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La decisión del cambio.

El hombre ha sido por mucho tiempo el tema principal en el pensamiento filosófico,


y en Nietzsche no fue la excepción. Mucho se ha hablado sobre el hombre y su
papel dentro del universo, su relación con Dios y la trascendencia que éste tiene
en la historia, pero nadie ha dejado una guía para la superación del hombre mismo
como Nietzsche lo hizo en Así hablaba Zaratustra. Cuando hablamos de la
superación de sí mismo es inevitable pensar lo difícil que puede ser dar ese paso,
sin embargo, todos tenemos esta posibilidad del cambio en uno mismo como lo
veremos en las siguientes líneas.
“Dios ha muerto”1, sin duda una de las frases más controversiales en la
obra de Nietzsche, Dios ha muerto, si, en efecto ha muerto y junto con él todos
esos valores de la antigüedad, ese Dios salvador omnipresente que te dará
señales preciosas, aquel que te harán reaccionar y querer actuar, ese Dios está
completamente muerto. El matar a Dios de esta forma es completamente
aberrante, sin embargo, se ha vuelto necesario para esta sociedad llena de
“últimos hombres”.
El hecho de decidir qué Dios ha muerto, es sin duda una enorme bocanada
de aíre fresco, pues, este hecho es la primera oportunidad para cambiar la esencia
habitual del hombre. Vivimos en una época donde el ser humano se ha convertido
en la peor versión de sí mismo, en palabras de Nietzsche se ha convertido en el
“último hombre”. A lo que Nietzsche se refiere con este concepto; es la idea un
sujeto incapaz de generar su propio sistema de valores y de tener voluntad de
poder. Estos últimos hombres se han vuelto esclavos de si, pues, se encuentran
resignados e inmersos en lo más profundo del conformismo, por lo cual, carecen
de total sentido de la vida. Sin embargo, cada uno de estos últimos hombres tiene
la posibilidad del cambio y la capacidad de lograr atravesar este largo puente que
los separa entre la peor y mejor versión de sí mismo.

1
Friedrich Nietzsche, “Prologo” a Así hablaba Zaratustra, Buenos Aíres, Argentina, Ediciones LEA S.A., 2012.
Esta decisión al cambió hacia la superación de si mismo será el camino en
torno al tan anhelado “Superhombre”. El superhombre es este individuo que solo
cree en lo real, es consciente de si mismo, de sus pasiones y de sus sentimientos,
su voluntad de poder le permite dominarse a sí mismo, permitiéndose seguir
avanzando y superándose continuamente. Para Nietzsche el hombre es este
camino entre el ultimo hombre y el superhombre, y su grandeza no radica
precisamente en alcanzar el esplendor siendo el superhombre, sino que en ser el
puente y el camino hacia este. La decisión de recorrer este camino e iniciar el
cambio debe ser llevada a cabo por el individuo mismo, es decir, es una elevación
propia del espíritu.
Durante este camino hacia el cambio, el hombre debe atravesar por el
ocaso, es decir, el hombre debe enfrentarse a las peores cosas para así sanarlas
y llegar a la meta. Para atravesar el ocaso el hombre debe pasar por lo que
Nietzsche llama las tres transformaciones. En primera instancia el hombre pasa
por la etapa del camello, éste representa la pesada carga que el hombre debe
asumir y aceptar, solo mediante el sufrimiento de esta carga del deber, el hombre
obtendrá la fuerza necesaria para alcanzar el siguiente nivel de transformación
espiritual: la del león. En este nivel de transformación el espíritu toma fuerza y se
enfrenta a la pesadez y se libera, con ello, el espíritu se guía por el querer, ya no
por el deber. Finalmente encontramos con la última transformación: el niño. En
esta etapa no bastó con alcanzar la liberación, se debe regresar a un comienzo;
en este nivel se adquiere la inocencia y el olvido, para así llegar a un nuevo punto
de partida y crear nuevos valores. Junto con el ocaso y cada una de estas
transformaciones, el hombre permitirá que el cambio se efectué y no solo quede
en una posibilidad.
Sin duda alguna el hombre es un ser cambiante que cuenta con todas las
posibilidades para decidir efectuar el cambio de si mismo, no obstante, la sociedad
se ha convertido en una red de conformismo y hundimiento dominada por el último
hombre, pero, a pesar de ello el asesinato de la figura de Dios y de todos esos
viejos valores, le han dado al hombre la pauta para dejar de ser un ser colectivo
bajo los ordenes divinos y convertirse en un ser único y llegar a la mejor versión
de si, siendo él el único decidir ser su propio superhombre.

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