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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

MOIO MARA

COM. PRÁCTICOS: JUEVES 09:00-11:00 hs.

MONOGRAFÍA

30/06/2022 (1C)
La deconstrucción histórica: una forma de ruptura y de identidad colectiva.

Me propongo en este escrito desarrollar el sentido crítico de la filosofía de la historia


reivindicando la preponderancia que tienen los testimonios no sólo para lxs
historiadores, sino también para lxs lectores, en el marco de la construcción y recepción
de la narrativa histórica para una resignifación del pasado en el presente.
Para esta finalidad, traeré a colación a un principal referente de la filosofía especulativa
de la historia, a un historiador avocado al desarrollo del trauma como forma de
emancipación histórica y a algunos filósofos críticos que se ocuparán de reivindicar la
figura del historiador no como un sujeto secundario, sino como el precursor del
arquetipo histórico.
Por último, introduciré una nueva noción en cuanto a la construcción de la narrativa
histórica: la noción de deconstrucción. Entendida como un procedimiento de
reconfiguración del sentido histórico, que reivindique el pasado en un contexto presente
con miras a la edificación de un futuro. Para ello, me referiré al principio de ética social,
entendida desde una perspectiva constructivista de una política de la memoria y una
identidad colectiva.

Narrativa histórica: el relato histórico como una forma de deconstrucción

Escribir historia no se trata sólo de describir acontecimientos.


La ardua labor del historiador, pocas veces reconocida y usualmente mal remunerada,
abarca y pone en juego mucho más que el mero hecho acontecido. Sus valores y sus
interpretaciones se ponen en tela de juicio tanto como la historia misma.
El historiador al que aquí me referiré no es un historiador de tijeras y engrudo o un
mero repositor.1 Puesto que no se trata de referirse a la historia o al acontecimiento
histórico desde una perspectiva objetivista y estilizada, sino que pueda reconocerse e
identificarse en esa narrativa, una reinterpretación histórica.

La noción de crítica es fundamental para entender, no sólo el rol del historiador frente a
la narrativa histórica, sino también cómo el lector se posiciona frente a ella.
Antes de profundizar en la labor histórica y su crítica, considero pertinente dedicar
algunas líneas para aclarar alguna que otra cuestión concerniente a la narrativa y, en
especial a la narrativa histórica.
Es un requisito indispensable hacer una salvedad en cuanto a las narrativas en relación
con los hechos que ellas intentan describir. La narrativa, no es una propiedad esencial de
1
COLLINGOWOOD; Idea de la historia. EPILEGÓMENOS. Fondo de Cultura Económica. México, 1990.
los hechos, que se encuentra flotando en la inmensidad del mundo y compone su
esencia; los acontecimientos en cuanto tales, no poseen una narrativa implícita en ellos
y, por ende, es inaceptable considerar que vivimos narrativamente puesto que la
narrativa no es una propiedad del acontecimiento o del sujeto que lo pone en marcha en
cuanto sujeto histórico. Las narrativas son el medio que el historiador utiliza para sus
fines, describir y contar la historia, y se componen a partir de técnicas lingüísticas
preestablecidas arbitrariamente: el lenguaje.
Retomando ahora sí, el rol que atañe al historiador en cuanto juez y jurado del
acontecimiento histórico y, si algo no se puede esperar de él es que apele a la pura
objetificación.
Como ya he mencionado, el historiador al que elijo reivindicar no es el historiador de
tijeras y engrudo, sino al historiador crítico. La pura objetificación histórica no es más
que una ficción pues, quién podría esperar que acontecimientos realizados por hombres
y mujeres, que son descriptos a su vez por otrxs hombres y mujeres (historiadores)
apelen al crudo método científico. Es importante no confundir la noción de historia
crítica, aparejándola con un manifiesto de corte cientificista. Lo he mencionado en
reiteradas oportunidades y lo repito, un acontecimiento histórico no es una mera
concatenación de efectos causales desentendidos de la individualidad humana, pues esta
se hace presente en el relato histórico y es la que le otorga todo su valor 2.
No obstante, esta carencia de objetificación no implica llevar la cuestión al otro extremo
y considerar todo acontecimiento histórico desde una perspectiva sumamente
subjetivista del historiador. Esta consideración, no sólo es errada sino insostenible. Para
quienes se preocupan por la “desviación” o “tergiversación” que pueda sufrir el
acontecimiento histórico cuando es sometido a la pluma del historiador, déjenme
decirles que no hay de que preocuparse, el hecho en cuanto tal permanecerá impoluto,
pero eso sí, será sometido a examen y al más arduo de todos…la interpretación.
Es una buena oportunidad para recordar las palabras de Arthur Danto: “(…) Los
enunciados históricos están formulados por historiadores, y los historiadores tienen
motivos para formular enunciados históricos sobre una cosa pasada y no sobre otra. Y
no solamente eso, sino que los historiadores albergan ciertos sentimientos sobre las
cosas del pasado, y están interesados en describirlas. Algunos de esos sentimientos
pueden ser personales; algunos pueden ser compartidos por los miembros de varios
grupos a los que pertenecen los historiadores. Tales actitudes inducen a los historiadores
a hacer énfasis, a soslayar ciertas cosas y, en definitiva, a distorsionar. Debido al bagaje
de actitudes que cada historiador trae consigo, ellos mismos no son siempre capaces de
detectar las distorsiones que cometen. Pero esos que se dedican a detectar distorsiones
tienen ellos mismos un conjunto especial de actitudes y, por ende, su propia manera de
enfatizar, soslayar y distorsionar. No tener actitudes es no ser un ser humano, y los
historiadores son seres humanos y no pueden, por lo tanto, formular enunciados
perfectamente objetivos sobre el pasado. Cada enunciado histórico, como consecuencia
de factores personales imborrables, es una distorsión y, por ende, no totalmente verdad.

2
MOIO, Mara; 1er debate: Filosofía crítica de la historia: la reivindicación del pasado en el presente.
Reposición y crítica.
Entonces, es imposible que logremos formular enunciados sobre el pasado que sean
totalmente verdaderos (…)” 3
Queda claro que la vieja discusión sobre la objetividad en la narrativa histórica no es
más que una treta inútil que no nos lleva a ningún lugar y es por ello, que no le dedicaré
más palabras de las que ya le he dedicado. A su vez, Arthur Danto hace referencia a la
noción de verdad en el relato histórico y, a pesar de que no constituye la finalidad de
este escrito profundizar sobre este eje, será mencionado y abordado brevemente más
adelante cuando me refiera a la preponderancia de los testimonios en la historia.

Teniendo en cuenta lo desarrollado hasta aquí en cuanto a la preponderancia que posee


el rol del historiador en cuanto tal, sólo queda por decir algo sobre el sentido crítico de
la historia.
No soy de las que creen que la crítica histórica encuentra su punto cúlmine en la
narrativa escrita por el historiador, o por lo menos no lo encuentra únicamente allí. Que
algo sea crítico implica una construcción de esa crítica; en el caso de la historia, una
reinterpretación. Es cierto que parte de ella está en manos del historiador, pero no es el
único capaz de reconstruir y reinterpretar el relato histórico. Los lectores en cuanto
receptores y jurados de la historia, tenemos la insoslayable responsabilidad de
reinterpretar los hechos y brindarles un significado en el presente.
Hacer historia no es hacer historia del pasado, es hacer historia del presente; lo que
acontece forma parte del pasado, pero impacta directamente en el presente y condiciona
el futuro. Por lo tanto, conocer la historia es reinterpretarla, resignificarla, atraerla hacia
a la actualidad puesto que, en términos de Benedetto Croce, “(…) Toda historia es
contemporánea: un pasado visto con los ojos del presente (…)”.
Parte de resignificar la historia es mantenerla viva, hacerla operante y que no sea un
mero relato del pasado descripto en las páginas de un ajado e interminable volumen.
Pues cada vez estoy más convencida de que la historia, al igual que la filosofía, nunca
brinda respuestas concretas, sino que despliega preguntas. Es por eso que, “(…) Cada
nueva generación tiene que reescribir la historia a su manera; cada nuevo historiador, no
contento con dar respuestas a viejas preguntas tiene que revisar las preguntas mismas, y
-como el pensamiento es un río en el que nadie puede bañarse dos veces- incluso un
mismo historiador que trabaja en el mismo tema por cierto lapso, se encuentra, cuando
al tratar de replantear una vieja cuestión, con que la cuestión ha cambiado (…)” 4
Si el relato construye el acontecimiento, la reinterpretación lo destruye y la
resignificación lo deconstruye.
La construcción del trauma: el problema de la memoria social y la identidad
colectiva

3
DANTO, Arthur; Narración y conocimiento. Pág. 69. Introducción de Verónica Tozzi. Traducción de Luisa
Fernanda Lassaque. Editorial Prometeo.
4
COLLINGWOOD; Idea de la historia. EPILEGÓMENOS. Pág. 22. Fondo de Cultura Económica. México,
1990.
Una vez resueltas las nociones básicas que atañen a la construcción del acontecimiento
histórico, es momento de avanzar un poco más e introducir el concepto de trauma.
La noción de trauma, desarrollada por el historiador Dominick La Capra, no es un mero
concepto psicológico transferido a la historia, sino que encierra en él toda su
operatividad: el trauma entendido como propulsor de la memoria histórica.
Según La Capra, existen dos momentos en donde el trauma se hace presente: un primer
momento es el acting out y, el segundo momento, la elaboración.
En el primer momento, el acting out, implica la repetición del acontecimiento
traumático, desembocándolo y transfiriéndolo al receptor. Hablando en términos
históricos, brindar testimonio sobre un acontecimiento es una forma de acting out, pues
el sujeto (víctima, testigo o perpetrador) pone fuera de sí mismo el hecho que quiere
relatar con todo lo que esto implica: juicios de valor, sentimientos personales, ánimos,
desánimos, etc.
Es a partir del acting out, que se llega al segundo momento que es la transferencia o
elaboración. La transferencia se da cuando los terceros ajenos al acontecimiento, una
vez receptado el testimonio, pueden comprenderlo, reinterpretarlo y darles sentido, sin
apropiarse de ellos a través de la empatía.
Es necesario hacer una salvedad en esta instancia, para comprender a qué hace
referencia la noción de empatía y para establecer los límites de la misma.
Cuando se hace referencia a la empatía en cuanto al testimonio histórico, no se entiende
como una forma de identificación sino como una forma de elaboración. No se espera,
sino todo lo contrario, que el historiador se sienta identificado con la víctima que le
brinda el testimonio. La identificación del historiador, en cuanto testigo secundario, con
la víctima no hace más que facilitar la apropiación de traumas que le son ajenos,
creando en el historiador un sentido de pertenencia que le es completamente extraño y
que no hace más que desembocar en la banalización del testimonio y del relato histórico
que se intenta visibilizar. 5
Esta forma de simbolizar el acontecimiento no hace más que banalizarlo, quitándole
preponderancia y perceptibilidad. Manifiesta La Capra: “(…) El trauma histórico es
específico, y no todos lo sufrimos ni tenemos derecho a ocupar la posición del sujeto
vinculada con él. Es discutible que alguien pueda identificarse con la víctima al punto
tal de transformarse en un sustituto de ella que tenga derecho a su voz o a su posición de
sujeto. El papel que cumplen la empatía o el desasosiego empático en el testigo
secundario atento no implica semejante identidad; implica una suerte de experiencia
virtual a través de la cual uno se pone en la posición del otro, aunque reconoce la
diferencia de tal posición y, por lo tanto, no ocupa su lugar (…)” 6.
Por lo tanto, la empatía se trata de posicionarse en la perspectiva de la víctima,
comprenderla, defenderla, pero teniendo en claro que es un sujeto diferente de nosotros
5
Entiéndase aquí que no sólo me estoy refiriendo a la apropiación del testimonio y del trauma de la
víctima por parte del historiador. Es propio de cualquier receptor del testimonio: el lector, el
entrevistador, etc.
6
LA CAPRA, Dominick; Escribir historia, escribir el trauma. Pág. 97. Traducido por Elena Marengo.
Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires 2005.
mismos. En otras palabras, el acontecimiento traumático no es un bien mueble que
pueda ser transferido entre partes, ni siquiera el trauma histórico.
Teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí, debemos adicionar que el rol de la memoria no
resulta para nada secundario a la hora de referirnos al trauma. Es muy importante
mencionar que no debe entenderse a la memoria como una especie de pendrive o micro
USB que almacena a los acontecimientos y/o los testimonios históricos, puesto que no
se hace referencia a ella en este sentido. Podría decirse que la memoria, está entendida
en este contexto como una forma de memoria social o colectiva. No se trata únicamente
de recordar, se trata de crear una consciencia colectiva que, como tal, tenga presente el
acontecimiento histórico pero que lo vuelva operante. Como lo he mencionado más
arriba, la operatividad de la historia es lo que hace a su sentido. El almacenamiento
indiscriminado de hechos no es más que una devaluación historiográfica.
Por lo tanto, “(…) El trabajo de la memoria, especialmente de la memoria con cariz
social involucrada en la elaboración, permite distinguir el pasado del presente y
reconocer que algo nos ocurrió entonces (a nosotros o a nuestra gente), algo que está
relacionado con el aquí y ahora pero no idéntico a él (…)” 7.
Es muy importante disociar el hecho histórico que ha acaecido, del presente que nos
ocupa aquí y ahora puesto que cuando este se vuelve una línea indisoluble, no
lograremos más que caer en un duelo infinito, quedando estancados en el pasado sin
poder actuar en el presente ni con miras al futuro. Esto es algo muy común y que
padecen muchas de las víctimas de acontecimientos traumáticos como el Holocausto,
que no logran superar el duelo y el trauma queda haciendo un loop infinito. Considero
pertinente en esta instancia, remitirme a la noción de olvido a la que alude Nietzsche:
“(…) Que el conocimiento del pasado, finalmente, sólo se desea en cualquier época al
servicio del futuro y del presente, pero no para la debilitación de este último ni para el
desarraigo de un futuro lleno de vitalidad (…)” 8 puesto que, “(…) El conocimiento que
se toma en exceso, sin hambre, incluso son necesidades, deja ya de obrar como un
motivo transformador que impulsa hacia afuera y permanece oculto en un momento
interior ciertamente caótico (…)” 9.
Una última, aunque muy discutida cuestión, es el rol que cumple la conciencia colectiva
como reproductora del trauma histórico. Es importante tener en cuenta qué
reivindicamos y cómo lo reivindicamos 10.
Muchas veces, en el afán de hacer de la narrativa histórica una narrativa redentora, no es
difícil caer en la banalización del acontecimiento histórico y de su respectivo
testimonio. El problema surge en cuanto a la construcción de una identidad colectiva
que busca apropiarse del trauma historiográfico, cayendo en un estado de identificación
sublime con la víctima, en el que ya no sea posible diferenciar una de la otra.
7
LA CAPRA, Dominick; Escribir historia, escribir el trauma. Pág. 86. Traducido por Elena Marengo.
Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires 2005.
8
Nietzsche, Friedrich; Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. Pág. 67. Edición,
traducción y notas de Germán Cano. Febrero 1874.
9
Nietzsche Friedrich; Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. Pág. 69. Edición,
traducción y notas de Germán Cano. Febrero 1874.
10
Entiéndase aquí el término “reivindicación” no como una forma de repetición del pasado, sino como
una evocación.
Formar la identidad de un pueblo o de una nación implica conocer el pasado y a las
víctimas, entendiendo que somos sujetos diferentes de ellas y eso no quiere decir, que
no podamos reivindicarlas. Por el contrario, esta diferenciación entre testigos
secundarios y victimas es una forma de mostrar respeto hacia ellas.
La universalización del trauma acarrea indirectamente la banalización del
acontecimiento traumático. Rotular el trauma bajo el término universalista “todos/as
somos…” no es más que una frivolidad.
Un sobreviviente del Holocausto, Jacobo Drachman, hace referencia a esto cuando en
una entrevista le dice a la audiencia: “Miren, el Holocausto es sólo de los judíos. No es
de ningún otro pueblo” 11
En consonancia con esto, Dominick La Capra detalla lo siguiente: “(…) Uno de los
peligros de la identificación con la víctima estriba en que aparentemente uno se
transforma en víctima sustituta, justificando un enfoque de la vida y de la política
injustificable para alguien que no ha padecido verdaderamente experiencias arrasadoras
en comparación con las cuales la mera supervivencia puede ser más que suficiente. En
todo caso, no creo que los que tuvieron la fortuna de “nacer después” y están en
situación de soportar otras demandas, especialmente en lo que respecta a las formas de
pensamiento vinculadas con la acción y la política, deban generalizar ni emular la
resistencia a la elaboración o la fidelidad al trauma por obra de la identificación, por
inconsciente que sea este proceso (…)” 12.
Por lo tanto, la identidad colectiva debe mantener constante la noción de otredad, no
solo como una forma de interpretación y comprensión del acontecimiento histórico y su
trauma, sino como una forma de reconocimiento y un respeto hacia las víctimas que nos
brindan su testimonio.

El esteticismo: un problema recurrente en la construcción de la narrativa


histórica

En relación con la primera parte de este escrito, no sólo la objetificación representa una
problemática ocurrente para la construcción de la narrativa histórica, sino que, también
lo hace la estetización. Me ocuparé a continuación, de analizar cómo la construcción de
una narrativa sumamente estética tiene como consecuencia la distorsión y vulneración
del testimonio histórico.
La construcción de una narrativa histórica supone el recorte y la selección de los
acontecimientos y testimonios, en base a lo que se quiera contar y en lo que el

11
Entrevista realizada a Jacobo Drachman, sobreviviente del Holocausto, el 25 de enero del año 2019 en
Madrid, España. Organizado por el Centro Sefard-Israel, dedicado a la memoria del Holocausto.
12
LA CAPRA, Dominick; Escribir historia, escribir el trauma. Pág. 158-159. Traducido por Elena Marengo.
Ediciones Nueva Visión Buenos Aires 2005.
historiador pretenda focalizar. Introduzco aquí una nueva noción que hace a la
construcción de la narrativa, que es el concepto de imposición.
Imposición, entendido en los términos de Norman, consiste en la manera de crear una
coherencia en el entramado historiográfico, para que exista una unidad entre la
descripción del proceso, el proceso en sí y su interpretación. Andrew Norman lo define
de la siguiente manera: “(…) “Imposición”, entonces, significa la actividad donde
aplican criterios de relevancia, se logra una conclusión y se crea coherencia y unidad -
un proceso, en pocas palabras, que genera un recuento “entramado” del pasado (…)” 13.
La forma de tramar, inevitablemente condiciona el direccionamiento de la narrativa
histórica puesto que la inexcusable selección a la que debe someterse el historiador
desde una óptica crítica, pero a fin de cuentas una perspectiva subjetivista, entona la voz
de determinados grupos mientras enmudece a otros 14. En términos de Hayden White:
“(…) cómo la elección de un modo de tramar puede justificar la ignorancia de ciertos
tipos de acontecimientos, agentes, acciones, agencias y sujetos pacientes que pueden
ocupar una escena histórica determinada o su contexto (…)” 15
De esta forma, podríamos aparejar la noción de imposición con la noción de trama. Lo
que me interesa analizar aquí puntualmente, es de qué manera se construye la trama
histórica, principalmente en cuanto a la incorporación de testimonios que permitan una
mejor y más completa reconstrucción del pasado.
Como ya he analizado casi al principio de este escrito, existe una imposibilidad en
cuanto a la construcción plenamente objetificada del relato histórico y, como también he
mencionado, no le dedicaré más extensión a este tema pues no considero que requiera
de más análisis, y cualquier intento de volver sobre él sería una forma de distraernos de
nuestro nuevo problema: la estetización.
Una construcción estética, principalmente utilizada en la construcción de tramas
ficcionales como las novelas y los cuentos, consiste en una habilidad lingüística y
retórica de embellecer el relato que se intenta contar para que este resulte de alguna
forma más agradable al lector utilizando como respaldo principal el discurso
figurativo16.
El problema de la estetización no se encuentra en la construcción de una trama
ficcional, sino que este aparece en cuanto nos referimos a la (re)construcción de una
trama histórica. El embellecimiento con el fin de atenuar la reacción social en cuanto a
un acontecimiento tan crudo como lo es el Holocausto del pueblo judío o la
desaparición forzada de personas en la Argentina, no hace más que evidenciar la
dificultad insoslayable que tiene el historiador de representar lo irrepresentable.

13
NORMAN, Andrew P. Contarlo como fue: Narrativas históricas en sus propios términos. Pág. 4.
Traducción de Gabriela Dranovsky (UBA).
14
Se entona y reivindican las voces de las víctimas, acallando las voces de los perpetradores.
15
WHITE, Hayden; El texto histórico como artefacto literario y otros escritos. Pág. 199. Introducción de
Verónica Tozzi. Ed. Paidós. I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona – Buenos Aires –
México.
16
Es importante dejar en claro que embellecer no debe ser entendido aquí como una forma de
modificar o distorsionar el relato, sino que se trata de atenuar el impacto predecible que este pueda
tener sobre el lector.
El choque y resquebrajamiento disruptivo se da cuando se intenta aplicar la técnica de
estetitización al testimonio de una víctima. ¿Por qué pretender atenuar un
acontecimiento que, en la historia, no solo personal, sino también socialmente, está
plagado de crudeza y de dolor? Esto no sólo resulta de un esfuerzo inútil, sino que
carece de valoración histórica. Puesto que la riqueza de estos testimonios, está en su
desavenencia con las pruebas documentales. El relato testimonial, no sólo aporta al
historiador y al lector una reconstrucción cuasi empírica de los hechos, sino que están
cargados de valoraciones, de significados y es lo que, al fin y al cabo, pretenden
transmitir.
Así intenta ilustrarlo Dominick La Capra y cito: “(…) La importancia de los testimonios
se hace más evidente cuando se piensa en que aportan algo que no es idéntico al
conocimiento puramente documental. Los testimonios son importantes cuando se
intenta comprender la experiencia y sus consecuencias, incluido el papel de la memoria
y los olvidos en que se incurre a fin de acomodarse al pasado, negarlo o reprimirlo (…)”
17

Es por eso que pretender volverlos más estéticos, maquillando el horror padecido por las
víctimas, con la finalidad de reducir los acontecimientos para que resulten más
“digeribles” para el público receptor no es más que un acto vil e infame que no hace
otra cosa que amordazar la voz de las víctimas.
Después de todo, ¿hasta qué punto lo estético no coquetea con la censura?

Historia del presente: la narrativa histórica como un modo de reivindicación


y deconstrucción. Conclusión.

Hay un refrán popular muy conocido que dice algo como esto: “Los pueblos que no
conocen su historia están condenados a repetirla”.
Esta breve y poderosa sentencia popular es la que resume todo lo que he querido
transmitir aquí. Una concepción de la historiografía como una forma de reivindicación
del pasado en el presente y, en vistas de una mirada existista de futuro.

17
LA CAPRA, Dominick; Escribir historia, escribir el trauma. Pág. 105. Traducido por Elena Marengo.
Ediciones Nueva Visión Buenos Aires 2005.
El término “deconstrucción” ha sido muy utilizado en los últimos años, principalmente
por los sectores juveniles de la sociedad, para enmarcar la propuesta de un cambio
social y político. Una forma de poseer el acontecimiento histórico ya narrativizado, para
tomarlo en nuestras manos, inspeccionarlo, observarlo y juzgarlo.
Pero no se trata de juzgar sin fundamentos, pues la crítica es todo lo opuesto a ello;
criticarlo es darle la vuelta, reinterpretarlo y darle un sentido en el aquí y ahora. Y esta,
no es sólo la labor de lxs historiadores, es un trabajo interdisciplinario, social y cultural.
En nuestros tiempos se habla mucho de deconstrucción y se hace de ese término una
muy mala interpretación, creyendo que se trata de una demolición que arrasa con toda
conceptualización prestablecida, así sin más. Lo cierto es que esta clase de
interpretaciones no hacen más que justificar un régimen universalista, que ya ha sido
demolido hace bastante tiempo. Al igual que la felicidad sólo es posible
conceptualizarla a partir de la tristeza, la deconstrucción encuentra su génesis en la
construcción 18.
No hay construcción, sin deconstrucción. Y no hay identidad colectiva, sin
resignificación histórica. Pensar la narrativa histórica en los términos de una relación
dialéctica constante y confluente entre el pasado y el presente, no sólo como una forma
de comprender nuestro contextos socio-histórico y nuestros condicionamientos, sino
también como la construcción de una memoria colectiva que permita la ruptura con el
pasado19.
Entiéndase entonces a la deconstrucción histórica como una forma de disrupción de
“(…) las relaciones entre el recuerdo del pasado y la memoria presente, sobre los
“deberes” de la memoria histórica concebida como una actualización del recuerdo que
se erige en memoria colectiva y se constituye, en tanto memoria colectiva, en guardiana
del futuro (…)”20.
Con todo lo dicho hasta aquí creo que no cabe duda alguna que el rol del testimonio
histórico es una de las herramientas más operantes que tiene el historiador para narrar el
acontecimiento, siendo esta la más efectiva de todas para la construcción de la narrativa
historiográfica. Por eso mismo, es que considero no existe nada más representativo que
las propias voces de las víctimas. Esto no sólo implica el florecimiento de una empatía
histórica que apela a la edificación de una consciencia colectiva, sino también como una
forma de retribuir socialmente a las propias víctimas21.

18
La unidad de los contrarios descripta por Heráclito.
19
Entiéndase aquí la noción de ruptura en relación con la noción de olvido desarrollada por Nietzsche.
Una ruptura con el pasado en cuanto que este sea operativo y sirva al desarrollo de la vida, evitando
caer en la pena paralizadora del trauma que estanque al sujeto en el acontecimiento pasado.
20
SONDERÉGUER, María; Los relatos sobre el pasado reciente en Argentina: una política de la memoria.
Pág. 2. Observatorio Memoria y Praxis Social en Derechos Humanos. Universidad Nacional de Quilmes.
Iberoamericana nro. 1 (segunda etapa) América Latina – España – Portugal – Madrid 2001.
21
Utilizo aquí el término retribuir y no laurear, ya que no se trata de una construcción historiográfica de
héroes y villanos o de desgracias y desgraciados. Los sujetos son contingentes y mayormente
irrelevantes para el relato histórico, pero son sus declaraciones las que nutren a la narrativa y a la
sedimentación de una identidad colectiva. O, en términos de María Sonderéguer, que hacen a una
política de la memoria.
Resulta de carácter fundamental la incorporación de la deconstrucción crítica para
comprender el acontecimiento histórico y resignificarlo en una forma de memoria no
sólo conceptual, sino una memoria colectiva e histórica con vistas a una construcción
ética del futuro.
Puesto que, “(…) ni la alabanza ni la censura significan nada (…)”22.

22
WOOLF, Virginia; Un cuarto propio. Pág. 149. Traducción Laura Pujol. 3ra. Edición. Booket 2021.

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