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ANEXO 6.

La Pascualita
En la ciudad de Chihuahua, México existe un maniquí que no es como los otros, es un
maniquí que dicen es un cadáver embalsamado. El cadáver de una mujer bellísima, que
según cuentan, murió ante el altar el mismo día de su boda.

Por lo visto, la Pascualita (el nombre que recibe la maniquí) fue la hija de la tendera.
Toda la vida la pasó en la tienda y sirvió a su madre como modelo de todos los trajes de
boda que confeccionaba. Estos trajes adquirieron la fama que aquella mujer que se
casara con uno de los trajes probados por la Pascualita sería una mujer feliz.

Pero el destino cruel pasó factura a tanto glamour, a tanta fama y a tanta belleza. El
mismo día de su boda, la Pascualita murió a causa de la picadura de un animal venenoso
que se encontraba enredado en el velo de su vestido: al ponérselo murió.

Tan bella era que la madre (la dueña de la tienda) mandó a embalsamarla para que su
belleza le hiciera inmortal y la vistió con el vestido nupcial.

Se dice que, por la noche, mientras la tienda permanece cerrada, la Pascualita se mueve,
cambia de posición y sale a la calle. Y que, además, cuando pasas a su lado, te sigue
con la mirada.

No dejan que nadie la toque. Sí es cierto que más que un maniquí de plástico es una
mujer de carne y hueso (Saulcs, 2012).

Figura 1. Pascualita. Javheli. (s/f).


ANEXO 6.2

La confesión de una muerta


Esto es una historia real que le sucedió a un sacerdote de la Ciudad de México, de
apellido Aparicio. Se cuenta que había sido invitado a cenar a la casa de una noble
familia, cuando fue interrumpido por unas personas que tocaban a la puerta. Los criados
le avisaron al padre que lo buscaban dos personas humildes que aparentemente estaban
algo pasados de copas. El padre salió a ver quién le llamaba y los dos desconocidos le
pidieron que los acompañara indicándole que había una moribunda que necesitaba de
sus servicios en un lugar cercano. El padre se disculpó con el dueño de la casa diciéndole
que acudiría a ese llamado y que regresaría pronto.

Una de estas personas le mostró el camino. Al final de un estrecho callejón por donde
caminaban encontraron un auto y un conductor que le dijo que lo llevaría con la persona
de la que se hablaba. Ayudaron al padre a subir y el conductor comenzó a transportarlo
hacia su destino. Dejaron atrás las calles del centro y poco a poco el padre comenzó a
distinguir que se acercaban a los límites de la región. Llegaron a una casa con aspecto
descuidado y ruinoso. Las ventanas estaban cerradas con tablones y la puerta carecía
de cerradura, por lo que rechinó sonoramente cuando una anciana salió a recibir al
padre.

El padre se sorprendió un poco ante la apariencia de la casa, pero se presentó con la


vieja, que lo invitó a pasar. La casa estaba casi vacía, sin muebles, solo había una mesa
donde había un candelabro que le daba luz al lugar. Debido a su voz y a que la mujer ya
carecía de la mayor parte de sus dientes, el padre apenas pudo entender que la anciana
le dijo que en el piso superior estaba la moribunda. Después de subir por la casi destruida
escalera, el padre se encontró con que el piso superior estaba en el mismo estado que
el piso inferior. Al fondo, la débil luz de una vela alumbraba una alfombra tejida sobre la
cual estaba una mujer joven, cubierta con un vestido largo de terciopelo.

La enferma, sudaba por la alta fiebre y decía cosas incoherentes, siendo el delirio una
clara señal de su delicado estado. El padre se acercó lentamente hacia la mujer, limpió
su frente con su pañuelo, se sentó en un banquito y después de escuchar atentamente
la confesión, absolvió los pecados de la moribunda, dándole su bendición, y apretando
su mano, que poco a poco, fue perdiendo la fuerza. El pecho de la enferma comenzó a
dejar de expandirse y su respiración fue disminuyendo, convirtiéndose en un débil
suspiro hasta que finalmente no se podía escuchar su respiración.
ANEXO 6.2

Figura 2. Cadáver. Pánico, J. (2018).

El padre se levantó del banco y salió de la habitación con el fin de encontrar a la anciana
que lo había recibido, sin embargo, no la encontró en el piso superior. Bajó las escaleras
buscándola. En ese instante la planta superior de la casa se desplomó dejando al padre
sin acceso a esta. Asustado, el padre salió de la casa. No había señales del auto que lo
había llevado, ni del conductor. El padre se alejó caminando y luego corriendo espantado
por el extraño acontecimiento, regresó a pie de nuevo hasta el centro, pálido y
sobresaltado.

Llegó a la casa donde un rato antes había estado de invitado y contó con detalle lo que
le había pasado. El dueño de la casa ordenó a sus criados atender al padre y luego les
indicó que prepararan un auto para ir con él a la casa antes mencionada para esclarecer
lo que había pasado. Los criados prepararon el auto del señor y, escoltados por dos
criados que iban armados, fueron en la dirección que les dijo el padre. Llegaron al lugar
que el padre les indicó y grande fue su sorpresa al encontrar la casa en el descuidado
estado que les había comentado el padre, sin embargo, la puerta estaba atrancada y
cerrada con clavos ya oxidados. Tras derribar la puerta, los hombres entraron, y el padre
reconoció la casa como la misma en donde había recibido la confesión de la moribunda,
sin embargo, todos coincidían en que la casa tenía el aspecto de estar abandonada hacía
años.

Después de unos momentos, el padre se asomó por una ventana donde alcanzo a
distinguir algo. En donde había estado un jardín junto a un árbol, estaba su pañuelo muy
bien doblado justo delante de lo que quedaba de una lápida casi deshecha. Los criados
se apresuraron a escarbar en la tierra, y encontraron un ataúd de madera, que contenía
los restos de una mujer vestida con terciopelo, como la que había visto el Padre Aparicio
(Zamiplay, 2015).
ANEXO 6.2

Los Aluxes
En las noches cuando los hombres se entregan al sueño hay criaturas que salen al
mundo. Los Aluxes brotan a la luz de la luna. Pocas personas los ven, porque son ágiles,
ligeros y traviesos. Su vida es un continuo jugar. Les gusta chapotear en las aguas,
siempre están sonrientes y con ganas de desconcertar a los humanos. Por las noches,
cuando todos duermen, ellos dejan sus escondites y recorren los campos; son seres de
estatura baja, muy niños, pequeños, pequeñitos, que suben, bajan, tiran piedras, hacen
maldades, se roban el fuego y molestan con sus pisadas y juegos. Cuando el humano
despierta y trata de salir, ellos se alejan. Pero cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le
forman rueda y bailan alrededor; un pequeño ruido les hace huir y esconderse, para salir
luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien.

Figura 3. Ilustración de los aluxes. Coco beach tours. (2017).

Los Aluxes del Maya ALUX son Duendes traviesos que deambulan por milpas y montes
después de la puesta del sol. Calzan alpargatas y portan sombrero, presentando los
rasgos de un niño indígena de tres a cuatro años. Viven en las cuevas y grutas con sus
perritos de barro, a veces se les oye tocar sus instrumentos que son algo así como
trompetas, también de barro. Generalmente son inofensivos, pero si llegan a molestarse
con algún ser humano pueden enviarle un aire enfermante que produce escalofríos y
calentura, estos duendes diminutos y traviesos provocan tolvaneras, remolinos, gritos
raros y otros fenómenos, cuando se enojan al escuchar blasfemias y groserías
provenientes de la gente que deambula en sus cercanías. Si de casualidad topan con
gente empiezan a molestar con travesuras, tiran piedras y esconden pequeños objetos.
Con sus risas descontrolan la serenidad y si se asustan, son capaces de armar una
algarabía mayúscula.
ANEXO 6.2

En esos momentos hay que permanecer tranquilos a sabiendas de quién se trata. Hay
que tener paciencia y tratarlos con bondad. Se dice que fueron creados por los
campesinos a través de un rito especial, para que cuiden sus cultivos. Pero si alguien
piensa que se trata de animales o de malos espíritus y trata de ahuyentarlos se vengarán
y harán que la quietud de las noches se pierda para siempre.

Desde tiempos inmemoriales han convivido hombres y Aluxes. Como no los vemos en el
día no hay una idea clara de cómo deben ser tratados. La tradición nos lo dice: hay que
regalarles comida y cigarrillos, o poner fuego, después de sus juegos en el agua tiritan
de frío. Colocar una jicarita con miel o pozol. Son golosinas que los pierden. Redituarán
al ser que los atiende con cuidados hacia él, su familia y sus campos (Nomad Republic,
2016).
ANEXO 6.2

La mujer que bailó con el demonio


Esta leyenda parece ser muy popular, pues se cuenta de un suceso similar en muchas
regiones de la república. Fue en aquellas épocas de los salones de baile, cuando bellas
muchachas se reunían para asistir en grupo a escuchar música en vivo y, por supuesto,
sacudirse el polvo. En esa ocasión María había sido convencida por sus amigas de
acompañarlas al evento, pero al llegar, inventaba cualquier pretexto para evitar subir a
la pista con algún extraño.

De pronto, entre la multitud, resaltaba un hombre muy elegante de traje oscuro y fina
ropa, se notaba entre los demás por sus accesorios de oro, que seguramente era algún
tipo adinerado en busca de pareja.

Pasada la media noche, un desgarrador grito hizo callar hasta la orquesta, una muchacha
muerta de espanto señalaba insistente hacia los pies del joven que bailaba con María,
cuando los demás volteaban a ver, salían corriendo despavoridos, todo era tan rápido
que aún María no se había dado cuenta que el joven con el que bailaba tenía pezuñas
en lugar de pies. Éste la besó tiernamente y desapareció entre un denso humo con un
fuerte olor a azufre. La mujer fue encontrada casi inconsciente con los brazos, espalda y
cara desgarrada.

Desde entonces fue conocida como la mujer que bailó con el demonio. Y quedaron en
su cuerpo marcas, para siempre recordarlo. El lugar se cerró al público y por mucho
tiempo quienes veían las ruinas compartían el hecho ahí acontecido (Salazar, 2013).

Figura 4. Ilustración de la mujer que bailó con el diablo. El pensante. (2015).


ANEXO 6.2

El tesoro de Exquitlán
Vivió hace algunos años en Tulancingo, Hidalgo, el hacendado Don Pánfilo García quien
poseía una inmensa fortuna, gracias a un pacto con el demonio. El hombre maltrataba a
sus trabajadores, pues cualquier falta cometida por estos, los hacía terminar con los
puercos hambrientos para ser devorados, como castigo. Tenía también un cuarto
destinado específicamente, para el castigo de los peones.

Cuando su hija le confesó que estaba enamorada de un peón y pensaba casarse con él,
Don Pánfilo lo torturó y después lo hizo pedazos para dárselo a los puercos, todo esto
ante los ojos de su hija, que no pudo soportar tal crueldad y se suicidó poco tiempo
después en el encierro impuesto por su propio padre.

Pánfilo enfermó al verse sin su hija, ya que era lo más que amaba en el mundo. Murió
poco tiempo después, dejando una enorme fortuna.

El día del velorio cayó una tremenda tormenta, el cortejo viajó asustado hasta el
cementerio porque la caja rechinaba. Se dice que hasta la misma tierra lo repudió, porque
cuando lo enterraban, el féretro era expulsado a la superficie, sin importar cuantas veces
lo intentaran.

Entonces sus más fieles peones, llevaron el cadáver a las montañas, cargando también
toda su fortuna. De la caja no dejaron de salir lamentos, los burros cargados de oro fueron
tragados por la tierra, y los peones condenados a vigilar el cuerpo de su amo. Aún
después de su muerte, quedaron plasmados en piedra en una zona que se encuentra al
oriente de Tulancingo, a un lado del cerro El Yolo.

Se dice que parte de su fortuna está enterrada en el jardín de la hacienda Exquitlán. Para
llegar al tesoro, en las noches de luna llena al dar las doce, se debe cavar donde indica
la sombra de la cruz de la capilla. Que está custodiada por seres malignos, pues es un
centro de adoración del demonio, los angelitos llevan tridentes y la Virgen reza con la
mirada hacia abajo (Salazar, 2013).
ANEXO 6.2

La Llorona
La Llorona es un ser espectral, que vaga por los caminos de todo el país azteca, llorando
y gimiendo o anunciando infortunios. Su leyenda tiene inimaginables versiones.

El antecedente más conocido de la leyenda de la llorona tiene sus raíces en la mitología


azteca. Cuentan que una figura femenina vestida de blanco comenzó a aparecer
regularmente sobre las aguas del lago de Texcoco y a vagar por las colinas gimiendo y
lamentándose:

—¡Mis muy queridos hijos, ya llega nuestra partida, ya estamos a punto de perdernos!
¡Oh, hijos míos!, ¿a dónde os llevaré?

Los habitantes de Tenochtitlán creían en las Cihuateteo, que eran los espíritus de las
mujeres muertas durante el parto y a quienes se les honraba por haber perdido tal batalla;
estos espíritus se encontraban llorando por sus hijos en los cruces de los caminos. Las
Cihuateteo están relacionadas con la diosa Cihuacóatl quién, dentro de la mitología
azteca, fue la primera mujer en dar a luz y se convirtió en la diosa protectora de los partos
y de las mujeres que morían al parir. Si algún mortal veía estas cosas, podía estar seguro
de que para él esto era un presagio seguro de infortunio o incluso muerte.

La diosa Cihuacóalt había emergido de las aguas del lago de Texcoco para llorar a sus
hijos (los aztecas), anunciar la caída del imperio azteca a manos de hombres
procedentes de Oriente. Su aparición constituía el sexto presagio del fin de la civilización.
Curiosamente, con la conquista de los españoles, el eco de la Cihuacóatl se dispersó y
en cada región se fusionó con la imagen de varias deidades femeninas: Auicanime “la
necesitada, la sedienta”, diosa del hambre de los tarascos de Michoacán; Xtabai, diosa
del suicidio según los mayas de la Península de Yucatán; Xonaxi Queculla, ”la señora de
la red de carne”, deidad de la muerte, del inframundo y de la lujuria entre los zapotecos,
en Oaxaca.

Surgieron también las versiones coloniales. Después de la muerte de Doña Marina (La
Malinche), se decía que ésta era la llorona, la que venía a penar del otro mundo por
haber traicionado a los indios de su raza, ayudando a los extranjeros para que los
sometieran. De ahí se derivó una más que hablaba de la traición de un español al amor
de una mujer indígena con la cual procreó tres hijos. El hombre la abandonó para casarse
con una dama española y la mujer indígena en un acto desesperado, asesinó
ANEXO 6.2

a sus tres hijos ahogándolos en un río y luego se quitó la vida a causa de la culpa. Al
llegar a las puertas del cielo, Dios le preguntó por sus criaturas y ella contestó: “No lo sé,
mi Señor”, así que la envió de regreso para que los buscara. Y desde ese día, su alma
no ha tenido descanso. Todas las noches vaga por las calles solitarias o cerca de los
ríos buscando a sus hijos y llorando por su muerte, lanzando gritos y gemidos capaces
de horrorizar a todo el que la escuche: ¡Ayyyyy mis hijos!

Luego de que México fuera establecido, pasada la media noche, los habitantes de la gran
ciudad de México despertaban espantados al oír en la calle, tristes gemidos lanzados
por una mujer. Las primeras noches, los vecinos se persignaban al oír aquellos lúgubres
gemidos pertenecientes a un ánima del otro mundo; pero se prolongaron por tanto
tiempo, que algunos quisieron ver qué era aquello.

Era una vaporosa mujer vestida con traje blanco y un espeso velo cubría su rostro. Con
lentos y callados pasos recorría muchas calles de la ciudad, siempre pasaba por la Plaza
Mayor, donde se detenía e hincada de rodillas, daba el último angustioso lamento en
dirección al Oriente; después continuaba con el paso lento y pausado hacia el mismo
rumbo y al llegar a orillas del lago, como una sombra, se desvanecía entre sus aguas,
como si la hubiesen jalado desde el más allá. Y no pudiéndose averiguar más de ella e
ignorándose quién era, de dónde venía y a dónde iba, se le dio el nombre de “La Llorona”.
Nadie podía resistir su aparición ni su llanto de ultratumba (Tinamacripo05, s/f).

Figura 5. Imagen de Leyenda de la llorona. Dimensión Macabra. (2017, Noviembre 14).


ANEXO 6.2

La mujer con cara de caballo


Una de las múltiples apariciones nocturnas de México y Centroamérica (al igual que la
Llorona y la Xtabai), la Siguanaba (también conocida como Sihuanaba o Siguamonta) es
descrita como una mujer espectral con un cuerpo sumamente atractivo, pero con cabeza
de caballo y que se le aparece por lo regular a hombres que son infieles y gustan de
vagar en la noche.

Según los relatos, la Siguanaba aparece en áreas rurales y poco pobladas, siempre ante
hombres que caminan por la noche (dependiendo del relato, la víctima puede ser alguien
incauto o una persona alcohólica, infiel o malvada); asustándolos o matándolos.

La Siguanaba tiene múltiples formas de "ataque", ya sea conduciendo a sus víctimas a


barrancos o desfiladeros, atrayéndolos a cuerpos de agua para ahogarlos o simplemente
matándolos del susto al ver su horripilante cara de caballo. Misma que, dependiendo de
la versión, puede variar entre la ya mencionada cabeza equina, una cabeza de perro, un
rostro putrefacto o una simple calavera con ojos brillantes como ascuas.

Una variante de la leyenda implica que originalmente era llamada la Sihuehuet (que bien
podía ser una mujer común y corriente o una diosa de la luna), y quedó embarazada de
un hijo del dios Tláloc, pero le resultó infiel y en castigo, el dios de la lluvia la maldijo
llamándola Sihuanaba (mujer horrible).

La maldición implicaba que para los hombres a primera vista sería hermosa, pero que,
ya teniéndolos cerca, se transformaría en un monstruo (originalmente solo una mujer con
piel escamosa, garras, colmillos y con un cuerpo deformado. La idea del caballo vino
posteriormente con la colonización española y la introducción de los equinos al
continente americano) condenada a vagar por siempre gracias a la maldición y a
aparecérsele a los hombres que vagaban solos por la noche; siempre en busca de su
hijo el Cipitío, el cual siempre será un niño al que deberá cuidar.
ANEXO 6.2

Otra variación (o entidad relacionada) del mito de la mujer con cara de caballo (o similar
a la leyenda de la Siguanaba) es la Cegua (también llamada Segua o Tzegua) de Costa
Rica y Nicaragua, que aparece como una mujer con cabello hecho de crines de caballo
y la cara pintada de blanco, la cual puede transformar en la cabeza de un caballo en
estado de putrefacción (Sunstrider, 2011).

Figura 6. Ilustración de la Sihabana por Documentales SV. (2017, Abril 9)


ANEXO 6.2

El jinete sin cabeza


Un cliente habitual de la cantina llegó aquel día pidiendo a sus amigos unos pesos para
llevar a su hijo enfermo con el doctor. Pero aquellos bribones encontraron en la desgracia
de su compañero un motivo para seguirse divirtiendo, uno de ellos le dijo:

—No tenemos ni un peso, pero le comparto un secreto. Dicen que si monta al caballo
negro que corre por la loma y logra domarlo, lo llevará a la cueva de su antiguo amo, que
está llena de oro. Y puede agarrar lo que quiera para su chamaco.

Por supuesto aquello era mentira, lo habían inventado en ese momento, para burlarse
de su amigo. Pero el otro andaba tan desesperado que se enfiló a la loma, y sobre la
rama de un árbol, esperó al caballo y se dejó caer sobre él. Con tanto relinchido y
movimiento, la cabeza del hombre quedó colgada en aquella misma rama y su sangre
cubrió por completo los ojos del animal. La bestia emprendió la carrera, con el cuerpo
del hombre a cuestas, sus manos habían quedado bien sujetas al pelaje y en unos
segundos ambos cayeron por el despeñadero. Hombre y bestia estaban ahora unidos
por un lazo de sangre y muerte, no se sabía cuál era uno y cuál el otro.

La sangre corría como un río salvaje, haciendo grietas en la tierra seca, que la
succionaba como si estuviera sedienta, se llenó de burbujas y en un momento comenzó
a arder, entre el fuego intenso, ambos cuerpos fueron tragados por la tierra.

Los sujetos no hablaron de lo sucedido a nadie, pero; en el amanecer de cada siguiente


día, encontraron sobre alguna puerta la quemadura de una herradura.

La séptima noche después de lo ocurrido, entre las rocas de la cañada, un eco insistente
les crispaba los nervios. Parecían cascos de caballo, que avanzaba a trote lento, dando
tiempo a que todos lo escucharan, alcanzaron a divisar a lo lejos, una bola de fuego que
bajaba por la loma, así que todos se fueron a refugiar a sus casas. Desde alguna
pequeña grieta entre las paredes, los mirones vieron un inmenso caballo negro, cuyas
patas y crin eran solamente llamas y exhalaba fuego… obedecía las órdenes de un jinete
sin cabeza, que lo llevó a través de todas las puertas marcadas, y salieron cargando seis
cabezas, con las que luego alimentó a la gran bestia, dejando atrás solamente los
cuerpos calcinados de los impertinentes bromistas.
ANEXO 6.2

Dicen desde entonces en aquel pueblo: “Quien no tenga intención de ayudar a un alma
en desgracia, será decapitado por el jinete sin cabeza y su cuerpo convertido en cenizas
por el fuego del infierno, que el caballo negro lleva consigo” (Carsolio, 2016).

Figura 7. Ilustración del Jinete sin cabeza por Valdiviezo. (2014).


ANEXO 6.2

La leyenda del Parque de los Tecajetes


El parque de los Tecajetes en Xalapa, Veracruz es un lugar lleno de alegría, y diversión,
un destino que permite disfrutar de un agradable ambiente en medio de la naturaleza,
pero esto solo ocurre durante el día, pues por la noche, se recuerdan las leyendas de
terror que lograron darle a este sitio el reconocimiento de “los dominios del Diablo”.

Su nombre proviene de la voz náhuatl que significa cajete de piedra. En sus inicios, eran
extensos arenales, que cubrían parte de la avenida Manuel Ávila Camacho hasta el Hotel
Xalapa, donde la gente aprovechaba las áreas fértiles para sembrar hortalizas. Durante
esta etapa, el mayor vendedor de vegetales era un chino que cultivaba varios productos
y, tras volverse próspero regresó a su tierra dejando los sembradíos en total abandono.

Luego, aprovechando la hondonada que de manera natural tiene el sitio, se construyó


un parque zoológico que durante algún tiempo funcionó, pero fue cerrado. Después, las
autoridades lo reconstruyeron como parque, se instalaron fuentes, estanques con
variedad de peces multicolores, senderos, juegos infantiles, una pista de patinaje y áreas
para la práctica de ejercicios. Esta forma es la que aún conserva. Pero detrás de esta
belleza, el parque tiene su historia, porque las leyendas aseguran que ahí se aparecía el
Diablo y al anochecer el ambiente se vuelve pesado, y las cosas del mal aprovechan la
oscuridad para hacerse presentes.

Se cuenta, que, en una época, la compañera del cuidador del predio tuvo varios
encuentros con el Diablo, este aprovechaba el tiempo que su marido salía a atender las
cuestiones de trabajo para perturbarla, causándole enfermedad, por fortuna, salió de ahí
a tiempo, porque aseguran que estuvo cercana a la muerte como tantos otros que no
resisten un acercamiento con esta demoniaca criatura.

Algunas gentes dicen que ahí ya no se aparece


el Diablo, pero el caer de la noche dice lo
contrario por eso el parque cierra a las seis,
antes de que la oscuridad llegue (Territorio
Paranormal Veracruz Oficial, 2019).

Figura 8. Ilustración de monstruo. sejob1975. (2008).


ANEXO 6.2

Las gemelas
Una feliz familia vivía en un rumbo muy cercano a una transitada carretera. Debido a
esto, la joven madre acompañaba a sus hijas gemelas diariamente al colegio y
caminaban las tres tomadas de la mano, teniendo especial cuidado al toparse con la
mencionada carretera, las pequeñas hasta el momento no tenían permiso de cruzar
solas.

Uno de tantos días la madre recibió en su celular una llamada urgente del trabajo la cual
tuvo que atender, le exigían su presencia de inmediato, por lo cual se vio en la necesidad
de dejar que las gemelas continuaran el camino solas. Con mucho pesar despidió a las
niñas, dando indicaciones para no soltarse de la mano y tener mucho cuidado al cruzar.
Las dos pequeñas siguieron las instrucciones de su madre, miraron a ambos lados de la
carretera, y al ver que estaba libre cruzaron.

Apenas se giraba la madre para cambiar de rumbo, cuando se escuchó un golpe muy
fuerte a sus espaldas, volteó de inmediato para ver con terror que sus hijas estaban
debajo de un camión, fueron atropelladas perdiendo la vida al instante.

El pesar duró mucho tiempo, pero transcurridos cuatros años, la madre dio a luz de nuevo
a gemelas, éstas eran muy parecidas a sus fallecidas hijas, lo cual le hacía tener presente
aquel fatal accidente. Esta vez tenía una terrible obsesión por su cuidado y no les
permitía estar cerca de ningún peligro, en especial aquella temida carretera.

Pero no podía estar detrás de ellas las 24 horas, y un día, se vieron muy cercanas al
peligroso lugar, decididas a cruzar vieron hacia los dos lados, no había ningún auto, con
un paso en el asfalto, fueron tomadas del hombro bruscamente por su madre, quien
lloraba desconsolada, diciendo “no crucen”, a lo cual recibió una respuesta inesperada
de las dos pequeñas:

–No pensábamos cruzar, ya nos atropellaron


una vez, no volverá a suceder… (Leyenda de
terror, s/f).

Figura 9. Ilustración de gemelas en la carretera.


CorporaciónPhantom. (2016).
ANEXO 6.2

El niño de la pelota
Se cuenta que, ubicado en una céntrica avenida, hay un edificio de oficinas, donde
habitualmente algunos empleados salen un poco más tarde de lo acostumbrado. En esa
ocasión una chica había abordado el ascensor y un hombre apresurándose a poca
distancia le pidió que esperara por él.

Amablemente, la chica se paró entre las puertas para evitar que estas se cerraran. El
hombre abordó, y mientras se daban las buenas noches, notaron que el ascensor subía.
El hecho les pareció un poco extraño, pues se suponía que estaba programado para no
ir más allá de ese piso, puesto que el de arriba se encontraba clausurado y nadie
trabajaba ahí.

El ascensor se detuvo en el cuarto piso, pero las puertas no se abrieron por lo que
pensaron que había sido un fallo temporal, pero alcanzaron a escuchar las risas de un
niño, que jugaba con una pelota. Sin darles tiempo de pensar nada, el elevador bajó. Al
salir vieron al velador y le comentaron lo sucedido.

El hombre muy tranquilamente les dijo que también lo había escuchado, que se trata del
espíritu de un niño fallecido ahí años atrás, cuando su pelota fue a parar al cuarto piso,
el chico fue por ella y al ver que se acercaba un guardia, se escondió para hacerle una
broma, pero al momento que el niño salió gritando, el guardia le disparó pensando que
era un ladrón.

Desde entonces el niño juega tranquilamente en el


cuarto piso, quien se queda hasta tarde puede
escuchar las risas, los pasos y los golpes de la pelota
contra el piso.

Otros sin tanta fortuna han visto la pelota bajar por la


escalera. Cuando al niño se le cae desde el piso de
arriba, ésta tiene marcadas con quemaduras las
pequeñas manos del niño. Después de esto la gente
renuncia a su empleo, pues se sabe que detrás de una
pelota siempre viene un niño y no les gustaría toparse
con el pequeño fallecido (Leyenda de terror, s/f).

Figura 10. Ilustración de niño en las sombras. Proteus. (2017).


ANEXO 6.2

La mecedora
Un artículo indispensable en muchas familias de México con un integrante de la tercera
edad es una silla mecedora. Muchos de estos ancianos, las ponen el frente de la casa
para poder ver a las personas ir y venir, mientras ellos se arrullan con el suave vaivén de
la mecedora

Cierto día, un joven que no contaba con los recursos suficientes para comprar una
mecedora a su amada abuela, tuvo la suerte de encontrarla a mitad del camino que
recorría diariamente desde su trabajo con algo de daño. Pensó en poder arreglarla y la
llevó a casa, la metió directo a su habitación, pues quería arreglarla primero antes de
darle la sorpresa a la abuela, pero por falta de tiempo, solo sirvió para acumular ropa
encima de ella.

Una noche le pareció ver que la silla se mecía, no parecía ser posible, pero en un instante
la ropa cayó al suelo. Prestando más atención se dio cuenta que la mecedora se movía,
atrás-enfrente, atrás-enfrente de manera lenta y suave. El muchacho tuvo algo de miedo
y para evitar que creciera, decidió salir de la habitación, pero antes de que pudiera llegar
a la puerta, ésta se cerró de un solo golpe que resonó por toda la habitación,
escuchándose también un “clac, clac”.

Intentó abrir, pero no le fue posible. Observó como la ropa era regada por todo el piso
por alguien o algo que no podía ver. Su vista se fijó en la mecedora que se movía cada
vez más rápido, junto con un fuerte sonido de un palo chocando con el suelo. Se replegó
hacia la esquina, desde la cual pudo ver a un viejecillo que, sentado en la mecedora,
golpeaba su bastón en el suelo reclamando al joven que ésta no le pertenecía. Se levantó
con toda la intensión de partirle la cabeza con el bastón, pero con la mano arriba se
desvaneció. Se dejó entonces de mecer la silla en un
movimiento brusco y el muchacho no tuvo más que
devolverla al lugar donde la encontró.

Cuenta la leyenda que las personas crean apegos por


las cosas, que ni aún en la muerte dejan de ser de su
propiedad, y mantienen cuidado de ellas, por toda la
eternidad, mucho más, si fue el sitio donde murieron
(badgirl128128, s/f).

Figura 11. Imagen de mecedora. Pablo, J. (2016).


ANEXO 6.2

El fantasma de la avenida
La Avenida Lázaro Cárdenas es una vialidad muy importante de Guadalajara, Jalisco.
Conecta con el poblado de Chápala, y es muy conocida por la gran cantidad de
accidentes que suceden en ella. Se puede contar al menos uno diario, algunos
demasiado fuertes con consecuencias mortales. Se identifica como la causa a una mujer
que se aparece misteriosamente en medio del camino, distrayendo a los conductores.
Cuando estos intentan esquivarla sufren fatales percances y otros tantos aseguran
haberla atropellado.

Muchos testigos dicen que estos sucesos son causados por una presencia del más allá,
que se aparece a altas horas de la noche, en medio de la oscuridad se cruza frente a los
autos, causando accidentes a diestra y siniestra.

Figura 12. Imagen de mujer en la carretera. estebanic_rock. (2015).

Es bien sabido que los lugares donde suceden muertes trágicas conservan las energías
de las personas que fallecieron ahí, algunas quedan tan impregnadas, que permanecen
vagando por tiempo indefinido, repitiendo su mortal desenlace una y otra vez.
ANEXO 6.2

Según declaraciones hechas por los accidentados sienten que la atropellan, incluso que
la despedazan con sus autos, pero cuando los servicios de emergencia buscan a la
persona herida, no pueden si quiera encontrar rastros de que alguien haya sido lastimado
al exterior del vehículo, extienden su búsqueda hasta los arboles cercanos también sin
resultados. Por lo cual, después de tantos incidentes, han llegado a tomarlo como algo
común sin sorprenderse al escuchar una y otra vez la misma historia.

Se dice que al parecer ese lugar fue un paradero de camiones de carga, donde los
choferes de las unidades se paraban a descansar, tomar sus alimentos y en ocasiones,
a contratar los servicios de mujeres de la vida galante, se piensa que una de ellas fue
estrangulada o asesinada, y ahora sedienta de venganza, cruza frente a los automóviles
causando accidentes (Ediciones Bob, 2015).
ANEXO 6.2

Felipe el cantarero
En un pueblo de la sierra apareció un día la figura de un hombre desgarbado de nombre
Felipe que llevaba a sus espaldas un gran costal. Dentro de él guardaba grandes vasijas
y ollas de barro. Sin embargo, su rostro y manos llenas de cicatrices hacían que casi
nadie se acercara. Suena lógico, ya que la gente estaba acostumbrada a propagar
leyendas de terror sobre cualquier individuo que no fuera nativo de la zona.

Aquel sujeto cambiaba a diario su ubicación, con la esperanza de que al fin alguien le
comprara alguno de sus cántaros. Luego de mucho resonar, imaginó que lo mejor era
colocarse junto a la iglesia, dado que la gente del lugar era creyente.

Poco a poco empezó a ganar clientela y las leyendas negativas empezaron a


desaparecer. Cuando al fin pensó que su suerte cambiaría de una buena vez y que
volvería a hacer tres comidas al día, se topó con el que se convertiría en su peor
enemigo: el sacerdote del pueblo.

Una tarde de enero éste se acercó al artesano diciéndole:

–Llevas ya mucho tiempo aquí. El ajetreo que provocas con tus utensilios de barro distrae
a mi feligresía cuando estoy oficiando misa.

–Dispense padre, pero no tengo otra parte en donde pueda vender mi mercancía.

–Búscala por otro lado ya que, si mañana te vuelvo a ver aquí, te correré a patadas. Me
molesta que haya mendigos cerca de mi iglesia.

Veinticuatro horas más tarde el clérigo, al percatarse de que sus palabras no habían sido
suficientes, comenzó a romper las vasijas de barro ante la mirada desconcertada de
Felipe.

Figura 13. Imagen de cantarero. Leyenda de terror. (s/f).


ANEXO 6.2

–¿Sabe a qué me dedicaba antes padre? Era profeta y puedo decirle que en su futuro
cercano veo a la muerte. Exclamó el cantarero.

–Tus historias de terror me importan un bledo, pero sólo por darte gusto dime ¿cómo voy
a morir?

–Su cuerpo será devorado lentamente por organismos rastreros igual que usted.

Esa misma noche, el caballo en el que iba montado el párroco con dirección a su casa,
se desbocó proyectándolo hacia un declive del camino. Nadie escuchó sus gritos de
espanto cuando las larvas acabaron con su vida una semana más tarde (Historias de
miedo, 2016).
ANEXO 6.2

El Puente de los Duendes


Esta leyenda tiene sus orígenes en Puebla, México, donde los lugareños son advertidos
desde niños sobre la peligrosidad de un lugar en medio de la sierra, donde pequeños
duendes arrastran a la gente hasta llevarlos debajo de un puente, en el que hacen cosas
aún no sabidas y quien entra ahí no sale jamás. Este tenebroso lugar es conocido como
“El Puente de los Duendes” y, gracias a que una persona pudo escapar, se sabe un poco
más de este destino incierto.

Figura 14. Imagen de puente por Anónimo. (2012).

Un hombre regresaba de la fiesta del pueblo algo pasado de copas para combatir un
poco el frío. En medio de la noche se le ocurrió ir a buscar leña; la única que pudo
encontrar estaba cerca del tan temido puente. Ya sabiendo las desgracias que a él se le
atribuían, procuró estar lo más pronto posible de regreso, solo tomó un par de palos tan
rápido como pudo. Pero al dar vuelta, vio entre los matorrales una gallina grande y gorda.

Parecía que no pertenecía a nadie porque la gente acostumbraba a guardar los animales
en sus corrales por temor a lobos o coyotes.

El hombre se dispuso a capturarla. La siguió entre los matorrales y, aunque la gallina era
muy lenta, también era escurridiza. Con la idea en mente de tenerla en la mesa para la
cena, no desistía de su intento, hasta que se dio cuenta que la gallina se detuvo
justamente en un extremo del puente. Demasiado asustado y con intención de correr, no
pudo hacerlo, sentía todo el cuerpo adormecido y era conducido contra su voluntad hacia
abajo del puente, donde se escuchaban algunas risas y cuchicheos.
ANEXO 6.2

Pudo ver entonces que aquella gallina regordeta se convertía en un hombrecillo de


menos de un metro, que lo veía fijamente con una risa malintencionada. Oyéndose gritos
y gemidos de dolor, el hombre pudo salir un segundo de su trance tomando el control de
su mano para hacer la señal de la cruz y diciendo estas palabras: Padre nuestro, si mi
carne es para los demonios al menos deja que mi alma esté contigo en el paraíso.

Las criaturillas chillaron en reacción de desacuerdo queriendo abalanzarse sobre él, se


le fueron encima pero afortunadamente el hombre pudo escapar corriendo, gracias a sus
palabras.

Al siguiente día al despertar, pensaba que todo había sido un mal sueño, pero un intenso
dolor lo hizo voltear hacia sus piernas las cuales tenía desgarradas y ensangrentadas.
Al levantarse vio un camino de plumas cubiertas de sangre que marcaban el camino
hacia el puente (Leyendas del mundo, s/f).
ANEXO 6.2

El esposo de la Bruja
Federico era la envidia de muchos en el pueblo pues estaba casado con la mujer más
bella de todas. Resaltaba entre las demás por su estupenda figura y su piel tan blanca
como ninguna otra la tenía. Cierto hecho no parecía raro para los hombres que estaban
perdidos en sus encantos, pero a las mujeres les levantó sospechas el no saber de dónde
venía, por qué era tan diferente a las demás y qué hacía en medio de la sierra donde
Federico la encontró meses atrás.

Cuchicheando a espaldas del enamorado, las ancianas de la ciudad decían que era una
Bruja. Por supuesto que al llegar a oídos del hombre que era su esposo, la defendió ante
todos intentando irse con ella y alejarse de aquel dañino lugar. Se despidió de su madre
y ésta, en conjunto con las ancianas, dueña de la misma idea, le suplicó a su hijo con el
corazón en la mano que no se marchara y que les diera una oportunidad para probar que
lo que decían era verdad, para lo cual le pidió que esa noche se fingiera dormido y
salieran después los dos para ver como la Bruja se quitaba el cuero de mujer y se
convertía en animal.

Lo hizo así el hombre. Una vez que la bella dama lo vio dormido salió hacia el patio
trasero y, bajo un árbol de aguacate, se quitó la piel, la dejó caer al suelo dejando ver su
verdadera cara, arrugada y fea. El esposo no pudo tomar detalle porque en un salto
emprendió el vuelo en forma de lechuza.

Figura 15. Imagen de rostro tenebroso. Ricard. (2015).


ANEXO 6.2

La madre le ordenó entonces al vástago que esparciera sal sobre el cuero, y éste
obedeció sin refutar. Esperaron entonces el regreso de la Bruja a la cual vieron de
espaldas; después de dejar el disfraz de lechuza, sólo se apreciaba la horrible joroba
llena de llagas, un cabello seco y escaso que blanqueaba en pedazos de su cabeza y
las horribles garras negras con las que se ponía el cuero de mujer.

Aún no terminaba de hacerlo cuando empezó a retorcerse por el suelo, rasgándose la


piel, gritando y chillando como un puerco, se daba de topes contra el árbol por el dolor
que le producía la sal en todo el cuerpo. Al fin, cayó muerta.

Cuenta la leyenda que en aquel lugar aún puede presenciarse la escena, quien pasa por
ahí escucha los terribles gritos de dolor y, si la curiosidad lo conduce al lugar exacto, el
ánima de la Bruja aún se revuelca con el cuero de mujer a medio poner (Creepypasta
wiki, s/f).
ANEXO 6.2

La Sirena
El verano llegaba a su apogeo y las playas se encontraban a reventar. Los jóvenes
hacían locuras no solamente en las orillas, sino que llevaban sus embarcaciones mar
adentro para tener un poco de privacidad. El mar picado y las olas movían los pequeños
barcos sin contemplación.

Al paso de las horas, se encontraban la mitad de ellos vomitando por la borda debido a
los mareos causados por los movimientos del mar. Aunque parecían todos distraídos
concentrados en sus propios asuntos, vieron claramente como uno de los chicos se
inclinaba demasiado por la baranda a punto de caer, fue gracias a la reacción de los más
cercanos al tomarlo de los pies que el incidente no pasó a mayores.

Cuando lo salvaron, en lugar de agradecer se molestó bastante, él quería caer al mar y


perderse entre las olas con la hermosa mujer que le invitaba a saltar. Decía cosas muy
descabelladas, tanto que preocupó a todos, por lo que decidieron regresar. Sin embargo,
el muchacho estaba hundido en un trance profundo, escuchaba su voz en el murmullo
del viento, ella lo llamaba dulcemente haciéndole promesas que nadie más podría
cumplirle, sólo le pedía un par de cosas a cambio.

Figura 16. Figura de sirena. Las sirenas. (2013).

Con la mirada perdida, fuera de sí mismo, el chico actuaba como un zombie realizando
sólo la voluntad de su ama; acercaba a los demás pasajeros del bote hasta la baranda
para que ella pudiera hipnotizarlos y arrancarlos del barco. Por cada uno de los regalos,
ella sonreía y se acercaba insinuando un beso que jamás daba. El joven se sentía
deshecho, la veía revolotear en el agua y mostrar su cola de pez en cada zambullida
para venir a rematar con su hermosa cara manchada con la sangre de los chicos que se
estaba comiendo.
ANEXO 6.2

Saltó entonces al encuentro de su amada, ella lo tomó entre sus brazos, provocando su
locura y su amor, pero dándole nada. Lo llevó al barco y lo envió de vuelta prometiendo
que, al regresar con más de sus amigos tendría todo de ella, pero el chico nunca volvió.
Al tocar puerto fue detenido. Sus ropas empapadas en sangre, su desconcierto, la
increíble historia que decía, lo llevaron solamente a un psiquiátrico acusado de asesinar
a sus amigos y de arrojarlos al mar.

El muchacho jamás cambio su historia y murió de dolor, el dolor tan grande de extrañar
a la sirena que le robó el corazón y, junto a él, la vida (Mika, 2016).
ANEXO 6.2

La enanita del clavo


Hace mucho tiempo, por el camino antiguo a Naolinco, vivía sola una mujercita como de
40 años, en un cuarto de tabla en despoblado. Los pocos vecinos que por ahí habitaban
la veían con malos ojos.

Sucedió una vez que la enanita se hirió la planta del pie con un clavo oxidado,
agarrándole una tremenda infección que la llevó a la tumba, por más que ella había
intentado aliviarse con remedios caseros.

Pasado los años, cuando el vecindario había construido más viviendas, unos niños
acostumbraban a jugar en el lugar donde la bajita señora murió. En una oportunidad, los
pequeños vieron detrás de un árbol asomarse a una niña vestida con ropa de adulto. Los
asustó tanto que se pusieron a temblar y a llorar fuertemente. En ese momento su mamá
atendió los lloriqueos, saliendo a ver que sucedía. Los hijos le contaron lo que se les
había aparecido pero la señora no se preocupó, pensando que podía tratarse de
cualquier niña que quería espantarlos.

Al otro día, ocurrió lo mismo; fue entonces que la señora decidió esperar a la mañana
siguiente a la persona que se metía con sus chiquillos.

En un principio, la mujer vio que una niña sacaba la cabeza detrás del tronco y volvía a
esconderla. La madre se dirigió enojada hacia el tronco, dispuesta a reprender a la
pequeña. Sin embargo, fue ella la que se llevó el mayor susto cuando reconoció en la
figura a la enanita que se había muerto hace años y a la que nadie le prestó un humano
auxilio.

La enanita la miró amenazante, lo que hizo que la señora regresara a su casa y narrara
inmediatamente a los vecinos lo que había visto, aconsejando vigilar que los hijos jugaran
cerca de sus casas porque había advertido una señal de venganza en los ojos de la
enanita.

El sobrecuidado no sirvió de nada. Cinco niños


de diferentes familias, al poco tiempo,
enfermaron por herirse la planta de los pies con
un clavo que les trasmitió la gangrena,
llevándolos a la tumba (Xalapa, s/f).

Figura 17. Imagen de cabaña. Alulayzuniga. (2015).


ANEXO 6.2

La joven que pisó una tumba


Una noche, un grupo de jóvenes celebraba una fiesta en un parque. Entre risas y juegos
comenzaron a contar historias de terror. En la misma calle, había un cementerio y uno
de ellos comentó lo mucho que le aterraba pasar por allí. Aprovechándose del miedo de
su amigo, otro de los jóvenes advirtió al resto con la siguiente frase:

–No se les ocurra nunca pisar sobre una tumba cuando se ha puesto el sol. Si lo hacen,
el muerto les agarrará y les meterá dentro.

–Mentira–replicó Alejandra–, eso son sólo supersticiones.

–Si tan valiente te crees, ¿por qué no nos lo demuestras? Te daré 100 pesos si te atreves
–apostó el chico.

–A mí no me dan miedo las tumbas ni los muertos –respondió ella. –Si quieres, te lo
demuestro ahora mismo.

El chico le ofreció su machete.

–Clava este machete en una de las sepulturas –le dijo. –Así sabremos que has estado
allí.

Sin dudarlo Alejandra cogió el machete y se dirigió con paso firme al camposanto bajo la
mirada atónita de sus amigos.

El cementerio estaba lleno de sombras y había un silencio sepulcral. Sin quererlo, el


miedo se fue adueñando de la chica que, con cada paso, sentía cientos de ojos vigilarla
y un aliento helado en la nuca.

Figura 18. Imagen de un cementerio. El pequeño buda. (2012).


ANEXO 6.2

Escogió una tumba y pisó sobre ella. Después, se agachó rápidamente, clavó en el suelo
con fuerza el machete y se dispuso a marcharse, pero no pudo. ¡Algo la retenía! Lo
intentó de nuevo, pero seguía sin poder moverse. Estaba aterrada.

–¡Alguien me sujeta! –gritó y cayó al suelo.

Al ver que no regresaba, los chicos fueron a buscarla. La encontraron tumbada sobre la
sepultura, fría y con la cara totalmente desencajada del miedo. Sin darse cuenta,
Alejandra se había enganchado su larga falda con el machete al clavarla en el suelo. Era
el acero de la herramienta lo que la retenía y ella había caído inconsciente sobre la tumba
por el miedo que invadió su cuerpo (Tesla, 2013).
ANEXO 6.2

La Planchada
También conocida como “la enfermera visitante”, La Planchada es una de las leyendas
más populares del siglo XX, ya que se habla de su aparición en diversas clínicas y
centros de salud.

El origen de la leyenda empieza con la enfermera de nombre Eulalia que formaba parte
del personal de un hospital civil. Ella era de buena presencia y vestía su ropa siempre
con una blancura impecable, muy bien almidonada y planchada, así como entregada a
su vocación.

Un médico recién llegado, llamado Joaquín, se integró a la clínica en donde Eulalia


laboraba. Joaquín era orgulloso y envanecido. Al conocerlo, Eulalia quedó impactada al
y no podía dejar de hablar de él, alabándolo y engrandeciéndolo. A pesar de que muchas
personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron
novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era
fanfarrón y coqueteaba con otras enfermeras. Al paso del tiempo el doctor Joaquín le dijo
que se casarían, ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda.

Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una fiesta
elegante, ella accedió y así al otro día él la visitó en su casa donde se cambió y mencionó
que saldría de la ciudad.

A la semana, un enfermero del hospital la invitó a una fiesta, pero ella le dijo que no podía
hacerlo porque estaba comprometida con el doctor Joaquín, a lo que él le respondió
que eso no era posible pues el médico se acababa de casar y estaba en su viaje de
bodas, además, había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.

La enfermera Eulalia cayó en una profunda depresión por el engaño del que había sido
víctima. Ella estuvo en cama por la depresión y el dolor de un amor mal correspondido
que la llevó más tarde a la tumba en el mismo hospital donde trabajaba.

Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños. Una mañana un


paciente que estaba grave amaneció muy bien y mencionaba a una enfermera que no
estuvo la noche anterior. Se presentaron casos de pacientes gravemente heridos
atendidos por personal que nunca se autorizó. También se veía a una enfermera que no
trabaja ahí.
ANEXO 6.2

Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas de la fantasmal enfermera
a quien llamaron desde entonces "La Planchada". El personal del hospital se familiarizó
con las apariciones de Eulalia, quien en las noches circulaba por los pasillos y entraba a
los cuartos. Incluso, nadie duda que hasta haya sido auxiliar en alguna de las de cirugías
(Señor Leyenda, 2017).

Figura 19. Imagen de enfermera por Aguilar, S. (2016).


ANEXO 6.2

La mujer de los taxis


Una noche de espesa niebla xalapeña y frío decembrino, un chofer de taxi andaba
ruleteando en busca de pasajeros entre los escasos transeúntes. Primero recogió a un
hombre que iba a la colonia El Tejar en la salida a Veracruz, por la avenida 20 de
noviembre.

De vuelta, le hizo la parada una señora cerca del panteón Palo Verde. La mujer estaba
vestida de negro y parecía preocupada, pidió al taxista que la llevara a la calle Altamirano.
El conductor, al verla tan afligida, le preguntó por qué viajaba sola a esas horas,
agregando que el aumento de frío en la madrugada podría hacer daño a alguien
desabrigado. Secamente, ella se limitó a contestar que se había entretenido platicando
con algunas amistades hasta tarde.

Llegaron a la dirección indicada y la clienta le dijo que la esperara asegurando que no


tardaría. Pasando un buen rato, la mujer salió ya más tranquila, se subió al coche y,
amable, solicitó al conductor que la dejara en el mismo lugar donde la había levantado.
Cuando la pasajera quiso saber el costo de las carreras, el taxista respondió el precio,
ella le explicó que en ese momento no tenía dinero pero que a la mañana siguiente
pasara por su casa para que su esposo pagara los viajes. El chofer accedió, la señora le
entregó una tarjeta con el domicilio apuntado y se despidieron.

Al otro día, el dueño del taxi se presentó a cobrar sus servicios en la calle y número
anotados. Tocó la puerta y salió un señor que resultó ser el marido de la misteriosa dama
de la noche anterior. Cuando el conductor informó los motivos de su visita, el esposo no
se sorprendió y le reveló con tristeza en la mirada que no era el primer taxista que iba a
verlo por la misma causa, ya que su señora recurría a ellos para buscar ayuda. Terminó
confiándole que la esposa había muerto varios años atrás, de una pulmonía fulminante,
en la casa materna de la calle Altamirano y en un frío mes de diciembre. Por eso, la pobre
no dejaba de penar ni de molestar a los
choferes de taxis (Xalapa, s/f).

Figura 20. Figure among the trees de


Schikanender, J. (S/F).
ANEXO 6.2

La Tapada
Se dice que la Dama Tapada, es un ser de origen desconocido que se aparecía en horas
cercanas a la medianoche a las personas que frecuentaban callejones no muy
concurridos. Según las historias relatadas por muchas personas acerca de estos
acontecimientos, una extraña joven se les presentaba, vistiendo un elegante vestido y
usando una sombrilla, pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado
con un velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran.

Nadie conoce bien su origen, lo único que se sabe de ella es que los hombres se sienten
atraídos y no se resisten a seguirla. Siempre va cubierta con su velo y desprendiendo un
olor a perfume de buen aroma. Ningún hombre puede rechazarla y termina atrapado
caminando detrás de ella.

La mujer, una vez segura que el hombre va a sus espaldas, va haciendo leves giros de
cabeza, provocando una especie de enamoramiento que los hace actuar como si no
existiera nadie más sobre la faz de la tierra, tan solo la Dama Tapada.

Así, aleja a sus víctimas del centro urbano y, en lugares remotos, empieza a detenerse.
Posteriormente, cuando las víctimas se le acercan a descubrirle el rostro, un olor
nauseabundo contamina el ambiente y, al verla sin velo, se aprecia un cadáver aún en
proceso de putrefacción, el cual tiene unos ojos que parecen destellantes bolas de fuego.

La mayoría de las víctimas mueren, algunos por el susto y otros por la pestilente
fragancia que emana el espectro al transformarse. Muy pocos sobreviven y en la cultura
popular los llamaban tunantes, ya que esta experiencia hace que pierdan la razón
(Taringa, 2012).

Figura 21. Leyenda de la llorona por Orozco, A. & Pineda, L. (2016).


ANEXO 6.2

El Puente del Diablo


Existe en la región de Coatepec un puente antiguo que data del siglo XVI, es el llamado
Puente del Diablo que cruza el río Sordo a la altura del poblado de Puerto Rico.

Cuenta la leyenda que fue construido en una sola noche por el mismísimo Lucifer, quien
esperaba recibir como pago por la obra el alma confusa y caprichosa de don Francisco
de la Higuera, dueño del mayor y más antiguo ingenio de la región, el de La Santísima
Trinidad, mejor conocido como El Grande.

Resulta que el caballero andaba prendado de una linda doncella quien, además para
mayor escándalo, se dice era su sobrina, hija de su hermano. El río había crecido a
consecuencia de una tormenta y se había llevado el puente, por aquel entonces hecho
de tablas.

No pudiendo resistirse a la idea de acudir a la cita con su amada, don Francisco clamó
a los cielos y los infiernos a ver si alguien le ofrecía solución inmediata a sus problemas.
Del cielo no le respondieron. A los del infierno no les pareció tan mala idea, pues las
ganancias resultaban tentadoras: asegurarse de un alma completita a un precio
razonable. Así que Satanás no se hizo de rogar. Se presentó en el lugar y ofreció sus
servicios de ingeniería, propuso la tarifa acostumbrada en tales circunstancias y marcó
un plazo para la entrega de la obra: el alma del contratante antes del canto del gallo.

Figura 22. Imagen de diablo por Letras para volar. (s/f).

A don Francisco, cuando vio que la cosa iba en serio, le dio por arrepentirse y comenzó
a buscar la forma de librarse del compromiso. Quién sabe si fue un ángel tratando de
ANEXO 6.2

recuperar un alma para su equipo, o la nana del caballero que aún seguía cuidándole las
travesuras, o él mismo –no hay leyenda sin varias versiones de la misma historia –pero
alguien tuvo la brillante idea de despertar a los gallos antes de hora, con lo cual venció
el plazo sin estar terminada la obra.

El diablo se marchó, como acostumbra, con el rabo entre las patas. Quedó el caballero
con un puente nuevecito, aunque faltándole algunos detalles, cosa también común, con
el alma libre de hipoteca y demasiado escarmentado como para seguir adelante con sus
amorosas pretensiones. Se dice que en el arco del puente se puede apreciar todavía la
huella de una mano que sería la firma del Diablo y una prueba indiscutible de su origen
sobrenatural (Somos Coatepec, 2014).
ANEXO 6.2

El perro de los Campos Juárez


La historia tiene lugar mucho antes de que existieran los campos de la USBI de la
Universidad Veracruzana, conocidos anteriormente como Campos Juárez. Sus
alrededores estaban casi deshabitados. Un hombre que vivía cerca del sitio salió por la
noche en busca de una cantina, atravesando dichos campos para poder llegar a la más
próxima a su casa.

Después de un rato de apaciguar su estrés y olvidar sus compromisos que diluían en la


medida que incrementaban las copas, decidió regresar a su domicilio. Compañeros de
la cantina le advirtieron que se quedara en la vivienda de alguno de ellos, incluso en la
misma cantina, pues era preferible volver a la mañana siguiente a casa con su mujer e
hijos que atravesar aquellos campos a esa hora debido a que las experiencias que la
gente había tenido al pasar por allí a esas horas de la noche no habían sido muy gratas.
El hombre, testarudo, los ignoró por completo y salió de la cantina.

Pasando por este lugar solitario de los Campos de Juárez, miró deslizarse entre las
sombras a un perro negro. Bajo los embrujos del alcohol, el hombre tomó como a
cualquier perro a esta criatura nocturna que se cruzaba en su camino, arrojó piedras para
ahuyentarlo y comenzó a provocarlo haciéndole gestos de burla y gritando insultos.

El perro era indiferente tanto a las pedradas como a los ridículos gestos de aquel
borracho. Fue en ese momento cuando se percató que aquel can no tenía dimensiones
comunes, era enorme comparado a los perros que comúnmente veía. Mirando fijamente
a su hocico comenzó a verle los molares, eran tan blancos que relucían a pesar de las
tinieblas, la boca se le llenaba de espuma entre las lenguas de lumbre que brotaban del
canino aquel. Perdiendo entonces el influjo del alcohol, el hombre salió corriendo a
campo traviesa, mientras el animal lo perseguía furioso.

El hombre logró huir de la criatura y


enfermó a los pocos días. Contaban los
vecinos que murió a la semana y, que hoy
en día, puede verse por las Lomas la
imagen de un perro enorme persiguiendo
un hombre (Ayuntamiento Constitucional
de Xalapa, 2011).

Figura 23. Imagen de lobo. Dibujos 4ever. (2013).


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ANEXO 6.2

Los hermanos Nahuales


Me contó mi tío que un amigo suyo que acababa de llegar a vivir a Naolinco con su
esposa compró una casa y un gran terreno en el que sembraría maíz. Algunas personas
que conocieron a los anteriores propietarios le recomendaban que tuviera mucho cuidado
porque junto a su nueva casa habitaban dos hermanos nahuales que por las noches se
transformaban en asnos para robarse las mazorcas tiernas o elotes. El señor no creía en
las advertencias de sus amigos y solía decir:

–iNahuales! Ah, eso no existe. Yo nunca los he visto. De seguro son puras mentiras para
asustarme.

El tiempo pasó y cuando los elotes ya podían cosecharse, el hombre, que ya ni recordaba
las advertencias de los otros, fue tempranito a cortar unos para hervirlos. Pero al
acercarse a la milpa descubrió que muchos elotes estaban mordisqueados. Se llevó
todos los que pudo y al otro día volvió por la noche con el fin de sorprender a quienes le
habían hecho esa mala jugada. Sin embargo, lo único que encontró fue un par de burros
que ya mordisqueaban un elote, ya mordisqueaban otro, en fin.

Figura 24. Imagen de mulas. Handslodge Cliparts. (2018).

Enojado por esto, el señor le arrojó una piedra grande en los dientes a uno de ellos.
Comenta mi tío que nomás se oyó como si se quebrara algo duro. Al otro burro que se
iba corriendo le lanzó su machete cortándolo en una pata.

Al día siguiente, al dueño se le ocurrió llevar unos elotes a los vecinos ya que había
ANEXO 6.2

recolectado muchos y no se los iba a acabar con su esposa. Al llegar, encontró todo en
silencio como si no hubiera nadie, por lo que decidió irse cuando de repente se encontró
con otra vecina que le dijo:

–¿Venía usted a ver a los enfermos?

–¿A los enfermos? –contestó el hombre.

–Sí, acaban de ir con la curandera porque dizque a Lino le duele la boca porque se le
rompieron los dientes y el otro se cortó con un filo.

El señor, pensativo, no dijo nada a la señora, sino que recordó lo que se decía de esos
hermanos, así como lo que había hecho con ellos la noche anterior en su milpa. Regresó
a su casa y decidió contar todo a su compañera. Desde ese día ambos comenzaron a
creer en la existencia de los nahuales (Hernández & Marín, 1994).
ANEXO 6.2

Una Señora curiosa


Una señora curiosa vivía en un pueblecito lejano, sola porque su esposo ya había muerto
y sus hijos se habían ido a otro lado. Ella tenía unos cincuenta años y, aunque su pelo
estaba cano, aún era fuerte. Además, se hallaba bien protegida: dos grandes perros
cuidaban su casa y no dejaban que ningún extraño se acercara.

Una noche se acostó y trató de dormir. Afuera los perros ladraban. Durante mucho rato
siguió el ruido de los canes pero ella no le dio importancia y finalmente logró dormirse.

Así pasó una semana en la que todas las noches los perros ladraban. La señora casi no
podía dormir. Después de un tiempo, ya cansada, en cuanto empezaron a ladrar los
perros salió a ver qué pasaba. Por más que examinaba la oscuridad, nada veía y nada
oía. Al amanecer le dio de comer a sus perros y les preguntó:

–¿Por qué ladran por la noche? ¿Qué ven en la oscuridad que yo no puedo ver?

–Vemos muchas cosas que a ti no te están permitidas –comentó el perro más viejo.

–Yo quisiera ver lo que ustedes ven, ¿podrían ayudarme?

–Para ver de noche necesitas de todo tu valor. Sí te podemos ayudar, pero cuando veas
lo que observamos nosotros te vas a asustar.

–No me voy a espantar —dijo la señora. —Díganme, ¿qué tengo que hacer?

–Bueno, tú lo pediste. En la mañana cuando te levantes, no te laves la cara. Basta con


que te pongas nuestras lagañas en los ojos durante siete días.

La señora hizo lo que los perros le indicaron. Al séptimo día, el perro más grande le volvió
a hablar:

–Esta noche cuando nos escuches ladrar sales a ver lo que nosotros vemos.

La señora se acostó. Cerca de la medianoche oyó que los perros ladraban. Entonces se
levantó y fue a ver. No se imaginaba lo que le esperaba.
ANEXO 6.2

Al dirigir la vista hacia donde ladraban los perros vio a la muerte que bailaba al son de la
música. Vio a un jinete vestido de negro y a una mujer vestida de blanco que lanzaba
gritos de dolor. Vio una cabeza humana en el aire, toda ensangrentada. Vio a un muerto
al que llevaban a enterrar varios esqueletos. Vio muchas, pero muchas cosas horribles.

Figura 25. Muertos caminando por Barreno, Y. (2012).

Luego de mucho rato, la señora se metió en su casa y se acostó. A la mañana siguiente


todo estaba triste. La señora no se había levantado y los perros lanzaban melancólicos
ladridos. Días más tarde, un vecino fue a buscarla extrañado de no verla trabajar la milpa.
Encontró la puerta entreabierta y se metió. Adentro, la señora estaba muerta. Tenía la
cara llena de espanto (CONAFE, 1997).
ANEXO 6.2

El Hombre que comió diablitos


A los 19 años, yo era un muchacho alegre, sin nadie que insistiera en mis deberes. Una
vez me enteré que se celebraría un baile en el pueblo. Por fin me decidí y salí de mi casa
para ir al mentado baile. Por todos lados se veían mujeres hermosas que bailaban con
gracia al sonar una banda, pero al poco rato, se me acercó un pelado que no me pintó
tan mal y me dijo:

–Ándele amigo, anímese, póngase a bailar.

–¡La pura vida! –dije de lo bien que la estaba pasando, aunque poco después me sentí
algo mareado y muy hambriento.

Llegó el momento en que mi hambre fue insoportable, como no encontré nada qué comer
pensé en regresar a mi casa para buscar algo. Sólo que antes de salir del lujoso salón
miré hacia la puerta y me fijé en dos enormes barriles de madera que estaban ahí cerca.
Olvidé por un momento a las mujeres y me acerqué a los barriles, disimuladamente me
asomé a unos de ellos y cuál sería mi sorpresa cuando descubrí que ¡estaban llenos de
tornachiles [pimientos] güeritos!

–Con el hambre que traigo –pensé –estos chilitos curados no están pa’ despreciarse.

Cada tornachile me sabía a gloria y los rabitos los aventaba discretamente a la pista de
baile. Buen rato me la pasé come y come y sin que nadie me molestara pero de pronto
me miró el hombre de la fiesta y se acercó muy asustado:

–¡Hombre, amigo! –me dijo poniéndome la mano en el hombro. –¡Váyase de aquí antes
de que lo vean porque si no, olvídese!

Yo no sabía de qué estaba hablando y le pregunté sorprendido, entonces él me explicó


que me estaba comiendo la cría, y me hizo una seña para que me fijara en las mujeres
de la fiesta.

Las observé y me quedé tieso de susto. ¡Eran diablas! ¡Hembras con cola y cuernos!
Aunque disimulados por el peinado y el vestido. Me dieron ganas de salir corriendo, sobre
todo cuando vi los rabos en el piso. ¡Qué rabos ni que nada! Eran las colas de los diablitos
que se retorcían en el suelo. De los diablitos güeros que yo había comido, hijos de
aquellas hembras y de aquel varón a quien, finalmente, veía con cuernos y cola horribles,
como pocos se lo imaginan.
ANEXO 6.2

Figura 26. Ilustración de diablo. Istamatics. (2012).

Sin hacer más preguntas me acerqué a la salida y cuando ya estaba afuera, se me


ocurrió decir: “¡Ave María purísima!”

De inmediato aparecí en medio de un granero grande y un poco destruido. Ya no había


salón, mujeres ni música. Para colmo, el rumbo hacia mi casa se divisaba bastante lejos,
no fue fácil el regreso.

Desde entonces, desde aquel baile en el que calmé mi hambre con diablitos, padezco
de un dolor de barriga que no se me quita nunca, ande con quien ande y vaya a donde
vaya (CONAFE, 1997).
ANEXO 6.2

La niña y el vaso de agua


Una vez, un viajero decidió hospedarse por unos días en una casa de un pequeño pueblo
y luego continuar su viaje.

En el primer día de su instancia en el pueblo, el forastero ya dormido, a la media noche


escuchó que alguien llamaba a su puerta. Aún soñoliento, se preguntó quién tocaba a
esas horas. Al abrir la puerta se encontró con una niña con quemaduras, entonces el
forastero le pregunto:

–Niña, ¿qué necesitas de este extranjero a estas horas?

–¿Me regalaría un vaso con agua? –respondió ella.

El forastero abrió su petaca de agua y le regaló un vaso, después de dárselo la niña se


retiró.

Al día siguiente, la misma niña fue a la misma hora a la casa del forastero y le pidió lo
mismo. Así pasaron 4 noches seguidas en las que la niña iba a pedir un vaso de agua.
El forastero decidió preguntarle a la niña para qué quiera tantos vasos de agua y esperó
a que fuese la media noche.

Figura 27. Niña bebiendo agua. Pelayo. (2014, Noviembre 11).

Llegada la hora, la niña tocó la puerta, el hombre abrió y la niña le preguntó si podía
regalarle un vaso de agua, el forastero sacó un poco de agua y se la dio. Cuando la niña
se iba, el forastero decidió preguntarle:
ANEXO 6.2

–Niña, ¿para quién llevas ese vaso con agua todas las noches?

–Para mi papá –dijo ella.

–¿Y donde está tu papá?

–Él se está quemando –respondió.

El forastero, sorprendido le preguntó:

–¿Quién es tu papá?

Y la niña dijo con un grito desgarrador:

–¡Es el diablo!

Aquel grito fue escuchado por todo el pueblo. El forastero falleció dos días después de
haberse encontrado con la niña por última vez. Se dice que ella aún sale a buscar a las
personas hospedadas y a pedirles un vaso con agua (Barcasnegras, 2012).
ANEXO 6.2

Referencias
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ANEXO 6.2

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ANEXO 6.2

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ANEXO 6.2

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