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Pardo Travezaño, Vrayesvar

Universidad de Concepción
Asignatura: Introducción a la Historia
Curso: 1º / Año Académico: 2021
Profesor: Sanyar Lagos Vigouroux

Luis SÁNCHEZ JARAMILLO: La Historia como ciencia, Revista Latinoamericana de Estudios


Educativos, Colombia, 2005, pp.54-82.

IDEAS PRINCIPALES
Preguntas iniciales, limitaciones y dos visiones de la historia.
¿Qué es historia? ¿Quién la estudia? ¿todos podemos estudiar la historia? Son algunas de las
preguntas que el historiador colombiano nos plantea para comenzar a desarrollar el texto. Preguntas
que son necesarias no solo para el desarrollo del texto en sí, sino para la comprensión básica de
cualquier tipo de concepción a estudiar sobre la historia. Partiendo por la primera pregunta Sánchez
establece inicialmente que la historia se puede definir como la “investigación sobre hechos acaecidos
en el pasado, es el registro de las acciones realizadas por los hombres” pp. 3. Referenciando a Adam
Schaff. Definición que desde ya nos arroja indicios tanto del concepto de historia como de su objeto de
estudio.
El autor prosigue su explicación de conceptos para responder la segunda pregunta ¿Quién
estudia la historia? Los Historiadores, nos dice Sánchez. Pero lo dice para enseguida relacionar dicha
respuesta con la anterior y así poner en la mesa el siguiente problema. Sí la historia son todas las
acciones pasadas de los hombres, y, en consecuencia, capaces de ser referenciadas por toda persona
viva, entonces ¿toda persona que referencie al pasado relacionado al ser humano y sus acciones es
historiador? En sí, Sánchez nos dice que no, y aclara que el historiador tiene como tarea la historia, a
comparación del resto de sujetos que referencian al pasado en su cotidianidad, y por ende se encarga
no solo de conocer y conectar el pasado con el presente en forma de un conocimiento en sí mismo,
sino que busca explicarlo, comprenderlo y desarrollarlo como un saber lo más fidedigno posible.
Cuestión que lo separa irremediablemente de quien ve a la historia como una simple cadena de sucesos
de la cual podemos entender ciertas cosas de nuestro presente, como lo haría un pintor al momento de
estudiar las técnicas desenvolverse en su arte. Aunque la tarea del historiador lo separe del resto de
personas, también le trae límites al historiador, limitaciones que son propiamente establecidas por la
línea que uno quiera seguir cuando se plantea una visión de la tarea de la historia. El autor menciona y
explica dos, la visión positivista de la historia y la idealista.

Historia como concepto


Dado que en la cotidianidad del ser humano la historia haga referencia al pasado, se puede
entender porque dicha diciplina haya sido desde el pasado tan cercana al hombre. Y como tal, puesta
en tela de juicio. Llegamos pues la pregunta protagónica del texto ¿Es acaso la historia una ciencia?
Antes de contestar la pregunta el autor primero nos invita a desarrollar aún más el terreno desde donde
responderemos nuestras dudas, pues la pregunta en sí misma esconde una serie de problemáticas que
deben ser atendidas antes de seguir.
En primer lugar, si quisiéramos entender el concepto de historia desde su raíz etimológica
caeríamos inevitablemente en un problema de tipo filosófico en la historia, pues su origen la carga de
la narración, la explicación y la descripción como su significado más próximo. Ósea, carga a la
historia de una definición que se podría aplicar a cualquier tipo de objeto sea este humano o no,
mientras este en él pasado. Esto se presenta como un problema pues no solo es la historia de los
hombres la que debería estudiar el historiador, sino de todos los sucesos existentes en el pasado y
posiblemente del futuro, aquello que no solo es humano, ósea el pasado de la naturaleza, de las
disciplinas científicas, el arte, la cocina y una inmensidad de cosas que pueden ser narradas, explicadas
e interpretadas por el historiador. Pero como el mismo autor señala, tal problema no puede acompañar

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al historiador y a ningún otro tipo de disciplina que aspire a ser científica, pues sería situar al objeto
del historiador en algo totalmente imposible de estudiar, por su casi infinita extensión. Así, presentada
la problemática el autor nos también indica la salida a ella. La salida es simple, no toda la historia es
en sí de interés para el historiador, el historiador estudia la historia humana, que, a comparación de la
historia de la naturaleza, tiene conciencia de si misma y por ende no es ahistórica. Es decir, la historia
a la que refiere el estudio del historiador es aquella, que como se mencionó al principio, se relaciona
exclusivamente entre el hombre y sus acciones en el pasado.

Atributos de la historia
Si tenemos como historia aquellos sucesos causados por la acción del hombre en el pasado,
entonces entendemos que la Historia podría dedicarse exclusivamente a la ubicación de dichas
situaciones y acciones, sin embargo, la historia también se divide, pues de nada nos serviría el estudio
aislado de hechos objetivos, debemos pues explicarlos y darles un sentido en su causa y efecto. La
división que establecemos, y en sí las dos grandes características que explica el autor son “historia:
como proceso histórico objetivo (res gestae) y como descripción de este proceso, o sea la
historiografía (historia rerum gestarum)” pp.7. Cada uno de ellos siendo donde el historiador se
dispone a trabajar. Pero además de dicha división, la historia también comienza a calzar dentro de las
características propias de una disciplina científica, pues en primer paso no solo ofrece preguntas, sino
que también ofrece respuestas a sucesos en base a fuentes, fuentes que son sometidas a procesos,
procesos que además han sido repensados innumerables veces a lo largo del tiempo. Ya que, a
comparación de la narración de esparcimiento, el historiador busca conectarnos con nosotros mismos,
tanto en las acciones y el conocimiento de nuestra humanidad en el pasado, de sus pensamientos,
como en las consecuencias de dichas cosas en el presente.
En aquel ejercicio de estudiar, comprender, interpretar y explicar todo lo que rodea y empuja al ser
humano a sus acciones pasadas, es donde el historiador desarrolla un conocimiento científico.

El camino del conocimiento del historiador


El autor nos indica a través del libro que la historia es sometida a duras críticas, tanto por
quienes ven a nuestra disciplina como un mero ejercicio narrativo, como a quienes quieren convertirla
en una ciencia exacta, en un ejercicio objetivo y divorciado de toda interpretación que el historiador
pueda hacer de ella. Empero, el autor también nos relata como la propia historia ha logrado sortear
estos obstáculos que han sido puestos por el positivismo y el historicismo. La historia supera esto a
través de simples respuestas, nos dice el historiador colombiano, ya que al positivismo le responde
contundentemente que el historiador es independiente del resto de las ciencias, sin dejar de ser una
ciencia en si misma, ya que su objeto de estudio requiere metodologías de estudio y trabajo totalmente
distintas a aquellas áreas que el positivismo ve como modelos a seguir. Por otro lado, ante las criticas
del presentismo, el historiador responde reafirmando la posición del historiador como un ente que no
se divorcia de su objeto de estudio, tanto el en sí mismo como humano es su propio objeto de estudio,
que no es pasado, sino presente. En otras palabras, la historia no requiere de un ente pasivo que la
estudie y exponga sin hacer nada más, como lo propone el positivismo. Sin embargo, aunque los
presentistas critiquen dicha mirada, pecan de pensar que el historiador se puede separar totalmente de
lo que estudia. En síntesis, el autor nos dice lo siguiente “Por eso tiene sentido la historia como objeto
de conocimiento y el discurso histórico como una teoría del presente” pp. 16. Y así, el autor puede
comenzar a responder finalmente la pregunta de si la historia es una ciencia o no.
Sánchez nos indica que la historia es una ciencia, debido a que el discurso histórico es en si
mismo científico. El autor profundiza explicando los siguientes puntos. Parte por explicar que el
objeto de estudio del historiador al ser un objeto el pasado, requiere explicarse desde el presente. Esto
a través de diversas metodologías de trabajo que requieren un rigor a la altura de las circunstancias, es
decir, desmitificando y comprobando sus fuentes, pues el historiador no busca responder a su simple
interés y curiosidad sobre el pasado, sino conectar el presente con el pasado buscando aportar desde la
explicación de lo que nos ha llevado a estar en la situación en la que nos encontramos actualmente lo

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más fidedignamente posible. Esto lo hace a través de la comprensión e interpretación de las causas y
sucesos del pasado situándolos en su relación con el ahora, tanto a través de la propia relación
dialéctica entre el pensamiento a través del tiempo, como en el conocimiento actual de dichas causas.
Y, por último, el autor nos indica uno de los elementos cruciales de la historia, que tanto la
diferencian del resto de las ciencias. El historiador en su proceso de investigación, comprobación,
comprensión y explicación necesariamente debe llegar a un punto clave para presentar el
conocimiento, esto es, la interpretación de este. El autor expone la importancia de esta característica
del historiador así “El historiador decide si debe enjuiciar y en qué momento hacerlo, y la selección
crítica puede variar si no se refleja en, el discurso, la complejidad para pensar la dinámica de la
historia. La interpretación es la actividad de los historiadores” pp. 22.

ANALISIS Y COMENTARIO CRÍTICO

Lo que hace interesante el texto es el hecho de que aborda un tema sumamente vigente hoy en
día para las ciencias sociales, área donde la historia ocupa un puesto. Por lo que el desarrollo del texto
evidentemente nos llevaría a abordar problemáticas ya presentadas en otros textos, problemáticas
como el paradigma positivista dentro la historia, el cuestionamiento de la validez o relevancia de la
ciencia de la historia en el presente, por nombrar un par. Lo agradable de la lectura es que el autor se
introduce en estos problemas de manera metódica, logrando responder a una gran cantidad de puntos
que el mismo pone sobre la mesa, tanto al principio como en medio del texto, y además construye su
línea de desarrollo siempre con el norte claro, el cual es responder la duda de si la historia es o no es
una ciencia. Por lo demás el texto es bastante claro al momento de abordar conceptos vistos en clase,
tales como el concepto de historia, el problema que surge de su raíz etimológica, y la importancia de la
interpretación del historiador, entre otros.
Sin embargo, el texto brilla especialmente al momento de explicar aquello que hace de la historia
una ciencia cuyo saber es para todos accesible sin perder validez científica en el proceso, no tanto en
la comprensión de otras partes del texto. Un ejemplo de donde se destaca el texto es cuando el autor
nos expone una situación similar a esta: Si la historia se presenta a si misma como un saber accesible
por todos, aquello no sería más que un tipo de arte, ¿verdad? Pues su lenguaje es simple, y despierta el
interés y curiosidad de no pocas personas, que sin duda recurren a ella desde una perspectiva mucho
más cercana a la utilidad cotidiana que la investigación científica. Empero, el autor nos clarifica que
aquel cuestionamiento no tiene una validez en si mismo, pues desde el principio ignora aquello que
más hace especial a la historia, esta explicación la hace a través del desarrollo de lo que es el proceso
de investigación histórica.
El autor expone aquel proceso de una manera amena y breve, pero no olvida responder en
primer lugar a la necesidad de cimentar una base desde donde desarrollar su exposición, por lo que
primero nos lleva por las bases de la disciplina de la historia, es decir, se toma su tiempo para abordar
la tarea del historiador y su elección, su rol como ordenador del pasado humano y su interpretación, la
necesidad de que no se pierda en ningún momento la conexión entre el historiador y su objeto, y para
terminar establece definiciones claves que nos servirán para comprender mejor el texto y desarrollo,
como las definiciones de historia e historiador y sus contrapartes. Una vez finalizado esta construcción
de la base de su explicación, el autor procede a explicar uno por uno los puntos que el considera más
importantes del proceso científico por el que pasa el conocimiento del historiador.
En primer lugar, Sánchez desarrolla con palabras simples lo que el considera el objeto del
historiador, pues para que la historia sea una ciencia debe tener un objeto de estudio. Nos dice que el
estudiar primero establece su objeto de estudio en la historia, para luego limitarla a la historia del ser
humano, luego lo sitúa en un el pasado, para luego terminar eligiendo lo que el estudiará
específicamente de aquella historia del pasado humano. Sin embargo, dicho objeto esconde en si
mismo un cuestionamiento, el cuestionamiento de objeto e investigador, pues es el historiador quien es
a su vez un ser humano y como tal es en si mismo su objeto de estudio. El cuestionamiento surge al
momento de querer establecer al historiador en una posición específica, tanto desde un lado pasivo

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como desde un lado activo, o dependiente o independiente de su objeto de estudio. Pero el autor ha
sido lo suficiente claro resolviendo aquellas dudas y críticas que surgían desde el positivismo y
presentismo al punto de que cuando este cuestionamiento surge ya somos capaces de entender
fácilmente la posición que el historiador tiene en torno a su relación con su objeto. Relación que es
dinámica, activa e interdependiente.
Sánchez prosigue su narración introduciéndonos en el siguiente punto del proceso de
investigación del historiador, aquel de las fuentes. Punto vital, pues es donde se sitúa la base del
conocimiento del pasado. El historiador nos indica que tal como analizamos cualquier cosa desde el
método científico, ósea, observando, estableciendo y comprobando, el historiador hace lo mismo con
sus fuentes, pero con sus propios métodos. Es decir, somete a sus fuentes a la duda, pues debe en
primer lugar intentar entender aquello que llevo a dicha fuente a ser como es, ósea, las causas de, por
ejemplo, un relato sobre una revuelta esclava en la antigua roma, del porque esta escrita como esta, de
porque se narra desde cierta perspectiva, y en ultima instancia el porque de su trascendencia para
nosotros, es decir, explicarlo. Dicho proceso no puede ser llevado por cualquiera, pues requiere de la
dominación de ciertas ramas del conocimiento que le permiten al historiador no solo observar sus
fuentes, sino sumergirse en el tiempo que les dio lugar, pues su explicación no puede surgir desde una
visión sesgada del presente, sino que necesariamente debe abordarse desde el movimiento general de
la historia, ósea, desde las causas del suceso a explicar, sus consecuencias, lo que lo rodeaba y la
propia interpretación que el autor pueda hacer de ello. Tarea que necesariamente acarreara el uso de
conocimientos sobre el idioma, cultura y escritura del lugar donde se encuentra la fuente a analizar. Le
seria imposible al historiador intentar explicar las descripciones de la vida en la antigua Grecia sin
considerar la manera mítica de las descripciones griegas de aquellos tiempos.
Por otro lado, el historiador en su proceso no solo explica los sucesos, sino que los comprende.
Tarea que no puede pasarse por alto, pues en si es lo que aporta gran peso a la validez del
conocimiento histórico. Pues la comprensión implica introducirse en la conciencia de lo que se
estudia, estableciendo no solo una relación unidireccional, ósea, desde nosotros hacia el pasado, sino
aplicando una metodología dialéctica, en la cual lo concreto, lo superficial, lo visible a primera vista,
que es el objeto en si del pasado, pasa a la abstracción total al momento de ser situado y puesto en
movimiento. Dicho proceso dialectico pasa, como ya se mencionó, por la comprensión. Y como
podemos ver, se podría acusar de subjetivo dicho conocimiento abstracto, pues separaríamos al objeto
concreto, que se podría haber categorizado como un suceso aislado y puesto en línea con otros de
manera sencilla, como quisiera el positivismo. Pero no es así, pues independiente de que el suceso se
le saque de su aislamiento, como si alguna vez hubiera estado allí, la comprensión de dicho suceso
dentro de la abstracción de la historia permite explicarlo, analizarlo e interpretarlo y en consecuencia
presentarlo ante nuestros ojos como un conocimiento de suma utilidad para el presente. Es decir, pasa
de ser un hecho subjetivo, subjetivamente analizado, pero termina siendo un conocimiento tangible,
pero producto de un proceso dialectico, dinámico y para nada rígido. Situación que hasta nuestros días
sigue incomodando a no pocas personas.
En último lugar el autor pone la interpretación, pero no lo hace en desmedro a aquel punto de
la investigación histórica, sino que la coloca allí por su importancia para la tarea del historiador. Se
parte por comprender que la interpretación no es solo el producto de la investigación, es decir,
siguiendo una lógica similar a la siguiente: Se tiene una fuente, se somete a investigación y luego se le
sitúa para poder explicarla, comprenderla y en ultimo lugar interpretarla. No, es así. El autor nos
explica contundentemente que aquello que la interpretación significa para el proceso de investigación
es mucho más que el punto de llegada, sino que es aquello que moldea nuestra perspectiva al momento
de investigar, es lo que nos indica el camino que deben seguir nuestros métodos, es en sí el timón que
permite al historiador navegar por la nebulosa del pasado una y otra vez sin toparse nunca con un
camino anterior.
Esto es crucial pues sitúa al historiador como un personaje que no está sometido a ser un mero
narrador, un anticuario o un simple expositor de curiosidades. Al contrario, lo pone en el lugar de un
sujeto de protagonismo en la historia, pues su relación con su objeto de estudio, su interpretación, es
también la relación e interpretación de si mismo como investigador y humano. Y como tal, el
conocimiento que surge de sus investigaciones debe estar a la altura de las necesidades de quien se

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quiere y requiere conocerse así mismo para comprender y mínimamente afrontar las situaciones que
hoy lo aquejan, y como no son rocas lo que el historiador estudia, quien enfrenta esas necesidades no
es ni más ni menos que el ser humano en todo momento y lugar. Esto último, el cómo afrontamos hoy
aquello que nos muestra el pasado a través del historiador es un elemento que se extraña en el texto,
pues a diferencia de, por ejemplo, Bloch, el autor quizás intenta separar demasiado el rol y
compromiso que tiene con la sociedad y su desarrollo hacia un mejor presente. Aunque estoy
dispuesto a situar lo anterior en el contexto de mi rechazo hacia Popper, por lo que sería una
apreciación mucho más personal de aquel problema. Sin embargo, no le quita validez al texto, pues
ocupa acotada cantidad de paginas para desarrollar una vasta cantidad de problemas sin quedarse corto
en ninguno de ellos.

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