.

El poder político
El poder político se concentra en el Estado, la institución que organiza y regula las relaciones del conjunto de la población,
es decir, establece y legitima un orden social. Para ello, utiliza instrumentos como la ley y la fuerza de sus cuerpos armados.
Ese orden social no beneficia a todos de la misma manera: por ejemplo, si establece que las personas pueden heredar las
propiedades de sus familiares, ello beneficia a los familiares de los propietarios, que heredan bienes sin haber trabajado sin
obtenerlos, y no al resto de la sociedad que no heredará nada. En cambio, cuando fija un impuesto a la riqueza para utilizar
lo que recauda en políticas destinadas a sectores de menos ingresos, u obliga a los empresarios a pagar determinados
sueldos y otros beneficios a sus empleados, compensa la situación de los más desfavorecidos.

Muchos autores definen al Estado como un sistema de dominación. Esa


definición se sostiene en el hecho de que el Estado establece un sistema
económico y social, decide las formas en que se distribuye la riqueza entre
los diferentes grupos de la población y dicta las normas que señalan lo que
está permitido hacer y las penas que corresponden a las personas que no
las cumplen. Si alguien se sale del marco establecido (no obedece las leyes,
por ejemplo), el Estado tiene la capacidad de obligarlo y castigarlo porque
cuenta con medios de coerción legítimos, es decir, reconocidos por la
población (jueces, inspectores, policías, gendarmes, etc.).

Veamos un ejemplo. El Estado protege la vida y la propiedad privada. Si


alguien mata, lastima o roba, el Estado lo juzga (de acuerdo con las leyes) y
le aplica una pena que le obliga a cumplir. Si en la sociedad existe la
creencia de que se deben respetar la vida y la propiedad, la mayoría de la
población no robará ni matará, y apoyará (legitimará) las acciones del
Estado para evitarlo y castigar a los pocos que sí lo hacen. Incluso, las
personas pueden llegar a reprimir sus conductas, aun en contra de su
voluntad y en casos extremos (por ejemplo, no aplicar justicia por mano
propia ante el asesino de un hijo) porque consideran que es mejor aceptar
la voluntad del Estado.

De este modo, el Estado regula infinidad de relaciones en las distintas


esferas de la vida, algunas veces de manera imperceptible porque se trata de situaciones cotidianas y que consideramos
naturales. El Estado, aplicando su autoridad política, expide los documentos que acreditan quiénes somos (Acta de

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nacimiento, DNI), legaliza la unión entre dos personas (matrimonio), asegura la propiedad de una casa (título de propiedad),
reconoce los estudios y conocimientos (certificados y diplomas), decide cómo circular por la vía pública (normas de tránsito),
entre una infinidad de otras cuestiones.

Los gobernantes, en especial los del Poder Ejecutivo (Presidente de la Nación, gobernadores, intendentes, ministros),
suelen ser la cara visible y el referente de la legitimidad del Estado. La legitimidad de un gobierno deriva del consentimiento
que los gobernados le otorgan a través del voto en las elecciones y también de la renovación de ese consentimiento
expresado públicamente de distintas maneras. Cuando los gobernados dejan de creer en el gobierno, este pierde legitimidad
y puede dejar de ser obedecido. En esos casos, el Estado recurre a aplicar en mayor grado la fuerza para imponerse. Pero es
probable que la situación se torne insostenible, aumenten los cuestionamientos al gobierno y este termine cayendo, por
ejemplo, llamando a elecciones de forma anticipada o directamente renunciando. Ha habido casos en los que los
gobernantes cuestionados se retiraron para evitar la pérdida absoluta de la autoridad política estatal.

Organización del poder político

El poder político es, dicho en términos fáciles, el poder que la polis, o sea, el poder que el pueblo delega en el Estado
para que tome en su nombre las decisiones más difíciles respecto a la conducción de la sociedad. Es el poder que las
instituciones públicas administran, es decir, el poder público. Como tal, se organiza en tres poderes diferentes e
independientes, según la tradición republicana que plantea la creación de poderes que mutuamente se controlen y limiten
para sostener la estabilidad institucional del Estado. En este sentido, los poderes públicos poseen la potestad para ejercer de
forma legítima las atribuciones que les confiere la constitución. Su objetivo, como tal, es asegurar la convivencia social
mediante la implementación del orden a través de una autoridad pública.

El poder político se divide en:

El poder ejecutivo. También llamado gobierno, que es electo en las democracias por el voto popular y administrado por
un jefe de estado (usualmente un Presidente o Primer Ministro, pero también puede ser un Rey), y por su gabinete de
ministros y gobernadores. Se ocupa de la conducción política del Estado, es decir, de la toma de decisiones respecto a cómo
distribuir sus recursos y hacia dónde dirigir la sociedad.

El poder legislativo. Que reside en el Parlamento o la Asamblea Legislativa, dentro de la cual tienen representación los
distintos partidos políticos de una nación, en diferentes proporciones de acuerdo a la votación popular que los eligió, y que
se ocupan de dar el debate político respecto a las leyes y a la administración de presupuestos, o la aprobación de poderes
especiales para el ejecutivo, por mencionar algunas funciones. Son un organismo de control, que limita al ejecutivo mediante
las leyes, y que, en el caso de Argentina, está compuesto por dos cámaras de debate (diputados y senadores).

El poder judicial. Encargado de la interpretación de las leyes en el marco de las normas de la Constitución nacional, y de
ejercer las sanciones o reparaciones necesarias para garantizar la justicia y la paz social en la comunidad. Se compone por
una estructura jerárquica de tribunales, a la cabeza del cual está, en el caso de Argentina, La Corte Suprema de Justicia. Los
miembros de este poder no son electos por sufragio, sino designados por los otros dos poderes en consenso.

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Diferentes ideas acerca del poder político.
El Estado tiene el poder de dirigir, de aceptar o de reprimir las acciones que llevan a cabo las personas. Ahora bien, ¿de
dónde surge ese poder del Estado? Estas preguntas se vienen haciendo sistemáticamente muchos pensadores desde la Edad
Moderna. A continuación, revisaremos algunas de las ideas más representativas que elaboraron al respecto.

Cuando se formaron las primeras nociones europeas en los siglos XV y XVI, el poder de los monarcas era ilimitado porque
se consideraba que Dios les había encomendado la misión de guardar el orden en la tierra en su nombre. Pero surgieron
teóricos que buscaron otras razones para fundamentar el poder del Estado, por ejemplo, las necesidades de los seres
humanos.

La razón de Estado

Nicolás Maquiavelo es considerado el primer teórico moderno del poder político. Este
italiano sostuvo que el objetivo de las acciones del gobierno de un Estado es mantener el
orden social, y para ello tiene que ser más fuerte que los otros grupos o personas integrantes
de la sociedad. A esta finalidad la llamó la razón de Estado. Para cumplir con ese objetivo, un
gobierno puede ponerse por encima de las normas morales que cumplen las personas
particulares. Por ejemplo, no solo es el único que puede hacer las leyes, sino también aplicar
la violencia física para castigar a los que las violan. Hasta la actualidad, solamente el Estado
tiene el poder legítimo de obligar, perseguir, juzgar, encarcelar e incluso matar (para
defender la vida de otras personas, en una guerra o aplicando la pena de muerte en los
países en que se la acepta).

El contrato social

En los siglos XVII y XVIII surgieron las teorías constractualistas o iusnaturalistas, que
también intentaron justificar el poder político con motivos humanos y no divinos. Para ello,
imaginaron cómo vivirían las personas en una situación a la que denominaron “estado de
naturaleza” y en la que no existen el gobierno, ni las leyes, ni ningún tipo de organización
social. Pensaron la vida en el estado de naturaleza según las características de los humanos
y, del mismo modo, deducían el motivo que los había llevado a ponerse de acuerdo, por
medio de un contrato, en formar una sociedad y darle un orden político, es decir, conformar
un Estado. Thomas Hobbes fue el primer filósofo contractualista. Él intentó justificar el
poder absoluto del monarca ya no en Dios, sino en la naturaleza humana. Imaginó que los
hombres en “estado natural” eran, desde su nacimiento, libres e iguales y tenían todos los
derechos, pero eran egoístas y violentos, lo que los llevaba a vivir en una guerra permanente
de unos contra otros en el afán de su propio beneficio. Hobbes dedujo que, para sobrevivir,
en algún momento habrían decidido entregar todos sus derechos y su poder a uno solo, a
quienes convirtieron en soberano absoluto. Así, el Estado hobbesiano es despótico, con un
poder ilimitado y el derecho absoluto de controlar a las personas.

Años después, John Locke, otro inglés, también sostuvo que los hombres nacían libre e
iguales, pero no los imaginó malos ni violentos, sino viviendo en relativa paz, esforzándose por
lograr su sustento y gozando de derechos naturales (la igualdad, la vida, la libertad y la
propiedad de los frutos de su trabajo). El problema era que, si surgía algún conflicto entre
ellos, no había alguien con autoridad para juzgar y cada uno debía defender sus derechos con
su propia fuerza. Por eso se habían puesto de acuerdo en formar una sociedad y un gobierno
cuya función primordial era de hacer de juez para defender los derechos que los seres
humanos tenían antes de formar la sociedad (derechos naturales).

El poder político debía ser limitado y controlado para que no afectara los derechos de las
personas. Para ello, Locke recomendó dividir el poder en ejecutivo y legislativo; en este último
debía estar representado el pueblo. Si el gobierno se volvía despótico y violaba los derechos
naturales de los hombres, el pueblo podía rebelarse y cambiarlo. De las ideas de Locke
derivaron el liberalismo político y la mayoría de los sistemas políticos modernos.

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La dominación económica

A mediados del siglo XIX, la Revolución Industrial había generado avances en la


producción y, al mismo tiempo, graves problemas sociales, como la exclusión social, la
explotación de los obreros y su hacinamiento en las ciudades. El economista y filósofo alemán
Carlos Marx elaboró una teoría revolucionaria y crítica de la sociedad capitalista y de los
sistemas liberales de gobierno. Él afirmaba que, a lo largo de la historia, en la mayoría de las
civilizaciones grupos minoritarios dominaban a otros mayoritarios, que el poder que permitía
esa dominación se originaba en el funcionamiento de la economía y que el poder político (en
la forma en que tenía en cada época) era el instrumento que garantiza esa dominación.

Los Estados liberales, sus instituciones y sus leyes eran, para el marxismo, formas de
ocultar la dominación propia del modo de producción capitalista. Aunque la ley no hacía
diferencias entre los ciudadanos y muchos de ellos podían elegir democráticamente a sus
gobernantes, seguían existiendo explotados y explotadores. El capitalismo es un sistema económico que funciona a partir de
la relación de dos clases sociales: la burguesía, propietaria de los medios de producción, y el proletariado, trabajadores que
solo poseen su fuerza de trabajo. La burguesía no necesita tener esclavos o siervos, mientras que la ley y la fuerza del Estado
protejan sus propiedades. Los trabajadores, personas libres e iguales ante la ley, pero sin medios de producción (sin capital),
se ven obligados a trabajar a cambio de un salario y bajo las condiciones que se les imponen, mientras que los frutos de la
producción se los apropia el capitalista. El marxismo es revolucionario porque postula que la única manera de salir de la
situación de explotación es que el proletariado tome el Estado por la fuerza y despoje a los burgueses de los medios de
producción.

Dominación y burguesía

Otro alemán, Max Weber, a principios del siglo XX, observó que las sociedades se hacían
más complejas. La competencia entre capitalistas individuales daba paso a la de grandes
empresas y los Estados ampliaban sus funciones. En ambos casos, las organizaciones se
convertían en grandes máquinas impersonales, con tareas especializada cumplidas por
funcionarios anónimos que recibían un sueldo a cambio; así, se convertían en sistemas
burocráticos. Los comparó con las formas de organización de otras sociedades y eso le
permitió definir al Estado moderno como la institución de dominación que detenta el
monopolio legítimo de la violencia o la coerción sobre una sociedad. Esa dominación, para que
sea legítima, debe respetar las leyes y ser ejercida por el aparato estatal o burocracia. Por eso,
Weber sostuvo que la dominación del Estado moderno es “racional, legal y burocrática”.

Dominación ideológica

Antonio Gramsci fue un marxista italiano que vivió y actuó durante las dos guerras
mundiales. Observó que el ejercicio del poder político, además de coerción, necesita una
cuota de consentimiento. Se preguntó por qué la mayoría de las personas aceptaban un orden
social que no las favorecía. Encontró una respuesta desarrollando el concepto de hegemonía,
que es un tipo de dominación de un grupo sobre otros, basado más en el consenso que en la
violencia. Para ejercer una dominación hegemónica, un grupo poderoso logra cierta
conformidad de aquellos a los que les impone sus intereses y proyectos, a través de la
negociación (concediéndoles beneficios que no alteren su superioridad) o de la dominación
ideológica, es decir, convenciéndoles de que este proyecto les conviene también a ellos.

El sociólogo Pierre Bourdieu analizó los mecanismos de dominación social y concluyó que, si
bien el capital económico es un arma poderosa, este se combina con otros capitales para
que un grupo logre ejercer el poder sobre el resto. Por ejemplo, el capital cultural –
conocimientos que se expresan en títulos educativos – y el capital social –conjunto
de vínculos familiares, de amistad o laborales– permiten a una persona lograr más
beneficios que a otras. El reconocimiento que la sociedad hace de la combinación de
capital económico, cultural y social de una persona o grupo constituye su capital simbólico;
este le permite imponer su pensamiento y sus intereses sobre los demás. Esa dominación
nunca es definitiva porque existe un permanente conflicto entre los distintos grupos
sociales por imponer sus intereses y su propia visión del mundo.

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TEMA: Elementos de la vida política
La Sociedad. Desde que el hombre es hombre, vive gregariamente, es decir con otros semejantes. Para una convivencia
permanente más o menos armónica, se debe organizar estableciendo normas básicas que resguarden la vida social. Esas
reglas tienen un objetivo, que es cubrir las necesidades fundamentales del grupo. Para establecerlas, a fin de organizarse,
surge la actividad política.

La política es la actividad puramente humana, que se desarrolla en tanto el hombre vive en comunidad. Sin convivencia
humana no hay política, por lo que podemos afirmar que el elemento humano organizado es el primer elemento de la
política.

El Poder político: La vida política se centra en torno del poder, según Max Weber, es la posibilidad de imponer la voluntad
propia en una relación social contra cualquier tipo de resistencia, por parte de los otros participantes de esa relación. Supone
una relación de mando-obediencia. En esa relación existe un sujeto que actúa, un objeto sobre el que se puede actuar y
medios (físicos o ideales) con los que es posible una acción. Tanto el sujeto como el objeto son, en este caso, personas. El
sujeto tiene la intencionalidad de que el objeto no siempre tenga conciencia de dicha situación. La obediencia se da por una
combinación de coacción (fuerza o violencia o amenaza de la misma, que se ejerce sobre una persona para obligarla a que
actué de un modo determinado) y de acuerdo. Así el poder actúa por medio de la promesa de premios o la amenaza de
castigos.

En la mayoría de las circunstancias de nuestro mundo moderno, el poder ya no es absoluto. Una de sus características es
que no existe a menos que se perciba, y lo deben percibir tanto el emisor como su oponente.

Debe ser reconocido para que sea eficaz: si una de las partes detenta una posición fuerte, pero no se ha dado cuenta de
ello, su fuerza no tiene valor. Lo mismo sucede si, dándose cuenta, no sabe aprovecharla.

El Estado es una forma política de organización de la convivencia, territorialmente compartida. Según Bidart Campos es el
ámbito natural donde se desenvuelve la actividad política, Fayt aclara que el Estado es política cristalizada, es la consecuencia
o el resultado de la conquista y el ejercicio del poder, es su institucionalización. No fue primero el Estado y después la
política, sino que fue primero la política, después el Estado, ya que las formas estatales, los órganos, la división de poderes
surgen de la política como lucha, como acción de gobernar y como empresa comunitaria.

Cuando la comunidad se organiza en un territorio y tiene soberanía, o pleno poder de decisión, en el mismo, podemos
hablar de que existe un Estado. Es decir que los elementos constitutivos del Estado son población, territorio y poder. Estos
tres elementos se sintetizan en la siguiente enunciación de Max weber (pese al tiempo transcurrido desde su formulación a
principios de siglo XX, sigue siendo la definición de Estado más aceptada en las Ciencias Sociales) Estado es el monopolio de la
fuerza en el interior de un territorio determinado. Para detentar dicho monopolio de manera legítima, el Estado actual se
basa en tanto en la burocracia profesional como en el derecho racional.

El Poder se concentra por medio de un gobierno, que puede estar constituido por un hombre, grupo de hombres o
instituciones. El poder político está ejercido por quien tiene el monopolio de la fuerza (la coacción, según Ernesto Villanueva,
representa el primer componente del poder), y la legitimidad (o consenso para que se gobierne, a fin de que no se cuestione
el carácter político del poder).

TEMA: Ética y Política


Ética. Concepto
En general las palabras “ética” y “moral” se usan como
sinónimos: la primera deriva de la voz griega ethos, que
significa costumbre, y a segunda de la voz latina mores,
que posee el mismo significado. Sin embargo, no son
totalmente equivalentes: la moral es el conjunto de
comportamientos que la mayoría de los integrantes de
una sociedad suele aceptar como válidos, y la ética es la
rama de la filosofía que reflexiona sobre el por qué se los
considera válidos, y compara las “morales” de las distintas
sociedades o de distintos grupos de una misma sociedad.

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Según la Enciclopedia Jurídica OMEBA, antiguamente se usó la palabra “ética” para clasificar en general a los caracteres
estimables del comportamiento humano deseado. Con el auge de la filosofía helénica, la Ética surgió como una doctrina de
las costumbres, es decir, como una teoría de los actos humanos ordenados de acuerdo a ciertos principios postulados por el
hombre mismo. La evolución posterior llevó a que la palabra “ética” aludiera a un comportamiento moral, y dentro de él al
comportamiento jurídico. Así, lo ético fue siendo progresivamente identificable con lo bueno, lo honesto, lo justo y, en
general con lo positivamente valioso dentro de un orden de vida plenaria exigible. Fernando Savater, en su libro Ética para
Amador, vincula la ética con la libertad que tenemos para elegir lo que hacemos, con la conciencia de la propia voluntad al
realizarnos, y con la responsabilidad que debemos asumir frente a nuestros propios actos.

Desvalorización de la política
En Ética para Amador, Fernando Savater (filósofo español contemporáneo)
se pregunta: “Ahora bien: ¿por qué tienen tan mala fama los políticos? A fin
de cuentas, en una democracia políticos somos todos, directamente o por
representación de otros (…)

Ofrecen ideas para mejorar la gestión de la sociedad y se consideran


capaces de ponerlas completamente en práctica, pero son ideas que
cualquiera debe poder comprender y discutir, así como tienen que aceptar
también la posibilidad de ser sustituidos en sus puestos si no son tan
competentes como dijeron o tan honrados como parecían. Entre esos políticos
los habrá muy decentes y otros caradura y aprovechados, como ocurre entre
los bomberos, los profesores, los futbolistas y cualquier otro gremio. Entonces,
¿de dónde viene su notoria mala fama?

Para empezar, ocupan lugares especialmente visibles en la sociedad y


también privilegiados. Sus defectos son más públicos que los de las restantes personas; además, tienen más ocasiones de
incurrir en pequeños o grandes abusos que la mayoría de los ciudadanos de a pie (…) Por otra parte, los políticos suelen estar
más dispuestos a hacer más promesas de las que sabrían o querrían cumplir. Su clientela se lo exige: quien no genera las
posibilidades de futuro ante sus electores y hace mayor énfasis en las dificultades que en las ilusiones, pronto se queda solo.
Jugamos a creernos que los políticos tienen poderes sobrehumanos y luego no les perdonamos la decepción inevitable que
causan.

En nuestro país, tras largos años de dictadura y falta de práctica democrática, al concepto que hemos dado de “política”
suele oponérsele otros significados, confundiendo a veces “política” con la “conducta de los malos políticos”. De allí que haya
sectores reales de la población que ven en las luchas por el poder y en la conducta de gobernantes, solo intereses personales.
Esto aleja a la población de la actividad política.

El ciudadano debe interesarse y ocuparse de la política. El bien común surge seleccionando a los mejores para que se
dediquen a la política. Hay que participar en alguna de las actividades políticas y ejercer el control de los que la manejan. De
este modo se recupera para la política el lugar digno que le corresponde”.

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La Ética política
La política y la ética están relacionadas en cuanto a su finalidad: la
política tiene como objeto el bien común de la sociedad; la ética se ocupa
del obrar bien. Según Savater:

Pero también establece diferencias, porque dice que para la ética lo


importante es tener buenas intenciones al obrar, al hacer uso de su
libertad; en cambio para la política lo fundamental son los resultados que
se obtienen. La Ética no se ocupa de lo que uno hace por obligación, por
temor o porque no tiene más remedio, sino de lo que elige
voluntariamente hacer. Por el contrario, a la política no le importa si los
ciudadanos obedecen las leyes porque les parecen correctas o porque
temen el castigo por infringirlas; pese a que prefieren el consenso, su
objetivo es que se cumplan, aunque sea por métodos disuasivos o
coercitivos; su interés está en los logros obtenidos.

Nosotros, por supuesto, estamos formándonos para vivir en democracia, y solo vamos a admitir que se usen aquellos
métodos legales, respetuoso de los derechos humanos y de los principios republicanos para la consecución de su objetivo
final, que es el bien común. Veremos, sin embargo, que hay y hubo gobiernos –y teóricos que los justificaron–y que no les
importaban los medios con tal de llegar a los fines propuestos.

Relación entre política y ética: distintas opiniones.


Platón, en su libro La República (publicado aproximadamente en el 390 a. C.), propone un Estado ideal, gobernado por
una clase pensante (los mejores filósofos) que no tengan otra ambición ni otro objetivo que el bien de la sociedad. El hecho
de estar en el gobierno no les debe dar riquezas ni posibilidades extraordinarias, porque si no podría ser que lo asumieran
quienes tuvieran deseos de enriquecimiento y por consiguiente existiría el riesgo de que se corrompiese la función pública.

Para Platón, los gobernantes deben ser verdaderos guardianes del Estado. Como su objetivo es el bienestar de toda la
sociedad, no el de unos pocos, para lograrlo pueden utilizar recursos que no se consideren correctos en el plano personal,

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pero sí en el plano público, como por ejemplo ocultar informaciones o mentir siempre que sea en aras del beneficio de la
comunidad. Distingue así entre la “moral política” de la “moral personal” del gobernante que debe ser intachable.

Para Aristóteles, discípulo de platón, también la ética y la política están profundamente ligadas, y si bien son distintas las
normas morales que deben inspirar a la conducta política de la personal, la primera debe estar regida por la justicia:

“La Ética nos parece una rama de la política, ya que no se puede hacer nada en las cuestiones referentes al Estado, de no
hallarse en posesión de ciertos hábitos, es decir, del bien. No obstante, ser bueno estriba en ser virtuoso. De ahí si tenemos
que proceder con éxito en las cuestiones concernientes al Estado, debemos hallarnos en posesión de buenos hábitos
morales. Por eso, el estudio de las costumbres, parece que es una rama que pertenece a la Política, y su punto de partida. En
su conjunto, creo que esta materia se debería llamar Política en vez de Ética”.

Aunque no podamos decir que se cumplía, el modelo ideal de gobierno durante la época romana y la medieval siguió
siendo aquel en el cual la moral debía regir la conducta política.

Nicolás Maquiavelo (1467-127), en su tratado sobre Política que se llama El Príncipe, no se ocupa de lo que debería ser la
política en cuanto a principios éticos, sino que tomando ejemplos de los gobiernos del pasado y del presente analiza cómo se
desenvuelve la política en esos Estados, y qué es en realidad lo más conveniente hacer en cada caso –si uno es el
gobernante– para lleva a cabo su gestión con éxito. Su libro es un “manual de técnica política”, destinado a “la consideración
de los medios adecuados e idóneos para conquistar y conservar el poder”. De ahí se dice que la frase “El fin justifica los
medios” es una sentencia maquiavélica.

Por ejemplo, en el capítulo VIII titulado “De quienes llegaron al principado mediante maldades”, afirma que puede haber
“buen o mal uso que se haga de la crueldad”. Con sus palabras “Podemos considerar como bien utilizadas (si, no obstante,
sea dudosa la licitud del hablar bien del mal) las (crueldades) que se hacen de una sola vez por la necesidad de obtener
seguridad sin volver a insistir en ellas más tarde orientándolas en lo posible a la utilidad para los súbditos; están mal
utilizadas aquellas que, aun siendo pocas en un comienzo, con el transcurrir del tiempo más bien crecen que se extinguen (…)

Por lo tanto, es de notar que, al ocupar un estado, debe el príncipe calcular todas las ofensas que le es menester realizar y
hacerlas todas de una sola vez para no verse precisado a renovarlas diariamente y poder, no insistiendo en ellas, tranquilizar
a los hombres y ganárselos mediante el bien. Quien adopta otra actitud ya sea por timidez o por mal consejo se ve obligado a
mantener siempre las armas empuñadas, tampoco puede apoyarse en sus súbditos por la desconfianza de éstos basadas en
las recientes y constantes injurias. Porque las injurias deben realizarse todas de una sola vez para que, soportándolas por
menor tiempo, ofendan menos; en cambio los beneficios deben darse poco a poco, para degustarlos mejor”.

Y en el capítulo XVIII:

“Debéis saber, pues, que existen dos maneras de combatir: la una con la ley, la otra con la fuerza: la primera es propia del
hombre, la segunda de las bestias; pero, puesto que el primer recurso no siempre basta debe saberse utilizar el segundo (…)
Por ende, si el príncipe necesita saber utilizar la índole de la bestia, debe utilizar la de las zorras y el león: porque el león no se
defiende de las trompas y la zorra no se defienden de los lobos (…) Y si todos los hombres fueran buenos este concepto no
sería bueno; pero dado que son malvados y no guardarían su lealtad tú tampoco debes guardársela a ellos. (…) Pero a esta
naturaleza bueno es disfrazarla y saber disimular y fingir con habilidad; los hombres son tan simplotes y se atienen tanto a las
necesidades presentes que quien quiera engañar siempre encontrará a quién de deje engañar”.

TEMA: Política y medios de comunicación


Los medios de comunicación se transformaron en uno de los fenómenos culturales más importantes de las sociedades
actuales. Los medios electrónicos, en especial la televisión, se convirtieron en el principal consumo en el tiempo libre. Ellos
tienen la capacidad de producir y reproducir ideologías y de mostrar fragmentos de la realidad como si fuesen una totalidad.

La televisión constituye un medio clave para la política y los políticos. Junto con el neoliberalismo, se instaló en el mundo
el fenómeno de la videopolítica, y la Argentina no fue una excepción. La nueva manera de concebir las funciones del Estado y
de lo público tuvo en los medios su espacio de expresión.

Mientras los medios de comunicación se tornaban cada vez más importantes, las formas y los canales tradicionales de
representación política, como los partidos, iban perdiendo protagonismo. Así, la videopolítica cambió los escenarios de
contacto directo entre la ciudadanía y los políticos: ya no son necesarios actos multitudinarios porque pueden ser
reemplazados por minutos en televisión. Con el afán de llegar a un público amplio y de lograr una aceptación masiva, el
discurso político y las ideologías partidarias se vaciaron de contenido. Los postulantes a cargos electivos adoptaron los
códigos televisivos con respecto a su imagen y al uso del lenguaje. La presencia en programas de entretenimiento se

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complementó con la organización de caminatas, viajes en colectivo o visitas a escuelas. Al transmitirse por televisión, esas
acciones puntuales y localizadas son percibidas como masivas y de gran alcance.

La publicidad política de Carlos Menem es una clara muestra de este modo de hacer política. Privilegió el contacto
personal, recorriendo el país y utilizando un lenguaje simple y eslóganes de fuerte impacto: “Revolución productiva”;
“Síganme, no los voy a defraudar”, pero, además, sumó la idea de que los medios sirven para multiplicar la audiencia de la
palabra de los políticos. Incluso cuando ya era presidente,
acostumbraba ingresar a los estudios de televisión de formas
inesperadas: jugando al fútbol, bailando tango, dialogando con
personajes de la farándula. Su objetivo no era hablar de política,
sino entablar contacto con la gente.

Más cerca de nuestros días, aún se mantienen las formas de


hacer campaña a través de la televisión y los medios en general,
apelando al humor, la proximidad de figuras populares y dejando
en segundo plano la pertenencia a partidos políticos e ideologías. El
candidato con mayores posibilidades de ganar es el que se sabe
manejar mejor en los medios y elabora su programa de acuerdo
con los sondeos de la opinión pública.

Una de las innovaciones más recientes es el uso de la web, a


través de las redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter.
Esto ocurre también en el ámbito internacional; por ejemplo,
sucedió en la campaña del presidente de los Estados Unidos,
Barack Obama.

El intenso vínculo entre los medios de comunicación, el poder


económico y la política se puede percibir claramente en la crudeza
que adquiere en nuestros días la lucha de grandes grupos
económicos por conservar el dominio de los medios.

Los jóvenes y la política.


La participación política de la ciudadanía, tanto de jóvenes como de adultos, es un elemento central para el
funcionamiento de la democracia. Cuando la gente participa y percibe que tiene capacidad de influir en las decisiones de los
gobiernos, hay garantías de que el sistema mantenga su legitimidad. La participación política permite que los gobernantes
conozcan las demandas de la ciudadanía y contribuye a resolver los problemas económicos, sociales y políticos.

Hay una tendencia generalizada a considerar que los jóvenes son


apáticos y apolíticos. Sin embargo, muchos especialistas consideran que
asistimos a un nuevo proceso de compromiso y participación. Para
entenderlo, nos referiremos a dos dimensiones: una institucional
(relacionadas con las formas convencionales de participación, como los
partidos políticos y los sindicatos) y una extra institucional (las llamadas
formas no convencionales, como la participación en manifestaciones,
organizaciones sociales, ecológicas, etc.).

En la actualidad, los jóvenes participan en mayor medida por medios


extra institucionales. Las causas son varias. Algunas están relacionadas con
la nueva mirada acerca de la sociedad y el rol que ocupan en ella. Por
ejemplo, una encuesta a jóvenes europeos comprobó que era elevado el
interés en la participación, pero con un cambio de valores. Se modificó el
concepto de “amor al prójimo” o “vocación de servicio”; ahora hay
disposición al compromiso social y comunitario, pero en organizaciones
sociales que les brinden confianza y donde esperan que se produzcan
(también para ellos) resultados satisfactorios, y donde puedan reconocer y
realizar sus intereses, problemas y necesidades. Estos resultados se
comprueban, por ejemplo, en el apoyo a organizaciones ecologistas como
Greenpace.

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La participación de los jóvenes solo será plena si se estimulan políticas que ofrezcan la libertad de expresión y de opinión
y fortalezcan los canales de participación juvenil, como los centros de estudiantes, los consejos de convivencia escolar o las
organizaciones comunitarias. En sociedades desiguales y fragmentadas, la participación activa, sobre todo de las nuevas
generaciones, se vislumbra como necesaria si se desea profundizar la democracia y encontrar soluciones a los problemas
comunes.

Los jóvenes tienen su propia manera de hacer política.

Es un error creer que los adolescentes tienen desinterés por lo político. Son indiferentes a las rutinas partidarias,
pero esperan que sus convicciones sean sumadas a la hora de definir la condición de ciudadano.

Con motivo de las elecciones, en algunos adultos se instaló una fecunda preocupación: preguntar a los
adolescentes que votarían por primera vez cuál es su opinión acerca de los candidatos. Las respuestas evidenciaban
–salvo excepción– desconocimiento de las propuestas de los partidos políticos, desdén por la vida partidaria,
indiferencia y aún hostilidad acerca del tema… las respuestas de los adultos a decir ¡qué barbaridad! chicos
permiten advertir a los candidatos y a la comunidad toda respecto de estas generaciones asépticas en materia
política; se supone que también autorizaron a los

Esa es una lectura lineal y simplificadora porque el problema reclama otras perspectivas. Los adolescentes
ingresaron a una realidad en la cual las prácticas históricas de los partidos políticos aparecían unificadas en un
campo específico, el de “el de los partidos”; ese cambio cedió su lugar a una politización de la vida social mucho
más abarcativa al poner en escena nuevos espacios políticos: las organizaciones vecinales, que defienden los
derechos del barrio, los grupos que se organizan en nombre de las víctimas de los accidentes de tránsito, las
agrupaciones que defienden los derechos humanos y tantas otras que desbordan la idea de un espacio a “hacer
política”, como se lo califica antiguamente.

Uno de esos espacios políticos correspondiente a la cultura de los adolescentes: los circuitos de modas, música,
bienes de consumo en general; y también los espacios que sus comportamientos transgresores ocupaban en los
medios. Estos contenidos políticos se incluyen en la vida no consciente de los adolescentes y constituyen un
espacio público interno (como lo denominan algunos investigadores actuales) que se integra con la memoria que
ellos guardan acerca de la autoridad y el poder conocidos durante la niñez. Y que incorpora sus propios
pensamientos adheridos a lo que escucharon decir acerca de los aportes, benéficos o destructivos, del mundo
político.

En primera fila.

La construcción de este espacio es una producción que incluye partes del sujeto que son públicas. ¿Cuáles? Las
que construyen los adolescentes con los comentarios de los adultos: cómo se ven a sí mismos según nosotros
decimos que ellos son, o cómo clientes de quienes permanentemente los interpelan como consumistas. En esa parte
de la personalidad de los adolescentes que registra el lugar que ellos ocupan en la vida social según el tratamiento
que les damos. Pero ese espacio público interno de los adolescentes cuenta con su propia creatividad en sintonía
con los nuevos territorios fundados por las víctimas ajenas a los partidos políticos. Por eso eligen estar en la
primera fila de las marchas que reclamaron por María Soledad, por Bulacio, por Bordón y por tantos otros que
otorgan nuevas identidades a las diversas ciudades de nuestro país.

Las respuestas negativas acerca de las políticas partidarias que tantos jóvenes enarbolan confunden a quienes
insisten en recomendarles que cambien la indiferencia por interés hacia la vida partidaria. Los más jóvenes esperan
que se les reconozca la dimensión política que siempre implica la adolescencia; en esta etapa el espacio público
interno se torna eficaz para definir la condición de ciudadano. Por eso sería este el momento en el cual los
adolescentes podrían producirse a sí mismos como ciudadanos valorizando su comportamiento con el país; quizá
este anhelo se tornaría viable si ellos se sintiesen autorizados a contribuir con sus aportes a una idea de ciudadanía
capaz de abarcar los problemas que a ellos les preocupan. Por ejemplo, aquellos que los agrupan alrededor de las
pancartas que reclaman justicia y equidad. Que pudieran hacerlo sin desactivar las modalidades que los identifican
como adolescentes.

Al interrogar a los nuevos votantes, los adultos no tienen más alternativa que hacerse cargo de su propio pálpito:
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“dudo de que los chicos estén informados”. Al verificarlo se incrementa nuestra responsabilidad com…o
informantes futuros. Pero, más allá de esta saludable intención, tengamos en cuenta que los adolescentes que
todavía no votan esperan que los reconozcan como actores políticos capaces de inquietarnos con su indiferencia y
de sorprendernos con sus lealtades. Están construyendo un espacio público interno apuntalado con lo que nosotros
decimos de ellos y con el trato que las instituciones de la república les ofrece.

Eva Giberti, psicoanalista.


Clarín, 21/10/1999.

Unidad N° 2: “Los Partidos Políticos”.


TEMA: Partidos Políticos
Sistemas de partido
Relación entre democracia representativa y sistema de partidos
Cuando los burgueses liberales crearon el Estado representativo, no se podía decir que éste tuviera una base
democrática. La burguesía en ascenso y los propietarios rurales constituían una base más amplia que la que sostenía al
Antiguo régimen, pero la mayoría de la población quedaba al margen del sistema. El Estado liberal consolidó al creciente
capitalismo bajo la dirección de los representantes de las clases dominantes. Pero poco a poco se fue ampliando el número
de ciudadanos que constituían en cuerpo electoral, hasta llegar a la adopción del sufragio universal.

Los dirigentes se plantearon su organización para seguir en estas nuevas condiciones con la dirección policía de esta
sociedad. Al mismo tiempo, los sectores dominados empezaron a tratar de organizarse para poder tomar ellos mismos el
control en el Parlamento, a fin de sancionar leyes que los favorecieran. Estos sectores, antes marginados de la vida política
del Estado, contaban con su número para tratar de equilibrar el poder económico y social de sus rivales. Es por ello que los
partidos burgueses comenzaron a tratar de explicar sus propuestas a fin de tratar de captar los votos de los otros sectores.
De ese modo surgen los partidos políticos modernos, y el Estado liberal se transforma en una democracia representativa.
Según Isidrio Molas, “Sufragio universal, democracia y partidos aparecen, en su origen histórico, estrechamente vinculados”.

Según Fayt, “la democracia representativa, con la adopción del sufragio universal y la aparición de los partidos políticos,
se ha convertido en un régimen de partidos. Esto hace que la elección de los gobernados se reduzca, por lo general, a la
elección de los candidatos seleccionados por los partidos. Proveer a la dirigencia política es, precisamente, la función política
esencial de los partidos”.

Origen de los partidos políticos modernos


El liberalismo, cuna del sistema representativo estaba en contra de la noción de partido porque el individualismo
constituía su base ideológica. Los representantes debían defender los intereses de la nación y no los de una parte;
representaban a la voluntad de la totalidad, sujetándose a las reglas del derecho y de la mayoría. Pero estos diputados –
elegidos entre quienes tenían importantes fortunas o gran formación intelectual– pronto se agruparon tras algunos líderes
dentro del recinto del Parlamento para apoyar unas mociones y no otras, discutiendo alternativas de gobierno. Se formaron
clubes políticos que a veces designaron candidatos para las elecciones, pero en general estaban nucleados en torno a un
personaje principal, o eran sociedades para la discusión de pensamientos, sin organización demasiado estable.

Los partidos surgen como grupos extraparlamentarios recién a fines del siglo XIX (excepto en Estado Unidos, que se
formaron antes de 1850), cuando se quieren captar los votos populares que existían gracias a la ampliación del sufragio. En
Inglaterra, pese a que la división parlamentaria entre tories (conservadores) y whigs existía desde el siglo VII, no tuvieron
programas ni organización estable hasta la creación de 1861 de una sociedad liberal y en 1870 de otra conservadora. Los
partidos políticos franceses surgieron en la II República, en 1848, pero con el Segundo Imperio Napoleónico no se pudieron
desarrollar; recién consiguieron estabilidad hacia fines del siglo XIX.

En nuestro país surgen con las características del partido moderno, después de 1890. Sin embargo, el reconocimiento
expreso de las distintas constituciones ocurrió recién en este siglo: la Unión Soviética en 1936 (reconociendo el partido
comunista), Italia en 1948, Alemania en 1949, Francia en 1958, etc. Nuestro país lo hizo hace poco, con la reforma de la
Constitución de 1994.

Partidos políticos: concepto

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Un partido político está constituido por una agrupación de
ciudadanos que, organizándose de acuerdo a las leyes propias de su
país, se propone llegar al poder del mismo a fin de llevar adelante
determinado programa de gobierno. En una sociedad democrática
solo está integrado por una parte de la ciudadanía porque es
imposible que, en libertad, todo el mundo piense lo mismo o se
piense afiliar o adherir al mismo partido. Cuando se concurre a
elecciones, uno gana el poder ejecutivo y parte de las bancas del
poder legislativo: a ese se lo denomina partido oficial. Los demás
partidos, minoritarios en esa elección, constituyen en general la
oposición, aunque participen varios de ellos del gobierno con bancas
en el Congreso nacional o en las legislaturas provinciales.

Existen diferentes definiciones de partido, teniendo en cuenta


qué aspecto de los partidos políticos les merecen mayor importancia.

Benjamín Constant (1816) tiene en cuenta la ideología como


elemento principal, al decir “un partido es una reunión de personas
que profesan una misma doctrina política”. Según Isidro Morales,
hay partidos “sin ideas” como el Republicano o el Demócrata en los
Estado Unidos, pero de todos modos privilegia el aspecto ideológico
afirmando que difícilmente un partido pueda existir sin una ideología
común, aunque no sea exclusiva del mismo.

Para los marxistas, la clase social es el elemento principal, ya que


la clase obrera, para conseguir su liberación, debería organizarse en
partido. En el mismo, se debería defender el programa
revolucionario que luche por los intereses del proletariado. No es
que todos sus integrantes deban ser obrero, sino que deben bregar
por ese fin. A los demás partidos los califican de “burgueses” con intereses opuestos a la clase obrera.

En este siglo, lo que más define a un partido político es su maquinaria u organización. La misma debe tener continuidad y
ser independiente de sus dirigentes (es decir que, pese a la muerte o al abandono de la lucha de sus líderes, los partidos
políticos pueden seguir en vigencia).

En nuestro país, los partidos políticos son reglamentados por la ley 23.298 llamada “Ley Orgánica de los Partidos
Políticos”, y promulgada en octubre de 1985. Según su artículo 2°, los partidos son instrumentos necesarios para la
formulación y realización de la política nacional. Les incumbe, de forma exclusiva, la nominación de candidatos para cargos
públicos electivos. “Para que puedan actuar en nuestra vida política se requieren las siguientes condiciones sustanciales:

a. Grupo de ciudadanos, unidos por un vínculo político permanente.


b. Organización estable y funcionamiento reglados por la carta orgánica de conformidad con el método democrático
interno, mediante elecciones periódicas de autoridades, organismos partidarios y candidatos, en la forma que establezca
cada partido.
c. Reconocimiento judicial de su personería jurídico-política como partido, lo que comporta su inscripción en el registro
público correspondiente.

Sistemas de partidos
En los regímenes autocráticos, si existe la posibilidad de participación política de la población, en general ésta está
limitada al partido único y a veces algunas otras tendencias. El resto pertenece a la ilegalidad, provocando en sus militantes
una situación de clandestinidad que los lleva a adoptar una organización especial.

En los regímenes democráticos, al ser permanente la participación de los partidos políticos, se conforma un marco
jurídico-político y una estructura partidista estable, que se denomina sistema de partidos. Según Adam Przeworski, “la
democracia es un sistema en el cual algunos partidos pierden las elecciones. Existen partidos: divisiones de intereses valores
y opiniones, y existe una competencia organizada mediante un conjunto de normas. Y periódicamente unos ganan y otros
pierden”. “Todos son transitorios, puesto que los perdedores no renuncian al derecho a competir en nuevas elecciones, a
renegociar, a influir sobre la legislación, a presionar a los organismos públicos o a recurrir a las decisiones de los tribunales”.

Isidro Morales, en el libro Los Partidos Políticos, de Salvat, menciona la siguiente clasificación de los sistemas de partido:
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1. Los sistemas pluripartidistas son aquellos que se estructuran a partir de la existencia de diversos partidos. La expresión
plural de las opciones políticas se canaliza a través de la libertad de asociación política y su efectiva conformación en
diversos partidos. A su vez, se pueden clasificar en:
a) Sistemas bipartidistas, que se basan en la existencia de dos grandes partidos, aunque existan otros que no constituyan
alternativas reales de gobierno (caso de Gran Bretaña –conservadores y laboristas–, y Estados Unidos –republicanos y
demócratas–).
b) Sistemas multipartidistas, que se caracterizan por la existencia de más de dos partidos con peso decisorio (caso de
Francia, Italia, países escandinavos). En general, se constituyen en alianzas para evitar la posible dispersión del espectro
político. A veces, el tercer partido en orden de importancia es el que se convierte en el decisorio para formar las
mayorías.
2. Los sistemas basados en el partido único reconocen la existencia de un solo partido legal que monopoliza la actividad
política. Existen diferencias entre los sistemas basados en partidos únicos: el de tipo fascista, el de tipo comunista y el
partido único nacionalista, propio de los países subdesarrollados. No se puede asimilar mecánicamente la dicotomía
democracia-dictadura con la de pluripartidismo-partido único.
3. Los sistemas de partido dominante relativizan las anteriores dicotomías: el partido dominante actúa con la seguridad del
mantenimiento estable de su dirección política, como si se tratase de un partido único, pero el sistema recoge la
existencia de otros partidos, de una oposición organizada, aunque objetivamente no tengan posibilidades racionales de
llegar al poder. Constituiría un escalón intermedio entre el pluripartidismo y el sistema de partido único. La mayoría
aplastante asegura una dirección firme y estable, pero las minorías ejercen cierto papel crítico. En Suecia fue
predominante el partido Socialdemócrata desde 1932, también el Partido del Congreso, en la India. En otros, la
tolerancia de una oposición tiene un valor simbólico, para intentar encubrir la hegemonía del partido único.

Los partidos políticos en la Constitución Nacional


Pese a que los partidos políticos estuvieron presentes en la vida argentina desde fines del siglo pasado, recién con la
última reforma constitucional fueron incorporados en nuestra Constitución. Se redactaron, entonces, los nuevos artículos 37
y 38, donde se habla específicamente de derechos políticos del ciudadano argentino, que antes simplemente estaban
implícitos.

La Ley Sáenz Peña había instalado el sufragio con estas características, pero no estaba incorporado en la Constitución.

En el artículo 38 se establece que la postulación de candidaturas para los cargos electivos debe ser únicamente a través
de los partidos políticos, por lo que se elimina la posibilidad de presentar candidatos en forma corporativa (representando a
sindicatos, asociaciones empresarias, iglesias, municipios, etc.), lo cual era peligroso para la democracia, por su asociación
con el fascismo.

Artículo 37- Esta Constitución garantiza el pleno ejercicio de los derechos políticos, con arreglo al
principio de la soberanía popular y de las leyes que se dicten en consecuencia, el sufragio es universal,
igual, secreto y obligatorio. La igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso
a cargos electivos y partidarios se garantizará por acciones positivas en la regulación de los partidos
políticos y en el régimen electoral.

Artículo 38- Los partidos políticos son instituciones fundamentales del sistema democrático.
Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que
garantiza su organización y funcionamiento democráticos, la representación de las minorías, la
competencia para la postulación de candidatos a cargos públicos electivos, el acceso a la información
pública y la difusión de sus ideas. El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades
y de la capacitación de sus dirigentes. Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y
destino de sus fondos y patrimonio.

Funciones de los sistemas políticos

La principal función asignada a los partidos políticos en la Constitución Nacional es la de postular candidatos para los
cargos públicos electivos. Esta designación de candidatos, para que se acepte como legítima por el pueblo y como legal por la
justicia electoral, debe provenir de un procedimiento democrático ejercido previamente por el partido, constituido en
general por elecciones internas. Por supuesto, quienes están postulados en esa competencia electoral previa son personas
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que han tenida cierta trayectoria y que en general elaboran o apoyan una propuesta política determinada, conformada como
tendencia o línea dentro del partido y diferenciada de otras agrupaciones el mismo. Por eso es que Mario Justo López dice
que esa función es, finalmente la de seleccionar a la “elite” que debe dirigir los destinos de la Nación.

Algunas funciones de los partidos políticos son típicamente electorales (tiene relación con las elecciones y/o con los
electores) y otras son gubernamentales (son las que atañen a los elegidos, ya sea por su contacto con los electores o dentro
mismo de las acciones de gobierno).

Al ser “instituciones fundamentales del sistema democrático”, tienen una multiplicidad de funciones. La más importante,
para Linares Quintana es la formulación de políticas, ya que las propuestas concretas constituyen la acción positiva que
deben realizar los partidos, y es la característica que los erige en verdaderos instrumentos de gobierno. Estas propuestas se
originan en las necesidades e intereses de distintos grupos sociales que participan de la vida partidaria.

Por eso, para López, esta función implica la de encauzar la voluntad popular. Según Posada, los partidos políticos son
“organizaciones formadas para convertir en preocupaciones y en labor de Gobierno las ideas, aspiraciones e intereses que
por ellos se estiman más conformes con el sentir general y con las necesidades del Estado; órganos intermedios entre el
Estado y el Gobierno, los partidos, sí responden a tendencias profundas de la vida social, tendrán su raíz en la sociedad de su
Estado (…) recogiendo las corrientes generales de la opinión pública”.

Esta función comprende, implícitamente, la siguiente: servir de intermediarios entre los ciudadanos y el gobierno. Según
Herbert Hoover “es únicamente a través de nuestras organizaciones partidarias políticas que nuestro pueblo puede dar
expresión coherente a sus puntos de vista sobre los grandes problemas que afectan al bienestar y el futuro de la República”.

Por supuesto que, siendo el objetivo político de todo partido político llegar al poder, es función primordial ejercer la
conducción del gobierno si se gana las elecciones, participar en el mismo dentro de la representación proporcional en el
Congreso tanto como primera mayoría (generalmente, partido oficialista), segunda mayoría o partidos minoritarios. Estos
últimos, como oposición, ejercen la importantísima función de controlar su ejecución. Ya dijimos que sin control es muy difícil
que haya democracia. Los partidos de oposición ejercen su actividad tanto dentro del Congreso como fuera del mismo,
conectados con la población o reclamando ante la justicia o ante los organismos de control gubernamental específicos (por
ejemplo, la Fiscalía General de la Nación) por los actos que consideren que no son correctos, o por mal desempeño de los
funcionarios públicos.

También es muy importante su tarea de educar al ciudadano para la responsabilidad política. Según el Estatuto anterior
(Ley 22.627/82), “Concurren a la formación y capacitación de dirigentes que se encuentren en condiciones de desempeñar
con idoneidad los cargos públicos para los cuales sean eventualmente electos o designados”. Actualmente vemos que, según
la Constitución reformada, el Estado debe contribuir a la capacitación de los dirigentes. Para esto organiza cursos, además de
que sostiene a través de la Universidad Nacional, la carrera de Ciencia Política.

Para sintetizar el tema, tomamos las palabras de López: “es función de los partidos políticos la política propiamente dicha
en sus aspectos más dinámicos: la inserción del movimiento en el orden, la creación de nuevas realidades, el proyecto y la
propuesta de empresas a realizar, la integración de voluntades dispersas y la dirección y conducción, en la lucha y en la
construcción”.

Clasificaciones de los partidos políticos

Existen numerosas clasificaciones de los partidos políticos. Las que tienen en cuenta su doctrina u orientación ideológica
(partidos de izquierda, de derecha o de centro, y partidos burgueses, socialistas, comunistas o fascistas).

- Los partidos se pueden clasificar de acuerdo a jurisdicción donde ejercen su actividad. Los partidos políticos que presentan
candidatos para elegir al gobierno federal, pueden ser de distrito o nacionales. Los partidos nacionales pueden postular
candidatos para presidente y vicepresidente, y para diputados y senadores nacionales en todos los distritos electorales del
país. Los partidos de distrito están habilitados para presentar candidatos para cargos electivos para la integración del
Congreso Nacional (diputados y senadores) solo en los distritos donde están legalmente reconocidos. Para las elecciones
nacionales, las provincias y la Capital Federal constituyen distritos electorales.

Los partidos que postulan candidatos para elegir autoridades en los gobiernos de provincia, se denominan provinciales. Los
partidos provinciales pueden postular candidatos a gobernador, diputados y senadores provinciales y cargos municipales.
Habitualmente, todos los partidos provinciales hacen el reconocimiento ante juez competente para actuar como partidos de
distrito, puede adherir a la fórmula del presidente y vicepresidente de la nación en forma de confederaciones o alianzas
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transitorias. Para las elecciones provinciales, la provincia se divide en regiones electorales a fin de elegir los diputados y
senadores provinciales, aunque también cada uno de los partidos, departamentos o municipios constituyen distritos
electorales para la elección de las autoridades municipales.

Como una categoría menor dentro de los partidos políticos, podemos ubicar a las agrupaciones municipales, que son aquellas
que solo se encuentran habilitadas para postular candidatos a cargos electivos municipales dentro del Municipio de su
actuación.

-Los partidos políticos pueden ser nacionales o internacionales, si su origen y características son propias de un país o de
muchos. De acuerdo a esta clasificación, la UCR y el Partido Justicialista son “nacionales”. En cambio, el Partido Comunista y
los diferentes partidos socialistas que hay en nuestro país, si bien tienen características propias, tuvieron origen en Europa y
se difundieron por numerosas naciones. Proponen que los lazos de solidaridad de los individuos se den a nivel de clase social
y no de país, porque consideran, por ejemplo, que tienen más cosas en común un obrero de Alemania y uno de Francia, que
un obrero y un banquero alemán. Por eso se hacen cumbres entre los partidos socialistas de diferentes países, para discutir
las políticas a seguir en el futuro. Su himno característico es conocido como “La Internacional”. A fin de distinguir a qué
partido socialista o comunista se refieren, aclaran en el nombre partidario el país al que pertenecen, por ejemplo: Partido
Socialista Español. Esto último no está permitido en nuestra legislación sobre partidos políticos, desde 1982.

También hay otros partidos que son internacionales. El Partido Demócrata Cristian, promovido originalmente por la Iglesia
Católica, surgió al principio a escala europea (como “Nuevos Equipos Internacionales” en 1947) y luego mundial: en 1961se
transformó en la Unión Mundial Demócrata-cristiana (fundada en Santiago de Chile). La internacional Fascista fue fundada en
Suecia en 1951. Los partidos filofascistas y neonazis tienen una ideología común en todo el mundo, y muchas veces incluyen
en su nombre el término “nacionalista” o “nacionalsocialista”.

En 1947 se fundó en Oxford una internacional liberal con el nombre de “Unión Liberal Mundial”, pero no tiene fuerza como
organización mundial. El Liberalismo, cuya ideología está difundida en todos los países de economía capitalista, no está mal
visto por las democracias contemporáneas; actualmente no trata de distinguirse internacionalmente por un nombre en
particular ni realiza cumbres partidarias entre varios Estados. Los principales difusores de su doctrina son los grandes
empresarios.

-De acuerdo a las alianzas, la cantidad de votos obtenidos y por consiguiente a los cargos políticos conquistados, los partidos
se pueden clasificar en partidos de gobierno (comúnmente llamados oficialistas) y partidos de oposición. Ya los hemos
mencionado cuando hablamos de las funciones de los partidos políticos.

-Si los partidos políticos aceptan las reglas establecidas por el Estado, acomodando su actuación a la ley, se puede hablar de
partidos de lucha en el régimen. Si, en cambio, por tratarse de un gobierno autoritario o dictatorial, o de un partido que está
en contra del actual sistema (que puede considerarse injusto, arbitrario, o que no le da posibilidades de ganar el poder), la
lucha paritaria es contra el régimen. Pretenden la destrucción de las instituciones del Estado, e impugnan la legitimidad
actual. Por sus características, deben luchar generalmente desde la clandestinidad, sin dar a conocer los nombres de sus
militantes al sufrir el riesgo de persecución, por ser ilegales.

-La clásica distinción de Burdeau entre partidos de opinión y partidos de masa es muy ideológica. Para él, el partido de
opinión (también llamado de cuadros) es el que responde a la concepción tradicional del gobierno representativo, que
permite al individuo pensar por sí mismo y decidir libremente su posición en el momento de emitir el sufragio; su base
fundamental es la doctrina y prefiere más la calidad intelectual de los afiliados que la cantidad de los mismos. El partido de
masa, en cambio, trata de agrupar la mayor cantidad de adherentes en torno a una figura carismática sin importar tanto sus
ideas; no es el individuo el que determina las opciones políticas, sino que éstas se imponen de una forma autoritaria o
verticalista.

Poniendo énfasis en “las masas” como número de adherentes, y no en “la masa” como “seres irracionales o no pensantes”,
Isidro Molas afirma que actualmente los partidos de masas son un tipo de organización fundamental en las democracias
modernas, ya que buscan la afiliación masiva a partir de una estructura que permite abrirse al máximo para incorporar a
amplios sectores sociales. La crisis de los partidos de cuadros frente a la competencia con los partidos de masas, ha llevado al
replanteamiento de su organización. Algunos han desaparecido para dejar paso, sobre el mismo espacio político, a nuevas
formulaciones ideológicas y de masas; otras se han mantenido buscando una afiliación más amplia y reformándose para
llegar a ella, sin poner en duda su estructura anterior.

Doctrinas políticas

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Doctrina significa “opinión o conjunto de opiniones o ideas de un autor, escuela, religión o partido político”. Este concepto a
veces se confunde con el de ideología, pero en realidad éste es más amplio: se trata de la cosmovisión o visión del mundo
que tiene una persona o un grupo de personas, la lleva a obrar de una determinada manera. En términos sociológicos
ideología es un conjunto de elaboraciones, representaciones y creencias (como el derecho, la moral, la religión, los valores),
que refleja la forma en que los miembros de una comunidad viven las condiciones de su existencia y las justifican o rechazan.
Como en una misma sociedad existen variadas ideologías, y cada una de ellas está vinculada a determinados intereses
económicos, se puede hablar de ideología dominante, emanada de la clase dominante, cuya finalidad es el mantenimiento de
la estructura social existente. Según Antonio Gramsci, las ideas dominantes constituyen lo que se denomina un “bloque
hegemónico”, el que intenta interponer su cosmovisión del mundo utilizando tanto a los aparatos ideológicos del estado
(establecimientos educativos, religiosos) como a los intelectuales “orgánicos” o funcionales a dicho bloque.

Requisitos para la fundación de un partido político


Los ciudadanos tienen garantizado por ley el derecho de asociación política para agruparse en partidos políticos
democráticos, pero para poder presentar candidatos para cargos electivos deben tener reconocida la personería jurídico-
política. El reconocimiento debe efectuarse a nivel nacional (Ley 23.298) para actuar como partido nacional y/o de distrito, y
a nivel provincial para actuar como partido provincial o como agrupación municipal.

Según la ley nacional 23.298 después de haber hecho una asamblea de fundación del partido, para que se reconozca su
personería jurídico-política en un distrito, ésta se debe solicitar ante el juez competente, cumpliendo con los siguientes
requisitos:

 Acta de fundación y constitución, con la adhesión de por lo menos el cuatro por mil del total del padrón electoral del
distrito en que quiera ser reconocido. Estas adhesiones deben ser con nombre, domicilio y documento de los firmantes.
 Haber elegido un nombre para el partido, que debe figurar en la mencionada acta.
 Presentación de una declaración de principios, un programa (o base de acción política) y una carta orgánica sancionados
por la asamblea de fundación.
 Acta con la designación de las autoridades promotoras, que tienen la obligación de convocar a elecciones para constituir
las autoridades definitivas del partido en un plazo de seis meses.
 Domicilio del partido, acta de designación de los apoderados del mismo y libros de inventario, caja, actas (que se deben
presentar dentro de los dos meses de obtenido el reconocimiento).

En la provincia de Buenos Aires se exige una base menor de afiliados para el reconocimiento definitivo como partido
provincial: el tres por mil del padrón provincial.

Para que un partido político nacional que tiene reconocimiento como partido de distrito con personería jurídico-política
en la provincia de Buenos Aires ante las autoridades nacionales competentes, puede actuar como partido provincial, deberá
solicitar su reconocimiento ante la junta Electoral de la provincia. Deberán reunir la adhesión del cuatro mil de electores de
por lo menos dos secciones electorales de la provincia de Buenos Aires, así como los demás requisitos que se exigen en todos
los casos (declaración de principios, propaganda, carta orgánica nacional y provincial, etc.).

Por el mismo decreto, para que una agrupación municipal pueda solicitar su reconocimiento definitivo para postular
candidatos en elecciones municipales, deben tener la afiliación de como mínimo doscientos cincuenta electores de la
Comuna correspondiente, no debiendo ser inferior al cuatro por mil del total de inscriptos en el último registro de electores
de ese Municipio. Además, debe presentar similares requisitos que los partidos de distrito.

Pueden solicitar reconocimiento como partido nacional entre el juez federal con competencia electoral en el distrito de su
fundación, los partidos de distrito que resolvieron actuar en cinco o más distritos con el mismo nombre, declaración de
principios, programa o bases de acción política y carta orgánica. Después de obtenido el reconocimiento, deben presentar la
declaración de principios, programa y carta orgánica nacionales, y así como también la designación de autoridades nacionales
del partido y su domicilio.

Confederaciones, fusiones, alianzas transitorias


Todos los partidos políticos tienen derecho a constituir confederaciones nacionales de distrito, fusiones y alianzas
transitorias, debiendo solicitar su reconocimiento con los requisitos mencionados anteriormente. Ese reconocimiento debe
ser gestionado por lo menos dos meses antes de las elecciones.

Son confederaciones nacionales si se realizan entre dos o más partidos nacionales, o uno nacional y otro u otros de
distrito, o varios partidos de por lo menos cinco distritos diferentes. Se denominan de distrito si se realizan entre dos o más
partidos de distrito. Son federaciones o alianzas transitorias provinciales si se hacen entre dos o más partidos provinciales
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de un mismo territorio, o entre varias agrupaciones municipales de la menos dos secciones electorales diferentes dentro de
la misma provincia.

Los partidos confederados tienen derecho a secesión (es decir, de separarse de la confederación que integran). En
cambio, en un partido nacional un distrito no puede separarse, de haber problemas, los organismos centrales de dirección
del partido pueden enviar una intervención.

El nombre del partido político


Ninguna agrupación política puede autotitularse “partido” si no tiene el reconocimiento de su personería jurídica (al
menos debe estar en trámite).

El nombre es un atributo exclusivo del partido, no puede ser usado por ninguna otra asociación dentro del territorio del
país y se debe distinguir claramente a los otros. Si hay escisiones, el grupo desprendido no tiene derecho a usar el nombre
original ni parcial, ni totalmente, ni con agregados.

Debe ser aprobado por la justicia federal con competencia electoral, y no debe contener designaciones personales ni
derivadas de ellas (por ejemplo, “peronista”), ni contener las palabras “argentino”, “nacional”, “internacional” o sus
derivados, ni expresiones que exterioricen antagonismos raciales, de clases, religiosos o conduzcan a provocarlos. Si un
partido caduco por cancelación de su personería jurídica, o se extingue, su nombre no puede ser usado por otra agrupación
por un lapso que oscila entre cuatro y ocho años.

Los símbolos partidarios


El ideario de un partido muchas veces se plasma en un símbolo, para que los ciudadanos lo identifiquen visualmente.
Según Morales, el símbolo es la concreción propagandística del programa y su abstracción: “la hoz y el martillo”, la “rosa en
un puño”, el “clavel”, el “haz”, la “cruz gamada”. Igual ocurre con las voces, frases, banderas, fechas, himnos, imágenes
personales de los fundadores o líderes, etc.

De acuerdo a lo establecido en la Ley Orgánica de los partidos políticos, los partidos reconocidos tienen derecho al
registro y al uso exclusivo de sus símbolos, emblemas o número que no podrán ser utilizados por ningún otro. Según el
mismo artículo, los símbolos y emblemas tienen las mismas limitaciones que las que se establecen en materia de nombre,
por lo que no se pueden poner imágenes que se identifiquen con nazismo o el fascismo, por ejemplo, o tampoco se podrían
reproducir retratos de personas, aunque fueran fundadoras del partido. Al respecto, se han hecho excepciones en la práctica.

Cartas orgánicas
De acuerdo a la Ley Orgánica de los partidos políticos, la carta orgánica “constituye la ley fundamental del partido” y en la
misma se establecen “los podes, los derechos y obligaciones partidarias” que deben regir la actuación de sus autoridades y
de sus afiliados. Cumple el papel de una “constitución”, mediante la cual se organiza el funcionamiento de un partido.

En el Estatuto de los partidos políticos anterior figuraban las características que debían tener las cartas orgánicas; en el
presente se han quitado, dejando estos aspectos al criterio de los organizadores. En general, comienzan con la declaración de
principios, o ideas fundamentales que definen su ideología partidaria, constituyendo una síntesis del programa. A
continuación, se reglamenta la estructura de los órganos que constituyen el gobierno y la administración del partido político,
y el modo en que las autoridades son elegidas, por elecciones internas que se deben realizar periódicamente. La duración de
los cargos no puede mayor de cuatro años. El manejo de los fondos partidarios debe estar de acuerdo de acuerdo en un todo
con la ley, cumpliendo con los requisitos de transparencia no solo ante los afiliados del partido sino también ante la justicia
electoral.

También tratan los temas de deberes y derechos de los afiliados, y cómo resolver los problemas de disciplina partidaria.
Pueden haber: cartas orgánicas a nivel nacional, provincial y municipal.

La afiliación
Los afiliados son los que voluntariamente se inscriben en un partido a fin de participar en sus actividades internas, votar y
exponer sus opiniones en las asambleas, y poder elegir autoridades o ser elegido tanto en cargos internos como
representativos. La condición de afiliado le genera derechos, pero también obligaciones, como, por ejemplo, colaborar como
fiscal de mesa en elecciones internas o generales, o pagar alguna cuota para ayudar al sostén económico del partido.

Los afiliados son muy importantes para la estructura partidaria, porque no existe partido sin afiliados; es más, en casos de
alianzas o de partidos nuevos, se tiene en cuenta la cantidad de afiliados para la contribución que hace el Estado a los
partidos políticos. Sin embargo, a veces los viejos dirigentes temen ser desbancados por nuevas figuras y no abren los

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registros para afiliación. Por eso es importante que figure el tema de la afiliación periódica en la carga orgánica, para
preservar la democracia interna.

De acuerdo a la Ley Orgánica de los partidos políticos, para afiliarse a un partido se requiere ser ciudadano que no esté
excluido del padrón electoral por alguna disposición legal (tampoco puede afiliarse el personal superior o subalterno de las
fuerzas de seguridad de la Nación o de las provincias, en actividad o retirados llamados a prestar servicios, ni los marginados
del Poder Judicial nacional, provincial y tribunales de faltas municipales); debe estar domiciliario en el distrito en que se
solicite la afiliación y mostrar su documento nacional de identidad. Cumpliendo con esos requisitos, tiene que presentar por
cuadruplicado una ficha solicitud que contenga nombre y domicilio, documento, sexo, estado civil, profesión u oficio y firma
certificada por funcionario competente o por autoridad partidaria. Las fichas son suministradas por el Ministerio del Interior
o confeccionadas de acuerdo a ese modelo por los partidos políticos.

Los partidos políticos deben remitir la nómina de los afiliados a la justicia Federal con competencia electoral. No puede
haber doble afiliación; la afiliación a un partido implicaría la renuncia automática a toda afiliación anterior y su extinción. A
fin de constatar esta situación, se creó el registro de afiliados, constituido por el ordenamiento actualizado de las fichas de
afiliación, llevado por los partidos y por la justicia Federal con competencia electoral. El padrón partidario debe ser público,
siendo confeccionado por los partidos políticos o por la Justicia Federal. Los partidos políticos deben remitirlo al juez federal
con competencia electoral antes de cada elección interna o cuando este lo requiera.

Elecciones internas
Las elecciones internas garantizan que la vida interna del partido político sea democrática. Todas las internas (excepto las
nacionales de presidente, vicepresidente o legisladores) se deben regir por la carta orgánica del partido, debiendo ser su
convocatoria como máximo cada cuatro años; de no ser así, puede dar motivo a la caducidad del partido político.

En las mismas, participan los afiliados, por lo que se debe remitir el padrón de los mismos al juez federal, de acuerdo a lo
mencionado en el punto anterior. Si pueden participar también los ciudadanos no afiliados, se denominan internas abiertas.
El FREPASO utilizó esta modalidad, permitiendo inclusive el voto a afiliados de otros partidos. Sin embargo, hay partidos
políticos que no acuerdan con esta forma de intervención popular en la denominación de los candidatos de su propio partido,
y es por ello que este sistema no tiene forma de ley, aunque es permitido porque no contraviene ninguna disposición. Según
el artículo 19 de la Constitución, nadie puede ser privado de hacer lo que la ley no prohíbe.

Las elecciones internas se realizan a fin de elegir autoridades partidarias, o los candidatos a cargos electivos por el partido
político en las elecciones generales. Pueden ser directas, cuando son elegidas directamente a través del voto de los afiliados.
También puede ser que las autoridades máximas sean elegidas por sistemas indirectos (por ejemplo, por una convención que
las designe) en cuyo caso las elecciones internas deben ser para elegir a los convencionales.

Para la elección interna de candidato a presidente, vicepresidente y legisladores nacionales existe un cronograma común
a todos los partidos y alianzas. En el padrón solo figurarán los afiliados del partido o de los partidos miembros de la alianza y
los ciudadanos que no tengan afiliación partidaria. Estas “Elecciones Internas Abiertas Simultáneas” se instauraron en el año
2002 y permiten a los ciudadanos votar en la elección interna abierta de un solo partido o alianza. La elección de los
candidatos a presidente y vicepresidente se hará por fórmulas y será proclamada la que haya obtenido la mayoría simple de
los votos. La elección de legisladores se hará conforme al sistema utilizado por cada partido.

En el anterior Estatuto de los partidos políticos se fijaba un mínimo de participación del 10 % de los afiliados; de no
concurrir a las votaciones esa cantidad, se debía convocar nuevamente a alecciones internas. Actualmente los límites para la
validez los ponen las propias cartas orgánicas; de existir problemas internos se puede solicitar veedores a la justicia federal
con competencia electoral.

Declaración de principios, programas y plataformas políticas


Hemos dicho que la reglamentación de los partidos políticos a través del Estudio de los Partidos o Ley Orgánica se realizó
en general con el fin de controlarlos ideológicamente. Es por ello que figuraban en la ley, como “Doctrina y organización” las
características que debían tener los principios y las bases de acción política de los partidos. Actualmente, la única condición
doctrinaria que se impone a los partidos políticos es que sean “democráticos”. Sin embargo, con el fin de ser reconocida su
personería jurídica, deben presentar la declaración de principios y el programa, junto con la carta orgánica.

La declaración de principios son las ideas fundamentales que definen la ideología partidaria. El programa, en cambio, es
explicativo; traduce las aspiraciones a ideales que se han tenido al fundar el partido, y las medidas que se plantean para
poder llevarlos a cabo en el futuro. Se muestra en él la cosmovisión de sus militantes, haciendo una interpretación filosófica
de la historia, de la sociedad, de la política, de la economía, e incluso a fundar el partido, y las medidas que se plantean para
poder llevarlos a cabo en el futuro. Se muestra en él la cosmovisión de sus militantes, haciendo una interpretación filosófica
22
de la historia de la sociedad, de la política, de la economía, e incluso a veces de sus creencias religiosas. Figuran en el mismo
sus objetivos de máxima (es decir, lo que se proponen alcanzar a largo plazo, sus metas más importantes y más difíciles de
lograr) y también los de mínima (los pasos más próximos y pequeños que se darán en cuando se tenga oportunidad).

La plataforma electoral es una adaptación del programa ante de cada elección, con las propuestas concretas de gobierno
que se realizarán a nivel municipal, provincial y/o nacional. Es circunstancial y puede variar, por lo que es obligatorio
presentar una copia de la plataforma (así como la constancia de la aceptación de las candidaturas de los candidatos) ante el
juez federal con competencia electoral, cuando se oficializan las listas partidarias de las elecciones.

Como el requisito de funcionamiento de los partidos es que tengan una estructura democrática, lo lógico es que tanto los
programas como las plataformas se discutan en convenciones o congresos, donde los afiliados o sus representantes sean los
que avalen la conveniencia de cambiar tales o cuales objetivos o políticas.

Recursos
El patrimonio del partido está compuesto por los bienes y recursos que autoriza la carta orgánica y que no prohíba la ley.
Hay partidos que imponen contribuciones o cuotas a sus afiliados, y hay otros que se manejan fundamentalmente con
donaciones de particulares o de entidades; muchos retienen un porcentaje de los sueldos de los cargos electivos que ganaron
sus candidatos y el de sus asesores, pagados por el gobierno.

El gobierno provee, a través del Fondo partidario permanente, medios económicos que contribuyen a facilitarles el
cumplimiento de sus funciones institucionales. El 20% del mismo se reparte en forma igualitaria entre todos los partidos
reconocidos; el resto se repartirá en forma proporcional a la cantidad de votos que el partido hubiera obtenido en la última
elección de diputados nacionales.

En esta distribución solo participarán los que compitieron en dicha elección. Si los legisladores de un partido nacional, se
les pagará el 80% al distrito de origen y el 20% para el partido nacional por el cual se postularon. Si es un legislador de un
partido de un distrito, se le abonará a éste el 100%. Si formaron parte de alianzas en la última elección de diputados, la
distribución se hará conforme al acuerdo suscripto entre los partidos al momento de solicitar el reconocimiento de la alianza.
Si se trata de un partido sin referencia electoral inmediata anterior, solo percibirá la proporción del 20 % del Fondo partidario
permanente que corresponde a todos los partidos. Los aportes se cobran en dinero y los partidos tienen la obligación de
destinar el 20% de los fondos utilizados en investigación o en capacitación de sus dirigentes. Esto debe ser acreditado en
forma fehaciente en presentaciones de gastos trimestrales que se hacen ante la Dirección Nacional Electoral.

Hasta el año 2002, que se cambió la ley de financiamiento y se estableció el sistema proporcional, los partidos percibían
un monto determinado por voto obtenido, para el período de 1993 fue de $1, para 1994 y 1995 fue de $2,5; la facultad de
determinar y acordar el aporte lo tenía el Ministro del Interior. En la actualidad el monto que perciben los partidos políticos
depende de lo que la ley anual de presupuesto destine al Fondo partidario permanente y de los aportes privados al mismo.

Los partidos políticos son controlados por el Estado en sus gastos, por lo que deben presentar al juez federal con
competencia electoral, el estado anual de su patrimonio y la cuenta de ingresos y egresos del ejercicio, certificados por
contador público nacional o por los órganos de control del partido; asimismo, dentro de los sesenta días de celebrados los
comicios en que haya participado el partido, debe presentar cuenta detallada de los ingresos y egresos relacionados con la
campaña electoral. Para conocimiento del público en general, los estados anuales de las organizaciones partidarias en el
distrito y en el orden nacional deben publicarse en el Boletín Oficial.

Caducidad y extinción de un partido político


Las personerías jurídico-políticas de los partidos pueden caducar poniéndose fin a la existencia legal del partido y dando
lugar a su disolución, por los siguientes motivos:

 Que no se hayan realizado elecciones internas en el partido durante el término de cuatro años.
 Que no se hayan presentado en ningún distrito para elecciones tres veces consecutivas sin razones muy justificadas.
 Que no alcancen en dos elecciones sucesivas el 2% del padrón electoral en ningún distrito.
 No haber presentado los libros de inventario, de caja y de actas, ni la carta orgánica, previa intimidación judicial.

Los partidos se pueden extinguir por voluntad de los afiliados, expresada de acuerdo con la carta orgánica, o porque se
impartiese instrucción militar a los afiliados o porque las autoridades del partido o sus candidatos (no desautorizados por los
mismos) cometieron delito de acción pública. Si no está establecido en la carta orgánica qué es lo que sucede con los bienes
del partido extinguido, los mismos pasarán al Fondo Partidario Permanente.

Los partidos políticos argentinos


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En nuestro país es posible observar con bastante claridad el tránsito del partido de notables al partido de masas; en cada
caso, con las particularidades que les fueron imprimiendo los distintos escenarios históricos.

Un recorrido por la historia de los partidos políticos podría tener su origen en 1853, cuando se sancionó la Constitución
Nacional, que estableció la democracia representativa como régimen político. Así quedó instituido el voto como medio para
seleccionar a los gobernantes, aunque durante más de sesenta años ese voto estuvo restringido a los varones que sabían leer
y escribir. Sin embargo, la práctica política informal impuso mayores restricciones, de modo que las decisiones quedaron en
manos de una elite vinculada con el poder económico agroexportador. De esta manera, se definió un régimen oligárquico
que evitaba la participación popular.

Los primeros partidos se definieron en torno de una cuestión central durante las primeras décadas del período: ¿qué
hacer con la Ciudad de Buenos Aires? Las posiciones que se habían adoptado para resolver esta cuestión eran opuestas.

Un grupo consideraba que la Ciudad de Buenos Aires debía transformarse en Capital Federal y su territorio convertirse en
un distrito federal (no perteneciente a ninguna provincia sino a la nación). Este grupo formó el Partido Nacional, liderado por
Bartolomé Mitre. Otro grupo, el que sostenía que la Ciudad de Buenos Aires debía continuar formando parte de la provincia
de Buenos Aires, integró el Partido Autonomista, conducido por Adolfo Alsina.

Finalmente, en 1880 la Ciudad de Buenos Aires se convirtió en Capital Federal y Julio A. Roca asumió como Presidente de
la Nación. Roca y sus sucesores se apoyaron en el Partido Autonomista Nacional (PAN), que surgió como resultado de
acuerdos entre los grupos de gobernantes de las provincias. El PAN, que reflejaba las ideas de los sectores más
conservadores de la sociedad, dominó la vida política y ganó todas las elecciones nacionales apelando al fraude hasta 1916.
Los partidos de este período pueden asociarse claramente la modelo de partido de notables.

La Unión Cívica Radical

En 1889 se creó la Unión Cívica, un partido político cuyas principales metas fueron la denuncia del fraude y la lucha por
democratizar la política, buscando incorporar a sectores excluidos de los procesos políticos y electorales. En 1891, la Unión
Cívica Radical se dividió y una fracción del partido, liderada por Leandro Alem, pasó a ser la Unión Cívica Radical (UCR).

La UCR nació como un partido revolucionario porque pretendía


cambiar de raíz la política argentina. Con esa convicción, durante
cerca de veinte años se negó sistemáticamente a participar en las
elecciones hasta tanto considerara que estaban dadas las condiciones
de transparencia. En 1912 se sancionó la Ley Sáenz Peña, que
proclamó el voto universal masculino, secreto y obligatorio, y a partir
de ese momento el partido estuvo dispuesto a competir. En las
elecciones presidenciales de 1916, Hipólito Yrigoyen, líder de la UCR,
resultó electo Presidente de la Nación. El radicalismo logró triunfar en
las siguientes elecciones y así ocupó la presidencia hasta 1930. Como
partido, representó a una clase media que se estaba consolidando en
la sociedad argentina.

El Partido Justicialista

Durante el período conocido como la “Década Infame” el funcionamiento del sistema político se vio alterado por el fraude
electoral y la corrupción. En 1943, un sector militar que se oponía al régimen oligárquico se había constituido de hecho y dio
un nuevo golpe de Estado. Uno de los líderes que lo impulsó fue el general Perón.

A través de diferentes medidas y decisiones políticas, Juan Domingo Perón se convirtió en un dirigente muy
representativo para los sectores populares. Esto despertó la desconfianza de un grupo de militares que, en octubre de 1945
intentó apartarlo de la política y lo encarceló. La reacción fue inmediata: el 17 de octubre se reunió una multitud en la Plaza
de Mayo para exigir su liberación. Finalmente, Perón fue liberado y conducido a la Casa Rosada. Desde el balcón se dirigió al
pueblo, que lo aclamó y lo legitimó como líder. Este episodio ejerció una fuerte presión sobre el gobierno militar, que se vio
forzado a llamar a elecciones en febrero de 1946.

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Perón se presentó como candidato del Partido Laborista –un partido
recién creado por los sindicatos de la CGT–, con el apoyo de una fracción
desprendida de la UCR –La Junta Renovadora– y resultó electo con más
del 50% de los votos.

El nuevo presidente buscó su base de apoyo político en los


trabajadores, con quienes se comprometió a mejorar su situación
económica, y también se ocupó de que los sectores más postergados de la
sociedad tuvieran la posibilidad de participar en la política. Su esposa, Eva
Duarte, impulsó el voto femenino y logró que, en 1947, el Congreso
aprobara la ley que lo reconoció en iguales condiciones que el voto
femenino.

Perón y Eva instauraron en Argentina una nueva forma de participar


en política. Durante los años en que Perón permaneció en el poder, el
pueblo se expresaba no solo votando periódicamente sino también con
manifestaciones públicas, en particular en la Plaza de Mayo, y con una
militancia activa tanto en el partido como en los sindicatos afines. Los
adherentes al peronismo sentían una identificación muy intensa con las
dos figuras y con sus propuestas políticas.

Perón creó el Partido Peronista, que después se convirtió en Partido


Justicialista (PJ). Ese nombre hace referencia a uno de los tres pilares de la
doctrina partidaria, la justicia social (los otros son la independencia económica y la soberanía política en Argentina frente a
cualquier imposición extranjera). Existe formalmente desde diciembre de 1947, fecha en que se aprobó su carta orgánica.

El justicialismo, sin embargo, excedió la organización partidaria. No se trataba solo de competir para lograr votos, sino
que se instaló casi como una forma de vida para los seguidores; sus ideas y símbolos estuvieron presentes en el trabajo, en la
escuela, en la vida familiar. Esta presencia tan marcada fue vivida como una imposición por quienes no acordaban con sus
ideas y con la personalidad de sus líderes y generaron una marcada oposición. Esta oposición se fue haciendo cada vez más
firme y aglutinó a distintos sectores con poder político, militar y económico, los que en 1955 produjeron un golpe de Estado y
derrocaron al presidente.

Después del golpe de 1955, por un decreto del gobierno de facto, se prohibió mencionar el nombre en público y utilizar
los símbolos partidarios. El partido justicialista estuvo proscripto hasta 1972; sin embargo, el líder mantuvo la conducción del
movimiento político-sindical desde el exilio. La movilización política fue en aumento y, durante la segunda mitad de la década
de 1960, se sumó la actividad de grupos que optaron por la lucha armada. Frente a esta efervescencia, el gobierno militar
que gobernada el país decidió pactar una transición y habilitar al PJ para que participara en elecciones.

Casi desde la llegada de Perón a la escena política nacional, peronismo y antiperonismo constituyeron uno de los clivajes
que ordenan la dinámica política argentina.
Los sistemas de partido.

Los partidos políticos que actúan en un país constituyen un sistema. Se habla de sistema porque se trata de mucho más
que de la mera suma e organizaciones partidarias. Un sistema de partido se define por los vínculos que se establecen entre
ellos a partir de la forma en que compiten y cooperan entre sí. Para comprender y clasificar los sistemas de partidos, se
tienen en cuenta dos variables fundamentales: el número de partidos y la intensidad o distancia ideológica.

Entonces, el primer paso en contar la cantidad de partidos que tienen posibilidad de acceder a los cargos de gobierno o
por lo menos de influir en el comportamiento de los otros partidos que integran el sistema. Siguiendo este criterio, se
obtiene la siguiente clasificación de sistemas de partidos:

 De parido único: existe un solo partido porque los demás están prohibidos. Un ejemplo es la actualidad es China.
 De partido hegemónico: si bien existen varios partidos, uno solo tiene el control de la competencia electoral y los
demás, denominados “satélites”, solo participan para legitimar su victoria, ya que no tienen posibilidades de ganar
porque las reglas, formales e informales (como el fraude), se lo impiden. El ejemplo más característico es del PRI
mexicano, que fue hegemónico durante casi sesenta años.
 De partido predominante: hay una competencia real, pero un partido gana de manera recurrente, aunque sin apelar a
prácticas ilegales o antidemocráticas. Un ejemplo es el Partido Socialdemocrático de Suecia, que gobernó durante casi
todo el siglo XX.

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 Bipartidista: hay dos partidos importantes que suelen alternarse en el gobierno; en los sistemas parlamentarios, no se
forman coaliciones ni alianzas, ya que alguno de los dos tiene la capacidad de gobernar por sí mismo. Los ejemplos
característicos son Estado Unidos, con el Partido Demócrata y el Republicano, y el Reino Unido, con el Partido Laborista y
el Conservador.
 Pluripartidista: los partidos relevantes son tres o más. Puede ser limitado (entre tres y cinco, como en Francia y
Alemania) o extremo (más de cinco partidos como sucede en Israel).

Las dos primeras clases no son propias de sistemas democráticos,


mientras que la tercera está en el límite porque la falta la alternancia en
el poder desvirtúa los principios del pluralismo.

A su vez, la clasificación anterior se combina con la posición de los


partidos en la línea ideológica izquierda-derecha (doc. 1 y 2). De este
modo, el esquema de competencia entre los partidos puede ser
centrípeta (doc. 3), cuando el espacio ideológico de competencia tiende a
ser el centro, o centrífuga (doc. 4), si los partidos se ubican en los
extremos del arco ideológico.

Los bipartidismos y pluripartidismos limitados presentan en general una


competencia centrípeta, mientras que los pluralismos extremos pueden
llevar hacia la competencia centrífuga. Este último caso pone en riesgo la
estabilidad del sistema, ya que es muy difícil lograr el acuerdo y sostener
el apoyo al partido en el gobierno.

El sistema partidario argentino

La historia del sistema de partidos en nuestro país se inicia con la competencia electoral de las elecciones de 1916, cuando se
aplicó por primera vez la Ley Sáez Peña en el ámbito nacional. En esa oportunidad, los partidos de relevancia fueron la UCR y
los conservadores –que participaron de la competencia como Concentración Conservadora–, el Partido Demócrata
Progresista y el Partido Socialista. La UCR se mantuvo en el poder hasta 1939; esto permite hablar de un sistema de Partido
Dominante.

Durante la década siguiente, la práctica del fraude le aseguró la victoria a un solo partido, por lo cual se está en presencia de
un sistema de partido hegemónico.

En 1946 se inició un período de hegemonía peronista. Esta etapa se clasifica como sistema de partido hegemónico porque la
política de expansión de los derechos sociales del gobierno fue la herramienta del PJ para imponer su victoria frente al resto
de los partidos. La particularidad era que el sistema estaba muy diferenciado ideológicamente entre peronistas y
antiperonistas, diferenciación que se mantiene hasta la actualidad.

A partir del golpe de Estado de 1955 y hasta 1973se registra el lapso de mayor inestabilidad en cuanto a las reglas de
competencia del sistema de partidos; de hecho, ninguna fuerza política logró imponerse claramente y las Fuerzas Armadas se
convirtieron en un actor político decisivo. Luego de un breve período de descomposición política durante el que gobernó el
PJ, se inició la dictadura que se extendió hasta 1983. En las elecciones de ese año el juego político-electoral se definió como
un bipartidismo UCR-PJ. Los problemas de gobernabilidad y los cuestionamientos a las reformas neoliberales de la década de
1990 propiciaron la aparición de nuevos partidos (como el Frente Grande, en 1993), hubo desprendimientos y se
conformaron alianzas. Desde entonces, es posible hablar de un pluripartidismo moderado.

TEMA: Sistema Electoral

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Un sistema electoral es un conjunto de reglas que determinan cómo se llevan a cabo las elecciones, los referendos y
cómo se determinan sus resultados. Los sistemas electorales políticos están organizados por los gobiernos, mientras que las
elecciones no políticas pueden tener lugar en empresas, organizaciones sin fines de lucro y organizaciones informales.

Los sistemas electorales consisten en conjuntos de reglas que rigen todos los aspectos del proceso de votación: cuando se
realizan las elecciones, a quién se le permite votar, quién puede presentarse como candidato, cómo se marcan y emiten las
papeletas de votación, cómo se cuentan las papeletas de votación (método electoral), límites en el gasto de campaña, y otros
factores que pueden afectar el resultado. Los sistemas electorales políticos están definidos por las constituciones y las leyes
electorales, por lo general son conducidas por comisiones electorales y pueden usar múltiples tipos de elecciones para
diferentes cargos.

Sistema Electoral en Argentina


Las elecciones en la República Argentina se celebran cada dos años para elegir a los cuerpos legislativos y, desde 1995,
cada cuatro para elegir al poder ejecutivo (antes se realizaban cada seis años). La constitución nacional, en su artículo
primero, establece que el país tiene un sistema de gobierno “representativo, republicano y federal”. Por su condición de país
federal, en Argentina se realizan regularmente dos tipos de elecciones principales:

 Elecciones nacionales: para elegir a las autoridades federales del país: el Poder Ejecutivo, constituido por el Presidente y
el vicepresidente y el Congreso Nacional, formado por Senadores y Diputados.
 Las elecciones provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires o locales: para elegir a las autoridades de cada provincia: los
poderes ejecutivos de las provincias y sus legislaturas.

También se realizan regularmente elecciones municipales, regidas por las leyes y procedimientos de cada provincia.
Extraordinariamente se realizan elecciones de convencionales para integrar una Convención constituyente, organismo
encargado de modificar la Constitución, algo que ha sucedido de la siguiente forma: (en 1853 se crea la Constitución) y en
1860, 1866, 1898, 1949, 1957 y 1994 fue modificada.

El voto es universal, secreto y obligatorio para los ciudadanos entre 18 y 70 años de edad, con algunas excepciones. En
algunos casos se permite el voto de extranjeros radicados. En noviembre del 2012, se aprobó una ley que permite a los
jóvenes entre 16 y 18 años de edad a votar de forma optativa.

Desde 1862 hasta 1930 el Presidente de la Nación asumía el cargo el 12 de octubre. Desde 1932 hasta 1943 el cargo se
asumía el 20 de febrero. Las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón en 1946 y 1952 las comenzó el 4 de junio. En
1958 Arturo Frondizi asumió el 1 de mayo. En 1963 Arturo Illia volvió a asumir el cargo el 12 de octubre. En marzo de 1973
fue elegido Héctor Campora y comenzó su mandato el 25 de mayo, pero renunció 49 días después de asumir. Ese mismo año
fue elegido por tercera vez Juan Perón que asumió el cargo el 12 de octubre. Desde 1983 la mayoría de las asunciones fueron
el 10 de diciembre excepto las de Carlos Menem quien asumió sus dos presidencias en 1989 y 1995 el 8 de julio y Néstor
Kirchner quien asumió el 25 de mayo de 2003.

El Presidente y Vicepresidente son elegidos en una única votación, por un período de cuatro años, a través el voto popular
directo, utilizando un sistema de segunda vuelta: debe haber una segunda vuelta si ninguna fórmula obtiene más del 45% de
los votos positivos, o más del 40% de los votos positivos con una diferencia porcentual de 10 puntos con respecto a la
segunda fórmula, en cantidad de votos positivos.

El Congreso Nacional tiene dos cámaras:

 La Cámara de Diputados de la Nación tiene 257 miembros, elegidos por un período de cuatro años en cada distrito
electoral (23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) por representación proporcional utilizando el método
D'Hondt, con la mitad de las bancas renovados cada dos años en todos los distritos electorales.
 El Senado de la Nación tiene 72 miembros elegidos por un período de seis años, con dos bancas para el partido o
coalición mayoritarias y una banca para el segundo partido o coalición mayoritaria. Una tercera parte de las bancas son
renovadas cada dos años. En las elecciones legislativas de 2001, el senado fue renovado en su totalidad.

Sistema D´Hont

Es el método que se aplica en Argentina para la distribución de cargos legislativos, en todos los niveles: Diputados
Nacionales, Legislaturas Provinciales y Concejos Deliberantes. Apunta a asegurar, en la mayor medida posible, la
representación parlamentaria de los partidos con menor caudal electoral frente a las grandes mayorías. El sistema de
distribución proporcional de cargos en una cámara legislativa de acuerdo con un resultado electoral determinado se realiza

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en la Argentina mediante el sistema de “lista abierta o incompleta” denominado D'Hont. Nombre que remite al jurista y
matemático belga Víctor D'Hont, fallecido en 1901. 

Se trata de un método para asegurar en la mayor medida posible la representación parlamentaria de los partidos con
menor caudal electoral frente a las grandes mayorías. Si bien en la actualidad los sistemas computarizados calculan
automáticamente los cargos asignados a medida que se va conociendo el resultado electoral, es posible realizar un cálculo
manual para determinar cómo se distribuyen las bancas. 

Tanto las constituciones nacionales y provinciales como las leyes electorales determinan su aplicación en la Cámara de
Diputados de la Nación, legislaturas provinciales y concejos deliberantes.

Tras escrutar todos los votos, se calculan cocientes sucesivos para cada lista electoral. La fórmula de los cocientes es:

TEMA: El Sufragio
El sufragio es un procesamiento mediante el cual el cuerpo electoral (que es el conjunto de personas con derecho
electoral activo, también llamado electorado activo) se empresa formalmente sobre cuestiones. Dependiendo de su
finalidad, puede ser electoral o no electoral. Es electoral cuando se designa, por esta vía, a funcionarios para determinados
cargos. Es no electoral cuando el voto sirve para adoptar decisiones políticas.

El sufragio constituye un derecho un deber del ciudadano. Todos los/as electores/as que tengan 16 años o más a la fecha
de la elección nacional, tienen el derecho y el deber cívico de votar en las Elecciones Primarias y en las Elecciones Generales.
Esto significa que quienes tengan 15 años, pero cumplan los 16 hasta el día de las Elecciones Generales, inclusive, deberán
concurrir a votar.

Sin embargo, los menores de 18 y los mayores de 70 no estarán incluidos en el Registro de Infractores al Deber de Votar, en
caso de no presentarse a sufragar.

https://www.youtube.com/watch?v=YyXMNt7hlGs

Los/as únicos electores/as que no están obligados a votar, pero si lo desean pueden hacerlo, son :

 Los/as jueces/ juezas y sus auxiliares que el día de la elección estén afectados a los comicios.
 Los que el día de la elección se encuentren a más de 500 km de distancia del lugar donde deban votar y justifiquen que el
alejamiento obedece a motivos razonables.
 El personal de organismos o empresas de servicios públicos que por razones atinentes a su cumplimiento deban realizar
tareas que le impidan asistir al comicio durante su desarrollo. En este caso el empleador o su representante legal
comunicará al Ministerio del Interior y Transporte la nómina respectiva con diez días de anticipación a la fecha de la
elección, expidiendo, por separado, la pertinente certificación. Quienes por razones de trabajo deban estar ocupados
durante las horas del acto electoral, tienen derecho a obtener por parte de sus empleadores una licencia especial que les
permita concurrir a emitir su voto y, eventualmente, desempeñar funciones en el comicio, sin que ello implique una
deducción del salario ni recarga horaria posterior.

No están habilitados para votar las personas excluidas del padrón electoral, por las siguientes causas :

 Los dementes declarados tales en juicio.


 Los condenados por delitos dolosos a pena privativa de la libertad, y, por sentencia ejecutoriada, por el término de la
condena.
 Los condenados por faltas previstas en las leyes nacionales y provinciales de juegos prohibidos, por el término de tres
años; en el caso de reincidencia, por seis.
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 Los sancionados por la infracción de deserción calificada, por el doble término de la duración de la sanción.
 Los declarados rebeldes en causa penal, hasta que cese la rebeldía o se opere la prescripción.
 Los inhabilitados según disposiciones de la Ley Orgánica de los Partidos Políticos.
 Los que en virtud de otras prescripciones legales y reglamentarias quedaren inhabilitados para el ejercicio de los
derechos políticos.

¿Qué es el padrón electoral?

Es el registro o lista de todas las personas que pueden votar. Tiene los siguientes datos de todos los votantes: nombre y
apellido, sexo, lugar y fecha de nacimiento, domicilio, profesión, tipo y número de documento, entre otros.

Características del voto

La Constitución Nacional establece en su artículo 37 que “el sufragio es universal,


igual, secreto y obligatorio”. A su vez, la Ley Electoral 19945 dictamina que el voto es
voluntario para los jóvenes de 16 y 17 años y para mayores de 70, por lo tanto, es
obligatorio para todos aquellos que tienen entre 18 y 70 años.

 Universal: todos los/as argentinos/as, independientemente de su sexo, raza, religión, etc., son titulares del derecho
al sufragio a partir de los 16 años de edad
 Igualitario: el voto de todas las personas tiene el mismo valor. Este principio se expresa de la siguiente manera: "un
ciudadano, un voto".
 Secreto: el voto se emite en ciertas condiciones que impiden conocer qué eligió cada elector/a y nadie puede ser
obligado, antes o después del acto electoral, a revelar su voto.
 Libre: ninguna persona puede ser forzada a votar a favor o en contra de alguna agrupación política o candidatura
determinada.
 Obligatorio: El ejercicio del voto es un deber cívico también para los/as electores/as de 16 y 17 años y para los
mayores de 70, aunque quienes tengan esas edades no serán incluidos en el registro de electores al deber de votar
en caso de no emitir el sufragio.

Si no se puede sufragar hay que tener en cuenta las justificaciones pertinentes:

Quienes no hayan votado en las elecciones deberán pagar una multa, según lo establecido por el Ministerio del Interior.
Además, las personas que figuren en el Registro de Infractores no podrán hacer gestiones o trámites ante organismos
estatales nacionales, provinciales o municipales durante un año si no justificaron su ausencia.

Estar lejos del domicilio legal: Están excluidos de las sanciones quienes el día de la elección se encontraban a más de 500
kilómetros del lugar donde debían votar “y justifiquen que el alejamiento obedece a motivos razonables”. En este caso, el
interesado deberá acercarse a una comisaría para pedir un certificado que acredite la distancia en la que se encuentra. El
plazo para pedir ese certificado es hasta las 18 del mismo domingo.

En caso de enfermedad: Los “enfermos o imposibilitados por fuerza mayor, suficientemente comprobada” de asistir al
acto electoral también están exceptuados de las sanciones, siempre y cuando puedan justificar su condición de salud “por
médicos del servicio de sanidad nacional; en su defecto por médicos oficiales, provinciales o municipales, y en ausencia de
éstos por médicos particulares”.

Trabajar durante las elecciones: Quienes trabajan en el horario de las elecciones tienen derecho a una licencia especial
de sus empleadores “con el objeto de concurrir a emitir el voto o desempeñar funciones en el comicio, sin deducción alguna
del salario ni ulterior recargo de horario”.

Vivir en el exterior o estar de viaje: Quienes presenten un DNI con domicilio en la Argentina, pero vivan en el exterior
deberán adjuntar foto del pasaporte o documentación que acredite que no se encontraban en el país a través del Registro de
Infractores. Esa documentación necesaria puede ser solicitada en la Embajada o Consulado Argentino más cercano.

Se brinda un plazo de hasta 60 días después del sufragio para justificar el no voto sin ser sancionado.

Voto: Clasificación

a. Votos válidos:

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VOTOS AFIRMATIVOS:

 Se emite mediante boleta oficializada de una misma agrupación (o lista) para todas las categorías de cargos.
 Para cada categoría de cargos a elegir se emiten boletas oficializadas de diferentes agrupaciones (o listas).
 La boleta oficializada tiene tachaduras, agregados, roturas o sustituciones (borratina), siempre que el encabezado se
encuentre intacto.
 En el sobre hay más boletas oficializadas de la misma lista y categorías de cargos. Sólo se computará una y se
destruirán las restantes.

VOTO EN BLANCO

 El sobre se encuentra vacío.


 El sobre contiene un papel (de cualquier color), sin imágenes, textos ni objetos extraños.
 El sobre contiene una boleta oficializada, pero le falta el cuerpo correspondiente a una categoría. En ese caso, se
considerará ¨voto en blanco¨ solo para dicha categoría.

b. Votos nulos:

 Se emite mediante boleta no oficializada. Por ejemplo, boletas de elecciones anteriores y/o de otros distritos.
 En el sobre junto con la boleta se hallan incluidos objetos extraños a ella, tales como monedas, estampitas, etcétera.
 Boletas oficializadas de distintas agrupaciones para un mismo cargo.
 Boletas oficializadas de distintas listas de una misma agrupación política para la misma categoría de cargos.
 Boletas oficializadas que, por destrucción parcial, defecto o tachaduras, no contengan, por lo menos, el nombre del
partido y la categoría de cargos a elegir.
 Boletas oficializadas que contienen inscripciones y/o leyendas de cualquier tipo, salvo en los casos de tachaduras,
agregados o sustituciones.

c. Votos recurridos:

Son aquellos cuya validez o nulidad fuera cuestionada en el escrutinio de mesa por algún fiscal. En estos casos el fiscal que
recurre:

 Deberá fundamentar su pedido con una “expresión concreta de la causa”;


 Asentará tales motivos en el formulario especial provisto por la Justicia Nacional Electoral;
 Consignará sus datos, nombre y apellido, número de documento cívico, domicilio y agrupación política (o lista), y
firmará el formulario.
 El formulario se adjuntará a la boleta y al sobre respectivo para ser enviado al Juzgado Federal con competencia
electoral o a la Junta Electoral Nacional respectivamente.

d. Votos de identidad impugnada:

 Voto sobre el cual Usted, el Vicepresidente (vocal auxiliar) o los/as fiscales consideran que el votante no es el titular
del documento cívico que presenta.
 Debe seguir este procedimiento en el caso de que se presente un elector identificado –con un grisado- en el padrón
como “ausente por desaparición forzada”.
 Los votos de identidad impugnada serán contabilizados, pero no abiertos ni escrutados en la mesa.
 Se enviarán cerrados a la Justicia Nacional Electoral para que ésta decida sobre su validez o nulidad.

e. Voto del comando general electoral:

El Personal del Comando General Electoral podrá votar en el establecimiento en el que cumple funciones siempre que se
encuentre inscripto en el padrón electoral de alguna de las mesas. El mismo puede estar identificado con un color especial o
simplemente estar asentado como el resto de los electores.

¿Cómo votar?

Para poder votar se necesita el documento de identidad y estar inscripto en el padrón. Según Ley 19.945. Código Nacional
Electoral, Art. 88.

El día de la votación, se tiene que cumplir los siguientes pasos:

 Dirigirse al lugar en el que se vota, según el padrón. Por lo general, se vota en escuelas del barrio donde vivimos.
Hacerlo dentro del horario de votación. El acto abre a las 8:00 H. y finaliza a las 18 H.
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 Buscar la mesa que corresponde según el padrón electoral. Cada mesa tiene un número.
 Allí se debe mostrar el DNI ante las autoridades de mesa.
 Se otorgará un sobre abierto y vacío con la firma del presidente de mesa para poner dentro la boleta del candidato
al que se elige votar. El personal de la mesa de votación, retendrá el DNI hasta que se deja el voto dentro de la urna.
 Seguidamente, darán indicaciones de dónde se encuentra el cuarto oscuro, que es el lugar donde están todas las
boletas de los distintos partidos, para poner la que se prefiera en el sobre otorgado. Es un acto privado y nadie debe
interrumpirlo. Si llegan a faltar boletas, se debe salir a pedirlas sin mencionar nombre de agrupaciones políticas.
 Recordar cerrar el sobre antes de salir.
 Al salir del cuarto oscuro (aula que se encuentra junto a la mesa de votación), poner el voto en la urna.
 Finalmente, se debe firmar el padrón que tiene la autoridad de mesa, para dejar constancia de la votación.
 El presidente de mesa tiene que entregar una constancia por escrito de la votación y devolver el DNI.
 Cumplidos estos pasos, el voto ya fue emitido.

Unidad N° 3: “El Estado”.


TEMA: El Estado

¿Qué es el Estado?
Casi todas las personas hemos incorporado en nuestro vocabulario la palabra “Estado” y la utilizamos con frecuencia y
naturalidad. Sin embargo, encontrar una definición precisa y definitiva, que abarque todo aquello que encierra ese término,
resulta una tarea ardua, que ha sido y sigue siendo la preocupación de filósofos, politólogos y otros especialistas.

Por un lado, las relaciones público-sociales que moldean al Estado son múltiples, muy diversas y cambiantes a lo largo del
tiempo; esta complejidad dificulta la posibilidad de establecer una definición breve del concepto. Por otro lado, cualquier
definición que se alcance no podrá ser única, ya que detrás de esta operación teórica siempre hay una forma particular de
interpretar la realidad de acuerdo con los intereses de la persona que está realizando el análisis y construyendo la definición.
A continuación, intentaremos aproximarnos hacia una de las tantas maneras de definir el Estado: como institución de
denominación.

En efecto, puede definirse al Estado como una institución de dominación política en una sociedad que está
territorialmente delimitada. El Estado es una institución porque perdura a lo largo del tiempo: los medios que utiliza para
ejercer la autoridad y la administración (las leyes, el sistema de justicia, la administración pública, las Fuerzas Armadas, la
división de poderes, etc.), aunque puedan adquirir formas diversas o nuevas, tienden a ser continuos en sus características y
funciones principales.

La dominación, puede ser entendida como la capacidad que tienen algunos sujetos o grupos para imponer regularmente
su voluntad sobre otros. El Estado implica una instancia de dominación porque lleva adelante funciones de control y orden en
una sociedad y un territorio claramente determinados. Estas nociones de control y orden, cualesquiera que puedan
imaginarse, suponen siempre mecanismos de dominación porque involucran a personas o grupos de personas que logran
imponer su voluntad sobre otras personas o grupos de personas. No existe “un orden” dentro de la sociedad con el que todas

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las personas estén de acuerdo ni que favorezca a todos por igual. Al contrario: la manera en que se organizan y ordenan las
sociedades es resultado de las voluntades que unos imponen sobre otros e implica siempre alguna forma de dominación.

Elementos del Estado


 Población La población, en ocasiones llamada “pueblo”, es el conjunto de personas que vive en un lugar determinado .
Las poblaciones forman parte de los Estados, los configuran. Sin población, el Estado no podría existir.
 Así, el conjunto de personas que viven dentro de los límites de un Estado son los ciudadanos Todos los ciudadanos
disponen de una serie de derechos (por ejemplo, la educación, la vivienda, el derecho a una vida digna, etc.) y de
deberes (que conllevan el cumplimiento de ciertas acciones, leyes, obligaciones, etc.). Además, tienen el derecho de
votar y de ceder su poder a quien quieran que les represente
 Territorio es el lugar geográfico donde habita una población determinada. Es el soporte físico de la Nación y el Estado.
Delimita el ámbito espacial dentro del cual se ejerce el poder del Estado. Abarca: suelo, subsuelo, espacio aéreo,
plataforma submarina, aguas jurisdiccionales e interiores.
 Gobierno: que consiste en la organización política de un Estado, y en la entidad que permite tomar las decisiones
políticas del Estado. Se trata del pilar del mismo, de su autoridad máxima. De esta manera, el gobierno permite expresar
la voluntad de un Estado, es decir, lo que los ciudadanos desean. El gobierno, además, dirige y controla una serie de
instituciones (que ejercen el poder del Estado).
 ¿Qué elementos forman el gobierno? Básicamente diferentes instituciones de diferentes ámbitos (política, salud,
familias, educación, protección…). Por otro lado, el Estado ejerce su poder a partir de diferentes órganos del gobierno;
concretamente, hablamos de tres tipos de poder: el judicial, el legislativo y el ejecutivo.
 Poder Nos sugiere energía, facultad, aptitud, capacidad del cual se los dota a los gobernantes cuando se organiza la
Nación. El poder es capacidad de mando, y ésta es ejercida por quienes gobiernan.
 Derecho: es el conjunto de normas que rigen las relaciones de los hombres en la sociedad. Se lo puede considerar desde
2 puntos de vista:
 Derecho objetivo: normas que sirven para regular la relación entre los hombres de una sociedad y para ordenar el
funcionamiento de los órganos de gobierno. Se caracteriza por ser coactivo, es decir que se puede utilizar la fuerza
pública en caso que sea necesario.
 Derecho subjetivo: facultades que cada hombre tiene asignadas por las normas del derecho objetivo.
 Soberanía: es decir, el poder supremo, el poder del Estado. Que el poder sea supremo implica que no existen poderes
por encima de él. En otras palabras, la soberanía es la autoridad máxima del Estado a nivel político. Representa una
especie de consenso sobre quién decide y sobre qué territorio, otro de los elementos del Estado.

Los fundamentos el Estado


La organización político medieval, cuyos órdenes y jerarquías sociales se fundamentaban en la voluntad divina, comenzó a
ser cuestionada y se buscaron explicaciones racionales para fundamentar el poder político. Por entonces, el comercio
prosperó ampliamente y la vida urbana adquirió mayor relevancia en detrimento de la vida rural. Paulatinamente, la
burguesía se fue conformando y ganado poder.

Esta nueva situación generó un cuestionamiento al orden feudal, donde la burguesía no tenía poder político ni simbólico.
Así, el feudalismo comenzó a mostrar signos de debilitamiento y fue generando transformaciones que dieron paso al
capitalismo.

Las ideas de distintos pensadores de la época constituyeron la base del pensamiento político moderno que, a partir de
entonces, brindó nuevos fundamentos para la organización de los Estados y su relación con la sociedad y los individuos. A
continuación, profundizaremos en algunas teorías para identificar aquellos elementos que contribuyen a definir los
principios, la forma y el funcionamiento de los Estado.

El contractualismo
El contractualismo comprende un conjunto de teorías políticas que encuentran el origen de la sociedad y el fundamento
del poder político y el Estado en un contrato.

Durante casi dos siglos (XVII y XVIII), varios pensadores europeos buscaron argumentos racionales y no vinculados a la
religión para explicar las relaciones que las personas establecen al vivir en sociedad. Filósofos como Thomas Hobbes, Baruch
de Spinoza, John Locke, Jean-Jacques Rousseau o Immanuel Kant ofrecieron distintas explicaciones, pero todos ellos
siguieron un procedimiento en común: la existencia de una sociedad pre estatal donde las personas viven en estado de
naturaleza y la inclinación de todos hacia la celebración de un contrato para dejar atrás esa fase y darle origen a la sociedad
en la que el Estado aparece como garante de la paz y el orden. Veamos cómo pensaron el Estado tres de estos filósofos
contractualistas.

Thomas Hobbes. El contexto en el que Hobbes elaboró sus ideas políticas estuvo fuertemente marcado por la violencia
desatada en Gran Bretaña en la primera mitad del siglo XVII a causa de las guerras civiles. De ahí que Hobbes se interesara

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por analizar cómo las pasiones humanas en estado de naturaleza llevaban a la violencia y justificaban la monarquía absoluta
como la forma de gobierno más útil para imponer el orden y la paz.

Según su visión, plasmada en el libro Leviatán de 1651, “la naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultadas
del cuerpo y del espíritu” que cualquiera podría aspirar a poseer lo que posee otro (bienes económicos, prestigio, gloria,
etc.). Pero “si dos hombres desean la misma cosa, y en modo alguno pueden disfrutarla ambos, se vuelven enemigos, y […]
tratan de aniquilarse o sojuzgarse uno a otro”. Para Hobbes, el hombre es egoísta y la vida previa al Estado, negativa. La
competencia conduce a una situación de “guerra de todos contra todos” en la que no existe ley ni justicia como así tampoco
garantías para la propiedad privada, por lo que “la vida de hombre es solitaria, tosca, embrutecida y brece”.

“El temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida
confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo” inclinan a las
personas hacia la paz, para lo cual deben salir del estado de naturaleza. Para
lograrlo, los individuos celebran un contrato y pactan “cada uno con cada uno”
ceder sus derechos de actuar por sí mismos para ser representados por un poder
soberano encargado de garantizar la paz: el Estado.

Para Hobbes, el poder del Estado es absoluto y los hombres renuncian a la


libertad de usar su poder individual porque solo una fuerza superior es capaz de
garantizar la supervivencia y la defensa contra enemigos extranjeros, los actos del
Estado, aunque resulten injustos, no pueden ser cuestionados por los gobernados
porque, gracias a la imposición de la fuerza pública, la vida humana encuentra
protección y seguridad. Precisamente, es el derecho a la vida el único al que no
renuncian los hombres cuando celebran el contrato.

John Locke. Las guerras civiles que vivió Gran Bretaña durante el siglo XVII
también marcaron el pensamiento de Locke, aunque sus objetivos y conclusiones
fueron diferentes a las de Hobbes. En lugar de justificar la monarquía absoluta, se
preocupó por fijarle límites para proteger la libertad de los individuos. Estas ideas
repercutieron con fuerza en la Revolución Gloriosa de 1688, que sentó las bases
de la democracia parlamentaria británica y del liberalismo político. Su mayor
obra fue el Segundo ensayo sobre el gobierno civil, de 1690.

Locke, a diferencia de Hobbes, distinguió entre “estado de naturaleza” y


“estado de guerra”. Los hombres viven, por naturaleza, en plena libertad e
igualdad bajo la ley que les dicta la razón, la que les enseña que “ninguno debe
dañar a otro en lo que atañe en su vida, salud, libertad y posesiones”. En
principio, los hombres tienden a vivir en paz. Sin embargo, se trata de una paz precaria que puede ser fácilmente alterada
porque las personas viven “sin un poder terrenal, común y superior a todos, con autoridad para juzgarlos”. Debido a esta
falta de esta autoridad que haga de árbitro, las situaciones de conflicto en las que se usa la fuerza o se manifiesta la intención
de usarla desembocan en un estado de guerra.

En consecuencia, los hombres tratan de “unirse en Estados y ponerse bajo un gobierno” con el objetivo de “preservar sus
vidas, sus libertades y sus posesiones”. A través de un contrato, los individuos ceden la posibilidad de obrar por sí mismos y
crean una autoridad capaz de proteger sus derechos. El poder y las funciones de esta autoridad deben estar limitados por la
ley para evitar la injusticia y la concentración de poder.

Jean-Jacques Rousseau. El siglo XVIII, en el que vivió Rousseau, es conocido


como el “Siglo de las luces” debido al predominio de las ideas de la Ilustración y la
fuerte confianza en la razón y el progreso científico propios del Iluminismo.
Rousseau fue un filósofo representativo de este movimiento; sin embargo, frente
a la inteligencia y a la ciencia características del pensamiento ilustrado, prefirió
defender los buenos instintos y sentimientos que las personas tenían en estado
natural.

En su texto político más difundido, El contrato social, de 1762, retomo la idea


de contrato de los pensadores ingleses del siglo anterior, pero estableció grandes
diferencias. En la concepción rousseauniana, el estado de naturaleza corresponde
a un estado de felicidad en el que las personas viven libres e iguales dado que “el
hombre es bueno por naturaleza”.

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Esta armonía natural y sincera, sin embargo, se corrompe cuando aparece la propiedad privada, origen de todos los males
y desigualdades. En esta situación negativa se celebra un primer contrato que da lugar a la formación de las sociedades, en
las que existe un Estado al servicio de los que más tienen, sosteniendo la propiedad privada y aumentando las desigualdades.
Rousseau afirma que la celebración del contrato fue engañosa y el Estado social que surge es perverso, ya que la protección
de los derechos individuales y de la propiedad privada no es suficiente para alcanzar el bien común.

Mientras que para los pensadores ingleses la sociedad surge de un cálculo racional y egoísta (renunciar al uso de la fuerza
porque solo así cada individuo logra preservar su vida y sus intereses), para Rousseau se debe pensar que “la sociedad es una
asociación, no una suma”. Ella supone la idea superior de bien común, de sentido de solidaridad y de patriotismo.

Para salir de la situación negativa y organizar una nueva sociedad, los hombres deben celebrar un segundo contrato
social mediante el cual cada uno se entrega a la sociedad. Así, generan otra forma de asociación regida por la voluntad
general, capaz de expresar el interés colectivo, un interés superior a los intereses individuales.

El Estado, según Rousseau, es la expresión de la voluntad general y la soberanía está puesta en el pueblo y no en el
monarca. La forma ideal de ejercer el gobierno es la democracia directa; la voluntad general se encarna en las decisiones
unánimes tomadas en asambleas de las que participan todas las personas.

El marxismo. El término “marxismo” suele hacer referencia a


una concepción de la vida pública, de la economía y la sociedad que
tiene como base el pensamiento de Carlos Marx, expuesto en las
distintas obras que elaboró durante la segunda mitad del siglo XIX.

Marx observó y explicó las grandes transformaciones que se


produjeron durante la segunda etapa de la Revolución Industrial y
que significaron la consolidación del capitalismo. Sin bien no se
dedicó a formular una teoría del Estado, la cuestión estatal apareció
de manera permanente en sus trabajos. Sus ideas constituyeron una
ruptura con respecto al contractualismo y al idealismo, otra corriente
de pensamiento de los siglos XVIII y XIX.

Si para los contractualista el Estado surgía de un contrato que suponía cierto acuerdo entre los hombres, para Marx es
resultado del modo de producción capitalista. El modo en que se organiza la producción de bienes y servicios en el
capitalismo, a su vez, genera un tipo específico de relaciones sociales de producción. Esas relaciones sociales se organizan en
torno a la propiedad de los medios de producción (fábricas, máquinas, capital financiero, etc.) y se dan entre los sujetos
integrantes de las dos clases sociales: capitalistas propietarios y trabajadores no propietarios. De este esquema se desprende
un principio central del marxismo: las relaciones sociales tienen una base material y concreta, que es la producción (una
clase explota a la otra), las relaciones sociales son relaciones de dominación.

En conclusión, no es el Estado quien da inicio a la sociedad, sino que las relaciones de producción que se dan inicio a la
sociedad son los pilares sobre los que se asienta el Estado. Asimismo, siempre que haya capitalismo habrá Estado. La función
de este es garantizar la dominación que ejerce la clase capitalista para que se produzca la explotación. Esto debe ser así
porque la explotación de los trabajadores es la vía para acrecentar el capital.

Según el análisis de Marx, desde el momento de su surgimiento el capitalismo estuvo asociado a las situaciones de
violencia. La industrialización requirió capitales, es decir, fue necesario disponer de dinero para invertirlo en la instalación de
fábricas y máquinas, conseguir las materias primas necesarias para la producción, pagar los salarios a los trabajadores y
disponer de la infraestructura que la industria necesitaba. Al proceso que dio origen a los primeros capitales Marx lo llamó
acumulación originaria. Esta acumulación de capital se logró fundamentalmente a través de la violencia (se expulsó a
familias campesinas de las tierras que habitaban y trabajan, se sometió a trabajadores a condiciones de maltrato e incluso de
esclavitud, se conquistaron territorios y se despojó a los pueblos que los habitaban, por ejemplo). La violencia también es
permanente en las relaciones de explotación a las que se ven sometidos los trabajadores para quitarles el fruto de su trabajo
y solo retribuirles una parte de lo que producen.

El Estado, lejos de ser un árbitro neutral o de buscar el bien común, reproduce y fortalece las relaciones desiguales entre
las clases sociales. Las instituciones estatales dictan leyes que protegen la propiedad privada y las condiciones de explotación,
y para obligar que se respeten las leyes, puede llegar a aplicar la coacción física. Además, por medio de su intervención, el
Estado consigue ocultar el conflicto y la violencia que encierran las relaciones sociales de producción.

34
Tipos de Estado
Debido a su propio funcionamiento, el capitalismo presenta ciclos de expresión y otros de contracción, y períodos de
crisis, algunas muy profundas y que alcanzan a amplias regiones o al mundo entero. Al atravesar esas crisis, las relaciones de
producción se reformulan y, con ellas, los Estado se transforman, adoptando nuevas formas, funciones e instituciones para
cumplir con su misión de garantizar el control y el orden. A partir de la combinación de estos elementos, se pueden distinguir
distintos tipos de Estados, de los que mencionaremos tres.

El Estado liberal

El Estado liberal es el ordenamiento político que se conformó en Europa cuando la monarquía absoluta dejó de ser la
principal forma de organización del poder y comenzaba a consolidarse el capitalismo. Fue al mismo tiempo consecuencia e
incentivo del capitalismo de la Revolución Industrial y de las revoluciones burguesas. El proceso de formación del Estado
Liberal no fue uniforme, sino que cada país tuvo su experiencia particular. Algunos de los primeros indicios ya pueden
encontrarse en el siglo XIII, pero recién se consolidó hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX en Europa y durante el siglo
XIX en América.

Se asienta sobre las bases del pensamiento liberal y por eso sus instituciones tiene el propósito fundamental de
garantizar el ejercicio de la libertad individual y del mercado. Se lo asocia con la expresión francesa laissez faire, laissez
passer (“dejar hacer, dejar pasar”) para dar cuenta de su carácter de Estado no interventor en materia económica. En efecto,
según el liberalismo económico, para obtener el máximo de beneficios es necesario que cada persona o empresa tenga
libertad de actuar individualmente, sin trabas ni limitaciones. Las instituciones estatales solo participan para proveer las
condiciones indispensables para el funcionamiento del mercado, en el que debe operar el libre juego de la oferta y la
demanda.

En la esfera política, resultó primordial eliminar los privilegios de los que gozaba la nobleza y para ellos se instauró la
igualdad ante la ley. De este modo, muchos que eran súbditos bajo el absolutismo, pasaron a ser ciudadanos en el Estado
Liberal. Mientras el súbdito estaba sujeto a arbitrariedades del monarca, los ciudadanos están sujetos al cumplimiento de la
ley, igual para todos los ciudadanos. La condición de ciudadanía alcanzó primero a los varones, propietarios o que sabían leer
y escribir, y luego se fue extendiendo a las demás personas. El Estado Liberal garantizaba derechos individuales, como la
libertad de expresión y participación política. Es un Estado laico, independiente de la fe religiosa, y racional-legal, porque
utiliza principios racionales para expresar el poder político y esa racionalidad se expresa en las leyes. Es también un Estado
técnico, que incorpora a su administración la lógica de la eficiencia propia de la economía capitalista.

Estado de bienestar

Los conflictos propios del capitalismo comenzaron a manifestarse a través de la lucha de los movimientos obreros que,
por ejemplo, paraban la producción, y de la represión que aplicaban los Estado. Durante la mitad del siglo XX, además,
ocurrieron otros hechos de gravedad, como las dos guerras mundiales y la depresión económica de 1930. Esta última fue una
profunda crisis debido a un desajuste entre la producción y el consumo: la oferta de bienes superó con creces a la demanda;
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las empresas que no podían vender sus productos fueron a la quiebra, el nivel de desempleo trepó a niveles inéditos y el
sistema financiero colapsó. El Estado liberal se mostró incapaz de evitar y de resolver estos escenarios críticos.

Especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados comenzaron a implementar políticas de intervención
para equilibrar las economías y dar respuesta a los problemas sociales. Así surgió el Estado de bienestar. Se caracterizó por
un gran protagonismo estatal tanto en lo económico como en lo social. Por un lado, intervino en la economía para mantener
el pleno empleo a través de subsidios a las empresas privadas, de la intervención constante en obras públicas y de la puesta
en marcha de empresas estatales que producían bienes y servicios. Estimuló un nivel más alto de salarios para garantizar la
capacidad de consumo de los sectores populares y la clase media.

También desarrolló una amplia red de servicios sociales universales (salud, educación, vivienda, esparcimiento, deportes;
seguridad social, como la cobertura por desempleo, las asignaciones familiares y las jubilaciones, entre muchos otros
ejemplos). Mientras el Estado liberal dio prioridad a los derechos civiles y políticos, el Estado de bienestar puso énfasis en los
derechos sociales, promoviendo así estándares mínimos de bienestar que fueron reivindicados como un derecho de los
ciudadanos y no como un privilegio o como ayuda de caridad.

Los conflictos entre trabajadores y empresarios fueron atenuados por la acción del Estado, que buscó equilibrar la
asimetría de poder. Las tensiones sociales disminuyeron y vastos sectores se incorporaron en el juego político de la
democracia. Las décadas de auge del Estado de bienestar son recordadas como los años dorados del capitalismo.

El Estado neoliberal

Los sectores vinculados al capital, que se veían menos beneficiados con el Estado de bienestar que con el liberal porque
debían pagar más impuestos y salarios, entre otros motivos, criticaron con dureza la intervención del Estado. Aseguraban que
la fuerte carga impositiva estatal los dejaba sin excedentes para reinvertir en sus empresas, reprochaban la excesiva
burocracia del Estado y la ineficiencia de sus instituciones, cuestionaron la satisfacción de derechos sociales por carecer de
responsabilidad y estar alejada de la realidad, sostenían que el bienestar que garantiza el Estado desincentivaba a trabajar y
debilitaba la disciplina de los trabajadores.

A partir de la década de 1970, el Estado de bienestar comenzó a mostrar algunos signos de debilitamiento. La satisfacción
de servicios sociales universales se tornó cada vez más compleja y costosa para las instituciones estatales que no lograban
recaudar los recursos necesarios. Por este motivo, el Estado de bienestar comenzó a sufrir recurrentes crisis fiscales, es decir,
de desajuste entre gasto público y su financiamiento. En ocasiones, los impuestos que se recaudaban resultaron insuficientes
para satisfacer demandas de los ciudadanos (en salud, vivienda, educación, seguridad social, etc.). Ante esta situación, el
Estado contrajo mayores niveles de deuda pública, lo que incrementó el gasto al tener que pagar intereses, o emitió
moneda. El alto nivel de actividad económica y de consumo produjo, además, aumento de precio o inflación. De este modo,
el tipo de Estado que había surgido como una solución a la crisis del capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial, apareció
como un problema en sí mismo. En este contexto, se impulsó una serie de transformaciones que derivó en un nuevo tipo de
Estado: el Estado neoliberal.

Desde mediados de la década de 1970, sectores con poder económico y líderes políticos de muchos países y organismos y
empresas internacionales estuvieron de acuerdo en la necesidad de reformar el Estado. Se apuntó a desmantelar las
instituciones propias del Estado de bienestar que, según la perspectiva de estos grupos, asfixiaba los mecanismos del
mercado. En consecuencia, el Estado neoliberal, constituido en las décadas de 1980 y 1990, representó un regreso al estado
de laissez faire. Nuevamente, la participación estatal quedó reducida al mínimo posible y el nuevo regulador social, de
acuerdo con el pensamiento neoliberal, debía ser el mercado. El Estado neoliberal buscó la eficiencia y el orden de las
cuentas públicas. Se redujo el gasto en obras públicas, se privatizaron empresas estatales, se buscó privilegiar la iniciativa
privada en detrimento de la intervención pública y se alentó la flexibilidad en las condiciones de contratación de los
trabajadores. Esto último significó una reducción de los derechos sociales universales asociados al trabajo. La reducción del
empleo público, la privatización de empresas y, en países como la Argentina, la desindustrialización provocada por la
apertura indiscriminada de importaciones, generaron altísimos niveles de desempleo. En este escenario, el Estado neoliberal
implementó políticas sociales de tipo asistencial destinada a personas que quedaron en situación de extrema vulnerabilidad.

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El resultado fueron sociedades inequitativas, en las que los sectores altos y medios altos, poco numerosos, obtenían la
mayor parte de lo que producían las economías, la clase media se empobreció, los grupos de menores ingresos crecieron en
número y fueron quedando excluidos del trabajo, del consumo y del acceso a servicios básico.

TEMA: El gobierno
Aunque no siempre seamos conscientes de ello, nuestra vida cotidiana está organizada a partir de una serie de normas y
leyes ellas regulan la convivencia y pautan muchas de nuestras actividades. Las normas escolares, las reglas de tránsito, las que fijan
horarios de locales bailables y otros lugares públicos, entre tantas otras medidas, son producidas por las distintas instituciones de
gobierno.

El concepto de gobierno está ligado a otros, como la política, el poder y el Estado. Igual que ellos, el gobierno también puede definirse
de diversas maneras y según distintos enfoques. Una primera aproximación al concepto de gobierno señala que se trata del centro a
partir del cual se ejerce el poder político en una sociedad. Recordemos que el poder es entendido como el producto de una
relación de mando y obediencia que permite conseguir efectos deseados. Por su parte, por su etimología, la palabra "política" hace
referencia a la polis y a un gobierno. Así, el poder es político cuando se refiere la capacidad de dirigir o de conducirá una comunidad. El
origen del término “gobierno” también hacer referencia a una palabra griega, kubernao, que significa timón, es decir, el
instrumento que dirige a una embarcación. Entonces, se entiende a la acción de gobernar como la administración, el mando o la
guía que conduce a la sociedad hacia objetivos determinados.

El gobierno también puede hacer referencia al espacio, el ámbito o la estructura en que individuos e instituciones poseen
autoridad para decidir, elaborar política y conducir a una sociedad. El gobierno implica una relación entre gobernantes y
gobernados, en la cual los gobernantes poseen autoridad porque sus decisiones son:

 soberanas (superiores a otras);


 obligatorias (se exige su cumplimiento);
 generadoras de sanciones (para asegurar la condición de obligatoriedad, las decisiones de gobierno están
respaldadas por un si tema de castigos y de aplicación de la fuerza a través de instrumentos de coerción, como
la policía o el sistema penitenciario, que se implementa en caso de no encontrar obediencia por acuerdo o consenso).

El parlamentarismo

El parlamentarismo se caracteriza por tres cuestiones fundamentales:

 Un parlamento es institución que desempeña el poder legislativo;


 La ciudadanía solo elige a los integrantes de una de las instituciones de gobierno: los miembros del parlamento.
 El poder ejecutivo es bicéfalo porque las dos funciones de este poder –la jefatura de gobierno y la jefatura de
Estado– se encuentran repartidas en dos instituciones. La primera está a cargo de un primer ministro, un jefe de
gabinete o un jefe de gobierno, designado por el parlamento, la segunda la desempeña un rey (como en el Reino
Unido) o un presidente (como en Italia).

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El origen histórico de esta forma de gobierno lo encontramos en la necesidad de representación de los distintos
estamentos (el clero, la nobleza y la burguesía) en la monarquía inglesa. El creciente poderío de estos grupos impulsó la
sanción de leyes que limitaron el poder del rey. Así, las monarquías absolutas, en la que los reyes encontraban todo el poder
político, se transformaron en monarquías constitucionales que, en el transcurso del siglo XVIII, tomaron la forma de
monarquías parlamentarias.

En otros países en los que tradición monárquica no era tan fuerte o en los que esta colapsó por algún motivo, la forma de
gobierno que se diseñó fue la república parlamentaria. En ella, la jefatura de Estado está a cargo de un presidente. Este es
elegido por la ciudadanía, pero, del mismo modo que el rey, cumple una representación simbólica y de tipo ceremonial. Solo
puede tener algunas atribuciones más bien formales, como firmar una declaración de guerra o tomar juramento a las
autoridades.

Tanto en la monarquía como en la república parlamentaria, el jefe de gobierno (el primer ministro o el jefe de gabinete)
es designado por el parlamento. Junto con otros miembros forma parte del gabinete, y es responsable de la administración y
la conducción política. La particularidad de esta forma de gobierno es la fusión de los poderes ejecutivo y legislativo porque el
primer ministro y el resto del gabinete son parte del parlamento. Además, este designa al jefe de gobierno y también lo
puede destituir. Por eso, la duración efectiva del mandato del primer ministro depende de su desempeño y de la relación
entre el ejecutivo y el legislativo. Casi todos los países de Europa y de Asia que han recibido su influencia por la colonización
(como ocurre con Italia) adoptaron el parlamentarismo, aunque con variantes. El caso típico es el británico, denominado
modelo de Westminster.

El presidencialismo

La forma de gobierno en Argentina, del resto de los países de América Latina y de los Estado Unidos, entre otros, es el
presidencialismo. Los elementos básicos de esta forma de gobierno son:

 Existe una clara separación entre el poder legislativo (congreso) y el poder ejecutivo (presidente); están vinculados y se
controlan entre sí, pero son independientes y no pueden disolverse mutuamente.
 La ciudadanía elige por voto popular a los gobernantes del poder legislativo y del poder ejecutivo.
 El presidente es al mismo tiempo jefe de Estado y jefe de gobierno.
 La duración del mandato del jefe de gobierno es fija y existen mecanismo para garantizar el equilibro entre poderes.

A diferencia del parlamentarismo, esta forma de gobierno surgió como resultado de la denominada ingeniería
constitucional, que rechazó la monarquía y buscó limitar el poder del ejecutivo para garantizar los derechos de la ciudadanía.
Un principio fundamental es la soberanía popular en la elección de los representantes. Surgió luego de la independencia de
los Estado Unidos, en 1776; más tarde, el modelo norteamericano se convirtió en el máximo referente del presidencialismo y
sirvió de patrón para la organización de los Estados que se iban después de independizarse. Entonces, el poder legislativo y el
ejecutivo son resultado de la elección de los ciudadanos; el ejecutivo está a cargo de una persona, que es jefe de Estado y
jefe de gobierno, los poderes están separados y no pueden disolverse mutuamente. Además, el mandato del presidente es
fijo.

El semipresidencialismo

Esta forma de gobierno se caracteriza por tener un presidente


electo por voto popular, con algunas atribuciones de gobierno, y
que comparte su poder con otra persona (el primer ministro),
designada por el parlamento. Es decir, se trata de una forma mixta
que se ubica entre el gobierno parlamentario y el presidencial.

La primera experiencia de esta forma de gobierno se registró en


Alemania, a principios del siglo XX, pero el caso típico y mejor
consolidado es la V República Francesa de 1962 y que rige hasta la
actualidad. El objetivo fue otorgarle mayor poder al presidente
Charles de Gaulle, en un contexto de crisis política originada en el
momento independiente de Argelia, colonia francesa, y que
repercutía en la política interna.

El poder ejecutivo francés tiene una característica bicéfala. Un


presidente es el jefe de Estado y depende exclusivamente del voto popular; su mandato es fijo e independiente de la decisión
de la Asamblea Nacional. El primer ministro, jefe de gobierno, es designado, apoyado y removido por el Parlamento, que,
igual que el presidente, es elegido por el pueblo. A diferencia de una república parlamentaria, el presidente francés marca las

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grandes líneas de las políticas del Estado y tiene facultades que le otorgan fuerza; por ejemplo, nombra al primer ministro y
puede disolver la Asamblea Nacional.

TEMA: Origen del Estado argentino y del gobierno

¿Cómo se construye un Estado?


La conformación de un Estado no es un proceso sencillo ni uniforme, que pueda desarrollarse de un día para otro; se trata
de un proceso histórico, que se da en un tiempo y en un lugar, sobre sociedades compuestas por personas que forman
grupos y establecen relaciones entre sí. En gran medida, este proceso se desenvuelve como consecuencia del propio devenir
histórico, del desarrollo de las actividades productivas y de las relaciones que se van estableciendo entre individuos, grupos y
sociedades. Ero, en algunos casos, hubo un modelo de proyecto que los sectores con influencia política y social buscaron
instalar.

En el caso del Estado argentino, su forma e instituciones se fueron construyendo a partir de acuerdos, negociaciones e
incluso enfrentamientos violentos entre los grupos de poder que se habían conformado después del régimen colonial. Así, el
Estado fue moldeándose según la sociedad que simultáneamente se estaba formando, hubo avances y retrocesos. En la
última etapa de este fueron determinantes el pensamiento y el proyecto político de las personalidades y grupos que durante
las décadas anteriores se habían opuesto al gobernador de Buenos Aires, Juan Manuela de Rosas, ideas que quedaron
plasmadas en la Constitución Nacional sancionada en 1853. Este hecho fue un gran paso para la construcción del Estado,
pero faltaba definir otras condiciones que otorgaran efectivamente la condición de Estado a la organización política que se
estaba diseñando. Para ello, se requería crear las condiciones para concentrar la autoridad y obtener legitimidad para aplicar
la fuerza, crear una identidad nacional y conseguir el control territorial.

Entonces, para comprender cómo se formó el Estado argentino es necesario conocer de qué manera se fueron
organizando sus instituciones: ¿qué elementos de la dominación colonial y de la sociedad impactaron en su formación?
¿Cómo se fueron definiendo las instituciones en relación con la configuración de la sociedad y la economía? ¿Cómo fue su
evolución para llegar al Estado que tenemos en la actualidad? Recorramos un poco la historia...

Desde 1810…

Desde la Revolución de Mayo existieron varios intentos fracasados de formar un Estado. Estos fracasos podrían explicarse
por la falta de condiciones para el desarrollo de un conjunto de instituciones unificadas en el marco de una economía
capitalista, como eran los Estados modernos en el siglo XIX. Sin integración económica ni política no era posible organizar u
Estado moderno.

No había una economía integrada en un mercado nacional, por dos razones. En primer lugar, cada región tenía su
sistema productivo, sus propios impuestos e incluso sus propias monedas. En segundo lugar, la provincia de Buenos Aires
controlaba la Aduana y el puerto y aprovechaba sus recursos. Los terratenientes porteños no tenían intenciones de compartir
estos ingresos a escala nacional.

Otra importante cuestión que no estaba resuelta era el control de territorio, una de las condiciones para la existencia de
un Estado. Los territorios provinciales no estaban integrados, sino separados por grandes distancias, barreras geográficas,
pocos caminos o en muy mal estado. Había provincias aisladas –como La Rioja y Catamarca–, otras que mantenían más
relaciones con Chile que con Buenos Aires –como San Juan y Mendoza–, o relegadas por Buenos Aires, como las del Litoral.

Cada provincia tenía sus propias autoridades locales, los caudillos, que contaban con legitimidad en la población, y
ejércitos. Incluso gran parte del territorio que hoy es la Argentina estaba bajo el dominio de los pueblos originarios. Tampoco
había un sentimiento de unidad nacional: si bien la guerra de la independencia había construido alguna identidad patriótica,
las personas se sentían más ligadas a sus regiones y a sus caudillos que a una idea de “nación argentina”.

…hasta la formación del Estado

En 1852, el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza venció a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros.
Urquiza era un caudillo federal que tenía como objetivo reunir el poder y organizar un Estado con verdadero alcance
nacional.

En 1853 se sanciona la Constitución procurando establecer las bases del Estado-nación. Todas las provincias que
integraban la Confederación Argentina la juraron; la provincia de Buenos Aires, en cambio, se organizó como un Estado
independiente y recién juró la Constitución en 1861.

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En esos años, a diferencia de Buenos Aires, que tenía una economía
próspera gracias a las rentas de la Aduana porteña, las provincias de la
Confederación tuvieran problemas económicos y no lograron integrar
las economías regionales ni tenían recursos suficientes para sostener
instituciones nacionales.

En septiembre de 1861, el Ejercito de la Confederación enfrentó a


las tropas de Buenos Aires. La batalla se liberó en los campos de Pavón,
situados en el sur santafesino. Después de esta batalla, el Estado
comenzó a unificarse bajo el poder de Buenos Aires, que se había
impuesto sobre la Confederación.

A partir de entonces, tuvo lugar el proceso de formación y


consolidación de las instituciones propias del estado-nación que se
extendería durante los siguientes veinte años.

Las condiciones de la formación del estado

A partir de 1861 quedaron dadas las condiciones para la construcción de un


estado nacional: había un poder político unificado dispuesto a hacerlo y existían los
recursos económicos, sobre todo a través de los ingresos de la Aduana de Buenos
Aires. También, en 1853 se había dado paso muy importante: la sanción de la
Constitución Nacional.

Si bien la Constitución Nacional sentaba las bases para la organización del país,
aún quedaba por llevar a la práctica esas normas: crear y organizar las instituciones
en todo el territorio. A medida que estas instituciones fueron adquiriendo mayor
desarrollo, cada vez más las economías regionales se fueron articulando en un
mercado nacional. Durante las presidencias de Bartolomé Mitre (1862-1868),
Domingo F. Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880) se puso en
marcha un conjunto de políticas tendientes a organizar definitivamente la nación y
articular económicamente las diferentes regiones para formar una economía
capitalista.

La inserción en el mercado mundial

Asimismo, en esos años, las economías de las provincias fueron articulándose e


insertándose en un circuito comercial dominado por los terratenientes, productores
ganaderos de la región pampeana, y centrado en el puerto de Buenos Aires.

En las últimas décadas del siglo XIX y en el marco de la división internacional del
trabajo, la economía argentina se insertó en el mercado mundial como exportadora
de productos agropecuarios –lana, cereales y carne– a las potencias europeas, a las
que compraba bienes industrializados.

Dentro de este modelo agroexportador, resultaba necesario conectar los sectores productivos con el Puerto de Buenos
Aires, principal boca de salida hacia el mercado internacional. Por esta razón, las intervenciones del Estado se orientan a la
comunicación, los medios de transporte, las obras de infraestructura y la administración destinadas a conectar el territorio
nacional, unir las regiones (sobre todo, las de economía primario-exportadora) y mejorar las condiciones para el comercio
agroexportador. Así, se construyeron miles de km de vías ferroviarias: en 1860, la red ferroviaria tenía una extensión de 39
km; hacia 1890 había superado los 9.000 km y a fines de siglo estaba cerca de alcanzar los 17.000 km. También se
construyeron puentes y caminos. ¿Qué tiene que ver el Estado con un puente? Mucho: un puente puede conectar una
población, hacer que llegue correspondencia, que pueda pagar sus impuestos, que pueda exportar sus productos y que, en
consecuencia, se sienta parte de un todo. La instalación de telégrafos y teléfonos tenía la misma función.

El Estado fundó el Banco Nacional y el Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires. También el Estado se ocuparía,
desde allí en adelante, de la emisión de moneda y la unificación de los sistemas de medidas y pesos.

Como el dinero que el Estado recaudaba resultaba insuficiente para financiar una actividad tan amplia, se recurrió a los
capitales externos con dos modalidades principales: empréstitos a cargo del Estado (endeudamiento externo) e inversiones
directas de empresas extranjeras, en su mayoría británicas.

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Hacia la nación argentina

Desde el siglo XVIII, Estado y nación están estrechamente vinculados: el Estado


pasa a ser el representante de los intereses de la nación, y esta, con su identidad
compartida, favorece el desarrollo de la institución estatal. Ahora bien, Estado y
nación no siempre coincidieron, y en nombre de una supuesta única nación se han
justificado grandes matanzas y se han negado los derechos de algunos pueblos. La
historia de nuestro país es un ejemplo de esto. En el territorio que el Estado
consideraba propio o pretendía anexar, vivían poblaciones con grandes diferencias
culturales: pueblos originarios, criollos, afroamericanos, descendientes de europeos.
Es decir, no existía una nación, sino una gran diversidad de grupos o naciones con su
cultura e identidad propias.

Sin embargo, el Estado promovió y difundió la idea de una sola identidad. La gran
heterogeneidad de la población, sumada a la desconexión y el aislamiento de
algunas regiones, hacían difícil hablar de una identidad nacional y de un sentimiento
único de pertenencia. ¿Cómo lograr este sentido del “ser nacional”? Podemos
mencionar dos grandes políticas desarrolladas por los dirigentes del incipiente
Estado:

 A través de la educación y de la propagación de un discurso que señalaba a


la Argentina como un país con una única identidad, con la difusión de una
historia compartida, de sentimientos de unidad nacional, con las
implicancias que esto tuvo para los diferentes pueblos que habitaban la
región y sus culturas.
 A través de la coacción física: las acciones tendientes a extender la frontera
interna que se desarrollaron, más allá de lograr la incorporación de
territorios, implicaron el accionar directo contra los pueblos originarios.

En ambos casos se desarrolló un proceso de homogeneización de la población a


partir de lo que se suponía constituía el “ser argentino”.

La organización del Estado argentino

Una vez que estuvieron dadas las condiciones políticas y materiales, se inició una etapa que se suele denominar “de la
organización nacional”, en la que se sentaron las bases y comenzó a edificarse el Estado argentino. Paralelamente, empezó a
conformarse un sistema económico y a delinearse un proyecto de sociedad. Pero para esto debieron concretarse varias
instancias.

La creación de un ejército nacional

El Estado argentino necesitaba tener un ejército de auténtico alcance


nacional, respetado en todo el territorio y, sobre todo, por encima de las
milicias que tenían los caudillos provinciales. En 1864, Mitro creó
formalmente un ejército nacional, utilizando como base la Guardia Nacional
de la Provincia de Buenos Aires. Paulatinamente fue aumentando el número
de efectivos nacionales: de los 6.000 hombres de los que disponía en 1864,
llegó a los 60.000 diez años más tarde. En 1876, durante la presidencia de
Avellaneda, se decretó el licenciamiento de la Guardia Nacional y el quehacer
militar quedó exclusivamente en manos del ejército, a las órdenes del
Ministro de Guerra y Marina. En este período también se crearon el Colegio
Militar de la nación (1869) y la Escuela Naval Militar (1872).

Este ejército nacional reprimió los “levantamientos” de los últimos


caudillos provinciales que defendían las autonomías locales: las rebeliones
de Ángel “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela, y la del entrerriano Ricardo López Jordán. También participó por primera vez en
un conflicto externo, la Guerra del Paraguay (1865-1870).

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Hacia el control del territorio y una administración nacional

Una de las primeras acciones del recién creado ejército nacional fue la de
extender la frontera interna y lograr que todo el territorio fuera controlado por las
autoridades nacionales, durante la llamada “campaña del desierto”. Ese objetivo
significó avasallar a los pueblos indígenas, empujándolos a tierras marginales e
imponiendo el orden del Estado sobre vastos territorios. Estas tierras quedaron
incorporadas a la producción agropecuaria y a la propiedad de las clases
terratenientes. Así, en pocos años, el ejército nacional consiguió definir un nuevo
mapa de la Argentina y organizar uno de los elementos claves de todo Estado: el
territorio.

Con estos pasos, se comenzó a establecer la dominación estatal sobre una


población que empezaba a tomar las características de sociedad nacional. Al control
del ejército se sumó la vigencia del Código Civil y del Código de Comercio, la
administración de justicia en todo el Estado y la recaudación de impuestos. La Ley
de Educación 1.420 ubicó a la educación dentro del control estatal, y la Ley de
Registro Civil (de 1884) en manos del Estado el registro de la población. Hasta ese
momento eran tareas que estaban a cargo de la iglesia.

El Estado social

La crisis económica internacional de 1930 puso en jaque al Estado liberal. La economía y los sectores de poder
demandaron una mayor intervención de los Estados para que, por medio de sus políticas, redujeran los ciclos de crisis y
aseguraran la estabilidad económica. ¿Cómo se manifestó esto en el caso de la Argentina? Por un lado, la crisis internacional
afectó a las exportaciones. La intervención del Estado en la economía se incrementó a partir de la década de 1930, y aún más
en la de 1940. Entre otras acciones, se crearon organismos de regulación y control como la Junta Reguladora de Granos, la
Junta Nacional de Carnes y el Banco Central. La finalidad de estos organismos fue sostener el valor de los productos de
exportación y de la moneda, asegurando los ingresos tributarios aportados por las exportaciones.

Pero más que a las exportaciones, la crisis de 1930 y, después, la Segunda Guerra Mundial, afectaron a las importaciones.
La necesidad de reemplazar los productos importados llevó a lo que se llamó Industrialización por sustitución de
importaciones que, a su vez, generó un nuevo sector social: los trabajadores industriales. Este sector, que creció de manera
sostenida, planteó nuevas demandas en términos de derechos y de consumo. La satisfacción de las demandas de consumo
de este sector resultó un aliciente para la producción industrial, creándose así un circulo virtuoso de crecimiento industrial
basado en el mercado interno.

El Estado desplegó dos nuevas funciones: regular el mercado de trabajo y mediar en las relaciones entre trabajadores y
empleadores con el fin de asegurar el disfrute de los derechos sociales –que, además, eran un estímulo para el consumo– y
proveer servicios públicos y producción de materias estratégicas, como combustible y aceros.

Así, este Estado adoptó las funciones de un Estado de bienestar que, debido a algunas particularidades como el control de
la actividad sindical, en América Latina se suele denominar Estado social.

El Estado desarrollista y el neoliberal

A fines de los años 50 el Estado tomó otro camino: se perfiló un Estado desarrollista que mantenía altos niveles de
intervención en la economía con el objeto de garantizar la inversión e integrar la industria con el capital extranjero sin tener
como pilar el componente social.

En la Argentina y en el resto del mundo occidental, hacia mediados de la década de 1970 en Estado intervencionista entró
en crisis. Así, a partir de entonces, endeudados e imposibilitados de financiar a los costos, los estados iniciaron procesos de
reformas, fundadas en el pensamiento neoliberal. En nuestro país, el primer intento de reforma neoliberal fue llevado a cabo
por la dictadura que tomó el gobierno en 1976: impulsó la privatización y desregulación de las actividades económicas
argumentando que toda intervención estatal producía distorsiones y efectos negativos.

Después de los años de recuperación de la democracia (correspondientes al período de Raúl Alfonsín), una nueva crisis
desembocó en problemas económicos graves y, en el marco de fenómenos internacionales como la globalización y el
endeudamiento, los gobiernos argentinos retomaron las políticas neoliberales.

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Durante las presidencias de Carlos Menem se completó la reforma hacia un Estado neoliberal: se privatizaron las
empresas estatales y se favoreció la apertura económica hacia los mercados externos con gran prejuicio a la soberanía
estatal, de la industria nacional y de la situación de los trabajadores en nombre de la lógica del mercado.

El Estado argentino a lo largo del tiempo

La forma y las funciones que adoptan los Estados han ido variando, en general de acuerdo con los procesos históricos y las
ideas que predominaron en las diferentes épocas con respecto al poder político y su relación con las sociedades. Así, a lo
largo del tiempo, los Estados han modificado sus funciones y estructura, dando lugar a una tipología que, con características
particulares en cada caso, puede verificarse en general en los Estado modernos, incluso en el Estado argentino.

El Estado liberal: entre la oligarquía y la democracia

En sus orígenes, el Estado argentino podría caracterizarse como Estado liberal


oligárquico. En lo económico siguió los principios del liberalismo: no intervención y
creación de las condiciones para que el mercado se desenvolvieras de la manera
más eficiente. El propósito buscado y alcanzado era el de insertar el país en
mercado internacional como proveedor de productos agrícolas e importador de
manufacturas en el contexto de la segunda etapa de la Revolución Industrial.

Sin embargo, no se respetaron los principios políticos ni jurídicos del liberalismo,


que propiciaba la igualdad ante la ley y la protección de los derechos individuales.
Las clases dominantes (la oligarquía) continuaban controlando las instituciones
mientras que la mayoría era excluida del poder y de la propiedad de la tierra. Una
parte considerable de los pobladores originarios fueron reprimidos y avasallados en
sus derechos, y los inmigrantes europeos vieron cerrarse las puertas de la
participación política y del acceso a la propiedad de la tierra.

En un sistema político formalmente republicano se implementaron mecanismos


informales para cercenar y manipular la participación política, como el fraude
electoral que fue clave para asegurar el privilegio de las elites.

Las presiones de grupos revolucionarios (como el conformado por los militantes


de la Unión Cívica y, después, la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista) y de
protesta (como el anarquismo) para obtener el reconocimiento de los derechos
políticos y laborales hicieron insostenible la situación social y provocaron la
inestabilidad del régimen oligárquico.

Para reducir el conflicto, se acudió a una medida también extendida en el


mundo occidental de la época: la ampliación de la democracia. Se pensó que la
inclusión política de los sectores populares era una manera de encauzar el conflicto
por los canales institucionales y, de esa manera, apaciguarlos y controlarlos. Así, en 1912 se aprobó una nueva ley electoral:
la Ley Sáenz Peña, que reconocía el sufragio universal masculino, secreto y obligatorio.

Con las garantías electorales que proveía la nueva ley, la Unión Cívica Radical se presentó en las elecciones nacionales de
1916 y, con el apoyo de los sectores populares y de las clases madias, llegó al poder. Se inició así un proceso de
democratización que, luego de la estabilidad inicial, estuvo signado por serios conflictos sociales.

TEMA: Políticas públicas

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¿Qué entendemos hoy por “política pública”?
El concepto de política pública ha variado con el transcurso de los años debido a que las problemáticas sociales y, en
consecuencia, las estructuras y funciones del Estado se fueron complejizando. En estos nuevos escenarios, fue necesario
adaptar la forma de concebir las políticas públicas para que pudieran brindar soluciones efectivas y eficientes a las
problemáticas presentes en la realidad.

Hoy se sostiene que las políticas públicas son flujos de información y cursos de acción llevados a cabo por un gobierno
con un objetivo público. Las políticas más conocidas están dirigidas a temas como salud, educación, trabajo, lucha contra la
pobreza y, en la actualidad, medioambiente; sin embargo, se orientan a temáticas muy variadas y pueden ser aplicadas por
cualquier nivel de Estado, sea el nacional, provincial o local.

Durante años, predominó la creencia de que un problema correspondía a una única causa; entonces, se suponía que con
una única política pública se resolvería el problema. El estudio de la realidad descartó la unicausalidad y su lugar lo ocupó la
pluricausalidad como perspectiva para entender la realidad pública, sus problemáticas y sus soluciones.

Así, se hizo evidente la necesidad de coordinar distintas áreas del Estado, en ocasiones también con la sociedad civil, para
dar respuestas adecuadas y efectivas. Durante las décadas de 1980 y 1990, la búsqueda de mayor capacidad de coordinación
estuvo ligada a alcanzar mayor eficiencia en el uso de los recursos económicos invertidos en los programas y en las políticas
públicas. De ese modo, se buscaba reducir los costos de la interacción entre las distintas jurisdicciones para destinar más
recursos a la política pública en sí. El resultado fue el opuesto: cada organismo terminó trabajando con una racionalidad
autónoma; hubo superposición de actividad, de estudios y de competencias, y las tensiones entre los distintos enfoques
hicieron muy difícil lograr los objetivos de la política pública planeada.

Desde fines de la década de 1990 se ha puesto mayor atención a la coordinación y en la integración delas acciones del
Estado y en los problemas que podían emerger en su aplicación. Se analizó qué tipo de formulación es más eficaz y eficiente
en cada caso y, a partir de eso, hay una tendencia a desarrollar políticas en forma de programas, englobando varias áreas o
departamentos juntos con distintos niveles de coordinación.

Las políticas públicas definen a un gobierno


Uno de los fines de todo gobierno es la instrumentación de políticas públicas para dar respuesta a las problemáticas
sociales; de esa capacidad depende la gobernabilidad.

Para conocer a un gobierno, antes que mirar su organigrama (es decir, la estructura de ministerios, secretarias,
subsecretarias, etc.), conviene observarlo como un instrumento para la realización de las políticas públicas capaces de dar
respuestas a la diversidad de problemas de la sociedad.

Estudiar las políticas públicas de un gobierno sirve para conocer qué intereses aparecen en la agenda pública, la elección
de prioridades de los candidatos, sus programas, las actividades del gobierno y las de la oposición, y los análisis que hace
cada partido político y su equipo sobre los temas que la sociedad considera relevantes. Para conocer y analizar una política
pública se debe prestar atención a distintos aspectos, para lo cual puede resultar útil responder algunas preguntas: ¿qué
pretende la política pública? (objetivo); ¿para quiénes está pensada? (beneficiarios); ¿qué acciones se realizan?, ¿quiénes las
lleva a cabo? (ejecución); ¿es una política aislada o se vincula con otras?, ¿cómo (articulación); ¿qué montos desembolsará el
Estado?, ¿qué jurisdicción financia el programa? (transferencias); ¿qué requisitos deben cumplir los beneficiarios?
(condicionamientos); ¿cuánta población se verá afectada por el programa? (cobertura); ¿de dónde se van a obtener los
recursos económicos para implementarla? (financiamiento); ¿cómo y quién mide la marcha y los resultados del programa?
(evaluación).

Las políticas públicas de calidad


La gravedad, profundidad y el carácter estructural de los problemas que atraviesa América Latina hacen que las políticas
adoptadas requieran de una fuerza y una coordinación sin precedentes. Las políticas públicas de mayor envergadura en los
países de la región están orientadas a la necesidad de mejorar empleo, luchar contra la pobreza y fomentar el desarrollo
económico.

En la actualidad, la realidad exige que la formulación de políticas se realice sobre la base de conocimientos actualizados,
inteligencia, eficiencia, justicia y afirmación de los derechos.

Las políticas públicas de excelencia son aquellas cuyos cursos de información y de acción se encuentran relacionadas con
un objetivo político definido en forma democrática, que responde a un interés o necesidad primordial de la sociedad. A su
vez, ser desarrolladas por el sector público e implementadas, en lo posible, con la participación de la comunidad y el sector

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privado. Una política pública ideal debe incluir orientaciones, definición de instrumentos, recursos y acciones y la previsión
de sus resultados. Algunas características de una política pública de calidad son:

 Fundamentación amplia y no solo específica (qué es lo que pretende la política pública presentada en el marco de
un proyecto político mayor).
 Claridad de objetivos.
 Estimación de costos y de alternativas de financiación.
 Factores para evaluar el costo-beneficio social.
 Consistencia interna y agregada (la política debe ser adecuada para lograr el objetivo tanto en sí misma como en
relación con otras).
 Apoyos y críticas probables (políticas, corporativas, académicas, etc.).
 Oportunidad política (¿por qué ahora? Por ejemplo, porque ahora se cuenta con recursos extras).
 Indicadores para analizarla (unidades en las que se miden las acciones, por ejemplo, cantidad de personas
capacitadas, de becas entregadas, etc.; su costo unitario; su impacto en la problemática).

Estas características de una política pública de calidad permiten acordar con otros sectores políticos sobre la importancia
de la política representada. En muchos casos, también posibilitan transformarla en una política de Estado, lo que por su
importancia trasciende y se mantiene en el tiempo aun cuando haya terminado el mandato de un gobierno o la influencia de
aquellos sectores que la impulsaron.

Nuevas perspectivas sobre políticas públicas


Los países de América Latina, como casi todos los demás, han ido cambiando la perspectiva desde la que interpretan la
realidad. Así, han pasado de una visión Estado-céntrica, propia de la segunda posguerra y del Estado de bienestar, para la
cual el Estado era prácticamente el único actor social de importancia, a otra cuyos ejes son la disciplina macroeconómica y la
liberalización del comercio exterior, característica de los años 90.

Últimamente la región atraviesa una etapa crítica de este último paradigma debido a que generó pobreza, exclusión social
y endeudamiento de los países. En la actualidad, los gobiernos latinoamericanos, trabajan en la búsqueda de una nueva
perspectiva que ofrezca mejores resultados económicos con mayor equidad y estabilidad; el Estado vuelve a estar en un
lugar clave, pero ya no como único actor. Ahora, las empresas y la sociedad civil participan más en el estudio de la realidad y
sus alternativas para resolver los conflictos, cada uno de acuerdo con sus propios intereses.

Las agendas
El intelectual norteamericano Bernard Cohen sostuvo en 1963: “La prensa no tiene mucho éxito en decirle a la gente qué
tiene que pensar, pero sí lo tiene en decir a sus lectores sobre qué tienen que pensar”. Con esa hipótesis se dio inicio a una
de las teorías actuales más importantes con respecto a cómo los medios de comunicación influyen en sus audiencias sobre
los temas considerados de mayor relevancia. Los medios no deciden qué es lo que el público tiene que pensar u opinar sobre
los temas, pero sí deciden qué temas van a estar en boca de la opinión pública. Al conjunto de temas que la opinión pública
considera de interés y relevancia de lo denomina agenda. Esta teoría sostiene que existen tres tipos de agenda –la de los
medios de comunicación, la pública y la política– que se encuentran íntimamente relacionados.

La agenda de los medios se reconoce analizando el número de noticias que aparecen sobre un tema y se mide en función
de su importancia (páginas que ocupa o tiempo dedicado).

La agenda política, es decir, el conjunto de temas que preocupan a la sociedad como conjunto se realiza con encuestas a
la población que incluyen preguntas como” ¿Cuál cree que es el problema más importante en estos días?”. El resultado
obtenido se compara con la agenda de los medios y así es posible saber qué tan relacionada está la agenda de los medios con
la pública. Por lo general, hay mucha relación: ambas consideran los mismos temas como importantes.

Por último, la agenda política se distingue de las anteriores por hacer hincapié en los temas que abordan los grupos e
instituciones públicas y las respuestas y propuestas que elaboran; estas ocasionalmente pueden devenir en políticas públicas.

En conclusión, la teoría de la agenda setting sostiene que los medios de comunicación masivos ejercen una gran influencia
sobre el público al determinar qué es un problema y qué no. Al mismo tiempo, tienen gran injerencia en la definición de la
agenda política.

Financiamiento
Supongamos que un tema determinado se ha instalado en los primeros lugares de la agenda pública, de los medios y la
política, llega a ser debatido, y surgen distintas estrategias sobre cómo afrontarlo. Este camino puede dar inicio a una política
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pública; además de analizar las distintas estrategias, se deberá abordar un aspecto sumamente sensible: ¿cómo financiar esta
política pública? Este tema es crucial: no existe política sin recursos económicos.

Las alternativas de financiamiento no son muchas; básicamente, utilizar recursos ociosos del Estado, quitarlos de otros
programas, crear un impuesto a acceder a un crédito (interno o externo). La elección de la forma de financiamiento puede
ser motivo de profundos conflictos. Esto es así porque, al poner en marcha una política pública, se la está priorizando y
dejando de lado o postergando otras que, por falta de recursos económicos, no se podrán implementar. El problema no es
simplemente qué políticas públicas es la mejor sino también con qué dinero se solventará y a qué sectores de favorecerá.

La participación ciudadana
La participación, tanto si es convocada por el gobierno o si es iniciativa de la propia ciudadanía, genera un flujo de
información de ida y vuelta. El intercambio producido posibilita que los ciudadanos tengan influencia directa sobre el diseño
y la implementación de las políticas públicas, y además colabora en la transparencia del proceso.

Actualmente, la participación es un elemento fijo y considerado uno de los


pilares en el tema del desarrollo económico y social. Incuso, la mayor parte de los
organismos internacionales, como el Banco Mundial (BM), el Banco Internacional
de Desarrollo (BID), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), adoptó la participación como una estrategia para sus propias políticas
oficiales. En nuestra región, los problemas de la pobreza y la inequidad social
impulsaron a distintos sectores sociales para volver a participar en la discusión
acerca de sus problemas y sus posibles soluciones.

Según algunas tradiciones teóricas, las políticas son resultado de un


mecanismo en donde existen inputs y outputs. Los primeros son acontecimiento
en determinadas circunstancias históricas; estos acontecimientos constituyen
demandas y apoyos que surgen de la sociedad. Por ejemplo, una marcha contra la
pobreza es un input; si este se mantiene en el tiempo o se profundiza, alterará el
funcionamiento político.

Por otro lado, se encuentran los outputs, que son las decisiones y acciones
que desarrollan las autoridades políticas en respuesta a los inputs con el fin de
equilibrar el funcionamiento político. Este proceso de inputs y outputs es
constante en todos los sistemas políticos democráticos.

Canales de participación
Existen distintos canales de participación: unos formales y otros informales.
Los canales formales pueden pertenecer a distintos niveles del gobierno
(nacional, provincial o municipal). En muchos municipios hay reuniones con los
concejales, comisiones asesoras y consejos consultivos compuestos por
ciudadanos, por ejemplo. Los canales informales suelen ser utilizados cuando no
hay recepción por parte de las autoridades políticas a través de los canales
tradicionales. Entonces, ante la emergencia de su reclamo, la gente
corta una ruta o realiza una movilización.

La participación ciudadana no solo se refiere a los reclamos; en algunas


comunidades también existen mecanismos para controlar las cuentas públicas o
para orientar el presupuesto hacia lo que la sociedad considera prioritario. En la
ciudad autónoma de Buenos Aires se viene implementando el Presupuesto
Participativo, que, aunque todavía tiene un alcance limitado, implica la
participación para decidir destino que tendrá un porcentaje de los fondos
que recibe cada comuna porteña.

En cuanto al caso de la provincia de Salta, desde el ministerio de economía


de la provincia, se propone un presupuesto federal puesto que se lo construyó
desde las necesidades de los intendentes y legisladores de cada departamento de
la provincia; tiene una mirada estratégica en obras para el desarrollo; es
equitativo, porque fue construido a partir de las necesidades de cada ministerio.

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L
a

formulación de políticas públicas


Un enfoque tecnocrático considera que las políticas públicas son diseñadas por especialistas desinteresados,
políticamente neutrales y que solo desean el bien de toda la sociedad. Según esta visión, en presencia de un problema
bastaría para superarlo con identificar la política adecuada, definirla, comunicarla y ejecutarla. Este enfoque es ingenioso y,
además, peligroso porque, entre sus defectos, considera que los problemas y las políticas son externos al sistema social. Los
problemas llegan, no se generan e interpretan, y a las soluciones hay que salir a buscarlas, no crearlas. Así, se cae en el riesgo
de aplicar soluciones “importadas” o atemporales a un problema. Además, las decisiones y acciones se conciben como únicas
y desprovistas de todo interés particular; esto muchas veces implica dejar fuera de consideración las alternativas que
benefician a los sectores sociales menos influyentes.

Hoy, la formulación de políticas públicas se entiende como un proceso bastante más complejo. Existe una cantidad de
actores que pueden influir en dicha formulación dependiendo de estructuras sociales y económicas, y con ellos hay que
acordar a través de la negociación política.

Desde el punto de vista analítico, hay al menos cuatro grandes etapas en la formulación de políticas públicas:
identificación del problema, diseño, gestión y evaluación. A través de una relación de ida y vuelta entre la política y las
políticas públicas, estas pueden ser mejoradas o agregárseles otras fases intermedias. Ese perfeccionamiento es parte de la
modernización del sistema político. Estas etapas no necesariamente son consecutivas y muchas veces es necesario volver a
estudiar el problema y modificar la política pública.

El proceso de formulación de políticas (PFP) abarca todo el circuito de discusión, aprobación e implementación de las
políticas públicas (imagen: el circuito de las políticas públicas). En los sistemas democráticos, en este proceso participan
distintos actores políticos, desde las autoridades del Poder Ejecutivo Nacional, líderes de partidos políticos, legisladores,
jueces, gobernadores y funcionarios de la burocracia, y hasta los actores “informales”, como grupos empresariales (por
ejemplo, que hacen presión para quedarse con la ejecución de laguna obra), sindicatos, medios de comunicación y otros
grupos de la sociedad civil. En este sentido, se puede entender a PFP como un proceso de negociación e intercambios entre
los distintos actores políticos.

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El monitoreo y la evaluación
Desde la década de 1980, en la medida en que los organismos
internacionales aumentaban su injerencia en la definición y financiamiento de
los programas estatales en casi todos los países, iba creciendo el interés de los
gobiernos y de las entidades financieras internacionales en la supervisión y
evaluación de las distintas instancias de las políticas públicas.

El monitoreo es el seguimiento de la marcha del proyecto. Se busca medir


en forma permanente el grado de cumplimiento de los objetivos de las
actividades programadas (eficacia) y el uso previsto de los recursos disponibles
(eficiencia). La información que surge del monitoreo es una herramienta sobre
el estado de avance de la política pública y permite hacer correcciones y
ajustes antes que el error sea más grave. A su vez, estos informes marcan los
puntos fuertes y débiles del proyecto, y la información generada sirve para
perfeccionar el proceso de toma de decisiones.

Por su parte, la evaluación es un instrumento de gestión que se utiliza para


dar respuesta a preguntas clave y proveer mejor orientación a los tomadores
de decisiones. Por ejemplo, una vez transcurrido un tiempo prudencial desde
la puerta en marcha de un programa, se pueden peguntar acerca del grado de
cumplimiento de los efectos deseados y sobre las causas que explican los
resultados alcanzados, sean deseados o no. Es muy útil para determinar si las
hipótesis que utilizó la organización que diseñó la política pública, por ejemplo,
el Congreso o una ONG, fueron válidas. La evaluación tiene por objeto
determinar la pertinencia, eficiencia, eficacia y posibilidad de sostenerse no
solo de la propuesta sino de la organización en sí misma. Si una organización
que hace propuestas sobre políticas públicas falla reiteradas veces, es muy
probable que no reciba más ayuda económica y que su prestigio decaiga y
pierda fuerza como actor político.

Hoy en día, los institutos de investigación de políticas públicas junto con los
organismos de cooperación y financieros internacionales promueven la
implementación de herramientas y mecanismos de monitoreo y evaluación
(M&E) en los proyectos que apoyan. Este cambio en el concepto de lo que
debe ser una política pública de calidad muestra que las organizaciones ahora
valoran el aprendizaje y buscan que efectivamente la política alcance los
objetivos pretendidos. En ese mismo sentido, muchas organizaciones
financieras apuestas a la capacitación y al desarrollo de los institutos de
investigación de políticas, a los que apoyan económicamente. Entre esas
organizaciones internacionales se encuentran el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), el Centro Internacional de Investigación y Desarrollo (IDRC), el Instituto de Desarrollo de Ultramar (ODI) y la
Red Mundial de Desarrollo (GDN).

También muchas ONG tratan de institucionalizar la práctica de monitoreo y evaluación ya que se benefician al mejorar la
rendición de cuentas y la transparencia de sus gestiones. La consecuencia deseable de esta incorporación es fortalecer su
recuperación y lograr nuevos fondos que aseguren la continuidad de los programas y proyectos que lleven adelante.

¿Quiénes evalúan las políticas del Estado?

Como es de suponer, las personas que participan tanto del monitoreo como de la evaluación suelen encontrarse en una
situación algo incómoda, por eso es necesario contar con una definición clara de funciones y responsabilidades de cada una
de las partes interesadas. Por ejemplo, algunos serán coordinadores, otros evaluadores y otros proveedores de información.
El monitoreo y la evaluación pueden ser realizados por personal interno, perteneciente al organismo o unidad ejecutora
estatal, o externo, por ejemplo, de un organismo internacional de crédito. Veamos las ventajas y desventajas de cada
alternativa.

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TEMA: La Soberanía

En 1845, el puerto de Buenos Aires fue bloqueado por una flota anglo-francesa que intentaba obtener la libre navegación
del río Paraná. El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las relaciones exteriores
del territorio nacional, tuvo lugar el enfrentamiento con fuerzas anglo-francesas conocido como la Vuelta de Obligado, en la
localidad de San Pedro. El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de
costa a costa barcos sujetos por cadenas. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las locales. A pesar de la
heroica resistencia de Mansilla y sus fuerzas, la flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró
en el Río Paraná. Hemos seleccionado un texto de José María Rosa sobre este episodio.

Fuente: José María Rosa, Rosas, nuestro contemporáneo, Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor, 1974, págs. 106-109.

El gran talento político de Rosas se revela en esta segunda guerra contra el imperialismo europeo: su labor de estadista y
diplomático fue llamada genial por sus enemigos extranjeros… (…) Aunque resistir una agresión de la escuadra anglo-francesa
formada por acorazados de vapor, cañones Peissar, obuses Paixhans, etc., parecía una locura, Rosas lo hizo. No pretendía con
su fuerza diminuta –cañoncitos de bronce, fusiles anticuados, buques de madera- imponerse a la fuerza grande, sino
presentar una resistencia para que “no se la llevasen de arriba los gringos”. Artilló la Vuelta de Obligado, y allí le dio a los
anglo-franceses una bella lección de coraje criollo el 20 de noviembre de 1845. No ganó, ni pretendió ganar, ni le era posible.
Simplemente enseñó –como diría San Martín- que “los argentinos no somos empanadas que sólo se comen con abrir la
boca”, al comentar, precisamente, la acción de Obligado.

Cuando los interventores comprendieron que la intervención era un fracaso; que fuera de las ocho cuadras fortificadas –y
subvencionadas- de su base militar en Montevideo, no podían tener nada más; cuando los vientos sembrados por los
diplomáticos de Rosas en París y Londres maduraron en tempestades; cuando el mundo entero supo que los países pequeños
y subdesarrollados pueden ser invencibles si una voluntad firme e inteligente los guía, ingleses y franceses se apresuraron a
pedir la paz.
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En 1847, vinieron Howden y Waleski para envolver a ese “gaucho” en una urdimbre diplomática. Se fueron corridos,
porque Rosas resultó mejor diplomático que ellos. En 1848 llegaron Gore y Gross; ocurrió lo mismo. Más tarde, en 1849
Southern por Inglaterra y en 1850 Lepredour por Francia, aceptaron las condiciones de Rosas para terminar el conflicto.
Hasta la cláusula tremenda de humillar los cañones de Trafalgar y Navarino ante la bandera azul y blanca –que de esta
manera se presentó al mundo asombrado-, reconocieron haber perdido la guerra.

“Debemos aceptar la paz que quiere Rosas, porque seguir la guerra nos resulta un mal negocio”, dijo Palmerston en el
Parlamento pidiendo la aprobación del tratado Southern. Y el Reino Unido no se estremeció por ello. Algo distinto pasaría en
la patriotera Francia, pero finalmente Napoleón III debió resignarse a la derrota.

Así Rosas dio al mundo la lección de cómo los pequeños pueden vencer a los grandes, siempre que consigan eliminar los
elementos internos extranjerizantes y atinen a manejar con habilidad y coraje sus posibilidades.

Soberanía

El término soberanía proviene del latín sober, que significa encima, el sufijo anus, que se traduce como procedencia, y el
sufijo ia. Así podemos decir que la soberanía es la calidad de soberano, es el derecho, la cualidad o el poder que tiene el
soberano, siendo este la excelencia, la máxima autoridad o la alteza suprema y absoluta que tiene autoridad sobre todo lo
demás, es el que está por encima del resto. La soberanía también es la superioridad no superada en cualquier orden
inmaterial, por ejemplo, la superioridad o soberanía mostrada por el corredor de una carrera.

En política el soberano es el ser superior que tiene poder de decisión, de imponer leyes sin recibirlas de otro, por tanto,
no está sujeto a las leyes escritas, pero si a la ley divina o natural, según Jean Bodin en 1576. Luego Thomas Hobbes en 1651
constituyo al soberano en la única forma de poder y por tanto, la soberanía de este no dependía de la divinidad o natural.
Más tarde en 1762, Jean-Jacques Rousseau definió soberanía como un poder del pueblo, es la denominada soberanía
popular, aunque cada individuo será soberano y súbdito al mismo tiempo haciendo iguales y libres a todos los ciudadanos.

La soberanía es la autoridad más elevada o suprema donde reside el poder político y público de un pueblo, una nación o
un Estado, sobre su territorio y sus habitantes. Por lo tanto, la soberanía es la independencia de cualquier Estado para crear
sus leyes y controlar sus recursos sin la coerción de otros Estados. Por ejemplo, en algunos gobiernos, como en Argentina, la
soberanía reside en el pueblo, según la Constitución del que emanan todos los poderes del Estado, a través de sus
representantes elegidos por votación. Esta soberanía es la denominada soberanía nacional.

La violación de la soberanía de un país o de un Estado puede tener trágicas consecuencias, como el inicio de conflictos
bélicos.

Soberanía Nacional

Cada Estado nacional es una entidad soberana frente a otros Estados. Esto significa que cada Estado tiene derecho a
decidir su sistema y régimen de gobierno con independencia de intromisión política externa. En este sentido Soberanía
Nacional es sinónimo de autodeterminación nacional.

Al mismo tiempo, la expresión soberanía nacional también es utilizada para indicar jurisdicción, es decir, el poder de
mandar, de cada territorio comprendido entre los límites de cada país.

La Soberanía popular

La expresión soberanía popular significa que la fuente originaria del poder político es el pueblo (en latín populus),
entendido como el conjunto de todos los ciudadanos.

Según la teoría de la soberanía popular, el poder fundamental del Estado es el poder de hacer las leyes, el legislativo, y
pertenece exclusivamente al pueblo.

El poder ejecutivo en cambio, es un poder derivado o delegado. Esto quiere decir que el pueblo delega en otros, bajo la
forma de un mandamiento revocable, el poder de ejecutar las leyes y de vigilar que estas sean cumplidas.

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