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14 de febrero de 2022 REVISTA DIRECTORIO ACERCA DE RM NORMAS DE COLABORA

 REVISTA DIRECTORIO ACERCA DE RM NORMAS DE COLABORACIÓN

Dossier#66, Número#66 Fo
La
Jean-Luc Nancy: La comunidad, la producción de muerte
masiva y lo irrepresentable de la Shoah

30 de noviembre de 2021 By Moisés Romero / L. Mariel Flores  2

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SHOAH (CLAUDE LANZAMANN (1985) i

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Resumen
L
Las aportaciones que Jean-Luc Nancy nos deja en sus a
obras permiten cuestionar el ser en común, o la l
existencia en común, en tanto comunidad que no está e
dada. Esta inexistencia de comunidad se ve reforzada v
por la decadencia humana expuesta en la producción de e
muerte masiva en violencias como la Shoah. En este
trabajo se aborda la Shoah como un evento que nos
obliga a pensar la violencia y su imposibilidad de E
representación, por lo que se retoman algunas E
reflexiones de Nancy que nos orienten a buscar la d
posibilidad de hacer comunidad en las sociedades c
contemporáneas, y hacer frente a la destrucción mutua. h

Palabras clave: Jean-Luc Nancy, comunidad, Shoah, L


producción, muerte violenta, irrepresentabilidad. d
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c
Abstract A
p
The contributions that Jean-Luc Nancy leaves us in his E
works allow us to question the being-in-common, or r
existence-in-common, as a community that is not L
given. This non-existence of a community is reinforced t
by the human decadence as highlighted by the d
production of mass death in violence such as the p
Shoah. In this paper, we approach the Shoah as an
event that forces us to think about violence and the E
impossibility of its representation. To do so, we take up p
n
some of Nancy’s reflections that can guide us on a
quest for the possibility of making community in
contemporary societies and confronting mutual
destruction. Bú
fre
Keywords: Jean-Luc Nancy, community, Shoah,
production, violent death, unrepresentability
#1
#2
 
#1
la m
Hablar de “sentido” y de “verdad” en medio de la
agitación militar, de los cálculos geopolíticos, de los #1
sufrimientos, de gestos de estupidez o de mentira no es #1
ser “idealista”: es tocar la cosa misma. #1
Inf
Jean-Luc Nancy, La comunidad enfrentada #1
#2
  en
#2
Preámbulo #2
#3
  #3
Fil
El siglo xx es considerado como el más violento de #3
todos,[1] diversos estudios apuntan que por eventos #3
violentos murieron aproximadamente 200 millones de
ys
seres humanos.[2] Desde ese contexto, Jean-Luc Nancy
reflexionó su realidad a partir de las bases del Mé
nihilismo, de la negación de que lo común, el ser en #3
común o la existencia en común, debería ser dada o #4
estructurada por entidades como una Nación, Estado, el #4
clan o los aparatos ideológicos. XX
#4
 
co
Términos en emergencia como Segunda Guerra co
Mundial, holocausto, genocidio, exterminio humano y
violencia en masa, no pasaron desapercibidos para el D
pensador, antes bien, reflejaban la decepción humana, En
de ahí afirmaciones de Jean-Luc Nancy como las ero
expuestas en La comunidad desobrada, donde quizá la po
más radical de todas, es que “la comunidad nunca Nú
existió”.[3] Nú

 


Desde esa afirmación en adelante, el concepto de
comunidad en su obra gira sobre un discurso de Nú
pérdida o promesa en la historia de la humanidad. Para Nú
comprender esta aseveración hay que situarla en los Nú
contextos de postguerra después de 1945, así como en Nú
la Guerra Fría. Durante este periodo de tiempo Nancy Nú
entra en contacto con una serie de pensadores que Nú
forjaron la llamada “comunidad de los sin comunidad”, Nú
[4] que en la década de 1980 mantuvieron un diálogo Nú
profundo del cual resultaron cuatro libros
fundamentales para reflexiones venideras: La 8:
comunidad desobrada, de J.-L. Nancy; La comunidad po
inconfesable, de Maurice Blanchot; Communitas: Re
origen y destino de la comunidad, de Roberto Esposito
y La comunidad que viene, de Giorgio Agamben.[5] Tr
Un
  Vi

Entre la amplia obra de Jean-Luc Nancy que


desembocó en sus reflexiones sobre la inexistencia de
la comunidad, existen dos textos que abordan la
imposibilidad de representar la violencia. Después de
la publicación de La comunidad enfrentada en 2002,[6]
un año después en 2003 publica La representación
prohibida y La Shoah, un soplo en 2005.[7] En estas
reflexiones sobre deconstrucción de la asimilación de
las prácticas eliminacionistas y de extermino sucedidas
en el pasado siglo, da elementos para pensar la Shoah.

Para Nancy la Shoah es un evento ineludible que


apertura una serie de pensamientos sobre la violencia
acontecida a la existencia compartida, que brinda
elementos para pensar la violencia del ser-en-común.
Con ello, reflexiona sobre la imposibilidad de
representar los hechos violentos y se cuestiona sobre
cómo entender las prácticas del exterminio humano
que a su vez definen la vida entre unos con otros. Es así
como Nancy se plantea la posibilidad de definir una
comunidad frente a la violencia del mundo.

Cuando lo sucedió en los campos de concentración se


murmuraba por toda Europa y el mundo; del
exterminio y sus consecuencias para la humanidad,
diversos movimientos teóricos cuestionaban lo que
dejaba el siglo xx. Muerte masiva y violencia extrema
son los rasgos que definen este momento histórico,[8]
por ello, las reflexiones sobre la existencia en común
para Nancy se tensaban al grado de pensar el ser-en-
común desde el trasfondo de las prácticas
eliminacionistas desde las cifras de las víctimas o
desde la víctima misma.

No sin razón las cifras de los genocidios y otras formas


de exterminación se han vuelto, si no propiamente
nombres, sí semantemas de la modernidad. «Seis
millones» es indisociable de la Shoah. «Seis millones»,
aquí (y otras cifras para otros exterminios, otras
masacres), no quiere en absoluto decir «muy grande»,
ni «demasiado elevado», excesivo ni desmesurado:
¿sería, de hecho, «mesurado» matar a diez judíos, o a
cien armenios, o a veinticinco tutsis? ¿Dejar morir de
hambre a dos personas, en lugar de a un millón? Estas
cifras no apuntan a un rebasamiento (¿de qué norma?,
¿de qué media?): señalan un orden, un registro propio
de compromiso y de responsabilidad, del que ellas
mismas forman parte.[9]

Deconstruir la comunidad  

Sin embargo, pensar las cifras y las víctimas como


cimientos de la comunidad humana, del progreso
moderno, de una época de los grandes números de
víctimas colaterales y violencia en masa,[10] es lo que
gravita en el pensamiento de J.-L. Nancy que emprende
a contraluz de estos eventos una deconstrucción de la
comunidad.

Según Jacques Derrida define el término


deconstrucción como la distinción entre la clausura y el
fin. Se trata de marcar la clausura de la historia, no de
la metafísica globalmente. De esta manera, afirma en
una entrevista de 2004 que para la deconstrucción:
“[…] no es que haya una metafísica; esto también es un
prejuicio corriente. La idea de que haya una metafísica
es un prejuicio metafísico. Hay una historia y unas
rupturas en esta metafísica. Hablar de su clausura no
conduce a decir que la metafísica haya terminado”.[11]

 
Al no terminar la historia y, por tanto, la metafísica,
reaperturamos otros puntos de vista de los
acontecimientos. Así enfocar de otra manera la realidad
violenta en la que estamos inmersos, permite
deconstruir los conceptos en filosofía, nos pone frente a
rupturas y otras formas de entender a las categorías del
pensamiento. No obstante, para Nancy después de
pensar a los seres de la comunidad para dar cuenta del
mundo y su co-existir,[12] entiende que hay
acontecimientos que son inverosímiles de obviar, si la
comunidad es este ser-con, es el ser-los-unos-con-los-
otros, ¿qué nos queda decir de las guerras, las
revoluciones, las masacres, exterminios y las violencias
que acontecen en el mundo? Si recordamos durante los
recuentos y los estragos que marcaron a la historia, que
al final son la perdida de micro-historias singulares,
[13] y los nombres que fueron emergiendo en estas
masacres, como: genocidio o uno de los más
emblemáticos como la Shoah, holocausto, son nombres
de acontecimientos irrepresentables para Nancy, pero
puestos al pensamiento.

Las reflexiones sobre los campos de exterminio que


dejaron la Segunda Guerra Mundial, ante lo cual
sobresale un problema que surge por la incomprensión
sobre las imágenes y las representaciones del
exterminio humano hecho por los nazis.[14] Para
Nancy aquí la comunidad está en juego. Pensar una
comunidad que aparece como la gran productora de
violencia, sostenida por las víctimas y la muerte
producida por la misma comunidad, hace afirmar a
Nancy en Ser singular plural que una comunidad:
“[…] no se da más que en la muerte, y no precisamente
en el cementerio, que es un lugar de espaciamiento, de
distinción: sino en la ceniza de los hornos crematorios
o en las pilas hacinadas de cadáveres”.[15]

Dicho de otra manera, para Nancy una deconstrucción


de la comunidad piensa a las sociedades
contemporáneas, su violencia y la gran producción de
muertos y la repetición de esas violencias,[16] bajo el
supuesto de un pensamiento de una comunidad por
venir o el sueño de regresar a un tiempo y espacio
donde todo era mejor,[17] lo cual suponen un
nihilismo. El nihilismo de la comunidad no se refiere a
ideas de decadencia o degradación que presuponen un
estado anterior mejor, “la añoranza del estado anterior
es tan antigua como Occidente”,[18] nos dice Nancy en
una entrevista de 2013:

 
La Edad de Oro es una invención griega. Solo entre los
judíos no existe la Edad de Oro, ya que el estado
anterior fue el esclavismo. El retorno de la lamentación
por lo anterior es una gran constante en nuestra
historia. Ya se ha dicho demasiado, pero jamás se logra
superar. […] Si admitimos esto es porque tal vez no se
puede hablar ya ni siquiera de una decadencia. El
nihilismo, una palabra del siglo xix precisamente, tiene
la ventaja de no hablar de un antes, al parecer. Al
mismo tiempo, este “antes” no desaparece del todo, ya
que, si decimos que no hay nada, se supone que pudo
haber algo. Cuando en los siglos xvii y xviii se
preguntaban “¿por qué hay tal cosa en lugar de nada?”,
el nihilismo decía: “no hay nada donde se sigue
creyendo que debe haber algo […].[19]

El nihilismo de la comunidad consiste en afirmar que


¡la comunidad nunca existió! Para Nancy la sociedad
contemporánea no vino a disolver con el Estado, la
industria o el capital, una comunidad anterior, sino que
la sociedad se entiende como una asociación
dislocadora de fuerzas, de las necesidades y de los
signos, que tomó el lugar de algo para lo que no
tenemos nombre, ni concepto en particular, porque la

[…] sociedad no se ha hecho sobre la ruina de una


comunidad. Se ha hecho en la des­aparición o en la
conservación que —tribus o imperios— no tenía tal
vez relaciones con lo que llamamos comunidad que
con lo que llamamos sociedad. De modo que la
comunidad, lejos de ser lo que la sociedad habría roto o
perdido, es lo que nos sucede —pregunta, espera,
acontecimiento, imperativo— a partir de la sociedad.
[20]

La comunidad al final es lo que permite el encuentro


entre los sujetos. Para Nancy no hemos perdido a la
comunidad y, por lo tanto, nada está perdido, en
cambio, estamos perdidos nosotros sobre los que en
aras del vínculo o lazo social (las relaciones de
comunicación), nuestra invención, “[…] recae
pesadamente como la red de una trampa económica,
técnica, política, cultural. Enredados en sus mallas, nos
hemos forjado el fantasma de la comunidad”.[21]

Sin embargo, este fantasma de comunidad no es propia


de lo contemporáneo, Edward Hobsbaum destaca la
existencia de un diagnóstico limitado para entender
esto desde la frontera entre la guerra y la paz, que dejó
de ser claro en su análisis del siglo xx,[22] Hobsbaum
recupera registros de violencias anteriores en la historia
de la humanidad que impiden replantear el tema de la
comunidad como una reconducción a ejemplos del
pasado, porque aparecen otras fronteras como las del
orden y el desorden, lo común y lo no común,
ingresando a una metamorfosis que, junto a la idea de
las Naciones o Estados contemporáneos, dio paso
también a comunismos y socialismos que hizo más
confuso el problema de la comunidad, no obstante, se
mantuvo una inercia por la pérdida y búsqueda
incesante de la misma.

De esta manera no se trata solo del horizonte del orden


social y de cómo las distintas violencias afectaron a
todo el mundo, porque debemos analizar a las
reconstrucciones de la comunidad en tiem­pos de terror,
geopoder y metropolítica que evidenciaron las ruinas y
la orientación de una vida que se vive supuestamente
en común o que hemos entendido de manera común.
[23]

Lo imposible de representar la Shoah

En ese nudo hablar del sentido del ser-en-común, del


estar-juntos o de la vida en común, bajo el horizonte de
los recuerdos e imágenes violentas que produce la
historia de la humanidad,[24] desde la repetición sobre
del dolor y sufrimiento, J.-L. Nancy piensa los
conceptos de holocausto y Shoah como términos
vacíos, porque en el intento de representar lo sucedido
en los campos de concentración y exterminio,
transforman de la imagen de dolor y sufrimiento a un
consumo global. De tal manera, hay un momento clave
para entender lo anterior, a saber, cuando se pone en
cir­culación la significación del término Shoah, que se
incorpora al léxico internacional después de la pelí­cula
de Claude Lanzmann en 1985, Shoah usado con una
gran carga teórica. En principio este concepto “[…] ha
sustituido a otros que podían ubicar el exterminio de
los judíos de Europa en contigüidad con otras masacres
de las cuales esta situación, precisamente, quería
distinguirlo sin reservas”.[25]

La preocupación de las distintas reflexiones tienen


como intención exponer que esos testimonios y
prácticas eliminacionistas y de exterminio nos parezcan
contemporáneos bajo el nombre de Shoah (que en
español lo entendemos como catástro­fe), pero el
concepto en uso para la masacre y exterminio sostiene
lo siguiente: este concepto intenta re­presentar lo
acontecido, lo cual “[…] no se parece a ninguna otra
cosa y es preciso conservarlo y considerarlo
firmemente en la desemejanza”.[26]  A saber, el
problema de un concepto que se eleva como no
semejante a los demás acontecimientos violentos, que
evita comprenderlo en su totalidad, es el reciclaje de un
término que amenaza con el olvido, porque en la
pronunciación de Shoah surge una irrepresentabilidad
inefable, que nos traslada y nos acerca al olvido del
exterminio acontecido. Lo mismo sucede con llamar a
esa violencia intencionada con la significación de
holocausto que refiere al sacrificio religioso entre los
judíos donde se quemaba la víctima completamente,
para fines de este ritual.[27]  Sin embargo, Nancy
aborda lo siguiente:

No quiero oír hablar de Shoah, pero tampoco quiero


escuchar el silencio envolvién­dola. Cuando no se habla
de ella, resuena, angustiante, el silencio. Es preciso
escuchar la repetición, la machaconería, la discusión
sobre lo presentable y lo impresentable, […] sobre la
fricción y su carácter inaceptable, y también, todos los
debates sobre las asimilaciones fundadas o dudosas,
cuando se habla de nuevo holocausto aquí, de nuevo
hitlerismo allá, y genocidio un poco en todas partes. Es
preciso escuchar, justamente, toda esta aglomeración,
este atascamiento y casi esta asfixia de nuestros
discursos por una presencia obsesionante, proliferante,
totalitaria, podríamos decir. Porque esta presencia es,
por cierto, la sombra espesa que se extiende sobre
nosotros a partir de un acontecimiento cuyo motivo
singular radica en haber sido total, haber puesto en
juego la totalidad de la humanidad como tal,
integralmente.[28]

Y en eso consisten, finalmente, los nombres que tratan


de signar a una esencia que escapa, el no poder
representar el exterminio realizado por los nazis, y
convertirlo en cosa, en Shoah, nos perturba
comprender que las cosas también resisten al tiempo,
“[…] pero no como un pasado presentificado en el
recuerdo: como el presente que va”,[29] como tal, toda
la humanidad se expone infame para Nancy, infame
quiere decir “desacreditada, indignada de estima,
innoble, carente de reputación y dignidad. Infame: lo
que no puede decirse, proclamarse, celebrarse”.[30]
Porque nosotros nos evidenciamos tan frágiles como
una voz, un soplo que es imposible de pronunciar, un
soplo entrecortado, esto nos demuestra una miseria en
nuestro parapeto continuo de discursos acumulados
sobre la comunidad que niega, en ocasiones y
reivindica su pasado, por ende, es lo que se instala:
 

[…] en el desprecio de la fragilidad del ser y la


discreción del lenguaje. Esta situación indica que nos
queda la fragilidad y una palabra entrecortada. Todos
nos hemos convertido en Menschen, hombres que no
pueden proclamarse y a quienes, por el contrario, se
llama uno por uno indiferentemente.[31]

Aquí, en las experiencias sobre el exterminio es donde


hay una crisis sobre la representación, para Nancy la
conceptualización y el intento de representación de un
acontecimiento como lo que trata de hacer la Shoah es
imposible porque “reduce la realidad del exterminio a
un bloque macizo de presencia significante (a un
ídolo), como si aún hubiera allí una realidad sensible,
forma o figura que remita a una forma inteligible, como
si tuviera que haberla”.[32] Esta crítica de Nancy no
solo apunta al ejercicio conceptual, también a toda una
producción cultural como la serie televisiva
norteamericana Holocausto de Gerald Green de 1978.
Además de toda otra sarta de producciones gore sobre
el extermino o prácticas eliminacionistas
contemporáneas,[33] estos a veces con el impuso de
conmemorar, donde se limitan a ser señalamientos y
pese a ello no hacen señalizaciones estrictas, sino que
desdibujan en la brutalidad, lo que para Nancy es
imposible de representar.

Dentro de ese marco, existe una cuestión propia de la


imposibilidad de representación de la Shoah, para
Nancy:

[…] o bien no la hay sino a través de un pathos


compresible, pero sin rigor— tiene que obedecer a la
condición misma que la Shoah impone a la
representación, lo cual equivale a decir también: debe
tratarse de lo que este acontecimiento representa en el
(o del) destino occidental. [… ] Shoah es también una
crisis última de la representación (al enunciarlo no hay
ninguna abstracción, ninguna fría conversión en el
concepto).[34]

A través de lo cual por representación no se entiende


como repetición, no es la repetición del re- del término,
sino como intensivo, que se retoma el término desde el
prefijo re- de las lenguas latinas que refieren en lugar
de repetición a intensivo o frecuentativo, de ahí que
repraesentatio es una presentación recalcada destinada
a una mirada determinada, quiere decir exponer con
insistencia. Esto sirvió para traducir a las lenguas
latinas del griego hypotyposis que designa, esbozo,
esquema, es la presentación de los rasgos de una figura,
sin idea de repetición, por ello llevado a la filosofía por
Nancy, la representación significa: “[…] la
constitución del objeto en tanto que tal […], la
representación es una presencia presentada expuesta o
exhibida”.[35]

Con este esfuerzo conceptual, la Shoah no es


representación del exterminio, porque la representación
“saca la presencia de la inmediatez, en cuanto la hace
valer como tal o cual presencia”,[36] porque declara
impotencia para representar. Muestra una flaqueza en la
compresión que todo concepto quiere representar
cuando del exterminio o del exterminado se trata. De
este modo cuando la Shoah nos muestra que:

[…] el exterminado es aquel que antes de morir, y para


morir de conformidad con la representación del
exterminador, ha sido vaciado de la posibilidad
representativa, es decir, en definitiva, de la posibilidad
de sentido, y se convierte así, aún más que en un objeto
(que hubiera dejado por completo de ser un hombre,
fuera un objeto para un sujeto), en otra presencia,
amurallada en sí frente a la de su verdugo.[37]

Todo intento de representar a la violencia es imposible,


en el caso del exterminio, la Shoah impide mirar que
aquello que se enfrenta como verdugo y exterminado
es un enfrentamiento entre dos seres-en-común, así,
aunque las existencias son acontecimiento y no
representación, lo son en la inmediatez del ser-puesto-
ahí, violentado y aniquilado.

Comunidad enfrentada

El exterminio nazi con aproximadamente once


millones de muertes, son once millones de asesinados
en nombre de un discurso.[38] Un exterminio que
buscó el origen de la comunidad en la sangre de los
hombres, mujeres, niños y ancianos, es de esos tipos de
acontecimientos que obligan en Nancy una reflexión
sobre el enfrentamiento de los seres-en-común. Una
explicación de aquello que no se trata de una guerra de
civilizaciones, sino de una desgarradura interna de la
civilización única que civiliza y barbariza el mundo
con el mismo movimiento, impulsada por una única
destinación del mundo y que se metamorfosea como
globalización. Esto para Nancy, ya tocó la extremidad
de su propia lógica y se cae en complicidad si no se
piensa o toma en consideración los acontecimientos de
la violencia alrededor del mundo.

Así, atendiendo a estas consideraciones Nancy afirma:

Con eso es con lo que hay que trabajar: con la


comunidad enfrentada a sí misma, con nosotros
enfrentados a nosotros, con el con que se enfrenta al
con. Un enfrentamiento que sin duda pertenece
esencialmente a la comunidad: se trata a la vez de una
confrontación y de una oposición, de un adelantarse a
sí mismo para desafiarse y ponerse a prueba, para
dividirse en su ser con una separación que es también
la condición de este ser.[39]

Sin duda, el enfrentamiento es un movimiento de


separación radical, nosotros enfrentándonos a nosotros:
ahí en la separación se radicaliza aún más, la figura de
un individuo que no resiste la carga del con, del ser-
con, involucrado en un enfrentamiento que intenta
homogeneizar a todos mediante el pensamiento de lo
Uno, en este caso Nancy afirma en las primeras líneas
de La comunidad enfrentada:

Lo que nos está ocurriendo es una extenuación del


pensamiento de lo Uno y de una destinación única del
mundo, cosa que se agota en una única ausencia de
destinación, en una expansión ilimitada de la
equivalencia general o bien, inversamente, en los
sobresaltos violentos que reafirman la omnipotencia y
omnipresencia de un Uno que se ha vuelto —o que ha
vuelto a ser— su propia monstruosidad.[40]

A este respecto, el hilo conductor de la comunidad


enfrentada es la confrontación de los seres en común,
del ser-con, de la co-existencia envueltos en la
monstruosidad de lo Uno. Atendiendo a estas
consideraciones en el diálogo que sostiene Nancy con
Maurice Blanchot en la década de 1980, se hace
explícita una búsqueda incesante por una
representación, que tiene como principio el
pensamiento de lo Uno, porque esta tendencia hacia lo
Uno dislocada a los hombres, es decir, la comunidad no
teje el vínculo de una vida superior inmortal o
transmortal, entre sujetos, miembro, “remite a una
unidad suficiente (el individuo) que se asociaría según
un contrato, o bien por la necesidad de sus menesteres,
o más aún por el reconocimiento de un parentesco de
sangre o de raza, incluso de etnia. […] encaminada a la
muerte de los llamados tal vez sin razón miembros”.
[41] En efecto, estos miembros son aquellos que se
enfrentan unos con otros (son la comunidad
enfrentada) en los lugares más recónditos a la vez tan
expuestos por este planeta global.

En todo caso:

[…] de uno y otro lado de la apertura del mundo que se


produce con el nombre de “globalización”, lo que se
separa y se enfrenta a sí misma es la comunidad.
Otrora las comunidades pudieron pensarse distintas y
autónomas sin buscar su absorción en una humanidad
genérica. Pero cuando el mundo termina por hacerse
mundial y cuando el hombre termina por hacerse
humano (es en ese sentido, también, que se vuelve “el
último hombre”), cuando “la” comunidad se pone a
farfullar una extraña unicidad (como si solo pudiera
haber una y como si debiera haber una esencia única de
lo común), entonces “la” comunidad comprende que es
ella la que está abierta — apertura vacante, abierta
sobre su unidad y sobre sus esencias ausentes— y es
ella la que enfrenta, en ella, esta fractura.[42]

Nancy, quien recorrió todo este contexto marcado de


eventos violentos y producción de muerte masiva,
permite dar lectura a la pregunta por la comunidad
desde tópicos que pueden ser entendidos como un
problema que se plantea dentro de la filosofía desde la
Antigüedad hasta nuestros días y es el testimonio que
tenemos como humanidad de la disolución, dislocación
o enfrentamiento de los unos-con-los-otros en
comunidad. Para Jean-Luc Nancy el mayor problema
que se presenta en la filosofía a finales del siglo xx es
el problema de la comunidad y su enfrentamiento esta
escena donde la filosofía tiene un interés profundo
cuando se trata de poner en entre dicho la base de un
sujeto del pensamiento moderno, de un ser
ensimismado en conocer el origen de su propia
existencia, que tiene como primer plano aludir a la
subjetividad y a la individua­lidad donde hay una
distancia inquebrantable entre individuos
ensimismados en su subjetividad, que aparecen como
individuos encerrados sobre sí mismos en nuestras
sociedades contemporáneas.[43]
 

Lo que Nancy define y piensa es el ser-en-común, el


ser-con, que aparece en su enfrentamiento en común,
es decir, ¿Qué pasa cuando las comunidades no tienen
un arraigo de sangre y tierra, donde aparecen
multitudes de la nada y donde solo comparten la
simultaneidad? Aquí no bastan las formas de
producción, las guerras o la escenificación política o el
resguardo de la comunidad para proteger a la vida
supuestamente común. De hecho, lo que erige el
sentido de muchas sociedades hoy en día, es la
multiplicidad de violencias, así como los millones de
muertes producidas por esas violencias y por los
conflictos incesantes[44] que demuestran su
detrimento. Estos conflictos ponen en crisis nuestras
preconcepciones sobre lo humano y los saberes de la
comunidad, que se han moldeado a lo largo de la
historia.

Sin embargo, cabe preguntarse ¿qué puede ser


modelado por lo humano? La respuesta es la
naturaleza, la sociedad humana, la humanidad. Para
Nancy el problema radica en la caída de un
inmanentismo totalitario, porque esta base impulsa a
diversas promesas comunitarias o reclamos de
identidad territorial que terminan por ser partícipe de
violencias y sufrimientos. De esta forma, cuando el ser
humano aparece como un ser que produce, como
aquella entidad que puede moldear todo, nos deja
entrever que tanto lo económico, lo tecnológico y la
fusión política, para Nancy son  bases que alientan la
existencia de un totalitarismo “[…] y que tal vez sería
mejor denominar inmanentismo, si no es necesario
reservar esta designación a ciertos tipos de regímenes,
en vez de ver en ella, por una vez, el horizonte general
de nuestro tiempo que engloba también las
democracias y sus frágiles parapetos jurídicos”.[45]

En la obra de Jean-Luc Nancy la exigencia es


replantear la pregunta por la existencia compartida para
mirar posibles re-construcciones de un proyecto sobre
una nueva comunidad, teniendo siempre en cuenta que
el pensamiento es relación con el mundo y el mundo
implica una vida con los otros. ­Entonces pensar el
enfrentamiento de comunidad contra comunidad,
extranjera contra extranjera y familiar contra familiar,
de producción de muerte y enfrentamiento fratricida,
[46] es pensar que este enfrentamiento de los seres-en-
común al “comprenderse a sí mismo, comprende que la
destrucción mutua destruye incluso la propia
posibilidad del enfrentamien­to, y con él la posibilidad
del estar-en-común o del coestar”.[47]
 

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14. Nancy, J.-L., La comunidad desobrada, Madrid,
Arena, 2001.
15. Nancy, J.-L., La creación del mundo o la
mundialización, Paidós, Barcelona, 2003.
16. Nancy, J.-L., La representación prohibida. Seguido
de La Shoah, un soplo, Amorrortu, Buenos Aires,
2007.
17. Nancy, Jean-Luc, Ser singular plural, Arena,
Madrid, 2006.
18. Pál, Peter, Filosofía de la deserción: nihilismo,
locura y comunidad, Tinta Limón, Buenos Aires, 2009.
19. Reinhart Koselleck, Los estratos del tiempo:
estudio sobre historia, Paidós, Barcelona, 2001.
20. Rousseau, J.J., El contrato social, Alba, Madrid,
1985.
21. Stephenson, Brady, “The sacrifices”, en The Psalm
119 Foundation, 2016, disponible en:
https://www.psalm11918.org/Articles/What-Scripture-
Says-About/The-Sacrifices/All-Pages.html Consultado
martes 9 de noviembre 2004
22. UNODC, Estudio mundial sobre el homicidio,
Viena, 2019.

Notas

[1] Véase en E. Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo


XXI, ed. cit., pp. 23 y 29-30. En el presente, en los
últimos 15 años las formas de morir en el mundo han
cambiado: el Estudio mundial sobre el homicidio de
2019, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en
inglés), afirma que 464 mil personas en todo el mundo
fueron víctimas de homicidio en el año 2017.

[2] Idem.

[3] Jean-Luc Nancy, La comunidad desobrada, ed. cit.,


p. 29.
[4] Peter Pál, Filosofía de la deserción: nihilismo,
locura y comunidad, ed. cit., p. 21 y ss.

[5] J.-L. Nancy, La comunidad desobrada, ed. cit., pp.


29-35; Roberto Esposito, Communitas: Origen y
destino de la comunidad, ed. cit.; Maurice Blanchot, La
comunidad inconfesable, ed. cit.; Giorgio Agamben, La
comunidad que viene, ed. cit.

[6] J.-L. Nancy, La comunidad enfrentada, ed. cit. La


publicación en francés es de 2002 por la editorial
Galilée, París.

[7] Véase J.-L. Nancy, La representación prohibida.


Seguido de La Shoah, un soplo, ed. cit. La publicación
en francés en 2002-2005 por editorial Galilée, Paris.

[8] Cf. E. Anstett y Jean-Marc Dreyfus (eds.), Human


Remains and Mass Violence: Mass Violence, Genocide
and the Forensic Turn, ed. cit, pp. 4 y ss.

[9] J.-L. Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 194.

[10] Cf. Zygmunt Bauman, Daños colaterales.


Desigualdades sociales en la era global, ed. cit.

[11] Véase Jacques Derrida, Le Monde, entrevista,


martes 12 de octubre 2004, ed. cit.

[12] “La ciudad no es en principio la «comunidad»,


como tampoco es en principio «el espacio público»: es
al menos tanto como la revelación del ser-en-común
como disposición (dispersión y disparidad) de la
comunidad representada como disuelta en interioridad
o en transcendencia. Es la «comunidad» sin origen
común”. J.-L. Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p.
39.
[13] Cf. Reinhart Koselleck, Los estratos del tiempo:
estudio sobre historia, ed. cit., p. 93 y ss.

[14] Marie-José Mondzain, ¿Pueden matar las


imágenes? El imperio de lo visible y la educación de la
mirada después del 11-S, ed. cit., p. 15 y ss.

[15] J.-L. Nancy, Ser singular plural, ed. cit., p. 168.

[16] E. Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo XXI, ed.


cit., pp. 23 y 29-30.

[17] Véase Rousseau, El contrato social. ed. cit.

[18] J.-L. Nancy, “Cuando el sentido deja de hacer


mundo…”, ed. cit., s/p.

[19] Idem.

[20] J.-L. Nancy, La comunidad desobrada, ed. cit., p.


29.
[21] Ibidem., p. 30.

[22] Cf. E. Hobsbawm, Guerra y paz en el siglo XXI,


ed. cit., pp. 23 y 29-30.

[23] Véase J.-L. Nancy, La creación de mundo o la


mundialización, ed. cit., p. 17 y ss.

[24] Marie-José Mondzain, ¿Pueden matar las


imágenes? El imperio de lo visible y la educación de la
mirada después del 11-S, ed. cit., p. 15 y ss.

[25] El término holocausto proviene del griego antiguo


y significa «quemarlo todo» véase en. J.-L. Nancy, La
representación prohibida, ed. cit., p. 9.

[26] Ibidem., p. 10.

[27] Idem. Véase también Brady Stephenson, “The


sacrifices”, ed. cit.

[28] J.-L. Nancy, La representación prohibida, ed. cit.,


pp. 75-76.

[29] Ibidem., p. 77.

[30] Idem.

[31] Ibidem., p. 79.

[32] J.-L. Nancy, La representación prohibida, ed. cit.,


p. 31.
[33] Idem.

[34] Ibidem., pp. 33-34.

[35] Ibidem., p. 37.

[36] Idem.

[37] Ibidem., p. 59.

[38] A. Aguirre, Nuestro espacio doliente, ed. cit., p.


39 y ss.

[39] J.-L. Nancy, La comunidad enfrentada, ed. cit.,


pp. 33-34, (el subrayado es nuestro).

[40] Ibidem., pp. 9-10.

[41] M. Blanchot, La comunidad inconfesable, ed. cit.,


p. 28.
[42] J.-L. Nancy, La comunidad enfrentada, ed. cit., p.
13.
[43] Véase Felix Guattari y Suely Rolnik,
Micropolítica. Cartografías del deseo, Madrid, ed. cit.,
p. 11 y ss.

[44] Sobre los conflictos violentos en el mundo actual


véase el Conflict Barometer I Heidelberg, ed. cit., p. 4.

[45] J.-L. Nancy, La comunidad desobrada, Op. cit., p.


16.
[46] Idem.

[47] Ibidem., pp. 13-14.

comunidad, irrepresentabilidad, Jean-Luc Nancy,


muerte violenta, producción, Shoah

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