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Entre los siglos XVI a.C. y XII d.C. floreció a orillas del lago Titicaca la más
longeva de las civilizaciones andinas, la tiahuanaco. Desapareció de forma
repentina y misteriosa, pero parte de su cultura fue heredada por otros
pueblos como los incas.
Mucho antes de que el imperio Incaico dominara los Andes, en la cuenca del lago
Titicaca nació una cultura que durante siglos fue una de las más importantes de
Sudamérica. Se la conoce como tiahuanaco por el nombre de su capital,
Tiwanaku, situada en la orilla sur del lago Titicaca. Nacida como una pequeña
comunidad agrícola, se convirtió en un imperio que, cosa rara, no se expandió
mediante las armas.
El comercio permitió a la cultura tiahuanaco expandirse por gran parte del altiplano
andino, en la frontera entre las actuales Bolivia, Perú y Chile, y consolidar una
posición dominante respecto a los otros pueblos que lo habitaban. A medida que la
influencia de Tiwanaku crecía se fundaron nuevas ciudades bajo su paraguas
comercial y político; las élites de la capital, mediante el control de los canales
de irrigación y del comercio, mantenían su dominio sobre las demás
poblaciones, que funcionaban como centros de producción según el modelo de la
ciudad madre.
Más que un dominio directo sería correcto hablar de un primato cultural, ya que
Tiwanaku conservó su posición no gracias a las armas sino a su prestigio religioso.
Tal fue su influencia que algunas de sus prácticas, como las ofrendas
submarinas o el culto al dios Wiracocha, serían adoptadas siglos después por
los incas. La faceta religiosa es también el legado más visible de la cultura
tiahuanaco, ya que los únicos edificios que permanecen en pie en las ruinas de la
capital son los ceremoniales, entre los que destacan la Puerta del Sol, la pirámide
de Akapana o el complejo de Puma Punku.
A partir del siglo X, esa potencia que había sido la más influyente del altiplano entró
rápidamente en decadencia y desapareció en pocas décadas. La capital -que,
considerando su extensión, podría haber superado los 20.000 habitantes en su
época de esplendor-, fue abandonada a finales del siglo XI, al mismo tiempo que
otros asentamientos que habían crecido bajo su paraguas empezaron a
desarrollarse de forma autónoma.
Las causas de esa rápida decadencia se atribuyeron inicialmente a cambios
climáticos. Tiwanaku era muy dependiente del lago Titicaca, por lo que un cambio
en los patrones de lluvia o inundación, o en la salinidad del suelo, la habrían
afectado gravemente. Sin embargo, posteriores investigaciones concluyeron que si
bien esos cambios se produjeron, fueron posteriores al abandono de la ciudad.
También se barajó la posibilidad de una invasión por parte de otros pueblos, ya
que más o menos en la misma época cayó también el imperio Huari, pero esa
teoría no explicaba por qué solo la capital habría sufrido las consecuencias.
Tiwanaku sufrió una rápida decadencia entre los siglos X y XI, por
causas que aún son objeto de debate.