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ColaborAN en este número:


Jorge Luis Borges, Johan Brun, Elisa N.
Cabot, Italo Calvino, Ángeles Carabí,
Raymond Carver, Américo Cristófalo,
Donostia Kultur, Sara Facio, Chris Felver,
Fronteiras do Pensamento, Olvido García
QUIMERA. REVISTA DE LITERATURA – Noviembre 2020
Valdés, Sinda Gregory, Annie Leibovitz,
Loff.it, Juan Marsé, Gertrudis Martínez
de Hoyos, Miguel Martínez-Lage, Larry
McCaffery, Eduardo Mira, Toni Morrison,
Rahul Narain, Sergio Peraza Avila, Angela Desde que Miguel Riera Montesinos alumbrara su Quimera hasta este número 443
Radulescu, Miquel Rof, Antonio Saura, han pasado ya cuarenta años. Un recorrido efímero en el tiempo, pero persistente y
Morten Serkland, Mathew Smith, Susan osado —en un mercado cada vez más azaroso y declinante— en su compromiso con
Sontag, Dolors Udina, John Updike,
una visión poliédrica de la literatura alejada de partidos y capillas. Cuatro décadas
Mario Vargas Llosa
de presencia ininterrumpida en quioscos y librerías que la sitúan como una de las
Ilustración de portada: revistas literarias con mayor trayectoria del orbe.
Miquel Rof © Durante estos cuarenta años, Quimera ha albergado en sus páginas la palabra
Editor: Miguel Riera de escritores consagrados como Céline, Cioran, Genet, Bernhard, Djuna Barns, Juan
DirectorES: Fernando Clemot, Álex Goytisolo, Octavio Paz o García Márquez, por mencionar unos cuantos, junto a jóvenes
Chico, Ginés S. Cutillas y Jordi Gol voces que comenzaban a despuntar y que han devenido incontrovertidas figuras del
JEFE DE REDACCIÓN: Jordi Gol panorama literario mundial como Richard Ford, Reinaldo Arenas, Pere Gimferrer,
Diseño: Xavier Balaguer Fernando Vallejo, etc.
Maquetación y cubierta: Jordi Gol El equipo actual de Quimera ha querido volver la mirada a su pródigo pasado,
Corrección: Cinta Moreso del que de alguna forma se siente heredero, para vindicarlo y celebrarlo con dos
Web y redes sociales: Eva Díaz Riobello números especiales (el 443 de noviembre y el 444 de diciembre de 2020) que
ISSN: 0211-3325 DL: B 38779 /1980 evocan de manera exigua un legado prodigioso. Por ello hemos prescindido de las
Edita: Ediciones de Intervención secciones habituales y presentamos al lector algunos (pocos) de los artículos que
Cultural S. L. creemos que descuellan en el frondoso bosque de los 442 números anteriores. A él
C/Juan de la Cierva, 6. corresponde decidir, si acaso acepta el juego de fatigar sus sumarios, si la selección
08339 - Vilassar de Dalt (BCN) es afortunada.
937 550 832 JORDI GOL - JEFE DE REDACCIÓN DE QUIMERA
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Especial 40 aniversario I
Imprime: Gráficas Gómez Boj

Menos mal que tenía Quimera, por Juan Marsé – 4


(artículo publicado en el núm. 100 de Quimera, de diciembre de 1990)

Contra el Guernica, por Antonio Saura – 6


(artículo publicado en el número 14 de Quimera, de diciembre de 1981)

Oh ánimas amadoras, por Olvido García Valdés – 11


(artículo publicado en el número 199 de Quimera, de enero de 2001)

Así escribo mis cuentos, por Jorge Luis Borges – 17


Derechos reservados. Prohibida la reproduc- (artículo publicado en el número 207-208 de Quimera, de octubre-noviembre de 2001)
ción total o parcial de este número, sea por
medios mecánicos, químicos, fotomecánicos La cultura de la libertad, por Mario Vargas Llosa – 22
o electrónicos, sin la autorización del editor. (artículo publicado en el número 100 de Quimera, de diciembre de 1990)
Quimera no retribuye las colaboraciones. Los
El libro, los libros, por Italo Calvino – 34
colaboradores aceptan que sus aportaciones
(artículo publicado en el número 207-208 de Quimera, de octubre-noviembre de 2001)
aparezcan tanto en soporte impreso como en
digital. La redacción no devuelve los origina-
Memoria póstuma: el caso de Machado de Assis, por Susan Sontag – 40
les no solicitados ni mantiene corresponden-
(artículo publicado en el número 100 de Quimera, de diciembre de 1990)
cia sobre los mismos. La revista no comparte
necesariamente las opiniones firmadas por En esta vida Post-Alcohólica. Entrevista a Raymond Carver – 46
sus colaboradores. (entrevista publicada en el número 70-71 de Quimera, de 1988)
Esta revista ha recibido una ayuda a la edi-
ción del Ministerio de Educación, Cultura Profesor Nabokov, por John Updike – 53
y Deporte. (artículo publicado en el número 344 de Quimera, de julio de 2012)

Barco y puerto a la vez. Entrevista a Toni Morrison – 60


(entrevista publicada en el número 70-71 de Quimera, de 1988)

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I

Menos mal que tenía Quimera


Juan Marsé

Difícilmente podríamos encontrar mejor manera (o, al menos, Puesto que no podía mandarle a este señor el libro
más halagüeña para la revista) de saludar el nº 100 que con que me pedía, porque no lo he escrito yo ni lo tengo,
una anécdota personal que tiene por uno de sus protagonis- decidí enviarle Cigrons sota el cirerer florit de Salvador
tas a Quimera. Los otros dos son Juan Marsé y un ascensor. Porcel con dedicatoria de Baltasar Paniker, dos autores
indochinos que admiro profundamente... Pero tam-
bién pensé que la creación de una Biblioteca, en un
país que apenas lee, siempre es una gran noticia —in-
El amigo Miguel Riera me pide unas líneas para feste- cluso cuando el proyecto cae en manos incompetentes,
jar los milagrosos 100 números de Quimera. Y lo voy a como en este caso— así que dejé de reírme, un poco
hacer contando lo que me pasó hace quince días, una avergonzado, y rasgué el sobre marrón que contenía el
desagradable experiencia que, de no haber tenido Qui- último número de Quimera. De pie, la espalda apoyada
mera a mano, habría sido una tortura. Ocurrió al me- contra un espejo que no quería mirar, aproveché una
diodía, regresaba yo a mi casa y, antes de meterme en espada de luz que entraba desde el techo del ascensor
el ascensor, recogí la correspondencia del buzón. Había para leer la revista y anular así la agobiante sensación
montones de folletos de propaganda, uno de ellos lleva- de claustrofobia. Me agarré a Quimera como a una ta-
ba pegado un sobre conteniendo una sopa instantánea, bla de salvación. La leí de cabo a rabo, desde el sumario
otro un jabón líquido, otro una salsa de tomate, junto hasta la contraportada, incluidos los anuncios; desde
con satinadas invitaciones para ir a bailar sevillanas o la gran aventura parisina de Sylvia Beach y su librería
asistir a pomposos actos culturales patrocinados por la hasta la inteligente reseña de Paco Marín sobre El ge-
Generalitat, una carta y la revista Quimera. neral en su laberinto; desde los cotilleos de las primeras
Subía en el ascensor hacia el ático cuando, al abrir páginas hasta el sesudo artículo dedicado a Barthelme
la carta, se apagó la luz y el ascensor se quedó parado (por cierto, en la página 41, segunda columna, octava
entre dos pisos. Nunca me había ocurrido. Pulsé todos línea, hay una errata).
los botones sin el menor resultado. Pateé la puerta, Terminé el número 97, volvió la luz y por fin pude
pero nadie me oía. No quise gritar socorro, sáquenme salir del ascensor. Nunca olvidaré esa portada agobiada
de aquí, me pareció ridículo. Además, era sábado y casi de libros de la Shakespeare and Company alumbrada
no había vecinos. Procuré tranquilizarme y me dije por esa lámpara de cuatro brazos en la que fulgen sola-
que la corriente eléctrica no tardaría en volver. Deci- mente tres bombillas —la cuarta está fundida.
dido a esperar, incapaz de organizar ningún escánda- Esta pequeña y verídica historia del ascensor para-
lo, terminé de abrir la carta, la leí en la penumbra y do es mi particular homenaje a una revista que amo y
me dio un ataque de risa. Estaba fechada en Lérida, la sigo desde el primer número, pero con un afecto espe-
firmaba el presidente de la «Confraria dels Vins de la cial por el número 97, que las circunstancias han hecho
Terra Ferma» y decía así: «Muy Sr. mío: Me complace para mí inolvidable. También lo será este número 100,
dirigirme a Vd. con motivo de que en esta Confraria que espero leer cómodamente sentado en una butaca
dels Vins de la Terra Ferma hemos creado la Sección y con un whisky en la mano. Mi agradecimiento y mi
Biblioteca, y, a fin y efecto de que entre nuestros libros enhorabuena a todos los que hacen Quimera, a la que
figure el título de su Premio Planeta En la noche no hay deseo larga vida.
caminos, es por lo que le ruego su envío. Agradecido le
saluda atentamente...». Artículo publicado en el núm. 100 de Quimera, de diciembre de 1990.

Juan Marsé. Fotografía: Elisa N. Cabot © 5


E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I

Contra el
Guernica
Antonio Saura

Antonio Saura en su estudio. Fotografía: Loff.it

Odio al Guernica porque siendo dibujo coloreado más Odio a Francia porque el Guernica es la «manifesta-
que pintura, es uno de los cuadros más famosos del si- ción du génie» de aquel país.
glo XX. Detesto al Guernica porque el avión donde viajaba
Detesto al Guernica porque es un cartelón y porque aterrizó con 45 minutos de retraso.
como sucede a todo mediocre cartelón su imagen es Odio al Casón del Buen Retiro, también llamado en
posible copiarla y multiplicarla al infinito. otros tiempos «Museo de reproducciones artísticas»,
Detesto al Guernica porque a pesar de las balas y las por su predestinación, como sus dos nombres indican,
bombas su imagen de luto y de oficio de tinieblas podrá para acoger el espantapájaros gris y negro del Guernica.
perpetuarse. Detesto las pinturas de Lucas Jordán que ornan el
Detesto al Guernica porque es ante todo un decora- Casón del Buen Retiro porque al decir del director del
do y porque este telón de fondo pertenece a una obra Museo del Prado se producirá entre ellas y el Guernica
cuyo final aún no ha acontecido. si no una simbiosis, sí un feliz maridaje.
Detesto al Guernica porque no siendo un cuadro de Odio al Guernica y su canto de Viva la Muerte.
historia es tristemente una de las composiciones más Odio al Guernica porque a pesar de su rompeca-
extraordinarias de la historia del arte. bezas desajustado recordará para siempre los insultos
Detesto al Guernica porque una horrible lágrima proferidos en su nombre.
roja recortada en papel fue entregada a Bergamín para Odio al Guernica, embajador de concordia.
que lo siguiera y fuera colocada en cualquier parte de Odio al Valle de los Caídos del Guernica.
su superficie. Odio a los Estados Unidos porque a pesar de conti-
Odio al Guernica porque a su llegada a Madrid a las nuar lanzando plagas dejó partir al Guernica después de
8:35 en el jumbo Lope de Vega tras una espera de cua- cuarenta y dos años de prisión.
renta y cuatro años fue escoltado por la fuerza pública. Odio al pueblo catalán y al pueblo vasco porque re-
Desprecio al Guernica porque va a ser presentado claman al Guernica.
en un salón de baile del siglo XVII cuya alta bóveda Desprecio a Málaga, patria demasiado chica del
multiplicará los efectos ópticos del cuadro. pintor, que prefiere que el cuadro, en lugar de agusa-
Odio a los helicópteros que acompañando al Guer- narse, se quede en Madrid para que sea contemplado
nica a su llegada recordaron otros vuelos de gozoso re- por muchas más personas.
cuerdo. Odio el nuevo exilio del Guernica.
Odio la osamenta del Guernica que regresa a la Detesto al Guernica porque nosotros pusimos los
patria con honores castrenses para ocupar su nicho muertos y ellos disfrutan del cuadro.
en el cementerio de los desmemoriados proboscí- Desprecio al Guernica en su Ronda de Noche en-
deos nacionales. cristalada.
Odio a los políticos vascos y a Aurelio Arteta que Odio al Guernica porque su despreciable padre
no consiguieron la sustitución del Guernica en el pabe- cumple cien años de ignominia.
llón español de 1937. Odio al Instituto de Cultura Hispánica del Guernica.

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Odio al Guernica porque representa la consolida- Detesto al Guernica porque
ción de la democracia y el fin de la transición.
Desprecio a Jacqueline Picasso porque todos los «es el único cuadro histórico
días a las 8 de cada mes conmemora el fallecimiento de
su amante. de nuestro siglo no porque
Odio a quien diciendo «Ahí te entrego el paquete»
entregó efectivamente sana y salva tan odiosa carga. representa un hecho
Detesto al Guernica porque el avión donde viajaba,
y a pesar de los temores de la policía neoyorquina, no histórico, sino porque es
fue raptado y llevado a Cuba.
Desprecio a quien tras acompañar al Guernica en su un hecho histórico».
viaje afirmó «hoy puedo expresar mi satisfacción polí-
tica y artística por haberlo logrado».
Odio a las figuras recortadas y salidas del cuadro, tal semana que viene no tendrán en sus tiendas posters y
como las pintó el Equipo Crónica, velando la noche de litografías».
guerra en el Museo del Prado. Detesto al Guernica porque «es una mercancía que
Desprecio al Guernica porque por fin puede descan- se vende muy bien durante todo el año».
sar en paz en su panteón inmerecido. Desprecio a los visitantes que harán largas colas
Odio al Guernica porque a pesar de su quirófano para contemplar una mala reproducción del Guernica.
aseptizado seguirá escupiendo a la cara de los asesinos Odio al Guernica, reliquia de un mundo traicionado.
de la cultura. Detesto al Guernica porque a pesar de haber sido
Detesto al Guernica porque a pesar de sus dimensio- pintado deprisa y corriendo con materiales deleznables
nes «casi se puede decir que fue traído debajo del brazo». y de ser concebido para un destino efímero, mantiene
Detesto las dimensiones del Guernica. rozagante su ceremonia de la confusión.
Odio la cárcel de cristal que convierte al Guernica en Detesto al Guernica porque «es el único cuadro his-
un acuario de pirañas más que de fenecidos fantasmas. tórico de nuestro siglo no porque representa un hecho
Odio el cristal que impide a mi navaja serrana rajar histórico, sino porque es un hecho histórico».
de vaginas la mala tela. Desprecio al Guernica porque, como bien dice Phi-
Odio el detector de metales que impedirá a mi maja lippe Sollers, representa ante todo una escena de dis-
pistola penetrar en el hemiciclo. puta familiar.
Odio los cristales que impedirán adornar el Guerni- Desprecio a Juan Larrea, «impostor o profeta», ven-
ca con mis esputos de sapo. dedor del Guernica.
Odio el sueño y mentira del Guernica. Odio la irrupción del toro del Guernica en una tien-
Detesto al Guernica convertido en escenario de cí- da de porcelanas.
nico y obsceno teatro mental. Odio al toro de Guernica introduciéndose violenta-
Detesto el orden subterráneo del Guernica y la con- mente en el aposento de las Meninas.
junción del caos personal y el peso de la historia. Odio a los dedo-pene que Ucelay ve en el Guernica.
Detesto al Guernica porque habiendo organizado Detesto al Guernica porque a pesar de los mate-
imágenes reconocibles reúne extremo a deformación, riales empleados con tacañería y haber sido enrolla-
onírica carga y sentimentalismo popular. do y desenrollado en dieciocho ocasiones, «sólo tiene
Detesto al Guernica porque habiendo sido pintado unas ligeras arrugas en la cabeza del caballo, junto a la
solamente en blanco y negro parece pintado con mu- lámpara».
chos colores. Detesto el caballo y la lámpara del Guernica.
Odio al Guernica porque representa «el final ventu- Detesto ciertas salpicaduras en la parte derecha del
roso de una serie de negociaciones, incertidumbres y Guernica.
temores». Odio al Guernica porque debiendo estar en cual-
Detesto al Guernica porque «los comerciantes espe- quier pueblucho vasco prefirió permanecer en Madrid
cializados no han sido advertidos a tiempo y hasta la en un amplio hotel con aire acondicionado.

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Antonio Saura. Contra el Guernica

Odio al Guernica porque ya teniendo Barcelona sus Odio al Guernica porque fue pintado por un gaba-
Meninas, hizo trampa para introducirse subrepticia- cho a los cincuenta y seis años.
mente en el Prado. Odio al Guernica por la cantidad de libros malos
Desprecio al Beato de Liébana que prestó un cadá- que se han escrito y se van a escribir y porque ninguno
ver para el Guernica. de ellos explica satisfactoriamente mi desprecio.
Desprecio al Caravaggio que prestó un caballo y Odio al Guernica porque su imagen, inocentemente
una figura yacente para el Guernica. empleada como portada para diversos libros franquis-
Desprecio a Guido Reni que prestó para el Guernica tas, demostró el engaño que entraña al poder ser utili-
un perfil de mujer con boca abierta y cabello triangular. zada indiferentemente por uno y otro bando.
Desprecio a Rubens y a Goya que prestaron para el Odio al Guernica porque durante muchos años fue
Guernica sus figura alzadas con las manos en alto. la única pintura presente en casa de los intelectuales
Desprecio a Van Gogh que prestó una bombilla españoles.
para el Guernica. Odio la reproducción del Guernica editada en
Desprecio a Dora Maar porque al fotografiar el pro- Ámsterdam en la época del contubernio.
ceso de realización del Guernica ofrece con demasiada Odio al Guernica por su tardío e ilegal bautizo.
evidencia las tripas de la metamorfosis, la lucha con la Odio al Guernica porque fue pintado por un co-
imagen que desenmarca la presunción del cartelón. munista.
Desprecio a Josep Palau i Fabre, fanático exégeta de Detesto a Picasso, todavía con flequillo, en las ma-
la obra del pintor degenerado, que se atreve a proponer nos un bote de pintura, fingiendo pintar el Guernica.
al Rey de España «la entrega de este blasón inestimable Desprecio a Jaime Sabartés, monaguillo del Guernica.
al pueblo de Guernica». Desprecio a Rafael Alberti, enmelenado y rojo poe-
Desprecio al francés Jean Louis Ferrier, quien sitúa ta que escribió en un momento de repentina inspira-
inocentemente la impotencia colorística del afrancesa- ción «Guernica, dolor al rojo vivo».
do Picasso en la fotografía en blanco y negro de una Desprecio al renegado José Luis Sert, autor del zoo-
ciudad bombardeada. lógico de la Exposición Internacional de París de 1937
Desprecio a Rudolf Arnheim, Frank D. Russell y donde se expuso la jaula poblada de sapos del Guernica.
Anthony Blunt, todos ellos autores de sendos libros so- Detesto a Gustavo Gili, padre e hijo, iluminados por
bre el Guernica y conocidos miembros de la K.G.B. el Espíritu Santo en el entierro del Conde de Orgaz.
Odio al Guernica fusilado por cristales parabalas. Odio a Juan Miró, pintor de abominables chafarri-
Detesto al Guernica porque el día de su llegada un nones y sucios papagayos, autor de sellos de correo y
oportuno anuncio de la compañía Iberia decía «Nueva
York-España sin billete de vuelta».
Odio al Guernica porque al llegar a Madrid una es- Detesto a los dos antonios del
túpida salva de aplausos saludó la caja de madera que
lo contenía. arte español, Tàpies y Saura,
Odio al Guernica porque «nunca fue una tela menos
inerte y nunca la ira de un hombre tan duradera». tísicos de origen, compañeros
Odio al Guernica porque en su regreso «no ha habi-
do intencionalidad política». de origen, compañeros
Detesto al Guernica porque va a ser protegido con-
tra «los extremismos de ambos signos». de viaje, hijos bastardos
Detesto al Guernica, cabaretero, «tableau vivant»,
cacofonía internacionalista, accidente de la historia, de Picasso y pintamonas
leyenda gris cada vez más negra, híbrido de txistularis
y fandangos. en ejercicio de fama.

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cerrados puños de rabia, cómplice del Guernica en su nario del Prado, la escupidera climatizada del Prado
salón de mercurio. donde fantoches babeantes y borrachos celebran dia-
Desprecio a Max Aub, inventor de pintores y ban- riamente la misa negra del Guernica.
quero del Guernica. Odio al puño levantado que apretando una espiga
Desprecio a Rosa María Subirana, directora del se oculta tras el actual sol-bombilla del Guernica.
«Supermercado Picasso» de la calle Montcada. Detesto el triángulo de vértice ligeramente despla-
Detesto a los dos antonios del arte español, Tàpies y zado hacia la izquierda del Guernica.
Saura, tísicos de origen, compañeros de origen, compa- Odio la habitación dentro de una habitación don-
ñeros de viaje, hijos bastardos de Picasso y pintamonas de ocho deformes y espantadas momias se emparedan
en ejercicio de fama. gesticulando en el viaje hacia la muerte del Guernica.
Odio el Gibraltar de Guernica. Detesto el Gran Guiñol del Guernica, la corrida del
Detesto al Guernica porque no cayó en la trampa del Bombero Torero del Guernica, el acuarium del Guerni-
realismo socialista y no trató de fotografiar la guerra ca, la tela de araña del Guernica, el Pim-pam-pum del
«sino de hacerla desde la propia pintura». Guernica, el hipo permanente del Guernica, el laberinto
Detesto los bocetos del Guernica realizados poste- tartamudo del Guernica, el concierto de nenas rockeras
riormente a su realización. del Guernica.
Desprecio al Guernica porque «ni tan siquiera es
bandera, sino acontecimiento plástico intelectual en
que meterse sin prejuicios a meditar».
Desprecio al Guernica porque su llegada «cierra un
capítulo de agravios y venganzas culturales por moti-
vos estrictamente políticos».
Odio la entrada en la OTAN del Guernica.
Desprecio al Guernica porque a pesar de llegar dro-
gado, disfrazado con la peluca del arte por el arte, arro-
pado de beato y sospechoso pacifismo, no fue detenido
en el aeropuerto ni será juzgado ni condenado a la ho-
guera nacional.
Desprecio la graciosamente llamada «Operación El Gernica, de Pablo Picasso.

Alerta Roja» montada para proteger al rojo Guernica. Detesto el partido de baloncesto del Guernica.
Detesto al sabueso que «olfateó todos los recove- Odio las pelonas e histéricas lloronas del Guernica,
cos» a fin de asegurar que no había explosivos junto al los bostezos de las peponas del Guernica, los ejercicios
Guernica. Desprecio el vómito de impotencia creadora gimnásticos del Guernica, los oídos trepanados y los pe-
del Guernica repleto de histéricas ratas grises. zones­tornillos de las damas del Guernica, las peludas
Desprecio el Oficio de Difuntos del Guernica. axilas de las arañas del Guernica, las patas de los ele-
Desprecio el calendario democrático del país en el fantes del Guernica, el papel pintado del camuflaje del
día del entierro de la raspa de sardina del Guernica. Guernica, el pajarito de Don Pío y la vagina del caballo
Detesto los 7,80 metros de ancho por 3,50 de alto del Guernica.
que mide aproximadamente el Guernica. Detesto el plumero espantamoscas del búfalo del
Odio el aquelarre obsceno del Guernica y su carbo- Guernica.
nería poblada de pasionarias de muerte y fétidas Meni- Odio los cometas de rostros pasmados y boquia-
nas copulando con las bestias. biertos que contemplan asustados la partouze reumáti-
Detesto la sucursal del Prado, el prostíbulo del Pra- ca y gritadora del Guernica.
do, el apéndice del Prado, el cuartel del Prado, el anexo Detesto la caja de 4,50 metros de larga, tres de an-
de las galerías del Prado, la taberna del Prado, el uri- cha y 1,70 de alta en la que viajó el Guernica.

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Antonio Saura. Contra el Guernica

Odio al Guernica porque fue escoltado, además de Odio el blanco empañado,


diversas autoridades, funcionarios y policías, por tres
expertos en terrorismo ETA, uno en terrorismo GRA- los grises y el negro
PO, uno en anarquistas, uno en terrorismo de extrema
derecha, y ninguno en terrorismo artístico. del Guernica.
Desprecio el «Ahora me toca a mí», título de la pelí-
cula proyectada durante el viaje del Guernica.
Detesto la impaciente espera del «Pronto nos toca a Detesto a Picasso, quien después de haber sido pa-
nosotros» del futuro del Guernica. gado con la suma más elevada percibida en la época por
Detesto y celebro a un tiempo «el regreso del últi- el pintor, nos regala cuarenta y cuatro años más tarde el
mo exiliado, el último viaje del Guernica» en la gozosa mismo cuadro a porte debido.
certeza de su aniquilamiento. Detesto la conducta francamente grosera de Picasso,
Detesto el Crimen de Cuenca del Guernica. quien al no querer corresponder a las llamadas telefó-
Odio al Guernica, en estos días de cicuta y crisan- nicas del embajador de España en París, Salvador de
temos, «porque ya podrán replicar los cascabeles de la Madariaga, fue castigado a pintar el Guernica.
mojigatocracia, esbozar sonrisas de cocodrilo lo poli- Detesto al pintor que a pesar de «haber adoptado ac-
tiquero de la cultura y entonar carasoles disfrazados titudes políticas estrafalarias, nada coherentes ni sosteni-
de noviembre los alguaciles del retroconformismo das durante mucho tiempo», escribió «las banderas que
neo-progresista». fríen en la sartén se retuercen en el negro de la salsa de
Detesto la pescadería del Guernica. la tinta derramada en las gotas de sangre que lo fusilan».
Odio la «penuria técnica y la tartamudez temática, Odio al pintor que afirmó «en el mural que trabajo
el acartonamiento de anticolores de puzle de aficiona- ahora, y que se titulará Guernica, manifiesto claramen-
do del Guernica». te mi repudio a la casta militar que ha hundido España
Odio al Guernica, cuadro esencialmente viajero, en un océano de dolor y de muerte».
porque fue pintado «por un hombre que supo pintar Desprecio al Guernica porque demuestra que algu-
los latidos de su alma». nos pintores piensan y es bien sabido que los pintores
Detesto la broma pesada del megalómano y falso no deben pensar, sino pintar.
director del Prado que exigió en su testamento la intro- Detesto al Guernica porque el espacio por él dejado
ducción en el Museo de su propia obra. va a ser ocupado por un cuadro todavía más infame de
Detesto al director del Museo de Arte Moderno de Jackson Pollock.
Nueva York, quien afirmó que el Guernica «puede bo- Detesto al Guernica para que otro cuadro miserable,
rrar los últimos vestigios del parroquialismo en el arte «Los fusilamientos de la Moncloa», siga permanecien-
español». do en la penumbra y la estrechez, el calor y la fetidez
Odio la eclosión de las larvas del futuro del Guernica. nacional y turística.
Desprecio al pintor Ignacio Zuloaga, que con su Odio al Guernica porque usurpó el lugar privilegia-
cuadro sobre la defensa del Alcázar de Toledo, no supo do en donde podrían haber renacido las Meninas.
combatir en Londres, con su otra España, la vecina y Odio el blanco empañado, los grises y el negro del
exitosa presencia del Guernica. Guernica.
Desprecio las tragaderas del pueblo español, que Detesto al Guernica porque en el momento de su
después de haber asimilado la democracia y la porno- partida «pudo ver una lágrima en la mejilla de la señora
grafía digiere tranquilamente la olla podrida del Guer- Rockefeller».
nica, introducida de contrabando. Odio a José Bergamín porque perdió la lágrima del
Odio al Guernica, pagado con francos oro pro- Guernica.
cedentes de los ingresos obtenidos por las multas al
contrabando. Artículo publicado en el número 14 de Quimera, de diciembre de 1981.

10
Oh ánimas amadoras

Olvido García Valdés

Olvido García Valdés en 2009. Fotografía: Donostia Kultur

Y huye. Como cuando era pequeña, sale a escondidas éstos no se lo den o no esté ella muy de acuerdo con
de su casa, muy de mañana, para llamar a las puertas sus criterios, se sentirá fortalecida por una voz divi-
del convento de la Encarnación. Es el 2 de noviembre na que dentro de sí oye —en un diálogo que una vez
de 1535. Pese a todos los condicionamientos, a lo lar- comenzado no cesará ya nunca— y que la anima y
go de la vida Teresa tomará sus decisiones, y actuará ampara de modo casi siempre acorde con sus más ín-
conforme a ellas, con una libertad que resulta admi- timos deseos. Impulsada por la transcendencia de su
rable. Aun respetando el voto de obediencia, se pro- obra, y confortada por un valedor sobrenatural, Tere-
curará para hacer lo que quiere hacer el beneplácito sa casi siempre hará, como diría Unamuno, lo que le
de sus consejeros o confesores, buscará otros cuando da la real gana.

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Olvido García Valdés. Oh ánimas amadoras

Con todo, ahora, al salir de su casa, siente desgarrár- Sobre todo porque era una mujer. Apartadas de la
sele el alma. Treinta años más tarde lo recuerda con vi- transmisión de la cultura escrita, las mujeres, además
veza y lo analiza con lucidez: «Acuérdaseme a todo mi de casarse, podían ser beatas, brujas, monjas, pero no
parecer, y con verdad, que, cuando salí de casa de mi escritoras. Por tanto, los varones cultos, «de muchas le-
padre, no creo será más el sentimiento cuando me mue- tras», no las tomaban en serio, no tenían por qué. Pero
ra, porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, Teresa necesitaba que se la tomase en serio.
que, como no había amor de Dios que quitase el amor Cuando concluye a finales de 1565 la redacción que
del padre y parientes, era todo haciéndome una fuerza hoy conocemos del Libro de la vida, su obra más justa-
tan grande que, si el Señor no me ayudara, no bastaran mente celebrada, tiene cincuenta años. Escribirlo ha
mis consideraciones para ir adelante». supuesto hacer un alto en el camino y desde allí mirar
Y se detiene, desde su experiencia actual, en un exa- tranquilamente hacia atrás. Una escritora contempla un
men de la situación anímica de la muchacha. Recuerda personaje por más que sienta fluir el hilo que las une.
cómo aquel desgarrarse, una vez cumplida su determi- Quien compone un relato de su vida se mira de lejos y
nación, se transformó en alegría de haber actuado así, y produce una imagen en la que los demás puedan verlo
eso tiene dos consecuencias inmediatas, una, de orden también. Se trata de un gesto contra la muerte y, de al-
emocional o espiritual: «mudó Dios la sequedad que gún modo, un signo de cierta hipertrofia del yo: muy po-
tenía mi alma en grandísima ternura»; y, otra, aunque cos de los que han vivido, y muy pocos de los que entre
también espiritual, de orden práctico: «andaba algunas ellos se han dedicado a escribir, han sentido la necesidad
veces barriendo en horas que yo solía ocupar en mi re- de transmitir un relato autobiográfico (otra cosa es que
galo y gala, y acordándoseme que estaba libre de aque- detrás de toda escritura palpite esa pulsión). Y de los
llo, me daba un nuevo gozo, que yo me espantaba y no pocos que sintieron esa necesidad, antes del siglo XIX,
podía entender por dónde venía». eran excepcionales las mujeres. La autobiografía era un
Lo que es sorprendente para la joven, que experi- género masculino por definición, por cuanto transmitía
menta una calidez nueva, una libertad interior y una autoridad y saber, tradicionales prerrogativas del hom-
alegría de haberse desprendido de tantos gestos ba- bre. Por otra parte, en un texto de ese tipo se busca una
nales, es transparente para la mujer que lo recuerda unidad personal, eso en lo que en último término un yo
y escribe. Ésta sabe que si algo se ve claro, por mucho se siente consistir. Memoria de la experiencia y recons-
miedo que dé llevarlo a efecto, debe realizarse, y que el trucción del yo. Sin embargo, la tarea autobiográfica no
beneficio, una vez dado el paso, suele ser siempre del es sólo especular —dar cuenta de lo ocurrido—, sino, y
orden del crecimiento: «y así jamás aconsejaría —si sobre todo, constructiva: dar sentido y coherencia inter-
fuera persona que hubiera de dar parecer— que, cuan- na a los hechos de esa vida, a partir de una necesidad
do una buena inspiración acomete muchas veces, se de narrar. Esa necesidad es el motivo inmediato de escri-
deje por miedo de poner por obra». tura, pero también verdadera necesidad interior de leer
Era una determinación la suya aquella madruga- —para uno mismo y para los demás— esos hechos, no
da del 2 de noviembre, que en su vacío escondía una tal como ocurrieron —si se pudiera saber qué significa
fe y esperaba un amor. Quien luego escribe lo sabe, esa expresión—, sino dotados de transcendencia, como
aunque la muchacha sólo pudiera intuirlo. Desde en- se piensa y siente que ocurrieron.
tonces ha vuelto a tener terrible sequedad —algunas La forma canónica del relato autobiográfico era
veces durante años—, pero también se ha sentido todavía en tiempos de Teresa la de las Confesiones que
vivir extrañas experiencias de unión con Dios, como Agustín de Hipona había escrito a los 43 años a fines
ella sólo conocía por sus lecturas de autores espiri- del siglo IV. Ella conoce la obra hacia 1554 y es, sin duda,
tuales; y ha decidido comenzar una forma de vida el libro que más le impresiona de todos cuantos leyó
más rigurosa y auténtica —próxima a la de aquella (quizá sólo comparable al Tercer Abecedario, de Fran-
gente extraordinaria, los padres del desierto, y, junto cisco de Osuna, que tendrá siempre presente y que la
a todo ello y no lo menos raro, ha comenzado a es- hará alinearse entre los teóricos del Recogimiento). La
cribir, a transcribir su experiencia, lo que ha vivido. lectura del texto de Agustín la trastorna y no era para
Casi le parece mentira. Como si una vida no pudiera menos. Teresa tenía por temperamento muchas cosas
dar tanto de sí. en común con él, y aquel tono, aquel modo de hablar

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a Dios desde el corazón —desde un corazón dolori- que escribe el relato, y después, a medida que se vaya
do, culpable y necesitado— tuvo que conmoverla por ampliando el arco de su influencia, para todos los le-
próximo, casi suyo. trados y autores espirituales que querrán leerlo (o a los
De hecho, en el capítulo IX del Libro de la vida lo que ella querrá hacérselo leer) —y que son muchos—;
refiere como experiencia crucial —junto a la imagen y, por último, aunque no pueda saberlo cuando escribe,
de un Cristo muy llagado que por esos días llegó al con un público lector heterogéneo y que a través de los
convento— de su verdadera y definitiva conversión siglos fue haciéndose cada vez más y más numeroso.
religiosa. Explica su inmediato identificarse con el pro- Pero esa forma dialogada lleva dentro la fuerza de
tagonista y narrador, «paréceme me vía yo allí», y se un núcleo, de una tensión direccional: la vida se ve —se
detiene sobre todo en un pasaje, el de la conversión, recuerda— como impulsada por agentes incontrola-
cuando desgarrado Agustín por su mayor crisis oye una bles, que quien escribe siente como del orden del des-
voz infantil que en un huerto próximo repite «toma, tino o la divinidad, hacia un momento clave, de total
lee», y considerándolo él una extraña exhortación divi- transformación en el que —en este caso Teresa— la
na, se abalanza sobre el códice de los textos del apóstol mujer vieja cede su lugar a la mujer nueva y en el que un
Pablo y, abriéndolo al azar, lee lo que será sentencia de modo distinto de vivir y de ser comienza.
su entrega real y definitiva a la vida religiosa cristiana. Explicaba Bajtín que la conciencia humana no puede
El azar y el decir de esa lectura remueve también a Te- ponerse en contacto directo con la existencia, que sólo
resa que, como Agustín, estuvo «gran rato que toda me puede dirigirse a ésta a través del medio ideológico que
deshacía en lágrimas». la rodea, a través de las formas en que ese medio se ex-
presa, es decir, a través de la lengua, del gesto, del mito, de
la tradición oral y escrita. Formas todas ellas de las que
Dios desde el corazón [...] tuvo que no se puede decir que enmarquen la conciencia, sino que
propiamente la conforman y constituyen. No hay algo,
conmoverla por próximo, casi suyo. exento de tales redes, a lo que dar expresión, sino que
ese algo —la conciencia— existe sólo en la expresión.
Desde esta perspectiva la figura que una autobiografía
De ese instante procede seguramente la forma que pinta tiene el leve espesor de un espejismo. Personaje,
desde entonces tendrá su relación con Dios —y que narradora y autora coinciden en Teresa presentando
también tendrá su escritura—, que no es otra que la del ante quien lee la aparente coherencia y solidez de un yo
diálogo. Una conversación que incesante animará toda real; y, sin embargo, ese yo es fruto de una selección —
su vida hasta la muerte (y recuerdo aquí la pertinencia de momentos, de perspectivas, de niveles lingüísticos—
de aquella idea de Barthes, cuando refiriéndose a la cul- dentro del múltiple, denso e inaprehensible flujo del yo
tura de Occidente apunta a esa especie de inagotable que vive. Yo: una ilusión creada por el lenguaje. Y, pese
radiofonía interior a la que llamamos alma). a ello, qué poderoso es el yo que construye Teresa en el
Como Agustín, Teresa siente —y así lo cuenta— Libro de la vida. Cuánta presencia en el espejismo.
cómo llegó ella por fin a ser otra y, sin embargo, más Teresa es intuitivamente consciente de esto. Sabe,
que nunca y sólo entonces ella misma. El yo que a partir por ejemplo, que aunque la escritura autobiográfica era
de ese momento ella es —y desde cuya conciencia es- frecuente en conventos y monasterios, donde muchas
cribe— es el que nace del diálogo y la relación con un monjas anotaban sus experiencias, ella está tomando la
Tú. Se ha dicho que ése habría sido el novum del cris- palabra como algo que de suyo no le corresponde; que
tianismo, el nacimiento de una nueva antropología en para ser comunicativamente eficaz ha de usar códigos
la que Dios habla a los hombres y mujeres, y mujeres y que la cultura en la que ella misma se quiere inscribir
hombres hablan a Dios. De tal diálogo habría nacido acepte y tiene siempre en cuenta los hábitos de inter-
una nueva forma de concebirse no conocida en el mun- pretación de su momento; sabe que ella habla —por
do antiguo, un nuevo modo de introspección. decirlo así— desde las orillas, que no es para ella, por
El diálogo, en efecto, sostiene la composición de su naturaleza de mujer, el cauce central, que estaba re-
su obra: primero, diálogo con Dios; pero, luego, y no servado a los letrados, a los varones que sí han accedido
menos importante, diálogo con los confesores para los al saber y a las lenguas antiguas vehículo del saber, a los

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Olvido García Valdés. Oh ánimas amadoras

modos de la transmisión del saber. No es natural, por que se multiplicaron para impedirle llevar a efecto su
tanto, que ellas, las mujeres, escriban. Es consciente de primera fundación, la del convento de pobreza de San
la observación y vigilancia a la que, en consecuencia, José de Ávila, coge el toro por los cuernos y encara con
van a ser sometidos sus escritos. Sabe bien que serán aparente confianza lo que no podía en el fondo dejar de
sus lectores varones los que la juzguen y no sólo litera- resultarle inquietante:
riamente o con el juicio de una experiencia que se con-
fronta con otra, sino ideológica y penalmente. Cuando También comenzó aquí el demonio, de una persona
escribe su vida, hace muy poco —en 1559— que al- en otra, procurar se entendiese que había yo visto
gunas personas, hombres y mujeres con ideas propias, alguna revelación en este negocio, e iban a mí con
con identidad propia, y de profunda espiritualidad mucho miedo a decirme que andaban los tiempos re-
murieron en la hoguera en los célebres autos de fe de cios y que podría ser me levantasen algo y fuesen a
Valladolid. Se comentó por todas partes. Ella había co- los inquisidores.
nocido a Agustín de Cazalla en Ávila, en casa de su ami- A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír, por-
ga Guiomar de Ulloa, según se deduce del testimonio que en este caso jamás yo temí, que sabía bien de mí
de Ana de Jesús en el proceso de beatificación: «Nos que en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la
contaba que en Ávila, cuando las herejías de Cazalla y Iglesia que alguien viese yo iba, por ella o por cual-
sus secuaces, a doña Guiomar de Ulloa y a otras señoras quier verdad de la Sagrada Escritura me pondría yo
viudas y religiosas habían querido hablar estos herejes, a morir mil muertes [...] Y tratélo con este padre mío
y que yéndolas a visitar y sabiendo se confesaban con dominico que, como digo, era tan letrado que podía
más que un confesor, y que trataban las cosas de sus al- bien asegurar con lo que él me dijese, y díjele enton-
mas con personas de diferentes Órdenes, habían dicho ces todas las visiones y modo de oración y las grandes
que no querían ellos entrar en casas de tantas puertas y mercedes que me hacía el Señor, con la mayor claridad
con esto se libraron de saber nada de ellos; que luego los que pude, y supliquéle lo mirase muy bien y me dijese
prendieron y buscaban a cuantos habían hablado». Era si había algo contra la Sagrada Escritura y lo que de
necesaria gran prudencia. No eran tiempos para bro- todo sentía. Él me aseguró mucho y, a mi parecer, le
mas. Figuras prestigiosas de sabiduría o santidad, como hizo provecho; porque aunque él era muy bueno, de
el arzobispo Carranza, Ignacio de Loyola o el Maestro ahí adelante se dio mucho más a la oración y se apartó
Juan de Ávila fueron procesados. No cabía la incons- en un monasterio de su Orden, adonde hay mucha so-
ciencia. Teresa sabía que a veces, cuando uno escribe, el ledad, para mejor poder ejercitarse en esto.
poder lo tiene quien calla, no quien habla. Debía, pues,
tomar sus precauciones ante los lectores. Ésa será su estrategia ante las dificultades: enca-
Y las toma: en sus escritos hay cautelas retóricas, como rarlas con inteligencia y ánimo: sumisa en apariencia,
las innumerables protestas de ignorancia: «Dicen que el recurre al veredicto de los que poseen doctrina y auto-
alma se entra dentro de sí, y otras veces que sube sobre sí. ridad poniéndose en sus manos, pero internamente se-
Por este lenguaje no sabré yo aclarar nada, que esto tengo gura, rechaza sin más las posibles hebras de heterodo-
malo, que por el que yo lo sé decir pienso que me habéis xia, y no sólo eso, sino que describe cómo ella, la que no
de entender, y quizá será sola para mí». Con frecuencia, sabe, pone en el camino y encauza la vida y la experien-
esas protestas de ignorancia se asocian al hecho de ser cia del que sí sabe y la juzga. Ese doble nivel, uno, el de
mujer, como en las Moradas quintas: «... alguna imagina- decir lo que se ha de decir, que no es sino lo que el otro
ción, que en ésta hace el demonio sus saltos y engaños; y piensa y espera que se diga, y otro segundo, el de lo que
a mujeres, o gente sin letras, podrá hacer muchos, porque en realidad ella cree —y que aparece con transparencia
no sabemos entender las diferencias de potencias e ima- tras el primero—, se encuentra siempre en su escritu-
ginación, y otras mil cosas que hay interiores». ra. Durante muchos años, se interpretó como esponta-
Con la prudencia de quien procede de una familia neidad, escasa formación literaria, tanteos intuitivos e
de conversos y, a la vez, es defensora de una experien- insuficiente preparación doctrinal, lo que hoy leemos
cia religiosa personal e íntima, ha de tomar sus precau- como estrategias discursivas de quien no puede ocupar
ciones ideológicas y de ortodoxia doctrinal. Así, en un el lugar que desea más que haciendo ver que carece de
pasaje de la Vida, cuando relata las dificultades y trabas deseos de ocupar tal lugar.

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no mimetiza, no toma —mujer— un papel masculino
sin más, sino que reclama para sí y para las mujeres la
misma posibilidad de experiencia y conocimiento que
el mundo en el que vive otorga a los hombres; aun te-
niendo presentes figuras que podrían hacerle pensar
lo masculino como expresión universal de lo humano,
no se deja fijar en ese patrón y excava y encuentra una
identidad femenina en el modelo transmitido.
Teresa de Jesús —como Juan de la Cruz— busca
salir, escapar de dicotomías en que se siente apresada
(hombre/mujer, rico/pobre, cristiano viejo/converso
de origen judío o morisco, culto/ignorante...) y de las
que socialmente no es posible salir. Su proyecto vital es
una entrega a la vida del espíritu (sólo inteligible, no
hay que olvidarlo, en su raíz amorosa), que consiste
en la anulación del yo —soporte de cualquier identi-
dad para los otros, identidad misma para perderse en
Esa situación nada nos extraña si pensamos que en una superior identidad con lo divino. Y, no obstante, al
1863, trescientos años después que Teresa, Rosalía de mismo tiempo, en el caso de Teresa, por su virtualidad
Castro, con ser quien era, escribía en el prólogo a sus expansiva —fundar conventos, difundir ese modo de
Cantares gallegos: «Mais naide ten menos que eu teño vida— y por su propia forma de ser —arraigada en el
as grandes cualidades que son precisas para levar a mundo, con los pies en la tierra— se traduce en una re-
cabo obra tan difícile, anque naide tampouco se pudo afirmación del yo. De modo que en los miles de páginas
achar animado dun máis bon deseo pra cantar as belle- que escribe realiza el esfuerzo gigantesco de levantar y
zas da nosa terra naquel dialecto soave e mimoso. Por sostener una identidad subjetiva —un pasar de obje-
esto, inda achándome débil en forzas e non habendo to a sujeto—, que en todo momento es una identidad
deprendido en máis escola que a dos nosos probes al- femenina. Busca en el lugar de la escritura, como hace
deáns, atrevínme a escribir estos cantares». un hombre letrado, el reconocimiento de los hombres,
Lo que no le había impedido entretejer la cautela de pero quiere ese lugar y ese reconocimiento como una
altivez y exabrupto en las palabras finales de su prólogo mujer y, hasta donde puede llegar en su expresión, con
a La hija del mar (1859): «El que tenga paciencia para una violencia insólita: «Parece atrevimiento pensar yo
llegar hasta el fin, el que haya seguido página por pági- he de ser alguna parte para alcanzar esto. Confío yo,
na este relato, concebido en un momento de tristeza y Señor mío, en estas vuestras siervas que aquí están,
escrito al azar, sin tino, y sin pretensiones de ninguna que veo y sé no quieren otra cosa ni la pretenden sino
clase, arrójelo lejos de sí y olvide entre otras cosas que contentaros; por Vos han dejado lo poco que tenían y
su autor es una mujer. Porque todavía no les es permiti- quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois
do a las mujeres escribir lo que sienten y lo que saben». Vos, Creador mío, desagradecido para que piense yo
En la posición de Teresa podemos distinguir —a daréis menos de lo que os suplican, sino mucho más, ni
efectos del análisis— tres capas o modos: en primer aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el
lugar, se erige en autora tomando para sí un modelo mundo las mujeres, antes las favorecisteis siempre con
masculino y una identidad fuerte; pero —pese a ello, mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe
y en segundo lugar— observa los códigos que rigen la que en los hombres, pues estaba vuestra sacratísima
actitud femenina, asumiendo la retórica de la ignoran- Madre en cuyos méritos merecemos —y por tener su
cia, de la fragilidad —«flaca» y «ruin» son adjetivos hábito— lo que desmerecimos por nuestras culpas. ¿No
que se aplica a sí misma a cada paso— y de la aparente basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas [...]
sumisión a los varones (reforzada en su caso por el voto para que no hagamos cosa que valga nada para Vos en
de obediencia a superiores y confesores); a lo que ha- público, ni osemos hablar algunas verdades que llora-
bría que añadir —en tercer lugar— que, sin embargo, mos en secreto, sino que no nos habíais de oír petición

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tan justa? No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y Camino de perfección, y la concha de plata en que se
justicia, que sois justo juez y no como los jueces del guarda, un trozo de carne de santa Teresa —en forma
mundo, que como son hijos de Adán y en fin todos va- de rombo y con textura de pergamino rojizo—, dos
rones, no hay virtud de mujer que no tengan por sos- huesecillos de San Juan de la Cruz, exentos por uno de
pechosa. Sí, que algún día ha de haber, Rey mío, que se sus extremos y montados en plata por el otro, cuatro
conozcan todos. No hablo por mí, que ya tiene conoci- decenas de cuentas de madera del rosario de la santa,
do el mundo mi ruindad y yo holgado que sea pública, una carta autógrafa del santo, un trozo del hábito (ma-
sino porque veo los tiempos de manera que no es ra- rrón), un trozo del velo (negro), un trozo del escapu-
zón desechar ánimos virtuosos y fuertes aunque sean lario (marrón), un niño Jesús que la santa había rega-
de mujeres». Así le habla Teresa a Dios al comienzo del lado a la primera profesa, no sé si algo más. La señora
capítulo cuarto de Camino de perfección, suspendiendo que me acompaña —la otra ha pedido mientras la llave
por un momento su explicación a las monjas. El frag- para entrar al lavabo— iba leyendo los letreritos, «todo
mento fue duramente censurado y, en consecuencia, la cosas de mucha devoción».
autora hubo de suprimirlo casi entero en la segunda re- A la iglesia se entra por su lateral derecho y se
dacción que hizo del libro. avanza hacia el altar a cuya izquierda está la reja de la
¿Es anacrónico aplicar un análisis que conlleva clausura y un pequeño entrante para el confesonario.
perspectivas feministas a la actitud de Teresa de Jesús En el retablo y a los lados tallas espléndidas de Juan de
y a la obra que escribe entre los años 60 y 82 del siglo Juni y Gregorio Fernández: una Inmaculada, un Cris-
XVI? Que el feminismo, como movimiento político de to de la Agonía, un San José y el niño, un Cristo a la
emancipación, no se generalice en el mundo occidental columna, una Santa Teresa grande y otra Santa Teresa
hasta el siglo XX no quiere decir que antes no haya ha- pequeña, un San Juan de la Cruz pequeño, y otras san-
bido mujeres conscientes de la flagrante asimetría y ex- tas. Algunas hermosísimas, expresivas y contenidas
clusión, y empeñadas —como quizá también algunos como son las mejores. Al devolver la llave, la Madre
hombres de todas las épocas— en remover y equilibrar —a la que la hermana del tomo había llamado— me
esas condiciones de vida. Teresa de Jesús fue una de pasó unas postales como obsequio. Le pregunté cuán-
ellas. En esa medida fue capaz de erigirse a sí misma en tas monjas eran. —Once —respondió— ésta es época
sujeto: sujeto de experiencia, sujeto de escritura, sujeto de pocas vocaciones.
de acción. Y, pese a sus votos de obediencia y su humil- Hice fotos del patio —las dos hermanas fueron
dad —tan retórica como real—, sujeto de poder. a reunirse con la que ya estaba en el locutorio—. Al
pasar junto al grupo escolar «San Juan de la Cruz»,
Valladolid. 21 de julio de 2000 en el suelo, entre un tobogán y una rueda, alguien
Visita al monasterio de la Concepción, calle Rondilla había tirado un pan redondo, casi entero aún, que
de Santa Teresa, frente a la Residencia. picoteaban los gorriones. También les hice fotos, y
Se entra inicialmente a un patio, que tiene a la dere- luego a los dos murales de Manolo Sierra —con sus
cha la iglesia; la puerta del convento se abre a un zaguán, tejados y huertas preindustriales, donde lo real toma
con el torno a la derecha, una vitrina relicario cerrada peso de lo irreal—, uno en la tapia trasera del con-
con puertas de madera al frente y la puerta que da al lo- vento de la calle de la Oración y el otro en la calle
cutorio a la izquierda. Llegaba cuando yo la familia — siguiente, del Serafín.
tres hermanas— de una de las monjas. Dos de ellas, muy
amables, me acompañan en la visita a la iglesia y abren Wittgenstein, en el Diario filosófico:
el relicario. Señoras mayores, devotas, de clase media. Su
hermana lleva allí 51 años, el año que viene celebrará las ... Pero también cabría decir así: la vida feliz parece
bodas de oro de la profesión. Ellas han traído helados ser, en algún sentido, más armoniosa que la desgracia-
para la comida de las monjas, que dejan en el torno. Por da. Pero ¿en cuál? ¿Cuál es la marca objetiva de la vida
él nos pasan las llaves, las del relicario y las de la iglesia; feliz, armoniosa? Otra vez vuelve a estar claro que no
una de éstas, enorme, quizá la primitiva. puede haber una marca tal, susceptible de ser descrita.
Miramos primero el relicario. Aparte de algunas
cosas de Santa Teresita, está el ejemplar autógrafo de Artículo publicado en el número 199 de Quimera, de enero de 2001.

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Así escribo
mis cuentos
Jorge Luis Borges
Introducción y transcripción de Américo Cristófalo
Jorge Luis Borges. Fotografía: Sara Facio

Una casa de una planta, no demasiado lejos de ese viejo y Acaban de informarme que voy a hablar sobre mis
soñado Palermo de cuchilleros y almacenes rosados. Unas cuentos. Ustedes quizás los conozcan mejor que yo, ya
diez o quince personas esperan poder ver, oír a Borges. Sa- que los he escrito una vez y he tratado de olvidarlos,
ben, sabemos, que él suele prestarse amablemente a este para no desanimarme he pasado a otros; en cambio tal
tipo de encuentros. Aun así hay cierta impaciencia, una vez alguno de ustedes haya leído algún cuento mío, di-
comprensible expectación: El Gran Fabulador hablará de gamos, un par de veces, cosa que me ha ocurrido a mí.
sus cuentos. Su participación en esta informal reunión de Pero creo que podemos hablar sobre mis cuentos, si les
lo que en Buenos Aires se llama «Taller literario», había parece que merecen atención. Voy a tratar de recordar
sido concertada la mañana anterior, con absoluta senci- alguno y luego me gustaría conversar con ustedes que,
llez, mientras Borges desayunaba: «Entonces paso a re- posiblemente, o sin posiblemente, sin adverbio, pueden
cogerlo a las siete, Borges.» «Muy bien, a las siete». No enseñarme muchas cosas, ya que yo no creo, contra-
hace falta seguir deteniéndose en esa humildad: «No hay riamente a la teoría de Edgar Allan Poe, que el arte, la
ninguna razón para que un hombre sea famoso», dirá esa operación de escribir, sea una operación intelectual. Yo
misma tarde al referirse a «Utopía de un hombre que está creo que es mejor que el escritor intervenga lo menos
cansado», según él, su propia utopía. Pero quizá sí valga posible en su obra. Esto puede parecer asombroso; sin
la pena resaltar esa incuestionable forma de ser de Borges: embargo no lo es, en todo caso se trata curiosamente de
el ser como se piensa, lo cual nos sumerge en lo mágico la doctrina clásica. Lo vemos en la primera línea —yo
de su presencia, y nos induce a creer que estamos delante no sé griego— de La Ilíada de Homero, que leemos en
de uno de sus personajes o, en cualquier caso a la duda: la versión tan censurada de Hermosilla: «Canta, Musa,
«Yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar la cólera de Aquiles». Es decir, Homero, o los griegos
su literatura y esa literatura me justifica [...] No sé cuál que llamamos Homero sabía, sabían, que el poeta no es
de los dos escribe estas páginas». Quizás no importe cuál; el cantor, que el poeta (el prosista, da lo mismo) es sim-
quizás, frente a una personalidad como la suya sólo sea plemente el amanuense de algo que ignora y que en su
posible penetrar fantásticamente en su inagotable uni- mitología se llamaba la Musa. En cambio los hebreos
verso de repeticiones, de espejos, de literaturas. Fuimos prefirieron hablar del espíritu, y nuestra psicología
fortuitos invitados y hemos creído que esta charla-confe- contemporánea, que no adolece de excesiva belleza, de
rencia podía ser un nuevo acercamiento a su figura, pero la subconsciencia, el inconsciente colectivo, o algo así.
tal vez sea más acertado pensar, como lo hace su biógra- Pero, en fin, lo importante es el hecho de que el escritor
fo Marcos R. Barnatán, que «Borges es uno de esos casos es un amanuense, él recibe algo y trata de comunicarlo,
de escritor gigante ante el que toda aproximación resul- lo que recibe no son exactamente ciertas palabras en un
ta insuficiente». Con bastante puntualidad, alrededor cierto orden, como creían los hebreos, que pensaban
de las siete y media, Borges atraviesa la salita, se insta- que cada sílaba del texto había sido prefijada. No, noso-
la detrás de una pequeña mesa de madera, saluda, pide tros creemos en algo mucho más vago que eso, pero en
agua, bromea acerca del tamaño del vaso y comienza... cualquier caso en recibir algo.

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Jorge Luis Borges. Así escribo mis cuentos

El Zahir exactamente iguales. Todas con la efigie de la libertad,


Voy a tratar entonces de recordar un cuento mío. Estaba o con un escudo o con ciertas palabras convenciona-
dudando mientras me traían y me acordé de un cuento les. Qué raro sería si hubiera una moneda, una moneda
que no sé si ustedes han leído; se llama «El Zahir». Voy a perdida entre esos millones de monedas, que fuera in-
recordar cómo llegué yo a la concepción de ese cuento. olvidable. Y pensé en una moneda que ahora ha desa-
Uso la palabra «cuento» entre comillas ya que no sé si parecido, una moneda de veinte centavos, un moneda
lo es o qué es, pero, en fin, el tema de los géneros es lo igual a las otras, igual a la moneda de cinco o a la de
de menos. Croce creía que no hay géneros; yo creo que diez, un poco más grande; qué raro si entre los millo-
sí, que los hay en el sentido de que hay una expectativa nes, literalmente, de monedas acuñadas por el Estado,
en el lector. Si una persona lee un cuento, lo lee de un por uno de los centenares de Estados, hubiera una que
modo distinto de su modo de leer cuando busca un ar- fuera inolvidable. De ahí surgió la idea: una inolvida-
tículo en una enciclopedia o cuando lee una novela. Los ble moneda de veinte centavos. No sé si existen aún, si
textos pueden no ser distintos pero cambian según el los numismáticos las coleccionan, si tienen algún valor,
lector, según la expectativa. Quien lee un cuento sabe o pero en fin, no pensé en eso en aquel tiempo. Pensé en
espera leer algo que lo distraiga de su vida cotidiana, que una moneda que para los fines de mi cuento tenía que
lo haga entrar en un mundo no diré fantástico —muy ser inolvidable; es decir, una persona que la viera no
ambiciosa es la palabra— pero sí ligeramente distinto podría pensar en otra cosa.
del mundo de las experiencias comunes. Luego me encontré ante la segunda o tercera difi-
Ahora llego a «El Zahir» y, ya que estamos entre cultad... He perdido la cuenta. ¿Por qué esa moneda iba
amigos, voy a contarles cómo se me ocurrió ese cuento. a ser inolvidable? El lector no acepta la idea, yo tenía
No recuerdo la fecha en la que escribí ese cuento, sé que preparar la inolvidabilidad de mi moneda y para
que yo era director de la Biblioteca Nacional, que está eso convenía suponer un estado emocional en quien
situada en el Sur de Buenos Aires, cerca de la iglesia de la ve, había que insinuar la locura, ya que el tema de
La Concepción; conozco bien ese barrio. Mi punto de mi cuento es un tema que se parece a la locura o a la
partida fue una palabra, una palabra que usamos casi obsesión. Entonces pensé, como pensó Edgar Allan Poe
todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que cuando escribió su justamente famoso poema El cuervo,
hay en ella (salvo que todas las palabras son misterio- en la muerte hermosa. Poe se preguntó a quién podía
sas): pensé en la palabra inolvidable, unforgettable en in- impresionar la muerte de esa mujer, y dedujo que tenía
glés. Me detuve, no sé por qué, ya que había oído esa que impresionarle a alguien que estuviese enamorado
palabra miles de veces, casi no pasa un día en que no la de ella. De ahí llegué a la idea de una mujer, de quien yo
oiga; pensé qué raro sería si hubiera algo que realmente estoy enamorado, que muere, y yo estoy desesperado.
no pudiéramos olvidar. Qué raro sería si hubiera, en lo
que llamamos realidad, una cosa, un objeto —¿por qué, Una mujer poco memorable
no?— que fuera realmente inolvidable. En ese punto hubiera sido fácil, quizás demasiado fá-
Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y cil, que esa mujer fuera como la perdida Leonor de Poe.
pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, Pero no, decidí mostrar a esa mujer de un modo satíri-
leída, literalmente inolvidable, unforgettable, unvergess- co, mostrar el amor de quien no olvidará la moneda de
lich, inoubliable. Es una consideración bastante pobre, veinte centavos como un poco ridículo; todos los amo-
como ustedes han visto. En seguida pensé que si hay res lo son para quien los ve desde afuera.
algo inolvidable, ese algo debe ser común, ya que si Entonces, en lugar de hablar de la belleza del love
tuviéramos una quimera por ejemplo, un monstruo splendor, la convertí en una mujer bastante trivial, un
con tres cabezas, (una cabeza creo que de cabra, otra poco ridícula, venida a menos, tampoco demasiado lin-
de serpiente, otra creo que de perro, no estoy seguro), da. Imaginé esa situación que se da muchas veces: un
lo recordaríamos ciertamente. De modo que no habría hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado
ninguna gracia en un cuento con un minotauro, con que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que
una quimera, con un unicornio inolvidables; no, tenía esa mujer no es especialmente memorable, digamos,
que ser algo muy común. Al pensar en ese algo común para su madre, para sus primas, para la mucama, para
pensé, creo que inmediatamente, en una moneda, ya la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa
que se acuñan miles y miles y miles de monedas todas persona es única.

18
Eso me lleva a otra idea, la idea de que quizás toda decir, falsa: «Quizás detrás de la moneda esté Dios». Es
persona sea única, y que nosotros no veamos lo único decir, si uno ve una sola cosa, esa cosa única es absoluta.
de esa persona habla en favor de ella. Yo he pensado al- Hay otros episodios que he olvidado, quizás alguno de
guna vez que esto se da en todo, si no fijémonos que en ustedes los recuerde. Al final, él no puede dormir, sueña
la Naturaleza, o en Dios (Deus sirve Natura, decía Spi- con la moneda, no puede leer, la moneda se interpone
noza); lo importante es la cantidad y no la calidad. Por entre el texto y él casi no puede hablar sino de un modo
qué no suponer entonces que hay algo, no sólo en cada mecánico, porque realmente está pensando en la mo-
ser humano sino en cada hoja, en cada hormiga, único, neda, así concluye el cuento.
que por eso Dios o la Naturaleza crea millones de hor-
migas; aunque decir millones de hormigas es falso, no El libro de arena
hay millones de hormigas, hay millones de seres muy Bien, ese cuento pertenece a una serie de cuentos en la
diferentes, pero la diferencia es tan sutil que nosotros que hay objetos mágicos que parecen preciosos al prin-
los vemos como iguales. cipio y luego son maldiciones, sucede que están carga-
Entonces, ¿qué es estar enamorado? Estar enamora- dos de horror. Recuerdo otro cuento que esencialmente
do es percibir lo que de único hay en cada persona, eso es el mismo y que está en mi mejor libro, si es que yo
único que no puede comunicarse salvo por medio de hi- puedo hablar de mejores libros, «El libro de arena». Ya
pérboles o de metáforas. Entonces por qué no suponer el título es mejor que «El Zahir», creo que zahir quiere
que esa mujer, un poco ridícula para todos, poco ridícula decir algo así como maravilloso, excepcional. En este
para quien está enamorado de ella, esa mujer muere. Y caso, pensé antes que nada en el título: «El libro de are-
luego tenemos el velorio. Yo elegí el lugar del velorio, ele- na», un libro imposible, ya que no puede haber libros
gí la esquina, pensé en la Iglesia de la Concepción, una de arena, se disgregarían. Lo llamé libro de arena por-
iglesia no demasiado famosa ni demasiado patética, y que consta de un número infinito de páginas. El libro
luego al hombre que después del velorio va a tomar un tiene el número de la arena, o más que el presumible
guindado a un almacén. Paga, en el cambio le dan una número de la arena. Un hombre adquiere ese libro y,
moneda y él distingue en seguida que hay algo en ella como tiene un número infinito de páginas, no puede
—hice que fuera rayada para distinguirla de las otras—. abrirse dos veces en la misma.
Él ve la moneda, está muy emocionado por la muerte Este libro podría haber sido un gran libro, de aspec-
de la mujer, pero al verla ya empieza a olvidarse de ella, to ilustre; pero la misma idea que me llevó a una mone-
empieza a pensar en la moneda. Ya tenemos el objeto da de veinte centavos en el primer cuento, me condujo
mágico para el cuento. Luego vienen los subterfugios del a un libro mal impreso, con torpes ilustraciones y es-
narrador para librarse de esa que él sabe que es una ob- crito en un idioma desconocido. Necesitaba eso para el
sesión. Hay diversos subterfugios: uno de ellos es perder prestigio del libro, y lo llamé Holy Writ —escritura sa-
la moneda. La lleva, entonces, a otro almacén que queda grada—, la escritura sagrada en una religión descono-
un poco lejos, la entrega en el cambio, trata de no fijarse cida. El hombre lo adquiere, piensa que tiene un libro
en qué esquina está ese almacén, pero eso no sirve para único, pero luego advierte lo terrible de un libro sin
nada porque él sigue pensando en la moneda. primera página (ya que si hubiera una primera página
Luego llega a extremos un poco absurdos. Por ejem- habría una última). En cualquier parte en la que él abra
plo, compra una Libra Esterlina con San Jorge y el dra- el libro, habrá siempre algunas páginas entre aquélla en
gón, la examina con una lupa, trata de pensar en ella y la que él abre y la tapa. El libro no tiene nada de par-
olvidarse de la moneda de veinte centavos ya perdida ticular, pero acaba por infundirle horror y él opta por
para siempre, pero no logra hacerlo. Hacia el final del perderlo y lo hace en la Biblioteca Nacional. Elegí ese
cuento el hombre va enloqueciendo pero piensa que esa lugar en especial, porque conozco bien la Biblioteca.
misma obsesión puede salvarlo. Es decir, habrá un mo- Así, tenemos el mismo argumento: un objeto mági-
mento en el cual ya el universo habrá desaparecido, el co que realmente encierra horror.
universo será esa moneda de veinte centavos. Entonces Pero antes yo había escrito otro cuento titulado
él —aquí produje un pequeño efecto literario—, Bor- «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius». Tlön no se sabe a qué
ges, estará loco, no sabrá que es Borges. Ya no será otra idioma corresponde. Posiblemente a una lengua ger-
cosa que el espectador de esa perdida moneda inolvida- mánica. Uqbar sugiere algo arábigo, algo asiático. Y
ble. Y concluí con esta frase debidamente literaria, es luego, dos palabras claramente latinas: Orbis Tertius,

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Jorge Luis Borges. Así escribo mis cuentos

mundo tercero. La idea era distinta, la idea es la de un perdidos, del que podemos pensar que es un laberinto,
libro que modifique el mundo. un caos. Podemos imaginar, entonces, la enciclopedia
Yo he sido siempre lector de enciclopedias, creo que de ese mundo, o esos tres mundos que se llaman, en tres
es uno de los géneros literarios que prefiero porque de etapas sucesivas, Tlön, Uqbar, Orbius Tertius. No sé
algún modo ofrece todo de manera sorprendente. Re- cuántos ejemplares eran, digamos treinta ejemplares de
cuerdo que solía concurrir a la Biblioteca Nacional con ese volumen que, leído y releído, acaba por suplantar la
mi padre; yo era demasiado tímido para pedir un libro, realidad; ya que la historia real que no entendemos, su
entonces sacaba un volumen de los anaqueles, lo abría y filosofía corresponde a la filosofía que podemos admitir
leía. Encontré una vieja edición de la Enciclopedia Britá- fácilmente y comprender: el idealismo de Hume, de los
nica, una edición muy superior a las actuales ya que esta- hindúes, de Schopenhauer, de Berkeley, de Spinoza. Su-
ba concebida como libro de lectura y no de consulta, era pongamos que esa enciclopedia funde el mundo cotidia-
una serie de largas monografías. Recuerdo una noche no y lo reemplaza. Entonces, una vez escrito el cuento,
especialmente afortunada en la que busqué el volumen aquella misma idea de un objeto mágico que modifica la
que corresponde a la D-L, y leí un artículo sobre los drui- realidad lleva a una especie de locura; una vez escrito el
das, antiguos sacerdotes de los celtas, que creían —según cuento pensé: «¿Qué es lo que realmente ha ocurrido?»
César— en la transmigración (puede haber un error de Ya que, qué sería del mundo actual sin los diversos libros
parte de César). Leí otro artículo sobre los drusos del sagrados, sin los diversos libros de filosofía. Ese fue uno
Asia Menor, que también creen en la transmigración. de los primeros cuentos que escribí. Ustedes observarán
Luego pensé en un rasgo no indigno de Kafka: Dios sabe que esos tres cuentos de apariencia tan distinta, «Tlön,
que esos drusos son muy pocos, que los asedian sus veci- Uqbar, Orbis Tertius»; «El Zahir» y «El libro de arena»,
nos, pero al mismo tiempo creen que hay una vasta po- son esencialmente el mismo: un objeto mágico interca-
blación de drusos en la China y creen, como los druidas, lado en lo que se llama mundo real. Quizás piensen que
en la transmigración. Eso lo encontré en aquella edición, yo haya elegido mal, quizás haya otros que les interesen
creo que del año 1910, y luego en la de 1911 no encontré más. Veamos por lo tanto otro cuento: «Utopía de un
ese párrafo, que posiblemente soñé; aunque creo recor- hombre que está cansado». Esa utopía de un hombre
dar aún la frase Chinese druses —drusos chinos— y un que está cansado es realmente mi utopía. Creo que ado-
artículo sobre Dryden, que habla de toda la triste varie- lecemos de muchos errores: uno de ellos es la fama. No
dad del infierno, sobre el cual ha escrito un excelente li- hay ninguna razón para que un hombre sea famoso. Para
bro el poeta Eliot; eso me fue dado en una noche. ese cuento yo imagino una longevidad muy superior a
Y como siempre he sido lector de enciclopedias, la actual. Bernard Shaw creía que convendría vivir 300
reflexioné —esa reflexión es trivial también, pero no años para llegar a ser adulto. Quizás la cifra sea escasa;
importa, para mí fue inspiradora— que las enciclope- no recuerdo cuál he fijado en ese cuento: lo escribí hace
dias que yo había leído se refieren a nuestro planeta, a muchos años. Supongo primero un mundo que no esté
los otros, a los diversos idiomas, a sus diversas lecturas, parcelado en naciones como ahora, un mundo que haya
a las diversas filosofías, a los diversos hechos que confi- llegado a un idioma común. Vacilé entre el esperanto u
guran lo que se llama el mundo físico. ¿Por qué no su- otro idioma neutral y luego pensé en el latín. Todos sen-
poner una enciclopedia de un mundo imaginario? timos la nostalgia del latín, las perdidas declinaciones, la
brevedad del latín. Me acuerdo de una frase muy linda
Una enciclopedia imaginaria de Browning que habla de ello: «Latin, marble’s lengua-
Esa enciclopedia tendría el rigor que no tiene lo que lla- je» —latín, idioma del mármol—. Lo que se dice en la-
mamos realidad. Dijo Chesterton que es natural que lo tín parece, efectivamente, grabado en el mármol de un
real sea más extraño que lo imaginado, ya que lo imagi- modo bastante lapidario. Pensé en un hombre que vive
nado procede de nosotros, mientras que lo real procede mucho tiempo, que llega a saber todo lo que quiere saber,
de una imaginación infinita, la de Dios. Bueno, vamos que ha descubierto su especialidad y se dedica a ella, que
a suponer la enciclopedia de un mundo imaginario. Ese sabe que los hombres y mujeres en su vida pueden ser
mundo imaginario, su historia, sus matemáticas, sus re- innumerables, pero se retira a la soledad. Se dedica a su
ligiones, las herejías de esas religiones, sus lenguas, las arte, que puede ser la ciencia o cualquiera de las artes ac-
gramáticas y filosofías de esas lenguas, todo, todo eso tuales. En el cuento se trata de un pintor. Él vive solitaria-
va a ser más ordenado, es decir, más aceptable para la mente, pinta, sabe que es absurdo dejar una obra de arte
imaginación que el mundo real en el que estamos tan a la realidad, ya que no hay ninguna razón para que cada

20
Dieciséis consejos para quien quiera escribir libros
Adolfo Bioy Casares, en un número especial de la revista francesa L’Herne, cuenta que, hace treinta años, Borges, él mismo y
Silvina Ocampo proyectaron escribir a seis manos un relato ambientado en Francia y cuyo protagonista hubiera sido un joven
escritor de provincias. El relato nunca fue escrito, pero de aquel esbozo ha quedado algo que pertenece al propio Borges: una iró-
nica lista de dieciséis consejos acerca de lo que un escritor no debe poner nunca en sus libros. Ahí va ese curioso inédito borgiano.

En literatura es preciso evitar:


1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la miso-
ginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho
Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner,
Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, al ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas,
navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la
Odisea de Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o bibliográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o
a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policiacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.

uno no sea su propio Velázquez, su propio Shakespeare, narrador viaja a un porvenir muy remoto, y de ese por-
su propio Schopenhauer. Entonces llega un momento en venir trae una flor, una flor marchita; al regresar él esa
el que decide destruir todo lo que ha hecho. Él no tie- flor no ha florecido aún. La otra es una frase, una sen-
ne nombre: los nombres sirven para distinguir a unos tencia perdida de Coleridge que está en sus cuadernos,
hombres de otros, pero él vive solo. Llega un momento que no se publicaron nunca hasta después de su muerte,
en que cree que es conveniente morir. Se dirige a un pe- y dice simplemente: «Si alguien atravesara el paraíso y le
queño establecimiento donde se administra el suicidio y dieran como prueba de su pasaje por el paraíso una flor
quema toda su obra. No hay razón para que el pasado y se despertara con esa flor en la mano, entonces ¿qué?».
nos abrume, ya que cada uno puede y debe bastarse. Para Eso es todo, yo concluí de ese modo: el hombre vuel-
que ese cuento fuese contado hacía falta una persona ve al presente y trae consigo un cuadro del porvenir, un
del presente; esa persona es el narrador. El hombre aquél cuadro que no ha sido pintado aún. Ese cuento es un
le regala uno de sus cuadros al narrador, quien regresa cuento triste, como lo indica su título: «Utopía de un
al tiempo actual (creo que es contemporáneo nuestro). hombre que está cansado».
Aquí recordé dos hermosas fantasías, una de Wells y otra
de Coleridge. La de Wells está en el cuento titulado «The Artículo publicado en el número 207-208 de Quimera, de
Time Machine» —La máquina del tiempo—, donde el octubre-noviembre de 2001.

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I

La cultura
de la libertad

Mario Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa (2016). Fotografía: Fronteiras do Pensamento

I
Libros quiere decir ideas, palabras, fantasía, ejercicio años, me produce, cada vez que la recuerdo, cierta an-
de la inteligencia. Nada ha impulsado tanto la vida cul- gustia. Se titulaba Literacy is doomed y su tesis era exac-
tural, ni ha contribuido más a democratizarla —a uni- tamente la del título, es decir, que la cultura alfabética,
versalizarla— que la invención de la imprenta. Desde aquella basada en la escritura y los libros, va a perecer.
los tiempos de Gutenberg hasta los nuestros, el libro si- Según el conferencista, la cultura audiovisual la susti-
gue siendo el propulsor y depositario del conocimiento tuirá en un período de tiempo breve. La palabra escrita,
por excelencia, el motor de la vida cultural de un país, y lo que ella representa, son ya un anacronismo, puesto
además de insustituible fuente de placer. que el saber más actual y necesario para la experiencia
Para muchos, sin embargo, su futuro es incierto. de nuestro tiempo se transmite y está contenido no en
Una conferencia que escuché en Cambridge, hace unos libros sino en máquinas y tiene como eje no las letras

22
En una buena cantidad de
países, la escritura es la última
trinchera de la libertad.

sino las señales. El conferencista acababa de pasar dos ta canadiense que anunció la desaparición del libro para
semanas en México y había podido desplazarse por el año 1980. (Es sabido que la profecía no se cumplió
todas partes, en el metro, sin la menor dificultad, pese y que en 1980 murieron, más bien, él y su famosísimo
a no hablar español. Porque el sistema de señalización Marshall McLuhan’s Center of Culture and Technology
en el metro mexicano está hecho únicamente a base de del que hoy nadie se acuerda). Era Sir Edmund Leach,
flechas, luces y figuras. Esta forma de comunicación es eminente antropólogo británico y entonces Provost del
más universal, explicaba, pues, por ejemplo, salva los King’s College. Es decir, un destacado mandarín de la
escollos que plantea la diferencia de idiomas a los sis- cultura alfabética de nuestra época. En boca del riguro-
temas alfabéticos. so analista de los sistemas políticos de las culturas pri-
El conferencista sacaba todas las consecuencias de- mitivas de Birmania, de los mitos del Génesis y del fino
bidas a su tesis, sin arredrarse. Sostenía que los países expositor y crítico de las teorías de Lévi-Strauss, seme-
del tercer mundo, en vez de empeñarse en costosas y jantes planteamientos no pueden ser tomados a la lige-
largas campañas para enseñar a leer y escribir a sus ma- ra, como un disparate o una extravagancia. Si Edmund
sas iletradas, deberían más bien adiestrarlas en lo que Leach está convencido que el alfabeto huele a cadáver
será la fuente primordial del conocimiento: el manejo no hay duda que algo está pudriéndose en el alfabeto.
de las máquinas. Todavía me tintinea en los oídos la Es verdad que la palabra escrita es cada vez menos
fórmula que el espigado y soberbio expositor usaba, indispensable para mucha gente. Donde se advierte
con un guiño desafiante: «Not books, but gadgets!» esto, de manera flagrante, es entre los niños de nuestro
(No libros sino artefactos). Y, para consuelo de aquellos tiempo, a quienes los programas de televisión suelen
que pudieran entristecerse ante la perspectiva de una darles lo que a nosotros nos dieron Karl May, Salgari,
humanidad en la que lo que ayer se hacía y conseguía Julio Veme, el gran Dumas. La radio y la pequeña pan-
escribiendo y leyendo se haría y obtendría poniendo en talla han desplazado a diarios y revistas como primera
funcionamiento proyectores, pantallas, parlantes y cas- fuente de información sobre la actualidad y, aunque en
settes, se apresuraba a recordar que el período alfabéti- términos absolutos, el número de lectores en el mundo
co en el curso de la historia humana era brevísimo. Así vaya en aumento, no cabe duda que hoy, en términos
como en el pasado los hombres habían vivido miles de relativos, la palabra impresa es menos influyente que
años, creando espléndidas culturas y civilizaciones, sin en el pasado. Para la persona alfabeta de nuestros días
libros, lo mismo podría ocurrir en el futuro. ¿Para qué los libros son menos importantes (por el tiempo que les
se empeñarían, pues, los países subdesarrollados en im- dedica y por el efecto que tienen en su vida) que lo fue-
poner una instrucción obsoleta a sus ciudadanos? ¿Para ron para una persona alfabeta del pasado.
seguir siendo atrasados en el porvenir? Esta perspectiva debe ponernos los pelos de punta.
El conferencista no pensaba que, con su sustitución Porque, aunque yo tengo dudas de que llegue a materia-
por la audiovisual, la cultura alfabética desaparecería lizarse tan pronto y de manera tan generalizada como
totalmente, ni, por supuesto, lo deseaba. Según él, so- él sugería, si el vaticinio del Profesor Leach se cumple,
breviviría en ciertos enclaves, universitarios y sociales, ello será una catástrofe para la humanidad. Porque con
para entretenimiento y beneficio de los grupos mar- los libros no sólo desapareceremos los escritores y los
ginales interesados en producirla y consumirla, como editores. Desaparecerá también la cultura de la liber-
algo curioso y en todo caso excéntrico al curso princi- tad. Y es muy probable que el mundo se convierta en
pal de la vida de las naciones. una aburrida sociedad de robots imbéciles.
Quien exponía esta tesis —que he resumido de ma- Mi pesimismo se funda en dos certidumbres. La
nera muy sucinta— no era Marshall McLuhan, el profe- primera, que la cultura audiovisual es infinitamente

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Mario Vargas Llosa. La cultura de la libertad

más susceptible de ser controlada, manipulada y de- que significan ruptura, negación radical, rechazo abso-
gradada por el poder que la de la palabra escrita. Ésta, luto de lo establecido. Por otra parte, en muchos casos
por la soledad en la que nace, la facilidad con que puede de excelencia artística en los productos audiovisuales
reproducirse y circular y la huella durable que imprime ello se debe al estímulo y al alimento que han recibido
en las conciencias, ha demostrado (basta ver lo que ha de la «otra» cultura. Sin ese acicate y materia prima es
ocurrido con los disidentes en los países del Este) una probable que ellos serían lo que son hoy en la mayor
resistencia formidable a ser esclavizada. En una buena parte del mundo de los productos de la cultura audiovi-
cantidad de países, la escritura es la última trinchera sual: tonterías. A veces muy divertidas, pero tonterías. Y
de la libertad. Con su delincuencia, el sometimiento no hay duda que quienes se alimentan espiritualmente
de las conciencias por parte del poder —de los pode- de tonterías terminan por volverse tontos.
res— podría ser absoluto. En el reino de lo audiovisual La historia no tiene leyes tan rígidas como para que
el amo de la tecnología y del presupuesto sería (como la naturaleza de la cultura —es decir, si ella será libresca
lo es ahora) el amo supremo de la producción cultural, o audiovisual, libre o esclava, refinada o vulgar— se de-
quien decidiría lo que los hombres deben y no deben cida de manera autónoma, por fatídica evolución de la
saber, decir, oír y (a la larga) soñar. En ese reino no ha- ciencia. El factor decisivo, en esta materia, será la elec-
bría clandestinidad posible, ni samizdat ni contracultu- ción que hagan los hombres, es decir los poderes que
ra y todos sus súbditos —desaparecidas la elección y la pueden encaminar la sociedad en una dirección o en la
iniciativa— tendrían que resignarse a ser esclavos. otra. Si los libros y los artefactos se traban en una lucha
Mi sospecha de que estos robots serían, además, im- mortal y éstos acaban con aquellos, la culpa la tendrán
béciles, se funda en la convicción de que, a diferencia quienes permitieron que esto ocurriera. Después de
de lo que ocurre con el libro, la producción audiovisual esto, ya no tendrán ocasión de decidir nada más.
tiende a recortar la imaginación, a embotar la sensibi- Pero es difícil que esta pesadilla orwelliana llegue
lidad y a crear espíritus pasivos. No soy un retrógrado, realmente a ocurrir. Porque, afortunadamente para
alérgico de la cultura audiovisual. Todo lo contrario. nosotros, para los escritores y los editores, nuestro ofi-
Después de la literatura, nada me gusta tanto como cio y vocación tiene su suerte ligada a la de la libertad,
el cine ni me depara un placer tan profundo como enfermedad o vicio que, aunque hizo presa de ella algo
un buen programa de televisión. Yo mismo he traba- tarde en la historia, parece haber tomado posesión de
jado produciendo programas televisivos, y he visto el buena parte de la humanidad con características incu-
extraordinario impacto que tiene la imagen y su fan- rables. Veamos.
tástica repercusión en el público (aunque este efecto
fulminante es también efímero, desaparece mucho más II
rápido que el de la lectura). Pero lo cierto es que, inclu- Escribir es un oficio solitario. Enfrentado al papel, con
so en los escasos países, como Inglaterra, donde la tele- la pluma en la mano, para que brote eso que, a falta de
visión ha alcanzado un nivel de alta creatividad artísti- otro mejor, se conoce con el nombre de inspiración, no
ca, el nivel promedio de los programas, el que tiende a hay más remedio que aislarse de la vida inmediata y
universalizarse, es rastrero, destinado a llegar al mayor sumergirse en el mundo íntimo de la memoria, la nos-
número por lo más bajo. talgia, las secretas apetencias, la intuición y el instinto,
No creo que esto sea casual. La tecnología y el presu- alimentos de la imaginación creadora. El proceso del
puesto ejercen una función terriblemente coactiva de la que nace una ficción es largo, difícil, fascinante. Aunque
originalidad, tienden a sofocarla y a orientarla en deter- desde que escribí mi primer cuento lo he vivido muchas
minada dirección (es decir, a impedirla). Es por eso que veces, nunca he acabado de entenderlo plenamente. No
la obra más constante y típica de la televisión es el pro- sé si les ocurre a todos los escritores, pero, en mi caso al
ducto serial, aquel en el que tan pronto y de manera tan menos, aun cuando hago un gran esfuerzo de lucidez
generalizada como él sugería, el realizador parece haber mientras escribo, y trato de tener un control racional de
sido nada más que un hábil aprovechador (o sirviente) la historia, los personajes, los diálogos y los paisajes que
de esos dos artífices todopoderosos: los medios técnicos van surgiendo al compás de las palabras, nunca puedo
que manejó y el dinero de que dispuso. En este sistema evitar una cierta oscuridad que, como su sombra, acom-
es difícil, si no imposible, que prosperen las actitudes paña a la tarea consciente a la hora de crear.

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Ese elemento que espontáneamente brota de lo más un escenario abrasándonos, por encima de la cronolo-
recóndito de la personalidad, impone a la historia que gía y la distancia, en su hechizo verbal. Fantaseando
uno está escribiendo una coloración particular, estable- sobre los seres de carne y hueso de su tiempo y sobre
ce entre los personajes jerarquías que a veces trastor- los demonios que los azuzaban, Shakespeare trazó unas
nan sutilmente nuestra intención consciente, matiza o imágenes en las que los hombres de cada época descu-
impregna aquello que contamos de una significación bren sus propias caras.
o simbolismo que, en algunos casos, no sólo no conge- El milagro no hubiera sido posible si el viejo aedo de
nian con nuestras propias ideas, sino que pueden llegar los comienzos de la civilización griega y el dramaturgo
a contradecirlas radicalmente. Ocurre que a la hora de inglés no hubieran contado, además de su prodigioso
crear, un escritor, un artista, son algo más que inteli- dominio del lenguaje y de su imaginación incandes-
gencia, razón, ideas. Son, también, esa zona umbrosa cente, con la posibilidad —a la hora de enfrentarse al
de la personalidad que nuestra conciencia reprime papiro o al papel— de abrir las puertas a sus fantasmas
o ignora. En el proceso creativo, que tiene mucho de privados, de dejarlos moverse a su antojo y de someter-
mágico, ella consigue manifestarse, restableciendo esa se a sus dictados.
totalidad de la persona que, en casi todas las otras acti- Las civilizaciones a las que ambos pertenecieron
vidades sociales o privadas, aparece trunca, reducida a eran represoras y clasistas. Se sostenían gracias a la
su anverso consciente. desigualdad y la explotación del pobre y del débil. Pero
en el campo específico en el que ellos operaban —el de
la creación artística— lo que, empleando un concepto
La experiencia de la libertad, como moderno, llamaríamos la permisibilidad, era práctica-
mente absoluto. Para los griegos el poeta era un vocero
la del amor, es más rica que las de los dioses, un intermediario del más allá, alguien en
quien los valores artísticos y religiosos se confundían
fórmulas que quieren expresarla. de manera indisoluble. ¿Cómo hubiera puesto trabas
al trabajo de un hombre cuya función era de sacerdote
y de adivino al mismo tiempo que de ilusionista, una
Quizá por nacer del esfuerzo conjugado de la razón cultura que, a diferencia de la nuestra, no sabía disociar
y la sinrazón, del intelecto y la intuición, del libre vue- la literatura y el arte de la moral y la religión, el espíri-
lo de la fantasía y de los oscuros designios del incons- tu del cuerpo? A esa libertad ilimitada de que gozaban
ciente, tienen los productos del arte y de la literatura el poeta, el artista, el pensador —los puentes a través
esa perennidad que les permite sortear airosamente de los cuales se comunicaban los hombres y los dioses,
los siglos y las barreras de la geografía y de las lenguas, el mundo y el trasmundo— debe la cultura griega su
conservando una frescura y un poder que el tiempo, en desarrollo, ese encaminamiento le permitió alcanzar
vez de ajar, aumenta. Las peripecias de los dioses y los en el campo de las ideas, de las artes, de las letras, una
hombres de la Hélade, que un poeta ciego cantó hace riqueza de invención y de conocimiento y fijar unos
tres mil años, nos deslumbran todavía, y, como a esos patrones de belleza y de pensamiento que cambiaron
remotos antepasados de nuestra cultura que los oye- la historia del mundo, imprimiéndole una racionalidad
ron por primera vez en boca de los rapsodas, también de la que se derivaría todo el progreso de Occidente y,
a nosotros nos hacen vivir vicariamente esas ceremo- también, la humanización gradual de la sociedad. Se ha
nias de la pasión y la aventura que, por lo visto, codicia dicho que la historia de Grecia es la del triunfo de la
con avidez el corazón humano de todas las civilizacio- razón contra los condicionamientos irracionales carac-
nes. El fuego que encendió Shakespeare, recreando, en terísticos de las civilizaciones pre-cristianas. Sin duda.
sus tragedias y comedias, el universo isabelino, desde Pero ese despertar victorioso de la razón sobre la cota
la plebeya chismografía callejera con su abanico de ti- de malla de las supersticiones y el tabú que precipitaría
pos pintorescos y su rica vulgaridad, hasta las refinadas el desarrollo imparable de Occidente no hubiera sido
astucias de la lucha por el poder de los príncipes o las posible sin aquella disponibilidad para pensar y para
delicadezas y tormentos del amor y la fiesta del deseo, crear que la cultura helénica permitió a sus filósofos y
arde cada vez que aquellas historias se materializan en a sus artistas. El triunfo de la razón fue, antes, el de la

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libertad. Acaso por primera vez en el curso de la his-


toria humana el poeta no fue el hombre encargado de
poner ritmo y música a lo existente —las leyendas y
los mitos colectivos, la religión entronizada— y de ilus-
trar en fábulas la moral establecida, sino un individuo
soberano, librado a sus propias fuerzas, autorizado a
explorar lo desconocido —mediante la imaginación, la
introspección, el deseo y la razón— y a dar carta de
ciudadanía a los fantasmas de su espíritu. Mario Vargas Llosa (2016). Fotografía: Fronteiras do Pensamento

El genio de un Shakespeare tampoco podría conce-


birse sin la ilimitada libertad de que dispuso para «mos- y desde los albores de la era cristiana, servía para cata-
trar las pasiones humanas» (como escribió el Doctor logar al hombre y las acciones humanas: bueno o malo,
Johnson) con la impunidad con que lo hizo. Esa liber- santo o pecador, libertino o casto, pródigo o avaro. En
tad no era disfrutada por todos sus contemporáneos ni el personaje shakespereano por primera vez se delinea
mucho menos. La era Tudor no fue tolerante, sino au- ese hombre en el que, como escribió Georges Bataille,
toritaria y brutal, a tal extremo que, refiriéndose a las las contradicciones se abisman y conjugan.
vandálicas destrucciones de imágenes, pinturas, obras Para hablar del tema de la libertad —con el amor
arquitectónicas, libros religiosos, que siguieron a la pri- el más vasto y polifacético de todos los temas—, si uno
mera Reforma —la de Enrique VIII—, el historiador no quiere perderse en las generalidades o ahogarse en
G. B. Harrison compara esa época a la de Alemania y la el detalle, y sí morder la realidad, conviene, como he
URSS en tiempos de Hitler y Stalin. Se practicaba una intentado hacerlo con las rápidas menciones de Home-
rigurosa vigilancia del comportamiento religioso de las ro y Shakespeare, partir de una experiencia concreta.
personas y cualquier síntoma de heterodoxia —de par- Jean François Revel ha escrito que debemos desconfiar
te de los católicos o puritanos— conducía a la prisión, de quienes pretenden definir la libertad, pues, por lo
la tortura o la muerte. Pero el teatro era considerado general, detrás de cada definición propuesta, acecha el
un pasatiempo demasiado plebeyo y vulgar, demasiado designio de suprimirla. Y es cierto: la experiencia de la
por debajo de los salones, las academias, las bibliotecas libertad, como la del amor, es más rica que las fórmulas
donde se producía y preservaba la cultura reinante, que quieren expresarla. Al mismo tiempo que definirlas
como para merecer el puntilloso control que recaía, es inconmensurablemente difícil, nada es más fácil que
por ejemplo, sobre los textos religiosos y políticos. El identificarla, saber cuándo está presente, si es genuina o
poder, en tiempos de Isabel I, prohibió las obras his- un simulacro, si gozamos de ella o nos la han arrebatado.
tóricas inglesas; cerró varias veces los teatros. Pero los Por eso, más útil que buscar una definición que la
dramaturgos fueron afortunadamente desdeñados, de abarque en sus innumerables matices, es rastrear su
modo que —siempre según Harrison— «el teatro de presencia en la historia y valorar sus resultados. Tam-
Londres fue el único lugar donde el hombre común po- bién, examinar los peligros que la asedian y saber lo
día oír comentarios directos y honestos sobre la vida». que, para un individuo y una sociedad, significa disfru-
Nadie —ni siquiera su contemporáneo Ben Johnson, tarla o perderla.
quien sí se vio envuelto en líos con el poder debido a
sus escritos— aprovechó mejor que Shakespeare ese III
privilegio casual —la libertad de crear— concedido a Como en la literatura, en casi todos los campos del
los dramaturgos en la Inglaterra isabelina. El resulta- quehacer humano la libertad despunta de manera im-
do es un fresco del hombre y sus demonios —políticos, prevista, por accidente o descuido de la cultura domi-
sociales, religiosos, sexuales— que nos deslumbra por nante, que deja sin legislar u organizar ciertos espacios
su variedad y nos ilustra, mejor que ejércitos de psicó- del quehacer humano, en los que, a consecuencia de esa
logos, antropólogos y sociólogos, sobre la complejidad situación excepcional, la iniciativa del individuo pue-
vertiginosa de la naturaleza humana. En las 37 obras de ejercitarse a manos llenas. El resultado es, siempre,
teatrales de Shakespeare quedó pulverizada —entre a corto o largo plazo, el mismo que hemos visto encar-
otras cosas— la rígida geometría que hasta entonces, nado en las obras de Homero o Shakespeare: ímpetu

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Mario Vargas Llosa. La cultura de la libertad

extravagancias formales, a menudo sorprendentes, de


La libertad de creación no ese arte adocenado y conformista. La libertad de crea-
ción no garantiza el genio: es apenas el terreno propicio
garantiza el genio: es apenas el para que germine. Cuando ella no existe, en cambio, es
prácticamente seguro que no brotará porque en el do-
terreno propicio para que germine. minio de la creación es indispensable que el hombre se
vuelque entero, con su conciencia y su inconsciencia,
con su luz racional y sus tumultos irracionales, hacia lo
ignoto. Sólo la obra que nace de la totalidad humana e
creativo, vientos de renovación. La actividad librada a implica, además de destreza, osadía moral, trasciende
su cuenta y riesgo, por obra del azar, el prejuicio o la las barreras de tiempo y lugar.
negligencia de quienes ejercen el poder y podrían re- Eso ocurre rara vez en las culturas represivas, las
glamentarla y no lo hacen, se desarrolla de una manera religiosas o ideológicas, en las que, debido a centinelas
veloz y empieza a transformar su entorno. externos —la censura— o interiores —la autocensu-
¿Quiere decir eso que basta que desaparezcan los ra— el creador debe ejercer una vigilancia racional sis-
obstáculos religiosos, morales o políticos de la censu- temática sobre aquello que escribe para que no desbor-
ra para que brote el genio? ¿Que, una vez que reina la de los límites de lo tolerado.
libertad en sus dominios, la literatura y el arte comien- En campos tan alejados de la literatura como los de
zan a vomitar obras maestras? Claro que no. Quiere la artesanía y el comercio, la irrupción de la libertad,
decir que cuando ella no existe o es débil, la creatividad por conjunción de circunstancias y factores que no
humana se agosta y que los productos literarios y artís- obedecen —ninguno de ellos— a una determinación
ticos son efímeros. de quienes ejercen el poder o lo sufren, produjo tam-
¿Por qué la literatura colonial en América Latina bién cambios tan trascendentales para la vida social
fue tan clamorosamente pobre que hoy día tenemos como los que se derivan, en el mundo del intelecto y de
que buscar como aguja en un pajar alguna obra, al- la sensibilidad, de las grandes creaciones artísticas. Un
gún autor, de esos trescientos años, que podamos leer notable estudio reciente del Profesor Fernand Brau-
con placer porque su palabra se conserva viva? Por del (Civilisation materielle, Economie et Capitalisme.
una Sor Juana Inés de la Cruz o un Inca Garcilaso de XVe-XVIIIe Siècle), dedicado a la historia del mundo
la Vega, ¿cuántos cientos de poetas y escribidores in- occidental entre los siglos XV y XVIII a través de la
diferenciables, de abstrusos cronistas, de incontinentes producción de los objetos, los útiles, las técnicas y del
dramaturgos sin una sola idea original? Esa indigencia intercambio, nos inventaría la asombrosa mutación
literaria de tres siglos no es gratuita ni debida a una que operó en el desenvolvimiento de la sociedad la
tara compartida por nuestros versificadores y prosistas aparición del comercio libre y su escenario: el merca-
coloniales. El rodillo compresor de la censura eclesiás- do. Como en el dominio de la creación, el surgimien-
tica, que prohibió el género novelesco como impío — to de un espacio independiente y soberano donde la
caso único en la historia de la prohibición en abstracto acción humana pudo volcarse sin condicionamientos,
de una forma literaria— y que sometía todo impreso en cierto modo desbocarse, de acuerdo sólo al interés
a una vigilancia policial en busca de manifestaciones y voluntad del individuo que ocurría a él para com-
de heterodoxia, convirtió el quehacer literario en un prar o vender, para producir o consumir, revolucionó
rito despersonalizado y aséptico, que se ejercía dentro los cimientos de la civilización. Las consecuencias son
de ciertas normas rígidas, suprimiendo de entrada la las mismas que provoca el ejercicio de la libertad en
espontaneidad. Esa servidumbre no dejaba al creador el arte o la ciencia: dinamismo, desarrollo de las téc-
otra alternativa que orientar su imaginación hacia el nicas, proliferación de las industrias, aumento de la
alarde formal. Como pensar por cuenta propia era ries- comunicación entre las personas y los países, resque-
goso, casi suicida, el escritor colonial tuvo que conten- brajamiento de la cultura religiosa y hegemonía cre-
tarse en el campo de las ideas con respetar los tópicos, ciente de la racionalidad, debilitamiento y colapso de
los lugares comunes del dogma y a desarrollar su labor las viejas jerarquías sociales establecidas por el nom-
creativa en lo decorativo y exterior. Eso explica las bre, el título, la función militar y su reemplazo por

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Mario Vargas Llosa. La cultura de la libertad

jerarquías nuevas, determinadas por la propiedad y la Esta bella metáfora, sin embargo, sólo abraza apro-
función económica de las personas. El auge de la ciu- piadamente a la cultura dentro de la cual hemos na-
dad, el nacimiento de una civilización urbana en reem- cido y nos movemos los latinoamericanos desde que
plazo de la civilización rural, es el fruto inmediato de las tres carabelas de Colón, en su viaje al país de las
este florecer de la actividad comercial e industrial, de especies, tropezaron con nuestras tierras. Todas las
la apertura y consolidación de mercados. Pero la más civilizaciones y culturas tienen algo de qué enorgu-
decisiva consecuencia de la aceleración de la historia llecerse, todas pueden jactarse de haber enriquecido
provocada por la producción y el intercambio libres es —algunas menos, otras más, unas cuantas muchísimo
la aparición del hombre singular. más— las artes, las técnicas y las ciencias. Y en todas
Estamos tan acostumbrados a decir y a oír que los ellas es posible, también, rastrear, aquí o allá, en dosis
hombres nacen iguales, poseedores de derechos ina- escasas o abundantes, la práctica de la libertad. Pero en
lienables, y que cada hombre es, como entidad moral, ninguna de ellas fueron estos enclaves en los que po-
persona jurídica y sujeto de la historia, nada menos día ejercitarse sin cortapisas la iniciativa, el capricho,
que el centro del mundo, que a menudo olvidamos que la arbitrariedad del individuo, tan numerosos, cons-
esta noción —la de individuo soberano— es, en verdad, tantes ni se interrelacionaron y contaminaron al resto
poco menos que exótica por lo reciente, y constreñida de la sociedad hasta reordenarla casi enteramente en
a una civilización, en el curso de una historia en la que función de ella, como en Occidente. Ninguna otra ci-
dominó siempre —aunque con distintas modalidades vilización la asumió hasta sus últimas consecuencias,
y conceptos— una visión colectivista para la cual el con todos los riesgos e imprevistos que ello entraña,
hombre fue siempre rebaño, masa indiferenciable, gru- como aquella civilización que, en cierta forma, tiene
po anónimo al que daba fisonomía la tarea —la servi- su partida de nacimiento con esos hexámetros homé-
dumbre— que le había sido asignada en el mecanismo ricos que, se dice, compuso un poeta ciego e itinerante,
social, y a la que generalmente nacía y moría atado, en los albores de Occidente. Ello explica, seguramen-
como el asno a la noria. te, su poderío, el que creciera y se robusteciera tanto
El individuo es un producto de la libertad, como la como para imponerse, doblegar o transubstanciar a las
Ilíada o el Hamlet, o como los grandes descubrimientos otras culturas con sus propias costumbres, creencias,
científicos de la era moderna. El hombre se diferencia y instituciones y valores, y que, poco a poco, a veces por
emancipa de esa placenta gregaria a la que estaba asido la fuerza, a veces por el comercio, a veces por ambas
desde los remotos tiempos prehistóricos de la horda, y cosas combinadas, fuera destruyéndolas, asimilándolas
adquiere una cara individual y un espacio propio sólo o contagiándolas. Al extremo de que, hoy día, ningu-
en los tiempos modernos, cuando la multiplicación de na de ellas osa renegar de la idea de libertad, a la que
actividades y funciones económicas, sociales y artís- todos los países, regímenes y doctrinas dicen rendir
ticas no controladas, en las que la espontaneidad y la culto y querer realizar, aunque muchos la desvirtúen,
fantasía del individuo podía ejercerse y eran exigidas, dotándola de contenidos equívocos (Isaiah Berlin ha
estimularon la evolución del pensamiento filosófico y detectado por lo menos 40 nociones diferentes de la
político hasta instituir esa noción que rompe con toda idea de libertad).
la tradición histórica de la humanidad: la de la sobera-
nía individual. Las ideas de justicia social, las utopías IV
igualitarias, los derechos del hombre, y, por supuesto, Ahora bien, que la libertad, no la abstracta, la de las de-
la teoría y la práctica de la democracia, son las más fér- finiciones antagónicas, sino la real, la de las iniciativas
tiles floraciones de la doctrina que hizo del individuo concretas, esa disponibilidad desplegándose sin trabas
—ese corpúsculo invisible— el centro del Universo. o con trabas superables, haya sido el motor del progreso
Haber llegado a ese punto —reivindicar al hombre material y social y se deban a ella, si no la desaparición
individual como una entidad dueña de derechos y de- de la injusticia y el abuso político, por lo menos su ra-
beres, en torno y al servicio del cual debe organizarse dical reducción y la conciencia de que aquéllos deben
la vida comunitaria— es sin duda la culminación ética ser combatidos, así como la más preciada colección de
de la historia humana que Benedetto Croce definió, en creaciones espirituales de la humanidad, no debe ha-
una sugestiva metáfora, como una hazaña de libertad. cernos olvidar que la libertad ha impuesto, también, un

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tributo de desgracias al hombre y que, para preservarla, que puede llevar al hombre el ejercicio desolado de la
tiene éste que pagar un alto precio. libertad de pensar y actuar.
Porque acaso en ningún campo como en el de la li- Esos monstruos de que se poblaron los libros cuando
bertad se manifiesta mejor la esencial complejidad del el hombre estuvo en condiciones de dejar fluir libre-
hecho humano, que no es nunca enteramente positivo mente su imaginación y abrió las puertas de la jaula
o negativo —bueno o malo— sino relativamente lo a sus demonios, nos han enriquecido extraordinaria-
uno y lo otro, en dosis a veces muy difíciles de com- mente, proporcionándonos ese impagable placer que
parar. Esas son las «verdades contradictorias» sobre las deparan un hermoso poema, una gran novela, y reve-
que ha reflexionado con tanta lucidez Isaiah Berlin. lándonos, de la manera viviente y gráfica en que lo hace
En el campo económico, la misma libertad que el arte, cómo somos y qué escondemos. Gracias a ellos
ha sido el motor del progreso es también fuente de sabemos qué podría esperarse de nosotros si esa irres-
desigualdad y pude crear abismos insalvables entre los tricta e irresponsable libertad intelectual de que gozó
que tienen mucho, poco o nada. La curiosidad y la in- el creador para inventar y fantasear sus deseos, fuera
ventiva que ella azuza ha permitido al hombre explorar prerrogativa de nuestras vidas.
los abismos del mar, de la materia, del cuerpo, y, violen- ¿Qué podría esperarse? La desaparición de la cultu-
tando la ley de la gravedad, surcar los cielos. Pero, tam- ra y de la historia, acaso la extinción misma de la vida,
bién, crear unos instrumentos de destrucción que con- o, cuando menos, el retorno de los humanos sobrevi-
vierten a cualquier estado moderno de nuestros días en vientes de la hecatombe de la libertad al estado de na-
un ente capaz de producir devastaciones y holocaustos turaleza en el que estuvo el hombre cuando la intromi-
que vuelven travesuras de niños las proezas de un Ne- sión accidental de la libertad en su destino lo arrancó
rón, un Gengis Khan o un Tamerlán. de la condición semi-animal que era la suya y lo llevó,
con el correr de los siglos, hasta la intimidad del átomo
y de las estrellas.
El intelectual europeo es Esta es, tal vez, la más inquietante paradoja de las
muchas que pueblan la historia. La libertad, fuente
hoy, por lo general, un crítico nutricia de lo mejor que le ha pasado al hombre y su
anhelo más caro, es también un abismo por donde pue-
lúcido del totalitarismo... de rodar y destrozarse. Ha ocurrido muchas veces y, si
juzgamos por los innumerables ejemplos que la histo-
ria nos ofrece, no nos queda otro remedio que concluir
No sólo el sueño de la razón engendra monstruos, que en el futuro seguirá ocurriendo.
como escribió Goya en uno de sus aguafuertes. Tam- Y, sin embargo, con todos sus peligros, pese a las ca-
bién la razón lúcida, en plena vigilia, puede, discu- tástrofes a que su uso y abuso pueda conducidos, no hay
rriendo sin frenos, formular impecables teorías sobre duda que los individuos y los pueblos la eligen cuando
la desigualdad de las razas humanas, justificar la escla- tienen ocasión de hacerlo. Y, cuando no, parecen dis-
vitud, demostrar la inferioridad de la mujer, del negro puestos a los mayores sacrificios para alcanzarla. Hay
o del amarillo, la maldad congénita del judío, legitimar excepciones, claro está, pero no abundan. Sus enemigos
el exterminio del hereje y del infiel, la conquista, el co- suelen serlo transitoriamente, sólo el tiempo de com-
lonialismo, la guerra entre naciones o entre clases, y, probar que, cuando ella desaparece, el empobrecimien-
dilucidando unas supuestas leyes de la historia, decidir to y grisura de la vida son tales que resultan un precio
que la causa de la justicia social y la emancipación hu- demasiado alto para los supuestos beneficios que trae
mana pasa obligatoriamente por el terror, el crimen, la conculcarla: la tranquilidad y el orden, por ejemplo, en
tortura, la censura y los campos de concentración. Las el caso de las dictaduras autoritarias; la abolición de las
laboriosas teorías que el Marqués de Sade elaboró, en clases y la instalación del igualitarismo colectivista, en
la celda de la Bastilla donde fue encerrado, son, de un el de las totalitarias, o la imposición de un dogma, en el
lado, la racionalización de unas visiones que el encierro de las dictaduras religiosas.
y el deseo exacerbaban hasta la locura. Y, de otro, sím- ¿Está el pueblo de Irán satisfecho con el despotismo
bolo estremecedor de los extremos auto-destructivos a teocrático de los imanes shiítas que ha causado ya a ese

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país más muertes y sufrimientos que la corrompida au- privilegio formal que acompaña al poder y a la fortuna,
tocracia del Sha? Aparentemente, sí. De otro modo no un espejismo con el que disimulan la explotación de las
se explicaría la solidez de que parece gozar el régimen, mayorías, las minorías dominantes.
ni sería concebible el ardiente celo con que vimos a los Curiosamente, sin embargo, una vez que esa liber-
niños, hombres y viejos de la antigua Persia, precipitar- tad a la que llaman ficticia, mentirosa, clasista, es su-
se a la insensata carnicería en que se convirtió la guerra primida, sea por una dictadura militar de derechas o
con Irak. La fe religiosa, vivida fanáticamente, puede por una revolución marxista, y ellos, que la denostaban
hacer de la libertad algo prescindible, e, incluso, dar tanto, descubren que son las primeras víctimas cuando
plenitud emocional, una ilusión de felicidad que la li- se eclipsa, que sin ese «espejismo» es su propio trabajo
bertad difícilmente puede dar. Si definimos la felicidad el que se vuelve mentira, una permanente frustración,
como un estado de concordia entre el sentir del hom- y que, por otra parte, la causa de la verdadera justicia
bre y la realidad que vive, sí, no hay duda, un pueblo no avanza un ápice sin ella, los artistas e intelectuales
esclavo puede ser más feliz —o menos infeliz— que un pasan a ser sus más ardientes valedores. Es un fenóme-
pueblo libre. Si la felicidad es vivir exento de dudas y de no de nuestro tiempo que debería hacernos meditar: en
incertidumbre, de la obligación de cuestionar perma- los países libres abundan los intelectuales y los artistas
nentemente lo real y de tener que elegir entre distintas comprometidos con las causas totalitarias, en tanto
opciones, sometido a una doctrina o una fe que hace que, en las sociedades represoras, sean de izquierda o
las veces de conciencia y desindividualiza al hombre, de derecha, los intelectuales y los artistas están más
quien se realiza en ella y actúa sólo a través de ella, re- bien a la vanguardia de la lucha por la libertad. (Chile
gresando a la condición de parte de una colectividad, y Polonia, para poner dos casos antagónicos, han sido
de ente impersonal y gregario, no es inexacto acaso de- una buena ilustración de lo que digo.) ¿Hay que ver
cir que ciertas tiranías teocráticas o políticas conceden en esto, solamente, el espíritu de contradicción carac-
una suerte de dichoso atontamiento, de letargo feliz, a terístico del hombre que crea, insatisfecho con lo que
las masas que uniformizan, exonerándolas de la inco- tiene y ambicioso de lo que le falta? En todo caso, es
modidad de elegir, de dudar y de crear. una evidencia: el artista y el intelectual, los principales
beneficiarios de la libertad, han sido y siguen siendo en
V muchos casos sus peores enemigos.
Renunciar a la libertad es una opción posible, desde En América Latina lo sabemos muy bien. Grandes
luego. No sólo los pueblos sucumben a veces a esta ten- creadores cuyas obras han dado a nuestra literatura
tación, bajo el encantamiento de la religión o la ideolo- prestancia en el mundo, y que han enriquecido nuestra
gía. También, los individuos. Que entre estos últimos lengua, nuestra imaginación y nuestra sensibilidad, no
abunden quienes, como los intelectuales y los artistas, han vacilado en poner su nombre y su verbo al servicio
dependen de la libertad para funcionar como los pul- de ideologías y regímenes reñidos con la libertad. Un
mones del oxígeno, es una paradoja sólo aparente. La buen número de ellos ha sucumbido al totalitarismo
libertad echa sobre las espaldas del hombre una respon- marxista. Pero hay también intelectuales y artistas, a
sabilidad que nadie vive de manera más íntima, en el co- veces de alto rango, que se mostraron complacientes y
razón de su propio quehacer, que el creador. La filosofía entusiastas con las dictaduras militares de derecha, y, a
existencialista, de moda cuando yo era estudiante, deri- veces, en los instantes mismos en que éstas perpetraban
vaba la angustia de esa situación límite: la del hombre, sus peores crímenes.
condenado, a consecuencia de su condición de ser libre, En Europa, el hechizo que ejerció sobre tantos inte-
a elegirse todo el tiempo, a trazar su destino, decidien- lectuales, en la posguerra, la utopía totalitaria marxis-
do a cada instante entre las vastas y menudas opciones ta-leninista, se ha desintegrado bajo el efecto corrosivo
abiertas ante él. Esa angustiosa condición —tener que de los testimonios sobre la realidad del Gulag y la No-
optar sin tregua, asumir una opción y rechazar otras menklatura de los disidentes de la URSS y la rebeldía de
a lo largo de los días y las horas— es intolerable para los trabajadores de los países del Este contra regímenes
algunos intelectuales. Pretenden entonces esquivarla, que, en nombre de una futura sociedad sin clases, es-
negándola. Así han nacido esas teorías encaminadas a tablecieron férreas dictaduras y llevaron la censura del
demostrar que la libertad es un concepto relativo, un pensamiento y el control del individuo a extremos de

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verdadera perfección artística. El intelectual europeo es
hoy, por lo general, un crítico lúcido del totalitarismo y
se ha resignado —a regañadientes, a veces— a reconocer
que las mediocres democracias liberales —tan aburridas
y faltas de sex appel, comparadas a los bellos apocalipsis
revolucionarios— garantizan, pese a sus limitaciones,
formas de vida más humanas y hacen a las sociedades no
sólo más libres sino también más prósperas.
Este reconocimiento, sin embargo, se ve muchas
veces contradicho por una solidaridad del intelectual
europeo con la causa totalitaria en los países del tercer
mundo. Como si lo que es malo para los trabajadores
polacos o húngaros —o franceses y holandeses— pu-
diera ser bueno para los cubanos o peruanos. O como
si la miseria y la explotación de que son víctimas, hicie-
ran a los hombres de los países subdesarrollados inep-
tos para la libertad política.
A quienes creen esto yo aconsejaría, en lo que res-
pecta a América Latina, por ejemplo —es la realidad Mario Vargas Llosa (2016). Fotografía: Fronteiras do Pensamento

que mejor conozco— que tomaran en cuenta el sentir


de nuestros pueblos. Porque ellos, en el dominio polí- porcentajes a veces insignificantes de votos, a los parti-
tico, han mostrado por lo general una clarividencia dos de ambos extremos que encarnan, desde ideologías
mayor de la de buen número de nuestros intelectuales. diferentes, una amenaza para la libertad.
Es verdad que en nuestros países hay desigualdades es- La lección es meridiana. Deberían aprender de
candalosas, que el espectáculo de la pobreza se repite, ella, antes que nadie, quienes se arrogan, a la hora de
como una pesadilla recurrente, del Bio-Bio hasta el Es- escribir, una personería popular. Pese al hambre, a la
trecho de Magallanes, y que en la enseñanza, la salud, injusticia económica, a los infortunios y a la desespe-
el trabajo, la legalidad, queda una inmensa tarea por ranza que es para ellos la vida, nuestros pueblos no han
hacer. Pero, al mismo tiempo, los latinoamericanos po- perdido el apetito de la libertad ni están dispuestos a
demos decir que, a diferencia de lo que ocurrió hace seguir a quienes, con el argumento de que así se resol-
apenas unas décadas en ciertos países de Europa, o de verían mejor los problemas, los privarían de ella. Pese a
lo que ocurre hoy con frecuencia en el Oriente Medio o las frustraciones que, en lo relativo al progreso material
Extremo y en el continente africano, nuestros pueblos y a la justicia social, o al ritmo tan lento que llega a ser
rara vez han sucumbido a la fascinación del despotis- imperceptible, de la mejora de condiciones de vida, que
mo. Cuando han sido consultados, se han pronunciado ha significado para ellos la experiencia de regímenes
de manera resuelta por la libertad. Lo ha hecho mi país, de libertad, nuestros pueblos se aferran a ellos, y una
concurriendo a las urnas caudalosamente, en contra de y otra vez los eligen y, por frágiles e inoperantes que se
las consignas de no votar de Sendero Luminoso. Y lo revelen, los prefieren a los dictatoriales.
hicieron, antes, los bolivianos, los uruguayos, los brasi- Tengamos este hecho muy en cuenta, porque, en
leños, los venezolanos, los argentinos, los ecuatorianos, el contexto de esta crisis económica que nos ahoga y
los chilenos. Si uno analiza todos los procesos electora- amenaza con desintegrarnos como naciones, repre-
les en América Latina de los últimos veinte años descu- senta una esperanza. Nuestros pueblos serán pobres,
bre una constante: sean de centro izquierda o de centro incultos, frustrados, desamparados. Pero quieren ser
derecha los gobernantes elegidos, todos ellos represen- libres. Seguramente no podrían teorizar al respecto. Si
tan, de manera inequívoca, una opción democrática, de interrogásemos, uno por uno, a esos hombres y mujeres
convivencia en la diversidad, de libre expresión, de al- que constituyen el ciudadano común de nuestra Amé-
ternancia en el poder. En todos estos casos, los pueblos rica, la mayoría nos daría tal vez unas razones vagas e
consultados penalizan severamente, concediéndoles inciertas sobre lo que, usando la expresión sartreana,

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Mario Vargas Llosa. La cultura de la libertad

llamaríamos «su elección». Ocurre que esta opción de ellos consta de tres cabezas nucleares independien-
libertad se manifiesta en muchísimos casos como una tes y tiene una precisión de impacto de doscientos
instintiva y ciega apetencia de las profundidades de la a trescientos metros para un radio de acción de tres
personalidad, antes que como un razonado movimien- mil kilómetros. Del otro lado de la frontera, han que-
to consciente. Se trata de una adivinación, de una mis- dado instalados, en las bases de la OTAN, proyectiles
teriosa voluntad de alcanzar la individualidad plena y Pershing 11 y misiles nucleares estadounidenses capa-
suprema desgarrándose de la colectividad indiferencia- ces de hacer blanco en cualquier localidad de la URSS
ble, esa soberanía del ser que sólo se alcanza a través de siete u ocho minutos después de lanzados.
la experiencia de la responsabilidad suma: decidir por La capacidad destructora de este arsenal excede los
cuenta propia las cuestiones más vitales, ser protago- límites de la fantasía humana, incluida la de aquellos
nista de su destino. científicos cuya sabiduría ha hecho posible la fabrica-
De un pueblo que sentía esa secreta urgencia y que, ción de estos artefactos inmensamente costosos, y, cada
desde las tinieblas gregarias en que se movía, añoraba uno en su estilo, verdaderos prodigios de inventiva y
como un ideal confuso esa emancipación de la persona conocimiento. Lo cierto es que si se desencadenara, por
que signa el nacimiento de Occidente —el inicio, en la deliberación o accidente, una contienda en la que las
historia, de una cultura de la libertad— nacieron los superpotencias usaran su armamento nuclear, en horas
poemas homéricos. o días de toda forma de vida se habría extinguido en
El vate ciego y trotamundos que, según la leyenda, buena parte del mundo, y, principalmente, en Europa.
les dio vida, inaugura una tradición que daría a la hu- Esta sombría perspectiva debería inducirnos a consi-
manidad su vuelco fundamental, abriendo las puertas derar la distinta evolución que han tenido en la historia
de la vida social e individual a una sigilosa señora, que, de la humanidad la ciencia y la literatura. Sólo en la pri-
poco a poco, transformaría la historia y la condición mera la noción de progreso tiene un contenido preciso
humana. No trajo consigo la felicidad —acaso nos pri- y cronológico: el descubrimiento sistemático de conoci-
vó de ella— pero sí el progreso, una mayor justicia y mientos que volvían obsoletos a los anteriores y que iban
una sustancial mejora de la calidad de la vida para las creando mejores condiciones de vida para el hombre e
naciones que, entronizándola como su reina y señora, incrementando su dominio sobre la naturaleza. Sin em-
se sometieron a sus riesgos y maleficios. bargo, el avance científico, a la vez que hacía retroceder
la enfermedad, la ignorancia y la escasez, iba acentuan-
VI do la vulnerabilidad de la existencia individual y colecti-
Esta señora ha vivido siempre amenazada en el curso va mediante el perfeccionamiento de las armas.
de su larga existencia y se ha ausentado de muchos paí-
ses europeos a veces por extensos periodos. Una buena
parte de otros pueblos del mundo no la han conocido
nunca. En otros ha tenido o tiene una vida taciturna y
mermada. Pero Occidente, en general, le ha sido fiel y a
ello debe, sin duda, su progreso y su confort, esas condi-
ciones de vida tan por encima de las del resto del mundo.
Ese progreso, sin embargo, ha llevado a la civilización
contemporánea a enfrentar un peligro inédito en la his-
toria: el de la extinción, por obra de aquellos artefactos
que, como decía el Profesor Leach, encarnan mejor que
el libro la cultura de nuestro tiempo. Quisiera terminar
con una breve reflexión sobre este asunto, una reflexión
que podría titularse: «La literatura y la bomba».
Todos lo saben, pero recordémoslo. A un lado de
la línea fronteriza que separa Europa Occidental de
Europa Oriental se agazapan aún, en abrigos sub-
terráneos, los misiles soviéticos SS 20. Cada uno de

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Hay una diferencia obvia, claro está. Si los SS 20
Nuestros pueblos serán y los Pershing II son accionados, el juego se acaba, la
aventura humana llega a su fin. Todas las devastacio-
pobres, incultos, frustrados, nes y orgías sangrientas de los libros, en cambio, no han
producido en la realidad más que algunos escalofríos,
desamparados. Pero emociones y bostezos y unos cuantos orgasmos de lec-
tores. Yo solía leer, cuando estaba abatido, el envenena-
quieren ser libres. miento de Emma Bovary, y esa agonía, por una miste-
riosa razón, a mí me levantaba el ánimo.
¿A qué conclusión estoy tratando de llegar? A ésta.
Es una ley sin excepciones. Cada período de auge Puesto que no hay manera de erradicar el espíritu de
científico ha estado manchado por el desarrollo de la destrucción en el hombre —ya que parece ser el precio
tecnología bélica y experimentado guerras en las que la por la facultad de invención de que está dotado— con-
carnicería «progresaba» también en número de víctimas viene orientarlo cada vez más hacia el dominio de la
y en el salvajismo de la destrucción. Del cráneo hendido literatura, que puede aplacarlo con riesgos mínimos,
por un garrotazo del antropoide primitivo del aniquila- y desarraigarlo lo más rápido posible del de la ciencia.
miento de Hiroshima y Nagasaki, hay una larga historia Convendría revisar de raíz aquel impulso que hizo de la
en la que la superación científica se muestra incapaz de ciencia la herramienta del progreso y relegó la poesía,
provocar un progreso equivalente en el comportamiento el cuento, el drama, la ficción, al rango secundario de
moral. La civilización aparece como un animal bicéfalo. entretenimiento. Las invenciones de la literatura son
Una de las cabezas se estira hacia lo alto, idealista, ge- también eso, desde luego: un bello hechizo que iluso-
nerosa, la mirada puesta en metas pacíficas de vida más riamente nos provee de algunos de esos alimentos que
sana, solidaria y feliz. La otra, rastrera, sigue rumiando nuestros deseos reclaman en vano (porque es atributo
sus antiquísimos proyectos de poderío a cualquier pre- trágico de la condición humana desear siempre más de
cio, incluido el de la más atroz destrucción. En la era nu- lo que puede alcanzar).
clear este proceso de bienestar, la ciencia ha atestado el Pero la literatura es algo más: una realidad en la
planeta de artefactos capaces de regresar al globo terres- que el hombre puede volcar saludablemente aquellos
tre a su primigenia condición de astro muerto girando bajos fondos instintivos que lo habitan, dar libre cur-
cacofónicamente en las tinieblas siderales. so a sus peores apetitos, sueños y locuras, esos demo-
Toda noción de progreso es relativa y discutible en nios que coexisten con los ángeles en su ser, y que si
la literatura. La Divina Comedia de Dante puede ser me- llegaran a materializarse harían imposible la vida. En
jor o peor que La Odisea y el Ulises de Joyce gustar a el campo ambiguo de la literatura el espíritu de des-
un lector más o menos que el Quijote de Cervantes. Pero trucción puede operar con libertad e impunidad, per-
ninguna gran obra literaria anula ni empobrece la que mitirse todos los excesos, concretarse en la impalpable
surgió uno o diez siglos atrás, que es lo que ocurre en el realidad de las palabras y, al mismo tiempo, ser inocuo
campo de la ciencia, en el que la aparición de la Quími- y hasta benigno, por el efecto catártico que tiene para
ca mata a la Alquimia (o, más bien, la vuelve literatura). un lector el espectáculo de sus monstruos secretos. A
Sería sumamente inexacto creer que el espíritu de des- diferencia de lo ocurrido en la civilización científica,
trucción, inherente, por lo visto, a la capacidad creativa que nos ha hecho más frágiles de lo que fue nuestro
del ser humano, está ausente de la literatura. Por el con- antepasado antes de descubrir el fuego y saber defen-
trario, la violencia, física y moral, es uno de los temas derse del tigre, una civilización literaria volvería a los
permanentes de la poesía, el drama y la novela de todas hombres más imprácticos, pasivos y soñadores. Pero
las culturas y de todas las épocas. Tal vez los cadáveres ciertamente menos peligrosos para el prójimo de lo
de los martirizados en la historia de la literatura, la san- que nos ha vuelto nuestro voto a favor del artefacto y
gre que ha corrido en ella, sean tan abundantes como los en contra del libro. Tengámoslo en cuenta si hay toda-
que resultarían en la vida real del apocalipsis nuclear si vía una oportunidad de elegir.
los SS 20 y los Pershing II que se miran todavía hoy en el
corazón de Europa entraran en actividad. Artículo publicado en el número 100 de Quimera, de diciembre de 1990.

Mario Vargas Llosa (2016). Fotografía: Fronteiras do Pensamento 33


E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I

El libro, los libros


Italo Calvino
Traducción de Gertrudis Martínez de Hoyos

Su prematura muerte conmovió incluso a los menos adic- sentido de abundancia y profusión domina a una y otra
tos a la necrofilia literaria: hacía ya tiempo que su nom- fiestas otoñales; la fermentación de la tinta tipográfica
bre estaba inscrito en la Historia de la literatura. El texto emana una atmósfera de ebriedad no menos contagiosa
que sigue corresponde a una conferencia dada en Buenos que la del mosto que burbujea en los toneles.
Aires. Y, contra el estruendo mass-mediático, Calvi- Los libros están hechos para ser en otros, un libro
no apuesta por el futuro de los libros y el placer de leer. único tiene sentido sólo en cuanto se une a otros libros,
en cuanto continúa y precede a otros libros. Así ha sido
desde que los libros eran rollos de papiro que se alinea-
ban sobre los estantes de las bibliotecas, sus cilindros
Al dirigirme a ustedes aquí, trataré de analizar mis sen- verticales como las cañas de un órgano, cada uno con
saciones cada vez que visito una gran exposición del su propia voz grave o delicada, osada o melancólica.
libro: una especie de vértigo de perderme en este mar Nuestra civilización se funda en la multiplicidad de los
de papel impreso, en este firmamento interminable de libros: la verdad se encuentra solo si se la sigue por las
cubiertas coloreadas, en esta multitud de caracteres páginas de un volumen a las de otro volumen, como
tipográficos; la apertura de espacios sin fin como una una mariposa de alas matizadas que se nutre de lengua-
sucesión de espejos que multiplican el mundo; el espe- jes diversos, de confrontaciones, de contradicciones.
rar que me sorprenda un nuevo título que me provo- Ciertamente ha habido civilizaciones religiosas y pue-
que curiosidad; el deseo imprevisto de ver reimpreso blos que se han reconocido en un libro único: «el Libro»,
un viejo libro imposible de encontrar, la angustia y al el cual podría contener, sin embargo, una multiplicidad
mismo tiempo el consuelo de pensar que los años de mi de libros, como el que justamente llamamos La Biblia, es
vida bastarán apenas para leer o releer un número limi- decir la biblia, «los libros» en plural y no «el libro».
tado de los volúmenes que se extienden bajo mis ojos. Y aun cuando el texto sagrado es verdaderamente
Son sensaciones distintas, claro está, de las que un libro en singular, como El Corán, exige una produc-
provoca una gran biblioteca: en las bibliotecas se de- ción interminable de comentarios y exégesis, de mane-
posita el pasado como estratos geológicos de palabras ra que se puede decir que cuanto más se considere un
silenciosas; en una feria de libro es la renovación de libro definitivo e indiscutible, más prolifera llenando
la vegetación escrita que se perpetúa, es el flujo de las bibliotecas enteras.
frases apenas impresas, lo que trata de llegar hasta los La idea de un libro absoluto se presenta también
lectores futuros, lo que lucha por verterse en sus cir- en la literatura pagana como el Libro con ele mayús-
cuitos mentales. cula imaginado por Mallarmé, pero dirán ustedes que
No creo que sea mera casualidad que las grandes fe- es una tentación diabólica; es mejor el gesto perplejo y
rias internacionales del libro tengan lugar al principio modesto de quien se encoge ante su propio libro como
del otoño: Frankfurt en octubre, Buenos Aires en abril. si fuese una glosa de libros escritos antes de él, o consi-
Para mí, italiano, el inicio del otoño es la estación de dera su obra como capítulo de un superlibro compues-
la vendimia: así como la vendimia celebra cada año la to por todos los volúmenes ya escritos o aún por escri-
multiplicación de los racimos llenos de jugo, de la mis- birse, de autor conocido o ignoto, en todas las lenguas.
ma manera la Feria del libro celebra la renovación de un La imaginación popular atribuía a la palabra escrita
ciclo, el de la multiplicación de los volúmenes. El mismo poderes sobrenaturales y fantaseaba con un libro que

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hiciese posible el dominio del mundo a quien lo poseía
y sabía buscar la palabra precisa entre sus páginas. El li-
bro mágico aparece como instrumento sobrenatural en
las fábulas, en las leyendas, en las aventuras caballeres-
cas; a menudo sus poderes se volvían hacia el mal, pero
la misma magia nefasta podía transformarse en auxilio
providencial en manos justas.
En el Orlando furioso, el mago Atlante hace surgir de
su libro mágico un palacio donde todo es ilusión, po-
blado por los fantasmas de los paladines más valerosos Italo Calvino (Oslo, 1961). Fotografía: Johan Brun

y las damas más hermosas. El caballero que se perdía


entre aquellos muros que se desvanecían para perseguir libro dove il Senno Eterno scrisse i propii concetti...».
una sombra en la cual reconocía a su enemigo mortal Galileo precisa que el libro del mundo fue escrito por
o a la mujer amada, ya jamás encontraba la salida más Dios en un alfabeto matemático y geométrico.
que cuando el libro se cerraba y el palacio desaparecía No por nada el poeta preferido de Galileo era el
en la nada. Pero cuando el libro mágico llega a manos mismo Ludovico Ariosto: así como Astolfo sobre el Hi-
de Astolfo, caballero que tiene una especial confianza pogrifo sobrevuela los territorios de la luna con la ayu-
en todo aquello que es maravilloso, adquirirá el poder da del libro mágico, de la misma manera Galileo, con
de montar al Hipogrifo y de volar hasta la luna. la ayuda del razonamiento matemático, explora con su
En el poema de Ariosto, que resuena con el férreo telescopio el paisaje lunar y lo describe con sus sombras
rumor de las armas, lanzas, espadas, cimitarras, así y su deslumbrante blancura.
como con las primeras detonaciones de arcabuz —por- Existe una página de Galileo en la cual el científico
que en estas páginas la pólvora de los disparos hace su florentino sostiene que todo el mundo puede estar con-
aparición en la literatura caballeresca—, el arma abso- tenido en un libro pequeñísimo: el alfabeto. El alfabeto
luta es el libro mágico. ¿Cuál es el poder de la palabra es, según Galileo, la más grande invención hecha por
que el libro mágico encierra? ¿Acaso la palabra puede los hombres, pues con las combinaciones de una vein-
cambiar el mundo? O más bien, ¿tiene el poder de di- tena de signos puede darse cuenta de toda la riqueza
solver el mundo, de ser mundo ella misma, de sustituir multiforme del universo. De la misma manera, dice, el
la propia totalidad con la del mundo no escrito? lienzo del pintor basta para representar todo lo visible
El Orlando furioso es un libro que contiene todo el mediante la combinación de los colores básicos. El al-
mundo y este mundo contiene un libro que quiere ser fabeto permite la rápida transmisión del pensamiento
mundo. Pero qué es lo que está escrito en este libro entre personas lejanas, entre personas de siglos distin-
mágico, no lo sabemos. Quizás el volumen que Astolfo tos, entre los muertos y los vivos...
consulta mientras vuela montado en el caballo alado es ¿Acaso los poderes de la palabra residen entonces en
el poema que él narra sobre sí mismo, sobre el caballo las potencialidades infinitas que abre el ars combina-
alado y sobre un viaje a la luna. toria? Del medievo de Ramón Llull al siglo XVIII de
La metáfora del libro como un mundo y la del mun- Leibniz, el ars combinatoria aparece a los ingenios más
do como un libro tiene una larga historia, desde el me- ambiciosos como la llave de todo conocimiento y pro-
dievo hasta nuestros días. ¿Quién puede leer el libro del voca en ellos el sueño del libro universal.
mundo? ¿Sólo Dios o también el hombre? La metáfora De China surge, traído por los misioneros jesuitas,
del libro-mundo ha sido el centro de discusiones teoló- un libro en el cual todos los destinos humanos están
gicas acerca de la sabiduría divina y los límites del co- contenidos en combinaciones de seis líneas truncas o
nocimiento humano. continuas: El «libro de las mutaciones» llamado I Ching.
En el principio de la era moderna, tanto Francis Ba- Leibniz estudia los sesenta y cuatro hexagramas de este
con como Galileo Galilei contraponen a la autoridad antiguo libro chino, no para averiguar el futuro, sino
de los libros escritos en los lenguajes de los hombres, el para deducir un sistema de cálculo binario que dos si-
libro de la Naturaleza que Dios escribió en su lenguaje glos después será el de la informática.
y que queda al hombre por descifrar. Tommasso Cam- El libro mágico, el libro absoluto, cuyos arcanos
panella condena esta idea en un soneto: «II mondo e il superan el límite de todo lenguaje, ¿no sería entonces

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Italo Calvino. El libro, los libros

más que el modelo de un cerebro electrónico? Sin em- y la epopeya de Virgilio, la psicología y la fisiología, y
bargo, el ordenador tiene valor sólo en tanto que puede sobre todo una filosofía del conocimiento.
memorizar y ejecutar una gran cantidad de programas Quizás las novelas sean las únicas enciclopedias
que elaboramos e insertamos en sus microcircuitos. que componen verdaderamente un cuadro de la tota-
Volvamos a la multiplicidad como primera condición lidad a partir de la singularidad de las existencias hu-
de todo acto de conocimiento. Así como el ordenador manas, de las vicisitudes individuales, siempre parcia-
no tiene ningún sentido sin programas, sin su software, les, siempre contradictorias, siempre ambiguas, nunca
del mismo modo el libro que pretenda ser considerado unívocas. La totalidad es un concepto de los filósofos
«el Libro» no tiene sentido sin el contexto de muchos, que permanecerá siempre abstracto; lo que quieren
muchos otros libros a su alrededor. los escritores de novelas es tejer una red que ligue la
Otra tentación que vuelve a presentarse desde los experiencia guardada en los libros durante siglos con
tiempos más antiguos es la de concentrar el saber de to- esa dispersión de experiencias que encontramos cada
dos los libros en un solo discurso: la enciclopedia. Pode- día en nuestras vidas y que nos resulta siempre más
mos decir que este deseo parte de las motivaciones más inasible e indefinible.
razonables, de una necesidad de orden y de método: El libro, los libros. Pensar que los libros se hayan ge-
trazar un mapa de los territorios del saber humano, ve- nerado a partir de libros como por una fuerza bioló-
rificar los confines de nuestros conocimientos. Quizás gica propia del papel escrito puede provocar angustia:
todas las civilizaciones, todas las épocas, no pudieron si es el discurso escrito el que pasa a través de la mano
menos que intentar la empresa enciclopédica; sin em- que escribe, si el autor no es más que un instrumento
bargo, también es cierto que este intento de unificar los de algo que se escribe independientemente de él, quizás
saberes plurales se revelará cada vez como una ilusión, no somos nosotros los que escribimos los libros, sino
ya que cada tipo de conocimiento tiene un método y los libros los que nos escriben a nosotros.
un lenguaje distinto de otros métodos y otros lenguajes Quien considera alarmante esta hipótesis preferirá
y no permite que se le inserte en un círculo como el que creer que la página que escribe es un espejo en el cual
sugiere el nombre mismo de enciclopedia. se proyecta la propia imagen: el libro como equivalente
Empero, lo que deseo subrayar ahora es que en los escrito de la persona misma en lo que ésta tiene en su
inicios de la edad moderna se asiste al nacimiento de interior, una prolongación de la individualidad, mani-
un género literario, la novela, que conlleva desde sus festación de la propia existencia única e irrepetible. Él
orígenes una vocación enciclopédica. Rabelais acumula como un libro por descifrar, el libro como espejo o auto-
en los libros de Pantagruel todo el saber de las univer- rretrato: éste es también un modo de percibir la escritu-
sidades y de las tabernas, los lenguajes de los doctos y ra que señala los inicios de la cultura moderna, según la
de los plebeyos, y así es como medio siglo después Cer- lección de Montaigne, y continúa a través de Rousseau
vantes nos hace asistir al encuentro entre lo sublime de hasta nuestros días, hasta Proust y más allá. «Quien to-
la poesía y lo prosaico de la vida cotidiana, el mundo que este libro, toca a un hombre», decía Walt Whitman.
ideal de los libros y de la fantasía y el elemental sentido Sin embargo, los libros en los cuales un ser huma-
común de los proverbios, la sabiduría ruda de las calles no se narra y describe con la evidencia de una verdad
polvorientas y de las posadas malolientes: una mezcla nunca antes alcanzada son raros y extraordinarios,
explosiva de elementos que se desborda en la locura de y pienso que no tendrían importancia si fuesen más
Don Quijote e inaugura la Literatura moderna. numerosos, a menos que se quieran ver multiplicados
Esta vocación enciclopédica continuará haciéndose los desplantes y narcisismos que ya tanto abundan en
sentir en la Historia de la novela: de hecho en nuestro la literatura. Un gran libro tiene valor no tanto por-
siglo las novelas-enciclopedia son las más significativas, que nos enseña a conocer a un individuo determi-
de La montaña mágica, al Hombre sin atributos y sobre nado, sino porque nos presenta un nuevo modo de
todo al Ulises de Joyce, el cual asigna a cada capítulo un comprender la vida humana, aplicable a los demás,
estilo distinto y un distinto territorio de la experiencia que también podemos utilizar para reconocernos a
humana. En Italia, el novelista enciclopédico por exce- nosotros mismos. Si cada persona contuviese un libro
lencia es Carlo Emilio Gadda, quien en El zafarrancho propio y no le quedara más que dejarlo en el papel (o
aquel de Via Merulana condensa en una trama policíaca ponerlo como un huevo), las bibliotecas estarían re-
los dialectos de Roma y de media Italia, el arte barroco pletas de poblaciones interminables de pliegos dobles

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...quizás no somos nosotros los que tica alimentada con mis recuerdos infantiles y con mis
sueños. Pero las novelas que leía entonces hablaban de
escribimos los libros, sino los libros una vida brutal y errabunda, de guerras y de aventuras
en países lejanos; aquellas novelas me apasionaban pero
los que nos escriben a nosotros. parecían pertenecer a un mundo tan ajeno al mío que
no podía existir ninguna relación con lo que yo pudiera
ser capaz de escribir. No imaginaba todavía que las ex-
de todos los vivos y los muertos, menos deleznables periencias colectivas de mi generación en el último pe-
que los cuerpos de carne y hueso que se apilarán en el ríodo de la Segunda Guerra Mundial, con todo lo que
valle de Josafat, perspectiva que sería, ésta sí, la más tenían de tragedia y de horror y con lo que tenían de
angustiosa de todas. Yo prefiero creer en una bibliote- aventura picaresca las argucias para sobrevivir, legiti-
ca ideal que acoja los modelos ejemplares de experien- marían mi actividad como escritor que comienza justo
cia, los prototipos, las formas esenciales a partir de las orientada a una narrativa de la experiencia de la vida y
cuales se pudiera deducir todo lo posible. la muerte, que hasta hace poco tiempo me parecía po-
Para dejar las consideraciones generales y pasar a der frecuentar sólo como lector.
mi experiencia como escritor, debo decir que más que La primera imagen que tuvieron de mí la crítica y el
el deseo de escribir mi libro, el libro como equivalente público fue la imagen de un escritor realista y popular,
de mí mismo, me mueve el deseo de tener delante de y traté de escribir los libros de este nuevo yo mismo.
mí el libro que me gustaría leer; luego trato de identi- Sin embargo, el milagro de mi primera novela y mis
ficarme con el autor imaginario de este libro aún por primeros cuentos no se repetía y todo lo que escribí me
escribirse, un autor que podría ser muy distinto a mí. parecía afectado.
Por ejemplo, he publicado recientemente un libro La crisis duró hasta que decidí que escribiría no la
hecho totalmente con descripciones. En el centro de novela que creía tener que escribir, que los demás es-
este libro se encuentra un personaje llamado Palomar peraban que escribiera, sino la novela que me hubiera
quien piensa únicamente a través de la observación gustado leer, un libro como llegado de otro tiempo y
minuciosa de todo lo que pasa ante sus ojos: una igua- de otro país, de un autor desconocido, un antiguo vo-
na en el jardín zoológico o los quesos sobre el mostra- lumen encontrado en el sótano, medio roído por los
dor de una tienda. El problema está en que yo no soy ratones al cual abandonarme con la fascinación de las
lo que se llamaría un observador: soy muy distraído, lecturas infantiles. Fue entonces cuando encontré la
absorto en mis pensamientos, incapaz de concentrar vena fantástica que posteriormente público y crítica
mi atención en lo que veo. Antes de escribir cada ca- juzgaron como la más acorde con mi temperamento.
pítulo de este libro me encontraba con la necesidad Después he tratado de no permanecer prisionero de
de llevar a cabo una operación preliminar: ponerme alguna imagen de mí mismo. Quisiera que cada libro
a observar cosas que había tenido ante los ojos cen- que escribo fuese el primero, quisiera que cada vez mi
tenares de veces y registrar cada detalle mínimo para nombre fuese el de un escritor nuevo. Sigo apasionán-
imprimirlo en mi memoria, ejercicio que puede reve- dome con la lectura de libros, sobre todo si siento que
larse de una dificultad extrema, cuando se trata por no podría escribir nada del género; intento comparar-
ejemplo del cielo estrellado en una noche de verano o me con sus autores, comprender lo que me hace dife-
de las hojas de la hierba en un prado. Por tanto, tuve rente de ellos, lo que ellos tienen que yo no tengo. Este
que tratar de cambiarme a mí mismo de alguna ma- pensamiento funciona en mí como un desafío. Exage-
nera para semejarme al presunto autor del libro que rando un poco, podría dar la siguiente definición de mi
quería escribir. De este modo, el escribir un libro se trabajo: apenas me convenzo de que cierto tipo de Li-
convierte en experiencia de iniciación, comporta una teratura está más allá de mis posibilidades, no descanso
educación continua de uno mismo, lo cual debería ser hasta que intento aventurarme en esa dirección, para
el fin último de toda acción humana. probar si verdaderamente es impracticable; y como no
Cuando era muy joven pensaba que mi falta de ex- me gusta dejar una obra a medias, continúo hasta que
periencia en la vida constituía un gran obstáculo para mis esfuerzos adquieren la forma de un libro.
la escritura; pensaba que podía permitirme escribir Siempre me ha atraído la vegetación de los bosques;
únicamente poesía irónica y melancólica o prosa poé- la narrativa de todo tipo, de todo tiempo y de todo país

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Italo Calvino. El libro, los libros

se me presenta como la imagen de un bosque Si una noche de invierno un viajero. Es una


de historias, donde a primera vista parece novela sobre el placer de leer novelas:
que cada planta se confunde con las otras, el protagonista es el lector, quien co-
pero apenas se fija la atención nos damos mienza a leer diez veces un libro que
cuenta que ninguna es igual a otra. por circunstancias ajenas a su volun-
Hace treinta años me lancé al bosque tad, no logra terminar. Por tanto, tuve
del cuento popular sumergiéndome en el que escribir el inicio de diez novelas
folklore de las regiones italianas, en la na- de autores imaginarios, de alguna ma-
rración de fábulas en la voz de las abuelas nera distintos a mí y distintos entre sí:
en todos los dialectos y traté de distinguir y una novela todo sospechas y sensaciones
de elegir entre la vegetación espesa e intrin- confusas; una en que todo son sensaciones
cada de maravillas y encantamientos. corporales y sanguíneas; una introspectiva
Esta experiencia reforzó mi atención en al- y simbólica; una revolucionaria existencial;
gunos aspectos: la proliferación de histo- una cínica-brutal; una novela de
rias, la una en la otra, las estructuras manías obsesivas; una lógica y
más sencillas y eficaces reconocibles geométrica; una erótica-perver-
como esqueleto de las tramas más sa; una telúrica-primigenia; una
complicadas; el origen oral del arte apocalíptica-alegórica. Más que
de narrar, origen del cual permane- identificarme con el autor de
cen los rastros aun cuando este arte cada una de las diez novelas,
se concreta en obras escritas, el in- traté de identificarme con el
terés por las colecciones de novelas lector: representar el placer de
indias, árabes, persas, cuya influencia la lectura de un género dado, más
es tangible en el desarrollo de la novelística que del texto en sí. En algún momento me
italiana y europea. En la literatura escrita, esta sentí como poseído para la energía creati-
multiplicidad infinita de las historias trans- va de estos diez autores inexistentes, pero
mitidas de boca en boca a menudo se esboza sobre todo traté de probar que cada libro
mediante un marco, una historia en la cual se nace en presencia de otros libros, en rela-
insertan las otras historias. Bocaccio hace que ción y confrontación con otros libros.
se encuentre un grupo de jóvenes de ambos Ahora quizás debiera tener en cuenta
sexos en una villa florentina para huir de la una pregunta que se nos oye a menudo hoy
peste que devasta la ciudad; allí cada uno a su en día y que es una cuestión pragmática en
vez narra un cuento diariamente durante diez una Feria del Libro: se habla de los libros
días. Los desarrollos de este modelo caracteri- como algo que siempre ha sido y siempre será
zan la evolución del arte de narrar en las lite- pero, ¿acaso estamos seguros de que el libro
raturas de Occidente. tiene ante sí un porvenir?, ¿sobrevivirá a la
En mis últimos libros, este modelo tradi- competencia de los medios electrónicos au-
cional se ha transformado en la inversión de diovisuales?, ¿cómo se transformará o qué le
mecanismos generadores de historias que he sustituirá?, ¿en qué se convertirá el escritor?
sentido la necesidad de elaborar conforme a Pues bien, mi respuesta puede ser sólo
diseños cada vez más complicados, ramifica- una, de fidelidad al libro, pase lo que pase.
dos, multiplicados, acercándome a una idea Introduzcámonos en la perspectiva de los si-
de hipernovela o de novela elevada a la glos. Los libros circularon durante mu-
enésima potencia. chos siglos antes de la invención de
La empresa de tratar de escribir Gutenberg y en los próximos siglos
novelas «apócrifas», es decir, que ciertamente encontrarán nuevas
imagino escritas por un autor que formas de sobrevivir.
no soy yo y que no existe, la he La primera casa editorial de
llevado hasta el final en mi libro cuyas actividades tenemos noti-

Busto de Italo Calvino sobre pedestal de libros. Sergio Peraza Avila

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cias detalladas, a través de las cartas de Cicerón, es la tecas, que contendrán quizás únicamente microfilms.
fundada en Roma hacia el año 50 a. C. por Tito Pam- Esto me entristece un poco pues ya no escucharemos el
ponio Attico para la difusión de los clásicos griegos y rumor de las páginas al pasar.
de las novedades latinas; estaba organizada de manera ¿Cambiará nuestro modo de leer? Quizás, pero no
no muy distinta a las casas editoriales de nuestros días, podemos prever de qué manera. Acerca de una revo-
con la diferencia de que en lugar de tipógrafos había lución importante en el modo de leer en el pasado, po-
un gran número de escribanos. demos decir que tenemos un testimonio directo ya que
Es cierto, en aquel tiempo el número de lectores no San Agustín nos ha narrado con estupor el momento
era el de las tiradas de los best-sellers actuales, pero si en el cual se percató de ella. Al visitar a San Ambrosio,
pensamos que todavía hoy una gran cantidad de libros Agustín se da cuenta de que el Obispo de Milán estaba
fundamentales continúan teniendo una circulación li- leyendo de una manera que él nunca antes había vis-
mitada, vemos que aún las comparaciones numéricas to: silenciosamente, sólo con los ojos y con la mente,
son menos desalentadoras de lo que pudiera pensarse. sin emitir sonido alguno, sin mover siquiera los labios.
Lo importante es que el hilo ideal que recorre la es- Agustín había pasado por escuelas importantes y por
critura no se interrumpa. Pensar que aun durante los círculos de estudiosos, pero nunca había imaginado
siglos de guerra del medievo los libros encontraron que se pudiera leer como lo hacía Ambrosio, sin pro-
en los conventos un espacio donde conservarse y mul- nunciar las palabras: «Sed cum legebat, oculi duceban-
tiplicarse, me conforta por una parte; por la otra me tur per paginas et cor intellectum rimabatur, vox au-
preocupa. Podría incluso sonreír ante la idea de retirar- tem et lingua quiescebant».
nos a conventos con todas las comodidades para hacer Quizás en el futuro habrá otras maneras de leer que
ediciones de calidad, abandonando las metrópolis a las nosotros no imaginamos. Me parece que es un error des-
invasiones bárbaras de los vídeo tapes; sin embargo, la- deñar toda novedad tecnológica en nombre de los valo-
mentaría que el resto del mundo quedara privado de res humanísticos en peligro. Pienso que cualquier nuevo
libros, de su silencio pleno de murmullos, de su calma medio de comunicación y difusión de las palabras, de las
reconfortante o de su sutil inquietud. imágenes y de los sonidos puede fomentar nuevos desa-
Existe una continuidad en la soledad que el escritor rrollos creativos, nuevas formas de expresión; y pienso
lleva dentro de sí como un destino inherente a su vo- que una sociedad más desarrollada tecnológicamente
cación, pero a partir de esta soledad se desarrolla una podría ser más rica en estímulos, elecciones, posibilida-
voluntad y una capacidad de comunicar: esa comunica- des, instrumentos diversos y tendrá siempre necesidad
ción especial de la literatura que se establece de indivi- de leer, de cosas que leer y de personas que lean.
duo a individuo y que sólo en alguna época y en alguna Pienso que la lectura no es comparable con ningún
ocasión puede verse amplificada por la comunicación otro medio de aprendizaje y de comunicación, ya que
de masas. Saber que Petrarca y Boccacio se intercam- la lectura tiene un ritmo propio, gobernado por la vo-
biaban códices de pergamino en los cuales habían co- luntad del lector; la lectura abre espacios de interroga-
piado de su puño y letra y con fina elegancia gráfica ción, de meditación y de examen crítico, en suma, de
las obras propias o las de Dante, me convence de que libertad; la lectura es una relación con nosotros mismos
los períodos de esplendor de la literatura pueden pro- y no únicamente con el libro, con nuestro mundo inte-
ducirse cualesquiera que sean las condiciones extremas. rior a través del mundo que el libro nos abre.
Sabemos que la forma de los libros ha cambiado Quizás el tiempo que podría destinarse a la lectura
muchas veces en la historia y ciertamente seguirá cam- estará siempre ocupado por otras cosas; esto ya es ver-
biando. No es que esto me alegre, pues siento afecto por dad hoy en día, pero lo era quizás más en el pasado para
los libros como objetos en la forma que tienen actual- la mayoría de los seres humanos. Sea como sea, aquel
mente, aun si cada vez es más raro encontrar ediciones que tiene necesidad de leer, el que encuentra placer en
que expresan amor por el libro-objeto, que para acom- la lectura (y leer es ciertamente una necesidad-placer),
pañar nuestra vida deberán hacerse a la perfección. continuará recurriendo a los libros, a los del pasado y a
Ciertamente cambiarán muchas cosas si es verdad los del futuro.
que con los «procesadores de palabras» nuestros libros
serán formados directamente por nuestras manos, sin Artículo publicado en el número 207-208 de Quimera, de
pasar por la tipografía, así como cambiarán las biblio- octubre-noviembre de 2001.

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I

Memoria póstuma:
el caso de Machado de Assis
Susan Sontag

Imagine un escritor capaz —a lo largo de una vida ser definitiva debe esperar para ser escrita hasta des-
moderadamente larga durante la que nunca viajó más pués de la muerte de su protagonista. Por desgracia, las
allá de setenta y cinco millas de la ciudad que le vio biografías no pueden ser escritas en esas circunstancias
nacer— de crear una inmensa obra literaria. Un escri- ideales, por lo que, prácticamente, todas las novelas en
tor decimonónico —observará usted—, y estará en lo forma de autobiografía han acatado las reglas de las
cierto: autor de una gran cantidad de novelas, nouvelles, autobiografías auténticas, aun tratando de constituirse
cuentos, comedias, ensayos, poesía, reseñas, crónicas en la mejor aproximación a las iluminaciones con que
políticas, que fue también periodista, editor de revis- sobreviene la muerte. Las autobiografías ficticias, más
tas, funcionario estatal, candidato a un cargo público a menudo que las reales, tienden a ser tareas otoñales:
y Presidente-Fundador de la Academia de la Lengua de un narrador de edad (o al menos fuera de sazón), ha-
su país; un prodigio de eficiencia, capaz de sobreponer- biéndose retirado de la vida, se pone a escribir. Pero, a
se a enfermedades morales y físicas (mulato en un país pesar de la cercanía al punto de vista ideal que la edad
en el que no se abolió la esclavitud hasta que él alcan- avanzada puede ofrecer al creador de la novela auto-
zó la cincuentena era, además, epiléptico) que, durante biográfica, él o ella están todavía escribiendo más acá
su vital, prolífica y exuberante carrera en su país logró de aquella frontera tras la cual la vida, la historia de una
escribir un considerable número de novelas y cuentos vida, finalmente alcanza su sentido.
merecedores de un lugar permanente en la literatura Solamente conozco un ejemplo de este cautivador
mundial. Y, sin embargo, fuera de su país natal, que le género que es la autobiografía imaginaria donde se
honra como a su más grande escritor, sus obras maes- cumplen estas condiciones ideales que, en definitiva,
tras son poco conocidas y raramente mencionadas. resultan ser cómicas: la obra maestra titulada Memorias
Imagine que tal escritor verdaderamente existió, póstumas de Blas Cubas (1880), del brasileño Machado
y que sus libros más originales siguen descubriéndose de Assis. En el primer párrafo del Capítulo I, «La muer-
ochenta años después de su muerte. Normalmente, el te del autor», Blas Cubas anuncia alegremente: «Yo no
filtro del tiempo hace justicia: descarta lo meramente soy propiamente un autor difunto, sino un difunto
oportunista, rescata lo olvidado y promueve lo subes- autor», no en el sentido de alguien que ya haya escrito
timado. Sólo después de la muerte de un gran escritor y ahora esté muerto, sino en el sentido de alguien que
se resuelven las misteriosas cuestiones sobre su valía y haya muerto y ahora esté escribiendo. He aquí la pri-
permanencia. Tal vez sea justo que este escritor, al que mera y determinante broma de la novela: una broma
la posteridad no le ha concedido el reconocimiento que acerca de la libertad del escritor. El lector está invitado
merecía, haya poseído él mismo un agudo, irónico y en- a seguir el juego aceptando que el libro que tiene en sus
ternecedor sentido de lo póstumo. manos es una proeza literaria sin precedentes: recuer-
Lo que es cierto de la reputación de un escritor, lo dos póstumos escritos en primera persona.
es —o debería serlo— de su vida. Puesto que sólo una Por supuesto ni un solo día, y mucho menos toda una
vida completa revela su auténtica dimensión y el senti- vida, puede contarse íntegramente. Una vida no es un
do que aquélla pueda tener, una biografía que pretenda argumento. Por otra parte, nos aproximamos en forma

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el autor se dirige directamente al lector reconociendo
la temeridad de la empresa, evocando escrúpulos o
inhibiciones (modestia, ansiedad) que había que ven-
cer, proclamando un candor y una ausencia de artifi-
cios ejemplares, y alegando lo útil que resultará para los
demás esta autoexhibición. Como las autobiografías
reales, la mayor parte de las ficticias mínimamente bien
escritas o de gran calado también empiezan con una
explicación, defensiva o desafiante, sobre la decisión de
escribir el libro que el lector acaba de empezar, o al me-
nos con un ramillete de excusas contraponiendo la fres-
cura de su sensibilidad al reproche de egotismo. No se
trata de simple retórica, ni de frases corteses para dar
al lector tiempo a sentarse. Es el primer paso de un pro-
ceso de seducción en el que el biógrafo, tácitamente,
reconoce que hay algo insólito, atrevido, en escribir a
fondo, voluntariamente, sobre uno mismo; en exponerse
ante desconocidos sin la justificación de una vida ex-
cepcional o de un crimen terrible; o en no utilizar nin-
Susan Sontag (1988). gún ardid, como si simuláramos que el libro transcribe
simplemente documentos en principio destinados a un
distinta a una narración escrita en primera persona que círculo de lectores más reducido y amistoso. Contada la
a otra hecha en tercera. Retardar, acelerar, pasar por alto historia de una vida directamente, en primera persona,
pasajes enteros, comentar a fondo o eludir referencias: si a tantos lectores como sea posible (el público), parece
todo esto se hace en primera persona el texto adquiere mínimamente prudente, al tiempo que cortés, que el
otro peso, otro sentido, que si se efectúa en nombre de autobiógrafo pida permiso para empezar. La idea ge-
un tercero. Mucho de lo que resulta conmovedor, dis- nial del libro de Machado de Assis de presentar unas
culpable o insufrible en primera persona parecería lo memorias escritas por alguien que está muerto, añade
opuesto dicho en tercera, y viceversa; es fácil confirmar un efecto adicional a esta preocupación habitual por lo
esta observación leyendo en voz alta cualquier página de que el lector pueda pensar. De esta forma, el autobió-
este libro, primero tal como se nos ofrece y luego sus- grafo puede declarar que a él no le preocupa.
tituyendo yo por él. (Si queremos desnudar la gran di- Pero de hecho, escribir desde más allá de la tumba no
ferencia que hay entre los códigos que rigen la tercera exime al narrador de su visible inquietud por la recep-
persona tratemos de sustituir ella por él). Hay registros ción de su obra. Una disimulada ansiedad está conteni-
de los sentimientos, como la ansiedad, que sólo pueden da en la propia forma y en la característica velocidad
convenir a una voz en primera persona. Y, también, as- del libro. Está en el modo en que la narración se corta
pectos de la narración: una digresión, por ejemplo, pare- y se monta, en los ritmos de arranque y parada: ciento
ce natural en un texto escrito en primera persona, pero sesenta capítulos, algunos de tan sólo dos frases y po-
cualquier texto consciente de sus propios métodos y sig- cos más largos de dos páginas. Está en las divertidas
nificado debe ser interpretado desde la primera persona, instrucciones, puestas normalmente al principio o al
sea o no yo el pronombre principal. final de los capítulos, para lograr el mejor uso del texto:
Escribir acerca de uno mismo, contar la verdade- «Este capítulo ha de ser insertado entre las dos prime-
ra historia —es decir, la privada— solía considerarse ras frases del capítulo 129»; «Dese cuenta, por favor, de
presuntuoso y necesitaba ser justificado. Los Ensayos que este capítulo no intenta ser profundo»; «Pero no
de Montaigne, las Confesiones de Rousseau, el Walden nos dejemos envolver por la psicología»; etc. Está en
de Thoreau y la mayoría de las autobiografías clásicas el modo irónico con que trata los recursos y métodos
intelectualmente exigentes tienen un prólogo en el cual del libro, en el repetido rechazo a satisfacer el deseo

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preocupándose por su atención (¿El lector lo capta?, ¿Se


divierte?, ¿Se está aburriendo?)». El autobiógrafo inte-
rrumpe continuamente su historia para invocar una teo-
ría que la ilustre, para formular una opinión sobre ella,
como si tales recursos fueran necesarios para hacer la
historia más interesante. La existencia del privilegiado
y orgulloso Blas Cubas es espantosamente monótona,
como suele acontecer en tales vidas; los acontecimien-
tos más importantes son los que no sucedieron o los que
fueron juzgados decepcionantes. Una gran cantidad de
opiniones ingeniosas manifiestan la pobreza emocional
de la vida, mostrándose el narrador como si quisiera re-
huir conclusiones que podía extraer de otra forma. El
recurso a la digresión genera gran parte del humor del
libro, comenzando por la misma disparidad entre la vida
descrita (modesta en acontecimientos, sutilmente arti-
culada) y las teorías invocadas (portentosas y obtusas).
La vida y opiniones de Tristram Shandy es, desde lue-
go, el modelo principal de estos sabrosos manejos de la
conciencia del lector. El empleo de capítulos cortos y
también algunos de los trucos tipográficos, como en
el capítulo 55 («El venerable diálogo de Adán y Eva»)
y el capítulo 139 («Cómo no llegué a ser Ministro de
Estado») recuerdan los caprichosos ritmos narrativos y
Susan Sontag en París (2002). Fotografía: Annie Leibovitz © el ingenio plástico de Tristram Shandy. Que Blas Cubas
empiece su historia después de su muerte de igual for-
de emociones del lector: «Me gustan los capítulos di- ma que Tristram Shandy empieza la historia de su toma
vertidos». Pedirle al lector que se entregue a la inclina- de conciencia antes de haber nacido (en el momento de
ción del narrador por la frivolidad es una estratagema su concepción) parece, también, un homenaje a Sterne
propia del seductor, como también lo es prometerle por parte de Machado de Assis.
emociones fuertes y nuevos acontecimientos. La empa- No debe sorprendernos la influencia que Tristram
lagosa preocupación del autobiógrafo por la precisión Shandy, publicado por entregas entre 1759 y 1767, ejer-
de sus procedimientos narrativos es una parodia de su ció sobre un escritor nacido en Brasil. Mientras los
enérgica autoexhibición como autor. libros de Sterne —tan celebrados en vida del autor y
La técnica principal que controla la corriente emo- aún algo después— eran calificados en Inglaterra de
cional de este libro es la digresión. El narrador, con la demasiado inusuales y a veces indecentes e incluso
cabeza llena de literatura, se muestra proclive a las des- aburridos, continuaban en cambio siendo enormemen-
cripciones bien resueltas —de las que se suelen aplaudir te admirados en el Continente. En el mundo de habla
bajo la etiqueta de realismo— que muestran cómo los inglesa, donde en nuestro siglo Sterne ha obtenido de
sentimientos intensos persisten, cambian, evolucionan nuevo un reconocimiento generalizado, todavía se le
y remiten. También se expresa comprensiblemente so- considera como un ultraexcéntrico, un genio margi-
bre tales problemas mediante las dimensiones de la na- nal (como Blake) cuya mayor notoriedad se debe a ser
rración: la división en episodios cortos; los puntos de prematura y misteriosamente moderno. Sin embargo,
vista irónicos, didácticos. Esta voz peculiarmente feroz, considerado desde la perspectiva de la literatura mun-
abiertamente desencantada (¿pero qué otra voz podría dial, Sterne puede ser el escritor de habla inglesa que,
esperarse de un narrador que dice estar muerto?) nunca después de Shakespeare y Dickens, ha producido una
relata un hecho sin extraer de él alguna lección. El ca- influencia mayor; que Nietzsche dijera que su novela
pítulo 133 empieza: «Pidiendo la indulgencia del lector, favorita era Tristram Shandy no es, en absoluto, un jui-

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cio tan original como puede parecer. Sterne ha tenido distancia entre la mordacidad del narrador de Machado,
una presencia especialmente poderosa en la literatura con su afectada superioridad hacia la historia de su pro-
de las lenguas eslavas, como se refleja en la importan- pia vida, y la desazón característica de la mayor parte de
cia del ejemplo de Tristram Shandy en las teorías de las novelas autobiográficas recientes. Y la falta de argu-
Shklovski y otros formalistas rusos desde los años vein- mento puede ser intrínseca al género —la novela como
te. Tal vez, la razón de que durante décadas haya surgi- monólogo autobiográfico— como lo es el aislamiento de
do tanta prosa relevante de la Europa central y del Este, la voz narrativa. En este aspecto, el antihéroe post-Ster-
así como de América Latina, no sólo está en que sus es- niano Blas Cubas parodia al protagonista de las grandes
critores hayan sufrido monstruosas tiranías, y por tanto autobiografías, siempre soltero por naturaleza, no sólo
hayan dispuesto de una temática trascendente y suscep- por la fuerza de las circunstancias. Casi podríamos decir
tible de ser tratada con ironía (como muchos escritores que ésta es la medida de la ambición de una narración
de Europa Occidental y de los Estados Unidos han reco- autobiográfica: el narrador debe ser —o debe ser pen-
nocido con envidia), sino también en que aquéllas son sado como— un solitario, por supuesto sin esposa, aun-
las partes del mundo donde, durante más de un siglo, el que ésta exista; su vida, en lo más profundo, debe estar
autor de Tristram Shandy ha sido el más admirado. completamente despoblada. (Así, éxitos recientes de au-
La novela de Machado de Assis pertenece a esa tra- tobiografías a modo de novela, como Sleepless Nigths de
dición de narrativa burlesca —la locuacidad de una voz Elizabeth Hardwick y The Enigma of Arrival de V.S. Nai-
en primera persona tratando de reconciliarse con los paul hacen caso omiso de las esposas, aunque en realidad
lectores— que va desde Sterne hasta, en nuestro propio ellas existían). Tal como el aislamiento de Blas Cubas
siglo, I am a Cat, de Natsume Soseki, las narraciones de parodia una soledad elegida o emblemática, la quiebra
Robert Walser, La conciencia de Zeno y Senilidad de Sve- de la misma gracias a la capacidad de comprenderse a sí
vo, Una soledad demasiado ruidosa de Hrabal y mucho mismo es también, a pesar de su seguridad y agudeza, la
de Beckett. Encontramos una y otra vez, de diferentes parodia de esta misma comprensión.
maneras, al charlatán tortuoso, compulsivamente es- Las seducciones que tal narrativa ejerce son com-
peculativo; narrador excéntrico, solitario (por gusto o plejas. El narrador confiesa estar preocupado por el
por vocación); proclive a fútiles obsesiones, iniciativas lector (por si éste le comprende). Entretanto, el lector
y teorías fantasiosas pintadas cómicamente; a menudo puede estar preguntándose acerca del narrador, inqui-
un autodidacta; no exactamente un maniático; aunque riendo si éste se da cuenta de todas las implicaciones de
algunas veces arrastrado por la lujuria, y al menos una lo que está diciendo. Un despliegue de agilidad mental
vez por el amor, es incapaz de aparejarse; normalmen- e inventiva proyectado para divertir al lector refleja in-
te de edad; invariablemente varón. (No es probable que tencionadamente la viveza de la mente del narrador y
ninguna mujer pueda conseguir la simpatía que estos expresa, en gran manera, cuan emocionalmente aislado
jocosos narradores, absortos en sí mismos, reclaman de y desamparado éste se encuentra.
nosotros, a causa de las expectativas existentes de que las Bien a las claras, la novela de Machado es el libro de
mujeres deben ser más comprensivas y más fácilmente una vida. Sin embargo, a pesar de las dotes del narrador
comprendidas que los hombres; una mujer con el mismo para hacer un retrato social y psicológico, sigue cons-
grado de agudeza mental e independencia emocional tituyendo un recorrido por el interior de la mente de
sería considerada simplemente como un monstruo). El alguien. Otro de los modelos de Machado fue un mara-
hipocondríaco Blas Cubas de Machado de Assis es con- villoso libro de Xavier de Maistre, un aristócrata fran-
siderablemente menos exuberante que el atolondrado y cés expatriado (vivió la mayor parte de su larga vida en
efusivo charlatán Tristram Shandy de Sterne. Hay poca Rusia), que inventó el microviaje literario con su Viaje
alrededor de mi habitación, escrito en 1794, cuando estu-
vo en prisión a consecuencia de un duelo, y que cuenta
La técnica principal que controla sus visitas en diagonal o haciendo zigzag a sitios tan
divertidos como el sillón, el escritorio o la cama. Un
la corriente emocional de confinamiento, mental o físico, no reconocido como
tal, puede dar lugar tanto a una historia muy divertida
este libro es la digresión. como a otra cargada de tintes trágicos.

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Al principio, en un rasgo de agudeza del autor que Los narradores de Beckett casi siempre tratan, y no
graciosamente incluye al lector, Machado de Assis hace siempre con éxito, de imaginarse muertos a sí mismos.
que su narrador explique los modelos literarios del siglo Blas Cubas no tiene ese problema. Pero Machado de
XVIII, de su narrativa, con la siguiente advertencia pesi- Assis quería ser, y lo es, divertido. No hay nada morbo-
mista: «En verdad, se trata de una obra difusa, en la cual so acerca de la consciencia de su narrador póstumo; al
yo, Blas Cubas, si adopté la forma libre de un Sterne o de contrario, la perspectiva de máxima consciencia —que
un Xavier de Maistre, no sé si le añadí algunas imperti- es lo que ingeniosamente un narrador póstumo puede
nencias pesimistas. Puede ser. Obra de finado. La escribí pretender— es una perspectiva cómica. Desde donde
con la pluma del escarnio y la tinta de la melancolía, y no Blas Cubas está escribiendo no es exactamente el más
es difícil prever qué cosa podrá salir de tal connubio». allá (porque carece de geografía), sino desde el territorio
Aunque está modulado por el capricho, a lo largo de la libertad creativa. La narrativa festiva neosternia-
del libro se extiende una vena de verdadera misantro- na de estas memorias de un hombre decepcionado no
pía. Si Blas Cubas no es otro de esos solterones reprimi- surgen de la exuberancia de Sterne ni de su vigor. Son
dos, disecados, inútiles conocedores de sí mismos que una especie de antídoto, una reacción ante la depresión
existen solo para los ojos de lectores cabales, es a cau- del narrador: una forma de dominar el desaliento consi-
sa de esa ira que, al final del libro, será total, dolorosa, derablemente más específica que el «gran remedio, una
amarga, inquietante. escayola anti-melancolía, pensada para mitigarla tristeza
El tono bromista de Sterne es ligero. Es una forma de la humanidad», que el narrador fantasea haber inven-
cómica, aunque extremadamente agitada, de estable- tado. La vida administra sus duras lecciones, pero uno
cer amistad con el lector. En el siglo XIX esta forma de puede escribir como quiera: es una forma de libertad.
digresión, esta palabrería, este gusto por las pequeñas Machado de Assis tenía sólo cuarenta y un años
teorías, estas piruetas al pasar de una forma narrativa a cuando publicó estos recuerdos de un hombre muerto
otra, toman matices más oscuros. Se llega a identificar a los sesenta y cuatro, como nos enteramos al principio
con la hipocondría, con el tedio erótico, con el descon- del libro (Machado nació en 1839; sitúa a su personaje,
tento de sí mismo (el patológicamente voluble hombre Blas Cubas, el autobiógrafo póstumo, en una genera-
del subsuelo de Dostoyevski), con la angustia mental ción anterior nacida en 1805). La novela, como ejercicio
aguda (el narrador histérico, trastornado por la injusti- de imaginación de una edad posterior, es una aventura
cia, del Max Havelaar de Multatuli). Parlotear de modo a la que continuamente son arrastrados los escritores
obsesivo y repetitivo solía ser invariablemente un re- de temperamento melancólico. Al final de mi veintena,
curso de la comedia. (Piénsese en los plebeyos gruñones escribí mi primera novela, El benefactor, que pretende
de Shakespeare, como el portero de Macbeth; piénsese narrar los recuerdos de un hombre entonces en los se-
en Mr. Pickwick, entre otras creaciones de Dickens). senta, un rentista diletante y fantasioso que anuncia
Este uso cómico de la charlatanería no desaparece.
Joyce la usó con espíritu rabelaisiano, como vehículo de
hipérbola cómica, y Gertrude Stein, campeona de la es-
critura excesiva, convirtió los tics del egotismo y la rei-
teración en el uso de las frases en una afable voz cómica
de gran originalidad. Pero la mayoría de los prolijos na-
rradores en primera persona en la ambiciosa literatura
de este siglo han sido decididamente misántropos. La
charlatanería se identifica con la perniciosa y afligida
monotonía propia de la senilidad (los monólogos en
prosa de Beckett que se presentan como novelas) y con
la paranoia y la rabia persistente (las novelas y dramas
de Thomas Bernhard). ¿Quién no descubre la desespe-
ración detrás de las locuaces y animadas divagaciones
de Robert Walser y de las voces peculiarmente eruditas
y zumbonas en los relatos de Donald Barthelme?

44 Susan Sontag. Fotografía: Chris Felver ©


Estoy asombrada de que un que Machado no es un escritor europeo. Aún más nota-
ble que su ausencia de la escena de la literatura mundial
escritor de tal magnitud no ocupe es que ha sido muy poco conocido y leído en el resto de
América Latina, como si fuera todavía duro de digerir
todavía el lugar que merece. el hecho de que el mayor autor surgido en ella escribiera
en portugués, en lugar de hacerlo en lengua española.
Brasil puede ser el país más grande del continente (y, en
al principio del libro haber alcanzado el puerto de la el siglo XIX, Río la ciudad más importante) pero siem-
serenidad, donde, acabada toda experiencia, puede re- pre ha sido un país desconocido, considerado por el res-
flexionar sobre su vida. Las pocas referencias literarias to de América del Sur —la América hispanohablante—
conscientes en mi mente eran principalmente france- con una gran dosis de condescendencia e incluso de
sas, sobre todo Cándido y las Meditaciones de Descartes. racismo. Es mucho más probable que un escritor de uno
Creía estar escribiendo una sátira sobre el optimismo y de estos países sepa algo de las literaturas europeas o de
sobre ciertas ideas queridas (por mí) acerca de la vida la literatura en inglés que de la literatura de Brasil. En
interior, y de una espiritualidad de inspiración religio- cambio, los escritores brasileños conocen perfectamen-
sa. (Lo que inconscientemente estaba sucediendo, me te la literatura hispanoamericana. Borges, el segundo
doy cuenta ahora, era otra historia). Cuando tuve la escritor en importancia salido de este continente, pare-
buena fortuna de que El benefactor fuera aceptado por ce no haber leído nunca a Machado de Assis. De hecho,
el primer editor al que se lo ofrecí —Farrar, Straus— Machado es aún peor conocido entre los lectores de la
tuve además la buena suerte de que me asignaran como lengua española que los que lo leen en inglés. Memorias
redactor a Cecil Hemley, quien en 1952, en su anterior de Blas Cubas no fue traducido al español hasta el mil
cargo como director de Noonday Press (recientemen- novecientos sesenta y tantos, unos ochenta años después
te adquirida por mi nuevo editor) había publicado la de que fuera escrito y una década más tarde de que fue-
traducción (por William L. Grossman) de la novela de ra traducido (dos veces) al inglés.
Machado que realmente catapultó al éxito la carrera del Con suficiente tiempo, con la posteridad por delan-
libro en inglés. En nuestro primer encuentro Hemley te, un gran libro encuentra su legítimo lugar, y quizás
me dijo, con convicción: «ya veo que ha sido influida algunos necesitan ser redescubiertos una y otra vez.
por Memorias póstumas de Blas Cubas». «¿Memorias de Memorias es probablemente uno de esos libros sensa-
quién?». «Ya sabe, por Machado de Assis». «¿Quién?». cionalmente originales, radicalmente escépticos, que
Me prestó su ejemplar y varios días después me declaré siempre impresionarán a los lectores con la fuerza del
a mí misma retroactivamente influida. descubrimiento personal. No es ningún cumplido de-
Aunque desde entonces he leído traducidas muchas cir que esta novela, escrita hace más de un siglo, parece
cosas de Machado, este libro —la primera de sus últi- moderna. ¿Acaso no es cierto que cualquier obra que
mas cinco novelas (vivió veintiocho años después de nos hable con una originalidad y lucidez que somos ca-
escribirlas), generalmente considerada como la cumbre paces de reconocer es la que queremos inscribir en lo
de su genio— sigue siendo mi favorito. Es, según me que entendemos por modernidad? Nuestros criterios
han dicho, el que a menudo prefieren los no brasileños, de modernidad son un sistema de ilusiones halagado-
aunque los críticos generalmente escogen Don Casmurro ras que nos permite colonizar el pasado selectivamente,
(1899). Estoy asombrada de que un escritor de tal mag- como los son nuestras ideas acerca de lo provinciano.
nitud no ocupe todavía el lugar que merece. Hasta cier- Con ellas, ciertas partes del mundo perdonan al resto.
to punto, el relativo olvido de Machado fuera de Brasil Estar muerto puede representar un punto de vista al
puede ser menos misterioso que el de otro escritor de que no se puede acusar de provincianismo. Seguramen-
genio al que el eurocentrismo de la literatura mundial te Memorias de Blas Cubas es uno de los libros más en-
ha marginado: Natsume Soseki. Seguramente Machado tretenidamente no provincianos jamás escrito. Y amar
hubiera sido mejor conocido si no hubiese sido brasile- este libro es convertirse en un poco menos provinciano
ño y pasado toda su vida en Río de Janeiro; si se hubiese en lo tocante a la literatura.
tratado, digamos, de un italiano o un ruso. O incluso de
un portugués. Pero el inconveniente no es simplemente Artículo publicado en el núm. 100 de Quimera, de diciembre de 1990.

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En esta vida
post-alcohólica
Entrevista a Raymond Carver
Declaraciones recogidas por Larry McCaffery
y Sinda Gregory
Traducción de Miguel Martínez-Lage

En uno de los ensayos que aparecen en Fires


dice usted lo siguiente: «Para escribir una no-
vela un escritor ha de vivir en un mundo sobre
el cual pueda afinar la puntería, y a partir de
ahí escribir sobre él con exactitud. Un mundo
que, al menos en un determinado momento,
vaya a permanecer en su sitio. Junto a ello, ha
de darse una completa fe en la esencial correc-
ción de ese mundo.» ¿Estoy en lo cierto si doy
por sentado que ha llegado a un lugar, tanto fí-
sica como psicológicamente, en el cual puede estoy hablando de un horno microondas, de aviones a
usted creer en la «corrección» de su mundo reacción ni de coches caros.
con la fuerza suficiente como para alentar un
mundo imaginario capaz de soportar la longi- ¿Quiere esto decir que tiene planes para pro-
tud de una novela? bar suerte en una novela?
Desde luego, tengo la sensación de haber llegado a ese Puede ser. Puede, después de terminar este libro de
lugar. Ahora mismo, mi vida es muy distinta a como poemas con el que estoy ahora. Me hace falta tener un
era antes, o al menos a mí me resulta mucho más com- libro nuevo en el cajón cuando aparezca el nuevo libro
prensible. Antes me resultaba prácticamente impo- de poemas. Puede que entonces vuelva a la narrativa y
sible imaginarme siquiera tratando de escribir una me empeñe en un proyecto de mayor envergadura, en
novela en el estado de incomprensión, desesperación, una novela o en una novela corta. Tengo la impresión
lo digo en serio, en que me encontraba. Ahora mismo de que estoy a punto de cerrar el capítulo de la poesía.
tengo esperanzas, y antes no las tenía —y digo «es- En el plazo de un mes o poco más habré escrito otros
peranzas» en el sentido de creencias—. Ahora tengo ciento cincuenta poemas, por lo cual creo que cambiaré
la convicción de que, mañana, el mundo, para mí, es- de línea, para estar entonces en condiciones de volver a
tará en el mismo sitio en que está hoy. Antes las co- la narración. Para mí, sin embargo, es muy importante
sas no eran así. Durante mucho tiempo viví sin saber tener el manuscrito de este libro de poemas en el cajón.
dónde iba a caerme muerto, viví complicándome las Cuando apareció Catedral, el cajón estaba completa-
cosas hasta extremos insospechados, aparte de com- mente vacío; no quiero que eso vuelva a ocurrirme.
plicárselas a cualquiera, por mi adicción a la bebida.
Ahora, en esta segunda vida, en esta vida post-alco- Esa «creencia y amor por las cosas de este
hólica, supongo que con-servo cierto pesimismo, pero mundo» que acaba usted de descubrir es algo
también tengo una creencia, y un amor por las cosas muy patente en algunos de los relatos de Ca-
de este mundo. Además, no hace falta decirlo, no te tedral, sobre todo en el que da título al libro.

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Ese relato, para mí, supuso un proceso de verdadera
«apertura», lo digo en todos los sentidos. Catedral iba a La amenaza contiene, al
ser un cuento mucho más ambicioso, más extenso que
todo lo que yo había escrito con anterioridad. Cuando menos para mí, posibilidades
empecé a escribir ese cuento tuve la impresión de es-
tar apartándome de algo en lo que me había empeñado sumamente interesantes para
hasta entonces, tanto estética como personalmente. Lo
cierto es que ya no podía avanzar por la dirección em- una exploración narrativa.
prendida en De qué hablamos cuando hablamos del amor.
En fin, supongo que sí podría haber seguido por ese poneros por un instante al otro lado de la historia. Ahí
derrotero, pero no quise. Algunos de los relatos empe- está la amenaza, ahí es algo palpable. En cuanto a la se-
zaban a resultar muy delgados, muy tenues. Después de gunda parte de tu pregunta, eso también es verdad. La
la publicación de ese libro, pasé cinco o seis meses sin amenaza contiene, al menos para mí, posibilidades su-
escribir nada. No escribí nada, literalmente, aparte de mamente interesantes para una exploración narrativa.
algunas cartas. Por eso me resultó especialmente pla-
centero que, al ponerme a escribir de nuevo, escribiese Cuando repasa sus antiguos relatos, ¿tiene
ese cuento: «Catedral». Me dio la sensación de no haber esa sensación de que en ellos hay «cuentas
escrito nunca nada parecido. De alguna manera, esta- pendientes»?
ba en condiciones de soltarme, ya no tenía que impo- Es posible que esto tenga mucho que ver con esa con-
nerme las restricciones de antes. El último cuento que fianza recién descubierta, algo de lo que antes jamás ha-
escribí para ese libro fue «Fiebre», que también fue el bía disfrutado, pero ahora tengo casi la certeza de que
relato más extenso que había escrito hasta la fecha. Y los relatos de Catedral sí están acabados de un modo
creo que, por lo que atañe al punto de vista, es positivo, muy distinto al de mis anteriores relatos. Ni siquiera
afirmativo. La verdad es que todo el libro es distinto, he vuelto a hojear el libro desde que lo vi en galeradas.
¡tal como lo será el siguiente! Me sentía feliz ante esos relatos, no preocupado por
ellos. Sentí, sencillamente, que ya no había ninguna ne-
Muchos de sus relatos se inician, bien con un cesidad de enredar con ellos, de emitir nuevos juicios.
personaje normal y corriente que se encuen- Buena parte de ello tiene que ver, sin duda, con todo
tra ligeramente perturbado por esa sensación el complicado asunto del cambio de circunstancias que
de amenaza que acaba de mencionar, bien se se ha operado en mi vida, con esa nueva concepción
desarrollan en esa dirección. ¿Es esta tenden- de la confianza en lo que estoy haciendo de mi vida y
cia resultado de una convicción suya, según la de mis obras. Durante muchísimo tiempo, mientras era
cual el mundo es verdaderamente amenaza- un alcohólico, yo era una persona sumamente frágil e
dor para la mayor parte de los mortales? ¿O inconstante, me tenía en tan alta estima, como persona
se debe más bien a una sopesada elección es- y como escritor, que no hacía otra cosa que cuestionar-
tética, por ejemplo, que la amenaza contenga me a todas horas mis opiniones y mis juicios. Todo lo
posibilidades más interesantes desde el punto bueno que me ha ocurrido durante estos últimos años
de vista de la narración? ha funcionado como incentivo para hacer más cosas
El mundo es un lugar amenazador para la mayor par- y para hacerlas mejor. Sé que recientemente he teni-
te de los personajes que aparecen en mis relatos, desde do esa sensación, al escribir todos estos poemas, y sé
luego. Esos personajes acerca de los cuales yo he deci- que esto afecta también a mi obra en prosa. Estoy más
dido escribir sienten de hecho la amenaza; yo entiendo seguro de mi voz, más seguro de algo, de lo que sea.
que son muchas las personas que consideran este mun- Cuando empecé a escribir esta serie de poemas tuve la
do como una amenaza. Es probable que muchas de las impresión de estar metido en algo provisional, de no
personas que lean esta entrevista no sientan la amenaza saber qué estaba haciendo, quizá porque hacía mucho
en el sentido en el que yo me refiero. Buena parte de tiempo que no escribía poemas, pero no tardé en en-
nuestros amigos y conocidos, tanto vuestro círculo de contrar una voz, y fue esa voz la que me dio confianza.
amistades como las personas que yo frecuento, no creo Ahora, cuando me pongo a escribir algo, no tengo esa
que lo sientan de esta forma. Pero haced el esfuerzo de sensación de dar vueltas sin sentido que tenía antes,

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Entrevista a Raymond Carver

esa sensación de no saber qué hacer, de verme afilando que el día había sido bueno si conseguía ocuparme de
infinidad de lápices antes de escribir un solo renglón. mi correspondencia. Esa es una situación infernal para
Ahora, cuando me siento a la mesa y cojo la pluma, sé cualquier escritor. No me dio ninguna pena marchar-
positivamente qué tengo que hacer. Es una sensación me, por más que allá quedasen unos cuantos amigos.
completamente distinta de la que tenía antes.
En un ensayo que aparece en Fires usted hace
Ha dicho que ahora ya no importa en dónde un comentario que, en mi opinión, describe
esté viviendo, salvo en lo que pueda afectar a perfectamente uno de los rasgos más clara-
su escritura. ¿Ha cambiado esa sensación? mente distintivos de su narrativa: «Es posible,
La verdad es que hoy tendría que retractarme de esa en un poema o en un relato, escribir acerca de
afirmación. Contar con esta casa, aquí en Port Angeles, cosas completamente tópicas, y utilizar un len-
ha sido algo para mí muy importante; estoy seguro de guaje tópico, al tiempo que dotar a tales cosas
que venirme aquí me ha ayudado a ponerme a escribir —una silla, una cortina, un tenedor, una piedra,
poesía. Creo que estaba apartándome por completo de un pendiente— de un poder inmenso y hasta
los exteriores y del contacto con la naturaleza, y que cierto punto asombroso.» A la luz de esta afir-
eso me hacía sentir la pérdida de todo lo que me ani- mación, cada relato es distinto de los demás,
maba a escribir poesía. Pasé aquí el verano de 1982 (no pero ¿cómo se dedica uno a investir a estos ob-
en esta casa, sino en una cabaña situada a unos cuantos jetos cotidianos de tal poder y tal énfasis?
kilómetros de aquí), durante el cual escribí cuatro re- Yo, en mi vida, no soy muy dado a la retórica o a la
latos en una etapa realmente breve, aunque todos ellos abstracción, ni tampoco en mi escritura o en mi pen-
se desarrollaban en interiores y no tenían nada que samiento, así que sólo puedo decir que, cuando me
ver con esta localización geográfica. Pero no me cabe pongo a escribir sobre determinada gente, deseo situar
ninguna duda de haberme reconciliado con la poesía a los personajes en un ambiente que resulte tan palpa-
gracias al hecho de vivir aquí. Se me había hecho cada ble como sea posible. Ello puede implicar la inclusión
vez más difícil escribir allá en Syracuse; por esa razón de un aparato de televisión, o una mesa o un rotulador
levé anclas y me vine aquí. Es que en Syracuse había de-
masiadas cosas en marcha, sobre todo después que apa-
reciera Catedral y comenzaran a producirse toda clase
de sucesos en conexión con el libro. La gente entraba y
salía de casa a todas horas, y un montón de historias pa-
recían no ir a terminar jamás. El teléfono sonaba cada
dos por tres, y Tess tenía que dar sus clases, y teníamos
ciertas obligaciones sociales. Puede que esto sólo supu-
siera tener que cenar con algunos amigos íntimos, a los
que siempre era grato ver, pero todo esto terminaba
por alejarme de mi trabajo. Llegó hasta el punto de que
oír a la mujer de la limpieza que teníamos, oírla hacer
la cama, pasar la aspiradora o lavar los platos me mo-
lestaba. Por eso me vine aquí, y cuando Tess se fue para
Syracuse a primeros de septiembre yo me quedé duran-
te otras cuatro semanas, para escribir y pescar. Durante
aquellas semanas trabajé mucho, y al volver a Syracu-
se creí ser capaz de mantener ese ritmo. Y lo conseguí
durante unos cuantos días, al cabo de los cuales me di
cuenta de que estaba retocando continuamente todo lo
que había hecho mientras estuve aquí. Por último, me
di cuenta que no daba más de mí, de que eso era todo lo
que conseguía hacer para seguir vivo. Empecé a pensar

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que reposa sobre una mesa, pero lo cierto es que si tales de que existen obras que me provocan una respuesta
objetos van a figurar en el relato no deben permanecer inmediata y otras que funcionan a ciertos niveles con
inertes bajo ningún concepto. No me refiero a que de- los que no llego a conectar. Creo que no me interesa lo
ban cobrar una vida propia, sino a que su presencia ten- que podría denominarse el «poema bien hecho», por
ga que dejarse sentir del modo que sea. Si vas a describir poner un ejemplo. Al verlos, la reacción que más me
una cuchara o una silla o un televisor, nunca permites tienta es la de exclamar «¡ah, pero eso no es más que
que esos objetos aparezcan en el escenario y se suelten poesía!» Yo busco algo distinto, algo más que un buen
a su aire. Quieres darles determinado peso, conectarlos poema. Cualquier buen alumno de un curso doctorado
con las vidas que acontecen a su alrededor. Creo que to- sobre escritura creativa está en condiciones de hacer
dos estos objetos han de desempeñar un papel en los re- un buen poema. Yo busco algo más que todo eso. Puede
latos; no son «personajes» en el sentido en que lo son las que busque algo más duro.
personas que aparecen en mis relatos, pero están ahí, y
quiero que mis lectores sean conscientes de esa presen- Al lector le sorprende de inmediato la densa
cia, que sepan que ese cenicero está ahí, que el televisor cualidad de sus obras, sobre todo en los textos
está en aquella esquina (y que puede estar encendido o anteriores a Catedral. ¿Se trata de un estilo que
apagado), que la chimenea está llena de latas viejas. ha evolucionado con el tiempo o le pertenece
desde el comienzo mismo de su obra escrita?
¿Qué es lo que le atrae de las formas breves, Ese es mi estilo desde el principio. Siempre me ha gus-
sean relatos o poemas, en vez de las posibili- tado el proceso de reescritura, tanto como me gusta la
dades más largas de la literatura? primera redacción de un relato. Me encanta vérmelas
Bueno, cada vez que cae en mis manos una revista lite- con determinadas frases y jugar con ellas, reescribirlas,
raria, lo primero que hojeo es la poesía, y después los adelgazarlas y condensarlas hasta que den la impresión
relatos; casi nunca leo ninguna otra cosa, sean ensayos, de haber alcanzado toda su solidez. Puede que ello se
reseñas o lo que fuera. Por eso creo que me he sentido deba a mi aprendizaje con John Gardner, del que fui
atraído por la forma, y me refiero a la brevedad, tanto alumno, pues no por nada me dio un consejo que adop-
de la poesía como del relato, desde el principio. Ade- té inmediatamente: «Si puedes expresarlo en quince
más, resulta que la poesía y el relato eran formas con las palabras en vez de hacerlo en veinte o treinta, expré-
que podía medirme en un período de tiempo más que salo en quince.» Esto tuvo para mí la intensidad de una
razonable. Cuando empecé mi actividad como escritor, súbita revelación. Yo andaba por entonces buscando a
estaba trasladándome continuamente, y tenía que en- tientas la manera de expresarme, y lo que me dijo así
frentarme día a día a toda clase de distracciones, a tra- de pronto concordaba en cierto modo con lo que yo ya
bajos extrañísimos, a responsabilidades familiares. Mi estaba persiguiendo. Para mí, volver sobre aquello que
vida me parecía algo muy frágil, y por eso quería estar sucedía en la página y refinarlo, eliminar el material de
en condiciones de empezar algo que me diera la sensa- relleno, fue lo más natural del mundo. Estos días pa-
ción de contar con posibilidades razonables de llevar sados he leído las cartas de Flaubert; en alguna parte
a término, lo cual significaba por fuerza que tenía que comenta algo muy relevante para mi propia estética.
terminar lo que fuera con cierta prisa, en un breve pe- Cuando estaba escribiendo Madame Bovary, suspendía
ríodo de tiempo. Tal como acabo de señalar, la poesía y el trabajo a media noche o de madrugada y escribía a su
la narración corta me resultaban muy próximas tanto amante, Louise Colet, acerca de la construcción narra-
desde el punto de vista de la forma como desde el de la tiva y de su concepción de la estética. En una de estas
intención, y tan próximas a lo que a mí me interesaba cartas hay un pasaje que me maravilla, y que viene a
hacer que no tuve ningún problema a la hora de despla- decir así: «El artista, en su obra, debe ser como Dios en
zarme de un género a otro. su creación: invisible y todopoderoso, ha de sentírsele
en todas partes sin que se le vea en ninguna.» Me gusta
La abstracción o el intelectualismo... ¿son algo en especial esta última observación. Existe otro comen-
que le lleven a rechazar una obra? tario muy interesante cuando Flaubert escribe al direc-
No creo que la mía sea una predisposición anti-intelec- tor de la revista en la que iba a aparecer por entregas
tual, si es que te refieres a eso. Se tata, lisa y llanamente, Madame Bovary. Los redactores estaban preparando la

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forma serial de la novela, e iban a introducir infinidad tos, más respeto les profesaba. Barthelme ha construido
de cortes en el texto, pues temían que la autoridad les todo un mundo en su obra; es un verdadero innovador
cerrase la revista en caso de publicarlo tal cual lo ha- que en absoluto pretende ser enrevesado, que no resulta
bía escrito Flaubert. Pues bien, Flaubert les dice que si estúpido ni mezquino, que no experimenta por experi-
cortan el texto no dará su permiso para publicarlo, lo mentar. Es irregular, desde luego, claro que ¿quién no lo
cual no quita para que sigan siendo amigos. La última es? Es verdad que su afección por las clases de escritura
frase de su carta dice lo siguiente: «Sé distinguir entre creativa ha sido tremenda; tal como se suele decir, se le
la literatura y el negocio editorial.» He ahí otra obser- ha imitado hasta la saciedad, pero nunca se le ha hecho
vación que asumo plenamente. Hasta en sus cartas re- una réplica. Es como Allen Ginsberg, en el sentido de
sulta asombroso su estilo: «La prosa ha de sostenerse haber abierto una puerta por la cual ha pasado después
por sí misma de punta a cabo, como un muro cuya or- en tropel toda una pila de obras, unas buenas, otras me-
namentación se prolongase hasta sus cimientos.» «La nos buenas y otras francamente malas. No me preocupa
prosa es arquitectura.» «Todo ha de hacerse fríamente, la posibilidad de que esa masa de mala literatura que
con serenidad.» «La semana pasada estuve escribiendo ha seguido los pasos de Barthelme o de Ginsberg vaya
la misma página durante cinco días.» a desplazar de los anaqueles a la literatura de calidad; al
contrario, creo que desaparecerá por sí sola.
Además de John Gardner, ¿hay algún otro escri-
tor que haya influido en su sensibilidad literaria Uno de los aspectos de su obra de ficción que
a una edad temprana? La obra de Hemingway más la alejan de la narrativa tradicional es la
me viene inmediatamente a la cabeza... tendencia a no tomar nunca la «forma» del re-
Hemingway es toda una influencia, desde luego. La ver- lato clásico, es decir, la estructura del plantea-
dad es que no lo leí hasta que estuve en la universidad, y miento / nudo / desenlace, característica de
además empecé por el libro menos indicado, Al otro lado tantas narraciones. En sus relatos, por el con-
del río y entre los árboles, que no me gustó gran cosa. Pero trario, suele darse una atmósfera estática, am-
después leí en clase En nuestro tiempo, y me di cuenta de bigua, que se suele resolver en un final abier-
que era maravilloso. Recuerdo haber pensado lo siguien- to. Doy por sentado que a menudo considera
te: «Esto es: si consigues escribir prosa como ésta, ya has que las experiencias plasmadas en sus relatos
conseguido algo.» Uno de los detalles más interesantes no se prestan a una expresión forjada según el
del libro de Flaubert es el modo en que demuestra cuán esquema tradicional.
consciente era de estar planteándose algo muy especial Ese esquema, aparte de inadecuado, me resultaría en
y muy distinto dentro de la prosa narrativa. Intentó con cierta medida imposible a la hora de resolver con un
plena consciencia hacer de la prosa una forma artística. mínimo de nitidez las situaciones y personajes sobre
Si uno se fija en lo que se publicaba por toda Europa en los que escribo. Probablemente es típico que un escri-
1856, cuando aparece Madame Bovary, es posible darse tor admire a otros completamente opuestos a él por
perfecta cuenta del logro que supone este libro. lo que respecta a la intencionalidad y a las filiaciones;
he de admitir que yo admiro mucho los relatos que se
¿Hay algún novelista experimental de pies a ca- desarrollan a la manera clásica, con su planteamiento
beza que le provoque verdadera admiración? Me del conflicto, su resolución y desenlace. Pero por más
estaba preguntando qué reacción le ha produci- que respete esa estructura, por más que me produzca
do la obra de Donald Barthelme, por ejemplo. a veces cierta envidia, no puedo escribir así. El trabajo
Aprecio su obra. Cuando empecé a leerle, la verdad es del escritor, en el supuesto de que un escritor o una es-
que no me interesó en demasía. Me resultó tan extraño critora tengan algún trabajo, no consiste en proporcio-
que abandoné su lectura durante una temporada. Ade- nar respuestas o conclusiones. Si el relato se responde
más, Barthelme era, o así me lo parecía a mí, parte de a sí mismo, a sus problemas y conflictos, si cumple sus
la generación que precedía inmediatamente a la mía, ¡y propios requisitos, es más que suficiente. Por otra parte,
por eso no era correcto que me gustase tanto! Pero des- quiero cerciorarme de que mis lectores, al terminar de
pués, hace un par de años, leí Sixty Stories. ¡Es un fenó- leer un relato mío, no se queden con la sensación de ha-
meno! Caí en la cuenta de que, cuanto más leía sus rela- ber sido engañados de un modo u otro. Para un escritor

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sabían cómo iban a pagar el alquiler, o qué hacer si se
les estropeaba la nevera. Anatole Broyard intenta criti-
car mi relato titulado «Conservación» diciendo lo si-
guiente: «Muy bien, se les estropea la nevera... ¿Y por
qué no llaman a un técnico que se la arregle?» Esa clase
de comentario es una estupidez. Llamas a un técnico
para que te arregle la nevera y tienes que soltarle sesen-
ta pavos, y vete a saber si no tendrás que pagarle más
en caso de que la avería sea seria. A lo mejor, Broyard
no es consciente de ello, pero hay gente que no se pue-
de permitir el lujo de llamar a un técnico que les va a
cobrar sesenta pavos, así como tampoco van al médico
cuando están enfermos, por la sencilla razón de que no
tienen seguro, y se les estropea la dentadura porque no
pueden pagarse un dentista cuando les hace falta. Esta
clase de situaciones a mí no me parecen ni irreales ni
artificiosas. Tampoco creo que por haberme centrado
en esa clase de personas esté haciendo algo verdadera-
mente distinto de lo que hacen otros escritores. Hace
es fundamental dar lo suficiente para satisfacer a sus ya cien años que Chejov escribía sobre una población
lectores, aunque no les proporcione «las» respuestas o sumergida semejante. A mí me da la impresión de que
alguna solución tajante. los escritores que se han dedicado al relato breve siem-
pre se han movido en este terreno. No todos los relatos
Otro de los rasgos distintivos de su obra es de Chejov tratan sobre personas derrotadas y sin me-
que habitualmente presenta personajes con dios económicos, ciertamente, pero hay una cantidad
los que no suele codearse la mayor parte de los significativa que sí se ocupa de la población sumergida
escritores: personajes básicamente inarticula- a que me refiero. A veces escribió sobre médicos, ne-
dos, incapaces de verbalizar su condición, que gociantes y profesores, pero también dio voz a gente
a menudo no parecen comprender del todo lo no tan distinguida. Encontró el medio de permitir que
que les está pasando, lo que les ha salido mal. estas gentes dijesen lo que tuvieran que decir. Por eso
No creo que se trate de algo particularmente «distinti- entiendo que, al escribir sobre gente poco distinguida,
vo» o que se aparte en modo alguno de lo tradicional, gente asustada y confusa, no hago nada tan radical-
pues la verdad es que me siento perfectamente cómodo mente distinto de lo que hacen muchos otros autores.
trabajando con estos personajes. He conocido a gente
de esta clase durante toda mi vida. En lo esencial, tam- La gente, por lo general, subraya los aspectos
bién yo soy uno de esos personajes aturdidos y confu- realistas de su obra, pese a lo cual tengo la im-
sos; provengo de gente así, he trabajado con gente así presión de que hay algo en ella que no es, en
durante años, y con ellos me he ganado la vida. Por esa lo fundamental, nada realista. Es como si algo
razón no he sentido nunca el menor interés por escri- estuviera ocurriendo fuera de la página, como
bir un relato o un poema relacionado con la vida aca- una ensoñación irreal, casi como en las ficcio-
démica, con profesores, estudiantes y demás. Todo eso nes de Kafka.
no me interesa, lisa y llanamente. Las cosas que me han Mis obras de ficción encajan presumiblemente dentro
causado una impresión indeleble son las que he visto de la tradición realista (por oposición al extremo ver-
en las vidas que me han rodeado, las vidas de que he daderamente remoto de esta tradición), pero comen-
sido testigo, aparte de la mía propia. Y éstas son las tarlas tal cual son es algo que me aburre soberanamen-
vidas de personas que llegaban a sentir verdadero pá- te. Nadie podría ponerse a leer páginas y más páginas
nico cuando alguien llamaba a su puerta, de día o de que describieran el verdadero modo en que habla la gen-
noche, o cuando sonaba el teléfono; personas que no te, páginas sobre lo que verdaderamente ocurre en sus

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vidas. De ser así, se pondrían a bostezar, sin duda. Si que llegue a interesarme escribir más. No es que tenga
lees mis relatos con atención, no creo que encuentres cierta dosis de relatos sobre determinado tema, pero
a ningún personaje que hable tal como habla la gente ahora mismo creo estar en condiciones de trasladarme
en la vida real. Todo el mundo dice que Hemingway a algo diferente.
tenía un gran oído para el diálogo, y eso es verdad. Pero
nadie habla, en la vida real, tal como hablan los perso- Me pregunto si está usted en condiciones de
najes ficticios de Hemingway. Al menos, nadie habla así escribir de nuevo sobre el exterior y la natura-
hasta haber leído a Hemingway. leza. Estos elementos están ausentes en sus
obras más recientes.
Ha hecho referencia a los malos momentos Yo comencé a escribir con el deseo de escribir sobre co-
que pasó a causa de la bebida en los sesenta sas como la caza y la pesca, cosas que en mi vida emoti-
y en los setenta. Al repasar iodo aquello ¿en- va desempeñaban un papel importante. Y escribí sobre
cuentra alguna experiencia positiva surgida la naturaleza bastantes textos en mis primeras obras: es
de todo aquello? posible detectarla en los relatos de Furious Seasons, y en
Es evidente que mis experiencias con la bebida me algunos de los que figuran en Will You Please Be Quiet,
ayudaron a escribir algunos relatos relacionados con el Please, así como en muchos poemas. Entonces parece ser
alcoholismo. Pero el hecho de haber pasado por ello y que perdí ese trato íntimo con la naturaleza, y por eso no
haber sido capaz de escribir esos relatos no tiene nada he vuelto a emplazar mis relatos más recientes en un me-
de milagroso. No, de mis experiencias alcohólicas no dio natural, aunque sospecho que no tardaré en hacerlo
creo que haya surgido nada que no sea el dolor y la mi- en los relatos que puedan venir a continuación, dado que
seria. Y así fue para todas las personas que estuvieron muchos de los poemas que he escrito recientemente es-
implicadas en mi vida. De todo ello no salió nada bue- tán emplazados en el exterior. El agua ha entrado en esos
no, a no ser lo que de bueno pueda tener el pasar diez poemas, y la luna, las montañas, el cielo. ¡Estoy seguro de
años en la cárcel para salir un buen día y escribir acerca que ello hará reír a mucha gente en Manhattan! Hábla-
de esa experiencia. A pesar de ese cómico comentario les de las mareas y de los árboles, de si los peces pican o
que hiciera Richard Nixon cuando estaba a punto de no. Todas estas cosas van a volver a entrar en mis relatos.
ser acusado, sobre la posibilidad del tiempo de que dis- Ahora me siento en contacto directo con todo lo que me
pondría en la cárcel para escribir, más vale tener muy rodea de una manera que no había sentido durante años.
en cuenta, y creerlo a pies juntillas, que la cárcel no es Y se da el caso de que esta nueva sensibilidad se ha abier-
precisamente el mejor sitio para un escritor. to camino en todo lo que estaba escribiendo durante esta
temporada, que resulta que era poesía. Si hubiese empe-
Así que nunca ha aprovechado ninguna de las zado la escritura de una novela o de una nueva colección
confesiones que uno suele oír en una de esas de relatos, este contacto que he restablecido habría ter-
sesiones de los Alcohólicos Anónimos como minado por surgir del mismo modo.
punto de partida para alguno de sus relatos...
No, nunca. En esas sesiones de los Alcohólicos Anóni- ¿Quiénes son los escritores contemporáneos
mos he oído infinidad de historias, pero las he olvidado a los que admira, o con los cuales tiene al me-
casi de inmediato. Bueno, claro que recuerdo algunas, nos cierta sensación de afinidad?
pero la verdad es que ninguna llegó a sugerirme ningu- Son muchos. Acabo de leer los relatos de Edna O’Brien,
na clase de material narrativo. Lo cierto es que nunca A Fanatic Heart. Es maravillosa. Y también Tobias
fui a una de esas reuniones con la idea de utilizar lo Wolff, Bobbie Ann Mason, Ann Beattie, Joy Williams,
que pudiera surgir como hipotético material narrati- Richard Ford, Ellen Gilchrist, Bill Kittredge, Alice
vo. Dado que mis relatos tienen todos cierta relación Munro, Frederic Barthelme, los relatos cortos de Ba-
con el alcoholismo, todos ellos tienen cierto punto de rry Hannah, Joyce Carol Oates y John Updike, y tantos
arranque en aquellos relatos divertidos, enloquecidos, otros. Este es un momento perfecto para estar vivo y
o tristes que oí en las reuniones de Alcohólicos Anó- para escribir cuentos.
nimos. Ahora mismo tengo la impresión de que ya hay
bastantes relatos sobre la bebida en mi obra como para Entrevista publicada en el número 70-71 de Quimera, de 1988.

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Profesor Nabokov

John Updike
Traducción de
Gertrudis Martínez de Hoyos
John Updike. Fotografía: Morten Serkland

Vladimir Vladimirovich Nabokov nació en 1899, el día establecimiento de la democracia constitucional en Ru-
de aniversario de Shakespeare, en la ciudad de San Pe- sia. Vladimir Dimitrievich, que era un liberal valeroso
tersburgo, ahora Leningrado. Su familia era aristocrá- y combativo y que pasó tres meses en la cárcel en 1908,
tica y rica. Es muy probable que su apellido provenga permaneció inmerso, sin recelo alguno y junto a su fa-
de la misma raíz árabe que la palabra nabov, y que fuera milia más próxima, en lo que un biógrafo ha llamado
introducido en Rusia en el siglo XIV por el príncipe de «una espléndida y lujosa versión rusa de la intempora-
Tatar, Nabok Murza. Desde el siglo XVIII los Nabokov lidad eduardiana», dividiendo su tiempo entre la espa-
tuvieron empleos distinguidos en los campos militar y ciosa casa construida por su padre en esa zona entonces
político. Dimitri Nikolaievich, el abuelo de nuestro au- de moda en San Petersburgo que era Admiralteiskaya y
tor, fue Ministro de Justicia bajo los zares Alejandro II la propiedad rústica, Vyra, que llevó su esposa al matri-
y Alejandro III; su hijo Vladimir Dimitrievich desdeñó monio como parte de la dote.
el futuro asegurado que le aguardaba en los circuitos Vladimir fue el primero de sus hijos que logró sobre-
de la corte para sumarse, como político y periodista, a vivir y recibió, según atestiguan los hermanos de éste,
la lucha, condenada de antemano al fracaso, en pro del una singular dosis del cariño y la atención de ambos

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I John Updike. Profesor Nabokov

cónyuges. Era un niño precoz, inquieto, enfermizo al fallecer nunca, sin el menor asomo de titubeo») a los
principio y luego robusto. Un amigo de la casa recor- que estaban bajo su custodia, el libro sin duda se encon-
daba al joven «Volodya» como «el chico esbelto y bien traba en la biblioteca familiar («Lo teníamos todo: Les
proporcionado, de cara expresiva vivaracha y ojos inteli- Malheurs de Sophie, Le Tour du Monde en Quatre-Vingt
gentes y escrutadores que despedían destellos burlones». Jours, Le Petit Chose, Les Misérables, Le Comte de Monte
V. D. Nabokov tenía sus puntas de anglófilo y sus Cristo y muchas otras más»). Tras el absurdo asesinato
hijos fueron educados en inglés. V. V. Nabokov, en de V. D. Nabokov, acaecido en 1922 en un teatro berli-
Speak, Memory, alega: «Aprendí a leer en inglés antes nés, «un condiscípulo suyo con el que había hecho un
de hacerlo en ruso» y recuerda toda una serie de «nur- viaje a la Selva Negra —cuenta V. V. Nabokov— envió a
ses» y de gobernantas inglesas de aquellos sus primeros mi madre el ejemplar de Madame Bovary que mi padre
años, «así como una procesión de cómodos artefactos por aquellas fechas había tenido consigo y en cuya guar-
anglosajones. De la tienda inglesa de la calle Nevski da había escrito, La insuperable perla de la literatura
venían en continua cabalgata toda clase de cosas apa- francesa, juicio que todavía tiene hoy plena vigencia».
ñadas y suaves: pasteles de frutas, sales aromáticas,
barajas, rompecabezas, chaquetas listadas, pelotas de
tenis blancas como talco». De entre todos los autores Nabokov y Joyce coincidieron en
que más tarde trataría Nabokov en sus clases de la Uni-
versidad de Cornell, quizás fuera Dickens el primero varias ocasiones en el París de
con quien entró en contacto. «Mi padre era un exper-
to en Dickens. En una época, nos leía en voz alta, a mí mediados de la década de los treinta
y a mis hermanos, trozos de Dickens, en inglés, claro
está». Cuarenta años después escribía Nabokov: «Qui-
zás, el que se nos leyera en voz alta, durante las tardes En otro lugar de Speak, Memory, Nabokov recuerda
lluviosas del campo, Great Expectations… cuando yo no el arrobamiento con que leyó la obra de Mayne Read,
tenía más de doce o trece años, me impidiese mental- un irlandés que escribía «westerns» norteamerica-
mente releer más tarde a Dickens». Fue Wilson quién, nos, y habla de los impertinentes que llevaba una de
en 1950, dirigió la atención de Nabokov hacia Bleak las heroínas sitiadas de Read: «Encontré después esos
House. Rememorando sus lecturas de niñez, Nabokov mismos impertinentes en manos de Madame Bovary y,
le dijo a un entrevistador de la revista Playboy: «Debo más tarde, los llevó Ana Karenina y, luego, pasaron a
haber leído más novela y más poesía —inglesa, rusa y la Señora del Perrillo Faldero de Chejov, que los perdió
francesa— entre los diez y los quince años, en San Pe- en el muelle de Yalta». Con respecto a la edad en que
tersburgo, que cualquier otro periodo de cinco años de Nabokov se sumergió en el clásico estudio de Flaubert
mi vida. Disfrutaba de un modo muy especial, con las sobre el adulterio, tan solo podemos presumir que fue
obras de Wells, de Poe, Browning, Keats, Flaubert, Ver- temprana; leyó Guerra y Paz, por primera vez, cuando
laine, Rimbaud, Chejov, Tolstoi y Alexander Blok. A tenía once años, «en Berlín, en un sofá turco de nuestro
otro nivel, mis héroes eran Pimpinela Escarlata, Phileas sombrío piso rococó de la Privatstrasse, que daba a un
Fogg y Sherlock Holmes». Este último nivel de lecturas oscuro jardín trasero con alerces y gnomos que se que-
puede que ayude a explicar la sorprendente —aunque daron para siempre en ese libro, como si se tratara de
atractiva— inclusión de esa muestra de goticismo tar- una vieja postal».
dovictoriano que es el relato de Stevenson Dr. Jekyll y A esa misma edad de once años se matriculó Vladi-
Mr. Hyde en el curso que, sobre clásicos europeos, dio mir, que hasta entonces solo había recibido lecciones
Nabokov en Cornell. particulares en casa, en la relativamente progresista
Una gobernanta francesa —la corpulenta y nítida- Escuela Tenishev de San Petersburgo. Hablando de sus
mente recordada «Mademoiselle»— se instaló en casa profesores de entonces cuenta Nabokov: «(me acusa-
de los Nabokov cuando el pequeño Vladimir tenía seis ban) de no adaptarme a mi entorno, de “hacer alardes”
años. Aunque Madame Bovary está ausente de la lista de debido, principalmente, a que sazonaba mis escritos
novelas francesas que la gobernanta leyera en voz alta rusos con términos ingleses y franceses que venían a mí
y tan velozmente («Su fina voz corría y corría sin des- de un modo natural), de negarme a tocar las repugnan-

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tes toallas húmedas del lavabo, de pelear con los nudi- Nabokov y Joyce coincidieron en varias ocasiones
llos, en vez de usar un golpe parecido a un bofetón pero en el París de mediados de la década de los treinta. Una
que se propinaba con la parte de abajo del puño, que vez Joyce entró a una lectura pública que dio Nabokov.
habían adaptado los luchadores rusos». Otro alumno, El ruso estaba supliendo a un novelista húngaro, que
Osip Mandelstam, llamaba a los alumnos de la Escuela se había sentido repentinamente indispuesto, ante un
Tenishev «pequeños ascetas, monjes de su pueril mo- público escaso y variopinto: «Ver a Joyce sentado, con
nasterio particular». La enseñanza de la literatura rusa los brazos cruzados y con las gafas brillantes en medio
ponía un énfasis especial en la Rusia de la Edad Media de aquel equipo húngaro de fútbol, supuso una fuente
—la influencia bizantina, las antiguas crónicas— y, pa- de consuelo inolvidable». En 1938, comieron juntos, en
sando por el estudio en profundidad de Pushkin, lle- otra situación poco propicia, en compañía de sus ami-
gaba a las obras de Gogol, Lermontov, Fet y Turgenev. gos comunes Paul y Lucie León. Nabokov no recordaba
Tolstoi y Dostoyevski no estaban en el programa. nada de la conversación que entonces se sostuvo y a su
El joven estudiante acabó impresionando viva- esposa Vera le vino a la memoria que «Joyce preguntó
mente a un profesor, Vladimir Gippius, «un poeta cuáles eran los ingredientes exactos del myod, el «agua-
de primer orden, aunque algo esotérico, a quien yo miel» ruso, y que cada uno le dio una respuesta distin-
admiraba mucho». A la edad de dieciséis años, Na- ta». Nabokov desconfiaba de esas reuniones de escrito-
bokov publicó una colección de sus propios poemas res y, en una carta que había escrito antes de esa comida
y Gippius «trajo un ejemplar a clase provocando una a Vera, le contaba una versión del legendario, único e
delirante explosión de hilaridad en la mayoría de infructuoso encuentro de Joyce y Proust.
mis compañeros al aplicar su cruel sarcasmo (era un ¿Cuándo leyó Nabokov por primera vez a Proust?
hombre pelirrojo y feroz) a mis líneas más románti- El novelista inglés Henry Green dijo en Pack my Bag,
cas». Andrew Field opina que «de Gippius aprendió sus memorias sobre el Oxford de los primeros veinte,
Nabokov un estilo, una actitud literaria que, en cier- que «cualquiera que pretendiese estar interesado en el
ta medida, no ha abandonado nunca… No hace falta buen escribir y que supiera francés conocía a Proust».
tener muy buen oído ni demasiada imaginación para Es muy probable que en Cambridge la situación no fue-
escuchar los callados ecos de la acaparadora dedica- ra diferente, si bien Nabokov, cuando estuvo allí como
ción de Gippius a la literatura o de su propia malig- estudiante, cultivó su «rusicidad» hasta unos niveles
nidad de juicio en buena parte de lo que Nabokov ha obsesivos: «mi temor por perder o corromper, a base
dicho y escrito sobre libros y sus autores». de influencias extrañas, la única cosa de Rusia que ha-
La educación secundaria de Nabokov acabó en el bía logrado salvar —la lengua— se convirtió en algo
momento en que su mundo se estaba desmoronando. decididamente morboso…». Fueran como fueran las
En 1919 su familia se exilió. «Se organizaron las cosas cosas, lo cierto es que por las fechas —1932— en que
de forma que mi hermano y yo fuéramos a Cambridge concedió al corresponsal de un periódico de Riga su
con una beca que se concedía más cómo compensación primera entrevista publicada, Nabokov, rechazando la
por tribulaciones políticas que como reconocimiento sugerencia de que hubiera influencia alemana alguna
de valores intelectuales». Nabokov estudió literatura en su obra de los años berlineses, fue capaz de decir:
francesa y rusa, de un modo muy parecido a como lo «Se podría hablar más propiamente de influencia fran-
había hecho en la Escuela Tenishev, jugó al fútbol, es- cesa. Me encantan Flaubert y Proust».
cribió poesía, cortejó a una serie de jóvenes y ni una sola El tema del alemán que sabía Nabokov es oscuro.
vez visitó la biblioteca de la Universidad. «Hablo y leo alemán bastante mal», dijo al entrevista-
Entre sus recuerdos inconexos de aquellos años de dor de Riga. Treinta años más tarde, al hablar para la
estudiante universitario hay uno en que Nabokov habla Bayerischer Rundfunk durante una entrevista filmada,
de «P. M. entrando en mi habitación con un ejemplar se extendió sobre el tema: «Cuando me trasladé a Ber-
del Ulysses acabado de pasar de contrabando desde Pa- lín, me acosaba un miedo atroz de que se resquebrajara
rís». En una entrevista publicada en la Paris Review, Na- de algún modo mi precioso estrato de ruso si apren-
bokov cita el nombre de su condiscípulo, Peter Mroso- día a hablar alemán con fluidez. La tarea del bloqueo
vski, y admite que no acabó de leer el libro sino quince lingüístico se me hizo más fácil por el hecho de vivir
años después y que entonces «le gustó enormemente». dentro de un círculo cerrado de amigos rusos del exilio

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I John Updike. Profesor Nabokov

y de que sólo leyera periódicos, revistas y libros rusos. Jamás pude ver nada especial en Pride and Prejudice…
Mis únicas incursiones en la lengua del país eran la Escogeré a Stevenson en vez de a Jane A.».
cortesía de rigor que intercambiaba con mis sucesivos Wilson le replicó: «Está usted equivocado respecto
patronos y patronas y la rutina necesaria para hacer la a Jane Austen. Creo que debería usted leer Mansfield
compra: Ich möchte etwas Schinken. Ahora me arrepien- Park… Jane Austen se cuenta, en mi opinión, entre la
to de haber rendido tan poco; me arrepiento desde un media docena de mejores escritores ingleses (los otros
punto de vista cultural». son Shakespeare, Milton, Swift, Keats y Dickens).
Con todo, Nabokov había estado en contacto desde Stevenson es un segunda fila. No sé por qué lo admi-
su niñez con obras entomológicas alemanas y, además, ra usted tanto, si bien es cierto que ha escrito algunas
su primer éxito literario fue la traducción de algunas narraciones cortas bastante buenas». Nabokov, con-
canciones de Heine que hizo en Crimea para un con- trariamente a lo que solía hacer, cedió esta vez y, el 15
certista. Más tarde, con la ayuda de su mujer, que sí de mayo, escribía: «Estoy a la mitad de Bleak House;
sabía alemán, Nabokov repasó las traducciones de sus voy despacio debido a las muchas notas que debo to-
obras a esa lengua y se aventuró a mejorar, en sus con- mar para discutir después en clase. Excelente cosa…
ferencias sobre La metamorfosis, la versión inglesa de He conseguido Mansfield Park y creo que lo utilizaré
Willa y Edwin Muir. No hay razón alguna para dudar en mi curso… Gracias por esas sugerencias tan suma-
cuando Nabokov afirma, en el prólogo a la traducción mente útiles». Seis meses después Nabokov escribía a
de su bastante kafkiana novela Invitation to a Beheading Wilson con cierto regocijo: «Quiero hacer mi informe
(Invitación a un degollamiento), que, en la época en que de mitad de trimestre sobre los dos libros que me su-
la escribió, aún no había leído nada de Kafka. En 1969,
le dijo a un entrevistador de la BBC: «No sé alemán, así
que no pude haber leído a Kafka antes de los años trein-
ta, o sea, antes de que La metamorfosis apareciera en La
nouvelle revue française»; dos años después, dijo para
la Radio Bávara: «Leí a Goethe y a Kafka “en regard”,
del mismo modo que lo hice con Homero y con Hora-
cio». Fuera en francés o fuera en su alemán ayudado,
el hecho es que el primer contacto que tuvo Nabokov
con Kafka debió ser posterior a 1935, fecha en la que
se compuso Invitation to a Beheaving «en una quincena
de maravillosa excitación y de inspiración constante».
El 17 de abril de 1950, poco después de haber obte-
nido un puesto docente en Cornell, Nabokov escribió a
Edmund Wilson, de esa misma universidad, lo siguien-
te: «El año que viene voy a dar un curso llamado “Na-
rrativa Europea (siglos XIX y XX)”. ¿Qué escritores in-
gleses me sugeriría Vd.? Deben ser, como mínimo, dos».
Wilson contestó inmediatamente: «Por lo que respecta
a los novelistas ingleses, en mi opinión, los dos escrito-
res incomparablemente más importantes (sin contar
a Joyce, ya que es irlandés) son Dickens y Jane Austen.
Intente releer, si es que no lo ha hecho ya, el Dickens tar-
dío de Bleak House y Little Dorrit. De Jane Austen vale
la pena leerlo todo; incluso sus fragmentos son muy no-
tables». El 5 de mayo, Nabokov le contestaba: «Gracias
por su sugerencia en lo tocante a mi curso de narrativa.
Me disgusta Jane y, además, tengo prejuicios, de hecho,
contra todas las escritoras; pertenecen a otra categoría.

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girió que analizara con mis alumnos. Con respecto a do en The Atlantic Monthly y en The New Yorker. Entre
Mansfield Park, les hice leer las obras que mencionan el grupo cada vez más numeroso de admiradores de sus
los personajes de la novela: los dos primeros cantos del escritos en inglés, se encontraba el virtuoso del verso
“Lay of the last Minstrel”, “The Task” de Cooper, pasa- fácil y jefe del Departamento de Lenguas Románicas,
jes de King Henry the Eight, el cuento de Crabbe “The Morris Bishop. Este Bishop organizó una fructífera
Parting Hour”, trozos de The Idler de Johnson, la locu- campaña para que se contratara a Nabokov fuera del
ción que hace Browne a “A Pipe of Tobacco” (imitación Wellesley ya que allí su plaza de Profesor Residente ni
de Pope), el Sentimental Journey de Sterne (todo el pa- estaba bien remunerada ni era segura. De acuerdo con
saje de la “puerta-y-sin-llave” viene de ahí; y también las memorias que Bishop publicó en Triquarterly, «Na-
el estornino) y, claro está, Lover´s Vows en la inimitable bokov en Cornell», nuestro autor fue nombrado Pro-
traducción (grito) de la señora Inchbald… Creo que me fesor Adjunto de Lenguas Eslavas y, al principio, daba
divertí más que mi clase». «un curso intermedio de lecturas de Literatura Rusa y
En sus primeros años de Berlín, Nabokov se man- un curso monográfico avanzado, que generalmente tra-
tuvo a base de dar lecciones de un inverosímil quinteto taba de Pushkin, o del Movimiento Modernista en la
de materias: inglés, francés, boxeo, tenis y prosodia. En Literatura Rusa… Debido a que sus clases eran inexora-
los últimos años del exilio, en Berlín y en otros cen- blemente reducidas —e, incluso, invisibles— se le asig-
tros de población emigrada —como eran Praga, París nó un curso en inglés sobre los Maestros de la Narrati-
y Bruselas— las lecturas públicas daban más dinero va Europea». Tal como dice Nabokov, el apodo por el
que la venta de obras en ruso. Dejando aparte el hecho que se conocía su curso, «Dirty Lit» (Literatura sucia),
de que careciera de titulación superior, Nabokov no «era un chiste heredado: se habían bautizado así las cla-
estaba en absoluto mal preparado; llegó a los Estados ses de mi inmediato predecesor, un tipo triste, apacible
Unidos en 1940 para desempeñar una función que iba y gran bebedor, a quien interesaba más la vida sexual de
a ser —hasta la publicación de Lolita— su principal los autores que sus libros».
fuente de ingresos. El primer lugar donde trabajó fue Según Robert M. Adams, colega de Nabokov en
en el Wellesley, en 1941, pronunciando allí una serie Cornell, «Dirty Lit» —cuyo profesor había sido Char-
de conferencias, algunos de cuyos títulos eran: “Hard les Weir— continuó impartiéndose con un nuevo nú-
Facts About Readers” (Datos concretos sobre los lec- mero, Literatura 309-10, y con un nuevo profesor, Vic-
tores), “A Century of Exile” (Un siglo de exilio), “The tor Lange, del Departamento de Alemán. («Dirty Lit»),
Strange Fate of Russian Literature” (El extraño destino bajo el nuevo título «Desarrollo de la Novela Europea»,
de la literatura rusa), “The Art of Literature and Com- prometía «especial atención a la historia de las ideas y
monsense” (El arte de la literatura y el sentido común). a la consecuente evolución de las formas narrativas»,
Hasta 1948, Nabokov vivió con su familia en Cambri- mientras que el curso de Nabokov ofrecía «especial
dge (Massachusetts), en el número 8 de Craigie Circle, atención al genio individual y a los temas de estructu-
dirección esta que fue la que más tiempo mantuvo an- ra». Los dos cursos tenían lugar a la misma hora (lunes,
tes de pasar a alojarse permanentemente, en 1961, en miércoles y viernes a las 12) para evitar que algún alum-
el Hotel Palace de Montreux. En Cambridge dividía su no se matriculara en las dos. Literatura 311-12 se daba
tiempo entre dos puestos académicos, el de Profesor en el Goldwin Smith «C», un aula con 200 asientos, si
Residente del Wellesley College y el de miembro de la bien la matricula oscilaba en torno a 150 alumnos.
plantilla de investigación entomológica del Museo de Un alumno del curso colaboró en el número
Zoología Comparada de Harvard. extraordinario del Triquarterly con una cariñosa evo-
Nabokov trabajó muchísimo durante esos años y cación de las muchas correcciones de traducción en
tuvo que ser hospitalizado dos veces. Además de incul- que insistía Nabokov, de la regia presencia cana de Vera
car los rudimentos de la gramática rusa en las cabezas Nabokov en todas las lecciones magistrales, de los gali-
de las jovencitas y de examinar la diminuta estructura matías de diagramas que Nabokov garrapateaba en la
de los genitales de las mariposas, Nabokov se fue ha- pizarra, rogando con sorna a los alumnos: «copien esto
ciendo a sí mismo como escritor norteamericano; pu- exactamente igual a como yo lo he dibujado». Su acen-
blicó por entonces dos novelas y un libro sobre Gogol, to daba lugar a que media clase escribiera «epidramá-
aparte de los recuerdos y aventuras que iban aparecien- tico» allí donde Nabokov había dicho «epigramático».

Estatua de Vladimir Nabokov. Fotografía: Rahul Narain 57


E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I John Updike. Profesor Nabokov

«Acaricien los detalles», exclamaba Nabokov haciendo menes de entre el revoltijo de «parciales» ya puntuados
rodar las erres como la áspera caricia de la lengua de que había esparcidos por allí, no lo encontró; se acercó
un gato, los «divinos detalles». Wetzstoon concluye di- entonces al profesor Nabokov que, aparentemente abs-
ciendo: «Nabokov no era un gran maestro porque en- traído, se erguía sobre ella en la tarima todo lo alto que
señaba bien la asignatura sino porque era un ejemplo era. Ella le pidió perdón y le dijo que su examen no pa-
de profunda y amorosa actitud hacia la misma, actitud recía estar con los demás. Él se inclinó profundamente
que Nabokov estimulaba a sus alumnos a imitar». levantando las cejas y le preguntó: «¿Y cómo se llama
Otro superviviente de Literatura 311-12 recuerda usted?». Ella se lo dijo y, entonces, Nabokov, con rapi-
que Nabokov empezaba el trimestre con estas palabras: dez de prestidigitador, sacó de detrás de su espalda el
«Los asientos están numerados. Me gustaría que esco- cuaderno de exámenes. La calificación era de 97 sobre
gieran un asiento y que lo conservaran siempre. Esto 100. «Quería ver el aspecto que tenía un genio», le dijo
es debido a que desearía unir sus caras a sus nombres. mirándola con indiferencia de arriba abajo, al tiempo
¿Están todos satisfechos con sus asientos? Bien. Nada que ella se sonrojaba; ahí acabó la conversación.
de hablar, nada de fumar, nada de hacer media, nada Siete años después de jubilarse, Nabokov recordó
de leer periódicos, nada de dormir y, por amor de Dios, este curso con una mezcla de sentimientos: «Mi mé-
tomen notas». Antes de un examen, decía: «Una cabeza todo de enseñanza excluía un auténtico contacto con
despejada, un cuaderno azul, tinta, piensen, abrevien los alumnos. En el mejor de los casos, estos vomita-
los nombres propios, por ejemplo, Madame Bovary. ban fragmentos de mi cerebro durante los exámenes.
No rellenen la ignorancia con elocuencia. A menos que Intenté vanamente reemplazar mi presencia ante el
presenten un certificado médico, a nadie se le permiti- atril por grabaciones magnetofónicas que debían ser
rá salir al W.C.». emitidas por la radio de la universidad. Por otro lado,
Un tercer exalumno que asistió a las últimas clases me satisfacía profundamente el cloqueo de aprobación
que impartió Nabokov —trimestres de primavera y ve- que se escuchaba en este o en aquel punto caldeado de
rano de 1958— antes de que, repentinamente enloqueci- la sala en este o en aquel de mi discurso. Lo más remu-
do por Lolita, pidiera una excedencia que nunca acabaría nerador de todo era cuando uno de esos exalumnos me
ya, no recuerda que se conociera el curso como «Dirty escribía, diez o quince años después, para decirme que
Lit»: en el campus se le llamaba simplemente «Na- fue entonces cuando entendió lo que yo pretendía de
bokov». Mi informador (que da la casualidad que es mi ellos al enseñarles a visualizar el mal traducido peina-
mujer) tampoco recuerda ninguna plática sobre asientos do de Emma Bovary o la disposición de los cuartos de
numerados. A pesar de que el curso tuviera aceptación, la casa de Samsa…».
muchos estudiantes preferían no ponerse a merced de En más de una de las entrevistas, escritas en fichas de
los notoriamente severos baremos de calificación que 3 por 5 pulgadas que enviaba desde el Montreux Palace,
usaba Nabokov y, simplemente, acudían como oyentes a Nabokov prometió la publicación de un libro basado en
sus entretenidas clases. Nabokov era un conferenciante sus clases de Cornell, pero el proyecto (junto con rumo-
entusiasta, electrizante, evangélico. Mi cónyuge-infor- res de otros trabajos en curso, tales como una continua-
mador estaba tan profundamente hechizada por él que ción de su autobiografía, que llevaría por título Speak
una vez asistió a una de sus clases magistrales con una On, Memory, su libro ilustrado Butterflies In Art (Las ma-
fiebre tan alta que fue a parar al dispensario inmedia- riposas en el arte) y la novela Original of Laura (Origi-
tamente después de la misma. «Sentía que era capaz de nal de Laura) revoloteaba todavía en el aire cuando este
enseñarme a leer. Tenía la certeza de que podía darme gran hombre murió durante el verano de 1977.
algo que me duraría toda la vida… y así fue». Hasta la
fecha, a mi mujer no le ha sido posible tomarse en serio a
Thomas Mann y no ha cedido un ápice del dogma básico Tenía la certeza de que podía
que sacara de Nabokov: «El estilo y la estructura son la
esencia de un libro; las grandes ideas son bazofia». darme algo que me duraría
Incluso los contados alumnos ideales eran presa de
las travesuras de Nabokov. Cuando la señora Ruggies toda la vida… y así fue.
fue al fondo del aula para recuperar su cuaderno de exá-

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generosas y pacientes apreciaciones que van del perfil
que hace nuestro autor de ese estilo «con hoyuelos» de
Jean Austin y de su sincera identificación con el gusto
de Dickens, a su respetuosa explicación del contrapun-
to de Flaubert y al modo encantadoramente temeroso
—como cuando un niño desarma su primer reloj—
con que pone al descubierto el rápido tictac de las sin-
cronías de Joyce.
Nabokov desarrolló una temprana y duradera afi-
ción por las ciencias exactas; las dichosas horas que pasó
en la quietud luminosa del microscopio se trasladan a su
delicado rastreo del tema del caballo en Madame Bovary
o a los sueños gemelos de Bloom y Dedalus; el estudio
de los lepidópteros sitúa a Nabokov en un mundo más
allá del sentido común en que «cuando una mariposa
Telegrama que anuncia la prohibición de la novela Lolita en Nueva Zelanda tiene que parecer una hoja, no solo se reproducen ma-
ravillosamente (en la mariposa) todos los detalles de la
Las clases, impregnadas aún de aromas docentes hoja sino que también se incluyen generosamente en
que hubiera podado quizás una revisión crítica, van a ella una serie de marcas que intentan semejar agujeros
ser publicadas próximamente. Nada de lo que se pueda hechos por los insectos», y donde, en el ala posterior de
haber escuchado sobre ellas permite intuir de un modo la mariposa, «un gran lunar imita una gota de líquido
cabal lo envolvente de su calidez pedagógica. La juven- con una perfección tan pavorosa que cuando una línea
tud y, en cierta manera, el elemento femenino vuelven cruza el ala, se desplaza ligeramente en el punto exacto
a reunirse en la incitante y ardiente voz del maestro. en que atraviesa el lunar». Así las cosas, Nabokov pedía
«Trabajar con este grupo ha supuesto una asociación a su propio arte y al que no era el suyo un algo más —un
especialmente agradable entre la fuente de mi voz y el rasgo de magia mimética o de engañosa doblez— que
jardín de sus oídos, algunos abiertos, otros cerrados y era sobrenatural y surreal, en el sentido etimológico
unos cuantos meramente ornamentales, pero todos que tienen estas degradadas palabras. Nabokov se ponía
ellos humanos y divinos». Hay pasajes más o menos lar- desagradablemente impaciente (de un modo que impli-
gos en que se nos lee, del mismo modo en que leían al caba la falta de expresión, la vacuidad típica de lo ina-
joven Vladimir su padre, su madre y la Mademoiselle. nimado) frente a todo aquello que no tuviera ese brillo
Durante esos pasajes textuales, debemos imaginar el de lo gratuito, de lo sobrehumano y de lo no utilitario.
acento, el contagioso y cabalgante placer, la capacidad «Muchos autores consagrados, sencillamente no existen
teatral de este orador que, ya decrépito y raleando sus para mí. Sus nombres están grabados sobre tumbas va-
cabellos, en tiempos fuera atleta y participara de esa cías, sus libros están en blanco… Brecht, Faulkner, Ca-
tradición rusa que es la pomposa presentación oral. En mus, muchos otros, no significan para mí absolutamen-
otras ocasiones, están presentes en su prosa la entona- te nada». Cuando encontraba ese brillo que le producía
ción, el guiño, el gesto despectivo, el golpe excitado, una un hormigueo en la espalda, su entusiasmo iba mucho
prosa líquida que habla, que consigue sin esfuerzo ser más allá de lo académico, convirtiéndose entonces Na-
brillante y que tiende a rizarse en metáfora y retruéca- bokov en un maestro inspirado y, sin duda, capaz de ins-
no. Nabokov hace, para estos afortunados estudiantes pirar a quien ante él se encontrara.
de los comedidos años cincuenta, una deslumbrante Los años cincuenta, con su énfasis en el espacio pri-
demostración de irresistible sensibilidad artística. vado, su desdén por los asuntos públicos, sus sentimien-
La reputación de Nabokov como crítico, circuns- tos de creación artística hermética y sin compromiso
crita desde entonces —en cuanto a la lengua inglesa se alguno y esa fe de la Nueva Critica en que la obra de
refiere— a su laborioso monumento a Pushkin y a sus arte contiene en sí misma toda la información que es
arrogantes y demoledoras críticas a Freud, a Faulkner o esencial, fueron un escenario más acorde con las ideas
a Mann, se beneficia del testimonio que suponen unas de Nabokov de lo que podrían haber sido las décadas

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I John Updike. Profesor Nabokov

que siguieron. Pero la forma que Nabokov tenía de en-


focar las cosas hubiera parecido radical en cualquier No rellenen la ignorancia
década por lo que suponía de drástica ruptura entre la
realidad y el arte. «La verdad es que las grandes nove- con elocuencia
las son cuentos de hadas (y las novelas de esta serie son
extraordinarios cuentos de hadas)… La literatura nació
el día en que llegó un niño gritando “lobo, lobo” y no sensoriales seleccionados, filtrados y agrupados», para
había ningún lobo tras él». Sin embargo, el niño que usar su propia formulación.
gritara «lobo» se convirtió en una molestia para su tri- Los años de Cornell fueron años productivos para
bu, que lo dejo perecer. Nabokov. Allí acabó Speak, Memory; fue en un patinillo
Otro sacerdote de la imaginación, Wallace Stevens, trasero de Ithaca donde su mujer impidió que quema-
era capaz de aceptar que «si deseamos formular una se los difíciles comienzos de Lolita, obra que concluyó
teoría precisa de la poesía, vemos que es necesario exa- en 1953. Las joviales historias de Pala fueron escritas en
minar la estructura de la realidad, ya que la realidad es Cornell y las heroicas investigaciones que esperaban su
la referencia central de la poesía». En cambio, para Na- traducción de Eugenio Oneguin se llevaron a cabo en
bokov, la realidad no era tanto una estructura como un Cornell, mientras también Cornell se reflejaba compla-
patrón, un hábito, de engaño. «Todo gran escritor es cido en el ambiente universitario de Pale, Fire. Quizás
un gran tramoyista, aunque así es también la archies- nos atreveríamos a pensar que el hecho de trasladarse a
tafa de la Naturaleza. La Naturaleza nos engaña siem- vivir a doscientas millas tierra adentro de la Costa Este
pre». La estética de Nabokov presta escasa atención a y sus frecuentes excursiones al Lejano Oeste, dieron
ese placer rastrero que es ser reconocible y a la roma a Nabokov una visión más franca de su «encantador,
virtud de la verdad. Para Nabokov, el mundo —mate- confiado, soñador y enorme país de adopción» (para
ria prima del arte— es ya en sí una creación artística y citar a Humbert Humbert).
es una creación artística tan carente de sustancia y tan Nabokov tenía casi cincuenta años cuando se vino
ilusoria que nuestro autor parece querer implicar que a vivir a Ithaca y no le faltaban motivos para estar
puede hilarse una obra de arte a base de aire fino, por artísticamente exhausto. Se había exiliado dos veces
el puro acto de la omnipotente voluntad del artista. Sin (expulsado de Rusia por los bolcheviques y de Europa
embargo, obras como Madame Bovary o Ulysses brillan por Hitler) y había producido ya una brillante obra en
al calor de la resistencia que la voluntad de manipular lo que, en suma, era una lengua moribunda, ya que el
encuentra en temas nimios y pesadamente actuales. El público de los huidos de Rusia desaparecería inexora-
reconocimiento mutuo, la versión y el imponente amor blemente. Y, sin embargo, en esta su segunda década
que ofrecemos a nuestros propios cuerpos, se unen en norteamericana, Nabokov se las ingenió para aportar
estas transmutadas escenas de Dublín o de Ruan; le- a la literatura de este país una audacia y una fanfarria
jos de ellas, en obras como Salambó o Finnegans Wake, completamente nuevas, para contribuir a que renacie-
Joyce y Flaubert se dejan llevar por sus entes soñadoras ra la vena de la fantasía autóctona y para adornarse él
y dandis y se ven engullidos por sus propios juguetes. mismo de riquezas y de fama internacional. Es muy
En su apasionada lectura de La metamorfosis, Nabokov agradable sospechar que la relectura a que le obligaba
impreca a la filistea y burguesa familia de Gregor Sam- la preparación de sus clases universitarias de comien-
sa, tachándola de «genio que todo lo envuelve de me- zos de la década y las admoniciones y las embriague-
diocridad», sin reparar en cuánto —en el corazón mis- ces repetidas al impartirlas cada año, contribuyeron
mo de la amargura de Kafka— necesita y adora Gregor a esa espléndida redefinición de la potencia creativa
a estos quizás burdos pero, sin duda, también vitales y de Nabokov, como agrada detectar en su narrativa de
concretos habitantes de lo mundano. La ambivalencia, esos años algo de los remilgos de la Austen, del brío de
siempre presente en la rica tragicomedia de Kafka, no Dickens y del «delicioso regusto vínico» de Stevenson,
encuentra lugar en el credo de Nabokov aunque, en lo enriqueciendo y sazonando la cepa continental euro-
tocante a expresión artística, una obra como Lolita re- pea de esa inimitable y particular mixtura de Nabokov.
bose de ella, como rebosa también de una formidable
densidad de detalle observado en directo, de «datos Artículo publicado en el número 344 de Quimera, de julio de 2012.

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Barco y puerto a la vez
Entrevista a Toni Morrison
Entrevista de Ángeles Carabí
Traducción de Dolors Udina

Toni Morrison. Fotografía: John Mathew Smith

De lenguajes, músicas y silencios, de sus obras, de algu- En su obra, especialmente en La canción de


nos importantes aspectos de las mismas, es de lo que habla Salomón y Tar Baby, se refleja una sensación
Toni Morrison en esta entrevista. Porque si hasta tiempos de familiaridad con el mundo de la magia, con
recientes la mujer era relegada a una zona de silencio y lo sobrenatural. ¿Formaba esto parte de su
sombra, en el caso de la mujer negra a eso se sumaba toda educación?
la problemática de la discriminación racial. Las novelas de Existe en mis recuerdos una distinción muy nítida en-
Toni Morrison, entre otras, han puesto fin a ese silencio, a tre el mundo real y el mundo mágico por el cual nos
veces aprovechando precisamente la fuerza del silencio. sentíamos fascinados. La familiaridad que teníamos

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Entrevista con Toni Morrison

con este mundo sobrenatural en la infancia nos amplia- casas o por la calle. En mi barrio había un cartero que,
ba la visión de la realidad debido a la gran cantidad de cuando pasaba por casa, me hacía correr a la ventana,
información diferente que se nos aportaba. Esto en la para oírle cantar su «profundo». La gente ha dejado de
escuela, que no estaba bien visto lo que escapaba al espí- cantar porque existen los discos. Cuando yo era peque-
ritu religioso. Pero lo importante es que uno podía ha- ña el hecho de cantar era natural, por lo que quise que
blar de los sueños de una forma reveladora, podía acu- formara parte de mis libros. En Sula no pensaba en ello
mular información para sí mismo, para la familia, para porque hay otro tipo de amor y terror intensos en la
los vecinos. No me refiero a una interpretación freudia- relación entre Nel y Sula. No encontré ningún prece-
na; en los sueños la información salta a la vista. Cuando dente literario de amistad entre mujeres y mi idea era
empecé a escribir, especialmente el tercer libro, tuve la mostrar el valor que tenía. Pensé escribir un libro so-
fortaleza suficiente para incorporar esta característica a bre dos mujeres que no se parecían en absoluto pero
mi manera de escribir. Quería plasmar este sentimiento se amaban. En un momento determinado de la histo-
africano. Era imposible hablar de una época determina- ria no pueden hablarse una a otra, pero cuando Sula
da, una época histórica, sin incluir esta percepción. La muere, mi intención era que el lector echase en falta a
gente negra educada no la acepta porque les recuerda su Sula para poder así compartir la desesperación de Nel.
pasado de ignorancia, de esclavitud, pero la vida de sus Podría haber presentado unas chicas agradables y amo-
abuelas era exactamente así. Esta era mi idea, pero ade- rosas pero me pareció mucho más teatral hacerlas tan
más me era útil en función de la estrategia narrativa: me diferentes que su amistad llega a sentirse afectada. Por
parecía que podría darle a mi libro algo que yo siempre una vez, lo que una mujer le decía a otra no era acer-
había deseado, es decir, la sensación de que, en la cultura ca de los hombres, no hablaban, por ejemplo, de cómo
negra, la aventura funciona a un nivel imaginativo. En el conseguir uno, sino que hablaban de ellas mismas. Su
primer libro que escribí no hay magia, sólo existe para interpretación de Sula como un libro silencioso es muy
los niños y no debe tomarse muy en serio. Es su último exacta porque se da ese esfuerzo de contener algo que
recurso y también es muy personal. En Sula, la utilizo es nuevo porque es excesivo, y yo realmente intentaba
para indicar los cambios imprevistos de la naturaleza, relatar una situación fuera de lo común.
pero en La canción de Salomón es mucho más intencio-
nado. En Tar Baby, el mundo de la magia es patrimonio
sólo de los nativos: Therèse, Son. ...si ellos no me ponen en
En The Bluest Eye (El ojo más azul), el lector sus libros, ¿por qué voy a
puede oír la música de la familia, la música de
los murmullos de la comunidad, la música de ponerlos yo en el mío?
la madre de Claudia (incluso, o especialmen-
te, cuando se queja). En comparación con The
Bluest Eye, Sula es un libro silencioso. Y quizá En La canción de Salomón, la música trascien-
sea esta la razón por la cual, al final, el grito de de los límites de la comunidad y trae consigo
Nel se oye con tal fuerza que libera la tensión ecos del pasado. Milkman descubre los oríge-
acumulada a lo largo del libro. nes de su familia a través de las canciones que
Acaba de decir cosas muy clarificadoras para mí, espe- los niños cantan en las calles de Shalimar.
cialmente, lo de que Sula es un libro silencioso, porque Sí, este era el tema de La canción de Salomón. Trataba
estoy segura de que es así. Sé que es esto lo que tenía en de la canción y la historia, de su genealogía. Hice una
mente al escribirlo ya que, cuando escribo, siempre in- canción que se ajustaba al argumento de la historia.
tento recordar la atmósfera de la vida utilizando trozos
y detalles de mi propia experiencia. La presencia de la La música actúa como vínculo para la comuni-
música es muy importante para mí. De hecho, mi ma- dad. ¿Podría comparar la función del lenguaje
dre se pasaba la vida cantándome canciones. Cantaba escrito con el de la música?
varias canciones distintas. En aquellos tiempos uno iba Creo que la razón de la existencia del arte, del arte es-
por la calle y oía cantar a la gente en la galería de sus crito, y el hecho de que se expandiese como no lo había

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hecho antes es la pérdida de la música. La música era significó una pérdida. Los negros sentían la necesidad
información, era una forma de expresarse, casi nunca de relacionarse con los demás negros sin utilizar el len-
una diversión. De hecho existe una gran cantidad de guaje del opresor. Me parece que la novela juega este pa-
música con gran fuerza que no utiliza palabras. Todo el pel, porque aunque la música está todavía viva, no es ya
mundo sabía el significado del sonido. Cuando existe el exclusivamente nuestra. Por tanto tiene que ser posible
dolor, no hay palabras; el dolor siempre es igual. La gen- escribir un libro, publicado por una editorial de blan-
te expresa el dolor a cierto nivel pero lo que es realmen- cos, editado por un editor blanco (a quien respeto), que
te genuino es calificar el tipo de dolor que nos afecta y sea un libro para negros.
darle forma para que tenga un efecto determinado. Para
la gente negra es lo que llamamos el lamento, el blues. Cuando escribe, ¿piensa a menudo que parte
Lo que debe reflejarse es su tono, su lenguaje africano. de sus lectores serán blancos?
En La canción de Salomón, la música toma la forma de un No. No lo pienso. De hecho, nunca había tenido este
árbol genealógico. Pero la sensación que yo tengo es que problema, hasta ahora. Antes era algo natural. Yo esta-
en una época esta música era algo muy personal. Estaba ba decidida a escribir y escribí tranquilamente mis tres
grabada en aquellos discos que no compraba nadie más primeros libros. Cuando inicié el cuarto, ya se me había
que nosotros y, lo que es más importante, la música era empezado a prestar mucha atención. La gente me co-
la única forma de arte que determinábamos nosotros. nocía, se había escrito sobre mis obras y me sentía in-
Eran los mismos músicos quienes decían a otros músicos troducida en un mundo nuevo sin desearlo, por lo que
si estaban preparados para salir al escenario. Ellos toma- tuve que exorcizarlo a conciencia.
ban las decisiones, establecían los criterios, a menudo
no podían ir a un círculo determinado porque el nivel ¿Podría explicar la presencia de personajes
era muy elevado. Este es el motivo por el cual no hay blancos en Tar Baby?
músicos de blues mediocres. Esto no ocurre en la litera- Tuve que introducir estos personajes blancos porque
tura porque siempre ha sido filtrada por la sensibilidad formaban parte de la historia original, de la historia de
de los blancos: el editor es blanco y no acepta cualquier Tar Baby. No pretendía poner personajes blancos por-
cosa, o no compra cualquier cosa que no le parezca ven- que sí (hubiera sido un poco raro: si ellos no me ponen
dible. Necesita lectores tradicionales. Incluso en el caso en sus libros, ¿por qué voy a ponerlos yo en el mío?);
de que sea algo exótico debe tener algo que interese a la de hecho a mí no me molestaba seguir escribiendo li-
gente blanca. Ni siquiera las narraciones sobre la escla- bros de este modo pero llegué a obsesionarme hasta tal
vitud eran leídas por los negros, estaban dirigidas a una punto con esta historia —créame, fue una historia in-
audiencia blanca. Eran persuasivas, importantes, pero creíble, una profecía— que me concentré en ello y me
no las sentías profundamente. La música era siempre dije: «Bien, tengo que hacerlo y debo hacerlo del mejor
algo interior. Para nosotros era principalmente una cosa modo posible».
individual. Realmente la improvisación es lo más indi-
vidual que uno puede imaginar. Ni la persona que lo En sus obras hay otro aspecto que está muy
está haciendo sabe qué ocurrirá después; pero al mismo presente: el silencio. A menudo el silencio
tiempo tiene que haber trabajado en la formación de la emerge en momentos de tremendo dolor para
banda, del grupo o conjunto, o de la audiencia, porque los personajes (Cholly rechazado por su padre,
la audiencia es una parte importante. La música había Hagar rechazada por Milkman). ¿Podría ha-
anulado la tensión habitual entre el individuo y la co- blarnos de su percepción del silencio?
lectividad permitiéndole la entrada al oyente, el acceso Parte de este silencio es la ausencia de habla, que es
a ella. En parte, con la activa participación de la audien- muy plena, muy rica. Dice más que las palabras. Esta
cia cantando, balanceándose o gritando «yeah» o lo que es una parte. La otra es que hay ocasiones en las que in-
fuera. Cuando los blancos empezaron a amar la música, tento buscar momentos de camaradería entre el lector
los americanos empezaron a hacer música y así se aca- y yo. Esto tiene que llegar. Quiero darle un tirón y ce-
bó convirtiendo en una propiedad de los blancos: lo que rrarle la puerta pero, una vez ya está dentro, tiene que
llamarían la música americana. El cambio que sufrió fue proporcionar la información y la visión emocional. A
interesante y fascinante al mismo tiempo, pero también veces fuerzo al lector a ver dándole simplemente unas

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I

claves, como si se tratase de una historia que le cuentan:


no lo abarca todo. Quiero decir, uno tiene que partici-
par. En parte es debido a que, en una historia contada
oralmente, uno comparte la creatividad… «¿Qué in-
tensidad debería tener el trueno?» se pregunta uno a sí
mismo. Yo tenía mucho interés en transmitir este ori-
gen oral al texto. En algunos sitios puedes hacerlo con
el lenguaje, usando unas palabras determinadas, pero
en otros, provoco una emoción que creo que el lector
será capaz de recoger porque probablemente ha tenido
una experiencia similar en su vida. Me gusta esta inter- Toni Morrison (2008). Fotografía: Angela Radulescu

pretación. Es como cuando describo una escena sexual.


Uno ve simplemente la vida sexual de alguien pero yo
tengo que partir de la base de que la sexualidad del lec- Me parece que, en sus obras, la naturaleza se
tor es mucho más sensual que la mía porque es suya, convierte en una metáfora para indicar que
porque es la que realmente le importa. Y, por tanto, no todo está interrelacionado. La imposibilidad de
quiero hacerla desaparecer sino que quiero atraerla. De las caléndulas para crecer evoca la muerte del
este modo, adquiere la calidad de una sensualidad re- niño de Pecola. La llegada de Sula es anunciada
forzada, no porque yo la describa así, sino porque no por una plaga de petirrojos. Milkman consigue
la he descrito. Por tanto el silencio también es espacio, la unidad con la naturaleza como indicación de
espacio imaginativo para el lector. su madurez. Son nace simbólicamente en los
brazos de una dama de agua. ¿Podría hablarnos
Por otro lado, la manera en que hablan los per- de su percepción de la naturaleza?
sonajes, a menudo expresada en forma de diá- No estoy muy segura de cómo se desarrolló mi pasión
logo, es muy poderosa. El lector tiene la sensa- por explicar la naturaleza. Algunos dicen que es como
ción de oírlos realmente. un telón de fondo y añaden que no es terriblemente
Eso está relacionado con el lenguaje. El inglés, el inglés original. Milkman, por ejemplo, primero entra en la
americano que hablan los negros, ha sido ridiculizado cueva, luego sale, después se mete en el agua y final-
como señal de estupidez, como si fuera de las clases ba- mente salta por los aires. Para mí, la necesidad de escri-
jas, pero a mí me parece muy poderoso. De pequeña ya bir sobre la naturaleza se hizo cada vez más insistente,
me impresionaba. El inglés estándar es estéril. No pre- hasta el punto que llegué a sentir que la naturaleza esta-
tendo decir que el inglés sea un idioma estéril sino que ba reclamando su lugar en el mundo. El mundo lo recla-
lo es el habla diaria de la gente. Yo viví en un barrio mix- ma todo y parte de este todo es el lugar en que vivimos,
to y siempre me sorprendía el conocimiento del lengua- aquí mismo, este lugar. En La canción de Salomón Milk-
je que tenía aquella gente, sin relación con su educación. man descubre América cuando capta el significado de
Las metáforas eran fabulosas, usaban imágenes que me los nombres de las ciudades que ve en el Sur, lo que tras-
dejaban maravillada. Y así que se me ocurrió que podía pasa el límite del mundo geográfico e inanimado. Pero
utilizar el lenguaje desnudándolo para mostrar su po- más adelante dejé de lado este tipo de interpretación.
der, su resplandeciente poder. No era un problema de No quería hacer un fraude. Se pueden hacer alusiones
concordancia de verbo y sujeto. Tampoco era realmente literarias pero yo conocía el riesgo de crear la historia
de pronunciación. Lo importante estaba en el ritmo y el de una manera deliberada. En Tar Baby necesitaba un
énfasis. Aquí es donde se halla la diferencia de lenguaje lugar especial, un trasfondo que tuviera las característi-
y, además, tiene un sonido determinado. Si se usan ad- cas de la antigüedad para contraponerlo a la perspecti-
verbios continuamente, de alguna manera se diluye la va moderna de la historia y sus personajes. La ausencia
prosa. Pero si en una frase pones la crueldad, el humor, de música en Tar Baby (así como en Sula) se debe al he-
la amenaza o la ambivalencia, entonces no necesitas ya cho de que hay secretos en todas partes; la gente mur-
otras cosas. El lenguaje de los negros es extraordinario, mura, murmura todo el tiempo. Se gritan unos a otros,
un lenguaje verdaderamente teatral. pero de ningún modo hablan unos con otros. Yo quería

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Entrevista con Toni Morrison

que la naturaleza entera revelase el secreto de la esencia El lector nota una necesidad de liberar a sus
de Valerian, el típico macho blanco conquistador. Lo personajes de la tradición judeo-cristiana.
que él hace es lo siguiente: cambia el entorno, aparta Esto parece transmitirse con eficacia en el he-
unas cosas, prescinde de otras. El secreto principal que cho de que tengan nombres bíblicos irónica-
yo tenía en mente era indicar que al mismo tiempo que mente poco apropiados a su naturaleza.
él manipulaba la naturaleza, la naturaleza lo observa- Los negros eran muy imaginativos y tenían una acti-
ba y se sentía molesta con sus acciones. No sólo quería tud casi ad hoc en lo referente a la religión. Cogían lo
describir el entorno sino nuestro impacto sobre él y que les parecía utilizable del cristianismo y se concen-
sus consecuencias. Quería que los árboles se sintieran traban en lo que les decía algo. La Virgen no podían
heridos y expresaran su temor por algo. Como sabe, asimilarla: la virginidad no era un valor que tuviesen
el río Mississipi se desborda a menudo; antes, el curso en cuenta. Pero la Madre de Dios, eso sí se lo tomaban
del río era así [mueve ligeramente la mano esbozando en serio. La Biblia, por un lado, era un libro sumamen-
una dirección en zig-zag] y ahora es recto. Llenaron te leal por cierto número de razones, no sólo religio-
los meandros y construyeron casas sobre los trozos que sas. Era delito enseñar a los negros a leer y el hecho de
habían llenado, pusieron basuras e hicieron más pro- aprender podía significar la muerte. O sea que el acceso
piedades; pero el agua tiene una memoria increíble y a los libros, exceptuando la Biblia, estaba prohibido. Es-
nunca olvida por dónde pasó, jamás. El Mississipi se toy convencida de que los blancos pensaron que tenías
acuerda de cómo era antes. Todo lo que hace ahora es que escribirlo todo porque eras imperfecto y no podías
intentar volver desesperadamente a su antiguo cauce, el recordarlo. Pero olvidaron que, en algunas sociedades,
verdadero. Lo llaman desbordamientos pero no lo son. hay gente cuyo trabajo es precisamente recordar. Esta
Sólo es que vuelve al lugar en el que solía estar, tres mi- libertad de la expresión escrita era algo cierto también
llas en esa dirección [se ríe] dos millas por aquí, aparece para los músicos. Ellos leían la música pero no miraban
aquí… Siempre se da este esfuerzo constante. Está por lo que quedaba escrito porque una vez escrito se vuel-
ejemplo esta ciudad, Nueva Orleans, que está asentada ve algo estático y nunca podrá mejorar. En una ocasión
sobre terrenos pantanosos; el agua estaba más arriba y Miles Davis dijo que no tenía ninguno de sus discos
construyeron la ciudad. Ahora tienen graves proble- porque en un disco sólo podía oírse cómo había tocado
mas porque se les está hundiendo la ciudad y el agua algo una vez determinada y que ya no volverá a tocar
está volviendo a su nivel. O sea que cuando digo que el nunca igual. No le interesaba cómo lo había hecho, lo
agua tiene memoria, puedo explicarlo con un lenguaje que le interesaba era lo que podía pasarle a la música.
científico, un lenguaje de ingeniería, pero también hay Se daba una insistencia en la invención y la recreación.
un lenguaje literario para ello: es un río desalojado que Todo esto era para decir que la memoria y el cambio
perdió la cabeza y ahora no sabe hacia dónde ir y se entonces eran más importantes que cualquier disco. La
siente además enfermo e incómodo. Me pareció que la Biblia ofrecía una visión fatalista de la vida. La religión
isla era un lugar ideal para centrar mi historia porque cristiana es un arma de doble filo. La iglesia proporcio-
realmente quería que la intimidad entre la naturaleza y naba cosas a los negros y también llegó a ser un factor
aquella chica tan moderna, aquella vida internacional educativo. Por otro lado, el cristianismo como prácti-
moderna, reflejara las tensiones. ca estaba muy lejos de su mentalidad. Alguien se quejó
una vez de la ausencia de religión en mis libros, no de
A veces la naturaleza confunde a los personajes. que no la mencionase, sino de que no le diera ningún
Bueno, los personajes pueden interpretarla mal. Una lugar prominente nunca. No estoy segura de cómo me
parte de su capacidad de interpretarla depende de la sentiría sobre eso.
percepción que tengan de ellos mismos. Cuanto más
perceptivo sea un humano, con mayor inteligencia po- La trayectoria de sus personajes se aleja mu-
drá ver. Milkman difícilmente hubiera salvado la vida cho de los nombres bíblicos que usted les pro-
si no hubiera vivido escuchando a su entorno. Para po- puso. ¿Está hecho a propósito?
der volar, tuvo que demostrar sus posibilidades sobre la [Risas] Supongo que lo hago de forma subliminal. Cuan-
marcha, en un sentido natural, partiendo de la base de do les pongo un nombre a mis personajes los intuyo. No
que aprendió lo suficiente sobre sí mismo. los busco. Se me presentan de manera misteriosa. Yo sólo

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E s p e ci a l 4 0 a ni v e r s a r i o I Entrevista con Toni Morrison

sé sus nombres. Me los creo. Pero funciona. Supe instan- Había posibilidades de ir a escuelas especiales. La socie-
táneamente que el nombre de Sula era Sula. Más tarde dad blanca siempre elegía gente de piel clara, especial-
me enteré de algo interesante. Estaba describiéndole el mente mujeres, porque eran una amenaza menor que los
personaje de Sula a una historiadora africana. Le dije que hombres. Hay toda una tendencia en los libros en este
estaba creando una mujer que pudiera percibirse de un país que trata de desacreditar a los negros por su piel ne-
modo distinto. Era muy difícil porque no quería que fuera gra y hablan de esta trágica mulata, la mujer de piel clara
una villana convencional, un tipo determinado de perso- que tenía una vida muy complicada. La mujer negra no
na avariciosa que quiere más, sino que quería que tuviese aparecía nunca porque les parecía que había algo impu-
algunas cualidades. Quería que fuera como el agua, que ro en ella. Yo tenía interés en restaurar su aceptación,
adoptara la forma de cualquier cosa que la contuviera; si en devolver su valor en un grupo determinado de gen-
era un vaso, tendría forma de vaso, si era una cuchara, te. Geraldine es parecida a Helen Wright. Eran mujeres
tendría forma de cuchara. La historiadora africana me voluntariosas que intentaban alejarse de los de piel más
preguntó: «¿Cómo la llama?». Yo le dije: «Sula». «Bien, es oscura mostrándoles su desprecio. Esto implicaba adop-
muy interesante. ¿Sabía que hay una lengua africana en la tar una pose y despreciar a gente como Pecola.
que “sula” quiere decir agua?» y luego me dijo: «Ha oído
alguna vez la canción “Sulame, Sulame?”». Le dije que sí. La muerte es un elemento siempre presente
«Bien, pues quiere decir “el agua corre, el agua corre”». en su obra. ¿Esta conciencia está particular-
Y sin embargo yo no lo sabía. Es decir, siempre confiaba mente enraizada en la cultura africana?
en estos nombres inmediatos, que son siempre elegidos Aquí nos adaptamos al hecho de que está siempre pre-
imaginativamente. Normalmente ya los conozco pero si sente. No es accidental, es la posibilidad de morir para
no, sólo tengo que esperar hasta que me dicen sus nom- la gente negra. Ya estaba muy presente en la época de
bres. Finalmente, y esta es la parte de la elección, tienen la la esclavitud. Tengo dos hijos y las posibilidades de que
otra característica, la de este juego de nombres irónicos, uno de los dos viva hasta los cuarenta años —quiero de-
porque no son predecibles. Los nombres bíblicos se basan cir que no lo maten, no que no enferme, sino que no lo
en el modo como se les llama. Los únicos nombres fiables maten— es de una entre treinta. Es cierto, es realmente
son los apodos, porque han sido escogidos. Salen de algo cierto. El Ku Klux Klan sigue existiendo. Esto suena un
que ha ocurrido. Son un nombre real porque puede pasar poco como para decir: «¡Oh, es sensacional, sensacio-
mucho tiempo hasta que los haces tuyos. Estos nombres nal!», pero el hecho real es que toda mujer negra sabe
están basados en algún incidente o en alguna característi- que si tiene un hijo hay muchas posibilidades de que no
ca física, o en una tendencia. llegue a hacerse mayor. Sin hablar de la muerte natural
por causas naturales como miseria, enfermedades, etc.

La mujer negra no aparecía ¿Qué significaron los años 60 para las mujeres
negras? ¿Qué cambios aportaron a su estatus
nunca porque les parecía que o a la percepción de sí mismas?
Supongo que aportaron visibilidad. Lo que una hacía
había algo impuro en ella. ya no tenía que hacerlo tímidamente sino que sabía que
había una consciencia exterior, de modo que la gente, al
fin, empezó a ser consciente de sus actos.
El hecho de que sus personajes mulatos y cultos
(Geraldine, First Corinthians, Helen Wright…) ¿Cómo ve la década de los 80?
sean tan grotescos ha levantado polémica. Hay una actitud más madura. El movimiento de ahora
Algunos creen que usted intenta presentar la no se basa en la idea de la hermandad de mujeres sino
educación como una forma destructiva. en que la industria, la industria capitalista, promueve
[Se ríe]. Estos personajes son terribles… Bueno, nadie las jerarquías. Para entrar en el juego tienes que ser
sabía nada de nuestra historia. La educación blanca la competitivo, sumamente competitivo.
había desplazado. Yo creo que el asunto de la educación
mulata empezaba cuando uno tenía que ir a la escuela. Entrevista publicada en el número 70-71 de Quimera, de 1988.

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